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Mensaje  ιzzy нale Dom Sep 15, 2013 2:40 am


. Lucrezia Casiraghi .
as: Lucrècia Marie Pomeline Casiraghi
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# Segundo Año de Filología # Natación (Capitana) » Esgrima
[ Está con Nathan Sinclair ;; En el bosque, Grupo de Perdidos ]
Perdida, sin señal en el celular… y peor aún con poca batería. Lo que me faltaba… ¿y ahora qué? fue mi pensamiento a medida que avanzaba internándome en el bosque con la esperanza de encontrarme con algún compañero. Nunca debí ofrecerme de voluntaria para capturar la bandera, pero… ¿Quién iba a suponer o a imaginar que me perdería cuando mi único deseo era ayudar a mi equipo a ganar y contagiarme de ese espíritu competitivo? A Papá le habría gustado que tratara de integrarme y es por esa razón que me animé a hacerlo. Llevaba horas caminando y nada… ninguna señal de que viniesen a buscarnos. ¿Acaso esto era parte del juego? ¿Sobrevivir? ¿Encontrar refugio en algún tronco hueco? Inhalé y exhalé hondamente varias veces tratando de recuperarme, ya no aguantaba las piernas, estaban empezando a entumecerseme de tanto caminar... pero no iba a descansar, ni mucho menos iba a quedarme sentada esperando a ser rescatada. No… si algo he aprendido de los libros sobre expediciones y sobre como acampar es que, lo primero que hay que hacer en estos casos es encontrar un riachuelo y seguirlo como un sendero… era la única alternativa que conocía para poder volver al campamento. Además, necesitaba llenar mi cantimplora. En este momento, solamente rogaba por un poco de agua y comida.

Con precaupación, avance en silencio… pero la inquietud y la preocupación al pensar que solo estoy dando vueltas en círculos, estaba empezando a angustiarme. ¿Por qué lo digo? Por que juro a ver visto esa rama torcida con forma de astas de alce hace como media hora… Dios mío, ¿y si me he alejado demasiado? ¿Ahora que debo hacer? ¿Volver sobre mis pasos? Piensa, Lucrezia… piensa… alcé la mirada al cielo tratando de pensar, pero en vez de buscar una solución… no hice más que pensar en Papá y en esa hermosa costumbre que teníamos todas las noches de observar las estrellas desde mi habitación con su viejo telescopio. Deseaba tanto volver el tiempo atrás, regresar a la época en que Papá aún se encontraba con nosotros. Si tan solo él estuviera aquí… sabría que decirme o que hacer para no angustiarme ni dejarme dominar por el miedo. Suavemente cerré los ojos… tratando de imaginarme que estaba a mi lado… y que jamás me abandonaría. Teniéndolo día y noche presente en mis pensamientos él nunca se iría… eso siempre lo he sabido. Papá viviría eternamente en nuestros corazones.

Un delicado y entrecortado suspiro escapó de entre mis labios al abrir mis ojos lentamente. Ante mí se encontraba un panorama sumido en una total oscuridad, pero tenía que seguir adelante… necesitaba encontrarlo… saber que estaba bien… no descansaría hasta traerlo de vuelta conmigo, y si eso significa que deba caminar toda la noche para encontrarlo… bien, que así sea por que no me iré sin él. El celular no paraba de emitir un débil sonido indicándome que la batería estaba a punto de agotarse. La angustia en mi pecho se acentuó cuando la pantalla de mi celular se iluminó por completo y seguido se apagó… dejándome en una total oscuridad. “Por favor, no me hagas esto. No ahora...” rogué mentalmente, e hice hasta lo imposible para volver a prenderlo, y de esa manera activar una vez más la aplicación de la linterna para poder alumbrarme. Pero entre el ajetreo y la frustración que tenía con el celular… pisé en falso y rodé cuesta abajo por una pequeña colina llenándome la ropa y el cabello de tierra y hojas, hasta que me topé con algo duro que impidió que siguiera rodando, pero causó que me diera un fuerte golpe en la cabeza… el cual me dejó aturdida por varios segundos. Traté de moverme, pero al intentarlo sentí un intenso dolor en el tobillo que me hizo quejarme de dolor. No me podía levantar… y cada vez que trataba de hacer un movimiento al tratar de arrastrarme para alcanzar mi mochila el dolor se intensificaba. – ¡Auxilio! ¡Quien sea, por favor, venga! ¡Necesito ayuda! – grité con fuerza, esperando ser oída por alguno de mis compañeros de equipo.
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Mensaje  ιzzy нale Mar Oct 01, 2013 2:29 am

Nathaniel Sinclair
Nathaniel Alexander Sinclair  
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Esta Con: Lucrezia Casiraghi Bosque



Ahora mismo maldecía el haber participado en el juego, pero tampoco es como si quería morirme estaba acostumbrado al bosque me gustaba pasar tiempo en la naturaleza no mi preocupación era Lucrezia quien era la sola razón de mi venida a Konstanz ella solamente ella, porque si fuese por mi me hubiese quedado cerca de casa a pesar de que estar lejos de mis padres era como por fin poder respirar por lo menos un poco. Porque dentro de este lugar me sentía completamente libre de todas las presiones  familiares y me olvidaba del echo de que según mi padre yo era una completa decepción. Pero que  era de esperarse? Esa conversación era un de todos los días y había aprendido a no amargarme la existencia por ello.

Mire a mi alrededor con toda intención de ubicarme, había encontrado la salida minutos antes pero me rehusaba a regresar sin estar seguro de que ella estaba fuera del bosque. No sabia explicar como, pero algo dentro de mi estaba intranquilo y estaba seguro que era porque ella no estaba a salvo si claro expresar ese tipo de inquietud tal vez era cosa de un completo loco pero no me importaba ella era la mujer de mi vida, siempre lo había sido muy a pesar de todas nuestras diferencias siempre había tenido claro que yo a ella la quería y que desde siempre habíamos estado destinados a estar juntos. Por lo tanto no iba rendirme y tenia toda intención de buscarla en cada rincón del lugar aunque probablemente lo inteligente hubiese sido regresar al campamento y asegurarme de que no estuviese por aya. Me abrí paso entre las ramas con uno de mis brazos mientras que con el otro alumbraba mi camino con la luz del móvil. Ahora si iban a mandarnos al bosque porque no nos dieron algo para preparanos para una emergencia de tal magnitud? Enserio nunca les cruzo por la mente la posibilidad de que algo como esto pudiera pasar?

Seguí caminando por varios minutos mas, totalmente en silencio y fue cuando escuche una voz  la cual rápidamente reconocí y si quiera tuve tiempo de reaccionar simplemente corrí hacia donde la escuchaba como una especie de idiota y por consecuencia casi me resbalo por una colina, Donde estaba? pensé frustradamente cuando volví a escuchar que pedía ayuda y sin dudarlo empece a bajar aquella colina moviendo el móvil de rincón a rincón con toda intención de encontrarla y después de unos cuantos minutos logre identificar aquella cabellera rubia que conocía tan bien, me dirige hacia ella y cuando llegue mi rostro cambio a uno de total preocupación incluso podía decir que estaba alarmado pero tenia que mantenerme tranquilo porque el ponerme histérico no iba a ser de ayuda para ella, ni para mi aun y cuando yo no importaba en ese momento. "Tranquila" logre decir después de unos segundos en los cual me había quedado plasmado como si hubiese visto un fantasma. "Todo esta bien, estas conmigo" y sin poder evitarlo la tome entre mis brazos para abrazarla por lo menos por un instante. "Voy a sacarte de aquí vale?" le dije mientras la tomaba en brazos y empezaba a subir la colina. "Nunca vas a cambiar cierto? Eres el mismo imán de problemas de siempre" le comente con media sonrisa con toda la intención de mantenerla tranquila y esconder mi preocupación porque no iba asustarla no mas de lo que ya estaba.  

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Mensaje  ιzzy нale Dom Oct 06, 2013 12:49 am


. Lucrezia Casiraghi .

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“¿Qué caso tiene seguir gritando si nadie me escucha?” pensé con resignación. El intenso dolor que sentía en el tobillo me hizo apretar los ojos y desistir del intento de arrastrarme para tratar de alcanzar mi mochila, la cual estaba solo a pocos metros de distancia de donde me encontraba. Las constantes punzadas hacían que hiperventilara y profiriera débiles alaridos de dolor; no quería verme como la damisela en apuros, pero ya no aguantaba el dolor y sentía como las pocas fuerzas que había logrado reunir para hacer el esfuerzo de incorporarme, aunque fuera solo un poco, me abandonaban con el simple hecho de haberlo intentado, ocasionando que mi rostro diera duramente con la tierra húmeda, debajo mi mejilla. La presión que ejercía en mis ojos poco a poco fue aminorando, asi como la fuerza en mis manos al apretar unas cuantas hojas caídas. “Desearía que Cesare y Nathan estuvieran aquí…” aquel fue mi deseo antes de quedarme dormida.

Me sentía desorientada en lo que refiere a la noción del tiempo; lo único que escuchaba era un inquietante silencio a mi alrededor, una calma que en el fondo me atemorizaba. No tenía fuerzas para levantarme… ni siquiera tuve la fuerza suficiente para alzar la cabeza y tratar de prestar atención a aquella voz que no cesaba de pronunciar mi nombre. No quería que Cesare se angustiara por mi… quería decirle que todo estaba bien, que nada pasaría, que dentro de poco nos volveríamos a ver, pero el dolor y el frío me tenían enmudecida. Y aun cuando una parte de mis pensamientos iban dirigidos hacia mi hermano, la mayor parte de estos eran ocupados por el chico de cabello ensortijado. Pensar en él… me hacia muy, pero muy feliz; él era... como esa luz en los momentos más oscuros y que encuentras al final del túnel, esa llamarada de esperanza que te hace creer que todo mejorara. Nada me haría olvidar todos y cada uno de esos momentos que vivimos de niños y en la adolescencia. Muchos de esos recuerdos me hacían reír, mientras que otros removían viejos sentimientos, sentimientos que no había podido olvidar, a pesar de la fuerte desilusión que lleve al darme cuenta de que Nathan… no era el chico que creí que era y que solo le importaba el aspecto físico de las personas.

Quería creer que Nate era diferente, que en el fondo había cambiado, y que era el hombre que vi en su interior, pero el que hubiesen quedado tantos cabos sueltos entre nosotros, a veces me hacia pensar que tal vez lo nuestro no tenía futuro y que tontamente me aferraba a algo que jamás llegaría. El problema es que no podía olvidarlo, por más que lo quisiera, no podía hacer a un lado mis sentimientos por Nate. Sin importar lo duro que esto sea… nada ni nadie lograría que me lo sacara del corazón. Con la poca fuerza que pude reunir, logré abrir mis ojos al oír unos pasos y una voz que me hizo pensar que a lo mejor estaba soñando. ¿De verdad era él…? Quise distinguirlo, pero no pude a hacerlo, tenía la vista demasiado nublada que solo me dejé llevar por la tranquilidad que su voz me transmitía. – Nate… tú… – susurré quedamente, al tiempo que en mis labios afloraba una suave y sincera sonrisa que indicaba el alto grado de felicidad que sentía de que estuviera aquí, a mi lado. Con él, me sentía segura… entre sus brazos me sentía reconfortada, serena, como si estuviera en casa. Nathan era el hombre de mi vida, el único del que me he enamorado, y al que conozco de toda la vida. La razón por la que nuestros padres nos reunían cada verano, era con la intención de que un día, él y yo nos enamoráramos. Nunca hubo día en el que de pequeña no renegara por tener que pasar todo un verano con el inmaduro de Nathan Sinclair, ese niño que se dedicaba a hacerme sufrir al no dejarme jugar con él y su amigo, y con el que siempre jugaba pesado, el niño con el que más de una vez acabé lastimada y llena de raspones al demostrarle que podía seguirles el paso. Pero todo eso había quedado atrás, y ahora... nuestra situación era muy diferente a la de aquel entonces, ya no éramos esos niños que se molestaban mutuamente. Instintivamente me aferré a él, buscando refugio, consuelo entre sus brazos, tal y como la última vez que nos vimos; y es que a pesar de sentirme abrumada, consternada por el dolor de haber perdido a mi padre en ese accidente… mentiría al decir que lo había echado de menos… y que lo necesitaba, tanto como al aire que respiraba. – Por favor, ten cuidado… – susurré adolorida, arrugando un poco su sudadera al tratar de contener las punzadas de dolor en mi tobillo. No quería que por mi culpa se hiciera daño, por que si algo le pasaba… nunca me lo perdonaría. – Puede que eso cambie el día en que tú, Nathan Sinclair, aprendas a relajarte y dejes de lado las preocupaciones. – alcé la vista para encontrarme con su mirada, solo que sin alterar demasiado de la postura de mi cabeza, la tenia recargada en su pecho. Al darme cuenta de que me sonreía, delineé suavemente el contorno de su barbilla y de su labio inferior, devolviéndole así mismo la sonrisa para que no se preocupara más de lo que seguro ya lo estaba. Una de las muchas cosas que me gustaban de Nate, de su persona, era sin duda su sonrisa… la cual era cálida y tierna al mismo tiempo. Extrañamente, él siempre tenía una sonrisa especial reservada para mí. En este momento, muchas preguntas circulaban por mi mente, una de ellas era la razón que lo había traído aquí, pero algo me decía que este no era el momento oportuno. Y lo cierto es que… nada se compara con la inmensa felicidad que sentía de volver a verlo, sin importar la o las razones que lo hayan traído hasta acá, estaba… muy feliz de saber que estaba aquí. – Nate… detente… por favor… –  le pedí quedamente, articulando las palabras con dificultad a causa de mi respiración entrecortada y que era ocasionada por el dolor. – Tienes que descansar… por favor, si no lo haces por ti, hazlo por mí… te lo pido… –  Nate parecía determinado a sacarme de aquí, pero tampoco quería que se agotara por mi culpa. Por lo que menos… quería que se detuviera a recuperar el aliento aunque fuera solo por cinco minutos.
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Mensaje  ιzzy нale Sáb Oct 19, 2013 4:15 am

cambio de capítulo
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Mensaje  ιzzy нale Dom Oct 20, 2013 12:05 am


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[ Está con Nathan Sinclair ;; En la playa ]
Debo confesar que la repentina llegada de Roderick fue tan extraña y sorpresiva que seguía sin creer que se hubiera tomado la molestia de hacer a un lado sus compromisos solo para venir a verme. Admito que fue un gesto atento de su parte, pero no era necesario que hiciera un viaje tan largo solo para cerciorarse de que nada malo me hubiera pasado, solo fue un esguince. Por supuesto que agradezco su preocupación, después de todo, Roderick era un viejo amigo de Ernesto, básicamente era el hombre en quien más confiaba, es solo que no me siento cómoda recibiendo demasiadas atenciones de su parte. Roderick era un hombre mayor, agradable al trato, caballeroso, directo, cualquier mujer se sentiría afortunada con su compañía, pero a pesar de esos adjetivos me hace sentir… incomoda. Sé que debería estar acostumbrada a su presencia en nuestras vidas, el problema es que Roderick era un completo extraño para mí. Además… había algo en su mirada que no me inspiraba la mayor de las confianzas y esa sensación era la que me hacia actuar de manera reservada con él. No me sentía bien estando a solas con un hombre de la edad de Roderick, por evitaba a toda costa esas situaciones con cualquier excusa o pretexto.

Y eso es precisamente lo que llevaba haciendo en estos últimos días: evitarlo sin verme grosera, rechazando propiamente sus invitaciones a cenar y demás. Es más… no tenia ni la menor idea de que Roderick tenía una propiedad en la isla y que incluso era accionista de Rockland, y vaya que enterarme de eso fue una mayor sorpresa todavía… pues eso significaba que Roderick tenía razones de sobra para estar aquí. Claro que Cesare estaba enterado de la llegada de Roderick, y a él tampoco le inspiraba mucha confianza tenerlo cerca, decía que era un anciano, un vejete que debía conseguirse una vida propia. Me hubiera gustado decirle a mi hermano de los obsequios, y de los detalles que ultimadamente he estado recibiendo, pero tampoco quería que fuera y le dijera un par da cosas a Roderick por los atrevimientos que se estaba tomando al enviarme todas esas cosas que naturalmente jamás aceptaba. Por eso decidí que lo mejor era mantenerlo en secreto para no armar un lío que en realidad no tiene importancia ni significado, al menos a mi parecer. Cesare lo era todo para mi… mientras que Roderick era un hombre en el que por ningún motivo me fijaría.

Esta mañana nuevamente había recibido un hermoso arreglo floral, por un instante tuve la ilusión de pensar que podrían ser de Nathan, lo cual habría sido demasiado bueno para ser verdad, pero tristemente las flores no eran de él… si no de Roderick, por lo que una vez mas me vi en la penosa obligación de devolverlas a la florería. Aceptar todos esos detalles implicaría que estoy interesada en Roderick y que he decidido darle una oportunidad, y lo que menos quería era que pensara que entre nosotros existe una posibilidad. Otra de las personas que he estado evitando últimamente ha sido a Nathan… tal vez por cobardía, por miedo, no lo se… el punto es que evadirlo no ha sido fácil. En todo este tiempo no he hecho otra cosa que extrañarlo, y ahora que nos hemos reencontrado me siento feliz y confundida, como si no supiera como actuar al tenerlo tan cerca. Sobretodo después del beso que nos dimos aquella noche y que no he podido olvidar. La seguridad que sentía entre sus brazos. El simple recuerdo de sus labios me hacia sonreír de una manera especial, tal y como cuando recuerdas haber hecho una travesura, con ese dejo de complicidad, ternura y nostalgia. Mi mente no hacia más que divagar, aun cuando sabía que no debía hacerme ilusiones. No después de la ultima vez que nos vimos. Aspire profundamente, dejándome acobijar por la tranquilidad que se respiraba en aquel lugar, no fue si no hasta pasados unos minutos que el sonido de alguien corriendo me hizo volver en la dirección opuesta, extrañamente un niño pequeño venia hacia mi con un bello ramo de azucenas en su mano. – Para usted, señorita – me dijo el pequeño con una sonrisa en el rostro, apenas se las recibí con una expresión de curiosa en el rostro. – ¿Para mi? ¿Estas seguro? – repetí extrañada, solo para asegurarme de que no se trataba de una confusión. – Si, señorita, se las manda el joven que esta allá enfrente, mire… – se volvió para señalar a la persona responsable y al ver que se trataba de Nathan mi corazón dio un vuelco, peor fue al darme cuenta de que se acercaba. “¿Acaso me estaba siguiendo?” Le dedique una sonrisa al pequeño antes de darle las gracias por haberse tomado la molestia de llevármelas. – No lo has olvidado… – dije al cabo de unos segundos de silencio, alzando la mirada del ramo que sostenía entre mis manos, las cuales aspire al instante, para luego poder mirarlo a los ojos. Mis labios se habían curvado hasta formar una suave y conmovida sonrisa. – ¿Qué le hiciste al niño para convencerlo? ¿Acaso lo sobornaste? ¿O que fue lo que le dijiste? – Lo miré con ligera sospecha, pero sin dejar de sonreír, en verdad estaba muy interesada en oír su pequeña historia. – Enserio, Nate… no es necesario que te preocupes… solo fue un esguince. Tú mismo oíste al doctor… dentro de unas semanas estaré como nueva. – trate de reconfortarlo para que no se preocupara. Reconozco que me cuesta un poco de trabajo apoyar el pie derecho y caminar, pero la tobillera era necesaria aun cuando era muy incomodo llevarla todo el día.
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Mensaje  ιzzy нale Jue Nov 28, 2013 3:56 am


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Debo confesar que la repentina llegada de Roderick fue tan extraña y sorpresiva que seguía sin creer que se hubiera tomado la molestia de hacer a un lado sus compromisos solo para venir a verme. Admito que fue un gesto atento de su parte, pero no era necesario que hiciera un viaje tan largo solo para cerciorarse de que nada malo me hubiera pasado, solo fue un esguince. Por supuesto que agradezco su preocupación, después de todo, Roderick era un viejo amigo de Ernesto, básicamente era el hombre en quien más confiaba, es solo que no me siento cómoda recibiendo demasiadas atenciones de su parte. Roderick era un hombre mayor, agradable al trato, caballeroso, directo, cualquier mujer se sentiría afortunada con su compañía, pero a pesar de esos adjetivos me hace sentir… incomoda. Sé que debería estar acostumbrada a su presencia en nuestras vidas, el problema es que Roderick era un completo extraño para mí. Además… había algo en su mirada que no me inspiraba la mayor de las confianzas y esa sensación era la que me hacia actuar de manera reservada con él. No me sentía bien estando a solas con un hombre de la edad de Roderick, por evitaba a toda costa esas situaciones con cualquier excusa o pretexto.

Y eso es precisamente lo que llevaba haciendo en estos últimos días: evitarlo sin verme grosera, rechazando propiamente sus invitaciones a cenar y demás. Es más… no tenia ni la menor idea de que Roderick tenía una propiedad en la isla y que incluso era accionista de Rockland, y vaya que enterarme de eso fue una mayor sorpresa todavía… pues eso significaba que Roderick tenía razones de sobra para estar aquí. Claro que Cesare estaba enterado de la llegada de Roderick, y a él tampoco le inspiraba mucha confianza tenerlo cerca, decía que era un anciano, un vejete que debía conseguirse una vida propia. Me hubiera gustado decirle a mi hermano de los obsequios, y de los detalles que ultimadamente he estado recibiendo, pero tampoco quería que fuera y le dijera un par da cosas a Roderick por los atrevimientos que se estaba tomando al enviarme todas esas cosas que naturalmente jamás aceptaba. Por eso decidí que lo mejor era mantenerlo en secreto para no armar un lío que en realidad no tiene importancia ni significado, al menos a mi parecer. Cesare lo era todo para mi… mientras que Roderick era un hombre en el que por ningún motivo me fijaría.

Esta mañana nuevamente había recibido un hermoso arreglo floral, por un instante tuve la ilusión de pensar que podrían ser de Nathan, lo cual habría sido demasiado bueno para ser verdad, pero tristemente las flores no eran de él… si no de Roderick, por lo que una vez mas me vi en la penosa obligación de devolverlas a la florería. Aceptar todos esos detalles implicaría que estoy interesada en Roderick y que he decidido darle una oportunidad, y lo que menos quería era que pensara que entre nosotros existe una posibilidad. Otra de las personas que he estado evitando últimamente ha sido a Nathan… tal vez por cobardía, por miedo, no lo se… el punto es que evadirlo no ha sido fácil. En todo este tiempo no he hecho otra cosa que extrañarlo, y ahora que nos hemos reencontrado me siento feliz y confundida, como si no supiera como actuar al tenerlo tan cerca. Sobretodo después del beso que nos dimos aquella noche y que no he podido olvidar. La seguridad que sentía entre sus brazos. El simple recuerdo de sus labios me hacia sonreír de una manera especial, tal y como cuando recuerdas haber hecho una travesura, con ese dejo de complicidad, ternura y nostalgia. Mi mente no hacia más que divagar, aun cuando sabía que no debía hacerme ilusiones. No después de la ultima vez que nos vimos. Aspire profundamente, dejándome acobijar por la tranquilidad que se respiraba en aquel lugar, no fue si no hasta pasados unos minutos que el sonido de alguien corriendo me hizo volver en la dirección opuesta, extrañamente un niño pequeño venia hacia mi con un bello ramo de azucenas en su mano. – Para usted, señorita – me dijo el pequeño con una sonrisa en el rostro, apenas se las recibí con una expresión de curiosa en el rostro. – ¿Para mi? ¿Estas seguro? – repetí extrañada, solo para asegurarme de que no se trataba de una confusión. – Si, señorita, se las manda el joven que esta allá enfrente, mire… – se volvió para señalar a la persona responsable y al ver que se trataba de Nathan mi corazón dio un vuelco, peor fue al darme cuenta de que se acercaba. “¿Acaso me estaba siguiendo?” Le dedique una sonrisa al pequeño antes de darle las gracias por haberse tomado la molestia de llevármelas. – No lo has olvidado… – dije al cabo de unos segundos de silencio, alzando la mirada del ramo que sostenía entre mis manos, las cuales aspire al instante, para luego poder mirarlo a los ojos. Mis labios se habían curvado hasta formar una suave y conmovida sonrisa. – ¿Qué le hiciste al niño para convencerlo? ¿Acaso lo sobornaste? ¿O que fue lo que le dijiste? – Lo miré con ligera sospecha, pero sin dejar de sonreír, en verdad estaba muy interesada en oír su pequeña historia. – Enserio, Nate… no es necesario que te preocupes… solo fue un esguince. Tú mismo oíste al doctor… dentro de unas semanas estaré como nueva. – trate de reconfortarlo para que no se preocupara. Reconozco que me cuesta un poco de trabajo apoyar el pie derecho y caminar, pero la tobillera era necesaria aun cuando era muy incomodo llevarla todo el día.
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