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Mensaje  ιzzy нale Miér Jun 25, 2014 4:16 am

Alec Helström
Alaric Hobart Helström Caulfield
25 años Licenciado en Ingeniería de Telecomunicaciones - Empresario Nacido en Glasgow, Escocia
✖ con: Jane Liebheart en: Departamento

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‘Maldición, ¿y ahora qué?’ pensé dejando escapar un gruñido de frustración, producto del incesante sonido del teléfono móvil que no ha parado de sonar en todo el día, y que a este paso lo único que me dejara será una fuerte migraña si no pienso en algo ‘creíble’ para desprenderme de los compromisos y vivir otro día. Esto era lo que me esperaba al asumir el lugar que alguna vez ocupó mi padre como presidente de las empresas Helström, un cúmulo de responsabilidades, y una larga lista de expectativas por cumplir. Francamente, no estaba de humor para frívolas veladas, asi que sin más… opté por arrojar el móvil desde la ventanilla del automóvil en movimiento, observando por el retrovisor los pedazos del aparato. Por unas cuantas horas, Alaric Helström desaparecería del mapa, solo es cuestión de decisión e iniciativa. Sea cual sea la urgencia o la invitación, esta tendrá que esperar hasta mañana, lo único que podría hacerme cambiar de opinión en un momento como este sería mi madre, pero por fortuna, ella estaba bien… dentro de lo que cabe. Físicamente gozaba de una muy buena salud, pero emocionalmente… las cosas eran muy diferentes. No soportaba ver a mi madre en ese estado, viviendo una realidad alterna producto del dolor, me partía el alma verla de esa forma. Acostumbraba visitarla dos, hasta tres veces por semana con la esperanza de una encontrarme con una mejoría en su salud emocional, pero nada… cada vez que la miraba a los ojos, pensaba ver un indicio, una esperanza de que tal vez, en futuro cercano, vuelva a ser la mujer que fue antes del fallecimiento de mi padre. Ella era feliz viviendo su realidad, una realidad en la que por lo menos se ahorraba el sufrimiento y la pena de recordar una verdad dolorosa. Suspiré profundamente, pasándome una mano por el rostro. Estaba cansado, demasiado cansado, pensar en la situación por la que estábamos atravesando mi madre y yo es bastante difícil, el vacío que dejó mi padre en nuestras vidas no ha sido fácil de superar. Hacia 20 minutos que había llegado al edificio, y aparcado el auto en la acera de enfrente, pero entre una cosa y otra, perdí la noción del tiempo pensando y revisando unos papeles pendiente para distraerme y no caer en el error de recordar ciertos aspectos que he querido olvidar. Fue entonces que la imagen de una Jane furiosa y molesta vino a mi mente. ‘¡Mierda! Jane va a matarme’ pensé entrando de prisa al edificio y saludando de paso al portero. Hoy precisamente me tocaba hacer la cena... y justamente se me fue a olvidar. ¿Cómo pude olvidarlo? Una mueca de horror se formó en mi rostro al imaginarme el rostro de Jane. Con suerte, solo me leerá la letanía, y quizás, después me perdone, pero lo dudo. De lo sumido que iba en mis pensamientos, casi ni preste atención a la música que provenía del sótano del edificio. Por un lado, deseaba quedarme atrapado dentro del elevador, de esa forma, me salvaría de la furia de la ‘reina de las nieves’, pero por otro lado, la parte que con frecuencia suelo ignorar, decía que me apresurara, seguramente Jane ha estado tratando de localizarme y para mi brillante genialidad me deshice del móvil. ¿Qué puede ser peor? Dudosamente introduje la llave en la cerradura y posé la mano en la perilla antes de girarla unos cuantos grados, asomándome con discreción solo para cerciorarme de no ser recibido a golpes con cuanta cosa Jane tuviera a la mano, pero para mi preocupación… solo alcance a escuchar el sonido de los platos chocando unos con otros, lo que significa que Jane se estaba desquitando con la pobre vajilla. Con sigilo, cerré la puerta a mis espaldas, para después dejar el portafolio encima del sofá, y con la misma discreción encaminarme a la cocina – no sin antes percatarme del sobre abierto que estaba en la mesa del comedor –, ya que realmente empezaba a preocuparme por nuestra vajilla. Jane estaba tan enfurruñada en sus cosas que ni cuenta se dio de que la observaba tranquilamente desde el umbral; por una extraña razón que desconozco, me gustaba verla con ese jodido carácter que se carga, me recuerda tanto a esa pequeña niña rubia de hermosos ojos que solía desquiciar con mis comentarios y mis bromas. Mis labios se curvaron discretamente en una sonrisa traviesa – la típica de cualquier niño a punto de llevar a cabo una inocente broma – en el momento en que mis manos la tomaron desprevenidamente de la cintura y moldearon su curvatura por encima de su blusa. – ¡Ya llegué, preciosa! ¿Me extrañaste? Por que yo si… – bromeé como de costumbre a su oído, depositando un cariñoso beso en su mejilla, con la intención de saludarla y a la vez ablandarla un poco para lo que seguramente me esperaba por faltar a mis obligaciones. Con sumo cuidado, hice que dejara los platos en el lava-vajillas y se olvidara de ellos, para de esa forma pedirle en silencio que se girara suavemente. – Sé que estas molesta, y no te culpo, pero prometo compensártelo… – busqué su mirada para pedirle perdón por faltar a lo que acordamos desde que acepté que viviéramos juntos. Sin embargo, al buscar su hermosa mirada, pude darme cuenta de que no estaba tan… ¿molesta? como yo pensé, sus ojos estaban hinchados, al parecer había estado llorando, y si hay algo que no soporto es verla bañada en un pequeño río de lágrimas. ¿Será que con Mina tuvo un altercado…? ¿O… acaso será que esta así por el imbécil de su ex marido? Delineé con mi pulgar su barbilla con preocupación al no saber con certeza el motivo de sus lágrimas. – Jane…  preciosa… ¿Qué tienes? ¿Paso algo malo en mi ausencia? ¿Quieres que hablemos sobre lo que pasa? – Su silencio me estaba inquietando, ahora mismo extrañaba sus llamados de atención, sus ataques de histeria. – Dime algo, Jane, si quieres grita, di que soy un maldito irresponsable… pero por favor, no te quedes callada… – le pedí, sin apartar la mirada de sus ojos.
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Mensaje  ιzzy нale Vie Jul 11, 2014 12:02 am

Alec Helström
Alaric Hobart Helström Caulfield
25 años Licenciado en Ingeniería de Telecomunicaciones - Empresario Nacido en Glasgow, Escocia
✖ con: Jane Liebheart en: Departamento

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‘Maldición, ¿y ahora qué?’ pensé dejando escapar un gruñido de frustración, producto del incesante sonido del teléfono móvil que no ha parado de sonar en toda la maldita mañana, y a este paso lo único que me dejara será una fuerte migraña si no pienso en algo ‘creíble’ para desprenderme de los compromisos. Esto era lo que me esperaba al asumir el lugar que alguna vez ocupó mi padre como presidente de las empresas Helström, un cúmulo de responsabilidades, y una larga lista de expectativas por cumplir. Francamente, no estaba de humor para frívolas reuniones, así que sin más… opté por arrojar el móvil desde la ventanilla del automóvil en movimiento, observando por el retrovisor los pedazos del aparato esparcidos por el pavimento.

Ya estaba decidido, Alaric Helström desaparecería del mapa, solo es cuestión de decisión e iniciativa. Sea cual sea la urgencia o la invitación, esta tendrá que esperar hasta mañana, lo único que podría hacerme cambiar de opinión en un momento como este sería mi madre, pero por fortuna, ella estaba bien… dentro de lo que cabe. Físicamente gozaba de una muy buena salud, pero emocionalmente… las cosas eran muy diferentes. No soportaba ver a mi madre en ese estado, viviendo una realidad alterna producto del dolor, me partía el alma verla de esa forma. Acostumbraba visitarla dos, hasta tres veces por semana con la esperanza de una encontrarme con una mejoría en su salud emocional, pero nada… cada vez que la miraba a los ojos, pensaba ver un indicio, una esperanza de que tal vez, en futuro cercano, vuelva a ser la mujer que fue antes de la muerte de mi padre. Ella era feliz viviendo su realidad, una realidad en la que por lo menos se ahorraba el sufrimiento y la pena de recordar una verdad dolorosa. Suspiré profundamente, pasándome una mano por el rostro, sin despegar la otra del volante. Estaba cansado, demasiado cansado, pensar en la situación por la que estábamos atravesando mi madre y yo es bastante difícil, el vacío que dejó mi padre en nuestras vidas no ha sido fácil de superar. Hacia 10 minutos que había llegado al edificio, y aparcado el auto en la acera de enfrente, pero entre una cosa y otra, perdí la noción del tiempo pensando y revisando unos papeles pendientes para distraerme y no caer en el error de recordar ciertos aspectos que he querido olvidar. Fue entonces que la imagen de una Jane furiosa y molesta vino a mi mente. ‘¡Mierda! Jane va a matarme’ pensé entrando de prisa al edificio y saludando de paso al portero. Hoy precisamente me tocaba hacer las compras… y justamente se me fue a olvidar. ‘¿Cómo pude olvidarlo?’ Una mueca de horror se formó en mi rostro al imaginarme el rostro de Jane, dicha imagen mental me produjo escalofríos. Con suerte, solo me leerá la letanía, y quizás, después me perdone, pero lo dudo. Por un lado, deseaba quedarme atrapado dentro del elevador, de esa forma, me salvaría de la furia de la ‘reina de las nieves’, pero por otro lado, la parte que con frecuencia suelo ignorar, decía que me diera prisa. Seguramente Jane ha estado tratando de localizarme y para mi estupenda genialidad me deshice del móvil. ‘¿Qué puede ser peor?’ Dudosamente introduje la llave en la cerradura y posé la mano en la perilla antes de girarla unos cuantos grados, asomándome con discreción solo para cerciorarme de no ser recibido a golpes con cuanta cosa Jane tuviera a la mano, pero para mi preocupación… solo alcance a escuchar el sonido de los platos chocando unos con otros desde el interior de nuestra cocina, lo que significa que Jane se estaba desquitando con la pobre vajilla. Con sigilo, cerré la puerta a mis espaldas, para después dejar el portafolio encima del sofá, y con la misma discreción encaminarme a la cocina – no sin antes reparar en el sobre abierto que estaba en la mesa del comedor –, realmente empezaba a preocuparme por nuestra vajilla. Jane estaba tan enfurruñada en sus cosas que ni cuenta se dio de que la observaba tranquilamente desde el umbral; por una extraña razón que desconozco, me gustaba verla asi, con ese jodido carácter que se carga, me recuerda tanto a esa pequeña niña rubia de hermosos ojos que solía desquiciar con mis comentarios y mis bromas. Mis labios se curvaron discretamente en una sonrisa traviesa – la típica de cualquier niño a punto de llevar a cabo una inocente broma – en el momento en que mis manos la tomaron desprevenidamente de la cintura y moldearon su curvatura por encima de su blusa. – ¡Ya llegué, cariño! ¿Me extrañaste? Por que yo si… – bromeé como de costumbre a su oído, depositando un cariñoso beso en su mejilla, con la intención de saludarla y a la vez buscando ablandarla un poco para lo que seguramente me esperaba por faltar a mis obligaciones amigo-conyugales (?). Con sumo cuidado, hice que dejara nuestros pobres platos en el lava-vajillas y se olvidara de ellos, para de esa forma pedirle en silencio que se girara suavemente. – Sé que estas molesta, y no te culpo, pero prometo compensártelo… ¿Que tal si…? – busqué su mirada para pedirle perdón por faltar a lo que acordamos desde que acepté que viviéramos juntos. Sin embargo, al dar con su preciosa mirada, pude darme cuenta de que no estaba tan… ¿molesta? como yo pensé, sus ojos estaban hinchados, al parecer había estado llorando, y si hay algo que no soporto es verla bañada en un pequeño río de lágrimas. ¿Será que con Mina tuvo un altercado…? ¿O… acaso será que esta así por el imbécil de su ex marido? Delineé con mi pulgar su barbilla con preocupación al no saber con certeza el motivo de sus lágrimas.  – Jane…  preciosa… ¿Qué tienes? ¿Paso algo malo en mi ausencia? ¿Quieres que hablemos sobre lo que pasa? – Su silencio me estaba inquietando, ahora mismo extrañaba sus llamados de atención, sus ataques de histeria, sus recriminaciones.  – Dime algo, Jane… por favor, no te quedes callada… – le pedí, sin desviar la mirada de sus ojos, buscando algún indicio que me dijera que le pasaba.
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Mensaje  ιzzy нale Vie Jul 18, 2014 11:31 pm

Jane Liebheart

Jane Heather Liebheart 25 años Locutora de radio
» Está con: Alec Helström » En: Piso


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-... y la próxima vez te metes tus cartas por donde te quepan!! ¡¡Que sepas que...!! - pero el pitido al otro lado de la línea telefónica me dio a entender que había vuelto a sobrepasar el tiempo límite del mensaje que estaba dejando en el contestador de Max. El único ex marido del mundo tan desesperado por hacerte sentir como la peor persona del mundo que te envía cartas recriminándote cosas porque ignoras sus llamadas, sus mensajes, sus correos... Claro que la culpa es mía, por abrir la dichosa carta. Una parte muy, muy, pero que muy ingenua dentro de mí me decía que, si insistía tanto, quizás quería hacer las paces. No para volver juntos (NI MUERTA), sino para, al menos, quedar como amigos, o simples conocidos que se pueden saludar por la calle si se ven. Pero después de leer la manera en la que se ha desquitado conmigo en esa carta, de lo único que me van a entrar ganas es de abrirle la cabeza con mi buzón. ¿Cómo se había enterado de mi nueva dirección? Y lo que más me molestaba de todo, ¿por qué tenía que afectarme hasta el punto de hacerme llorar todo lo que ese imbécil me había dicho? A lo mejor porque temía encontrar algo de verdad en sus palabras. Fui a la cocina para lavar los platos, como siempre que algo me enfadaba; y también como siempre, mi enfado hacía que alguno de esos platos y vasos cayesen con más fuerza de la cuenta en el lavavajillas y sufríamos pérdidas. Involuntariamente. Di un respingo cuando noté que me sujetaban por la cintura, pero en seguida supe que se trataba de Alec al reconocer sus manos. Lo que no sabía es de dónde había salido.

-¡Ya llegué, cariño! ¿Me extrañaste? Por que yo si… - aunque ahora mismo reír me apetecía tanto como subir todas las escaleras del edificio a patita, cuando recibí su beso en mi mejilla tuve que esbozar una pequeña sonrisa. Pues sí que lo había echado de menos, sobre todo cuando Alec parece ser el único con el súper poder de animarme en mis peores bajones -Sé que estas molesta, y no te culpo, pero prometo compensártelo… ¿Que tal si…? - fruncí el ceño cuando me quitó los platos (cada uno se desahoga con lo que quiere, ¿vale?) pero al final me giré para enfrentarme a él, aunque mi mirada paseaba nerviosa por el suelo. Ni siquiera cuando su pulgar acarició mi barbilla me atreví a mirarle a los ojos -Jane…  preciosa… ¿Qué tienes? ¿Paso algo malo en mi ausencia? ¿Quieres que hablemos sobre lo que pasa? Dime algo, Jane… por favor, no te quedes callada…

-Pues... Pues qué me va a pasar. Que tus platos son tan horriblemente feos que le entran ganas de llorar a cualquiera - respondí, carraspeando un poco para eliminar el nudo que tenía en la garganta -Y que no te creas que me he olvidado de que te tocaba hacer la compra. No me he podido tomar mis galletas de chocolate y ya sabes lo sensible que soy yo para mis galletas - bueno, qué manías que tiene una como otras cualquiera. Los ojos empezaron a escocerme de nuevo, así que los froté rápido con el dorso de mi mano para que Alec no me viese llorar, pero creo que el gesto me delató lo suficiente. Me encaminé al sofá del salón, porque ambos sabemos que si le iba a contar mis problemas teníamos que sentarnos en ese sofá o no sería efectivo, otra de mis manías, y cuando me senté, subí mis piernas y me abracé a mis rodillas -¿Recuerdas que te dije que Max no paraba de intentar contactar conmigo y que yo no dejaba de ignorarle? Bien, pues hoy he encontrado una carta suya en el buzón, y como soy idiota, la he abierto pensando que por una vez en su vida no sería un capullo integral - sonreí de forma un tanto amarga, dándole a entender que efectivamente, había fallado estrepitosamente en mis deducciones -Me ha culpado de absolutamente todo, ¡cómo si él no hubiese descuidado nuestro matrimonio tanto o más que yo! Al menos yo no le engañé con nadie - pero como yo siempre tengo que ser la mala del cuento, resulta que eso TAMBIÉN LO HICE. Siendo sinceros, Max nunca terminó de tragar del todo a Alec, no le caía demasiado bien desde el principio, y aunque yo pensaba que se debía simplemente a incompatibilidad de caracteres, por lo visto lo único que pasaba es que no se terminaba de creer que entre él y yo sólo había una amistad. A día de hoy, está convencido de que tenía algo con Alec mientras seguíamos casados. Vale, admito que en los últimos coletazos de nuestro matrimonio, le prestaba más atención a mi mejor amigo que a mi marido, pero no es mi culpa que Max evolucionase a un ser inaguantable con el tiempo. Además, a mí me prestaba menos atención que al ficus de la entrada, y se nos acabó muriendo. Así que... -Vale, admito que yo puedo ser muy maniática, y que hasta que no me tomo el café por las mañanas no puedo dar ni los buenos días sin gruñir, pero en general... no soy tan horrible, ¿verdad? - pregunté, abrazándome con más fuerza a mis rodillas y sintiéndome realmente estúpida porque un imbécil como Max consiga hacerme sentir de esta manera. Pero quizás tenía más razón en esa carta de la que yo pensaba. Al fin y al cabo, Mina y yo habíamos dejado de hablarnos, y todo por mi culpa. Y a pesar de que ahora vivimos en el mismo edificio, soy incapaz de ir a hablar con ella por cobardía. La luz de un relámpago iluminó toda la habitación para ser seguido por el estruendo de un trueno. Miré con el ceño fruncido hacia la ventana -¡¡Silencio!! ¡Estoy intentando hundirme en mi miseria!
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