[ # ] Damon Trevelyan

**ιzzy нale** Mar Jul 09, 2013 3:34 am

Rosalie Atterberry

Rosalie Marinne Atterberry

22 años ● Estudiante Universitaria ● dueña de Little's Red Library
→ está con: Damon Trevelyan ● en Little's Red.

Sé que hoy no debería de haber abierto la librería. Posiblemente hubiese sido mejor que la cerrase como muchos otros locales habían hecho para ir al velatorio de Alexandra; pero honestamente no me encontré capaz de hacerlo. En primer lugar, Alexandra y yo jamás fuimos personas cercanas; sí, por supuesto había escuchado su nombre una y mil veces en la boca no solo de mis empleadas, sino también de mi hermana menor; en segundo lugar, justamente por eso podía decir que ella y yo no habíamos sido para nada cercanas, por tanto… no valía demasiado la pena cerrarlo. Una parte de mí quiso ir al velatorio, más que nada para ir a presentar respetos… pero no me atreví a hacerlo. Detestaba los velatorios, sobretodo desde el funeral de mi abuela hace dos años atrás; había sido tan triste y conmovedor que estaba segura de que no iba a ser capaz de pasar por otro igual; desde entonces, trataba justamente de evitarlos.

Por supuesto que no me molestaba el hecho de que los chicos no hubiesen venido a trabajar hoy, es más… consideraba que era momento para que ellos pudieran reflexionar y pensar en lo que había pasado, y aún más si habían sido cercanos a Alexandra; incluso hasta tenía en mente que de todas formas pagarles el día… porque, bueno… no es que faltaban porque se les hubiese roto una uña.

Suspiré, mientras reordenaba el estante de libros de novelas. Lo había acomodado el día de ayer, pero… según Jasmine tenía una maldita obsesión por el orden y cuando veía los títulos desorganizados no podía hacer otra cosa que “perder el tiempo” ordenándolos de nuevo. Entorné los ojos, y de pronto escuché como la campanilla indicaba que alguien había entrado al local. – Voy en un momento. – dije en voz fuerte para que quiera que fuese pudiese escucharme desde mi posición. Con cuidado, me bajé de la escalerita, de pronto choqué contra otro mueble que provocó que todos los libros cayeran al suelo. – Ay, mierda… mierda. – mascullé mientras me sobaba el brazo. ¿Por qué siempre me pasaban estas cosas? ¿A caso no podía ser menos torpe que esto? Refunfuñé y tratando de aparentar normalidad caminé hacia donde estaba el mostrador.

Me llevé una sorpresa cuando vi quien estaba allí parado: un muchacho alto, de cabello negro azabache y ojos azules. Lo conocía, por supuesto, pero… ¿Qué estaba haciendo alguien como él en su librería? – Disculpa la demora. – susurré algo avergonzada. Dios quiera que no me haya visto, pensé. Rehusé la opción de mirarlo fijamente, aunque mi tono de voz siguió siendo amable y gentil. - ¿En qué puedo ayudarte? – pregunté mientras respiraba profundamente. "Controlate, Rose..." me dije mentalmente mientras me mordía el labio inferior.

**ιzzy нale** Vie Jul 12, 2013 3:32 am

Damon Trevelyan
as: Damon Cormac Trevelyan Du Bois
● 25 años # Empresario # Nacido en Suffolk County, Nueva York » Reside en Spring Valley
[ Está con Rose Atterbery ;; En Little's Red ]

¿Quién creería que alguien podría interesarse por un local en ruinas que quebró hace más de veinte años? Francamente, ni yo lo hubiera creido, hasta no verlo con mis propios ojos. Ahora me doy cuenta de que cometí un gran error al ausentarme del pueblo durante seis largos meses por simples cuestiones de negocios por finiquitar. Frustrando de esa manera la compra de aquel viejo local, cuya historia, en realidad no me interesa mucho, pero de la que estaba al tanto. Mis planes de comprar el local, demolerlo, y reconstruirlo desde sus cimientos, lamentablemente no pudieron llevarse a cabo. Pero no por ello tengo la intención de darme por vencido tan fácilmente. Toda persona, sea hombre o mujer, tiene un precio, y estoy en la mayor dispocision de llegar a un acuerdo y pagar la cantidad que el nuevo propietario considere razonable.

Vaya que desperdiciar el espacio en una librería, es una perdida de tiempo. Pocos son los jóvenes a los que les apasiona la lectura, y día con día crece el número de adolescentes que no tienen ni la más mínima curiosidad por abrir un libro. Además… con los libros electrónicos ya no es necesario, al fin y al cabo han ido ganando mayor terreno, y que decir que la tecnología y la ciencia, día tras día avanzan con gran rapidez, innovando y revolucionando al mundo. Dentro de unos años, los libros serán reliquias. Entonces… ¿Por qué desperdiciar el espacio en una librería? Seguramente el nuevo propietario es hombre de edad avanzada que no tiene los suficientes recursos para mantenerla y llevar a cabo los arreglos que requiere, por lo que si acepta llegar a un acuerdo puedo dotarlo para que viva una vida plena y cómodamente hasta el final de sus días.

Confieso que no esperaba encontrar el local abierto cuando la mayoría cerró por una buena razón: Alexandra Montgomery era conocida por todos los habitantes del pueblo, y lo menos era que desearan presentar sus respetos. Y aunque ella y yo no fuimos estrechamente cercanos, tuve tratos con su padre, un buen hombre, sin duda; por lo tanto, lamentaba la muerte de su hija. A pesar de que jamás he sido un hombre creyente, la racionalidad científica me lo impedía, pero el que mi mentalidad se basara únicamente en los hechos e hipótesis comprobadas, en la fe científica, no fue un impedimento para presentar mis respetos, aunque fuese solo por un breve momento para después retirarme.

En lo que esperaba pacientemente para ser atendido, me dispuse a inspeccionar la librería con la mirada, reparando en que, efectivamente, necesitaba mantenimiento urgentemente. Algunas de las paredes tenían demasiada humedad, y el ala derecha, podría derrumbarse en cualquier momento. A simple vista, se nota que los ingresos no han sido suficientes, de otra forma, el propietario habría reparado en esos desperfectos. Aunque no escatimo el crédito por tratar de hacer este lugar un sitio confortable. En fin... habrá que esperar para ver que sucede.

Los ruidos provenientes de la parte de atrás, como de libros cayéndose, y el escuchar la voz de una mujer. Me hizo arrugar el ceño con ligera extrañeza, pero al cabo de unos segundos, mi semblante volvió a adquirir la misma expresión despreocupada de siempre. Nunca me he caracterizado por ser un hombre paciente, y es precisamente por esa razón que solia dejar mi compañía en manos de una persona, como Rodrick, en la que confiara plenamente como para hacerse cargo de lo que yo he desertado hacer, y me mantuviera al corriente de lo que sucede.

Leía la sinopsis de un libro que tomé al azar, el cual, volví a depositar en el estante del que lo había tomado, para después darme la media vuelta, encontrándome al instante con una joven de fulgurante cabellera pelirroja y cautivandores ojos azules, bastante atractiva a la vista. – No hay cuidado, señorita. – le dediqué una de mis mejores sonrisas, pasando por alto su disculpa y su demora. – ¿Esta usted bien? – inquirí, con amable caballerosidad. Parecía que había estado forcejeando alla atrás por lo que no pude evitar preguntarle. Sobre todo si esa joven es la… nieta o hija del propietario del lugar. Aunque eso no justifica su tardanza, pero eso no viene al caso en este momento. – Mi nombre es es Damon Trevelyan, señorita. Y quisiera hablar con el propietario del local, si no le molesta. – me presenté formalmente, sin borrar la encantadora sonrisa de mi rostro, esperando que la bella pelirroja me llevara con su padre o con su abuelo. Solo en caso de que estuviera emparentada con el propietario, pues tal vez se trate solo de una empleada.

**ιzzy нale** Vie Jul 12, 2013 3:43 am

INGEN Energy Corporation

**ιzzy нale** Jue Jul 18, 2013 1:22 am

Rosalie Atterberry

Rosalie Marinne Atterberry

22 años ● Estudiante Universitaria ● dueña de Little's Red Library
→ está con: Damon Trevelyan ● en Little's Red.

Rose miró al hombre que entró en su tienda, y por alguna razón sintió un sobrecogimiento imposible de explicar con palabras, y trató de tranquilizarse a sí misma mientras soltaba un profundo suspiro. “Autocontrol, Rose”, se dijo a sí misma mientras se obligaba a esbozar una cálida sonrisa en sus labios: su padre siempre solía decirle que, lo principal, era tener buen trato con los clientes… aún y cuando ellos en cierta forma te inspirasen desconfianza. – Estoy bien, se lo agradezco. – dijo la muchacha, avergonzada de sí misma por lo que había sucedido momentos atrás. Aún le faltaba poner en lugar muchísimas cosas, puesto que a pesar de que llevaban poco más de seis meses con el local abierto, había mucho por hacer. Obviamente le estaba llevando tiempo, puesto que su ingreso económico no era lo suficientemente alto como para hacerlo del tirón… pero poco a poco, en menos de un año (según estimaciones de Rose) el lugar quedaría totalmente reparado y en condiciones sin perder su aspecto que tanto lo caracterizaba. – No me esperaba que alguien fuese a pasar hoy por una librería. Ha sido una sorpresa escuchar la puerta abrirse, bajo estas circunstancias. – dijo la joven mientras entornaba los ojos. El muchacho: un hombre de cabello negro azabache e impresionantes ojos grises, tenía un aspecto que en cierta forma le causaba inseguridad sobre sí misma.

Carraspeó suavemente, y sonrió cuando el hombre se presentó. Claramente su nombre le era familiar pero ¿dónde lo había leído anteriormente? Sacudió la cabeza, quitándose pensamientos estúpidos de su cabeza, e hizo un gesto con la cabeza. – Mucho gusto, señor Trevelyan. – aunque no estaba del todo segura si realmente lo sería, pero el protocolo era sumamente necesario. Pasó una mano por su cabello y sonrió. – Mi nombre es Rosalie Atterberry, y soy la dueña de este local. – era muy joven la pelirroja como para ser dueña de tal tienda, pero desde que la librería original fundió, siempre supo que aquella tienda (en la cual había pasado tantos años yendo a leer para pasar el rato) tenía que ser suya. Incluso hasta usó la herencia de su fallecida abuela, o al menos su parte, como para poder hacerse cargo de los gastos y de más. - ¿En qué puedo ayudarle? – preguntó la muchacha ocultando para sí misma la desconfianza que sentía por la extraña petición del hombre: puesto que tenía todo sumamente en regla.

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