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Mensaje  ιzzy нale Mar Ago 06, 2013 1:01 am


. Vittoria Luzzatto .

as: Vittoria Thérèse Luzzatto Pierce  
● 18 años # Senior # The Geeks # Arte » Periódico Escolar
[ Está con Leo Urdangarín ;; A orillas del lago ]

Cualquiera diría que después de un par de años yendo y viniendo año con año se termina por acostumbrar al movimiento constante del barco mientras navega, solo que yo todavía no termino por acostumbrarme a la bella vida en altamar. Aunque eso no quiere decir que lo odie o que me desagrade. No, nada de eso. Al contrario, admito que la oportunidad de poder viajar en un hermoso crucero me ha parecido grandiosa. Una vez que cesan los mareos y se te pasan esos constantes y horribles malestares estomacales que no te dejan más opción que pasártela encerrada en el camarote… te das cuenta de lo increíble que es esa experiencia. Al ver el mar frente a ti, bañado por la luz de la luna y de las estrellas, sumido en un cómodo y agradable silencio a tu alrededor te colma de cierta paz. No muchos apreciaban la belleza y el esplendor del océano en una bella noche de verano. Pero en lo personal, prefería alejarme de todo el bullicio para poder apreciar algo tan hermoso como el océano.

Muy dentro de mí, soñaba con poder compartir algo así con la persona indicada. Si es que existe y esta en algún lado. Pero hasta ahora, debo decir que no he tenido la mayor suerte… besando sapos. Ante lo cual, siempre termino decepcionada por no ser lo que yo esperaba. Y es que la mayoría de los chicos con los que he llegado a salir solo les interesa el físico, y no hacen otra cosa que hablar de ellos mismos. Todos los que me conocían, aseguraban que era la mejor de la clase por ser la primera en levantar la mano y responder correctamente a las preguntas del Profesor, por estar al corriente en las tareas, en los apuntes, por nunca faltar una sola vez en el año a clases… y a la hora de elegir al representante de nuestro grupo, generalmente era yo la seleccionada para asumir aquel cargo de gran responsabilidad. Algunos decían que era muy buena líder, mientras que otros… bueno, no tenían la mejor opinión de mí y eso hacia que fuera objeto de las frecuentes burlas por parte de varios compañeros. Desde que muy pequeña me he esforzado por sobresalir, por demostrar que soy capaz de superar los obstáculos y dar todo de mi. Jamás me he dado por vencida, y ante las dificultades, ante los pequeños tropiezos, he aprendido a levantarme gracias a las enseñanzas y a los consejos de mis padres. Mi mayor deseo en la vida era superarme en todo aspecto, tanto personal como académico. Deseaba con todo mi ser graduarme del instituto con honores, poder ingresar a la Universidad, graduarme y en un futuro, convertirme en toda una profesionista en el área que elija.

Muchos pensarán que ya tengo toda mi vida planeada, y puede que así sea. ¿Qué sería de las personas si se limitaran a improvisar solamente y no se detuvieran a planear y a pensar que es lo que quieren en la vida? Algunos dirán que ya cruzarán ese puente cuando lleguen a el, pero yo no podía vivir de esa forma. Bajo ningún motivo me regia por ese concepto. Y es que antes de tomar cualquier decisión, tenía la costumbre de sentarme a reflexionar. Mis padres siempre han tenido plena confianza en mí, me han dado la oportunidad de elegir lo que yo quiero sin imponerne absolutamente nada… y el solo pensar que pudiera decepcionarlos es algo con lo que no podría vivir. En realidad, mi vida personal no era tan complicada como mi vida estudiantil. Llevaba una vida normal junto a mi familia. Papá era entrenador del Novipiù Casale Monferrato, mientras que por otro lado, Mamá era educadora y además de eso la directora de un jardín de niños.

En cambio, mi vida estudiantil vaya que era ajetreada y complicada por la cantidad de responsabilidades y cosas que teníamos por hacer. Justamente por esa razón, Papá y Mamá coincidían al aconsejarnos a Giulia y a mí que lo mejor para nosotras era pasar el verano en el Vacance Club. Papá estaba tan ocupado con los entrenamientos del equipo y con la liga que lamentablemente tuvimos que posponer nuestro viaje familiar hasta Navidad. Papá nunca habría cancelado nuestro viaje familiar a no ser que fuera por razones mayores, pero comprendíamos que tenía una responsabilidad con el equipo y confiábamos plenamente en que los guiaría a la victoria. Mamá, Giulia y yo éramos aficionadas al básquetbol y acudíamos a todos los partidos de la liga y de la Legadue. Amaba ir de campamento, el respirar el aire puro de montaña, azar malvaviscos alrededor de la fogata mientras todos contábamos historias. Por lo que no me desagradaba pasar el verano en el Vacance Club, las actividades y las competencias eran realmente divertidas. Toda iba bien hasta… que Leonardo Urdangarín me arruinó la vida. De acuerdo… no necesariamente tenía que haber empleado esa palabra, pero… ¿de que otra forma podría catalogar lo que pasó entre él y yo la noche anterior? Es solo que al verlo en esa situación tan bochornosa… y a punto de cometer una locura como la de lanzarse al lago sin prenda alguna a las 4 de la mañana. Dios mío, juro que por un momento creí que cumpliría su palabra, estaba tan ebrio que creí que realmente lo haría, pero por suerte, logré convencerlo de que me acompañara hasta su cabaña. No podia dejarlo solo… y aun en contra de lo que me dictaba mi conciencia lo acompañé hasta su cabaña, teniendo que lidiar con sus estupideces todo el camino. Una vez ahí… lo recosté en su cama, le quité los zapatos, y justo cuando me daba la vuelta para marcharme, Leonardo... me sostuvo del brazo, pidiéndome abiertamente que me quedara con él. Sabía que no debía quedarme con Leonardo… y menos a solas en su cabaña, pero estúpidamente una vez más fui en contra de lo que dictaba mi razón, y me quedé a su lado. Y es que la forma en que me miró al pedírmelo… me hizo lamentar el que bebiera en exceso. El y yo nunca nos hemos llevado bien y no entendía por que justamente a mí tuvo que pasarme todo eso. Pero lo inesperado ocurrió cuando Leonardo imprevistamente se incorporó, pasó su mano por mi nuca para besarme. El sentir sus labios sobre los míos al principio me asustó… estaba quieta, inmóvil, pero la insistencia de sus labios en busca de una respuesta, me hizo ceder, por lo que ingenuamente acabé correspondiendo a su beso abrazador. Hasta que finalmente, el sueño y la ebriedad de su estado terminaron por vencerlo. Por alguna extraña razón, no podía borrar de mi mente la sensación de sus labios sobre los míos, me asustaba no haber sido capaz de frenarlo… romper con la estrecha cercanía que nos unía con una bofetada. No había razón para que le diera importancia a un simple beso… pero me recriminaba el haber sido tan tonta como para dejar que Leonardo Urdangarin me besara. Yo no era como las chicas a las que Leonardo estaba acostumbrado a tener… y me odiaba por eso.

Rogaba por que Leonardo olvidara que fui yo la que lo encontró a orillas del lago, rodeado de varias latas de cerveza, deseaba con todas mis fuerzas que no recordara absolutamente nada, por que no quería lidiar con las burlas de Leonardo. No soportaría que se burlara de mi en mi propia cara alegando haberme besado y sucumbir a su… encanto. No. Ante todo tenia dignidad… y no iba a permitir que Leonardo me humillara. ‘Ya olvídalo’. Me dije una vez para convencerme que todo fue un error y que… lo que pasó no tuvo ningún significado. Respiré profundamente intentando calmarme, mientras lanzaba piedritas al lago. No era muy buena lanzando como Papá, pero sabía defenderme. Y en ocasiones, solía venir aquí para relajarme y perfeccionar mi técnica. De pronto, el audible sonido de unas pisadas aproximándose, me hizo volver instintivamente el rostro, y la sorpresa se vió reflejada en mis ojos al encontrarme cara a cara con el causante de mi desvelo: Leonardo Urdangarin. Al verlo ahí… parado frente a mí, mi corazón se aceleró de tal manera como si hubiera recorrido una gran distancia. Su repentina aparición me había tomado desprevenida, pues no esperaba verlo… al menos no hasta que anunciaran las nuevas competencias. ¿Qué debía hacer ahora? fue mi pensamiento, instintivamente desvié la mirada hasta mi bolso, el cual dejé a un lado del tronco de un árbol, y sin dirigirle la palabra, lo tomé, colgándomelo al hombro y pasando por su lado me alejé de ahí con un simple y audible. – Con permiso –


Última edición por ιzzy нale el Jue Nov 28, 2013 1:45 am, editado 2 veces
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Mensaje  ιzzy нale Sáb Ago 10, 2013 3:49 am

Leo Urdangarin

Leonardo Ezequiel Urdangarin Bessette
18 años - Senior Fútbol (Capitán), Esgrima The Charming Boys
está con: Vittoria Luzzatto, en: lugar


Estaba casi convencido que cualquier persona a la que le contara lo que había hecho me diría “estás totalmente loco, Leo”. Porque hasta yo mismo admitía que estaba haciendo poco cuerdo. Aún así, no podía dejar de sentirme entusiasmado cada vez que hacía aquello que me apasionaba: pelear. Y no esas típicas peleas del instituto en el que te agarras a trompadas con el primer idiota que se te cruza por el camino, sino que eran peleas de verdad: pelas de lucha libre que se daban en un club clandestino situado en uno de los barrios más peligrosos de Lombardía. Allí no importaba que fuese Leo Urdangarin: hijo del multimillonario empresario y filántropo Pablo Urdangarin, sino que simplemente éramos mi máscara roja y yo. Y mis aventuras de boxeador no terminaban solo en Italia, sino que también durante la época de clases también había descubierto un lugar similar y con propósitos parecidos al sitio en el que iba en Lombardía, donde además me había ganado una moto después de haber conseguido la última victoria en un torneo sumamente difícil.

Por supuesto que nadie sabía nada de lo que estaba haciendo: ni Ben, ni Barbie, ni Mariana, ni mis primos, ni mucho menos Jacqueline Windsor, porque si lo supiera definitivamente me pediría que la llevase a los lugares a los que iba y aquello sin duda era algo peligroso, y si bien no la consideraba como alguien débil no podía permitirme que algo le sucediera. Por tanto tenía que ser cuidadoso: escaparme y volver antes de que descubriesen que no estaba. Por eso durante el verano yo jamás me aburría. Siempre me la pasaba entrenando en el gimnasio, saliendo a correr en los parques había alrededor de la mansión en la que vivía, y participando en luchas callejeras antes de que la policía llegara. Por suerte, hasta el momento nunca había sido arrestado, ya que siempre desaparecía cuando empezaba a escuchar la primera sirena de la patrulla. Porque, si llegara a ir preso, sin duda sería el fin de todo.

¿Quién dijo entonces que yo no podía ser cuidadoso si me lo proponía?

El dolor de cabeza todavía se hacía presente, pese a que hacía horas que me había dado una duche que me tardó como más de media hora con el objetivo de conseguir que los miles de alfileres dejaran de clavarse dentro de mí provocándome ese insoportable dolor continuo. Ni siquiera era que hubiese tomado demasiado anoche… solo unos cuantos tragos, pero una recomendación para futuras generaciones: jamás tomen alcohol sin al menos haber comido una picada antes, porque el resultado puede ser… doloroso y asqueroso. No podían culparme por haber bebido: ayer habíamos ganado un partido de fútbol y después de cada victoria no había más que hacer que celebrar… aunque bueno, si perdíamos (que en realidad eso no pasaba en mí equipo) también festejábamos. Pero puede que esta vez me haya pasado un poquito.

Para peor, tampoco recordaba exactamente qué era lo que había sucedido, y lo poco que recordaba era en forma de recuerdos borrosos que me hacían dudar si lo había soñado o si realmente había sucedido. Recordaba haber estado en la playa mientras tonteaba como de costumbre, hasta que apareció Vittoria Luzzatto. Las cosas se volvieron más confusas a partir de entonces, y su voz me suena en mi cabeza: “Leonardo, no seas idiota. Si te tiras al agua podrás enfermarte…” claro que ella no sabía que más de una vez me había tirado al mar básicamente desnudo durante el verano y jamás me había pasado nada; pero por alguna razón me gustó el hecho de que ella se preocupase por mí: no solía hacerlo, o al menos no recordaba que jamás lo hubiese hecho desde que la conocía. La cosa era que de una u otra forma, ella terminó llevándome a la habitación. Pero ya luego de esa escena todo era más confuso porque veía como si fuese un montón de imágenes separadas y con poco sentido. Sacudí la cabeza varias veces, convenciéndome a mí mismo de que posiblemente estuviese inventándome todo: no había forma que entre Luzzatto y yo hubiese pasado nada de nada. Si bien ella era una chica muy guapa, era un dolor de cabeza: siempre tan correcta, estudiosa, y… mierda. No. No podía ser. Punto. Ya está. Mejor era pensar en otra cosa, distraerme y… olvidarme de todo lo que supone que había pasado.

Seguí corriendo por la playa mientras me tiraba agua de la botella que llevaba conmigo para refrescarme a causa del calor, y me detuve cuando llegué a una zona donde había sombras. Me puse de cuchillas, recuperando compostura y respiré profundamente. Llevaba corriendo hacía más de media hora y no me molestaba hacerlo a este clima: podía correr con 40°C y un sol brillante hasta correr con -10°C y lluvia. No me importaba, porque cuando corría me olvidaba de todo lo que me rodeaba. Claro que no me esperaba encontrarme con la causante de todos mis problemas. De la chica de la que llevaba pensando más tiempo de la que ninguna otra había hecho. Me erguí, aprovechando que ella todavía no se había dado cuenta de mi presencia, y respiré profundamente mientras sentía los latidos acelerados de mi corazón debido a la corrida.

Me moví unos pocos centímetros cuando ella se dirigió al árbol para coger sus cosas, y me quedé mirándola fijamente durante unos segundos. ¿De qué me estaba perdiendo? Pensé alzando una ceja. A lo mejor lo que recordaba realmente había sucedido… y si. – Vittoria. Aspetta un momento! – me adelanté a detenerla con el acento italiano que tanto me caracterizaba. No era momento para ponerse a hablar italiano, si bien ella también lo era. La tomé con cuidado del brazo y me puse en medio de su camino buscando con mi mirada sus ojos en búsqueda de algún indicio que me diera a saber si la había lastimado o algo. ¿Por qué me preocupaba? No tenía idea. Tal vez porque no era tan idiota como mi padre lo había sido durante su adolescencia. Porque en cierta forma no me gustaba jugar con las mujeres como Ben, si bien me gustaban las mujeres y salir con ellas. – Lo siento… la costumbre. – me disculpé al darme cuenta que había hablado nuestro idioma y no el inglés que usábamos como idioma neutro en el Instituto. – Solo quiero decirte que si anoche pasó algo entre nosotros y estás enojada por lo que sea que pasó, no te preocupes, porque para mí nunca pasó nada. – no quería sonar duro. Cualquier otra persona seguramente se lo recordaría o algo, pero quizás para ella sea un alivio saber que no recordaba y que tampoco significaba nada. Lo único que esperaba, por amor a Dios, era que no nos hubiésemos acostados. Tal vez... tal vez ella estaba portándose de esta forma porque recordaba más que yo... y si... no, no podía ser.- No nos hemos acostado ¿cierto? – pregunté de sopetón. Mejor sacarse las dudas de una, y nunca me había caracterizado por ser alguien corto de palabras o que no fuera de frente. Con suerte tal vez ella también estuvo ebria y no recordaba nada.

nada que ver el gif pero después busco otro, pasa que me anda lento internet
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Mensaje  ιzzy нale Vie Ago 16, 2013 12:37 am


. Vittoria Luzzatto .

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Un botón de reinicio. La solución a todos los problemas cotidianos. Ojalá en la vida real existieran ese tipo de botones capaces de borrar todo progreso y avance en los videojuegos para tener la oportunidad de empezar desde cero y sin la posibilidad de cometer los mismos errores. Desgraciamente, la vida real no es ningún videojuego… y a veces no tienes otra alternativa que afrontarla de frente, correr los riesgos que implica vivir y… arriesgarse como en un juego de azar, donde la suerte juega un papel principal. Lo que pasó anoche entre Leonardo y yo… en realidad nunca debió pasar. Aquel beso fue… un error, nada más que un simple error. Nada importante.

Aparte… Oh, mio Dio… estamos hablando de Leonardo Urdangarín, el del irresistible y petulante capitán del equipo de Fútbol por el cual muchas chicas suspiraban y morían. ¿Saben que lo eso significa? Con frecuencia escuchaba los molestos y ridículos comentarios de varias de nuestras compañeras de curso en los pasillos: “Míralo… ¡es que es tan sexy y apuesto!”…“¿Crees que sepa que existo, Kitty?”…“Yo pienso que deberíamos ir al campo de Fútbol para verlo entrenar junto a su hermano y ver como se quitan la camisa”. Los típicos y habituales comentarios de pasillo entre las chicas… como si aparte de Leonardo Urdangarín no tuvieran otra cosa de que hablar.

Mi relación con él no era la mejor. Desde la perspectiva de cualquier persona que nos haya visto podrá decir a ciencia cierta que Leonardo Urdangarín y yo somos… incompatibles. Ni él era mi tipo de chico, ni yo era su tipo de chica. Tan simple, como dos y dos son cuatro. Para él era muy normal cambiar de novia cada dos por tres; en cambio yo… a penas y he logrado mantener un pez vivo por más de tres días. No es que haya salido con muchos chicos, si bien… solo he llegado a salir con tres desde los diecisiete, y con eso debo decir que no he tenido la mejor de las suertes. Lo que me hace pensar que todos los chicos son iguales… y que solo piensan en ellos mismos, bueno… al menos la mayoría. Sé que es una total idiotez soñar con encontrar al príncipe azul hoy en día, pero nada me costaba creer que existía... y que esta allí… en algún lugar.
Es por esa razón que, me niego a pensar que Leonardo hubiese sido capaz de sentir algo, y que aquel beso… pudiese haber significado algo… para los dos. Para él, solo era la insoportable sabelotodo. Mientras que para mí, era… el petulante y narcisista de Leonardo Urdangarín. No tenía ni el más mínimo interés en conocerlo. Ambos ya teníamos una bien formada opinión sobre el otro… y nada podría cambiar lo que ya hecho o dicho entre nosotros. Deseaba alejarme cuanto antes de aquel sitio… perderme de vista, desaparecer, aunque fuese solo por un instante, antes de que a Leonardo se le ocurriera hablar de lo que pasó entre nosotros. No me sentía del todo capaz para hablar y menos con él. Tal vez… y con un poco de suerte, Leonardo no recuerde absolutamente nada.

Mi corazón se aceleró de la misma manera que cuando recibes un susto muy fuerte, oír su voz a mis espaldas, aquel marcado tono italiano, y sentir como su mano se cerraba alrededor de mi brazo, en una clara señal para que me detuviera… el cuidado con el que me tocó, me hizo sentir una ligera descarga eléctrica en mi espalda que me inquietó y a su vez me puso un tanto nerviosa. Por un breve y corto momento cerré los ojos tratando de olvidarme de esa inusitada reacción para concentrarme en las palabras de Leonardo. Involuntariamente hice un pequeño y despreocupado movimiento negativo con la cabeza cuando se disculpó por haber hablado en nuestro idioma. Era normal que en ocasiones se nos escaparan algunas expresiones italianas o para sentirnos más cómodos dialogáramos en nuestro idioma con compañeros de la misma nacionalidad. No me atrevía a mirarlo fijamente a los ojos… no por que le tuviera miedo. No. Si no por que no quería que me mirara como a las otras chicas… es decir, con esa mezcla de pena por no poder seguir adelante con la relación o… por no ir más allá de un simple encuentro casual. Yo no era como ellas… jamás sería como las chicas a las que acostumbra, y que en mi lugar habrían deseado ir mucho más lejos con él. Negué con una ligereza imperceptible… No esperaba nada menos de Leonardo Urdangarín, supongo que era típico de él pretender con la mayor dureza que nada pasó para así poder continuar plácidamente con su vida. ¿Por qué no me sorprende? – Olvídalo, Leonardo… se lo llevó el viento. No pasa nada. – compuse una ligera y forzada sonrisa de perfil para dejarle en claro que no teníamos por que hablar de lo que pasó. A fin de cuentas… solo se trata de un error y no de algo significativo. Lo que para él debe ser un alivio… su salvación. – ¿Scusa? – volví el rostro con ligera brusquedad para encararlo y por primera vez mirarlo a los ojos, luego de oír aquella pregunta brotando de sus labios. – ¡No! ¡Claro que no! ¿Cómo se te ocurre pensar que tú y yo…? ¡Dios! ¡Eres un asco… un asco, Leonardo! Nunca me metería contigo y lo sabes. ¡Y quítame ya la mano de encima! – retrocedí un paso para alejarme de él aclarando la situación con la ofensa reflejada en mis ojos por la pregunta tan directa, y a su vez deshaciéndome de su agarre. Tenía una opinión era muy diferente a la de muchas. Estar con alguien en la intimidad significa que lo quieres y que él a su vez te quiere. Las hormonas no tenían nada que ver en esto… a lo que voy es que para estar con esa persona debes estar segura de lo que vas a hacer y no dejarte llevar por los arrebatos de pasión. – No pasó nada… nada de lo que tú o yo tengamos que arrepentirnos, ¿esta claro? Así que quita esa cara y alégrate que conmigo no tienes que fingir. – Rehuí de su mirada para no verlo. Primero que nada… tenía que hacer que se olvidara de aquella idea tan absurda para que su alma descansara. Probablemente las otras chicas habrían jugado con la idea al estar enamoradas de él, pero yo no estaba interesada en Leonardo Urdangarín. Si me preocupe por él fue por que… lo que pensaba hacer anoche era un locura… ¡una completa locura! Meterse a nadar en estado de ebriedad es algo muy peligroso, y no iba a cargar en mi conciencia con el peso de que le pasara algo malo por su propia estupidez.
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Mensaje  ιzzy нale Vie Ago 30, 2013 12:41 am

Leo Urdangarin

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Todas las imágenes, de lo que había sucedido anoche, se presentaban en mi cabeza de forma borrosa. Para mí no tenía sentido el hecho de que ella hubiese estado en la misma cabaña que yo, totalmente solos: ¿Qué otra cosa más que haberme portado como un idiota pude haber hecho con ella en las condiciones que estaba? Demonios. Me gustaría poder recordar algo con más claridad, al menos para no sentirme tan culpable y para que la conciencia no me siguiera carcomiendo, porque estaba resultando ser una sensación intensamente insoportable.

Resoplé. A diferencia de lo que Vittoria Luzzatto veía de mí, yo no era un completo desgraciado que me aprovechaba de las mujeres. Por el contrario, trataba de esforzarme por ser mejor persona de lo que mi padre había sido durante su adolescencia y no convertirme en su calco: estaba harto que la gente intentara compararme constantemente con él, ya que me molestaba cada dicho al estilo: “Ah, pero si es el hijo de Pablo Urdangarin. Sí… definitivamente te pareces a él.” Tampoco me gustaba que me comparasen todo el tiempo con Ben, ya que si bien éramos gemelos idénticos él y yo poco en común teníamos más que la pasión que nos unía del fútbol. Por tanto, intentaba diferenciarme de ambos: de mi padre y de mi hermano; pero a veces simplemente no era capaz de controlarlo, como anoche, y terminaba haciendo idioteces… y me enfermaba no poder recordarlo.

El tema era que Vittoria era tan diferente a las demás chicas. Nunca había intentado acercarme a ella: cada vez que intentaba algo terminábamos discutiendo por una idiotez y la verdad era frustrante porque Vittoria era tan necia y cerrada conmigo que lo único que quería era mandarla a la mierda y pedirle que deje de ser tan… tan jodidamente correcta. No era que quisiera llevarla por el mal camino… bueno tal vez sí… pero es que era tan aburrida a veces: siempre mandando, diciendo qué hacer, y comportarse tan perfectamente. Me jodía tanto, además, la opinión infundada que tenía sobre mí ¿narcisista? ¿Era narcisista por ser guapo y por aprovecharme un poco de mi estado físico para conseguir lo que quería con una sonrisa encantadora que convencía a cualquier persona de que era totalmente inocente de cualquier cosa de la que me acusaran? ¿Era narcisista por cuidar mi estado atlético practicando deportes? Tampoco era que me pasara veinticuatro horas admirándome en el espejo y suspirando por mí mismo con lo guapo y perfecto que era, ni que tardara muchas horas para arreglarme para salir. Pero háganselo entender a ella… era imposible, como para tratar de convencerla de algo tan simple que hasta un nene de cuatro años sabía la diferencia.

Puse los ojos en blanco. – No sé por qué te escandalizas tanto. Simplemente te he preguntado si nosotros no nos acostamos. Tampoco es que te haya preguntado si nos hemos casado o algo así. – rodeé los ojos, negando suavemente: casarme con ella definitivamente sería mucho más preocupante que haberme acostado con ella. – Eres tan exagerada. – afirmé resoplando mientras me cruzaba de brazos. Alcé una ceja, escuchando sus palabras, y una sonrisa de costado apareció en mis labios. – Entonces… ¿No te arrepientes de… haberme besado? – pregunté sin poder evitarlo. No estaba seguro si aquello realmente había sucedido, pero recordaba sentir sus labios sobre los míos con tanta intensidad que era imposible que me lo hubiese simplemente imaginado o soñado. Los recuerdos más intensos que tenía en mi mente se presentaban con más nitidez que aquellos que tendía a imaginar o fabricar para rellenar los lugares vacíos, y el recuerdo de Vittoria y yo besándonos era tan intenso que me causaba escalofríos. – No te preocupes, no se lo diré a nadie. Tu reputación seguirá como siempre: puedes seguir diciéndole a tus amigas todo lo que dices sobre mí sin sentirte culpable de nada. – respiré profundamente, mientras ordenaba un poco mi cabeza. – Además, prefiero besarte en un momento en que los dos estemos conscientes. En cierta forma siento que te has aprovechado de mí. – bromeé de forma encantadora, aunque sabía que mi broma iba a molestarle un poco ya que seguramente yo era la última persona a la que ella quería besar. Pero… era tan divertido ver a Vittoria Luzzatto molesta. – vale, vale… bromeando. – añadí poniendo los ojos en blanco mientras metía las manos en mis bolsillos. Vale, tal vez no tanto.

Entonces me percaté que en su cabello había caído una pequeña hoja del árbol en el que ella había estado apoyada en su tronco. Lentamente, me acerqué y con cuidado (sin contener la respiración) estiré mi mano para quitársela; aprovechando un poco, tomé el mechón que estaba detrás de su oreja y se lo coloqué cubriéndola para que cayera de forma tal que la expresión cambiase. Sonreí. – estaba pensando que tal vez en el fondo sí te preocupas por mí. – comenté aún cerca de ella, mirándola fijamente. Luego retrocedí, dejándole su espacio. – Sino no te hubieses molestado en llevarme a mi cabaña, ni mucho menos tratado de impedir que me metiese al mar. – solté una risa casi sin poder evitarlo. – lo siento, es que honestamente no sería la primera vez que lo hiciera. – le aseguré encogiéndome de hombros.
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Mensaje  ιzzy нale Vie Sep 06, 2013 4:15 am


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Prefería sonar indiferente antes que admitir algo que ni yo entiendo y que nunca debió haber pasado. A diferencia de él, recordaba con exacta precisión cada detalle de lo ocurrido la noche anterior. En mi mente, podía verme a mi misma caminando tranquilamente a orillas de la playa, con la vista fija en el horizonte, disfrutando del suave sonido de las olas y del silencio de la noche. Fue en ese momento de paz que mis ojos repararon en una figura alta y de complexión atlética que de inmediato reconocí, y que aceleró los latidos de mi corazón. Aún cuando Leonardo y Ben son como dos gotas de agua no me costaba diferenciar a uno de otro. La forma en que a veces Leonardo me miraba era mi manera para distinguirlos. Admito que por un momento me extraño verlo sin ninguna compañía y fue entonces que supuse que algo no andaba bien, pero las cosas no terminaron ahí… o no. De un momento a otro, Leonardo Urdangarín comenzó a desnudarse sin saber que yo estaba ahí observándolo todo. Consciente de sus intenciones… actué y lo detuve a tiempo antes de que iniciara la carrera para sumergerse en el océano. Lógicamente, yo no estaba acostumbrada a ver a chicos en ropa interior, ¡menos desnudos! y aunque Leonardo llevaba puesto el bañador la situación me hizo sentir incómoda y avergonzada. Las cosas se complicaron un poco en mi intento de hacerlo entrar en razón y convencerlo de que aquello era una MUY mala idea. Si Leonardo es idiota en sus cincos sentidos, sumido en un estado de ebriedad era todavía peor, pero aquello no fue motivo para darme por vencida con él, y después de varios intentos, por fin pude convencerlo de volver a ponerse por lo menos los pantalones. De camino a la cabaña no paraba de decir idioteces como: “Que bien hueles”, “Que lindos ojos tienes”, entre otras cosas que ni cuerdo sería capaz de decir. Cuando llegamos a finalmente, lo primero que hice fue meterlo a la cama a costa de todo lo que me decía.

Sabía muy bien que aquella no era la primera vez que Leonardo se emborrachaba hasta perder todo sentido de la moral y de la decencia, y francamente… me preocupaba, pero no podía hacer nada más por él. Fue entonces cuando Leonardo me tomó desprevenidamente del brazo y me insistió en que me quedara con él un poco más. No comprendía el por qué roce de su mano me hizo sentir un ligero cosquilleo, estar tan cerca de él no es algo que yo hubiese deseado… De hecho, estaba determinada a seguir dándole un trato hostil y poco amigable que le dejara claro que ningún truquito le funcionaría para ablandarme. Lo peor de todo era que… solo bastó un roce de sus labios, un roce que dio paso a una insistencia de su parte para sucumbiera y aceptara su beso. El recuerdo de sus labios me hacía sentir tan… tonta que solo deseaba darme de topes contra la pared por ser demasiado ingenua al permitir que Leonardo Urdangarín me besara y por permitirme sentir… algo. La extraña sensación en la boca de mi estómago, el incesante mariposeo en mi interior, los acelerados latidos de mi corazón. Dios, ¿Qué me estaba pasando? Nada de lo que pasaba por mi mente era normal… es por esa razón que, estaba decidida a no darle importancia dado el estado en el que se encontraba. Y tal vez era mejor… si Leonardo me beso, no lo hizo conscientemente. Entonces… ¿Por qué me molestaba tanto con él? La respuesta a aquella pregunta llegó por si sola: Leonardo es… y siempre será un idiota.  

Entorné la mirada, moviendo negativamente la cabeza de un lado a otro al oír sus palabras, las cuales hicieron que me sonrojara del puro coraje, en especial, cuando dijo que era una exagerada. – ¿Cómo no quieres que me altere con tanta idiotez que sale de tu boca? Te lo juro, Leonardo… no se como puedes vivir así… siendo tan… tú todo el tiempo. – volví el rostro para mirarle con una expresión de entera frustración por pensar que él y yo pasamos la noche juntos… “Dios, dame paciencia para no matarlo”. Eso… significa que recuerda… ¿aunque sea un poco? La expresión en mi rostro bien era todo un dilema. Confieso que por un lado, deseaba saber que era lo que pasaba por su mente… pero por otro, prefería ignorar las cosas para no caer en el error de pensar que pudo ser significativo. – Para tu información, no fui yo… fuiste tú el que me beso – aclaré con una mirada un tanto reprobatoria. – Eres increíble, Leonardo… ¡increíble…! – solté de pronto con exasperación, pues ya no podía contenerme por mas tiempo, y el que me dijera eso era el colmo. ¿Cómo puede creer que dependo de una reputación? – No es mi reputación lo que me preocupa. Es más… yo no tengo ninguna reputación que mantener como algunos de tu grupo. A mí nunca me ha interesado nada de eso… – Vaya que estaba haciendo un esfuerzo para moderarme con mis palabras para que no sonaran tan… duras. Leonardo nunca sabrá lo que es sentirse blanco de las burlas dichas a espaldas de los demás. El y su hermano eran dos de los chicos más populares del instituto, y por suerte nunca sabrán lo que se siente que se rían de ti por ser de las que siempre responde en clases y que cumple con todo. Más de una vez he sido víctima de la desaparición de varios de mis libros, cuadernos y lapiceras, esa costumbre de esconderme las cosas y hacerme pasar apuros a la hora de buscarlos, no era un sentimiento agradable. Suspiré profundamente tratando de no recordar esos amargos momentos que me han hecho sentir tan mal. – Ahórrate tus bromas, Leonardo… por que eso no volverá a ocurrir nunca más… – le dije sin sonreír en lo más mínimo cuando dijo que prefería besarme en un momento en que los dos fuésemos conscientes. – En cambio a ti, supongo que si debe preocuparte lo que pasó ¿no? Si tus amigos se llegan a enterar seguramente se burlarán y pensarán cosas que no son ciertas… – Dicha idea me inquieto… y mucho. Probablemente sería la comidilla de todo el equipo, pero aún cuando eso llegara a pasar, esperaba que Leonardo lo olvidara.

Aunque no lo quiera reconocer… hay momentos como este, en los que la actitud de Leonardo me desconcierta, y me hace pensar que tal vez… lo estoy juzgando mal, pero otras veces descarto la idea cuando él mismo hace gala de su idiotez, lo que me hace pensar que nunca dejará de ser un completo idiota. Su sonrisa tan encantadora, sus gestos, así como la claridad de su mirada, la cual es tan similar a la del océano, haría que cualquier chica cayera rendida a sus pies. En silencio, seguí la trayectoria de su mano con la mirada… era una suerte que Leonardo no pudiese escuchar los latidos de mi corazón, de otra manera… quedaría expuesta, sobre todo si esto empezaba a convertirse en una manía para ponerme nerviosa en su presencia. – No sé… no sé que te hace pensar eso… – dije al cabo de unos segundos recuperando el habla, al tiempo que apartaba mis ojos de los suyos, con un atisbo de enojo cuando lo escuche reír. – No es gracioso, Leonardo… pudiste haberte hecho daño y lo sabes… – dije con una nota de enfado que bien se podía notar no solo en mis palabras, si no en mi semblante. – ¿Sabes lo riesgoso que es meterse a nadar en estado de ebriedad? – inquirí a conciencia para que se pusiera a pensar y no solo me limitara a responderme con su habitual  despreocupación. – Por muy capaz y seguro que te sientas… y por más veces que ya lo hayas hecho no esta bien. Lo lógico es que al encontrarte por casualidad no te permitiera cometer una de las muchas estupideces que has hecho en tu vida… – Respire profundamente, tomando valor para lo que estaba a punto de decirle… ya que no era… fácil para mí. – Por favor, no vuelvas a hacerlo – le pedí quedamente, al reencontrarme con su mirada.
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Mensaje  ιzzy нale Dom Sep 22, 2013 11:53 pm

cambio de situación
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Mensaje  ιzzy нale Dom Sep 22, 2013 11:58 pm


James d'Aviano

SAR James Dominico Austin Roman d'Aviano
20 años ATK The Charming Boys Esgrima Administración de Empresas
▲He's with: Vittoria Luzzato ▲ In: Perdido

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"Estúpido Caden, el era el que me había metido en esto, el me obligo a "participar" y yo por querer convencerlo de que se dejara de tonterías con chicas que no valían la pena lo seguí, fue entonces que sonó mi celular y conteste pero por la mala señal perdí la llamada, y para cuando me di cuenta ya todos los que estaban en mi equipo habían desaparecido de mi vista, no supe que hacer mas que empezar a caminar por ahí tratando de buscar señal, pero no lo logre.

Empezó a oscurecer y yo aun no lograba encontrar el camino de regreso, iba a demandar a esa compañía de teléfonos, según ellos tenían señal en cualquier lugar del mundo y miren, gracias a ellos me encontraba varado en medio de la nada, si cuando lograra regresar los demandaría y golpearía a Caden, todo fue su culpa. Mientras en mi mente seguía culpando a todo el mundo de lo que me estaba pasando en este momento escuche una voz cerca de donde estaba por lo que me acerque, fue entonces que me di cuenta que era la señorita Vittoria Luzzato, así que me acerque - Que sorpresa - dije con mi mejor sonrisa - Nunca me imagine encontrar a tal belleza perdida en el bosque - dije acercandome con cautela.
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Mensaje  ιzzy нale Miér Sep 25, 2013 1:41 am


. Vittoria Luzzatto .
as: Vittoria Thérèse Luzzatto Pierce  
● 18 años # Senior # The Geeks # Arte » Periódico Escolar
[ Está con James d'Aviano ;; En el bosque, Grupo de Perdidos ]

– Por favor, no vuelvas a hacerlo – le pedí quedamente, al reencontrarme con su mirada.
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Mensaje  ιzzy нale Sáb Oct 19, 2013 4:15 am

cambio de capítulo
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Mensaje  ιzzy нale Mar Nov 26, 2013 2:33 am

Leo Urdangarin
Leonardo Ezequiel Urdangarin Bessette
18 años - Senior Fútbol (Capitán), Esgrima The Charming Boys
está con: Vittoria Luzzatto; en: la Playa

Okey, lo admito: soy muy mal perdedor. Mi objetivo en la vida era siempre salir primero y el hecho de que mi equipo hubiera perdido la competencia de verano es algo que me molesta bastante. Demasiado, en realidad. Siempre he sido una persona competitiva, los deportes es lo mejor que puedo hacer, si bien no es que sea malo en las notas escolares, y por eso es que todas las mañanas me dedico a hacer ejercicio, por eso me frustraba demasiado que ninguno de los demás hubieran puesto empeño en conseguir la victoria. No entiendo porque los demás no tienen ese espíritu, por qué no les interesa ganar… la gloria sabe bien, igual que el reconocimiento por parte de los demás.

Dibujo una mueca con mis labios y camino distraídamente por la playa mientras trato de olvidar esta derrota: el año siguiente, iba a asegurarme de que mi equipo fuera el ganador, no importa cómo, pero voy a asegurarme de la victoria. Sonrío de costado y meto las manos en mis bolsillos en tanto alzo la cabeza para mirar hacia delante. A unos pocos metros de mí, se encuentra una persona que durante este verano se había convertido en una especie de objetivo personal. Sobretodo desde aquella noche en la que había evitado que me metiera al mar estando, según ella, ebrio. Aún me causa gracia recordar el rostro de preocupación, porque sin duda la morena se preocupó por mí. No obstante, lo que me atormenta es el hecho de recordar mis labios sobre los suyos de una forma tan nítida que provoca escalofríos.

Unas semanas atrás, Vittoria y yo nos habíamos quedado perdidos en medio del bosque mientras intentábamos encontrar las banderas del equipo contrario. Me alivié mucho cuando la encontré en buen estado, ignorando totalmente la histeria y los nervios, pero por alguna razón me prometí a mí mismo que iba a cuidar de ella aunque no quisiera que lo haga. “Ni mucho menos, así ella lo supiera” pienso. No tenía intenciones de que Vittoria se enterase sobre la necesidad que tengo de que ella estuviera bien, porque eso quedaría demasiado estúpido de mi parte y honestamente no es mi intención. Pero nadie puede realmente culparme si por tanto doy un par de trompadas a aquellos que intenten abusar de ella. Sonrío para mis adentros y me acerco con despreocupación hacia donde ella se encuentra leyendo quién sabe qué. Me siento a su lado y frunzo una ceja. - ¿Puede ser que nunca te haya visto sin un libro en tus manos? – le preguntó con cierta diversión en la voz mientras me apoyo con los brazos cómodamente en pose de modelo. – No es demasiado productivo pasar los últimos días de verano leyendo. – me arriesgo a estirar mi mano y a quitarle el libro que llevaba en manos. - Además, no parece demasiado entretenido. - comento leyendo el título del libro: "Orgullo y Prejuicio" de Jane Austen. "Bueno saber que le gustan las novelas clásicas" pienso para mí mismo.

Dejo el libro a un costado y me esfuerzo por el hecho de que me preste atención. - ¿Qué pasa? ¿Todavía estás enojada conmigo por lo del bosque? Cuando era chico solía ir de excursión con mi familia y realmente sabía lo que estaba haciendo. Lo que pasa que, como de costumbre, tú no me tienes confianza. Si me hubieras escuchado no nos hubiéramos terminado perdiendo. – le digo con tranquilidad como si yo no hubiera tenido absolutamente nada que ver con el hecho de que ella y yo tuviéramos que pasar la noche esperando a que vinieran por nosotros. - Mira, si te hace sentir contenta: lo siento, ¿vale? Siento haberte dejado sola y que te hayas preocupado, de nuevo, por mí. - comento sin poder evitar la sonrisa de costado mientras digo aquellas palabras. Cuando me fui a buscar ayuda dejándola sola en el bosque, luego de una hora regresé al mismo lugar sin ningún problema rastreando el camino de regreso hacia ella, pero sin poder hacer demasiado para encontrar al grupo. Una vez más, pude apreciar en ese momento el hecho de que no le era tan indiferente como ella se esforzaba por mostrar.  Miro hacia delante, ignorando algunas miradas curiosas por vernos a Vittoria y a mí "hablando" y sonrío para mí mismo. - Te invito a salir. Esta noche. - le digo sin pensarlo dos veces. Conozco las consecuencias de invitarla a salir: la negación a la invitación es lo más típico que puedo llegar a esperarme, pero no voy a descansar hasta el momento en que ella diga que sí. - Anda. Te prometo que me portaré a raya. - le digo mientras alzo la mano a modo de promesa.
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Mensaje  ιzzy нale Mar Nov 26, 2013 3:20 am


. Vittoria Luzzatto .

as: Vittoria Thérèse Luzzatto Pierce  
● 18 años # Senior # The Geeks # Arte » Periódico Escolar
[ Está con Leo Urdangarín ;; En la playa ]

– Por favor, no vuelvas a hacerlo – le pedí quedamente, al reencontrarme con su mirada.
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Mensaje  ιzzy нale Miér Nov 27, 2013 12:19 am


Vittoria Luzzatto
as: Vittoria Thérèse Luzzatto Pierce
18 años Senior The Geeks Arte Periódico Escolar
[ Está con: Leo Urdangarín ;; En la playa ]

‘Fue solo un beso. Nada más. Tienes que hacer un esfuerzo por olvidar lo que sucedió esa noche.’ solía repetirme con frecuencia para hacer a un lado ese momento. No tenía sentido recordarme a cada rato lo ingenua que fui al permitir que Leonardo me besara de esa forma. Lo lógico hubiera sido que reaccionara por instinto y lo apartara de un movimiento, pero en vez de eso… caí como una tonta. Pero por más que intento olvidar lo que pasó… los recuerdos insisten y me ponen dudar sobre lo que ese beso pudo significar. No quería ser sumarme a la lista de las chicas que han tenido el… ‘privilegio’ de ser besadas por Leonardo Urdangarín, aún cuando él es muy, pero muy diferente a su hermano. Podrán ser… físicamente idénticos, como dos gotas de agua, pero la forma de pensar de cada uno es tan… distinta que a veces me sorprende. Eso es algo de lo que me pude dar cuenta cuando él trató de aclarar lo que pasó entre nosotros esa noche. Tal vez… si exagere un poco, pero eso no justifica el hecho de que su imaginación lo hiciera pensar que dormimos juntos. ¿Por qué los hombres siempre se dejan llevar por sus impulsos y no por lo que en realidad sienten? Debería agradecer que Leonardo me besara sin ser consciente de lo que estaba haciendo, eso simplificaría mucho las cosas, es solo que me inquieta pensar lo que el contacto de sus labios pudo despertar dentro de mí. Esa justamente la razón por la que me sentía tan… confundida; por un lado, quería olvidar, hacer de cuenta que no fue nada importante, pero por el otro, cada vez me resulta más difícil pretender que no tuvo ningún significado. Una de las cosas que más me atemoriza es descubrir que la aversión que siento por él, ha empezado a cambiar. Que mi preocupación por él va más allá del compañerismo. No podía ser tan… absurda como para enamorarme de un chico como él. Leonardo Urdangarín difícilmente se preocuparía por alguien que no sea él mismo. O esa es la impresión que he tenido desde que lo conozco.

Para mi mala suerte, de entre todos los integrantes de nuestro equipo, Leonardo y yo fuimos dos de los elegidos para ir en búsqueda de la bandera. Cada quien estaba acostumbrado a hacer las cosas a su manera, he ahí una de muchas razones por lo que no congeniamos. Nada de lo que nos digamos podrá hacernos cambiar de opinión. En mi vida he acampado, pero por curiosidad he leído manuales sobre campamentos y todo lo que hay que hacer. A pesar de todo el esfuerzo que puse para tratar de encontrar la bandera, mi falta de experiencia hizo que termináramos perdidos en medio del bosque. Sola… y en la oscuridad, lo mejor que pude hacer fue hacer caso de su petición y no moverme del lugar en el que me encontraba por temor a adentrarme en el más profundo del bosque, esperando a que Leonardo regresara. En ese momento, admití equivocarme por no haber hecho caso de sus indicaciones. Solo que después de la conversación que tuvimos ese día… lo que menos quería era estar cerca de él. Estaba molesta, enfadada por su falta de conciencia. Pero acosta de lo que contradictoriamente diga o refleje, no quería que nada malo le pasara. Fue mi culpa que nos perdiéramos, lo menos que podía hacer era ayudarlo a buscar el camino de regreso. Desde un principio me opuse a que Leonardo se adentrara en el bosque esperando encontrar ayuda. ¿Pero alguna vez escucha lo que yo le digo? Todavía recuerdo lo último que me dijo poco antes de que se marchara: ‘Quédate aquí, y no te muevas. Volveré pronto’.

Ni siquiera la repentina aparición de James, pudo tranquilizarme. Por primera vez, hice caso de lo que Leonardo me pidió: quedarme donde estaba, aguardando su regreso, tal y como me lo prometió. Aún cuando el mismo James hizo de todo para hacer que cambiara de opinión, me negué acompañarlo. No quería dudar de las palabras de Leonardo y pensar que me había abandonado en ese lugar, como James se esforzaba en hacerme recapacitar al decirme que quizás ya estaba de regreso en el campamento. Una parte de mi se aferraba a la idea de que él volvería. Dios, juro que cuando apareció sentí… un profundo alivio, una reconfortante alegría que hizo olvidar que estaba enfadada. Al darme cuenta de que estaba bien y sin un solo rasguño, hizo algo que nunca antes me hubiera atrevido a hacer… abrazarlo fuertemente. Por un segundo, realmente pensé que no volvería, y que quizás James tenía razón, que me había abandonado. Pero el hecho de que regresara… por mí, significo mucho más de lo que puedo decir.

A pesar de que el contacto solo duró unos segundos, he estado peor de confundida con respecto a lo que siento. Leonardo, era un completo enigma, todo un dilema para mí. Nada de lo que me sucede estando cerca de él es normal. ¿Por qué me desilusionó brevemente pensar que Leonardo me había abandonado en el bosque? ¿Por qué todo es tan… contradictorio y confuso a la vez? ¿Qué es lo que realmente siento por Leonardo Urdangarín? Inquieta, asustada de mis propios pensamientos, busqué la forma de distraerme, lejos del bullicio. Mantener mi mente ocupada en otras actividades era la mejor opción que tenía, de esa manera evitaría pensar en él, en Leonardo. Para cubrirme las piernas, a pesar de que llevaba un bañador negro de cuerpo completo, me procure con una falda playera de color blanco y un sombrero para cubrirme de los rayos del sol, antes de salir de la cabaña. Una vez que instalé la hamaca entre dos palmeras, y en lugar ideal, me recosté cómodamente para acompañarme de uno de mis libros favoritos: ‘Orgullo y Prejuicio’. Sumida en la lectura del libro - el cual no me cansaba de releer una y otra vez - pasé la página para dar continuidad a donde me había quedado. La inoportuna llegada de Leonardo me tomó completamente desprevenida, y es que poco falto para que me cayera de la hamaca al intentar hacerme a un lado cuando él, muy quitado de la pena se sentó a mi lado, y sin mi permiso. ‘¿De donde fue que salió?’ ‘O ¿es que acaso se la pasado espiándome?’ Le dediqué una mirada de ligero desconcierto al no saber si tomar esto como algo bueno o como algo malo, ya que en el fondo… seguía igual de enfadada con él por lo que hizo. – Eso es por que no soy muy afecta a los convencionalismos, Leonardo. – le hice saber tranquilamente, como si se tratara de algo muy natural, al menos para mi. Hasta para esa clase de preguntas solía tener una respuesta; John, mi mejor amigo, siempre encontraba el lado divertido de que para todo tuviera una respuesta. – Siéndote sincera nunca me han gustado los deportes acuáticos. Soy muy pésima para esas cosas, de hecho. – reconocí, aspirando profundamente para no perder la calma por el hecho de haberme quitado el libro de las manos. En lo personal, los deportes acuáticos al igual que los extremos, como el paracaidismo, el bungee y el parapente siempre me han dado miedo. Pensar que las personas suelen arrojarse desde un avión a más de mil metros de altura y en caída libre… es una locura en todos los sentidos.

Suspiré profundamente. Honestamente, no esperaba que entendiera mi pasión por la lectura. Pero tampoco iba a perder el tiempo explicándoselo. Los libros eran parte fundamental de mi vida, los mensajes de aliento, las enseñanzas en cada una de sus páginas, suelen llenarte de confianza, de seguridad en uno mismo. Me estiré para tratar de recuperar mi libro de sus manos, pero Leonardo lo dejó a un costado suyo, por lo que no tuve otra opción que resignarme y dejar de insistir. Desvié la mirada para observar lo que tenía enfrente: la claridad de un hermoso océano azul, solo para evitar hacer contacto con él, y mostrarme indiferente ante las miradas ajenas. – Nadie te obligó a ser mi compañero, ¿sabes? Fuiste tu quien insistió con la idea de que fuéramos en parejas para ahorrar tiempo. – le recordé defensivamente su ‘brillante’ estrategia. Si su intención era hacerme sentir mal por el fracaso de esa noche, lo estaba lo logrando. Asumí que era mi culpa ¿no? ¿Qué más quiere que haga? ¿Culparme por ser un retraso en el camino a la victoria y no haber ganado los puntos suficientes para nuestro equipo? Negué suavemente, con el ceño ligeramente fruncido. – Pudiste elegir irte con Jenna y no conmigo. Se nota que habría estado encantada de ser tu acompañante. Estoy segura de que si la hubieras elegido a ella y no a mi, no habría dudado en escucharte y habrían ganado sin ningún problema. – Al decirle eso… no pude evitar recordar la expresión desencajada en el rostro de Jenna, una de nuestras compañeras de curso y de equipo. Jenna y Leonardo pertenecían al grupo de los populares, e incluso formaba parte de las animadoras. Era evidente que se moría de amor por Leonardo - era guapa, elocuente, y de muy buen cuerpo -, y hubiera dado todo por ser su compañera. Por la forma en que me miró supe que me consideraba poca cosa, y no una amenaza, lo cual dejo implícito en su sonrisa burlona. Una situación que me molesto y me hizo sentir incómoda. ‘¿Por qué Leonardo me eligió a mi y no a ella?’ En el fondo me gustaría saberlo.

Eso si que fue extraño. ¿Desde cuando Leonardo se disculpa conmigo? Me volví en su dirección encontrándome instintivamente con su mirada, interiormente sintiéndome sorprendida por lo que acaba de salir de sus labios. El que lo sintiera me hizo sentir aun peor. – La verdad es que… por un momento creí que tú… no volverías y que me habías… abandonado a la mitad del bosque. – confesé suavemente, con un nudo en la garganta, desviando la mirada de sus ojos perdiéndola en el horizonte. No quería que se diera cuenta de lo angustiada, de lo fatal que me sentí esa noche, sola… en la oscuridad, y sin señales de él. Después de todo… yo no significo nada para él. Entonces, ¿Por qué me desilusioné al pensar que pudo olvidarse de mí? No quería creer que James pudiese tener razón en sus palabras. Debía confiar en que Leonardo volvería y no pensar que su demora era debido a que algo malo le había pasado. – No, Leonardo… soy yo la que lamenta haber dudado de ti. Si tan solo hubiera confiado… – Agaché la mirada, sintiéndome afligida, avergonzada en el interior, mis ojos se cerraron brevemente antes de volver a abrirse. – Sigue mi consejo… y la próxima vez que elijas una compañera antes asegúrate de que no sea yo. – mis labios se curvaron sutilmente en una suave sonrisa. No era un reclamo, si no un inofensivo consejo. Respiré profundamente y una vez más alcé la mirada para observar a la distancia, junto con él. Esta era la primera vez que no mostraba una actitud del todo molesta hacia Leonardo, y por alguna extraña razón, no sabia como interpretar el hecho de que estemos los dos hablando. Si bien el que me abordara fue algo inesperado, su invitación a salir lo fue todavía más. ¿Acaso esto era una broma de muy mal gusto? La expresión en mi rostro cambio radicalmente, reflejando que estaba fuera de lugar. – Has estado bebiendo ¿no es así, Leonardo? – repuse con una ligera nota de enfado. Eso explicaría esa estupidez de invitarme a salir. – Si vas a empezar a decir tonterías como las de la otra noche… lo mejor es que te vayas. – le espeté seriamente. ¿Qué diablos pretende con todo esto? ¿Burlarse de mí en mi propia cara?
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Mensaje  ιzzy нale Dom Dic 08, 2013 12:12 am

Leo Urdangarin
Leonardo Ezequiel Urdangarin Bessette
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está con: Vittoria Luzzatto; en: la Playa

Fruncí suavemente mi ceño. – Pero si te la pasas leyendo todo el tiempo pierdes la realidad de las cosas. No es bueno leer las 24 horas del día, deberías tener un poco de tiempo para estar con gente y hacer algunas actividades, aunque no sean acuáticas. – comenté alzando una ceja mientras la miraba y dejaba el libro a un costado. – Debe de haber algún deporte que se te dé bien. ¿No? – le pregunté con curiosidad. – O bien, yo puedo enseñarte… Ya sabes que me destaco en deportes, no por nada soy capitán del equipo de Fútbol. - agregué sin poder evitar el tono de orgullo en mi voz. Era experto en varios tipos de deportes: como siempre había sido un niño muy inquieto, mis padres decidieron que la única forma de mantenerme agotado al final del día era si me inscribían al club deportivo del barrio.

Hice una mueca cuando mencionó a Jenna. – Urg. Ni la nombres, hazme el favor. – le dije poniendo los ojos en blanco y volteé exageradamente a mi alrededor para ver si de casualidad Jenna no estaba cerca. Jenna y yo habíamos salido durante un tiempo pero era tan sofocante que no pude con ella traté de dejarla por las buenas pero al parecer evidentemente todavía no se había dado cuenta de que no me interesaba en el mismo sentido que yo le interesaba a ella. – Ya no sé cómo hacer para sacarme a Jenna de encima… no entiende las directas ni las indirectas… - era un total sufrimiento. – Honestamente si tuviera que volver a elegir, elegiría de nuevo meterme en tu grupo que con ella. No me arrepiento – le dije aseguré mientras le dedicaba una de mis encantadoras sonrisas.

Sonreí para mí mismo al escuchar la respuesta de Vittoria. No había sido mi intención apartarme tanto de ella y dejarla, pero cuando la vi con d’Aviano la cercanía no me pareció demasiado atractiva y ni siquiera sabía bien por qué. Por eso había preferido quedarme en apartado hasta que decidí que ya había pasado demasiado tiempo y que ella iba a preocuparse por mí si no regresaba. Hice una pequeña mueca con mis labios y sonreí. – No sería capaz de abandonar a nadie en el bosque en medio de la noche. ¿Por quién me tomas, Vittoria? – le dije medio ofendido medio en broma. Negué suavemente con la cabeza y me crucé de brazos alzando una ceja. – Hubiera sido mucho más fácil encontrarte si no te hubieras movido de donde te dejé, pero parece que no eres muy paciente que digamos.- comenté mientras chasqueaba la lengua. Lo cierto era que en ningún momento la había perdido de vista, porque nunca me había ido lo suficientemente lejos como para perderla: perder a Vittoria sería como perder a Paulina en el medio de la nada, es decir, estar en una situación que nunca me perdonaría y que por supuesto luego me metería en problemas. No era algo que me atrajese demasiado.

Solté una risa casi sin poder evitarlo desordenándome el cabello distraídamente. – No. No he estado bebiendo. – respondí sonriendo divertido mientras la miraba fijamente con cierta gracia. Sabía que iba a salir con algo así, pero aún así la respuesta me causaba gracia. – Además, claramente no me conoces cuando realmente estoy ebrio. Lo de la otra noche no era nada. Una vez habíamos salido Ben y yo a una de las discotecas que hay en Lombardia y bueno… mejor no te cuento porque sinceramente creo que es bastante desagradable. Solo te digo que si me hubieras visto sabrías la diferencia. – aseguré mientras sonreía de costado. – Pero no me has respondido. ¿Salimos esta noche? – no me interesaba salir con ella por el hecho de que era una de las pocas con las que nunca había salido, sino por que… bueno, no estaba seguro de por qué, pero ¿qué tenía de malo? Nada en realidad. Tal vez quería sacarme de encima a la idiota de Jenna.
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