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Mensaje  ιzzy нale Dom Mayo 05, 2013 1:12 am

❝ Eileen Snape ❞
Eileen Vittoria Snape Lyon
16 años Slytherin, sexto Prefecta Sangre Mestiza
está con: Anton Orpington, en la biblioteca.
Si alguien fuese capaz de explicarme qué fue lo que sucedió anoche con Albus Potter, estaría inmensamente agradecida por escucharlo. Ni siquiera yo misma soy capaz de entender lo que había sucedido durante la ronda que nos llevó al sexto piso con aquella pareja que terminó castigada después de que los guiamos hacia el corredor prohibido, aunque si algo he llegado a concluir es precisamente que en ese corredor hay mucha seguridad. Pero no estoy tratando de descifrar qué es lo que hay dentro de la cámara, sino más bien de descifrar el extraño acercamiento que Albus y yo tuvimos anoche. No cabe duda, que él es completamente diferente a sus hermanos: sobretodo a su gemelo, que muchas veces suele sacarme de los nervios cuando intenta pasarse de listo con sus “bromas” de mal gusto. (Realmente ¿quién le enseñó que “eso” es una broma?). De todas formas, ¿Estoy loca por haber sentido esa extraña sensación correr por mi cuerpo cuando su piel rosó mi brazo? En realidad ni siquiera tiene sentido estar pensando en ello, pero supongo que puedo llegar a entender el interés que mi padre tuvo sobre la Señora Potter durante su adolescencia: aquellos ojos verdes tienen algo, un sé qué… que llama la atención.

De todas formas, yo sé que tengo que quitarme esos pensamientos de la cabeza. Desde que conocí a los Potter estaba totalmente decidida a no relacionarme con ellos más de lo que era necesario, aunque la amistad que mis padres tienen con esa familia la verdad que dificulta bastante mi idea principal. No obstante, no puedo negar que estar junto a Albus es algo bastante agradable: suena bastante estúpido, pero Albus Potter es capaz de hacerme reír cada vez que estoy con él en alguna cena familiar. Supongo que debe ser por el hecho de que, al igual que yo, es Slytherin y tiene una personalidad bastante peculiar. Pero bueno, no sé… supongo que lo mejor es terminar con todo esto de una vez y arrancarlo de raíz, como quien dice. ¿No?

Suspiro mientras camino por los pasillos de la biblioteca. A lo lejos puedo ver a mi hermano hablando con una chica de Gryffindor, no me sé bien su nombre, pero sé que su apellido es Pontmercy, ya que comparto clases con ella porque estamos en el mismo curso. Creo que él no me ve, así que prefiero seguir por el corredor buscando los libros de pociones que necesito. No es ningún misterio que siempre que llego a Hogwarts me pongo a buscar libros de esta materia: al igual que mi padre tengo un intenso interés por las pociones y generalmente suelo practicar haciendo unas cuantas de niveles más avanzados. Tengo en mente hacer la poción multijugos algún día por mi propia cuenta, sabiendo aun lo complicada que puede llegar a ser. Pero da igual: cuando algo se me mete en la cabeza muy difícilmente se me quita a menos que otra más interesante ocupe su lugar.

Doy la vuelta por la estantería y me pongo en punta de pie para alcanzar el libro que está sección superior. Los libros que allí descansan todavía no he tenido la oportunidad de tenerlos en mis manos, y he estado esperando el momento desde hacía bastante tiempo. Se trata de un libro sobre pociones antiguas, aquellas que se usaban en los siglos XV y XVI, todas hechas con plantas y hiervas que pueden encontrarse incluso hasta en el bosque prohibido, acá en Hogwarts. Quiero ver si hay alguna poción interesante para hacer, no sé… algo distinto y un desafío.

Vuelvo a la mesa donde dejé mis cosas, y veo que ahí está sentado un chico. Lo reconozco, es Anton. Resoplo con un poco de cansancio y dejo el inmenso libro a un costado de mis cosas. Inmediatamente me doy cuenta que mi mochila no está en el lugar que yo la había dejado antes de recorrer las estanterías. – Más te vale que no hayas roto nada dentro de ahí cuando moviste mi mochila. – acuso mientras lo miro de forma desconfiada. No me gustan los Gryffindor, tal vez sea por su estúpida manía de creerse tan valientes todo el tiempo. Además los encuentro bastantes creídos, egocéntricos y prepotentes… no sé, no me van. Excepto tal vez él... – Hay demasiadas mesas desocupadas, podrías haberte elegido otra, ¿no? Además nosotros dos no tenemos absolutamente nada de qué hablar, si es a lo que viniste. – digo cortante mientras lo miro fijamente a los ojos. Tal vez nadie entienda la conversación que mantenemos, porque nadie sabe lo que pasó entre nosotros antes de que lo terminase mandando a la mierda. “Maldito león”, pienso frustrada mientras entorno los ojos.


Sally, improvisé mucho. No sé, empecé a escribir y Anton cayó en la lista JAJAJAJAJ, pero espero que no te importe. Podés improvisar xD
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Mensaje  ιzzy нale Dom Mayo 05, 2013 2:25 am



Anton Orpington
as: Anton Thaddeus Orpington Wildsmith
● 16 años # Sexto año # Miembro de la Casa de Gryffindor » Sangre Pura
[ Está con Eileen Snape ;; En la biblioteca ]

Solté un profundo y cansado bostezo mientras observada con entretenimiento como el vociferador que mi padre me había enviado hace unos momentos se consumía hasta reducirse a simples cenizas. Era de suponer que esa sería su reacción al enterarse que estaba viviendo en un pequeño cuarto del Caldero Chorreante. ¿Qué quieren que diga? ¿Realmente esperan que me disculpe por mi mal comportamiento? No señor. En mi defensa, estoy muy cómodo donde estoy y no me arrepiento de haber hecho lo que hice. El que mi padre y mi abuelo planearan mi vida como si les perteneciera, era demasiado… Nunca he estado interesado en la Política, ni ser parte de los peces gordos del Ministerio; para ser honesto, yo no tenía madera para incursionar dentro de la Política y llegar a ser el próximo Ministro de Magia. Mis ambiciones no llegaban a ese extremo, si no al contrario, se puede decir mi mayor ambición era convertirme en Dragonolista. Entre mis planes al terminar el Colegio estaba viajar a Rumania para aprender más sobre los Dragones y dedicarme a ellos. Los Dragones eran criaturas incomprendidas, muy temidos por su ferocidad, pero la verdad es que siempre he tenido la idea de que si los caballeros medievales no se hubiesen dedicado a darles caza y exterminarlos uno por uno cuando uno de ellos atacaba alguna aldea, estas fascinantes y hermosas criaturas no tendrían temor de los humanos. Si atacaban, era para defenderse… los dragones en el fondo, eran criaturas pacificas, eso solo si se les sabe tratar. Pero no muchos entendían sobre esto. Y eso es algo que me gustaría cambiar en el futuro.

Para mi padre, el hecho de que le haya tomado la palabra cuando me corrió de la casa, y el que me haya ‘rebajado’ al grado de aceptar un empleo en el Caldero Chorreante, fue la gota que derramo el vaso. La Sra. Hannah Longbottom fue muy amable al escucharme esa tarde-noche y aunque me aconsejaba que hiciera las paces con mi padre, haciendo a un lado el orgullo y las diferencias, me acogió amablemente y no dudo ni por un segundo en darme hospedaje – es por esa razón que me ofrecí a tomar el empleo de mesero para ayudarla durante el verano y devolverle, aunque fuese un poco, tanta gentileza de su parte –. El problema es que ‘tratar’ de hacer las paces con mi padre era mucho más complicado de lo que parece.

Detestaba en sobremanera que mi padre aún creyera que tenía todo derecho y autoridad para intervenir en mis decisiones, después de todo… él fue quien tomo inapelablemente la decisión de correarme de la casa bajo la amenaza de desheredarme. Pero… el dinero es lo que menos me importa. No era ningún inútil… y bien podría valerme de un buen empleo para reunir fondos y marcharme a Rumania en cuanto terminara los estudios. Si mi padre cree que volveré suplicando perdón por ser un lunático controlador de vidas, esta muy equivocado. Estamos en el siglo XXI, ¡por la barba de Merlín!, ¿Acaso seguirá existiendo este tipo de mentalidad durante toda la vida y por los siglos de los siglos? ¿Qué manía tienen los padres de elegir por nosotros? Suspiré pesadamente, a la vez que guardaba mi varita en la parte trasera de mis pantalones, y emprendía el camino hacia el cuarto piso. Lo sé… magos mucho más capacitados que yo han perdido la parte trasera de su cuerpo por hacer lo mismo que acabo de hacer pero… ¡vamos!, que difícilmente se podrá acabar con una costumbre tan arraigada.

No tenía ninguna intención de ir a la biblioteca, y menos en viernes, pero… las circunstancias ameritaban una visita. Lo que pasó esta mañana entre Eileen y yo fue… premeditado, lo reconozco… la verdad es que no esperaba que el tiro me saliera por la culata, pero pasó… asumí las consecuencias delante de la profesora Thénardier, valiéndome dicha confesión mi primer castigo del año por el chistecito… y ahora tenía que ir a disculparme por lo sucedido. ¿Pero que culpa tengo de que la hija del antiguo director de Hogwarts, Severus Snape, también considerado como muchos un héroe de guerra, no tenga ni una pizca de sentido del humor? Cuando me asignaron a Eileen como compañera de trabajo, esperaba sacarle alguna sonrisa irónica con mi comentario de si me había echado de menos durante el verano, pero estaba tan poco comunicativa – como de costumbre – que para llamar su atención, se me ocurrió hacer que de nuestro caldero salieran vapores de colores. Un pésimo error. Por que al final tanto Eileen como la profesora Thénardier pensaron que había querido gastarle una broma en el primer día de clases, pero lo cierto es que… esa jamás fue mi intención; por que no contaba con el hecho de que el caldero explotaría delante de nosotros y el contenido de nuestra poción adoptaría un tono verde y viscoso, que nos mancharía a todos, una vez que el caldero explotara. Al término de la clase, la profesora Thénardier, pidió que me quedara para hablar del incidente y del por que lo hice, dejándome claro que no volvería a tolerar este tipo de comportamiento en sus clases. El castigo era justificable, y ahora debía pagar las consecuencias. A penas puse un pie en la biblioteca, me dediqué a buscar a Eileen con la mirada… paseándome entre los angostos corredores, pero nada… al único que divisaba era a Dorian, su hermano, quien casualmente estaba conversando con Lú. Justo cuando empezaba a perder las esperanzas, reconocí la mochila de Eileen en una de las mesas mas apartadas. ¡Eureka! pensé esbozando una amplia sonrisa, y de inmediato agarré su mochila para quitarla de la silla y poder sentarme cómodamente. ¿Qué tanto cargaba Eileen en su mochila? Quien sabe… pero por el sonido que hizo cuando la puse en el suelo, probablemente el interior de su mochila debe estar lleno de frasquitos con hierbas, ingredientes, y todas esas cosas que a ella y a su hermano les apasiona buscar. Tomé uno de los libros que Eileen, había dejado sobre la mesa y rápidamente me puse a hojearlo, cuando entonces oí su voz, e instintivamente alcé la mirada para encontrarme con el ‘amigable’ rostro de la joven. – Me ofendes, Eileen… ‘cuidadoso’ es mi segundo nombre – comenté enarcando las cejas con una amplia sonrisa, y me crucé de brazos para apoyar la barbilla por encima de mis brazos. – Ey, tranquila… estoy casi… seguro de que no rompí nada. Si quieres cerciórate... – dije para calmarla, pero dudo mucho que alguien aquí sea capaz de ablandar la mirada de Eileen. Suspiré débilmente, cuando dijo aquello, quien nos escuche dudo que entienda una sola palabra de lo que sucede aquí. – Podría… si, pero la verdad es estoy muy cómodo aquí… – reconocí con la mayor desfachatez, pero de inmediato trate de componerle para no hacerla enfadar mas de lo que ya debe estar. – Mira, Eileen… no estoy aquí para pelear ¿entiendes? – repuse a la ofensiva, antes de que siguiera atacándome con su habitual lenguaje mordaz. – ¿Por qué no te sientas e intentas relajarte? Te advierto que no me voy a ir hasta que me escuches… así que tú elijes. Si decides irte, me voy a tener que ver en la necesidad de ir detrás de ti, y ambos sabemos que esa es una opción por que me consideras molesto y fastidioso – terminé de hablar con una pequeña y despreocupada mueca en el rostro. Su actitud más de una vez me ha dejado claro que yo no le agrado, pero… la verdad es que en el fondo, Eileen me simpatizaba y me gustaba picarla.


Última edición por ιzzy нale el Mar Mayo 14, 2013 1:27 am, editado 1 vez
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Mensaje  ιzzy нale Jue Mayo 09, 2013 11:40 pm

Eileen Snape
Eileen Vittoria Snape Lyon
16 años Slytherin, sexto Prefecta Sangre Mestiza
está con: Anton Orpington, en la biblioteca.

Caótica. Esa era la palabra para describir cómo había terminado la clase de pociones de hoy. Ya de por sí había empezado de una forma que no se avecinaba absolutamente nada bueno cuando me tocó ser compañera del tarado de Orpington, y fue claramente mucho peor cuando nos pusimos a hacer el trabajo. Sinceramente yo no tenía absolutamente ningún problema en hacer la poción por mi propia cuenta, con tal de que él se quedase quieto sin hacer ningún estúpido movimiento; pero no, el imbécil tenía que meterse entre mi caldero y yo, y eso era lo peor que alguien podía hacerme: interrumpirme mientras realizaba una poción. Para mí las pociones no eran juego de química; de hecho, era una habilidad ya que requería de una intensa concentración para colocar los ingredientes exactamente como lo dice el manual de instrucciones, y tener a alguien revoloteando a mi lado no me agradaba. Más de una vez había intentado que me dejasen hacer el trabajo por mis propias cuentas durante los primeros cuatro años en Hogwarts; pero no conseguí ningún resultado y siempre ha sido realmente frustrante.

Una mueca apareció en mis labios. Mientras más lejos estuviese de Anton mejor. Hoy ya había tenido suficiente de él durante todo el resto del día. Si bien me había limpiado inmediatamente el desastre que había ocasionado cuando el caldero explotó era capaz de sentir aquella viscosidad en mi piel: sobretodo en el rostro. No, no precisamente porque era una chica… digamos: delicada, de esas que se preocupan por el maquillaje y de más… pero a cualquiera le daría asco sentir en la piel esa cosa que parecía moco de trol. Urg, eso había sido un asco. Me había hecho acordar a cuando tenía cinco años y papá me regaló mi primer kit de juguetes para pociones de niños: eran cosas básicas, sin demasiada ciencia pero que a un niño que ama mezclar todo tipo de esencias suele servir para entretenerse durante horas, como solía pasarme a mí en aquel entonces; recuerdo que era capaz de quedarme durante horas en el patio de la casa mientras jugaba a ser alquimista. De hecho, creo que jamás había estado más segura en toda mi vida sobre lo que quería para mi futuro, y eso era justamente: ser alquimia. Me apasionaba tanto que hasta me había leído casi todos los libros que había al respecto en la biblioteca, aunque todavía me faltaban unos cuantos, por supuesto. – Si tu segundo nombre es “cuidadoso” entonces mi segundo nombre es “simpatía” y los dos sabemos que eso no es cierto – le dije tajante mientras movía un poco los libros que había sobre la mesa haciendo una pila bastante importante de hojas y tapas.

Me gustaba tener algo ligero que leer durante mis ratos libres, así que estaba buscando títulos nuevos que no hubiese leído los años anteriores, aunque claramente no podía resistirme al momento de tomar unos de los clásicos que llevaba leyendo desde que tenía uso de razón. Inmediatamente, tomo mi mochila con cuidado y miro el interior asegurándome que mis tubos de ensayos y frascos no estuviesen rotos ni nada por el estilo. – deberías estar agradecido de que tu cuello siga en su lugar. –dije sin más. Era un poco cortante con las personas que no me caían bien, como él. Lo que más me irritaba era con la familiaridad con la que me llamaba por mi nombre: eso era algo que simplemente no me gustaba. Para mí, solo las personas con confianza, eran las únicas que podían llamarme “Eileen”. – deja de llamarme por mi nombre, nadie te ha dado permiso y no te lo has ganado como para tener el lujo de llamarme así. – le dije un poco molesta mientras me cruzaba de brazos. Era cierto, no recordaba en ningún momento que le hubiese dicho que podía llamarme de esa forma, y odiaba que las personas se tomasen demasiada familiaridad conmigo sin conocerlas, y precisamente a él no me interesaba conocer: maldito Gryffindor, pensé. - ¿Sabes que eres realmente desesperante, verdad? Y no lo digo para que tu diminuto cerebro se sienta orgulloso de ello, Orpington. – añadí mientras hacía una mueca de pesadez y negaba varias veces con la cabeza.

Negué con la cabeza varias veces, y me dispuse a dirigirme nuevamente a las estanterías que estaban a la vuelta de la mesa donde había dejado mis cosas. Comencé a leer los títulos de los libros, mientras intentaba quitarme de la cabeza a ese estúpido león; entonces saqué un libro que sonaba interesante, y cuando el hueco quedó libre del otro lado me encontré con el rostro de Orpington. Me llevé un susto, y sin poder evitarlo jadeé mientras pasaba una mano por mi cabello al tiempo que negaba con la cabeza. – Eres insoportable, lo sabes ¿verdad? – le dije frustrada mientras caminaba y daba la vuelta tratando de huir de él. – Sinceramente no sé qué quieres que te escuche: no tienes nada para decirme que pueda resultarme interesante. Así que ¿Por qué no me dejas en paz? ¿O a caso voy a tener que hacer uso de mi título de prefecta? – pregunté frustrada al darme cuenta que seguía siguiéndome. “Voy a cometer un asesinato en medio de una biblioteca…” pensé molesta mientras respiraba profundamente tratando de tranquilizarme.
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Mensaje  ιzzy нale Sáb Mayo 25, 2013 3:22 am



Anton Orpington
as: Anton Thaddeus Orpington Wildsmith
● 16 años # Sexto año # Miembro de la Casa de Gryffindor » Sangre Pura
[ Está con Eileen Snape ;; En la biblioteca ]

En la vida se debe aprender a lidiar con la decepción, y debo decir que el trato de Eileen bien era de esperarse, aunque admito que esperaba que las cosas cambiaran, pero ahora me doy cuenta que las cosas están peor que antes, por que una parte de mi es consciente de que no me perdonara tan fácilmente por lo que hice. Nunca quise hacerla enfadar con lo ocurrió en la clase de Pociones, y si había venido a buscarla era para ofrecerle personalmente una disculpa. Si, entiendo que fue un error, pero ¿no es más fácil olvidar y perdonar? Fue una suerte que la profesora Thénardier no me expulsara de la clase por el resto del año por mi ‘gracia’, pero eso no viene a cuento ahora, lo que me interesa es encontrar el modo de que me escuche y entienda que no estoy aquí para pelear, si no para hacer las paces. El problema es que la ‘actitud’ de Eileen me la ponía bastante difícil. – Oh, por favor. Las personas cambian, Eileen, aunque no lo creas, el cambio es una opción. Si por hay se debe empezar es aprendiendo de los errores que cometemos y enmendarlos. – le dije con una sonrisa de costado, tratando de suavizarla, aunque fuese solo un poco.

A decir verdad, en todos estos años, me he cuestionado el motivo por el que le desagrado tanto. Jamás me he metido con ella… y hasta donde yo recuerdo, tampoco la he ofendido. Entonces, ¿Por qué le molesta tanto mi presencia? ¿Acaso esto era por la vieja y ancestral enemistad entre Gryffindor y Slytherin? Suspiré profundamente, rascándome distraídamente la cabeza, cuando le oí decir que debería estar agradecido con el hecho de que mi cuello siga en su lugar, comentario que me hizo reír un poco. – Ey, tranquila. No dudo de tu rudeza, pero tampoco necesitas alardear de ello, no es para tanto – comenté con ánimos de bromear para aligerar la tensión entre nosotros, solo que el tono cortante de Eileen me dejo claro que no estaba dispuesta a seguirme escuchando. – Ya… ya… esta bien, relájate, ¿quieres? Tampoco tienes que ponerte así, no es para tanto. – arrugué el ceño, visiblemente desconcertado por su actitud. Creí que a estas alturas, podríamos dejar a un lado las formalidades y tratarnos al menos como compañeros. – Perdóneme, mi lady, fui un atrevido. Mil disculpas por atribuirme una familiaridad que no merezco. – dije dándome por vencido en ese aspecto. Si para ganarme el perdón de Eileen Snape, debo volver a las formalidades, no tengo opción. – ¿Orgulloso? ¡En lo absoluto! No eres la primera persona que me lo dice… Aunque yo no lo vería como algo negativo, si no como algo positivo, pues la perseverancia corre por mis venas. – Y ahí iba de nueva cuenta buscando bromear, para no tomarme apecho sus palabras. A diferencia de Eileen, a mi no me molestaría en lo mas mínimo que me llamara por mi nombre. Aun cuando tenia la mirada fija en Eileen, no pude evitar observar la cantidad de libros que estaban esparcidos en toda la mesa. ¿Cuántos libros era capaz de leer esta mujer al año? Una respuesta interesante que quisiera averiguar. Su… ¿amor? y dedicación por el estudio de las Pociones era asombroso.

Al darme cuenta de que mi inocente broma no fue bien recibida. ‘Vaya novedad’. Eche la cabeza ligeramente hacia atrás, soltando un hondo y cansado suspiro. ¿Por qué tiene que ser así de antipática? ¿Tanto le cuesta mostrar un poco de… amabilidad? Sin pensármelo dos veces, me levante de la silla, y seguí a Eileen en silencio por la estantería contigua, de manera que tuve oportunidad de sorprenderla con una amplia e inocente sonrisa cuando el hueco de donde sacó el libro quedo libre. – Mi lady, por favor… ¿Qué le cuesta escucharme? – le hice ojitos, y esboce una sonrisa, ampliamente encantadora. Quizás me estaba excediendo demasiado, pero no iba a darme por vencido tan fácilmente. Por lo que cuando se dio la media vuelta para tratar de huir de mi, le saque la vuelta a la estantería para alcanzarla y quedar frente a frente una vez mas. Negué suavemente, cruzando los brazos. – ¿Abusarías de tu titulo como Prefecta? Eso si que es nuevo… – Alcé ambas cejas fingiendo sorpresa, pues dudo mucho que Eileen se valga de esa clase de artimañas. Hasta donde sé, ella no era así. – Mira… los dos sabemos que no vas hacer tal cosa. Además… no estoy haciendo nada malo, y no puedes culparme por estar aquí, teniendo en cuenta que todo el mundo tiene permitida la entrada a este templo de la sabiduría, que es la biblioteca. – argumenté válidamente. Por que para ser honestos, no estaba irrumpiendo las reglas. – Escucha… solo quiero que me des la oportunidad de explicarte, aunque sé que para ti no la merezco. – admití, con una mueca. No me sentía orgulloso de mis acciones y es por esa razón que estoy aquí. – Es difícil para mí decirlo… pero el punto es que... lo que realmente quiero decir es que… lo lamento. – dije sinceramente, volviendo el rostro para mirarle fijamente. – No fue mi intención molestarte ni mucho menos hacerte quedar mal – confesé, sin apartar la mirada de sus ojos. – No espero que me perdones, tan solo quería que lo supieras. – le dije, tras respirar profundamente. No era bueno pidiendo disculpas, pero Eileen se la merecía, pues lo que hice estuvo mal, y a diferencia de lo que me ha enseñado mi padre, he aprendido a admitir mis errores. Según él, nuestras acciones no implican tener que decir lo siento, pero lo cierto es que nunca he estado de acuerdo con eso. No importa cuanto cueste reconocer nuestros errores, las personas que se ven afectadas por lo que hacemos, sea bueno o malo, merecen una disculpa.
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Mensaje  ιzzy нale Lun Jun 03, 2013 4:01 am

cambio de capitulo
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Mensaje  ιzzy нale Miér Jun 05, 2013 2:43 am



Anton Orpington
as: Anton Thaddeus Orpington Wildsmith
● 16 años # Sexto año # Miembro de la Casa de Gryffindor » Sangre Pura
[ Está con Charlyze Martell ;; En el lago ]

Desde el instante en que marché de la casa de mis padres jurando por nuestros ancestros nunca volver a poner un pie ahí, me he sentido libre, sin ataduras y sin ninguna presión. Esta nueva vida me hacía sentir más vivo que nunca, ahora tenía la oportunidad de elegir y de tomar mis propias decisiones, tenía la oportunidad de labrar mi propio camino. Lo único que lamentaba era haber sacrificado en el camino a la única persona que me ha acompañado en cada aspecto de mi vida: Charlyze. Había roto nuestra promesa, nuestro juramento, y no hay momento del día en el que no me arrepienta por haber tomado esa decisión, la de pensar solo en mí y no en ella. No hay un solo momento en el que no piense en ella, rememorando todo lo que vivímos cuando éramos unos niños. Prometí estar siempre a su lado y le fallé, tanto a ella como a Ravenna, quien siempre fue muy buena conmigo.

¿Cómo me sentía al respecto? Fatal. No me detuve a pensar en el daño que le hacía, y cuando me di cuenta de ello fue demasiado tarde. Las palabras eran como un arma de doble filo, dañinas, peligrosas, pero a la vez capaces de remediar y alivianar cualquier dolor. Todo lo que mi padre y yo nos dijimos aquella tarde marcó profundamente nuestra relación, dejando a su paso heridas profundas que ni siquiera el tiempo borraría. Mi padre era un hombre inmutable, incapaz de ver más allá de lo que dicta su juicio y razón. Cegado, en ocasiones, por su propia crueldad y por su arrogancia. Considerado un tirano hombre de ley. Haber heredado el orgullo de mi padre era, sin duda, un peso con el que cargaría por el resto de mi vida. Y temía que mis acciones fueran parecidas a las de mi padre a la hora de perjudicar a los que me importan. Temía volverme como él en el interior. Intentar razonar con un hombre como mi padre, era imposible.

Releí la carta que sostenía entre mis manos buscando esperanzadamente una palabra… cualquier indicio que me dijera que aquello era una broma. Esto… esto… no podía ser cierto, pero si de algo estoy plenamente seguro es que Winnie, nuestra leal elfina doméstica, nunca mentiría en algo tan serio como esto, por ningún motivo podría dudar de su palabra, ella se desvivía por servir a nuestra familia, a la que ha estado atado por generaciones. ¿Cómo es posible que mi padre fuera capaz semejante bajeza? Lo que hizo fue un acto inhumano, la peor de las crueldades, y no estaba dispuesto a permitírselo, sus acciones habían ido demasiado lejos. ¡Maldita sea! …si no estuviera encerrado en el Colegio, iría ahora mismo y lo confrontaría cara a cara por lo que hizo. Debí imaginar que mi padre descargaría su ira en ella. ¡Soy un estúpido, imbécil! Arrugué la carta, cerrando fuertemente los ojos, tratando de controlar mi furia, la cual estaba nublando mis pensamientos, para después abrirlos de golpe, el corazón me latía aceleradamente a causa de la furia que intentaba reprimir.

Volví en rostro para observar brevemente por encima de mi hombro, antes de echarme a andar por el césped en forma ascendente, de manera que al pisar los charcos, mis pies producían un tenue pero audible chapoteo. Estaba furioso… decepcionado… encolerizado… las acciones de mi padre eran imperdonables y me dolían… si… me dolían profundamente. Era mi padre al fin y al cabo, y todas y cada de sus acciones, de sus decisiones me pesaban por el hecho de ser su hijo, sangre de su sangre. Desesperadamente la busqué con la mirada, necesitaba encontrarla… cerciorarme por mi propia cuenta de que cada palabra en la carta de Winnie era cierta. Pero desde que llegamos a Hogwarts no ha hecho otra cosa que evadirme, y castigarme con el látigo de su indiferencia. Su actitud era justificable y no la culpo por actuar de la forma en que lo ha estado haciendo. – ¡Charlyze! – pronuncié fuertemente su nombre para hacerme oír en los alrededores, tenía que hallarla cuanto antes, tenía que hablar con ella, y si eso me toma toda la tarde… que así sea. No iba a rendirme tan fácilmente hasta encontrarla. – ¡Charlyze, por favor! ¡Ven! – supliqué atronadoramente, alzando la vista hacia el cielo, con la esperanza de ser oído. El viento… así como unas cuantas gotas de lluvia golpeaban mi rostro. Bajé improvistamente la mirada de forma cabizbaja, el pesar y el remordimiento que sentía por dentro al haberla dejado solo empeora con cada segundo. Si Charlyze estaba por aquí… en algún lado… no saldría de su escondite, y menos… para hablar con el “amigo” que juro nunca abandonarla. Justo cuando estaba a punto de perder las esperanzas, la vi… y fue como si el tiempo se hubiese detenido por un brevísimo instante. A pesar de estar tan cerca el uno del otro, el vernos diariamente… la sentía tan lejos, tan inalcanzable. Actué mal… y ahora pagaba las consecuencias perdiendo a mi más grande amiga. Sin pensárlo un segundo, corrí bajo la brisa para poder alcanzarla. Un paso más… y podría abrazarla, estrecharla fuertemente, pero no podía hacerlo… había perdido todo derecho cuando tomé la decisión de marcharme. – Charlyze… – quedamente su nombre volvió a escapar de entre mis labios, a pesar de la ligera sofocación en mi pecho. Eran tantas las cosas que quería… que necesitaba decirle y no sabía por donde comenzar. – ¿Por qué no me lo dijiste? – Busqué dolidamente hacer contacto con su fuerte y azulada mirada. Una voz en mi interior advertía que debia ser mas explícito con lo que quería dar a entender con mi pregunta, pero estaba cansado de esperar. Sin querer volví a arrugar la carta que sostenía en mi mano derecha. Winnie se arriesgo a confiarme todo lo que Charlyze sufrió cuando mi padre la maltrató de esa forma tan cruel, para después encerrarla en los fríos, oscuros y desolados calabozos que hay debajo de la Mansión Orpington, dejándola sin comida durante una semana. – Lo sé todo, Charlyze… Winnie me lo ha contado todo, por lo tanto, no hay más razón para mentir… – Nada, me haría desviar la mirada de los azulados ojos de Charlyze. El nudo que se me estaba formando en la garganta, no me impedía expresarme con claridad. No había palabras que expresaran hasta que grado de profundidad me folia enterarme de lo que tuvo que pasar, después de que me fui.
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Mensaje  ιzzy нale Vie Jun 07, 2013 11:00 pm

Charlyze Martell
Charlyze Alexandra Martell Taggart
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está con: Anton Orpington, en el lago.
“Ocultar la verdad era más fácil que decirla” eso era algo que sin duda había aprendido en al paso del tiempo. Todos los años, a principio de año, era siempre la misma historia. Cuando llegaba a Hogwarts el Director se ocupaba de sanar las heridas que tenía causadas a causa del verano y de sus consecuencias, trataba de preguntarme con sugerencia qué era lo que había sucedido pero simplemente había cosas que tenía prohibido decir y las prohibiciones simplemente no podía ignorarlas por más que quisiera. Por más que trataba, el resultado siempre era el mismo: aquella sensación de sofocación y de agobio se hacía presente de manera tan insistente que no podía soportarlo. Pero más difícil que ocultar la verdad, era sin duda ignorar a la única persona con quien durante toda la vida te habías sentido protegida, y todo porque esa persona había hecho lo que siempre había querido hacer pero sin pensar en mí.

¿Cómo pudo olvidarse de mí? ¿Cómo pudo ser tan egoísta? ¿Cómo? Lloré durante noches con la esperanza de que aquello no fuese más que una pesadilla: lo había escuchado todo… las palabras, los gritos entre Anton y su padre… absolutamente todo, pero mi piel se llenaba cada vez de más cicatrices al tiempo avanzaba y el dolor físico era apenas soportable en relación a la desilusión y dolor emocional que mi corazón atravesaba al pensar en lo que había sucedido. Tuve fiebre debido a las infecciones de las heridas de mis brazos y piernas; pasé hambre durante una semana ya que me había dejado encerrada en la fría y húmeda habitación que se encontraba en el sótano de la mansión la cual desde la muerte de mi madre se había vuelto un lugar más sombrío y desolado… casi sin vida. De no ser por Winnie seguramente hubiese sido mucho peor de lo que realmente parecía. “Oh, Winnie”, pensé “¿Qué estaría haciendo en esos momentos? ¿La habrá obligado a plancharse los dedos de nuevo?” inmediatamente miré mis manos, recordando aquella vez que hasta a mí misma me había obligado a hacerlo. Ella era el único ser en todo el mundo capaz de comprender cómo me sentía… a ella también la habían abandonado. En mi caso no era un abandono literal, pero me sentía de esa forma. Se había olvidado de mí, se había ido sin mí y por más que trataba de encontrar razones para entenderlo… yo, yo no podía perdonarle, porque me había traicionado.

Suspiré aferrándome. Apenas había terminado las clases me había dirigido al lago y me había subido a un árbol con ramas amplias que me permitían quedarme sentada allí durante horas sin que nadie me molestase. Nadie lo hacía en realidad: la gente no hablaba conmigo… o tal vez yo no hablaba con la gente a menos que me obligasen a hacerlo. Todavía no entendía como mis compañeros no habían deducido absolutamente nada de esto, pero los profesores pensaban que eso era lo mejor ya que si alguien lo supiese tal vez podría ser peligroso para mí. De todas formas, no me quejaba. No me gustaba la multitud y había estado acostumbrada a estar sola. De vez en cuando me pasaba por las cocinas y charlaba con los elfos domésticos, porque estúpidamente me sentía identificada con ellos pese que en Hogwarts eran “libres” y podían hacer lo que quisieran, no como en la Mansión.

Durante esta semana que llevábamos en Hogwarts, había intentado por todas mis fuerzas ignorar a Anton. Ni siquiera estaba del toda segura sobre cómo lo había conseguido hasta ahora, pero cada vez que pasaba a su lado desviaba la mirada o le dirigía una mirada de resentimiento que no podía controlar. No podía decirle nada, me habían prohibido que le dijese nada… aunque en realidad el motivo real por el que lo rechazaba constantemente era porque… porque tenía miedo. “Si llegas a intentar algo… lo que sea… te obligaré a matarlo” me advirtió su padre. No lo había dicho a modo de orden, sino como que iba hacerlo en caso de que lo hiciera. Y estaba aterrada. ¿Por qué había tenido que llegar a esta guerra con él? Tal vez, solo tal vez era por esa razón que muchas veces me frenaba al momento de decir algo que quería decir pero que si lo hacía sabía las consecuencias que eso podría llevar. No era capaz de poner la vida de Anton en peligro bajo ninguna circunstancia, y me había convencido que prefería morir yo misma a vivir el resto de mi vida sin él. Golpeé suavemente mi cabeza contra el tronco del árbol mientras intentaba pensar. Tenía que haber alguna poción que revirtiese todo esto, pero había bebido durante tantos años “la poción de obediencia” que sinceramente no sabía si el antídoto iba a tener efecto en mí.

Escuché su voz llamándome. Se escuchaba cerca, pero a la vez lejana. Aquella voz, siempre me había generado un golpeteo agradable dentro de mí, pero ahora se me producía un vuelco en el estómago. Me mordí el labio y suspiré tratando de ignorarlo. Jamás había estado tanto tiempo sin hablarle, ni siquiera la vez que su padre nos encontró en el sótano durante aquella noche y le prohibió a él que volviese a intentarlo… prohibiéndome a mí subir a la habitación de Anton a menos que él mismo me lo pidiese. Pero incluso aquella noche, Anton, se escabulló entre los pasadizos y apareció en la puerta de la habitación, y si bien mi puerta estaba cerrada con magia, nos sentamos contra el respaldo en ambos lados y hablamos durante horas hasta que me dormí.

Mi nombre resonó de nuevo, pero esta vez con una orden. “Ven”. Mi cuerpo se tensó, como siempre que recibía una orden directa. “No quiero, no quiero” pensé mientras cerraba los ojos, pero mi cuerpo ya estaba reaccionando y había comenzado a bajar lentamente del árbol en el que me encontraba. Di un paso hacia delante y me frené; respiré bruscamente y luego, me vi obligada a seguir andando hacia donde había escuchado su voz. Y entonces lo vi en mi dirección y me detuve sin saber qué hacer. Era la primera vez que lo tenía en frente desde hacía mucho tiempo y me dolía en lo más profundo de mí ser. Desvié la mirada y traté de retroceder un paso, alejándome de él: ya había cumplido la orden… ¿ahora qué?

Su pregunta me tomó desprevenida. ¿Decirle qué? No sabía de qué estaba hablándome. Lo miré, confusa, sin decir nada durante unos segundos, aunque luego él volvió a hablar. Winnie se lo había dicho… ¿Qué fue lo que le dijo Winnie? “Winnie, ¿qué hiciste?” pensé desesperada. Los profesores lo habían descubierto debido a mi comportamiento extraño y reacciones al querer incumplir algo, pero no tenían pruebas de absolutamente nada. – No sé de lo que estás hablando. – admití con la voz quedada mientras respiraba profundamente. ¿Le había dicho lo de la poción? ¿Lo de su padre? ¿Qué había dicho? Me preguntaba si había descubierto la verdad sobre mi obediencia. Creía que su padre simplemente le había dicho que yo estaba en deuda con ellos por haberme acogido en su casa durante todos estos años y que por eso no tenía razón para negarme a sus peticiones. Por lo general, cuando Anton estaba presente de pequeño siempre nos ordenaba a mi madre y a mí cosas sencillas, cosas como si fuésemos servidumbre… más cuando él no estaba con nosotras, su padre era más cruel. – Además… eres la última persona que puede reclamarme absolutamente nada. lo miré fijamente, tratando de transmitir el dolor que había sentido sin poder decírselo. ¿Realmente estaba reprochándole haber hecho lo que yo siempre quise hacer? Desde que mi madre murió, irme de esa horrible Mansión formaba parte de la lista de las cosas que quería hacer… ocupando el puesto más alto de todos. Si hubiese tenido la oportunidad... no lo hubiese dudado un segundo.

¿Realmente estaba reprochándole haber hecho lo que yo siempre quise hacer? Desde que mi madre murió, irme de esa horrible Mansión formaba parte de la lista de las cosas que quería hacer… ocupando el puesto más alto de todos. Y sin embargo, lo odiaba. Pero no por haberse ido, sino por haberme dejado sola, por dejarme en esa sobria mansión sola, sin nadie con quien sentirme siquiera feliz e imaginar que aquella era realmente mí casa… porque, a pesar de haberme criado allí, nunca la había sentido como tal. Quería odiarlo, gritarle... decirle todo… insultarlo. Pero simplemente no podía hacerlo porque sabía que no era correcto y porque no me podía comportar de aquella forma infantil. Nunca había llorado delante de las personas, siempre me había mantenido fuerte, y pretendía seguir así… sobretodo, delante de él. No quería que me sintiera lástima… de él era la última persona que podría soportarlo. – Te has convertido en un extraño para mí.- le dije frunciendo suavemente mis labios. Es cierto. Para mí Anton era un extraño… y yo pensaba que podía darme el lujo de conocerlo mejor que nadie.
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Mensaje  ιzzy нale Mar Jun 11, 2013 3:56 am

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Mensaje  ιzzy нale Sáb Jun 15, 2013 3:28 am



Anton Orpington
as: Anton Thaddeus Orpington Wildsmith
● 16 años # Sexto año # Miembro de la Casa de Gryffindor » Sangre Pura
[ Está con Charlyze Martell ;; En el lago ]

Negué repetidamente varias veces, buscando controlarme a mí mismo, serenarme, pero esto… era demasiado como para soportarlo, y de seguir así, no sé por cuanto tiempo pueda seguir resistiendo. – Basta, Charlyze. No sigas mintiendo ni tratando de ocultarme lo evidente… – No era una orden, si no una petición, a pesar de que mis palabras tenían un dejo de impaciencia y de dureza, el nudo formado dentro de mi garganta no lograría acallarme. Estaba harto… cansado de las mentiras, de que me oculten la verdad, y esto debía terminar de una buena vez por el bien de Charlyze. – Creo que sabes perfectamente de lo que estoy hablando… – sentencié rotundamente, con la mirada clavada en los azulados ojos de Charlyze, los cuales reflejaban un inmensa tristeza en el interior. – ¿Y sabes que es lo que más me duele? Que no hayas tenido la confianza de decírmelo… Creí que… éramos amigos. – le confesé, volviendo el rostro para un lado, para no reflejar el dolor y la amargura que sentía por haberla dejado sola. Nunca debí irme y dejarla a merced de mi padre… eso es obvio, pero lo que le hizo… el que la encerrara por una semana en los calabozos, era inhumano. Me hería profundamente darme cuenta hasta donde era capaz de llegar la crueldad de mi padre. – ¿Por qué, Charlyze? ¿Por qué ocultarme algo así? – cuestioné sombríamente con una mirada llena de decepción y dolor. No era capaz de imaginármela encerrada en los fríos y oscuros calabozos de la Mansión, pasando hambre, sed y frío. Pensar en todo lo que tuvo que pasar, me llenaba de amargura, dolor y de ira.
       
Apreté fuertemente los labios, cerrando los ojos instintivamente, volviendo a negar, a causa de la fuerte punzada de dolor acestada en el pecho, provocada nada menos que por las palabras de a quien siempre he visto y considerado como mi más leal amiga. El dolor implícito en su mirada, me atravesaba el pecho como si se tratara de una daga. El dolor era tan lento que finalmente terminas por desmoronarte, y eso era justo lo que me estaba pasando. – No estoy aquí para reprocharte nada… Solo… quiero que me expliques, que me des una razón por la cual me ocultaste algo tan serio como lo que viviste en el verano. – Ya era tiempo de hablar con claridad, de poner las cartas sobre la mesa, y dejar aquel vil juego de mentiras y engaños. Por primera vez, necesitaba saber la verdad… y no solo por Winnie, si no por Charlyze. ¿Por qué no me lo dijo? ¿Por qué maldita sea? – Deja ya de tratar de encubrir el mal que te ha ocasionado mi padre, Charlyze. – le pedí duramente, apretando el puño, con el que sostenía la carta de Winnie. Si nuestra noble y fiel Winnie tuvo el valor de recurrir a esta carta, seguramente fue por que mi padre le prohibió estrictamente ponerse en contacto conmigo, avisarme de lo que sucedia para volver y ponerle un alto, confiando en que de saber lo que pasaba, no dudaría ni por un segundo en regresar a la Mansion que alguna vez fue mi hogar.

Durante años, he sido testigo de las exigencias de mi padre, las cuales en inumerables ocasiones he considerado injustas. Siendo su propio hijo, tuve que aprender a respetar la opinión y los mandatos de mi padre, sin poder hacer nada para evitar los tratos injustos. Los desacuerdos entre mi padre y yo fueron acentuándose y creciendo con el tiempo, discrepábamos en muchos aspectos, y solo era cuestión de tiempo para que me largara de la Mansión para no ser testigo de sus decisiones irracionales.

No espero que Charlyze me perdone por abandonarla, por romper nuestra promesa, por fallarle, por ser un egoísta que no se detuvo a pensar en lo que perdía y dejaba a su suerte. Sé muy bien que he perdido todo el derecho de llamarla mi amiga, pero el que me castigara con su indiferencia, que me ocultara drásticamente todo lo que sufrió, me partía en mil pedazos. Una deuda es la que la ata a nuestra familia… si solo pudiera lograr que mi padre desistiera y le perdonara esa maldita deuda, liberándola de todo compromiso hacia nuestra familia. Charlyze… podría ser libre, podría vivir su propia vida, empezar desde cero… olvidar todo el sufrimiento y el dolor, podría tener un nuevo comienzo, una nueva oportunidad de ser feliz. – No me digas eso, por favor. – supliqué quedamente, dando un paso hacia ella, acortando la estrecha distancia entre nosotros, tratando de contener el dolor de que ahora me viera y me considerara un extraño en su vida. – Puedo soportar que mi padre me desconozca, pero tú… de ti no podría soportarlo, Charlyze. – Su amistad, ha sido lo único sincero y verdadero en mi vida… Incluso antes de nacer, mi padre se tomó la libertad de planear mi vida, mi futuro, sin que yo pudiera hacer o decir algo para evitarlo. Quería… deseaba con desesperación la oportunidad de vivir mi vida, elegir mi camino, tomar mis propias decisiones, cometer mis errores, y no vivir una vida que ha sido planeada. Y eso era lo que yo deseaba para Charlyze… deseaba poder liberarla. Si solo pudiera averiguar que es lo que la encadena a nuestra familia, juro que la liberaría.
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