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Mensaje  ιzzy нale Dom Jul 15, 2012 10:44 pm

Leo Urdangarin

Leonardo Ezequiel Urdangarin Bessette
18 años # Senior (The Charming Boys) # Fútbol (Capitán) - Esgrima
está con: Vittoria Luzzatto; en: Instituto


Ocultarle algo a Jackie era casi tan jodido como ocultarle algo a Barbie, ya que por alguna razón ambas siempre se terminaban enterando de todo lo que sucedía a mi alrededor. No obstante, en este tema del club de peleas tenía que ser precavido: mientras menos personas lo supieran era mejor, porque se supone que un secreto era justamente eso: secreto, y solo uno debía conocerlo, ya que cuando lo conocían más personas... bueno, no era tan secreto. No es que no confiase en Jackie, no me mal entiendan: de hecho, era mi mejor amiga... la única amiga mujer que tenía, para ser sinceros, pero era un tema delicado y si bien sabía que no se iba a poner histérica como Barbie, era mejor así; y por primera vez: sabía lo que estaba haciendo.

Suspiré con profundidad, mientras me quedaba observando el techo de la habitación: era la noche perfecta para ponerse a ver películas de terror, contar historias y ese tipo de cosas que a las personas asustadizas no le gustaban hacer, porque el clima daba perfectamente para eso. De hecho, recordaba un campamento que habíamos hecho mis hermanos junto con los primos (Alexa, Lucas, Zoe, Iker, Paulina, Juan y Candelaria, ya que los menores no habían venido) en el que nos pusimos a hacer ese tipo de cosas: contar viejas historias de terror. Si bien no había llovido como estaba lloviendo hoy, la cara de espanto de Barbie y Paulina eran dignas de recordar. A veces, incluso hasta me sorprendía de mi capacidad de contar historias... debería considerar ser escritor de novelas de terror; bueno, quizás no tanto.

Reí levemente por lo bajo, y suspiré con profundidad mientras me sentaba en la cama y me movía la remera que me había colocado para no dejar ver el golpe: estaba algo morado, así que decidí coger la pomada que la enfermera me había dado y apliqué un poco. El frío recorrió mi cuerpo durante unos instantes, acompañado por una sensación de alivio. De pronto, la luz de la habitación se fue, y fruncí suavemente mi ceño. Cogí el móvil, y me acerqué a la ventana: al parecer todo el campus se había quedado sin luz, y entonces recordé lo poco que a Barbie le gustaban las tormentas. Debería ir a buscarla, y eso lo sabía... pero conociéndola, si no había escuchado ya un grito significaba que estaba con Alexa, Izzie, o quizás que todavía seguía con Iker. Así que supe que estaba bien.

Cogí una chaqueta que estaba por encima de la silla, y sin colocármela salí de la habitación. Había bastante movimiento en los pasillos, debido que los profesores estaban pidiéndonos ir a los puntos de encuentro en este tipo de situación. Pensé entonces en buscar a Jackie para asegurarme si estaba bien, asique en vez de ir hacia donde tenía que ir, me dirigí al sector de las habitaciones de las mujeres. Fue entonces cuando alguien me chocó... o yo choqué... no sé muy bien como fue la cosa. Pero el problema fue que justo el choque resultó ser donde tenía lastimado - Maldita sea... - mascullé sintiendo el dolor. "Joder..." dije para mí mismo mientras hacía una mueca. Alumbré un poco y entonces vislumbré la figura pelirroja de Vittoria. - ¿Porqué será que no me sorprende? - dije poniendo los ojos en blanco, mientras hacía un gesto con la cabeza. - Vale que esté todo oscuro... pero podrías tener más cuidado para variar - le dije observándola. Le tendí mi mano para ayudarla a levantarse, ya que se había caído al suelo. - ¿Estás bien, Luzzatto? - le pregunté. Su familia era tan grande, que prefería llamar a todos por el apellido antes de que por sus nombres, no porque no los supiera sino por... alguna razón que me hacía parecer que era todo más sencillo.
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Mensaje  ιzzy нale Jue Jul 19, 2012 2:28 am




Vittoria Luzzatto
as: Vittoria Thérèse Luzzatto Pierce
● 18 años # Senior # The Misfits # Arte » Periódico Escolar
[ Está con Leo Urdangarín ;; En los pasillos del Instituto ]

Probablemente lo que estoy a punto de decir me tache de “rara”, pero casualmente siempre me han gustado los días lluviosos. Por lo tanto, no me extrañaría formar parte de la minoría por los que aprecian este tipo de días. El olor a tierra mojada era una de las cosas que más me gustaba y que disfrutaba en los días de lluvia. Cuando era niña, tenía la costumbre de jugar bajo la lluvia con mi padre y con mis hermanas, hasta que a mi madre no le quedaba más remedio que ir por nosotros y obligarnos con una mirada severa a entrar a la casa, en vista de que siempre le pedíamos quedarnos un poco más y lo terminábamos prolongando más de la cuenta. Aunque en más de una ocasión, terminamos en cama a causa del resfriado, todos y cada uno de esos momentos llenos de diversión, fueron inolvidables.

A pesar de que la visita de mis padres fue muy breve, me dio mucha alegría volver a verlos y tener oportunidad de convivir con ellos, aunque fuera por unos días. Después de todo, era normal que se preocuparan por nosotras, luego de enterarse de lo que estaba sucediendo en el pueblo… era lógico que quisieran cerciorarse por su propia cuenta que tan seria era la situación y que era lo que se estaba haciendo al respecto. El que cuatro personas hubieran desaparecido y el que una de ellas fuera hallada muerta, sin razón aparente, era una situación que me tenía inquieta. Pensar que cualquier persona pudiera estar vigilando cada uno de tus movimientos, incluso acechándote, parecía sacado de una película norteamericana de terror.
Realmente no quería abrumarme con la idea, por lo que me dediqué a terminar de escribir mi columna para el periódico escolar. Curiosamente, siempre me ha gustado escribir y formar parte del periódico escolar era una oportunidad para poner a prueba mi capacidad como escritora y… quizás algún día, convertirme en editorialista. Es cierto que aún me queda un largo camino por recorrer, pero no por ello abandonaría y daría marcha atrás a lo que más me gusta hacer, por miedo a no lograrlo. Si hay algo que he aprendido de mi padre es a nunca darme por vencida y luchar por cada meta y por cada sueño en la vida. Hallar temas que fueran de interés general para los estudiantes, no era una tarea sencilla. Lamentablemente, muchos parecían prestar mayor atención a las publicaciones en el blog de Gossip Girl que al periódico escolar. Siempre he creído que por algo, la vida de las personas es privada y, el que Gossip sacara a relucir detalles de lo que hacen o dejan de hacer, era una violación a su privacidad, desde mi punto de vista.

A cada minuto la tormenta parecía empeorar cada vez más, por lo que en el momento en que falló la luz, agradecí que la luz de la laptop ayudara a alumbrar un poco la estancia, lo que me hacía sentirme un poco segura en medio de la oscuridad. La noche anterior había puesto a cargar la laptop en cuanto se descargó, por lo que no había tenido que verme en la necesidad de conectarla al enchufe, ya que con una tormenta eléctrica como esta, digamos que no era prudente tener conectado ningún aparato. Presté atención al comunicado que hacía uno de los profesores a través de los altavoces, acerca de reunirnos en el hall principal o en el gimnasio, por lo que tuve que cerrar la laptop y alumbrarme con el teléfono celular para poder guardarla dentro de su funda y colgármela al hombro para después salir de la habitación. Avanzaba distraídamente por el pasillo en mi intento de ponerme en contacto con Caterina para saber si estaba bien, pero todo parecía indicar que las líneas telefónicas se encontraban fuera de servicio. Suspiré dándome por vencida, luego de un tercer intento, cuando de pronto choqué accidentalmente de frente con alguien en sentido contrario. En un acto de reflejo, una de mis manos se posó en el pecho de esa persona para evitar la caída, lo cual fue inútil, ya que casualmente parecía que me había chocado con un tronco. Indudablemente el golpe había dolido, sentía la cadera ligeramente adolorida y lo peor fue que al deslumbrarme un poco con la luz que despedía el teléfono, tuve que girar el rostro con molestia y hacerme pantalla con la mano. Pues al darme cuenta de “quien era”, la molestia que sentía aumentó al oír su voz. – Ahórrate tus comentarios y tus burlas ¿quieres? – dije en un tono que solo podía significar una cosa: que no estaba de humor para sus comentarios. – ¿Por qué será que no me sorprende que siempre intentes inculpar a otros por tus descuidos? – inquirí retóricamente, ahogando un gesto de dolor a causa de la punzada que sentí en la cadera. Era obvio que él me había chocado y no al revés, pero la verdad es que no tenía sentido discutir de quien había sido la culpa, por que si algo teníamos en común Leonardo Urdangarín y yo, es que nunca podíamos llegar a ningún acuerdo. Al ver que me tendía una mano, suspiré resignada, casi al tiempo que nuestras manos se entrelazaban, el contacto me hizo sentir una momentánea y extraña sensación que no supe describir y a la cual traté de no prestar atención para darme apoyo y levantarme, sintiendo una segunda punzada que me hizo fruncir los labios y lo que provocó que la distancia entre nosotros fuera demasiado estrecha, al darme cuenta de lo cerca que estaba su cuerpo del mío, di involuntariamente un paso hacia atrás. – Estoy bien… – le dije a la brevedad, en lo que me recuperaba del dolor, sintiéndome interiormente desconcertada. Era muy normal que Leonardo y yo nos llamáramos por nuestros apellidos, por el simple hecho de que nuestra relación no precisamente la mejor. – ¿Tú te encuentras bien? – pregunté, lo más normal que me fue posible. El que haya tenido la decencia de ayudarme y la… amabilidad de preguntar si me encontraba bien, me llevaba a preguntarle lo mismo, ya que hubo un momento en el que tuve la impresión de que el choque lo había… lastimado.
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Mensaje  ιzzy нale Lun Jul 30, 2012 12:05 am

Leo Urdangarin

Leonardo Ezequiel Urdangarin Bessette
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está con: Vittoria Luzzatto; en: Instituto


Uno de mis pasatiempos favoritos era sin duda molestar o fastidiar a Vittoria Luzzatto. Digamos que el hacerlo me animaba casi tanto como darle un golpe a una bolsa de boxeo, aunque sabía que no era lo mismo, claramente; el problema entre nosotros había comenzado desde nuestro Freshman year, cuando éramos tan solo críos de quince años... la situación fue un desafortunado encuentro en el comedor, en donde ella tuvo la mala suerte de caer al suelo con el pedido que había ordenado y casi sin poder evitarlo estallé en risa mientras negaba con la cabeza haciendo un comentario del tipo "es la persona más torpe que he conocido en mi vida" o algo por el estilo. Después de aquello no pude evitar jamás el meterme con ella haciendo comentarios cada vez que la veía, lo cual era bastante a menudo por estar en el mismo curso. En fin... digamos que Vittoria de una forma u otra no era que me fastidiase el día, sino que más bien me lo alegraba por el hecho de darme cuenta lo mucho que le molestaba mi presencia "pobre de ella" pensaba entonces con sarcásmo. - Vaya humor te traes, ¿eh? - respondí ante su comentario de "ahorrarme mis comentarios" - Vamos, que seguro amas encontrarte conmigo y hasta apuesto que lo escribirás en tu diario intimo... ya me lo imagino: "Querido Diario... esta noche me encontré con Leo Urdangarin... el tío más guapo del Instituo... ¿Puedes creer la suerte que tengo? es tan perfecto, incluso hasta se preocupó por mí..." - empecé a decir mientras imitaba más o menos lo que podía ser su voz. Sí vale... podía tener un ego bastante grande, pero ¿qué mas daba?. Reí ligeramente, sin poder evitarlo.

Respondió que se encontraba bien, y luego me preguntó si yo estaba bien. Abrí los ojos de forma enorme - ¡No puedo creerlo! - exclamé mientras me acercaba a ella y colocaba mi mano sobre su frente, asegurándome que no tenía fiebre - No... no tienes fiebre... ha de ser por eso que llueve tanto ¿tú, preocupándote por mí? eso sí que es nuevo - bromeé mientras negaba con la cabeza. Sin poder evitarlo, moví uno de sus mechones pelirrojos colocándole detrás de la oreja y le dediqué una sonrisa. - Estoy bien... un choque más por parte tuya no ha de ser el fin del mundo - bromeé mientras desordenaba mi cabello inconscientemente. - ¿Tienes idea si mi hermana o Jackie Windsor ya se han ido para los puntos de encuentro? - le pregunté alzando una ceja: era más fácil si le preguntaba a ella que ir y tener que buscar a ambas por mi cuenta. Bueno, en realidad preguntaba por Barbie para asegurarme si todavía seguía con Iker o no... quien realmente me preocupaba un poco más era Jackie, aunque conociéndola ella era la que menos problema debía de estar haciéndose con el corte de luz.
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Mensaje  ιzzy нale Miér Ago 08, 2012 4:07 pm

Leo Urdangarin

Leonardo Ezequiel Urdangarin Bessette
18 años # Senior (The Charming Boys) # Fútbol (Capitán) - Esgrima
está con: Vittoria Luzzatto; en: pasillos, Instituto


Golpeé con fuerza la bolsa de boxeo que estaba justo delante de mí, moviéndola con cierta fuerza. Apreté la mandíbula, y luego volví a golpear con más fuerza mientras imaginaba una figura inexistente. ¿Quién? ¿Quién era que había averiguado mi secreto mejor guardado? ¿Quién se atrevía a querer amenazarme al respecto, sin tener las agallas para dar la cara? Las ganas de golpear a esa persona eran tan intensas que lo único que lograba dejarme en mi lugar y no cometer una locura era el poder golpear una bolsa de box.

Cogí la bolsa con ambas manos, y apoyé mi cabeza en ella mientras ahogaba una especie de grito exasperado: las peleas que tenía en aquel club era lo único que me permitía mantenerme en anonimato, en poder hacer lo que realmente me gustaba hacer, y el que alguien quisiera quitarme esa parte de mí era algo que me frustraba. ¿Quién? El único que lo sabía era Ben, no había otra persona a quien le hubiese confiado algo semejante como aquello. – Piensa fríamente, Leo… - me dije a mí mismo en voz alta mientras intentaba pensar un poco. No, no había forma de hallar la respuesta ni siquiera pensando con tranquilidad después de desquitarme de esta forma. Negué con la cabeza, y suspiré – Necesito golpear a alguien – susurré resignado mientras llevaba mi mano a la nuca, mientras que con la otra sujetaba el saco de box.

Golpeé por última vez el saco de box, y cogí mi mochila que había dejado en el suelo cuando llegué al gimnasio; luego, me dirigí hacia las duchas y me desvestí para después sentir la gélida agua cayendo en mi cuerpo hirviente. Cerré mis ojos, apoyando la mano contra la pared y suspiré nuevamente. “No… Ben jamás le diría a nadie… es mi gemelo, la persona en quien más confío.” me dije a mí mismo negándome en culpar a Ben con lo que estaba sucediendo. "Si no confío en él ¿en quién lo haré?" pensé con frustración.

Escuché el timbre que indicaba el fin de la clase, la cual claramente me había salteado ya que sinceramente no me encontraba con humor para asistir. No obstante, me dirigí hacia el salón donde se suponía que debía de estar y esperé a ver si veía a Jackie; una vez que ella salió me hizo una especie de seña que me dio a entender que no iría a almorzar, así que fruncí suavemente mi ceño comprendiendo la razón: Jessica. Comencé a caminar con despreocupación, cuando me percaté que había algo en mi camino: una lapicera, la cual tenía una V.L gravada en un detalle delicado. Fruncí mi ceño, y miré a mi alrededor, solo conocía una V.L y esa persona era Vittoria Luzzattto, y efectivamente, la cabellera pelirroja se encontraba a escasos metros de mí – Ey, cabeza de chorlito – le grité para llamarle la atención, me gustaba llamarla así... sobretodo porque ella solía enfadarse por eso. – Deberías tener más atención, no sea que termines perdiendo la cabeza en una de estas – le advertí mientras me acercaba a ella para devolverle la lapicera. Una parte de mí se relajó cuando estuve cerca de ella, aunque mi rostro se mantuvo con la misma altanería de siempre, sonriendo levemente de costado.
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Mensaje  ιzzy нale Jue Ago 09, 2012 3:19 am




Vittoria Luzzatto
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[ Está con Leo Urdangarín ;; En los pasillos, saliendo de clases ]

Otro día típico en la vida de Vittoria Luzzatto, fue mi pensamiento mientras observaba con aire aburrido por la ventana a la espera de que terminara la clase, permitiéndome el placer de que mi mente divagara lejos de las palabras del profesor. A veces me pregunto quien fue la mente maestra que creo los lunes… tan tediosos y monótonos en la vida de todo estudiante. No existe la menor duda de que los adjetivos describen perfectamente el desdén que siento por el primer día de la semana. Pero en fin… si algo he aprendido es que debes terminar acostumbrándote a la vida que te ha tocado vivir. Sin embargo, lo complicado de lidiar con tu vida estudiantil es tener que lidiar con la distinción de grupos en el instituto. ¿De verdad era necesaria toda esta estupidez? ¿Acaso no se daban cuenta de lo elitistas que se ven llegando a este punto? No, parece ser que no, dijo una vocecilla impertinente dentro de mi cabeza. El solo hecho de ver a Leonardo Urdangarín con sus aires de altanería y macho cabrío me dejaba en claro por qué tuvieron que crear un grupo exclusivo para chicos que se creen la octava maravilla y que poseen un ego del tamaño del mundo. Realmente no podía evitar pensar hasta donde llegaba la arrogancia de Leonardo… la manera en que alardeaba, su maldita manera de ser me alteraba de un modo que rayaba a la desesperación y en más de una ocasión me he visto tentada a golpearlo en la cara para ver si así aterriza a la realidad.

A veces quisiera saber que diablos le he hecho como para que se comporte de esa forma tan patética. ¿Era remotamente normal que el señor atleta estrella se empeñe en joderme la existencia en este lugar? No sé que es lo que gana con todo esto… pero si cree que voy a hacer su objeto y blanco de diversión está muy equivocado. Es decir, hablamos de Leonardo Urdangarín, el chico por el que muchas chicas mueren y están dispuestas a todo con tal de estar con él. Ahora no me queda la menor duda de que fui una estúpida al preocuparme por él esa noche… lo que haga o deje de hacer no es mi problema, por lo tanto no tengo por qué entrometerme. El día de hoy no me extrañó notar que lugar se encontraba vacío… después de todo, era común no verle el pelo en las primeras clases… si hay algo que lo caracteriza es que siempre se sale con la suya. Pero aún así, el no verlo me inquietó un poco… “¿Enserio, Vittoria, en el fondo eres capaz de preocuparte por alguien como él?” inquirió aquella vocecilla. “No… definitivamente no puedo darme el lujo de preocuparme por un patán como Leonardo” Me dije con determinación. “Conociéndolo, lo más seguro es que su ausencia se deba a que está perdiendo el tiempo con alguna de sus estúpidas conquistas” me dije en un intento por dejar de lado aquella absurda preocupación para recordarme la clase de persona que era en realidad: un sujeto arrogante, vanidoso, ególatra, sinvergüenza… enumeré mentalmente la larga lista de adjetivos que inapelablemente lo describían a la perfección y que inconscientemente me hicieron arrugar la hoja de borrador que tenía a un lado, cuando el rostro altanero de Leonardo vino a mi mente. Al sonar el timbre, me sobresalté ligeramente por que el sonido había sido lo único capaz de lograr que saliera a la superficie. Me limité a prestar atención a las últimas indicaciones del profesor, anotando rápidamente las páginas que debíamos leer para la próxima clase, para luego salir apresuradamente del aula y encaminarme hacia la cafetería para almorzar. No prestaba mucha atención a mí alrededor, estaba tan ocupada asegurándome de que todo dentro de mi mochila estuviera en orden que, por un momento creí que mi mente me estaba jugando una mala pasada cuando escuché su voz. Tomé una fuerte y honda bocanada de aire, tratando de controlarme para no perder la paciencia con él, pero si hay algo que a mí me sobra es paciencia… solo que estando cerca de Leonardo Urdangarín llegaba a su límite fácilmente. – ¿Qué es lo quieres, cabeza hueca? – dije volviendo el rostro violentamente hacia donde se encontraba para poder mirarlo de frente. Para variar… su postura destilaba seguridad y su rostro reflejaba la misma altanería que siempre lo ha caracterizado. Lo miré impacientemente a la espera de que me dijera que era lo que quería, cuando entonces se acercó despreocupadamente hacia mí y me dijo que debería prestar más atención, no sea que termine perdiendo la cabeza. Mantuve la mirada clavada en la suya para no dejarme intimidar por su proximidad… sin embargo, al ver que me tendía la lapicera con mis iníciales, mi pulso se normalizo gracias a la sensación de alivio que me recorrió, pero no por ello me hizo bajar la guardia en cuanto se la acepté. – Mira nada más… ¿quién lo diría? Tú, Leonardo Urdangarín, ¿dándome lecciones a mí, acerca de cómo ser cuidadosa? – repuse con una nota de incredulidad, mientras le miraba con el ceño ligeramente fruncido y una sonrisa enmarcando mi rostro. – Nunca creí decirlo, pero esto es algo que no se ve todos los días… – comenté lo más tranquila posible, pero sin dejar de modular mi incredulidad. – ¿Qué te pasó? ¿Acaso el balonazo que recibiste en esa cabeza tuya fue muy duro y te dejó una lesión como para que me vengas con lecciones de moralidad? – pregunté, de la manera más irónica que me fue posible, sin perder la calma. – Aún así, supongo que debo darte las gracias por este “noble” gesto de caballerosidad que me tiene tan desconcertadamente asombrada – dije agitando suavemente mi lapicera. – Ahora si me disculpas… tengo cosas que hacer y no quisiera quitarte tu tiempo; con lo apretada que debes tener tu agenda… no quisiera ser la causante de que llegues tarde a tu cita de las once y media. Sabes bien que es de muy mala educación hacer esperar a una “señorita” – dije borrando la sonrisa forzada de mi rostro y dándole un énfasis en particular a la palabra “señorita”, para luego darme la media vuelta y retomar mi camino hacia la cafetería.
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Mensaje  ιzzy нale Miér Ago 15, 2012 10:56 pm

Leo Urdangarin

Leonardo Ezequiel Urdangarin Bessette
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Me resultaba fascinante la facilidad con la que algunas mujeres se ponían irritantes, era tan fácil como sacarle un dulce a un niño pequeño, así como hacer sonrojar a una muchacha tímida. Me resultaba una situación de lo más divertido: ver como sus expresiones cambian, la forma en la que te miran, como si con aquello pretendiesen mandarte al mismo infierno (sin poder conseguirlo). Era divertido, sobretodo cuando te dabas cuenta que quizás fueses aquella persona capaz de hacerlo con tanta facilidad, sabiendo incluso que tu propia voz era la que ocasionaba aquella reacción. Aún más entretenido, era incluso saber que posiblemente estabas metido en su cabeza, sin que haya ninguna forma de que salgas de ahí. Por eso me fascinaba Vittoria Luzzatto, porque con ella podía sentirme de aquella forma, como si realmente le importara, como si no pudiese dejar de pensar en mí… aunque claro, tampoco era tan diferente a lo que sucedía con las demás mujeres cuando se trataba de mí, por supuesto.

No pude evitar reír ligeramente cuando ella me respondió de aquella forma, aunque mantuve mi compostura lo mejor que pude mientras la miraba fijamente a los ojos. –¿Cabeza hueca? Vaya, bueno… supongo que nunca has visto mis clasificaciones, ¿verdad? - pregunté con sorna mientras desordenaba distraídamente mi cabello. No era un “Cabeza hueca” como ella podía pretender que fuese, después de todo, se podía decir que mi promedio era superior al 8, lo cual era bastante bueno: en pocas palabras, me obligaba a mí mismo a estudiar para los exámenes, pues si reprobaba no podía estar en el equipo de Fútbol, y me lo tomaba como algo bastante serio. De hecho, pretendía ser un jugador de Futbol cuando terminase el Instituto, no sé… quizás el Internazionale, el Milán o el Juventus; incluso pensaba en el Manchester United, el Real Madrid o el Barcelona: en pocas palabras, en realidad, no me interesaba tener una carrera propiamente dicha, así como Ingeniero, Político, Abocado, Empresario, o ese tipo de cosas.

No podía evitar sonreír con cierta diversión mientras ella hablaba, y honestamente, tanta inteligencia parecía servirle para las clases… porque para el resto, bueno… era bastante despistada esta pelirroja, aunque de todas formas, por alguna razón me resultaba encantadora. “¿Encantadora?” repitió mi mente con burla mientras fruncía suavemente el ceño. – Cariño, podría llegar a sorprenderte de la gran cantidad de consejos que tengo para darte…- le aseguré. Como siguiera con esa actitud, jamás iba a conseguir que nadie en la vida quisiera llevársela a la cama, pero, según mi filosofía, nadie merecía morir virgen. Jamás había conocido a nadie más irritable que mi hermana, joder. – Para que te enteres, pelirroja, tengo mucha más “moralidad” de la que puedes llegar a creer - de alguna forma me las apañé para acorralar a Vittoria entre la pared y yo, colocando ambos brazos alrededor de su cuerpo, impidiendo de esa forma que se escapase. – Después de todo, alguien dijo alguna vez que “lo esencial es invisible a los ojos” - dije citando al “Principito”. Sí, podía ser estúpido que alguien como yo supiera tal cosa, pero después de todo, algo de cultura general no venía mal. Me acerqué mucho a ella, colocando mi rostro tan cerca que era capaz de escucharle respirar – Y quizás, no te vendría mal abrir un poquito tu cabeza. Ese es quizás otro de los tantos consejos que tengo para ti. - susurré mirándola fijamente a los ojos, mientras una sonrisa aparecía en mis labios.

Me separé con despreocupación, dejando un espacio levemente prolongado entre nosotros, ignorando las miradas de los curiosos que pasaban a nuestro alrededor. Sonreí ligeramente cuando la escuché hablar – Bueno, a las "señoritas" no les importará esperar siempre y cuando llegué allí - dije con despreocupación mientras volvía a desordenar mi cabello, consiguiendo unos cuantos suspiros de unas chicas que pasaban por donde nosotros estábamos, a lo que no pude evitar sonreír volteandome a verlas con poco disimulo. – Aunque no creo que tengan mucha necesidad de ponerse celosas... - comenté observándola, mientras dibujaba una sonrisa en mis labios. Ella comenzó a caminar rumbo a la cocina, así que simplemente grité – A menos que la que esté celosa, seas tú- Y aquello sería algo que me encantaría, simplemente por el hecho de tratarse de ella misma. Me mantuve en mi lugar, cruzándome de brazos sonriendo de forma divertida.
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