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Mensaje  ιzzy нale Dom Jun 24, 2012 3:37 am




Elizabeth von Lattorf
as: Su alteza real, Lady Mary Elizabeth Catherine Anne von Lattorf, Princesa de Liechtenstein, Duquesa de Troppau y Jägerndorf
● 22 años # Campus # The Newbies # Facultad de Medicina # Cuarto año de Pediatría # Consejo de Estudiantes » Esgrima # Es voluntaria en el Hospital de Konstanz
[ Está con Andrew Townsend ;; En el Pueblo
]


Mi vida había cambiado radicalmente en los últimos meses y, no podía negar que sentía como si me sumiera en arenas movedizas, cada vez más profundas, sin saber en que momento tocarás fondo. La salud de mi padre se había complicado hasta el grado de que, como última esperanza, Regina y yo, nos vimos en la desesperada necesidad de recurrir a una riesgosa operación que podría salvarle la vida a mí padre, pero que a la vez era lo bastante riesgosa y complicada, incluso para los mismos médicos. Sin embargo, el corazón de mi padre no logró resistir la operación y a pesar de que los médicos hicieron todo lo que estuvo en sus manos para salvarle la vida durante la operación… al final no pudieron hacer nada para que pudiera vivir. El tumor que oprimía su corazón había empeorado su salud, debido a que día con día mi padre mostraba mayor dificultad para respirar, logrando que se desvaneciera con frecuencia. Incluso antes de tomar una decisión, los médicos habían hablado con el tío Georg y con Regina para comunicarles que como pronóstico mi padre viviría solo un año. La noticia de que mi padre tenía de plazo tan solo un año de vida, hizo que me sumiera en una profunda depresión de la que no sabía si lograría reponerme algún día. Las palabras de Regina habían quedado grabadas en mi mente y en lo más profundo de mí ser aquel día. Ahora sé que, de no haber sido por mi tío Georg… no habría podido resistir el peso del dolor que lentamente me estaba consumiendo. Mi padre… una de las personas que más he amado en la vida, se había ido para siempre y lo que más me dolía era saber que nunca más volveré a oír su voz otra vez, ni volveré a sentir la calidez que me embargaba cada vez que me abrazaba. Sus palabras llenas de afecto, amor y ternura, se convertirían en recuerdos que me abrumaban de tristeza y de nostalgia. Desde ese momento, mi vida se derrumbo como si se tratara de un castillo de arena... por que cuando pierdes a una persona debes aprender a vivir con el dolor de su pérdida, o… simplemente dejas que aquel dolor termine por consumirte. El que la vida se ensañara al arrebatarme primero a mi madre cuando era tan solo una niña y ahora a mi padre, me hacía preguntarme si habré echo algo malo en otra vida como para pagarlo con lágrimas y sufrimiento. Mi tío Georg decía que no debía pensar de esa manera, que no debía ser tan dura conmigo misma; que en ocasiones, nos es imposible comprender y aceptar los designios de la vida, al tratarse de pruebas que debemos afrontar y superar con la mayor fortaleza. Pero que sin importar las pruebas que nos depare la vida, debemos estar conscientes y preparados para superarlas. Por que… a pesar de que las personas que más hemos amado en la vida no estén a nuestro lado, nunca nos abandonan por que siempre vivirán en nuestro corazón. Sin duda alguna, las palabras de mi tío, han sido un gran consuelo al que me he aferrado desde entonces, por que en el fondo de mi corazón, sabía que él tenía toda la razón al decir que mis padres no desearían verme sufrir con su ausencia.

Lo cierto es que, nunca sabré como agradecerle a mis tíos lo buenos que han sido conmigo, prácticamente estaba en deuda con ellos por todo lo que han hecho por mí y esperaba de algún modo, poder devolverles todo lo que han hecho por mí. De la misma manera que esperaba poder algún día redimirle a Regina los sacrificios que ha hecho al considerarme y verme como a una “hija”. No podía negarlo… a pesar de que Regina no era mi madre, le guardaba un afecto sincero, dado a que siempre me ha procurado y ha velado por mí en cada aspecto de mi vida. Siempre he creído que las acciones de una persona dejan entrever sus verdaderas intenciones, por que aún cuando Regina era considerada “la dama de hierro”, había bondad en su interior. Lo sé por que a su manera… me ha demostrado su cariño. “Cuando me casé con tu padre, le prometí que siempre te cuidaría, te procuraría en cada momento de mi vida y que te querría como a una hija… y ahora que él ya no se encuentra a nuestro lado, me aseguraré de cumplir la promesa que le hice hasta donde alcancen mis fuerzas, de eso y mucho más puedes estar segura, querida Elizabeth... ”. Confieso que los años que pasé en el internado en Londres, fueron solitarios y a la vez tristes, por el hecho de estar alejada de todo lo que más he amado en la vida: mi familia, incluyendo a los Townsend a quienes siempre he considerado como parte de mi familia. No había un solo día en el que no añorara volver a casa y rodearme de aquel calor que un hogar es capaz de proporcionarte. Cuando me marché de Liechtenstein, tenía tan solo dieciséis años… y solo se nos permitía volver a casa para navidad. Mi papá y mis tíos me visitaban con frecuencia en el internado, aunque hubo un tiempo en el que papá dejó de ir, debido a que sus obligaciones lo mantenían bastante ocupado y, durante ese lapso únicamente recibía noticias suyas a través de las cartas que me enviaba. Por que el día menos pensado, mi tío Georg llegó acompañado de mi papá y, he decir que ese fue uno de los momento más felices de mí vida.

De la única persona que no había tenido noticias en mucho tiempo, era de Andrew, el único hijo de la familia Townsend. Desde que tengo memoria, Andrew siempre fue... mi mejor amigo, mi compañero de aventuras, mi alma gemela, aquel amigo fiel e incondicional que estuvo a mí lado y nunca por ningún motivo me abandonó, si no que siempre estaba ahí dispuesto a levantarme cada vez que me caía y a secar mis lágrimas borrando con su compañía todo pensamiento triste o pena que pudiera tener. La hermosa amistad que alguna vez nos unió solo podía compararse con la amistad de Woody y Andy en Toy Story; una amistad que traspasaba fronteras y que con el tiempo se fortalecía hasta convertirse en un lazo inquebrantable. Eran… tantos los bellos recuerdos de los momentos que compartí a lado Andrew que, me era difícil borrarlos de mi memoria. No había día en el que Andrew y su familia no estuvieran presentes en mis pensamientos. Los añoraba tanto… que a veces me despertaba creyendo que realmente estaban a mí lado, como antes. Incluso… los veía en sueños y al despertar no podía evitar sentirme abrumada por la tristeza por tratarse de un sueño y no de una realidad. Cada vez que le preguntaba a Regina por los Townsend, me respondía que al poco tiempo de que Andrew se marchó para ingresar a la universidad, sus padres renunciaron a sus empleos para poder ir a alcanzarlo en los Estados Unidos. En aquel entonces, la verdadera razón por la que no deseaba marcharme al internado, era por Andrew, no soportaba la idea de estar lejos de él… y tenía la corazonada de que si me marchaba, no volvería a verlo nunca y no podía permitir que me apartaran de su lado. Sin embargo, todo cambió cuando Andrew me habló de una oportunidad única en la vida, había recibido una beca para estudiar en el extranjero. Siempre supe que su mayor sueño fue poder tener la oportunidad de ir a la universidad y superarse en la vida… por lo que no pude evitar compartir su alegría ante la oportunidad que le brindaban, su felicidad era mi felicidad y solo deseaba lo mejor para Andrew. Ese día, Andrew y yo nos habíamos echo una promesa… nos juramos que sin importar lo lejos que estuviéramos el uno del otro, él me esperaría y algún día… vendría a buscarme. La promesa que nos hicimos fue una ilusión que llenó mi corazón de una esperanza de lo que podría depararnos el mañana, pero con el tiempo aquella promesa fue quedando en el olvido, por que desde entonces no volví a tener noticias de Andrew. Día con día me levantaba con la ilusión de encontrar una carta suya entre las que recibía, pero cada día era una desilusión que con el tiempo me hizo confirmar mi mayor miedo. Andrew se había olvidado de mí… y, lo más seguro es que bellos recuerdos de los momentos que pasamos juntos ya no significaban nada para él. Quizás… Regina tenía razón al decir que no debía mortificarme al pensar en Andrew y que, de la misma manera que él… debía continuar con mi vida. Lo cual he hecho, pero… me era difícil desprenderme de esos hermosos momentos que viví a su lado y que me hicieron tan feliz. Es por esa razón que, no había tenido el valor de desprender de la cadenita y del dije en forma de corazón que Andrew me obsequió con nuestras iníciales grabadas al reverso, el cual siempre llevaba conmigo como recuerdo de la promesa que nos hicimos y que por ningún motivo olvidaré.

Luego de abandonar la Universidad de Oxford, tomé la decisión de matricularme en la Universidad de Konstanz y continuar con la carrera de “Pediatría”. Una de las razones por las que había tomado esta decisión era por que deseaba estar cerca de mis primos. Alphonse se había llevado una grata sorpresa cuando le comuniqué que estudiaríamos juntos, no en la misma facultad, pero si en el mismo lugar, incluso Giselle se había alegrado. De alguna manera… el volver a mi hogar, estar cerca de las personas que amo, me hacía sentir feliz. Era una felicidad que no sentía en mucho tiempo, como si… una parte de mí hubiera vuelto llenándome de ilusión y de esperanza. El volver a ver a Paulina y a Lena después de tanto tiempo, fue de mis mayores alegrías, realmente no podía creer lo mucho que habían crecido, hacía seis años que no las veía y, ciertamente no podía sentirme más feliz de volver a verlas. Incluso al ver a Paulina no pude evitar derramar lágrimas de alegría, por siempre la he considerado y visto como a la hermana que siempre anhele tener. Paulina significaba eso y mucho más en mí vida. El día de hoy, me levantado desde temprano para irme al hospital de Konstanz, en donde era voluntaria y colaboraba como auxiliar de enfermera. A pesar de que aún me encontraba en el cuarto año de la carrera de “Pediatría”, tenía conocimientos acerca de la medicina en general y el estar en hospital como voluntaria me ayudaba a poner en práctica mis conocimientos para poder prestar un servicio a las personas y brindarles la ayuda que necesitaban. Había un ala especial para niños en el hospital y era con ellos con quien pasaba la mayor parte del tiempo desde que llegué al hospital. Todos los días me las ingeniaba para idear actividades entretenidas que los hicieran sonreír y divertirse; había días en los que nos daba por hacer manualidades, pintar, hacer figuras de papel, pero lo que más amaban los niños eran las historias de los cuentos de hadas que les leía. Los cuentos de hadas te llenan de fe, de esperanza y de alguna manera esperaba que las historias les transmitieran esa hermosa ilusión que de transmitían los cuentos de hadas. En cuanto el reloj marcó las 2:30 de la tarde, la enfermera con la que colaboraba me dio me indicó amablemente que podía ir a comer y regresar en una hora. Por lo que inmediatamente tomé mi abrigo del perchero, aprovechando que mis niños tomaban la siesta, por lo que debía apresurarme antes de que despertaran y no me vieran. El clima de Konstanz se asemejaba tanto al de Londres que, era imposible no recordarlo. Negué débilmente, mientras la lluvia y el viento golpeaban mi rostro… a juzgar por lo que me había dicho mi tío Georg por el clima tan atípico en este lugar, juro que hubiera creído que en cualquier momento entraría a la isla una tormenta tropical o algún huracán en categoría uno. Froté mis manos suavemente, cuando accidentalmente me choqué de frente con una persona que venía en sentido contrario. – Lo lamento mucho, no quise… – pero mis disculpas quedaron a medias, cuando al alzar la mirada me encontré con un hombre de ojos azules y profundos. “Esos ojos…” por alguna extraña razón, mi corazón había empezado a latir fuertemente, como si tuviera taquicardia. La boca de pronto se me había resecado, impidiendo que las palabras brotaran de mis labios. ¿Realmente era posible que…? – ¿A-Andrew? ¿Eres tú? – mi voz sonaba tan débil y vulnerable, que no me sorprendería que no me hubiera escuchado. Una voz en mí interior me decía a gritos que era él… lo sentía en mi corazón, por que si de algo estaba segura es que nunca podría olvidar esa mirada.


Última edición por ιzzy нale el Mar Jun 26, 2012 4:21 am, editado 5 veces
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Mensaje  ιzzy нale Dom Jun 24, 2012 3:41 am




Alphonse de Liechtenstein
as: SAR, el Príncipe: Alphonse Johannes Ferdinand de Liechtenstein Khaudari, Conde de Rietberg
● 19 años # Omega Chi Delta # The Charming Boys # Facultad de Humanidades # Primer año de Antropología # Fútbol (Capitán) » Esgrima
[ Está con Paulina Urdangarín ;; En la Biblioteca del Instituto
]


El pretender que mi hermana y yo teníamos una excelente relación, no logró engañar a papá. Todo era cuestión de intuición; por que cuando mi padre me pidió que lo acompañara a dar una caminata después de la cena, supuse que querría que habláramos al respecto. La plática que mantuvimos mi padre y yo esa noche me dejó en claro que, sin importar cuanto nos esforzáramos mi hermana y yo en guardar las apariencias y fingir que teníamos una excelente comunicación entre hermanos, era una situación delicada que comenzaba a preocupar a mi padre que, desde siempre ha sido consciente de que Giselle y yo, no éramos precisamente los clásicos hermanos que son muy unidos, capaces de tenerse la suficiente confianza para hablar y contarse sus problemas. Sé que a papá le gustaría que mi hermana y yo fuéramos unos hermanos más unidos, tal como él y mi tía Caroline lo fueron hace tiempo. Pero el problema es que Giselle a veces se comportaba de una manera tan caprichosa, siempre queriendo imponer su voluntad que sobrepasaba cualquier límite de tolerancia. Contrario a mi padre, yo no tenía ni la más mínima pizca de paciencia y eso conllevaba a que ignorara a mi propia hermana la mayor parte del tiempo. Difícilmente podría olvidar las palabras de mi padre, por que aunque me costara reconocerlo abiertamente, tenía razón. “Alphonse, debes entender que Giselle es tu hermana menor y por tanto debes ser más comprensivo con ella. Sé que tu hermana tiene un carácter difícil, no lo niego, pero intenta ponerte en su lugar tan solo por una vez y te darás cuenta de que tu hermana no es la persona caprichosa que tú mismo describes y que afirmas conocer. No cometas el error de apartarla y dejar que su relación de hermanos se fracture. No dejes que tu orgullo te impida acercarte a tu hermana… por que aunque aparente no necesitarte, ella te necesita tanto como Alois y Sophia. Tal vez ahora no lo veas, ni lo sientas de esa manera, pero con el tiempo lo entenderás…“. De la misma manera que mi padre esperaba llegar a entenderla, por que lo que menos deseaba era que mi propia hermana me viera como el “villano” de la historia. Como su hermano era mí deber cuidarla y no permitir que nada ni nadie le hicieran daño; quería creer que detrás de aquella faceta mi hermana tiene oculto su verdadero corazón; aún cuando sus acciones pongan en duda cuan sinceras pueden ser realmente. No necesariamente tuve que contarle a mi padre lo que “suponía” que pudo haberle pasado al móvil de mi hermana; mi padre era un hombre poco afecto a ser tomado por sorpresa, por lo que no me extrañó verlo reír cuando le conté que con lo descuidada e irresponsable que era su hija debió habérsele estropeado y que por esa razón se había inventado el pretexto de que lo había extraviado. Después de todo no era la primera vez que mi hermana perdía o descomponía algún aparato; por lo que podría decirse que estábamos acostumbrados; el lema de Giselle, en este caso, era que todo podía solucionarse con unos golpes y eso bastaría para que las cosas volvieran a funcionar. Y luego se preguntan por qué me le quedo viendo a mi hermana con cara de “¿acaso me estás tomando el pelo?”. Admito que tenía toda la intención dejar a mi hermana sin un móvil durante un tiempo, al menos para que aprendiera la lección y fuera más cuidadosa con sus cosas, pero mi padre no estuvo de acuerdo con la idea, por lo que entre los dos terminamos comprándole uno nuevo. Según él, para mi hermana debió haber sido suficiente castigo el estar más de un día incomunicada. No voy a negar que, a pesar de que mi padre y yo éramos muy diferentes me dio gusto volver a verlo; aún cuando la razón de su visita no era la que hubiéramos deseado. La desaparición de cuatro personas era un tema que me tenía inquieto… especialmente por mi hermana, por Lena, por Lizzie y… por Paulina.

Paulina… ¿De donde sacaba el valor suficiente como para mirarla a los ojos día tras día? ¿De verdad era tan cabrón como para seguir adelante con esto que le estaba haciendo? Empezaba a creer que ninguna persona se merecía lo que le estaba haciendo; llámenlo culpa o remordimiento, pero ya no estaba tan seguro de poder continuar con la farsa hasta las últimas consecuencias. Paulina era la mejor amiga de Lena, una de las personas más queridas en la vida de Lizzie, ¿podría continuar con la farsa hasta alcanzar el objetivo? ¿Tendría el valor de seguir mirando a Lena y a Lizzie a los ojos a costa del daño que le estaba haciendo a Paulina…? Una de las razones por las que había evitado a Paulina en los últimos días, ha sido por el sentimiento de culpa que lentamente se estaba apoderando de mí y que por razones que no eran nada fácil de entender me impedían conciliar el sueño. Se suponía que no debería sentir ninguna culpa ni remordimiento por mis acciones, pero todo era diferente por el simple hecho de que se trataba de Paulina. ¿Por qué de todas las chicas que hay en el instituto tuve que fijarme precisamente en ella? ¿Qué motivo me orilló a mirarla a los ojos esa noche?, daría lo que fuera por tratar de comprender por qué estaba haciendo esto, pero la única persona capaz de encontrar las respuestas a esas preguntas era yo. Nadie, ni siquiera mi padre sería capaz de ayudarme en el problema en el que me encontraba metido; por que si él supiera la verdad, estoy seguro que nunca me perdonaría. La relación que mantenía con Emma no era lo bastante complicada a decir verdad, incluso empiezo a creer que éramos más amigos con derechos que algo más. Lo que sentía por Emma no era precisamente “amor”, si no más bien atracción física; por que cuando estábamos juntos las palabras no eran precisamente el principal tema de conversación, si no todo lo contrario: menos charla y más acción, era lo habitual entre nosotros. La quería... pero no como realmente se merecía. Paulina y yo nos conocíamos desde hace algunos años, y cada vez que la veía no podía evitar recordar los momentos que pasamos juntos cuando éramos niños, a lado de Lena y de Lizzie. Eran momentos que, me hacían sonreír de forma súbita al remontarme a la vez en que nos conocimos. Llegué a creer que el recuerdo de ese día había quedado en el olvido, pero no fue así… por que recordaba cada detalle de aquel día como si lo hubiera vivido ayer. Recuerdo como la pequeña Paulina tropezó accidentalmente con la raíz de un árbol sobresaliendo en la tierra, lastimándose la rodilla, como me había acercado a ella para intentar consolarla, para después pedirle que se sostuviera fuertemente de mis hombros para que pudiera llevarla con Lizzie y curara el raspón que tenía en su rodilla. Esa fue la primera y última vez que sequé las lágrimas de Paulina, en aquel entonces era una niña pequeña que con su ternura logró conmoverme. Ha pasado tanto tiempo desde entonces que, los recuerdos del corto tiempo que convivimos cuando éramos niños eran la causa del remordimiento que sentía en el interior.

Lamentablemente, mis padres se habían marchado la noche, debido a que mi padre debía atender unos asuntos en la notaria el lunes por a tarde, pero antes de volver a Vaduz debían pasar por Sophie y Alois a casa de los abuelos y en vista de que Regina había echo también acto de presencia en la reunión al tratarse de la madrastra de Lizzie, a mi padre no le quedó más remedio que ofrecerse en llevar a Regina de vuelta a casa. Tanto mi padre como Regina no tenían una muy buena relación, pero sabían dejar de lado sus diferencias cuando se trataba de Lizzie. Viendo el lado positivo de la partida de mis padres, es que mi hermana se sentiría aliviada de no volverme a ver la cara en una semana o quizás hasta las vacaciones decembrinas. El día de hoy me había levantado más temprano que de costumbre, dado a que había quedado con Lena de acompañarla al pueblo a hacer unas compras. Lena era demasiado paranoica y de la misma manera que mi tía Isobel era bastante precavida, por lo que no me extraño ver la cantidad de dulces que compró para Paulina, para Lizzie, para Giselle y para ella. Aprovechando que habíamos ido al pueblo, Lena y yo no perdimos oportunidad de pasar por la librería y el solo echo de estar rodeado de montañas de libros me hizo recordar a Paulina y a la vez hizo que la echara de menos. Extraño, pero… así era. Habían pasado varios días desde la última vez que platicamos y… no podía negar que disfrutaba de su compañía y de su conversación. Paulina era una chica brillante, una de las personas más inteligentes que he conocido en toda mi vida y me hacía entender por qué Lena y ella eran tal para cual. En cuanto dejé a Lena en el instituto… aproveché en darme una vuelta por la habitación de Giselle, no sin antes llamar a la puerta, pero en vista de que ninguna de sus compañeras respondió, me aventuré a entrar y dejar encima de su cama una caja adornada con un moño rosado, evidentemente la caja no estaba envuelta en papel, por lo que enseguida se notaba que se trataba de un teléfono móvil, a lado de la caja dejé una nota. Me había visto tentado en dejarle únicamente el móvil sin una nota, pero después lo pensé mejor y conociendo a mi hermana… seguramente se emocionaría al pensar que Edward le había enviado el móvil y no quería que pensara eso. Ya tenía suficiente con saber que Giselle estaba interesada en ese sinvergüenza y lo peor era que “aparentemente” él también estaba interesado en ella. Por otro lado, una de las cosas que más curiosas que me había pasado en estos días, ha sido el haber conocido a Jessica, la chica que venía de intercambio. No muchas personas se mostraban interesadas en apoyar a los refugios animales y su interés llamó mi atención, por lo que no dudé en acompañarla a la recaudación que se haría a beneficio del refugio. A mí parecer, Jessica parece ser la clase de chica que se preocupa por su entorno y… eso era bueno por que muy pocas personas son conscientes del daño que hacen al planeta al no cuidar su flora y su fauna. Por lo poco que conversamos ese día, se me hizo una chica interesante. Aunque… había algo en su mirada que me intrigaba, pero era imposible que Jessica y yo nos hubiéramos conocido antes, debido a que era la primera vez que pisaba Konstanz, por lo que debía descartar aquella idea.

Lamentablemente, mis padres se habían marchado la noche, debido a que mi padre debía atender unos asuntos en la notaria el lunes por a tarde, pero antes de volver a Vaduz debían pasar por Sophie y Alois a casa de los abuelos y en vista de que Regina había echo también acto de presencia en la reunión al tratarse de la madrastra de Lizzie, a mi padre no le quedó más remedio que ofrecerse en llevar a Regina de vuelta a casa. Tanto mi padre como Regina no tenían una muy buena relación, pero sabían dejar de lado sus diferencias cuando se trataba de Lizzie. Viendo el lado positivo de la partida de mis padres, es que mi hermana se sentiría aliviada de no volverme a ver la cara en una semana o quizás hasta las vacaciones decembrinas. El día de hoy me había levantado más temprano que de costumbre, dado a que había quedado con Lena de acompañarla al pueblo a hacer unas compras. Lena era demasiado paranoica y de la misma manera que mi tía Isobel era bastante precavida, por lo que no me extraño ver la cantidad de dulces que compró para Paulina, para Lizzie, para Giselle y para ella. Aprovechando que habíamos ido al pueblo, Lena y yo no perdimos oportunidad de pasar por la librería y el solo echo de estar rodeado de montañas de libros me hizo recordar a Paulina y a la vez hizo que la echara de menos. Extraño, pero… así era. Habían pasado varios días desde la última vez que platicamos y… no podía negar que disfrutaba de su compañía y de su conversación. Paulina era una chica brillante, una de las personas más inteligentes que he conocido en toda mi vida y me hacía entender por qué Lena y ella eran tal para cual. En cuanto dejé a Lena en el instituto… aproveché en darme una vuelta por la habitación de Giselle, no sin antes llamar a la puerta, pero en vista de que ninguna de sus compañeras respondió, me aventuré a entrar y dejar encima de su cama una caja adornada con un moño rosado, evidentemente la caja no estaba envuelta en papel, por lo que enseguida se notaba que se trataba de un teléfono móvil, a lado de la caja dejé una nota. Me había visto tentado en dejarle únicamente el móvil sin una nota, pero después lo pensé mejor y conociendo a mi hermana… seguramente se emocionaría al pensar que Edward le había enviado el móvil y no quería que pensara eso. Ya tenía suficiente con saber que Giselle estaba interesada en ese sinvergüenza y lo peor era que “aparentemente” él también estaba interesado en ella. Por otro lado, una de las cosas que más curiosas que me había pasado en estos días, ha sido el haber conocido a Jessica, la chica que venía de intercambio. No muchas personas se mostraban interesadas en apoyar a los refugios animales y su interés llamó mi atención, por lo que no dudé en acompañarla a la recaudación que se haría a beneficio del refugio. A mí parecer, Jessica parece ser la clase de chica que se preocupa por su entorno y… eso era bueno por que muy pocas personas son conscientes del daño que hacen al planeta al no cuidar su flora y su fauna. Por lo poco que conversamos ese día, se me hizo una chica interesante. Aunque… había algo en su mirada que me intrigaba, pero era imposible que Jessica y yo nos hubiéramos conocido antes, debido a que era la primera vez que pisaba Konstanz, por lo que debía descartar aquella idea.

Caminaba por los pasillos del instituto con la esperanza de poder ver a Paulina, aunque de lejos, pero sabía con toda seguridad que no la encontraría. Consciente de que mis pasos me guiarían al único lugar en donde Paulina y yo podíamos conversar con total libertad sin ser molestados… al encontrarme lo bastante cerca de la biblioteca, decidí correr el riesgo de echar un vistazo. A penas puse un pie en aquel lugar, no pude evitar sentirme embargado por una momentánea tranquilidad; a Sarah, la bibliotecaria, nunca le ha extrañado mi presencia, si no todo lo contrario, siempre que venía se mostraba afectuosa y me saludaba amablemente. Cuando cursaba en el instituto, solía pasar largas horas en la biblioteca estudiando para los exámenes o simplemente leyendo cuando necesitaba estar a solas sin ser molestado. Recorrí con la mirada cada una de las mesas, cuando de pronto la vi… y una súbita y suave sonrisa curvó mis labios. Como de costumbre… Paulina ocultaba su rostro detrás de un libro, inmersa en su lectura. Podía incluso visualizar mentalmente su rostro, imaginando cada palabra, cada frase en su mente. La imaginación de Paulina era increíble… y el escucharla hablar con tanta ilusión de su gran amor por los libros y por los cuentos, me hacía darme cuenta de que corazón aún era el de una niña. Cuidadosamente me fui acercando para no molestarla durante su lectura. Al estar lo bastante cerca de ella, me dediqué a observar la manera en que su cabello caía sobre sus hombros, por lo que tuve que contener el impulso de colocar una mano sobre su hombro. Sin embargo, al parecer algo delató mi presencia a sus espaldas, por que sus palabras no dudaron en hacerme reír gravemente. – Bueno… ya sabes lo que dicen, ¿qué es la vida sin un poco de riesgo? – la bordeé para situarme a su lado y tener oportunidad de mirarla a los ojos, por primera vez luego de varios días, con una evidente sonrisa enmarcando mi rostro. Tenía la impresión de que Paulina inmediatamente se percataría de que había parafraseado a Sirius Black y esperaba que de alguna manera eso la hiciera sonreír. Si hay algo que me he dado cuenta es que Paulina y yo teníamos algunas cosas en común, como por ejemplo, ambos éramos hermanos mayores y cuidábamos demasiado de nuestros hermanos menores. Y tanto a sus hermanos como a los míos, les encantaba que les leyera los libros de Harry Potter una y otra vez. Aunque, Sophie no podía evitar llorar una y otra vez cada vez se los leía. – Si supongo que tienes razón, por que otra persona en tu lugar, me habría golpeado hasta el cansancio con el libro que tienes en la mano – comenté en un intento por bromear, mientras observaba con una sonrisa como jugaba con la orilla del libro y me percataba del rubor que teñía sus mejillas. Una pequeña manía de Paulina a la que comenzaba a acostumbrarme por que de alguna manera el rubor en sus mejillas la hacía ver más… dulce e inocente de lo que verdaderamente era. – Bien gracias ellos… – dije con una pequeña sonrisa a manera de agradecimiento cuando preguntó amablemente por mis padres, pero mi respuesta quedó a medias cuando agregó que Lizzie le había dicho que se encontraban en la misma, lo cual me hizo reír discretamente al tiempo que negaba involuntariamente con la cabeza. De la misma manera que con Lena… Paulina y Lizzie eran muy unidas y no extrañaba que estuviera enterada de que mis padres se encontraban aquí. – Lo sé… – esta vez fue mi turno de adelantarme, medio segundo antes de que continuara. – Lo que quiero decir es que… me imaginé que tus padres también se encontraba aquí y… tanto Lena como Lizzie me dijeron que estabas un poco desanimada por que tus padres habían venido, pero sin tus hermanos – me expliqué mejor, debido el involuntario “lo sé” que brotó de mí había quedado sin explicación a lo que quería decir. – No, descuida no tienes por qué disculparte… – dije inmediatamente al ver su expresión incómoda y apenada. En ese momento, involuntariamente tomé su mano, la cual se encontraba encima de la mesa, como en un intento de reconfortarla para que no se sintiera mal. – Entiendo… no tienes de que preocuparte. Soy yo el que debería pedirte una disculpa si por un momento te sentiste presionada, no fue intención – señalé mirándole con evidente sinceridad en mis palabras. Sabía muy bien que Paulina era una persona de pocas palabras con las personas a su alrededor. Lo cierto es que, Paulina ni yo éramos cercanos y… era comprensible. Por que si hay algo de lo que he podido darme cuenta es que estaba llena de inseguridad… lo cual notaba su mirada y en su manera hablar, dado a que era muy afecta a ponerse nerviosa. – No digas eso… por que más bien ese dicho se aplica a la gente molesta y hasta donde sé, tú no eres así… – dije en un intento por tranquilizarla; al darme cuenta que sostenía involuntariamente su mano entre la mía y que la acariciaba suavemente con el pulgar, deslicé mi mano para romper el contacto que teníamos de la manera más natural. – Por que al contrario, te confieso que me alegra un poco el saber que mi presencia te ha “mal influenciado” en ese sentido – dije a modo de broma, mientras reía. Quizás… “mal influenciar” no era precisamente la palabra correcta; si Lena y Lizzie se enteraran de que estoy siendo una mala influencia para Paulina me asesinarían, pero a diferencia de la primera vez que hablamos habíamos logrado un gran avance... por que en el fondo, no puedo negar que me gustaría que Paulina viera en mí a un amigo.
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Mensaje  ιzzy нale Dom Jul 08, 2012 2:54 am




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[ Está con Andrew Townsend ;; En la Pueblo ]

Mi vida había cambiado radicalmente en los últimos meses y, no podía negar que sentía como si me sumiera en arenas movedizas, cada vez más profundas, sin saber en que momento tocarás fondo. La salud de mi padre se había complicado hasta el grado de que, como última esperanza, Regina y yo, nos vimos en la desesperada necesidad de recurrir a una riesgosa operación que podría salvarle la vida a mí padre, pero que a la vez era lo bastante riesgosa y complicada, incluso para los mismos médicos. Sin embargo, el corazón de mi padre no logró resistir la operación y a pesar de que los médicos hicieron todo lo que estuvo en sus manos para salvarle la vida durante la operación… al final no pudieron hacer nada para que pudiera vivir. El tumor que oprimía su corazón había empeorado su salud, debido a que día con día mi padre mostraba mayor dificultad para respirar, logrando que se desvaneciera con frecuencia. Incluso antes de tomar una decisión, los médicos habían hablado con el tío Georg y con Regina para comunicarles que como pronóstico mi padre viviría solo un año. La noticia de que mi padre tenía de plazo tan solo un año de vida, hizo que me sumiera en una profunda depresión de la que no sabía si lograría reponerme algún día. Las palabras de Regina habían quedado grabadas en mi mente y en lo más profundo de mí ser aquel día. Ahora sé que, de no haber sido por mi tío Georg… no habría podido resistir el peso del dolor que lentamente me estaba consumiendo. Mi padre… una de las personas que más he amado en la vida, se había ido para siempre y lo que más me dolía era saber que nunca más volveré a oír su voz otra vez, ni volveré a sentir la calidez que me embargaba cada vez que me abrazaba. Sus palabras llenas de afecto, amor y ternura, se convertirían en recuerdos que me abrumaban de tristeza y de nostalgia. Desde ese momento, mi vida se derrumbo como si se tratara de un castillo de arena... por que cuando pierdes a una persona debes aprender a vivir con el dolor de su pérdida, o… simplemente dejas que aquel dolor termine por consumirte. El que la vida se ensañara al arrebatarme primero a mi madre cuando era tan solo una niña y ahora a mi padre, me hacía preguntarme si habré echo algo malo en otra vida como para pagarlo con lágrimas y sufrimiento. Mi tío Georg decía que no debía pensar de esa manera, que no debía ser tan dura conmigo misma; que en ocasiones, nos es imposible comprender y aceptar los designios de la vida, al tratarse de pruebas que debemos afrontar y superar con la mayor fortaleza. Pero que sin importar las pruebas que nos depare la vida, debemos estar conscientes y preparados para superarlas. Por que… a pesar de que las personas que más hemos amado en la vida no estén a nuestro lado, nunca nos abandonan por que siempre vivirán en nuestro corazón. Sin duda alguna, las palabras de mi tío, han sido un gran consuelo al que me he aferrado desde entonces, por que en el fondo de mi corazón, sabía que él tenía toda la razón al decir que mis padres no desearían verme sufrir con su ausencia.

Lo cierto es que, nunca sabré como agradecerle a mis tíos lo buenos que han sido conmigo, prácticamente estaba en deuda con ellos por todo lo que han hecho por mí y esperaba de algún modo, poder devolverles todo lo que han hecho por mí. De la misma manera que esperaba poder algún día redimirle a Regina los sacrificios que ha hecho al considerarme y verme como a una “hija”. No podía negarlo… a pesar de que Regina no era mi madre, le guardaba un afecto sincero, dado a que siempre me ha procurado y ha velado por mí en cada aspecto de mi vida. Siempre he creído que las acciones de una persona dejan entrever sus verdaderas intenciones, por que aún cuando Regina era considerada “la dama de hierro”, había bondad en su interior. Lo sé por que a su manera… me ha demostrado su cariño. “Cuando me casé con tu padre, le prometí que siempre te cuidaría, te procuraría en cada momento de mi vida y que te querría como a una hija… y ahora que él ya no se encuentra a nuestro lado, me aseguraré de cumplir la promesa que le hice hasta donde alcancen mis fuerzas, de eso y mucho más puedes estar segura, querida Elizabeth... ”. Confieso que los años que pasé en el internado en Londres, fueron solitarios y a la vez tristes, por el hecho de estar alejada de todo lo que más he amado en la vida: mi familia, incluyendo a los Townsend a quienes siempre he considerado como parte de mi familia. No había un solo día en el que no añorara volver a casa y rodearme de aquel calor que un hogar es capaz de proporcionarte. Cuando me marché de Liechtenstein, tenía tan solo dieciséis años… y solo se nos permitía volver a casa para navidad. Mi papá y mis tíos me visitaban con frecuencia en el internado, aunque hubo un tiempo en el que papá dejó de ir, debido a que sus obligaciones lo mantenían bastante ocupado y, durante ese lapso únicamente recibía noticias suyas a través de las cartas que me enviaba. Por que el día menos pensado, mi tío Georg llegó acompañado de mi papá y, he decir que ese fue uno de los momento más felices de mí vida.

De la única persona que no había tenido noticias en mucho tiempo, era de Andrew, el único hijo de la familia Townsend. Desde que tengo memoria, Andrew siempre fue... mi mejor amigo, mi compañero de aventuras, mi alma gemela, aquel amigo fiel e incondicional que estuvo a mí lado y nunca por ningún motivo me abandonó, si no que siempre estaba ahí dispuesto a levantarme cada vez que me caía y a secar mis lágrimas borrando con su compañía todo pensamiento triste o pena que pudiera tener. La hermosa amistad que alguna vez nos unió solo podía compararse con la amistad de Woody y Andy en Toy Story; una amistad que traspasaba fronteras y que con el tiempo se fortalecía hasta convertirse en un lazo inquebrantable. Eran… tantos los bellos recuerdos de los momentos que compartí a lado Andrew que, me era difícil borrarlos de mi memoria. No había día en el que Andrew y su familia no estuvieran presentes en mis pensamientos. Los añoraba tanto… que a veces me despertaba creyendo que realmente estaban a mí lado, como antes. Incluso… los veía en sueños y al despertar no podía evitar sentirme abrumada por la tristeza por tratarse de un sueño y no de una realidad. Cada vez que le preguntaba a Regina por los Townsend, me respondía que al poco tiempo de que Andrew se marchó para ingresar a la universidad, sus padres renunciaron a sus empleos para poder ir a alcanzarlo en los Estados Unidos. En aquel entonces, la verdadera razón por la que no deseaba marcharme al internado, era por Andrew, no soportaba la idea de estar lejos de él… y tenía la corazonada de que si me marchaba, no volvería a verlo nunca y no podía permitir que me apartaran de su lado. Sin embargo, todo cambió cuando Andrew me habló de una oportunidad única en la vida, había recibido una beca para estudiar en el extranjero. Siempre supe que su mayor sueño fue poder tener la oportunidad de ir a la universidad y superarse en la vida… por lo que no pude evitar compartir su alegría ante la oportunidad que le brindaban, su felicidad era mi felicidad y solo deseaba lo mejor para Andrew. Ese día, Andrew y yo nos habíamos echo una promesa… nos juramos que sin importar lo lejos que estuviéramos el uno del otro, él me esperaría y algún día… vendría a buscarme. La promesa que nos hicimos fue una ilusión que llenó mi corazón de una esperanza de lo que podría depararnos el mañana, pero con el tiempo aquella promesa fue quedando en el olvido, por que desde entonces no volví a tener noticias de Andrew. Día con día me levantaba con la ilusión de encontrar una carta suya entre las que recibía, pero cada día era una desilusión que con el tiempo me hizo confirmar mi mayor miedo. Andrew se había olvidado de mí… y, lo más seguro es que bellos recuerdos de los momentos que pasamos juntos ya no significaban nada para él. Quizás… Regina tenía razón al decir que no debía mortificarme al pensar en Andrew y que, de la misma manera que él… debía continuar con mi vida. Lo cual he hecho, pero… me era difícil desprenderme de esos hermosos momentos que viví a su lado y que me hicieron tan feliz. Es por esa razón que, no había tenido el valor de desprender de la cadenita y del dije en forma de corazón que Andrew me obsequió con nuestras iníciales grabadas al reverso, el cual siempre llevaba conmigo como recuerdo de la promesa que nos hicimos y que por ningún motivo olvidaré.

Luego de abandonar la Universidad de Oxford, tomé la decisión de matricularme en la Universidad de Konstanz y continuar con la carrera de “Pediatría”. Una de las razones por las que había tomado esta decisión era por que deseaba estar cerca de mis primos. Alphonse se había llevado una grata sorpresa cuando le comuniqué que estudiaríamos juntos, no en la misma facultad, pero si en el mismo lugar, incluso Giselle se había alegrado. De alguna manera… el volver a mi hogar, estar cerca de las personas que amo, me hacía sentir feliz. Era una felicidad que no sentía en mucho tiempo, como si… una parte de mí hubiera vuelto llenándome de ilusión y de esperanza. El volver a ver a Paulina y a Lena después de tanto tiempo, fue de mis mayores alegrías, realmente no podía creer lo mucho que habían crecido, hacía seis años que no las veía y, ciertamente no podía sentirme más feliz de volver a verlas. Incluso al ver a Paulina no pude evitar derramar lágrimas de alegría, por siempre la he considerado y visto como a la hermana que siempre anhele tener. Paulina significaba eso y mucho más en mí vida. El día de hoy, me levantado desde temprano para irme al hospital de Konstanz, en donde era voluntaria y colaboraba como auxiliar de enfermera. A pesar de que aún me encontraba en el cuarto año de la carrera de “Pediatría”, tenía conocimientos acerca de la medicina en general y el estar en hospital como voluntaria me ayudaba a poner en práctica mis conocimientos para poder prestar un servicio a las personas y brindarles la ayuda que necesitaban. Había un ala especial para niños en el hospital y era con ellos con quien pasaba la mayor parte del tiempo desde que llegué al hospital. Todos los días me las ingeniaba para idear actividades entretenidas que los hicieran sonreír y divertirse; había días en los que nos daba por hacer manualidades, pintar, hacer figuras de papel, pero lo que más amaban los niños eran las historias de los cuentos de hadas que les leía. Los cuentos de hadas te llenan de fe, de esperanza y de alguna manera esperaba que las historias les transmitieran esa hermosa ilusión que de transmitían los cuentos de hadas. En cuanto el reloj marcó las 2:30 de la tarde, la enfermera con la que colaboraba me dio me indicó amablemente que podía ir a comer y regresar en una hora. Por lo que inmediatamente tomé mi abrigo del perchero, aprovechando que mis niños tomaban la siesta, por lo que debía apresurarme antes de que despertaran y no me vieran. El clima de Konstanz se asemejaba tanto al de Londres que, era imposible no recordarlo. Negué débilmente, mientras la lluvia y el viento golpeaban mi rostro… a juzgar por lo que me había dicho mi tío Georg por el clima tan atípico en este lugar, juro que hubiera creído que en cualquier momento entraría a la isla una tormenta tropical o algún huracán en categoría uno. Froté mis manos suavemente, cuando accidentalmente me choqué de frente con una persona que venía en sentido contrario. – Lo lamento mucho, no quise… – pero mis disculpas quedaron a medias, cuando al alzar la mirada me encontré con un hombre de ojos azules y profundos. “Esos ojos…” por alguna extraña razón, mi corazón había empezado a latir fuertemente, como si tuviera taquicardia. La boca de pronto se me había resecado, impidiendo que las palabras brotaran de mis labios. ¿Realmente era posible que…? – ¿A-Andrew? ¿Eres tú? – mi voz sonaba tan débil y vulnerable, que no me sorprendería que no me hubiera escuchado. Una voz en mí interior me decía a gritos que era él… lo sentía en mi corazón, por que si de algo estaba segura es que nunca podría olvidar esa mirada.

ιzzy нale
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Mensaje  ιzzy нale Dom Jul 29, 2012 12:22 am




Elizabeth von Lattorf
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[ Está con Andrew Townsend ;; En el exterior del instituto ]

Desilusionada, era la palabra que mejor describía la manera en que me sentía. De haber sabido que Andrew Townsend se encontraba dando clases en la isla, probablemente me habría replanteado la idea de abandonar Oxford, ante su indiferencia. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que nos vimos que, absurdamente, soñaba con la idea de que cuando volviéramos a vernos… todo sería como antes: que Andrew me sonreiría de esa manera tan dulcemente encantadora - y tan propia de él - y me estrecharía fuertemente entre sus brazos. No había un solo día en el que no pensara en él, el anhelo de volver a verlo era tan grande que, durante una de las habituales salidas en el internado, creí verlo caminando por las calles de Londres. Recuerdo haber gritado su nombre y correr detrás de él para alcanzarlo, únicamente desilusionarme y sentirme gradualmente avergonzada ante el hecho de haberlo confundido por detrás con alguien más, pero tal parece que Regina tenía razón: “Él decidió continuar con su vida, querida, y tú deberías hacer lo mismo”. Tenía la plena seguridad de que, cuando volviera a ver a Andrew encontraría la respuesta al por qué no respondió ninguna de mis cartas en todos esos años, que me daría… por lo menos una explicación al por qué de su abandono. Pero ahora lo sé… y todo indica que se ha olvidado de mí… que todo lo que vivimos siendo unos niños, ahora no eran más que simples recuerdos que fueron quedando en el olvido y que carecían de significado para él. La indiferencia de Andrew, me dejaba en claro que Regina tenía razón, él había decidido seguir adelante y… yo no tenía cabida en su nueva vida. Él ahora profesor de física en el instituto y por tanto debía ocuparse de nuevas responsabilidades, lo cual entendía a la perfección. Andrew siempre fue muy maduro y responsable en todo sentido. Pero entonces… ¿por qué me sentía tan… decepcionada? ¿Cómo si algo no estuviera bien? Quizás, por que esperaba… un reencuentro más emotivo, no lo sé… ni siquiera yo misma estoy tan segura de saber que era lo que esperaba al volverlo, luego de seis largos años. Tenía la esperanza de que cuando Andrew y yo nos volviéramos a ver tendría… cientos de cosas por decirle: empezando por confesarle cuanto lo he extrañado y la falta que me ha hecho en todos estos años, que no hubo un solo día en el que no pensara en él y en el que deseara con todas mis fuerzas correr a su lado. En el fondo, lo que más me dolía - además de su indiferencia - era que apenas y fue capaz de reconocerme. ¿Tanto había cambiado como para llegar a ese punto? Por que aún después de todo este tiempo, al verlo justo frente a mí, no pude evitar dejar llevarme por la corazonada de que era él… lo cierto es que, no sabía si se trataba de un sueño o no… pero por su mirada… la forma y el color de sus ojos… me decían que era él… que era Andrew.

No me atrevía a cuestionar la indiferencia de Andrew, pero el que estuviera precisamente aquí era… abrumador que a la vez no podía evitar sentirme… feliz por el hecho de volver a verlo. Después de todo, Andrew siempre será una de las mayores alegrías que tenía y nada podrá cambiar lo que… por dentro siempre he sentido por él. Desde ese día, Andrew y yo no habíamos vuelto a cruzar palabra… el que nos quedáramos atrapados en el pueblo a causa de la tormenta impidió que él volviera al instituto y yo pudiera volver a la universidad. Al parecer no era la única que había recibido un llamado de atención por haber estado fuera de la universidad a horas inadecuadas, pero cuando les expliqué que era voluntaria en el hospital de Konstanz y que mi turno terminaba hasta las nueve de la noche, comprendieron la situación y todo por que extrañamente Andrew intercedió por mí diciendo que no era recomendable abandonar el hospital cuando la tormenta azotaba con más intensidad que nunca. El que me hubiera salvado de la “suspensión” al pueblo durante todo el mes de Octubre, no me hacía sentir mejor. Es por esa razón que, había hablado al hospital para avisar que me ausentaría durante todo el mes. Lo sentía mucho por mis niños, pero la promesa de que iría a verlos los el próximo mes pareció reconfortarlos y se sintieron mucho más tranquilos, ya que por un momento llegaron a creer que me olvidaría de ellos, pero les hice saber que eso jamás sucedería y que esperarían ansiosamente la llegada del mes de noviembre para volver a vernos. Es increíble como en tan poco tiempo una persona es capaz de cambiar tu vida, por lo que esos pequeños ya formaban parte de ella. El día de hoy, me había saltado la hora del almuerzo para ir al instituto y pedir autorización al director Harris y su esposa, la Sra. Harris que era la consejera escolar, para colgar en el tablón de anuncios un cartel para aquellos que estuvieran interesados en inscribirse en uno de los cursos que oficiaba la universidad como parte de la planificación de actividades. La idea surgió entre los miembros del consejo de estudiantes por el hecho de que deseamos incentivar cursos únicos y poco convencionales. En Oxford, había tenido la oportunidad de inscribirme y asistir a este curso llamado: Harry Potter y la Edad de la Ilusión. Y debo decir que quedé maravillada por los temas que se abordaron durante el curso. Entre todos los miembros, habíamos logrado ponernos en contacto con las personas encargadas y habían accedido a impartir el curso en la universidad. El curso se enfocaba más a los que son amantes de la literatura, por lo que ya me podía imaginar las reacciones de Paulina y de Helena en cuanto leyeran el cartel, un hecho que me hizo sonreír mientras caminaba con varios carteles en brazos y repartía algunos volantes a los estudiantes que me encontraba en el camino. En cuanto llegué al tablón de anuncios, me dispuse a colgar uno de los carteles… en ese momento, divisé cerca de mí una silueta que no dudé en reconocer, pero que si me tomó por sorpresa al darme cuenta de quien se trataba por que inmediatamente mi corazón empezó a latir de una manera nerviosa y desmesurada. – ¡Andrew! hola… – lo saludé, con grata sorpresa, pero a la vez tratando de no dejar en evidencia lo nerviosa que me sentía por volver a verlo tras varios días. – Tú… ¿Cómo estás? – fue lo único lógico que atiné a preguntarle, en un intento por disimular la mezcla de sentimientos que no podía evitar sentir desde aquel día. – Guau, ¿harán una recaudación para los animales del refugio? – pregunté, con notorio interés y a la vez sintiendo una gran alegría al leer el cartel que estaba colgando en tablón. Mis padres, aún a raíz de sus obligaciones, nunca dejaron de luchar por la conservación y recuperación del mundo natural. Ambos eran activistas ambientales y, al igual que ellos, me dedicaba apoyar incondicionalmente a Greenpeace, del cual era activista. A pesar de que Regina siempre ha estado en contra de ello, yo estaba decidida a continuar con la labor de mis padres. – Si en algo te puedo ayudar, no dudes en decirme, por favor… – le pedí, sinceramente esbozando una sonrisa. Quizás, la distancia había fracturado la amistad que alguna vez nos unió y… lo que realmente temía es que el daño fuera irremediable. ¿En verdad se había olvidado de mí?
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