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Mensaje  ιzzy нale Sáb Jul 26, 2014 6:42 am

Isolda Westenra
Isolda Daenerys Westenra Hornwood
18 años Ex Ravenclaw Aprendiz de Sanación Orden del Fénix Sangre Pura
✖ con: James Potter en: San Mungo

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– ¿Nerviosa? – La agradable y profunda voz de mi tutor, el profesor Helbert Spleen, me hizo dar un pequeño respingo al ser traicionada por mis propios nervios. La teoría suele ser muy diferente a la práctica de los encantamientos curativos. Probablemente muchos dirán que es demasiado pronto para que una inexperta en el área de medicina mágica comience con las prácticas en el Hospital, pero el profesor Helbert era la clase de persona que nunca les negaba la oportunidad a sus estudiantes de Sanación. Suspiré quedamente tratando de ocultar como me sentía por dentro, a la vez que buscaba infundirme un poco de valor. – ¿Sinceramente, señor? Mentiría si le dijera que no. – Mi sentido del humor era prácticamente inexistente en situaciones que requieren de todo mi empeño y concentración, pero a pesar de no ser alguien afecta a bromear – a menos que Julie se encuentre conmigo –, me esforzaba en sonar optimista. – Descuide, lo hará bien. Todos pasamos por lo mismo alguna vez. Confíe en sus habilidades y nunca dude de sus capacidades. – me respondió amablemente con una sonrisa al percatarse de mi inseguridad, por lo que al oír tales palabras, asentí y sonreí suavemente en señal de agradecimiento por la confianza, mientras avanzábamos por los pasillos y me mostraba las alas dedicadas a pacientes que requerían cuidados especiales, explicándome a la vez el funcionamiento de todo el Hospital con la esperanza de que poco a poco me fuera familiarizando con el lugar. El profesor Helbert era un viejo amigo de mis padres y aunque Graham y yo lo conocíamos de toda la vida, era inevitable no sentirme abrumada por la inexperiencia ante lo que me esperaba. Por fortuna, el conocerlo desde hace tiempo me hacia sentir – en parte – un poco mas tranquila.  Justamente cuando las puertas del ascensor se abrieron de par en par y el profesor Helbert por caballerosidad y cortesía me cedía el paso para que ingresara primero, la agitada voz de una de las enfermeras de edad avanzada nos detuvo a medio camino. – Lamento mucho molestarlo, señor Spleen, pero solicitan urgentemente su presencia en la primera planta por envenenamiento de Acromántula – y sin perder un solo segundo, le entregó el expediente del paciente al profesor Helbert, quien de inmediato lo leyó, su ceño fruncido denotaba preocupación. – Voy de inmediato. – pero antes de retirarse se volvió se volvió para dedicarme una mirada a modo de disculpa. – Me temo que tendré que dejarla, señorita Westenra. Vera, por favor…. Encárguese de llevar a una de mis mejores estudiantes al ala dedicaba a los daños provocados por hechizos, y también le pido que la ayude en todo lo necesario. Tenemos un paciente que también requiere de atención inmediata. – sonrió jovialmente, como si supiera algo que yo no. – Confío en que sabrá manejar la situación, señorita Westenra. – dijo con sincera seguridad antes de entregarme una bata blanca. ‘¿M-manejarla? ¿Yo?’ – ¡Espere, profesor Helbert! – Demasiado tarde… las puertas del ascensor se habían cerrado por completo y lo último que vi fue la sonrisa del profesor Helbert deseándome suerte. Por alguna extraña razón sentía que mi corazón estaba a punto de colapsar. ‘¿Cómo manejaría la situación?’

‘Bien, aquí vamos…’ Inhalé y exhalé profundamente varias veces, antes de que los dos hombres que custodiaban la entrada y que tenían la pinta de 'Aurores', nos abrieran la puerta, y Vera tras unas breves intercambio de palabras con los hombres, me hiciera señas amigables para que pasara. Al darme cuenta de que por causa de mis titubeos la estaba haciendo esperar mas de la cuenta, desdoble la bata blanca que llevaba entre mis brazos y de inmediato me la puse. La estancia estaba sumida en un cómodo silencio que fue roto por los parloteos de una voz que me dejo ‘pasmada’, literalmente. Reconocía al dueño de esa voz…. lo que no esperaba era encontrarlo justamente aquí. ‘¿Se habría lastimado seriamente durante uno de los entrenamientos?’ Mi corazón se aceleró ante ese pensamiento. Si por un segundo me preocupé seriamente por él, esa preocupación se evaporó como cortina de humo en el momento en que Vera corrió la cortina dejando al descubierto la ‘escena’ frente a nosotras, causando que mi expresión de tornara ligeramente sombría. ‘Descarado’ fue mi pensamiento al verlo coqueteando desvergonzadamente con una de las enfermeras como si fuera lo más natural. Francamente, no sé que era lo que me molestaba… si ver en su rostro esa maldita sonrisa de Casanova mientras se deja ‘consentir’ por una de las enfermeras y ex compañeras, o… ver la como la ‘señorita ofrecida’ acaricia su rostro con una expresión embelesada; lo que me hizo pensar que entre estos dos 'había algo mas'. Estoy segura de que ninguno de los dos habría reparado en nuestra presencia, de no ser por la incómoda tos de Vera para sacarlos de su ‘jueguito’ al percatarse de mi expresión. – Gracias, Lucinda, a partir de ahora nosotras nos encargaremos del señor Potter. Puedes retirarte. – ‘La señorita ofrecida’ no tuvo otra opción que acatar aquella orden a regañadientes, y retirarse en silencio, claro… no sin antes aprovecharse de la situación y robarle un beso en los labios al sinvergüenza de James.
– Querida, encárgate de atender la herida del señor Potter, por favor. En el dispensario que se encuentra en esa pequeña esquina encontrarás todo lo necesario. Ahora vuelvo. – me pidió amablemente la señora Vera antes de cerrar la cortina,  dejándonos a solas, para colmo de mis nervios. ‘Dios… ¿Por qué a mi?’ pensé con frustración y malestar, evitando por todos los medios pensar en la ‘escena’ que presencie hace pocos segundos, solo esperaba que el furioso rubor en mis mejillas no me delatara. – ¿Y bien, Potter? ¿Se puede saber que fue lo que te pasó? ¿O es que acaso Edward y tú se han vuelto a meter en problemas con la ley muggle?– pregunté directamente, haciendo de cuenta que lo que vi no me importaba en lo absoluto, aunque la cruda realidad es que en el fondo me sentía molesta… demasiado molesta, y no entiendo expresamente por qué. Así que para evitar que cruzarme con su mirada, corrí la cortina con mas rudeza de la requerida y busqué todo lo necesario en el boticario, para luego sentarme en el borde de la cama, con una expresión seria y ceñuda. – Mira, Potter… no tengo todo el día, ¿entiendes eso, verdad?, así que deja a un lado los rodeos y… quítate la camisa para que pueda atenderte la herida que tienes en el torso. – El marcado rubor en mis mejillas se acentuó con esas simples palabras, por lo que corrí furiosamente la mirada para darle privacidad e instarlo a que se apresurara.      
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Mensaje  ιzzy нale Miér Jul 30, 2014 12:11 am

James Potter

_________James Sirius Potter
_________20 años - Ex Gryffindor ● Auror ● Sangre Mestiza ● Orden del Fénix.
_________» Con: Izzie WestenraEn San Mungo «



- No, no, escucha, cariño... - comencé a decir mientras me incorporaba en la cama. "Piensa, rápido, James..." - Obviamente me quería contactar contigo, pero tengo una vida tan ocupada que realmente sería injusto para ti no poderte dedicar el tiempo que te mereces, querida. - le expliqué, dedicándole una mirada apenada y esperando por dentro que no me soltara una bofetada si no creía una de mis más famosas excusas. Debía de tener un poco de compasión para un herido paciente, ¿no? Seguro que tenían alguna política que no les permitiera golpear a los pacientes...o eso esperaba. Al ver que en su cara se formó una sonrisa, que mostraba que mis palabras la habían conmovido, no pude evitar sonreír de oreja a oreja. - Oh, James... - dijo ella, poniendo su mano sobre mi hombro. - Es que eres tan dulce, considerado... - asentí al escuchar sus palabras. - Y no olvides guapo... - Claro que lo era, no la iba a dejar que se le olvidara ese detalle.. Tomé su otra mano. - Lo sé... - hice una larga pausa, tratando de recordar su nombre. - Lucrecia... - y en ese momento se alejó de mí para mirarme con el ceño fruncido. No, creo que no se llama Lucrecia. - Estoy bromeando. - me apresuré a decir, soltando una risa. Ella se cruzó de brazos, mirándome con una ceja en alto. - ¿Lucia? - ella negó con la cabeza. - Lucinda. - habló ella secamente. Chasqueé la lengua. - Yo iba a decir eso, sólo estaba bromeando. Es decir, si pudieras leer mentes sabrías que estaba pensando en tu hermoso nombre: Louise...es decir, Lucinda, ¡quise decir eso! - por su expresión pude adivinar que no estaba muy feliz, pero cuando estuvo a punto de decir algo la interrumpí, llevándome una mano a la herida y haciendo una mueca de dolor. - Lo siento tanto, es sólo que el dolor no me hace pensar bien. - le dije, gruñendo de dolor y dejándome caer de espaldas sobre la cama. - Lo siento tanto, James, no sabía que la estabas pasando tan mal, pero no te preocupes, estoy aquí para ti. - me dijo ella. Tomé su mano entre las mías, besándola y después apretándola con fuerza, mientras asentía, aún con una mueca de dolor en el rostro. - Eres un ángel. - le dediqué una sonrisa, a lo que ella acarició mi mejilla con su otra mano. Entonces, mi mirada se alejó de la de Lucrecia, para entonces ver algo incluso mejor. La sonrisa de mi rostro se ensanchó incluso más, en especial al tratar de aguantarme la risa. Esto iba a ser divertido.

– Gracias, Lucinda, a partir de ahora, nosotras nos encargaremos del señor Potter. Puedes retirarte. – Oh, Lucinda, si, ese es su nombre, ¿por qué no me lo podía grabar? Solté la mano de la chica, pero me tomó por sorpresa al besarme de la nada. Sonreí satisfecho...bien, eso había sido fácil, sólo esperaba no olvidarme de llamarla, si es que recordaba su nombre. – Querida, encárgate de atender la herida del señor Potter, por favor. En el dispensario que se encuentra en esa pequeña esquina encontrarás todo lo necesario. Ahora vuelvo. – Y esto se ponía cada vez mejor. Sin duda alguna, sabía el efecto que tenía en la hermosa Izzie y por su expresión, ella no estaba tan feliz al respecto. Me acomodé en la cama, tratando de ocultar la sonrisa de ganador que tenía en aquél momento.  – ¿Y bien, Potter? ¿Se puede saber que fue lo que te pasó? ¿O es que acaso Edward y tú se han vuelto a meter en problemas con la ley muggle?– No pude evitar reír un poco hacia aquello. No era nada nuevo que Edward y yo nos metiéramos en problemas. – Mira, Potter… no tengo todo el día, ¿entiendes eso, verdad?, así que deja a un lado los rodeos y… súbete la camisa para que pueda atenderte la herida que tienes en el torso. – en el momento que alejó su mirada, fue cuando finalmente solté una ligera risa.

- No pareces muy feliz, ¿ese es el modo en el que tratarás a todos tus pacientes? - pregunté, fingiendo que estaba ofendido al respecto. Solté un suspiro y negué con la cabeza. - Además, no necesitas voltearte, Izzie, te vas a perder el show. - me reí un poco mientras levantaba mi camisa para removerla con cuidado. - Siempre pensé que tendríamos que ir primero a una cita antes de que termináramos en esta situación, tú sabes. - le dije, aún con la misma sonrisa y lanzando la camisa al suelo, para después entrelazar los dedos detrás de la nuca. - ¿Qué acaso nunca habías visto un torso tan escultural como el mío? Déjame te digo, la chica de hace rato, Lucia, ella estaba muy impresionada y apuesto que quisiera estar en tus zapatos en este momento. - agregué sonriente. Después solté un suspiro. - Respecto a nuestro pequeño problema con la ley muggle, fue idea de Edward. - me defendí. - Bueno, no...fue mi idea, PERO en mi defensa, yo no tenía idea de que no podíamos orinar en un lugar público, porque, vamos, no es mi culpa que no haya baños en donde debería de haberlos. - hice una mueca, como si fuese lo más lógico del mundo. Bueno, tampoco sabía que no podías llamar imbéciles a los policías, pero se lo merecían...sin mencionar que tampoco sabía que no podías burlarte de sus caras, pero alguien le tenía que decir que definitivamente no era tan guapo como su madre le decía. - Y no es nada grave. - comencé a decir, refiriéndome a la herida. - Fue una de esas veces que parpadeas en el momento equivocado y de repente ya estás volando por los aires, y bueno, digamos que no tuve el mejor aterrizaje, evidentemente.. - expliqué, restandole importancia. - Ellos insistieron en traerme, como si mi vida peligrara o algo por el estilo. - giré los ojos, pero después ladeé un poco la cabeza. - Aunque ahora que lo pienso, puede que parpadee más seguido, es decir, si no aceptas mis invitaciones a cenar, es mejor que yo venga hacia acá y no tendrás opción más que ver esta hermosa cara, si es que no me la desfiguran en el intento. - le guiñé el ojo. - Debo de admitir, aún así, que esta no es mi idea de una velada romántica, pero podemos trabajar con esto, sólo es cuestión de que me declares tu amor. - sonreí de oreja a oreja, satisfecho de mis palabras. No había nada que me gustara más que sus miradas de odio, pero vamos, me empujaban a decir más idioteces.

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