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Mensaje  ιzzy нale Mar Ene 28, 2014 5:30 am


Minerva Weasley
as: Minerva Jean Weasley Granger
15 años Miembro de la Casa de Gryffindor Quinto año
Prefecta Club de Ajedrez Mágico Sangre Mestiza
[ Está con: Joseph Weasley ;; paseando, en Hogsmeade ]

El verano era de mis épocas favoritas del año. Adoraba esa sensación de correr y volar libremente con el viento, el disfrutar de la fresca brisa soplando entre los árboles con grey wind cómodamente acurrucado a mi lado, libre de presiones escolares, y con una sola cosa en mente: aprovechar cada día como si fuera el último de tu vida. Soñaba con el esperado día de embarcarme a la mayor aventura de mi vida: adentrarme a los bosques de Transilvania, en el corazón de los Montes Cárpatos, y viajar hasta el lejano Oriente para catalogar nuevas especies y estudiar a los dragones en su hábitat natural desde el punto de vista del observador. Mi mayor sueño en esta vida era seguir el mismo camino que Minnie y convertirme en una ‘Dragonolista´. De todas las criaturas mágicas que existen en nuestro mundo, los hipogrifos y los dragones, siempre han sido mis favoritos por su belleza y sabiduría. Hay relatos en los que se dice que Merlín, fue el último señor del dragón, un don tan antiguo como el tiempo mismo, en el que desde lo más profundo de tu ser, debías de encontrar la voz que tú y el dragón compartían por tratarse de almas hermanas. Una vez que el señor del dragón le hablara como su igual, el dragón obedecería la voluntad de aquel que demuestre ser noble y compasivo. La historia del último señor del dragón era una de mis predilectas, al igual que las narraciones sobre la mítica isla de Ávalon, la legendaria excalibur, y las históricas hazañas del Rey Arturo y sus caballeros de la mesa redonda en su lucha por defender el reino de Camelot de sus enemigos. Son historias que, sin duda, pienso que vivirán por largo tiempo en la mente de los hombres, ya que nunca me canso de oírlas una y otra vez; tanto como los cuentos de Beedle el bardo, especialmente, el cuento de los tres hermanos.  

Una de mis mayores pasiones, además del quidditch, era la literatura, tanto mágica como muggle. Entre mis autores favoritos destacaban: Jane Austen, Charles Dickens, Tolkien, T. H. White, Sir Thomas Malory, Geoffrey de Monmouth, William Shakespeare, Gastón Leroux, Bram Stoker, Dante Alighieri, Arthur Conan Doyle, Homero, entre muchos otros. Cada vez que me sentaba a leer un libro, me sumergía de lleno en sus páginas, imaginándome como una heroína, una audaz e intrépida aventurera con anhelos de conocer el mundo, viviendo sus propias aventuras. Nunca me he considerado la damisela en apuros, la que espera a ser rescatada de la torre por un apuesto príncipe montado en blanco corcel. Eso no era para mi. De la misma forma que papá y Charlie, odiaba la idea de quedarme cruzada de brazos mientras los demás arriesgan su vida. Amaba a mi familia más que a nada en el mundo, y por ellos era capaz de sacrificarme, dar mi vida sin titubear con tal de protegerlos. Si llegaba a morir a cierta edad, nada desearía más que tener la muerte de una guerrera, en batalla y luchando hasta el último aliento por lo que creo y por las personas que amo. Sutilmente mis labios se curvaron en una sonrisa ante aquel pensamiento que me llenaba de esperanza, como si se tratara de una intensa llamarada que lucha contra el viento y contra todo pronóstico para no apagarse y mantenerse encendida. La fe, pero por sobretodo la esperanza, son dos sentimientos que me impulsan a no darme por vencida en la búsqueda de mi hermana, Aryanna. La palabra resignación no estaba dentro de mi vocabulario; y confío plenamente en que Arya volverá. Lo que sentía era… muy difícil de explicar, pero en el interior, una corazonada me decía que mi hermana estaba con vida, tal y como se lo hacia saber a Charlie y a Jay una y otra vez para que no perdieran la fe de encontrarla.

Gracias a Merlín, no tendría que preocuparme por los resultados de los T.I.M.O.S hasta finales de julio, lo cual era una suerte y un profundo alivio para todos aquellos que no quieren saber nada hasta que sea oportuno el momento. De solo recordar las intensas sesiones de estudio en la biblioteca, los desvelos en la Sala Común de Gryffindor en compañía de Jamie y Alex, no puedo evitar pensar que todos nosotros pusimos nuestro  mayor esfuerzo para poder aprobar los exámenes. En Cuidado de Criaturas Mágicas, Herbología, Encantamientos, Transformaciones, Defensa Contra las Artes Oscuras, Aritmancia y Ruinas Antiguas, tengo la impresión de que lo hice bien y que no me fue tan mal, especialmente en Cuidado de Criaturas Mágicas, Transformaciones y Ruinas Antiguas. En donde si tengo serias dudas es en el T.I.M.O de Pociones. La profesora Lefebvre nos advirtió durante las clases de quinto que preparaba al nivel de EXTASIS solo aquellos que hubiesen sacado la nota más alta en el T.I.M.O, es decir, a los mejores en la asignatura, y que los que sacaran una nota por debajo de un ‘Supera las Expectativas’ podrían irse despidiendo de la clase. No es ningún secreto que no se me daba la clase de Pociones. De hecho más de una vez he hecho estallar accidentalmente el caldero por no añadir correctamente las cantidades exactas de los ingredientes. Si no fuera por Jamie y Alex, quienes se pasaron la mayor parte del curso escolar susurrándome indicaciones por lo bajo para arreglar el desastre de poción que por lo general siempre termino haciendo, no habría podido sobrevivir a la asignatura, y mucho menos hubiera podido prepararme para el T.I.M.O.

A pesar de que la llegada del verano era motivo de alegría, desde hace varios días he notado a mi hermana muy triste, cabizbaja, sumida en sus pensamientos, ausente de lo pasa a su alrededor. Jamie era mucho más que mi hermana, era mí otra mitad, esa parte que me complementaba y sin la cual no podría sobrevivir. Me preocupaba verla tan deprimida y no poder hacer algo para ayudarla. Tenía la vaga impresión de que su tristeza era a causa de Ichabod Bennett, ese extraño chico que parece que esta ahí, pero en realidad su mente esta en otro lado. El hecho de que sea despectivo, excesivamente reservado y poco comunicativo, no quiere decir que tengo algo en contra de él. Después de todo, mi hermana y él eran muy buenos amigos, por lo tanto, no creo que sea una mala persona.  

Me estaba esforzando en intentar preparar el browni de la abuela Molly; había añadido como doce tazas de harina al tazón para que rindiera ocho raciones, pero lo peor era que en menos de cinco minutos la cocina se había convertido en un campo de batalla, un desastre vaya. Había roto ya como cuatro huevos al tratar de hacer malabares con ellos; por otro lado, grey wind - el husky siberiano de Charlie y nuestro guardián canino - no perdía de vista todo lo que hacia, moviendo con frenesí la cola cada vez que un huevo caí al suelo para enseguida comérselo. Al menos mi primer intento no había salido del todo mal… y me siento muy orgullosa de decir que se esta horneando en estos momentos, a pesar de tener harina hasta en el pelo, el esfuerzo es lo que cuenta. Lo único que deseaba era intentar animar a Jamie con un delicioso trozo de browni, después de todo, las dos amábamos el chocolate tanto como May, Bran, Dora, Molly, John y el tío Ted.

Exhausta, me dispuse a tratar de ordenar mi pequeño desastre en lo que esperaba a que el browni saliera del horno. No quería que Jamie me pillara preparándole una sorpresa, por lo que al escuchar su voz desde el umbral fue casi inevitable que me llevara una mano al corazón a causa del pequeño sobresalto. Reí abiertamente, alzándome de hombros. – Bueno, ya sabes lo que dicen: la experiencia hace al maestro. – cité sabiamente, sin borrar la sonrisa de mis rostro. ¿A quien engaño? Jamie, era mejor cocinera, pero no perdía nada con intentarlo. – Pero al menos aquí en la cocina no corro con el riesgo de que el caldero explote, y eso ya es un consuelo, ¿no lo crees? – bromeé muy divertida con la situación. Ya había perdido la cuenta de cuantos calderos había hecho explotar durante las clases de Pociones, había batido récord, sin duda. Hasta el grandulón de Charlie bromeaba con el hecho de que no le gustaría estar cerca de mí cada vez que el caldero amenaza con explotar. Por alguna extraña razón, la broma de Jamie me hizo pensar inesperadamente en Alex… pero al darme cuenta de mi pensamiento negué para no pensar en algo que no viene a cuento. Alex, era mi mejor amigo en todo el mundo, lo quería como a un hermano, la sola idea de que entre él y yo exista algo mas que una estrecha amistad es… bizarro, absurdo.– Que va, Jay. La mayoría de los chicos son unos bobalicones. ¿Recuerdas a Robb Borgia, el chico de Ravenclaw? ¿Cabello rizado, alto, fortachón y de ojos oscuros? Pues es un idiota, si así como lo oyes. ¿Puedes creer que después del último partido entre Gryffindor y Ravenclaw se molesto conmigo solo por que perdieron? Te juro, Jay, que en cuanto me alzo la voz lo mande a directo a volar. A mi no me va a gritonear ni a decir de cosas solo por que el muy idiota no sabe aceptar una derrota limpia. ¿Quién se ha creído que es? – resople con frustración.

Robb era un sueño de chico, encantador, deportista, lindos ojos. Empezamos a salir justo el día de San Valentín. No  niego que fue lindo el tiempo que estuvimos juntos y todo, el problema es que se la pasaba molestando a Alex, y lo peor de todo era que lo hacia mis espaldas, y si tenía que elegir entre Robb y Alex, siempre elegiría a mi mejor amigo por encima de cualquier chico. Si bien la derrota de Ravenclaw no le sentó de la mejor manera, en el fondo me alegraba mucho que se molestara por una tontería y me diera motivos para poder terminar con él sin ningún remordimiento – No es que todavía me importe, en realidad… pienso que terminar con el fue lo mejor. Además, no tardo en encontrar quien lo consolara. – comenté, con un encogimiento de hombros sin darle demasiada importancia a nuestra ruptura. De pronto, me llegó un extraño olor a quemado y por poco me voy de espaldas al recordar el browni en el horno. – Ay, no, no. – me puse rápidamente los guantes de cocina, y me puse en cuclillas para poder bajar la puerta del horno. Tosí un poco a causa del humo que brotaba desde el interior y de inmediato saqué el recipiente esperando poder salvarlo, pero fue demasiado tarde. – Jay… como lo siento…  yo solo… quería sorprenderte preparando el postre de la abuela Molly. – me lamenté al ver que el browni que con mucho cariño le estaba preparando a mi hermana se había chamuscado. – No sirvo para esto… soy un desastre. – con abatimiento, agaché la mirada, antes de volver a tomar el recipiente con los guantes, y tirar el contenido al bote de basura.  
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