[ # ] Portia Thicknesse

Aquella noche no dormí del todo bien. En mi cabeza, rondaba una vocecilla que no me dejaba en paz, y la odiaba profundamente. Odiaba aquella voz tanto que hasta en sueños parecía una pesadilla: ¿por qué me seguía a todos lados? ¿Por qué no me dejaba en paz? Yo no tenía la culpa sobre el arreglo de nuestros padres; no me hacía feliz, no provocaba ninguna sensación placentera. Así que ¿Por qué no simplemente se iba a su camino y desaparecía del mío? Odiaba la idea de tener que estar comprometido a alguien, pero odiaba aún más tener que estarlo con una mocosa insoportable cuyo nombre era Portia. ¿Por qué mis padres no me comprometieron con su hermana, que sin duda era mucho más guapa y tenía mucha más clase que ella?” pensaba constantemente, y yo sabía exactamente cuál era la respuesta: porque aquel viejo insoportable solo busca la forma de cagarme tanto la vida como esté a su alcance. “Maldito viejo”, pensé frustrado mientras entornaba mis ojos. “Deja de preocuparte tanto, Damien, ya encontrarás una forma para salir de esta… siempre la encuentras” me dijo mi mente dándome un breve apoyo moral. Sí, justo lo que necesitaba: hablar conmigo mismo.

Afortunadamente, este era mi último año en Hogwarts. Eso significaba que ya el siguiente no tendría que soportarla la 24 horas del día, ya que para mi fortuna el compromiso estaba arreglado para cuando ella terminase sus estudios. “Lo que significa que tienes tres años para pensar al respecto, empezando desde este”, me dijo nuevamente mi mente y fruncí el ceño un poco frustrado. “Tal vez durante este tiempo le pase algo…” era bastante bajo desearle que le pasara algo para salir beneficiado en ello, pero sí: yo no quería arruinar mis planes por culpa de ella. Nunca nadie me había detenido al momento de querer realizar algo, y ella no iba a empezar a hacerlo. Yo ya tenía todo programado para mí: quería irme a Rumania, y empezar a entrenar dragones… ser dragonolista era lo que más quería para mi futuro y no precisamente quedarme estancado en un aburrido puesto dentro del Ministerio de Magia, como esperaba mi padre que hiciera… y ella… ella no iba a ayudarme en nada. “Primero yo, y luego el resto del mundo”, ese era mí lema.

Corría intensamente por los terrenos de Hogwarts. En los últimos años, había descubierto que correr era una excelente forma de relajar mi mente y de distraerme, y solía hacerlo todos los días como ejercicio cotidiano. A veces, me despertaba temprano en la mañana y salía a correr antes de que la gente empezara a despertarse y a migrar de un sitio a otro interrumpiendo mis pensamientos; pero después de clases, sentí una intensa necesidad de volver a hacer ejercicio, y llevaba aproximadamente veinte minutos haciéndolo mientras mi mente giraba y giraba en torno a aquella chica de cabello castaño que parecía querer quedarse dentro de mi mente de manera indeterminada. – Que te jodas. – mascullé mientras rezongaba. La odiaba, eso no había ninguna duda. La odiaba tanto que ni siquiera era capaz de sacármela de la cabeza. ¿Aquello era siquiera algo normal? No, por supuesto no era normal. “Tienes que hacer algo urgentemente, Damien” me dijo mi mente mientras intentaba idea planes.

Y entonces… se me ocurrió. Tal vez podía aprovecharme un poco de la situación ¿no? ¿Qué tal si la hacía enamorarse de mí? Jugaría un poco con fuego, pero quemarme siempre había sido algo a lo que estaba acostumbrado, y romperle el corazón en pedazos era algo que me tentaba intensamente en la cabeza. Una crueldad jugar con el noble corazón de esa águila ¿Pero no dicen siempre que una persona inteligente es también una persona ingenua sentimentalmente? No se puede tener el intelecto en cada aspecto de la vida, y claramente… dudaba que una persona como ella fuese inteligente en ese aspecto. No me interesaban cuales eran las consecuencias: quizás tenía suerte y convencía finalmente a su adorado padre para que no se case conmigo, porque ¿no se supone que los padres tienen debilidad con su hija? Siendo de esa forma, posiblemente yo tendría problemas con el mío no llevar acabo mi parte del contrato, pero sinceramente… me importaba una mierda. Estaba decidido. Aunque la idea de tener que comportarme de forma “adorable” con ella no es que me hiciera mucha gracia, por supuesto.

Seguí corriendo unos cuantos kilómetros hasta que finalmente me detuve por falta de aire. Di unos cuantos pasos, haciendo crujir las ramas y las hojas debajo de mis pies, y fue entonces cuando la vi. “Vaya coincidencia”, pensé. No sabía si sentirme frustrado por verla o qué exactamente sentir. Pero sinceramente, me daba igual. La decisión estaba tomada, tal vez fuese bueno empezar desde ese momento; pero claro, cada vez que la imbécil abría su boca no salía más que pura estupidez. – No tengo idea de lo que me estás hablando – dije sin poder evitar el tono mordaz de mi voz. “No es una buena forma de empezar”, me regañé mientras ponía mis ojos en blanco. – Creas o no, Thicknesse, el mundo no gira alrededor de ti. – le dije mientras me importaba una mierda lo que había pensado momentos atrás. En ningún momento tenía pensado que me hablase de esa forma, no se lo iba a dejar. Si de rudeza se trataba yo era el Rey. - Además, el tema de los bowtruckles son de quinto año, por si no lo recuerdas estoy en séptimo... y si te interesa saqué un excelente en ese trabajo - no era secreto que Cuidado de criaturas mágicas era la mejor materia que se me daba junto a Defensa contra las Artes Oscuras.

Respiré profundamente, y seguí sus pasos. Luego, recorrí con la mirada el lugar y finalmente encontré lo que ella buscaba junto a un pequeño tronco caído: me resultaba fácil de ver; sonreí con suficiencia, mientras sacaba un frasco que siempre llevaba en mi mochila, y cogí con cuidado el bowtruckles. – Aquí tienes. Supongo que podría haber otro por aquí ¿Cuántos necesitan este año? Recuerdo que tuvimos que encontrar tres para hacer los distintos experimentos. – comenté olvidando por un momento el hecho que la odiaba y que ella me odiaba a mí. Entorné los ojos y me encogí de hombros mientras dejaba el frasco sobre una roca con cuidado de que no se cayera. - Tienes que fijarte bien en los bordes. Sabes que se parecen a las ramas de los árboles, pero las puntas suelen tener un color más oscuro, como si fuese negro, y sobresale de lo demás. si lo buscas de esa forma, no necesitarás atraerlo demasiado. - le expliqué con tranquilidad mientras hablaba como si hablase con un conocido o alguien que no me caía tan mal como ella. Supongo que era buen comienzo.