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Mensaje  ιzzy нale Sáb Jul 26, 2014 6:51 am

Trystane Greyjoy
Trystane Jartleth Greyjoy
24 años Ex Gryffindor Profesor de CDCM Animago Ilegal (Husky Siberiano) Orden del Fénix   Sangre Pura
✖ con: Robyn Hathaway en: Biblioteca - Hogwarts

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‘Si mi madre cree que con esto cederé a sus caprichos esta muy equivocada’. Fue el pensamiento que cruzó por mi mente antes de prenderle fuego a la carta con la punta de la varita, reduciéndola a cenizas. Las exigencias y los chantajes de mi madre no conocen los límites, esta situación estaba yendo demasiado lejos. ‘¿Acaso no fue ella junto con mi padre quienes me dijeron que era una deshonra, una vergüenza para nuestra familia y que no querían volverme a ver por el resto de sus vidas?’ No sé hasta donde este planeando llegar con todo esto del dichoso compromiso con Lorelei Goldworthy, pero el hecho de intente chantajearme con su delicado estado salud para cumplir con uno de sus tantos caprichos es… el colmo, una simple teatralidad digna de mi ‘querida’ madre para someterme a su voluntad. A los ojos de mi familia soy y siempre seré un vil traidor a la sangre, renegado y despreciado, realidad que no me afecta, si no al contrario, me enorgullece. Hace años tomé la decisión de marcharme para siempre y bajo juramento de nunca volver a poner un pie en la casa de mis padres. Juramente que he cumplido al pie de la letra. Renuncié a todo con tal de librarme de las cadenas que me ataban a la familia Greyjoy. Atrás dejaba la vida que había conocido hasta entonces para forjarme un camino propio, lejos de todo aquello que alguna vez conocí. Habré perdido a mi familia ese día, pero… ¿Cómo perder algo de lo que nunca fui parte? Lo cierto es que nunca fui el ‘hijo’ complaciente y obediente que mis padres hubieran querido que fuera. Elegí la vida que deseaba… conseguí la libertad que tanto anhelaba a costa del sacrificio… y no pienso renunciar a esta vida solo para complacer a otros. Illya, Katie y los señores Valmont eran mi familia… es gracias a ellos que he podido vivir en carne propia lo que se siente ser parte de una verdadera familia.

Con el banquete y la llegada de los estudiantes extranjeros al Colegio a penas y he tenido tiempo para pensar en como poner fin a esta situación del ‘compromiso’. Para colmo de males, tener a mi ‘prometida’ como compañera de trabajo dentro del Colegio era peor que lidiar con las cartas de mi madre. Con suerte, Lorelei se olvida de todo este asunto, zanjamos con esto de una vez por todas y cada uno hace de su vida lo que le plazca. Por otro lado, no podía dejar de pensar en Robyn y esa necesidad por verla. Durante el banquete de bienvenida a penas y cruzamos miradas, evidenciando su molestia para conmigo por haberme desaparecido todo el verano. No la culpaba… pero ¿quién coño entiende a las mujeres? A veces tengo la impresión de que Robyn no me quiere cerca de ella, pero cuando la pillo desprevenida e intento acallar sus protestas al unir sus labios con los míos en un beso demandante, sonrío triunfante y me declaro invictamente vencedor por derribar esas barreras invisibles que son prueba de su negación y nerviosismo, el cual mentiría si dijera que no disfruto poner a prueba. Durante el banquete no pude quitarle los ojos de encima, lo que provocó hilaridad en Katie al percatarse de mi expresión. No se necesita ser adivino y menos ser dueño de un ojo interior para saber que Robyn no ha hecho otra cosa que evitarme desde ayer, y al no ser un hombre con la suficiente ‘paciencia’ para esperar a que la marea baje, he optado por seguir el consejo de ese viejo dicho: ‘Si no la montaña no viene a ti, ve tú a la montaña’. La biblioteca siempre ha sido el refugio favorito de Robyn y aquel que la conozca al menos un poco sabrá que es el primer lugar donde debe buscar; ella nunca se dio cuenta de esto, pero cuando éramos estudiantes acostumbraba a venir dos veces por semana a observarla discretamente a través de los libreros. Robyn estaba tan metida en su mundo que nunca se percato de mi presencia, de haberse enterado mi vida habría peligrado (?). Sonreí de lado al reconocer su esbelta figura a mitad del pasillo dedicado los libros 'Encantamientos'. El que Robyn estuviera de espaldas y justo hasta arriba de las escaleras me otorgaba una vista bastante ‘privilegiada’ de sus estilizadas piernas y de su adorable retaguardia. Con gusto habría seguido deleitándome con semejante ‘visión angelical’, de no ser por que Robyn estuvo a punto de caer una altura considerable y por reflejo la sostuve de la cintura para amortiguar el golpe, delatándome. Era evidente que no esperaba encontrarme aquí, pero tampoco era para extrañarse tanto… ¿o si? Resoplé con ligereza. – ¿En tal mal concepto me tienes como para no pisar este templo sagrado del conocimiento? Me ofendes, Robyn, con ese comentario me has hecho quedar en la lista de los peores profesores que ha tenido Hogwarts a lo largo de su historia. – Por su puesto, solo estaba bromeando, y mi sonrisa abierta me delataba. Con cuidado, la ayude a incorporarse, si algún estudiante o profesor nos viera pensaría que para ser dos colegas estábamos en una situación ‘comprometedora’ dada nuestra estrecha cercanía. Algo que en lo personal no me molestaba, pero tampoco era mi intención meter a Robyn en aprietos por mi culpa, aunque ganas no me faltaban de aprovecharme de la situación. – Si, pero ya lo encontré – respondí con ese aire despreocupado que me caracterizaba, recargándome en el librero de enfrente. – Y lo tengo justo enfrente de mí – aclaré sin dejar de sonreír con esa marcada picardía que tuve que hacer a un lado por la expresión que puso al referirme claramente a ella. – ¿Se puede saber por que has estado evitándome desde que llegamos? ¿Estas tan molesta que ni siquiera me quieres dirigir la palabra? – Odiaba tener que andarme con rodeos, lo mejor era ser directo y claro… pues necesitaba saber que pasaba por su cabeza en estos momentos.  


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ιzzy нale
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Mensaje  ιzzy нale Sáb Jul 26, 2014 10:35 pm

Robyn Hathaway
Robynne Marilyn Hathaway
24 años Ex Hufflepuff Sangre Impura Bibliotecaria Orden del Fénix
con: Trystane Greyjoy En: Biblioteca
El hecho de que mis padres no quisieran que viera a Jenny me ponía los pelos de punta. Había pasado ya mucho tiempo desde que ellos se enteraron, por medio de Minerva McGonagall, que era bruja y aún así… a pesar de tanto tiempo… ninguno de los dos aún eran capaces de digerirlo. Los dos pensaban que era una aberración, una especie de freak que quería lastimarlos a ellos y a Jenny, y al parecer ambos le habían dicho tantas cosas a mi hermana que incluso ella parecía no querer verme. No obstante, cuando la vi brevemente durante la semana pasada, pude notar un brillo en sus ojos, que en realidad no supe exactamente qué era: ¿quería hablar conmigo? ¿Deseaba saber sobre mi mundo? ¿Estaba en contra de mis padres? ¿le habían hecho algo? En realidad tenía tantas preguntas que honestamente pensaba que iba a explotar. Lo peor de todo que desde hacía una semana que no podía contactarme con ella, y en muchas ocasiones había pensado en aparecerme en su habitación y quedarme allí hasta que apareciera y me hablara, pero… no sé, quizás fuera un poco extremista. Quizás debería hablar del tema con Ruby, y pedirle alguna clase de consejo o algo, porque en mi mente solo había un remolino de ideas y si tenía que ser sincera no sabía cual de todas ellas debía seguir, porque cualquiera podría traer problemas.  Todo lo que pasaba hacía que me sintiera irritada. Me molestaba no tener una solución para un problema que era sencillo, pero el problema era que cualquier solución podía desencadenar un nuevo problema en el que la única lastimada terminaría siendo, probablemente, Jenny. No se lo merecía, porque apenas era una niña y bueno. Tenía que solucionar el problema sin traer otros. Pero… no sabía cómo.

Suspiré mientras me apoyaba sobre la estantería de la sección de “Encantamientos” de la Biblioteca. Llevaba arreglando las nuevas colecciones que habían llegado con libros extranjeros que trajeron para los estudiantes de las otras escuelas. Era fácil acomodarlos con magia, pero siempre prefería hacerlo manualmente porque me hacía entretener y olvidar de varias cosas. De chica se me había detectado como un “Trastorno obsesivo compulsivo” y por más que durante años traté de controlarlo no es algo que haya tenido demasiado éxito que digamos. Luego de terminar con los autores de la letra B me moví para seguir con la letra C. Subí unos cuantos escalones hasta llegar al tope de la estantería y fue entonces cuando sentí un resbalón. Afortunadamente había alguien debajo que, por alguna razón, me sostuvo momentos antes de golpear mi columna con el mueble. – Gracias. – dije sinceramente mientras soltaba un suspiro llevándome una de mis manos al pecho, sintiendo como mi corazón me latía a mil por horas.

Si tenía que ser honesta le tenía un terrible miedo a las alturas, y hacer lo que estaba haciendo para mí era como algo suicida. El casi caerme provocó que todos los pulsos se acelerasen a la vez, provocándome una especie de taquicardia. Mi miedo por las alturas comenzó a los doce años, cuando después de subirme a una escoba la misma salió disparada hacia cualquier lugar y me resultó imposible controlarla. El resultado de aquel accidente fue el brazo izquierdo quebrado después de caer de una altura bastante elevada.   Alcé suavemente la vista para ver quien era la persona que estaba en la biblioteca, y parpadeé sorprendida. – Trystane. – murmuré sintiendo una extraña sensación al pronunciar su nombre. No había sabido nada de él durante todo el verano, y el tenerlo ahí me hacía sentir un poco incomoda. Genial. Mi corazón no solo latía porque acababa de caer de un metro de altura, sino porque también Trystane estaba cerca de mí. Era lo peor que podía pasarme. – Que… sorpresa verte acá. – admití frunciendo el ceño. – es el último lugar de Hogwarts donde alguna vez pensé en encontrarte. – admití encogiéndome de hombros, y de hecho: la biblioteca era mi refugio de él mismo justamente por esa razón: porque Trystane rara vez entraba en la biblioteca.

Respiré, intentando tranquilizarme, y lo miré frunciendo el ceño. Sabía que no iba a poder evitarlo durante mucho tiempo, que no cruzármelo anoche durante el banquete y poder evadirlo gracias al tumulto de gente que se formó después de la cena. Pero no sé, esperaba que pasaran tres o cuatro días antes de tener que verlo directamente. - ¿Estabas buscando algo? – le pregunté directamente, rogando que no se me notara nada de lo que estaba pasándome por dentro por el simple hecho de que él estuviese en aquel lugar: antes de que se diera cuenta prefería morir. Además, sabía que lo “nuestro”, lo que fuera que tuviéramos, nunca iba a suceder. No sucedió ni iba a suceder. Así de simple.
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