[ # ] Clara Faulkner

Clara Faulkner

as: Clara Madeleine Faulkner
17 años ● Miembro de la Casa de Slytherin ● Séptimo año
● Animaga Ilegal (Loba Blanca) ● Sangre Pura
[ Está con: Charlus Potter ;; En lugar secreto ]

– Todo indica que ese vándalo, libertino, esta decidido a arriesgar el anonimato de nuestro mundo; y lo peor es que arrastra a los demás para que cometan los mismos errores. – Escuché que mi padre le decía a mi madre con una cruda determinación que me desconcertó al entrar al comedor. – Buenos días, padre. Buenos días, madre. ¿Puedo saber de quien o quienes están hablando? – dije saludando respetuosamente a cada uno con una suave sonrisa en el rostro, al tiempo que los besaba con cariño en la mejilla, y les miraba con extraña curiosidad por el tema del que conversaban. Seguidamente, Tyrwyn, uno de los elfos domésticos al servicio de nuestra familia, hizo acto de presencia para correrme la silla y de esa forma me pudiera sentar. – Gracias, Tyrwin. – dije cortésmente poco antes de que desapareciera con una reverencia. Miré a mi madre en busca de una respuesta a la pregunta que quedo en el aire, pero fue mi padre, el que respondió a mi duda, tomándose su tiempo. – Del hijo de Potter, querida. El muy cretino no tiene ni la menor gota de consideración por los de nuestra clase; es un vándalo que solo se dedica a violar las leyes. Cree que por ser nieto del “salvador” puede hacer y deshacer lo que le viene en gana. En mi opinión, deberían encarcelarlo por atentar contra las leyes que nos protegen. – Miré a mi padre sin dar crédito a lo que estaba escuchando. La mención de Charlus hizo que mi corazón latiera presa del miedo y la preocupación. “Dios mío, que no le haya pasado nada malo” supliqué para mis adentros, temiendo por su destino. Necesitaba mantenerme serena, ecuánime, para no levantar sospechas de que entre nosotros existía una relación que hemos mantenido en secreto desde hace seis meses. A pesar de que en el fondo, sentía esa desesperada necesidad de levantarme y salir corriendo para asegurarme por mi propia cuenta que nada malo le había sucedido y que mi padre no había hecho uso pleno de las leyes ministeriales para que lo sentenciaran. Tragué con ligero nerviosismo.

– No entiendo, padre. ¿Qué fue lo que hizo esta vez? – Me mantuve impávida, indiferente, para de esa forma no salirme de mi papel y reflejar más de lo necesario en presencia de mis padres. – El muchacho se vio envuelto en una persecución con unos policías muggles por exceder el límite de velocidad. Pero eso no fue todo. El muy insolente arrastró con él al hijo de Ramsay, y ambos confesaron haber usado magia en defensa propia al tratarse de una cuestión de vida o muerte. –  Mi padre y el señor Potter han rivalizado desde que eran estudiantes. Y si se llegaba a enterar que me había enamorado perdidamente del hijo de su peor enemigo me desconocería como su hija y me tacharía de traidora a la sangre. Primero mi padre, y después Oliver. “Dios, ¿a dónde iría a parar toda esta absurda rivalidad entre nuestras familias?” Me lamenté en silencio. – Entonces… ¿eso significa que habrá un precio por lo que hicieron, cierto? ¿O es que su… desliz fue pasado por alto? – Ni siquiera me atrevía a imaginar una vida sin Charlus. La idea me destrozaba. Lo amaba profundamente… y sin él, me moriría. Amaba a mi familia, ellos eran mi vida entera, pero el amor que sentía por Charlie era igual de intenso que el amor que profesaba hacia mi familia. – Me temo que no, querida. Como te podrás imaginar, Potter y Ramsay apelaron en defensa de sus hijos. Es una pena que el hijo de Greyjoy se haya visto en vuelto en una situación de seguridad; no entiendo como Ramsay permite que Trystane se junte con indeseables. Ese chico es un peligro para la seguridad mágica. ¿Qué nos asegura que no volverá a repetirse? – Fingí una desaprobación que no sentía. Si tan solo tuviera el valor para decirle lo mucho que me duele que se exprese así de quien es, y siempre será, el amor de mi vida. Pero mi padre no lo entendería. Confesarle la verdad de mis sentimientos desencadenaría un enfrentamiento entre él y Charlus. No soportaría perderlos a los dos. Sin nada más que agregar, di un sorbo a mi zumo de calabaza, y me limité a escuchar en silencio a mi madre, quien me habló de la posibilidad de acompañarla a más tardar mañana con Madam Malkin para que nos confeccionara unos vestidos.

Han pasado cinco años desde la inusitada partida de Oliver, y no habido un solo día en el que no me pregunte: ¿Por qué lo hizo? ¿Cómo irse sin despedirse? ¿Qué razones pudo tener mi hermano para no informarnos de su decisión? Cinco años debieron ser suficientes para resignarme, dar por muerta toda esperanza de volver a verlo, pero en el interior… algo me decía que Oliver tarde o temprano regresaría. Confieso que llegué a sentirme excluida, relegada a segundo termino, pero el tiempo es sabio consejero… y entendí que no puedo juzgar a mi hermano por lo que hizo. Nuestro padre era un hombre nublado por su razón, encasillado en sus juicios. Y si Oliver tomó la decisión de excluirnos de sus planes… debió tener sus razones para hacerlo. Me dolía mucho no tener noticias de él… pero el sentimiento, la seguridad de que estaba a salvo en algún lugar del planeta, me bastaba para no sentirme angustiada todo el tiempo.
Charlie, mi Charlie. ¿Qué puedo decir de él? A diferencia de mi padre siempre he tenido la creencia de que el destino, los designios de la vida, juegan un papel muy importante en nuestras vidas. Al verlo por primera vez supe que era él… la forma en que mi corazón latió y se llenó de una ilusión que nunca antes había experimentado. Fue como estar dentro de un sueño. La conexión entre nosotros fue… como magia. Para algunos sonara tonto, ridículo, pero nuestro amor había nacido a primera vista. Sin saber su nombre, o su procedencia, me enamoré como nunca de él. De una u otra forma, en mi corazón sentía que él y yo nacimos para estar juntos. Y si era cierto que había vida aun después de la muerte, estoy segura que el gran amor que sentía por Charlie jamás moriría. El era mi vida entera, mi otra mitad, y desde el instante en que llegó a mi vida, todo se ha llenado de luz y color. Toda mi vida he sido una cobarde, dependiente y temerosa del que dirán. Pero teniéndolo a mi lado, me sentía… fuerte, decidida, capaz de afrontar lo que sea. Nuestro amor era lo que me sostenía, lo que me hace ser quien soy. No soportaba la idea de perderlo… y por eso temía que llegara el día en que tuviera que elegir entre él y mi familia. Dios, ansiaba tanto volver a verlo, de sentirlo cerca. Lo necesitaba más que a nada en el mundo, y por el estaba dispuesta a correr los riesgos que esta locura implicaba. Winnie, mi leal elfina, era la única al tanto de mi relación secreta con Charlus Potter, y aún en contra del juramento que la ataba a nuestra familia ha mantenido a salvo mi secreto. Estaba en deuda con Winnie; y más de una vez ha cruzado por mi mente la idea de liberarla, pero Winnie me ha dicho una y mil veces que se moriría de la tristeza si me dejara. Para Winnie siempre he sido su niña. Mientras que para mi ella ha sido mi compañera, mi confidente, mi paño de lágrima. Sin su compañía me sentiría sola y perdida.

Me sentía inquieta, muy molesta. La expresión ceñuda en mi semblante era poco comparando como me sentía por dentro. ¿Por qué Charlie no me dijo nada? ¿Acaso no pensó en las consecuencias de sus acciones? ¿Qué habría pasado si mi padre hubiese movido sus influencias para perjudicarlos a él y a Trystane? ¿Por qué le gustaba tentar a la suerte de esa forma? Suspiré pesadamente, cuando de pronto, unas manos me rodearon por sorpresa, y su esencia me aturdió en el buen sentido de la palabra, haciéndome sonreír por unos segundos, al sentirlo cerca de mi corazón, el cual latió de alegría, de dicha. Nuestros labios se fundieron en un pequeño beso que me hizo ceder como cualquier chica enamorada y entrelazar mis dedos en su cabello ensortijado. Lo había echado tanto de menos que por un breve instante olvidé que estaba enfadada con él. Mi nariz rozó sus labios, todavía disfrutando de la sensación del beso que nos acabábamos de dar hace unos segundos. ¿Cómo no extrañarlo si no hago otra cosa que pensar día y noche en él? pensé. Charlie era mi mayor ilusión, mi único y verdadero amor. Apenas nos separamos, crucé los brazos y le di la espalda molesta por la persecución que dio lugar hace dos noches, y de la que… de no ser por mi padre, no me habría enterado y todo Charlie prefiere ocultarme las cosas antes que hablarme con la verdad. – No te adornes tanto, Potter, que no me tienes nada contenta. – Le lancé una mirada de disgusto por el rabillo del ojo. Solo lo llamaba por su apellido cuando discutíamos o cuando sentía celos de sus admiradoras y de sus flirteos. Charlie estaba alcanzando la fama y la gloria, y estoy inmensamente orgullosa de todo lo que ha logrado. Pero no podía evitar sentirme celosa cada vez que leía las pancartas en el estadio con cosas como: “Cásate conmigo, Charlie” y demás declaraciones abiertas de amor. – ¿Inocente? ¡¿Inocente?! Charlie, por favor… – hice eco de sus palabras, no al grado de comportarme como una histérica, si no modulando el volumen de mi voz para que nadie más nos escuchara conversar. – ¡Esto es serio, por Merlín! – Hablamos de su vida por Dios santo. Sobé mi frente pensando bien lo que quería decirle, aun cuando me estaba costando trabajo con esa sonrisa y esa mirada que a cualquiera pondría de rodillas. – No, pero… – Ni siquiera tuve tiempo de hacerme a un lado, pues nuevamente me vi atrapada entre sus brazos. Suspiré un poco, dejándome llevar por la cálida y agradable sensación que me recorría de los pies a la cabeza al sentirlo tan cerca.

Al estar envuelta en la calidez de sus brazos me sentía segura, en casa, como si nada malo pudiera pasar. – Ni creas que te vas a salir con la tuya, Charlus Potter. Sé lo que tratas de hacer y no te va a funcionar. Te lo advierto. – decía molesta al tiempo que le propinaba pequeños y suaves golpecitos en su abdomen para que me soltara y dejara de recorrer y rozar mi cuello con sus labios y con su nariz. Pero la persistencia de sus besos, así como las suaves caricias que me hacían estar como dentro de un remolino de sensaciones, me hicieron reír angelicalmente a causa de las cosquillas. – Eres imposible, Potter… – le dije quedamente, con una pequeña sonrisa, pasando mi mano suavemente por detrás de su cabeza para formar círculos imaginarios con pequeñas y cariñosas caricias. Adoraba pasar cada segundo, cada minuto, cada instante a su lado. ¿Cómo fui que caí rendida a sus encantos? ¿Cómo resistirse a su bonachona y tierna mirada? ¿A esos ojos y a esa traviesa sonrisa? Me giré sobre él, y al encontrarme instantáneamente con el azul de sus ojos, rodeé suavemente su cuello con mis brazos para atraerlo hacia mí y besarlo con todo el amor que podía expresarse con un beso. Cuando la falta de aire en nuestros pulmones fue muy necesaria, nos separamos para poder recuperarnos. Estaba a salvo… nada malo le había pasado, pero me martirizaba pensar que sus acciones pudieran costarle la vida. – Charlie… lo que hicieron no estuvo bien, y lo sabes… – Busqué su mirada, notando que en mi garganta se estaba formando un pequeño nudo. – ¿Por qué te arriesgas de esa forma? – mi inquietud al preguntárselo hizo que mis ojos se pusieran cristalinos. – No quiero perderte, Charlie… por favor, no vuelvas a hacerlo – se lo supliqué.

Clara Faulkner

as: Clara Madeleine Faulkner
17 años ● Miembro de la Casa de Slytherin ● Séptimo año
● Animaga Ilegal (Loba Blanca) ● Sangre Pura
[ Está con: Charlus Potter ;; En lugar secreto ]

Nada era más real y verdadero que el gran amor que sentía por Charlie. A veces sentía que nuestros encuentros clandestinos, nuestras escapadas en mitad de la noche, eran como un hermoso sueño, uno del que no quisiera despertar nunca, si esa era la única manera de permanecer siempre a su lado. Una locura, pero lo cierto es que, desde un principio nuestra relación fue un riesgo que quise tomar. Por primera vez en mi vida, fui en contra de lo que dictaba la razón, y me deje llevar por lo que mi corazón estaba sintiendo, algo que nunca antes me había sucedido con nadie más. Disfrutaba plenamente cada instante a su lado, cada mirada, cada sonrisa, cada gesto suyo, estaba gradado en mi mente. Lo peor de todo, era que al despertar de esa bella ilusión que me provoca el tenerlo cerca, teníamos que volver a la realidad, a nuestras vidas… y es que al momento de la despedida era casi inevitable sentirme triste al verlo alejarse y perderse en la oscuridad de la noche. Soñaba con el día de poder vivir libremente nuestro amor, sin barreras, sin obstáculos, sin impedimentos que se interpusieran entre nosotros. Solo… él y yo.

Nada me haría inmensamente feliz que proclamar el amor que sentía por él a los cuatro vientos, sin miedo a ser escuchada por todos aquellos que me rodeaban, pero una cosa es muy diferente soñar a tener que afrontar la dura realidad que tenemos frente a nosotros. A pesar de que nuestro amor me llenaba de esperanza, un sentimiento tan cálido en el corazón que me hace pensar y creer que nada es imposible y que juntos somos capaces de superar todo, siempre y cuando creamos en nosotros, en el gran amor que nos teníamos.  

Desgraciadamente vivía con miedo, al pensar en lo que diría mi familia en cuanto se dieran por enterados que estaba perdidamente enamorada del hijo de James Potter. Temía por la vida de Charlie, tanto como por la de mi padre. No quería que ni uno ni otro resultasen lastimados. Charlie y mi padre, eran todo en mi vida, y no sabría que hacer si tuviera que elegir el amor que siento por mi familia y el inmenso amor que siento por Charlie. No podría vivir sabiendo que mi padre y el único amor de mi vida se hacen daño el uno al otro por las diferencias entre nuestras familias. Quisiera creer que nuestro amor es tan fuerte como para poner fin a la enemistad que ha existido por mucho tiempo en ambas familias. Estar entre sus brazos, era como estar en casa al calor de una chimenea. Envuelta en la calidez de un hermoso hogar, rodeada nada menos que de las personas a las que amas con toda tu alma y que son parte vital de tu vida. Había añorado tanto este momento que temía que se tratase de una simple ilusión, pero su contacto, el torbellino de emociones plenas que provocaba en mi interior al estrecharlo, al sentirlo sonreír y disfrutar de sus suaves caricias, al besarlo con todo mi amor y sentir plenamente que era correspondida de la misma forma… hacia que mi corazón vibrara de ilusión, de alegría.

Nunca antes había tenido esta clase de pensamientos románticos. Pero desde que Charlie llegó a mi vida, todo ha sido diferente, maravilloso y único. De alguna manera… él había despertado la más bella de las ilusiones, y ese sentimiento de plenitud me hacía sentir dichosamente feliz. Mis labios se curvaron suavemente de la manera más divertida al oírle decir que siempre conseguía lo que quería. No es fácil de olvidar con quien estaba tratando. – Fanfarroneas demasiado. – le hice ver sin dejar de sonreír en ningún momento, puesto que había logrado su objetivo, ablandarme con sus besos, con sus caricias. Charlie tenía una increíble facilidad para contagiar a los que estaban a su alrededor de su alegría, de su vitalidad, tal y como me estaba pasando ahora mismo. Pero si en algo tenia razón, es que siempre termina saliéndose con la suya.

Instintivamente, mis ojos se fueron cerrando cuando me estrechó contra su pecho, lo que me hizo suspirar profundamente a causa del alivio que sentía al saber que nada malo le había ocurrido; recosté suavemente la cabeza sobre su hombro, mientras mis manos subían y bajaban por su espalda. Sin embargo, las palabras de mi padre seguían inquietándome, me atemorizaba pensar que pudiera tomar cartas en el asunto solo por tratarse de un asunto de seguridad. Con desesperación, trate de buscar cualquier indicio en el azul de su mirada que me explicara los motivos por los que Charlie arriesgaba su vida sin antes pararse a pensar en las consecuencias. ¿Acaso… el riesgo y el peligro eran un juego para él? ¿Qué sería de su familia si algo malo le pasaba? ¿Qué sería de mi si lo perdiera para siempre en una de sus locuras? Al sentir sus manos sobre mi rostro, y al encontrarse nuestras miradas, quise creer en sus palabras, pero a pesar de que su mirada, la firmeza con la que me aseguraba que nunca lo perdería me infundía seguridad, el miedo… la opresión en mi pecho persistía. Charlie era demasiado impulsivo, y temía que en una de malas los impulsos lo orillaran a un callejón sin salida. – Prométemelo, Charlie… por favor. Lo necesito. – se lo rogué, subiendo mis manos hasta sus mejillas, para impedir que el contacto de su mirada con la mía se rompiera. Charlie nunca se atrevería a faltar a una promesa… lo sé… y necesitaba oírlo de sus labios para calmarme, pero más que nada para creer que lo que pasó no volvería a repetirse.

Él tenía que vivir… por su familia, por sus amigos, por nosotros. Una de mis manos se deslizó suavemente por su rostro hasta acariciar sus labios, poco antes de fundirnos en un beso lleno de amor y ternura. ¿Sería realmente posible morir de felicidad? Hay momentos en que si lo creo posible. Mi corazón palpitaba igual que la primera vez que nos besamos, entre una mezcla nerviosismo, dicha y placer. Lo sentí elevarme a unos palmos del suelo, de manera que una tierna sonrisa se formo en mis labios mientras nos besábamos, rodee su cuello con mis brazos para estrecharlo delicadamente. Me resultaba imposible olvidar nuestro primer beso, el cual siempre tendría un lugar muy especial en mi mente y en mi corazón. Una de mis manos se deslizo por su cuello, acariciándolo suavemente, mientras la otra se enredaba entre sus rizos. Pero entonces, una vez más la falta de aire en nuestros pulmones instintivamente nos obligó a separarnos. Dios, amaba tanto verlo sonreír, nunca me cansaría de contemplar esa adorable sonrisa. Al oír esas palabras de sus labios, mi corazón latió de ilusión, y mis ojos brillaron de felicidad. – Y yo a ti, Charlie, con todo mi corazón. – susurré quedamente, aferrándome a él, como si mi vida dependiera de ello. – Nunca dudes del gran amor que te tengo, pase lo que pase, nunca dejes de creer en nosotros. – se lo pedí, desde el fondo de mi corazón. Lo amaba con toda mi alma, y nunca me cansaría de repetírselo. En toda mi vida, me he abierto tanto con una persona, como lo he hecho con él… y no me arrepentía en haberle entregado mi corazón. – Ven conmigo, cariño… hay un lugar muy especial al que me gustaría mucho que me acompañaras, y que seguramente ya conoces. – me separé suavemente de él, para hacerle esta pequeña petición, con una sonrisa en los labios, pero a la vez no pude evitar dejarlo con la duda sobre el lugar al que quería llevarlo para que fuese una sorpresa.