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Mensaje  ιzzy нale Dom Mayo 18, 2014 12:21 am

Clara Applewhite
Clara Adelaide Applewhite.
28 años ;;; Estudiante ;;; Nacida en Birmingham, Inglaterra.
Manhattan. 2 de Enero, 11:00 A.M. Soleado.
✖ con: Alaric Grayson en: Despacho


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Plisé de nuevo la falda de mi vestido mientras miraba de forma distraída por la ventana de la sala donde la secretaria de Alaric Grayson me había indicado que esperase. El sonido de un mensaje llegando a mi móvil me devolvió a la realidad dando un respingo. Empalidecí un poco cuando comprobé que se trataba de mi padre e inconscientemente aguanté la respiración hasta que leí completo el contenido del mensaje. Sólo entonces me permití suspirar con alivio. Sólo quería saber cómo me encontraba. Mi padre nunca se imaginaría que ahora mismo estaba en Manhattan a punto de hablar con el hijo del que había sido su mejor amigo durante su juventud, el mismo con el que se peleó de forma tan irrevocable que perdieron el contacto de forma radical después de años de amistad. Y es por esta pelea que les llevó a dejar de hablarse por lo que mucho menos se imaginaría que lo que me ha llevado aquí es pedirle ayuda a la que fue la empresa de su mejor amigo, ahora en manos de su hijo. De enterarse, seguramente se plantearía seriamente desheredarme. Bueno, eso igual no porque no tiene más hijos, pero se plantearía alguna otra alternativa igual de dolorosa. Igual me dejaba de hablar a mí también. Es por eso que, aunque odio tener que mentirle a mi padre y menos en estos asuntos, he camuflado un poco la realidad diciéndole que en realidad me había ido de viaje a New Hampshire con unas amigas para celebrar el año nuevo antes de que empezasen de nuevo las clases. Y él, por supuesto, me había creído, porque ¿por qué iba yo a mentirle? Eso me hizo sentirme aún peor, porque me sentía un poco traidora, pero a la vez me animo a mí misma repitiéndome que esto lo hago por su bien. La verdad es que cuantas más veces me lo repetía, mejor sonaba en mi cabeza, y tengo pensado no dejar de repetírmelo cuando mi padre me mande a la horca de llegar a enterarse de todo esto. Al parecer estaba tan metida en mis pensamientos que la secretaria tuvo que repetir varias veces mi nombre para que me diese cuenta de que se refería a mí. Me levanté de inmediato y la seguí hasta el despacho. Y cuando entré...

Decir que me quedé sin palabras sería quedarse muy corta, porque también me quedé sin pensamientos y sin la capacidad de unir más de dos ideas coherentes. Quise ocultar la sorpresa (mejor dicho, SORPRESA, en mayúsculas) lo mejor que pude, lo prometo, pero soy bien consciente de que no me salió nada bien. De hecho, creo que se me olvidó cómo se hacía eso de respirar durante unos instantes. Se me vinieron muchas preguntas a la vez pero fui prudente a la hora de no abrir la boca porque todas saldrían de forma atropellada y... en fin, no era necesario que me adornase mucho más -Buenos días - ¿buenos para quién Clara, maldita sea? Carraspeé antes de continuar hablando -Hace unas semanas recibió una llamadas desde las oficinas de Graham Applewhite pidiendo reunirse con usted, y en vistas de lo complicado que resultaba localizarle, pensé que sería más rápido venir hasta aquí directamente. Yo soy Clara Applewhite, la que hizo todas las llamadas - y también fui la chica con la que te acostaste hace unos meses, la misma que ahora mismo quiere que la tierra la trague. Puede que él no se acuerde, demasiadas mujeres en su vida como para que yo vaya a dejarle huella, pero yo sí lo recuerdo. Y demasiado bien, es un recuerdo que durante estos meses me ha torturado como ningún otro. Sé que ahora me tocaría acercarme y estrecharle la mano, pero ya está siendo para mí un esfuerzo demasiado sobrehumano el hablarle como una persona humana y no como un pez boqueando fuera del agua. No quiero jugármela mucho más de esto. Mi mirada se desvía hasta la ventana porque cualquier sitio es genial para centrar la mirada siempre que no sea él y me da por pensar en que seguramente estemos lo suficiente altos como para que, si me lanzo al vacío, muera al instante, sin secuelas ni nada con lo que mi padre tenga que cargar. Y ahora mismo morirme me parece la mejor de las opciones. Todos salimos ganando, especialmente la poca dignidad que me queda. Centré mi mirada de nuevo en él, atreviéndome por primera vez desde que entré a encontrarme con sus ojos, y las siguientes palabras salieron un poco indecisas de mi boca -¿De verdad eres ese Alaric? ¿Alaric Grayson? - ah no, que ya no me queda ni un poquito de dignidad. Me acabo de encargar yo sola de triturarla. Pero es que aún no me cabe en la cabeza cómo aquella noche durante aquella fiesta benéfica no se me ocurriese pensar que a su nombre le acompañase el apellido Grayson. Creo que esto es el karma, por aquella vez que maté un mosquito antes de que me picase.
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Mensaje  ιzzy нale Dom Mayo 18, 2014 4:38 am

Alaric Grayson
Alaric Holden Grayson
27 años Ingeniero - Empresario Nacido en Manhattan, Nueva York Soltero
✖ con: Clara Applewhite en: Despacho
>> Manhattan. 2 de Enero, 11:00 A.M. Soleado.

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Ahí estaba ella… después de once largos años. Luciendo tan diferente a como la recordaba… pero conservando esos rasgos que ni el tiempo es capaz de borrar, y que a mi parecer la hacen única. Por primera vez experimentaba una extraña opresión en el pecho que no era fácil de ignorar, causando que los recuerdos acudieran a mi mente para rememorar esos amargos momentos. Irónicamente el destino nos estaba jugando una mala pasada, recordando aquello que vivimos y que nos mantuvo unidos en aquella época, una época en la que todo parecía ser demasiado simple. Lo que alguna vez llegué a sentir por Rachel no se asemeja ni tiene punto de comparación. Lo que vivimos fue… único, intenso, un amor que raramente se llega a olvidar. Rachel ahora formaba parte de un pasado distante, un pasado que me había esforzado por olvidar y dejar atrás, evitando asi añorar lo que perdí y no volvería… por más que me esforzara en tratar de recuperarlo, simplemente no había forma de dar marcha atrás a lo que ya estaba hecho.  

Tenerla frente a frente, después de todos estos años, me hace sentir… extraño, confundido. ¿Qué estaba haciendo ella en North Haven? Sin embargo, aquella era una pregunta que no me atrevía a formular en voz alta. ¿La razón? Quizás para evitar escuchar esa realidad. Era evidente que Rachel trabaja en este Hospital, ¿desde hace cuanto? Es algo en el fondo que me gustaría saber, solo que de nuevo me contuve de hacer preguntas, tal vez, innecesarias.

Respiré profundamente, prologando el contacto de ambas miradas. Una parte de mi deseaba perderse en la inmensidad de su mirada, recorrer para milímetro de su rostro solo para cerciorarme de que esto no se trate de una ilusión, pero una vez más los amargos recuerdos hicieron darme cuenta del error que estaba a punto de cometer, hasta fruncir el ceño en una expresión que ni yo mismo seria capaz de descifrar. – Fui citado… para hablar con el director del Hospital. El señor Hathaway me habló acerca de unos planes de expansión y remodelación de algunas áreas. Para mayores detalles acerca de los planes me pidió que me reuniera con él. – comenté, no del todo seguro, pero sonando lo más neutral que mi voz fue capaz de expresar en este preciso momento. Probablemente a estas alturas, Rachel debe estar mejor informada. En otras circunstancias, no habría dudado en ahondar en el tema, si no fuera por este esfuerzo que hacia al tratar de ocultar las malditas emociones que me producía el volver a verla. ¿Cómo debía tratarla después años de no verla? ¿De añorarla?

Si tan solo supiera… Un suspiro imperceptible escapó de entre mis labios levemente entreabiertos, dejando inconcluso aquel pensamiento silencioso. – ¿Hace mucho que trabajas aquí? – inquirí, tras un incómodo silencioso que me vi en la necesidad de romper. Lo que menos quería era tratarla como si fuéramos un par de extraños, a pesar de que en el fondo, así es como la sentía… como una desconocida.
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Mensaje  ιzzy нale Sáb Mayo 24, 2014 10:56 pm

Alaric Grayson
Alaric Holden Grayson
27 años Ingeniero - Empresario Nacido en Manhattan, Nueva York Soltero
✖ con: Clara Applewhite en: Despacho
>> Manhattan. 2 de Enero, 11:00 A.M. Soleado.

En silencio, observaba a través del ventanal, esperando a que a uno a uno, los miembros del consejo abandonaran la sala de juntas, tras dar por finalizada la sesión.  Normalmente, las juntas del corporativo se llevaban a cabo en un día laboral, una vez cada dos meses, pero en vista de que muchos de los accionistas regresaban de pasar las vacaciones de fin de año con sus respectivas familias y que nuestros empleados, accedí llevar a cabo la primera junta del año para la “tranquilidad” de muchos de ellos. Respetando asi, uno de los tantos funcionamientos de mi padre en el manejo de su empresa. Al principio, varios de nuestros accionistas desconfiaban de mi capacidad para manejar las industrias Grayson. En aquel entonces, era demasiado joven e inexperto como para asumir el puesto que alguna vez ocupó mi padre; si algo tengo claro es que nunca podré ser como él, difícilmente podría compararme con todo lo que el fue capaz de lograr. Muchos pensaban que en menos de seis meses los llevaría a la bancarrota y que como consecuencia de mis actos cientos de empleados quedarían en la calle, pero cual fue la sorpresa de todos y cada uno de ellos las estadísticas de los primeros seis meses al frente de las industrias, las cuales superaron sus expectativas creyendo que malgastaría el capital que han invertido. Aprendí muy poco de mi padre, pero lo poco que me pudo transmitir durante sus parcas conversaciones, me ha servido para posicionarme y llegar hasta donde estoy… y no me arrepiento de los sacrificios que he tenido que hacer para escalar y ganarme el respeto de nuestros socios.  

– He visto esa mirada… ¿En que piensas, pequeño? ¿Te preocupa algo? – Sutilmente una sonrisa se dibujo en mi rostro al escuchar esa cándida voz tan familiar ingresando a la sala de juntas para poner en orden los documentos. – Nada sucede, señora Potts… ¿Qué le hace pensar que algo me preocupa? – inquirí. Julie-Ann Potts era la secretaria de mi padre, una mujer de edad avanzada, con una memoria eidética que desde niño siempre me sorprendió. Sin duda, una mujer admirable que se ha abierto paso en la vida y ha luchado incansablemente para sacar adelante a sus seis hijos… De no ser por ella, esos primeros años al frente de la empresa de mi padre se habrían convertido en el peor de los infiernos, en un verdadero suplicio. Estaba en deuda con ella… y esta vida no es lo suficientemente larga como para pagarle todo lo que ha hecho por mí. – Podrás repicar y decir misa, si eso es lo que quieres, pero a mi no me engañas, pequeño. Te conozco… y por tu mirada se que algo turba esa pequeña cabecita tuya. Anda… dime, ¿Qué es lo que te sucede? – Silencio. – Oh… ya entiendo… – dijo ella tras comprender lo que encerraba mi mirada y el silencio a nuestro alrededor. – Pequeño… – la sentí acercarse y posicionarse a mi lado, tratando de transmitirme tranquilidad y seguridad, pero por sobretodo… cariño. El cariño y afecto que solo una madre puede dar. – Sé que tu padre estaría muy orgulloso al ver el hombre en el que te has convertido. Nunca vi a un padre expresarse de la manera en que él se expresaba de ti. Es normal que tengas miedo, todos lo hemos sentido alguna vez. Pero tú, pequeño, has hecho frente a tus propios miedos. No temas defraudarlo. Y sé que tanto él como tu madre estarían muy orgullosos de ti, tanto como yo lo estoy de ti. – Apreté su mano en señal de silente gratitud, sus palabras eran como un faro en la oscuridad y eso me traía cierta calma. Sin embargo, hay momentos en los que, hasta a mi, me cuesta creer que mi padre me quiso a su manera. Él nunca fue un hombre abierto y mucho menos paternal, al menos no conmigo. – Rick… – Una vez más su voz fue motivo para sacarme de mis pensamientos, por lo cual le dediqué mi atención, dándole la orden silente de que continuara. – afuera se encuentra una representante de las oficinas Applewhite. ¿Recuerdas que te comenté hace unas semanas que han estado llamando con la esperanza de poder reunirse directamente contigo? Pues… verás… ante tu negativa de atender sus llamadas a razón de tus viajes de negocios y tus múltiples obligaciones… sus oficinas han mandando personalmente a su representante, la señorita, Clara. ¿Si… la recuerdas, verdad, pequeño? – su tono preocupadamente dudoso me llevó a rememorar cierta conversación en la que, en efecto, le pedí a la señora Potts que durante los viajes de negocios no me pasara ninguna llamada y que, a mi regreso, me notificara de los pendientes. – ¿Es un nombre que debería recordar? – me volví a verla con la interrogación implícita en mi mirada. Ella me sonrió maternalmente, guardándose su comentario con respecto a mi falta de interés en esa clase de asuntos. – Como sea, no me interesa… invéntales cualquier excusa. – agregué con cierta indiferencia para no ahondar demasiado en un tema que no despertaba particularmente mi interés. Hasta donde tengo conocimiento, en los últimos años… las empresas Applewhite han perdido su renombre. – Pequeño, por favor, si se tomaron la molestia de mandar a su representante con esa esperanza, debe tratarse de un asunto importante. No te niegues a escucharlos y… dales la oportunidad. Oh y… por favor, pequeño, compórtate con la señorita. – Suspiré rotundamente dándome por vencido, tras un prolongado silencio. ¿Cómo negarle algo a la mujer que ha sido mi apoyo y mi salvavidas todos estos años? ¿Y más si me mira de esa forma? – Hazla pasar… – dije finalmente, tras darle un segundo apretón en su mano, asegurándole que me comportaría como un caballero y no intentaría nada con nuestra invitada, para acto seguido abandonar la sala de juntas.

  Revisaba y respondía algunos e-mails desde la tablet en lo que esperaba. Si hay algo que detesto es que me hagan perder el tiempo con trivialidades, pero prometí ser paciente y escucharlos. Además… ¿Qué podrían tener en esas dichosas oficinas que pueda despertar mi interés? Y como si realmente necesitara la respuesta a esa pregunta, esta se respondió por si sola… La visión ante mis ojos no podía ser real… es más… estaba casi seguro de que no volveríamos a vernos. A fin de cuentas, yo no soy el tipo de hombre que busca a sus antiguas amantes para revivir viejos tiempos, y mucho menos soy de los que vive en el pasado. ¿Acaso esto era una broma? Admito que durante varias noches esa desconocida fue la causante de varios desvelos. Por alguna extraña razón, no lograba sacármela de la mente, hasta que llegué a la conclusión que solo se trataba de un simple capricho pasajero y que solo era cuestión de tiempo para olvidarla. ¿Qué la haría diferente a las mujeres con las que he estado? Nada, de eso traté de convencerme. Pero ahora que la tengo frente a mí, tras meses de no saber de ella… no pude evitar recorrerla con la mirada, los recuerdos que tengo de ella grabados en mi mente no le hacen justicia a su exquisita belleza. Recordando que ese no era el momento para que a mi mente acudieras ese tipo de recuerdos, volqué gran parte de mi atención en sus palabras. – Lo sé… – dije tras responder a su lado con un leve movimiento de la cabeza, buscando la manera de hacer contacto con su mirada para cerciorarme de que realmente eran la misma persona, pero propiamente se negaba a mirarme a los ojos. ¿Por qué? – ya mi secretaria me ha informado de ello, señorita Applewhite. Y le pido una disculpa por no poder atender a sus llamadas, pero en ese momento me encontraba fuera de la ciudad por cuestiones de negocios. – repuse a modo de disculpa. – ¿Conoce usted a otro Alaric Grayson, señorita Applewhite? – deseé saber con una suave, pero burlona sonrisa. Increíble… debería ser yo el que no fuese capaz de recordarla, pero en ese entonces, ninguno de los dos dijo su apellido simplemente para ahorrarnos los formalismos. ¿Quién iba a pensar que en ese momento coqueteaba con la… ¿hija? de Graham Applewhite? – Si sabe de otro hombre que se llame Alaric Grayson, le pido que me lo diga. Probablemente, se trate de un caso de usurpación de identidad. – A todo esto, ¿Cuántos Alaric Grayson podrían vivir en Manhattan? Esa es una buena pregunta. Dudo que mi padre haya tenido una segunda familia… cuando sé que él nunca amo a ninguna otra mujer que mi madre. – Tomé asiento, señorita Applewhite – le indiqué cortésmente la silla frente a mi escritorio. Debería dejar de mirarla, no esta bien que la observe largamente, pero me estaba resultando imposible apartar la mirada de sus ojos esmeralda. Suspiré profundamente, dejando la tablet encima del escritorio; lo mejor en este caso sería hacer a un lado los rodeos e ir directamente al punto. – ¿En que la puedo ayudar, señorita Applewhite? ¿Cual es el motivo de su visita? – ambas preguntas fueron un aliciente para darle a entender que me encontraba en posición de escucharla, , y si mis palabras no fueron suficiente aliciente, esperaba que mi sonrisa lo fuera.
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