[ # ] Neil Graham

SAR, la Princesa: Rosemarie Georgina Caroline de Liechtenstein Khaudari
18 años - Senior ✖ Consejo de Estudiantes ✖ The Misfits

está con: Neil Graham; en: Equipo de rescate 2

Solté un profundo suspiro y torcí el gesto hacia un costado. Luego, miré hacia mi alrededor y traté de concentrarme: “No pasa nada, Rose. Al y Lena están bien.” Me repetí mentalmente mientras intentaba pensar en positivo. Era algo complicado de hacer, si considerábamos que mi hermano y mi prima estaban quien sabe dónde; pero, haberme sumado en el grupo de rescate, era lo mejor que podía hacer porque simplemente no podía darme el lujo de quedarme en el refugio con Lizzie mientras los demás hacían todo el resto del trabajo. No era que me hiciera mucha gracia, por supuesto, meterme en un bosque; pero al menos iba a tener un poco más de control o a tener una mejor idea sobre lo que estaba sucediendo y no muriendo de angustia en el refugio preguntándome sobre lo que estaba sucediendo. Así que… aquí estaba. Haciendo malabares para poder hacer las cosas como correspondían. No era muy dada en este tipo de excursiones, de hecho no acostumbraba a meterme en un bosque tan así como meterme en un shopping que podía guiarte con los ojos cerrados el lugar al que nos dirigíamos, porque simplemente eran dos cosas diferentes.

Uno de los profesores había intentado hacer que me quedara en el refugio, porque temía por mi seguridad ya que sabía que mi hermano (el mismísimo heredero de Liechtenstein) estaba perdido y no querían correr con la misma suerte de que yo también me perdiera, sabiendo y todo como era mi padre respecto a mi seguridad (y obvio a la de mi hermano); pero otro de los profesores coincidió en que tenía derecho en sumarme en la búsqueda de mis compañeros perdidos ya que era mayor de edad y que tenía toda la decisión sobre mis hombros en lo que quisiera o no hacer, y el primero se le quedó mirando como si estuviera loco o algo por el estilo, y de hecho, yo también me quedé mirándolo igual; no obstante, me sentí enormemente agradecida por el voto de confianza que me tuvo el hombre. Aún así, por alguna razón preferí apuntarme en el mismo equipo que esa persona estaba encargada en el grupo de rescate, ya que de esa forma no causaría tantos problemas... o al menos eso pensaba.

La luz de mi linterna cada vez comenzaba a alumbrar menos; la agarré con una mano y la sacudí con fuerza para ver si podía mejorar un poco, pero obviamente tenía que ver con el hecho de que la pila estaba empezando a llegar a su fin. Suspiré, mientras sacaba el móvil de mi bolsillo y hacía una mueca con molestia al darme cuenta de que no tenía señal: cuando estaba en el refugio la señal era perfecta, pero acá, en el medio de la nada, digamos que era nefasta. Hice una mueca, indignada y negué suavemente con la cabeza hacia un costado.

De un momento a otro, la luz terminó por apagarse y cuando quise cambiar la pila por un par nuevo, me percaté de que se trataba del último par de pilas que me habían dado. Suspiré, maldiciendo por lo bajo y volteé a mi alrededor para ver donde se había metido el grupo. Entonces me percaté de que estaba sola, y el cuerpo se me heló por completo a pesar de que no hacía frío. Tragué saliva y me mordí el labio inferior, nerviosa y ansiosa a la vez. - ¿Hola? ¿Hay alguien por ahí? – pregunté mientras volteaba en circulo esperando ver a alguien aparecer de la nada. “Tranquila, Rose… no te has perdido” me dije a mí misma. Pero demonios: ¡estaba perdida!  - ¿¡Hola!? – insistí gritando a todo pulmón para que alguien me escuchara. Mantuve la calma y conté lentamente: “uno… dos… tres…” y así sucesivamente hasta terminar: “ocho… nueve… diez.” Respiré profundamente una vez más. Todo está bien, Rose. Todo está bien, tan solo quédate dónde estás y no te muevas, me dije y torcí el gesto esta vez un poco más preocupada: al final, el primer profesor iba a tener razón en no dejarme venir al principio.  

Rose de Liechtenstein

SAR, la Princesa: Rosemarie Georgina Caroline de Liechtenstein Khaudari
18 años - Senior ✖ Consejo de Estudiantes ✖ The Misfits

está con: Neil Graham; en: cafetería

Al final, terminé con un pequeño esguince en el tobillo izquierdo. A causa de eso, me había pasado la última semana de vacaciones con un tabique en el pie para poder moverme sin lastimarme lo cual provocó que no pudiera hacer demasiada actividad en estos días. Resultó aburrido, naturalmente, aunque aproveché para leer un par de libros que me había traído de casa. Sí, ya sé: era raro que alguien se pusiera a leer en la última semana de vacaciones… pero ¿qué iba a hacer? No me habían permitido hacer actividad física y mientras miraba a mis compañeros hacer las competencias yo simplemente me quedaba en un costado leyendo porque era lo único que podía hacer. Dios, si hubiera una competencia de literatura de seguro sacaría el primer lugar.

Afortunadamente, Alphonse y Helena no tuvieron ningún problema en heridas y esas cosas, lo cual sin duda me dejó muchísimo más tranquila porque el hecho de que hubiera tenido que volver al refugio diez minutos después de salir en buscarlos sin duda no fue nada genial. Pero bueno, digamos que estaba relativamente tranquila si considerábamos que por suerte no estaba sola, sino que con compañía del profesor Graham. Resultó agradable. Más de lo que esperaba realmente, y sabía que era estúpido me sentí realmente contenida. Aunque en cierta forma, había sentido también que había fallado en cierta forma: él había sido quien me había dado el voto de confianza para ir en búsqueda de mi hermano y de mi prima cuando el otro profesor se opuso a ello diciendo que era peligroso, y en cierta forma me dio muchísima vergüenza.

Solté un suspiro mientras esperaba mi café y sonreí medio de costado una vez que lo recibí. - Te lo agradezco. - dije a la chica que me atendió, quien me regaló una sonrisa tímida y avergonzada antes de regresar a sus tareas. Supuse que debía ser nueva y que no debía de estar acostumbrada a que la gente le agradeciera por su trabajo. Me encogí de hombros y me di la vuelta. Fue entonces cuando vi en la puerta al profesor Graham. Me sonrojé levemente y tragué saliva mientras caminaba con decisión hacia donde él estaba. - Buenas tardes, Profesor Graham ¿Qué tal está? - dije amablemente sin saber bien qué decirle. No sabía por qué me sentía tan nerviosa, después de todo era mi profesor, pero era algo que me inquietaba. - Hay un poco de gente esperando por el café, creo que se les rompió una maquina o algo. - comenté haciendo con la cabeza y sonriendo medio de costado. - ¿Ansioso por volver a enseñar? ¿O a los profesores le pasa como a la mitad de mis compañeros que se quejan por volver a clases? - pregunté con curiosidad. A mí me gustaba ir al colegio. De hecho, si no me habían catalogado como Geek era simplemente por ser quien era y porque además tenía ese "no sé qué" que me hacía valer por mí misma. Pero adoraba leer y estudiar y de hecho mis notas eran impecables.

Neil Graham

as: Neil Richard Graham Delacroix  
27 años ● Profesor de Física en el Instituto (Encubierto) ● Pertenece al Servicio de Inteligencia Secreto Suizo.
Encargado de Proteger a la Familia Real de Liechtenstein
[ Está con: Rose de Liechtenstein ;; En la cafetería ]

– Si algo no es de tu agrado… o si piensas que es una exageración por parte de tu tío invitar a quinientas personas a nuestra boda, puedes decírmelo. – me fui por ese lado esperando que su silencio fuese por ese motivo.

Neil Graham

as: Neil Richard Graham Delacroix  
27 años ● Profesor de Física en el Instituto (Encubierto) ● Pertenece al Servicio de Inteligencia Secreto Suizo.
Encargado de Proteger a la Familia Real de Liechtenstein
[ Está con: Rose de Liechtenstein ;; En la cafetería ]

‘A partir de hoy, tu misión será proteger la familia real mientras estén en la isla de Konstanz. Recuerda que no debes cometer ningún error, Graham. Ha llegado la hora de pruebes todo lo que has aprendido en estos años de entrenamiento. Mantente alerta ante cualquier anomalía y procede con precaución. Si es necesario… protégelos con tu vida y no permitas que nada malo les suceda a los herederos a la corona. El rey y la reina confían en ti, tanto como yo. No nos defraudes, y cumple con tu deber.’

Con frecuencia, recordaba las últimas palabras de Edmund para no olvidar la razón que me trajo hasta este lugar. Tenía claro el objetivo de esta misión: proteger a los príncipes Alphonse y Rose, no importa a que costo. Su seguridad era lo único que debía importarme mientras estuviera en la isla cumpliendo con mí deber para con la familia real. No hace falta recordar que no debo cometer errores… y que el mínimo descuido podría costar una vida. Tal vez… todo sería más simple si no tuviera motivos por los cuales vivir, pero fuertes razones para seguir con vida. Tenía a Lily, mi pequeña sobrina… ella y solo ella es la fuerza, el motor que me impulsa a salir adelante y no rendirme ante los obstáculos. Por esa pequeña que me ha traído grandes alegrías, más de las que yo podría esperar a estas alturas de mi vida, por esa pequeña es que me desvivía con la esperanza de darle lo mejor. Lily, era todo lo que tenía en la vida, era mi familia, y no podía fallarle.

Fallar significaría que no solo me he fallado a mi mismo, si no que también fallé al no ser capaz de cumplir con la última voluntad de Arthur y Mary Margaret. A decir verdad, nunca espere cargar con una responsabilidad de tal magnitud. En aquel entonces… solo era un muchacho de 21 años que no estaba listo para hacerse cargo de una pequeña de 8 años. ‘¿Qué futuro podría darle a mi sobrina?’ ‘¿Cómo podría yo convertirme en un ‘padre’ para la hija de mi hermano?’ ‘¿Cómo compararme con Arthur y con Mary Margaret?’ Era claro que yo nunca podría ser un buen ejemplo como lo fueron ellos. Además estaba el hecho de que jamás estuve presente en la vida de Lily, al menos en esos primeros 8 años de su vida. Las únicas veces que estuve presente en la vida de mi sobrina fue el día en que nació y cuando cumplió cuatro años. A pesar de que los temores persistieron hasta el último segundo, todo cambio después de ver a Lily y abrazarla fuertemente. Fue una decisión muy dura… pero al verla supe que no podía darle la espalda a la hija de mi hermano con la mujer que por mucho tiempo quise y que ni el tiempo ha podido borrar de mi mente y de mi corazón.

Lily era la viva imagen de Arthur, su mismo espíritu, su mismo carácter noble y justo… pero la forma y el color de sus ojos eran un reflejo de los ojos de Mary Margaret, los cuales siempre desbordaron gentileza en su peculiar forma de mirar a las personas y en su sonrisa. Al verla… siento que estoy viendo a mi hermano y a Mary Margaret, pero a veces… cuando la miro a los ojos no puedo evitar culparme por lo que pasó. Cometí un grave error al distanciarme de mi hermano, creyendo que estaba haciendo lo correcto. Pero la lejanía solo empeoro la situación. Esa es la razón por la que no puedo dejar de culparme por la muerte de Arthur y de Mary Margaret.

No podía seguir sumando error tras error a la larga lista que me precede, y para evitar que tropezar con la misma piedra dos veces… admito que fue una decisión poco acertada permitir que la princesa Rose se ofreciera como voluntaria en los grupos de rescate. La confianza es un arma de dos filos, solo esperaba no equivocarme con respecto a ella. No puedo decir que la conozco lo suficiente, pero por lo poco que he observado me he dado cuenta de que es una joven fuerte, decidida. Por lo tanto, al ser mayor de edad estaba en su derecho de elegir/decidir sin la intervención o influencia de los que la rodean. Solo ella es dueña de su vida, de su destino, y nadie puede elegir en su lugar. Comprendí la preocupación que sentía por su hermano y por su prima, lo pude ver en sus ojos, y no iba a ser yo el impedimento para ir en su búsqueda y ayudar en lo fuese posible. Tratándose de las personas que queremos… no pensamos en lo que hacemos, y eso a veces nos orilla a cometer errores. Si confié en ella... fue para probar que no me estaba equivocando, para demostrarle al profesor Lon que la princesa esta en su derecho de hacer valer sus decisiones. Después de todo, la princesa ya no es una niña… y pienso que el error de mis antecesores fue tratarla como a una. Tenía una estrategia en mente: infiltrarme como profesor de Física para poder estar cerca de ella sin la necesidad de levantar sospechas. Su padre, el rey Georg, solo deseaba proteger a su familia. Cuando hablé con él por primera vez… me hablo como padre y no como un rey, al encomendarme la seguridad de sus hijos. Su familia era prácticamente su vida, y le juré por mi vida que los protegería.

A decir verdad, no estaba acostumbrado a lidiar con adolescentes, solo espero que mi experiencia como tío y tutor de mi pequeña Lily me ayude a desempeñar esta labor para no fracasar en el intento. Básicamente tenía todo listo para comenzar las clases. El Director Harris y su esposa fueron muy amables al darme un pequeño tour por las instalaciones con la esperanza de hacerme sentir cómodo a la hora de adaptarme. Para certificar los rumores sobre la isla de Konstanz, había ido a la biblioteca y en la hemeroteca encontré viejos periódicos sobre lo que sucedió hace algunos años, cuando la isla fue azotada por un extraño virus que acabo con la vida de varios estudiantes y propicio el cierre de la Institución. Al entrar a la cafetería, me detuve instintivamente al ver lo concurrida que estaba. La verdad… no esperaba encontrar tan llena la cafetería, pero supongo que no todos disfrutan del clima caluroso, como en el caso de la princesa Rosemarie, a quien extrañamente no esperaba encontrarme precisamente aquí, sobre todo teniendo en cuenta su pequeña lesión y el hecho de que su prometido no esta para cuidarla. – Señorita Rose, que sorpresa. – correspondí cordialmente a su saludo. Para evitar la distinción entre los alumnos, tenia la intención de tratarlos a todos por igual, sin preestablecido protocolo, independientemente sin o no parte de la nobleza, pienso que todos los jóvenes deben ser tratados por igual. – Eso parece… por lo que creo que este no es mi día. – respondí a su comentario con la ligera intención de bromear, a pesar de que ese tipo de cosas nunca se me han dado bien. – Por suerte, existen cafeteras, que nos ayudan en este tipo situaciones. – Prefería el café de cafetera antes que el de las máquinas de hoy en día, por su sabor único, algo que las maquinas, en mi opinión, no hay podido lograr ni capturar. – ¿Sinceramente, señorita Rose? Más que ansioso me siento un poco… nervioso por comenzar las clases. Créame, no es fácil pararse frente a un grupo de casi cuarenta alumnos y dar una clase sin experimentar lo que se conoce como los nervios del primer día. – respondí amablemente a su pregunta, con una expresión reflexiva. – ¿Qué me dice, de usted? ¿Ansiosa por un nuevo año escolar? – inquirí en un tono agradablemente tranquilo. Pero al recordar el pequeño incidente en el bosque no pude evitar negar suavemente. – Perdone mi atrevimiento, pero… ¿no debería estar en reposo por la lesión en su tobillo? – Mi voz reflejo preocupación al formular esa pregunta inevitable. No puedo aparentar indiferencia cuando la doctora recomendó que no hiciera esfuerzos.

A simple vista, el profesor Graham parecía ser una persona confiable y considerado, sobretodo por la forma en la que me había ayudado aquella noche en el Bosque cuando accidentalmente tropecé con un árbol cubierto de maleza y caí al suelo lastimandome mi tobillo en consecuencia.  Me había sentido contenida por él, sobretodo cuando comenzó a tranquilizarme hablando en mi idioma natal: alemán, cosa que me sorprendió en grandes medidas que él supiera hablarlo tan a la perfección: casi como si hasta lo hubiera hablado toda su vida. Con paciencia, el profesor Graham me ayudó a volver al refugio y se quedó conmigo hasta que Kristoff regresó del grupo de rescate al darse cuenta que no estaba siguiéndolo. Me sentí un poco acojonada por tanta preocupación, ya que nunca me había gustado llamar la atención: tenía suficiente solo por el hecho de ser Princesa y ya de por sí era agobiante.

En todos estos días no había tenido la oportunidad de agradecerle al profesor por haberse preocupado, ya que en los últimos siete días había estado en compañía de Kristoff que me ayudaba en todo momento. Además también había estado acompañada por mi hermano, Lizzie, y Lena que también se habían preocupado… y tratar de convencerlos a los cuatro de que estaba bien y que no me había pasado nada grave era demasiado pesado. Aunque bueno, creo que fue más pesado cuando papá se enteró de lo que pasó y estuvo una hora hablándome por teléfono y pidiéndome que tuviera cuidado: él y mamá siempre se preocupaban en exceso por mí y por mis hermanos, y por más que les dijera que estaba bien eran capaces de seguir con el drama solo para terminar con el discurso que tenían en mente. Sabía que no lo hacían con malas intenciones, porque en verdad papá y mamá nos quieren mucho y todo eso, pero a veces desearía que me dejaran vivir un poco sin sentirme tan sofocada por la sobreprotección; Alphonse no sufría lo que yo, aunque asumía que eso era por el hecho de que él era varón y por el hecho de que él es mayor, aunque solo por un año (si lo pensamos de esa forma).

Sonreí de cuando él me saludó llamándome por mi nombre, y asentí con la cabeza suavemente. Me gustaba cuando las personas me llamaban “Rose” y no “Su Alteza”, me hacía sentir como si realmente fuera una persona. No es que siendo Princesa no fuera persona, pero me hacía sentir como si fuera diferente y no me gustaba esa distinción: prefería que me llamaran por mi nombre, y mucho mejor si me llamaban “Rose” antes que “Rosemarie”. Miré mi café y lo miré a él mientras pasaban por mis cabezas todas las opciones. – ¿Le gusta el café con leche? Porque si gusta puede quedarse con el mío: recién hecho de la cafetera. Después de todo, parece que usted lo necesita más que yo. – comenté mientras le dedicaba una sonrisa encantadora, de esas que tanto me caracterizaban. – Considérelo una forma de agradecimiento por lo del otro día, en el bosque. – le dije antes de que objetara algo en contra de mi ofrecimiento. Sé que un café no sería suficiente para agradecerle lo que había hecho por mí, pero por algo era que había que empezar, ¿no?

Escuché con atención sus palabras y fruncí suavemente mis labios asintiendo suavemente con la cabeza. – Creo que puedo entender lo que siente, Profesor Graham. En cierta forma, sentí algo parecido la primera vez que tuve que dar un discurso delante de un grupo de personas. Pero estoy segura de que le irá muy bien y que su clase será todo un éxito. – le aseguré con amabilidad mientras intentaba infundirle algo de confianza con mis palabras. No estaba segura si sería capaz de lograrlo, pero… intentaba hacerlo. Además, no era mentira mi anécdota del discurso: tenía quince años cuando mi papá me llevó con él a un evento importante que trataba de donaciones para la construcción de un hospital comunitario en mi país; como Alphonse no había podido ir, me había pedido que por favor diera el discurso de bienvenida y en consecuencia fue la primera vez que hablé delante de tantas personas que me miraban como si esperasen el más mínimo error de mi parte. Pero papá estuvo en todo momento conmigo y por suerte superé todos los nervios. – Si se pone nervioso, puede contar mentalmente hasta diez en regresivo y respirar lentamente. Ayuda mucho para la concentración y calma la ansiedad. – dije recordando lo que había hecho aquel día.

Me quedé pensando brevemente antes de responder. – ¿Sinceramente? Siento varias emociones contradictorias. Por un lado, me muero por empezar el curso, ya que es lo único que hace que me distraiga un poco de todas mis actividades. Pero por otro lado, no quiero hacerlo. – admití mientras soltaba una risa un poco nerviosa y negaba suavemente con la cabeza. – Este es mi último año en el Instituto y la verdad que me da un poco de temor todo lo que viene después. Entonces es como una sensación rara que me viene y va todo el tiempo y que nunca se pone de acuerdo. – suspiré profundamente y torcí el gesto. – No es muy normal que digamos. ¿Verdad? – bromeé riéndome suavemente de mí misma mientras trataba de aligerar la vergüenza. Por lo contrario que podían pensar, a mí me encantaban las clases: siempre me la pasaba leyendo en todos lados, incluso en las fiestas cuando mis amigos estaban ocupados y no podían asistir a ellas. Y digamos que si no me habían catalogado como “Nerd” era por el simple hecho de ser quien era, aunque tampoco me importaría que me llamaran de la forma que fuera.

Mis mejillas comenzaron a sonrojarse cuando mencionó lo de mi tobillo y me rasqué suavemente la mejilla izquierda mientras desviaba la mirada. – Bueno, pues… el médico dijo que podía empezar a caminar distancias cortas y no hacer demasiado esfuerzo en caso de que sienta un tirón o que duela demasiado. Además, necesitaba salir un poco. He estado casi toda la semana agobiada con mi novio, mi hermano, mis primas y mis amigas, y supuse que me vendría bien venir por mi cuenta por algo al comedor, así al menos les demostraría que puedo hacerlo por mi cuenta y que no deben preocuparse tanto. – comenté algo avergonzada. Nuevamente: la sobreprotección me agobiaba y me hacía sentir realmente inútil. Además, había estado haciendo todo al pie de la letra tal y como el médico: todo el mundo se había asegurado de que lo hiciera, incluyendo papá que cada tres horas me llamaba por teléfono. – Agradezco realmente su preocupación, Profesor Graham, pero realmente estoy bien. Sé hasta dónde soy capaz de llegar y cuáles son mis límites. – le aseguré con amabilidad. Y era cierto: intentaba dar siempre lo mejor de mí, pero cuando era consciente de que mi límite había llegado al tope era capaz de tomar las cosas con calma. - Honestamente, tanta preocupación por un simple esgince hace que me sienta incómoda. - susurré apenas audible mientras pasaba un mechón de mi cabello detrás de mi oreja.