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Mensaje  ιzzy нale Dom Ago 12, 2012 10:12 pm

Remus Lupin

Remus John Lupin
17 años # Séptimo año # Gryffindor # Prefecto # Sangre Mestiza
está con: Sirius Black ; en: Expreso, compartimiento


Era hora de volver a la realidad. Sabía que tenía bastante tiempo antes de que el mundo exterior me golpease con fuerza, pero tenía que ir pensando con seriedad qué demonios iba a hacer una vez que saliese de Hogwarts. Claramente, no iba a poder depender por el resto de mi vida de las buenas intenciones de Albus Dumbledore, quien sin duda había hecho un gran esfuerzo en mantenerme dentro de Hogwarts durante estos siete años, pero… desconocía realmente si iba a haber alguien capaz de hacer si quiera la mitad de lo que él hizo por mí. No, no pretendía dar lástima… pero la realidad era que mi condición de Hombre Lobo no iba a poder mantenerse oculta demasiado tiempo, de hecho, el registro de hombres lobos del Ministerio de Magia, ya me tenía apuntado con nombre, apellido y fotografía, y las personas eran bastante susceptibles a este tipo de “problemas”. Era cierto: en todos los años que llevaba en Hogwarts jamás había lastimado a una sola persona durante la luna llena, los chicos siempre estuvieron conmigo en cada momento, y contaba con que Sirius estaba ahí para frenarme cuando perdía el uso de la razón, siendo quizás a una de las dos personas que pude haber llegado a lastimar, no demasiado grave. Pero después de aquello…

Había estado pensando en este asunto durante todo el verano, mientras intentaba pretender que mi vida no tenía más problemas de los ya conocidos. Fingir delante de James, Peter y Sirius era algo difícil, considerando que después de todo, eran quienes mejor me conocían: no por nada, en mi tercer año habían descubierto mis mentiras en relación a las “enfermedades” de mi madre que me hacía salir del castillo una vez al mes. Pero tampoco era justo estar siempre con mis problemas cuando claramente teníamos uno mayor con todo lo que estaba pasando afuera. “Todo tiene una solución, Remus” era lo que siempre me decía Lily cuando me encontraba pensativo, aislado y preocupado, y lo único que hacía al respecto, era intentar creer que ella llevaba la razón… que todo iba a solucionarse a la larga.

Estuve despierto desde aproximadamente las cinco de la mañana, dándole una y otra vez vuelta al asunto una vez más. Pero sinceramente, la solución debía estar por venir en un futuro sumamente lejano, ya que no era capaz de hallarla en estos mismos momentos. A lo que simplemente, terminé resignándome mientras cogía las cosas que aún faltaban por empacar. Mis padres se marcharon alrededor de las seis y media, pero en ningún momento hice gesto para que ruidos para que viniesen a la habitación o algo por el estilo, por lo que me dejaron en paz: ellos sabían que estaba bastante susceptible estos días y que era mejor estar tranquilo. Creo que mi madre era la que más sufría, aunque no podía imaginarme lo que mi padre sentía al respecto, ya que apenas me dirigía la palabra durante el día: estaba constantemente encerrado en el laboratorio, ideando y reformulando pociones que me dieran la cura a lo que llevaba siendo parte de mi vida desde hacía cinco años… quería decirle que dejase de obsesionarse, que no le echaba la culpa de nada de lo que había sucedido, pero todos los intentos quedaban en el olvido; sabía que él se sentía inmensamente culpable, pero lo hecho, hecho estaba y no íbamos a poder cambiar estando así...

Tenía que reconocer, que cuando estaba en Hogwarts las lunas llenas eran mucho más pasables que cuando me tocaba estar en casa, solo y aislado. Quizás se debía a que dedicábamos la luna llena en Hogwarts para investigar el castillo, para correr libremente por el bosque, y porque estando aquí... estaba totalmente solo: debía valerme por mí mismo en todo momento, sin depender de los demás. ¡Maldita sea la hora en la que hice amigos! Quizás todo hubiese más fácil si hubiese sido un ermitaño durante todos los años en Hogwarts... Depender de alguien me hacía sentir tan débil como si fuese una hoja doblándose con facilidad, ¿Qué iba a hacer cuando terminase Hogwarts? ¿Cuando James, Sirius y Peter no estuviesen allí? la idea en cierto sentido, me aterraba: ellos eran como los hermanos que nunca tuve, y alejarme de ellos era quizás lo más difícil que iba a tener que hacer. Suspiré con profundidad, y me dirigí al baño para tomar una ducha e intentar relajarme antes de irme a la estación King Cross. Por suerte, ahora era capaz de aparecerme, y no tenía que depender de un translador o del autobús noctámbulo.

Llegué a la estación quince minutos antes de el tren partiera de la plataforma, y durante la primera media hora estuve haciendo rondas matutinas de prefecto mientras me aseguraba de que no hubiese ningún alumno haciendo situaciones fuera de lo normal; recordando cuando era un crío, podía verme a mí mismo con los chicos corriendo de un lado a otro en el tren mientras intentábamos probar a toda costa unos inventos que realizábamos durante el verano. Ahora nuestros "inventos" habían pasado de etapa, considerando que desde que teníamos diecisiete podíamos realizar magia fuera de Hogwarts y nos abría un gran abanico de posibilidades para experimentar nuevas y locas ideas.

En lugar de dirigirme hacia el compartimiento de prefectos, me dirigí al último vagón donde nos manteníamos "escondidos" con los muchachos, mientras terminabamos de realizar algunos pequeños detalles. - Bien, ya estoy aquí - comuniqué mientras cerraba la puerta a mis espaldas. Me percaté que el único que estaba en el compartimiento era Sirius, por lo que me hizo alzar una ceja. - ¿Dónde se ha metido Peter? ¿No estaba contigo cuando me marché? - pregunté un poco preocupado: Peter siempre terminaba mal parado cuando andaba solo, sobretodo si se cruzaba con algún Slytherin. Suponía que James debía estar haciendo su ronda de premio anual, así que posiblemente llegaría en cualquier momento, dependiendo de dónde estuviese (todavía no era capaz de entender, cómo demonios es que James había terminado siendo premio anual). Por suerte, había aprendido a ocultar bastante bien mis sentimientos y preocupaciones, por lo que había estado pensando toda esta mañana se había disfrazado, en cierto modo, a otro tipo de ánimo. De todas formas, mi rostro cansado y pálido me delataba bastante. - He traído algunos dulces, justo cuando venía me encontré con la señora del carrito y no pude contenerme - comenté dejando las ranas de chocolate a un lado: no era secreto que fuese adicto al chocolate, y digamos que aquello me ponía de buen humor.


Última edición por ιzzy нale el Jue Ago 23, 2012 12:26 am, editado 1 vez
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Mensaje  ιzzy нale Dom Ago 19, 2012 10:28 pm



Sirius Black
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[ Está con Remus Lupin ;; Expreso de Hogwarts, compartimiento ]

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Nunca en toda mi vida me había sentido tan vivo... la manera en que latió mi corazón cuando el viento acarició mi rostro y dejé que la sensación de libertad recorriera cada músculo de mi cuerpo, como si se tratara de una descarga eléctrica… me llenó de tal forma que es imposible describir cada una de las emociones que experimenté aquel día… el día en que finalmente me decidí a abandonar la casa de mis padres… el día en que me libré de las cadenas que me ataban a la familia Black. Solo yo era dueño y señor de mi vida, de mi destino… a partir de ahora, tendría la oportunidad de forjar mi propio camino y nadie… absolutamente nadie podrá arrebatarme ni apagar la llama que inunda mi pecho y que se aviva con cada pensamiento. El haberle dado la espalda a mi propia sangre no era algo de lo que me arrepentía… y probablemente jamás lo haré; teniendo en cuenta que no era la clase de sujeto que se arrepiente por haber obrado mal, a menos que mis acciones irreflexivas afecten a las personas que quiero y aprecio… pero haberle dado la espalda a mi familia, es lo mejor que pude haber echo en mucho tiempo…

De una forma u otra, odiaba a mis padres por tratar de transformarme en una persona que jamás seré y por ningún motivo me convertiré, ni aunque mi vida dependiera de ello… odiaba sus ideales puristas y toda esa sarta de estupideces que he tenido que escuchar durante toda mi maldita existencia. Siempre tuve claro que jamás fui la clase de “hijo” que mis padres esperaban que fuera… y sé que por el hecho de ser su primogénito esperaban que pusiera en alto el apellido Black como todos y cada uno de los miembros de nuestra familia a lo largo de muchas generaciones… pero a un precio que no estaba dispuesto a ceder. No iba a negarlo... estaba harto de todo y de todos… de mis padres y su maldita manía de querer controlar mi vida a su antojo... ansiaba y anhelaba la libertad más que cualquier otra cosa en el mundo y… aunque el precio de poder elegir vivir mi propia vida fue muy caro, no me arrepentía de mi decisión… por que muy en dentro de mí, sé que hice lo correcto y nada me haría lamentarme de la decisión que he tomado. El día en que enfrenté a mis padres y escapé… les hice saber que no estaba dispuesto a ceder a sus malditas imposiciones ni accedería a su voluntad. En ese momento, me dejaron en claro que no querían volver a verme por el resto de sus vidas… la expresión en el rostro de mi padre fue clara, así como sus palabras antes de propinarme una bofetada en la que descargó toda su ira: “Si cruzas esa puerta, Sirius… estarás muerto y enterrado para nosotros”. La expresión de mi padre no tenía nada que envidiarle a la de mi madre que también me miraba con una mezcla de rabia, decepción y con un odio irascible que se reflejaba en sus ojos al no ser lo que ellos esperaban de su hijo, de su propia sangre… La verdad es que nunca podré olvidar ese día... los gritos a voz de cuello de mi madre exigiéndome que volviera y suplicara su perdón de rodillas… el que mi padre me levantara la mano y descargara en aquella bofetada toda su ira y me desconocieran como hijo suyo… fueron momentos que me marcaron, pero que aún así no me hicieron dar marcha atrás.

Ya no tenía familia y, a medida que caminaba sin rumbo por las calles y la oscuridad se atenuaba, me preguntaba si alguna vez la tuve… la única persona a la siempre he visto y considerado como una hermana, dentro de la familia Black, era Andrómeda... ella habría sido la única razón por la que no hubiera dudado en quedarme y soportar toda una vida de suplicios. Pero Andrómeda había cometido el peor de los pecados al enamorarse de un hombre que, según nuestra familia, no era digno de una Black, de un linaje que por generaciones ha sido impecable y por ningún motivo se ha visto contaminado. Si, Andrómeda había cometido la peor de las traiciones al poner sus ojos en Ted Tonks, un muggle que, según mi madre era indigno por tratarse de una calaña de la peor clase, un hombre que ni siquiera merecía limpiarle la porquería de las botas, ni besar el suelo por el que caminaba. Recuerdo que cuando Andrómeda me dio la buena nueva de que Ted le había propuesto matrimonio, la expresión en su rostro irradiaba tal felicidad que me fue imposible no compartir la misma emoción. A base de mentiras había conseguido estar presente en la boda de Andrómeda… y todo gracias a un plan que fraguamos James y yo hace tiempo; dicho plan consistía en mentir al decir que pasaría todo un día de verano en casa de los Potter, lo cual no era un hecho extraño. Nuestra coartada resultó infalible y mis padres nunca se dieron por enterados de que estuve presente en la boda de Andrómeda y Ted. Si no le avisé a mi prima de mis planes, fue por que no quería preocuparla ni angustiarla el día de su boda y por que quería sorprenderla con una espontánea llegada. Andrómeda siempre ha estado a mí lado como una hermana y no podía fallarle en el segundo día más feliz de su vida. Y… aunque hubo un momento en el que me planteé ir a casa de Andrómeda y de Ted, al final opté por tomar otro rumbo ante el pensamiento de ser una carga para ella y lo que menos quería era eso… ser una carga para mi prima. Lamentablemente… tampoco podía ir a casa de mi tío Alphard, por que tenía la plena seguridad de que sería el primer lugar al que mi querida y anciana madre iría a buscarme para exigirme que regresara… por lo tanto, ir con él implicaría ponerlo en contra mi madre y de toda la familia…

Al no tener un sitio a donde ir, me atreví a recurrir a una de las pocas personas a las que sería capaz de confiarle mi vida sin dudarlo ni por un instante. James no solo era mi mejor amigo, era mi hermano y si hay una persona en este mundo en la que puedo confiar ciegamente: es él… Esa noche, James y sus padres me escucharon cuando más lo necesitaba y me apoyaron como nunca nadie lo había echo y, lo cierto es que, nunca tendré con qué pagarles todo lo que han hecho por mí en estos meses que he estado viviendo con ellos… La manera en que me acogieron como a un hijo, recibiéndome con los brazos abiertos y ofreciéndome quedarme en su casa todo el tiempo que fuera necesario… era una situación que me hacía estar eternamente agradecido con los Potter por todo lo que han hecho. Esperaba algún día… poder pagarles el que me hayan dado asilo en su hogar cuando más falta me hacía… y la verdad es que, las palabras de agradecimiento nunca serán suficientes para expresar mi eterna gratitud hacia ellos… La noticia de mi “fuga” había propiciado motivos de los cuales hablar durante el verano y no era un hecho que las familias allegadas a la familia Black se dieran por enteradas de mi supuesta “traición” al marcharme e ir en contra de mi propia sangre. Desgraciadamente, si hay que nunca han soportado los Black es ser el “hazmerreír” de los que son de su propia clase… Por lo que ya podía imaginarme la expresión de mi madre ante las murmuraciones y habladurías entre su mismo círculo de amistades. Conocía perfectamente a mi madre y me atrevía a dar por hecho que no habría perdido el tiempo en borrarme del tapiz genealógico de los Black… tal y como ha llegado a suceder cada vez que un miembro de la familia “deshonra” a la Noble y Ancestral casa de los Black…

A este punto de mi vida, puedo asegurar que he vivido grandes aventuras como ninguna otra persona a lado de James, Remus y Peter y nada me haría cambiar ni olvidar los recuerdos de todas aquellas aventuras que hemos tenido y, que aún nos faltan por vivir. Aquella mañana, James y yo habíamos llegado a la estación con casi media de anticipación… ahora que éramos mayores de edad, teníamos la vía libre para poder hacer magia fuera del colegio y aparecernos con total libertad sin depender de ningún medio minuciosamente supervisado por el Ministerio… El hecho de que este fuera nuestro último año en Hogwarts y, el pensar que esta sería la última vez que viajaríamos en el tren para luego salir y enfrentar de cara al mundo afrontando la realidad de lo que se vive día a día… hizo que nos remontáramos a ese 1º de septiembre de hace seis años. No había duda, éramos unos putos sentimentales que no tenían remedio… rememorar todos y cada uno de los momentos que pasamos en este tren, haciendo de las nuestras, gastando bromas, confabulando entre nosotros y riéndonos de la vida como unos malditos despreocupados a los que no les preocupaba que pudiera depararles el mañana… fue como volver vivir el pasado, como si nos estuviera viendo dentro de mi mente a través de los años, sentados en el último vagón. Si el tren había logrado avivar todos aquellos recuerdos, no quería imaginarme lo que sentiría al llegar al colegio… Hacía más de diez minutos que James y Remus habían tenido que marcharse al vagón de los “Prefectos” para una especie de reunión… por lo que la razón de su demora no era cuestionable. El que mi mejor amigo hubiese sido nombrado “Premio Anual” era una situación de la que no podía evitar carcajearme al recordar la expresión de James cuando las lechuzas llegaron con las listas de materiales para este último año y en ella venía adjudicada su insignia. Confieso que llegué a creer que se trataba de una broma y una muy buena… pero después me puse a pensar y dije: ¿Quién en su puto juicio nombraría Premio Anual a Cornamenta? La única respuesta lógica que tenía a esa pregunta era que a Dumbledore se le pasaron las copas esa noche… Imaginar al profesor Dumbledore pasado de copas era una situación que mataría de risa a cualquiera y la verdad es que James y yo no podíamos evitar reírnos cada vez que nos lo imaginábamos. Aún así… supongo que Dumbledore habrá estado consciente de lo que hacía, por lo que no me preocupaba… después de todo, Remus era “Prefecto” y debo decir que era el único capaz de hacer que James y yo nos avergonzáramos de nuestras acciones. Al ser nuestro último año en Hogwarts debíamos disfrutarlo al cien por cien y teníamos planeada una obertura digna de ser recordada por las futuras generaciones… prácticamente estaba todo listo, así que en lo que Peter y yo esperábamos a que James y Remus volvieran… Gus y yo ultimábamos algunos detalles; sin embargo, a penas vio pasar a la señora del carrito, no pude evitar reír y sonreír cuando lo vi salir disparado a interceptarla. Minutos después, la puerta del compartimiento se abrió y aparté la mirada de lo que me encontraba haciendo en cuanto escuché la inconfundible voz de Remus, a quien inmediatamente le sonreí ampliamente… – Ey, Lunático… ¿qué dice el club de los Prefectos? ¿Todo en orden? – pregunté casualmente en un tono bromista y despreocupado, bastante habitual en mí… Resoplé ligeramente mientras arrojaba la invitación de Slughorn a un lado y lo miraba un tanto extrañado cuando me preguntó por Peter… – Si, pero ya conoces a Gus… a penas ve a la señora del carrito, sale despavorido a interceptarla. Para mí que este año por fin le declarará su amor… – expliqué, con una sonrisa de lo más divertida, para después echarme a reír abiertamente ante esa idea. – Venga ya… me pongo serio, pero ¿ya era tiempo no? – agregué, al advertir esa mirada seria y divertida que tantas veces he visto y que podría decirse que estaba acostumbrado desde hace seis años. – Mira, si no viene en diez minutos vamos a buscarlo… ¿de acuerdo? – dije en un intento por disipar su preocupación... No era bueno que Remus se preocupara demasiado, pero la verdad es que con Peter debíamos mantenernos a la expectativa, no sea que algún bravucón intente pasarse de listo. – Típico de ti, hermano… – dije con una mirada y una sonrisa que solo podía interpretarse como un “no me sorprende”, cuando lo vi vaciar sus bolsillos y dejar encima del asiento las ranas de chocolate. – Ah, por cierto… dice Dora que no te hagas el tonto y que te caigas con las ranas de chocolate que le prometiste – repuse, con aire inocente cuando quité la caja de calderos de chocolate que un grupo hermosuras de sexto habían ido a dejarme cuando me entregaron la invitación para la pequeña tertulia que haría Slughorn en uno de los vagones. – ¿Qué? no me mires así… te juro que así me dijo… – traté de mantenerme en mi postura, de adoptar una posición seria mientras olfateaba y examinaba los calderos de chocolate, los cuales podía asegurar que estaban rellenos de filtro de amor. Después de todo, no era la primera vez que un grupo de chicas me aborda con esas intenciones… y, da la casualidad que al convertirnos en animagos descubrimos que nuestros sentidos se agudizan de una manera inusual… como en mi caso, el sentido del olfato. – Vale, no precisamente me lo dijo con esas palabras… – rectifiqué, con una sonrisa de lado, mofándome de la situación, a penas cruzamos miradas. Dora apenas tenía cuatro años y si llegaba a aprender malas palabras… me temo que no serían de boca de sus padres. Sonreí internamente divertido. – No me culpes por ser un tío celoso de su deber, pero si me hizo saber que espera ansiosamente sus ranas de chocolate – le hice saber de manera divertida, enarcando débilmente una ceja a modo de “me declaro inocente por eso” y sostenía la caja de calderos en la mano. ¿Cómo fue que mi pequeña Dora hizo un trato con ese viejo lobo de mar a mis espaldas? Es todo un misterio… no hice más que descuidarlos unos momentos aquella tarde en el Callejón Diagon y en cuanto regresé con ellos, me encuentro con una imagen que por ningún motivo podré olvidar: Dora y Remus a las risas tendidas, mientras él la tenía sentada en las piernas… Sé que a Lunático no le gustará escucharlo, pero descubrí que tenía encanto con los niños, al menos con Dora parece ser que lo tiene…
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Mensaje  ιzzy нale Mar Sep 04, 2012 2:37 am

Remus Lupin

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Hacer las rondas de prefectos siempre era agotador, sobretodo cuando nos tocaba hacerlas antes de media noche y al día siguiente teníamos que ir a clases; pero eran cosas que teníamos que hacer una vez que asumimos la responsabilidad de la misma. De todas formas, gracias al Mapa Merodeador a mí siempre se me había hecho más fácil eso de "vigilar" porque simplemente buscaba en el mapa si había alguien merodeando por los pasillos y ya estaba hecho. Claro que era tramposo, pero nadie había dicho nunca que no podía hacerse; de todas formas, quizás las únicas rondas que disfrutaba era aquellas que realizaba en compañía de Lily, pues al menos allí podríamos ambos encontrar un tema de conversación y pasar el rato mientras esperábamos a que pasara el tiempo... obviamente, con ella no tenía permitido sacar el mapa, pero en compañía tampoco es que realmente lo necesitase. - Bastante tranquilo, de hecho... excepto por un grupo de personas que curiosamente me recordó a un par de personas en su primer viaje de tren - dije poniendo cara de circunstancia. - Me temo que parece que tú y James tendrán algo de competencia este año, Sirius. - advertí soltando una risa. Dos niños de primer año, que parecían inseparables, habían hecho un gran revuelo mientras fastidiaban a otro grupito de por ahí.

Explicó que Gus se había marchado cuando escuchó a la señora del carrito, y asentí con la cabeza mientras soltaba un profundo suspiro. Era inevitable, siempre que pasaba ella Gus salía a su encuentro... tendían a bromear diciendo que él estaba enamorado de esa mujer, aunque más bien yo pensaba que amaba los dulces. Dejé escapar una risa. - ¿Sirius serio? Eso no lo podría creer ni en mil años - me burlé mientras negaba con la cabeza. Conocía tan bien a Sirius Black que el hecho de que fuese alguien serio, responsable o de más, estaba claramente fuera de sus límites: me costaba enormemente mantenerlo a él y a James en raya, porque digamos que Gus era realmente más flexible, exceptuando cuando James y Sirius lo mal influenciaban, claramente.- Bueno, ya volverá... quizás le haya regalado un anillo en forma de dulce ¿quién sabe? - bromeé refiriéndome a Gus. De todas formas, me preocupaba el hecho de que Gus se encontrase con algún grupo de Slytherin: hasta un chico de segundo era capaz de ganarle a Gus en un duelo de magos. - Me parece que va a ser lo mejor... - admití cuando dijo que si en diez minutos no venía íbamos a buscarlo.

Alcé una ceja cuando escuché aquello que la pequeña Dora le había pedido a Sirius. Luego sonreí, inocentemente, y dejé escapar una risa. - Le enviaré una lechuza con una gran caja de ranas de chocolate cuando vayamos a Honeyduske - comenté casualmentemente, mientras agarraba uno de los calderos que había en el sillón - Creo que será mejor que nos deshagamos de ellos antes de que llegue Gus y se los coma por accidente, no sería la primera vez. - comenté poniendo los ojos en blanco. Claramente en el interior de esos calderos debía de haber filtro de amor. Las chicas generalmente solían hacerlo para intentar conquistarnos... si... "Nos", tanto a James, Sirius y a mí. Más de una vez habíamos tenido que hacer un antídoto a horas de la noche porque accidentalmente Gus terminaba comiéndose algunos: gracias Merlín se nos daba bastante bien la materia como para poder hacerla en cuatro horas. - No te culpo por ser un tío celoso, Sirius.- aclaré mientras me encogía de hombros. - de hecho, yo también lo sería si tuviese una sobrina tan encantadora como la pequeña Dora... pero me conformo malcriándola un poco.- bromeé mientras hacía un gesto con la cabeza y enbolsaba los calderos para sacarlos del asiento. - Lo único que espero es que Andrómeda y Ted no quieran matarme después - bromeé mientras sonreía ligeramente de costado.

Una vez que terminé de acomodar las cosas, las dejé debajo del asiento (en el suelo), y me senté a un lado de la puerta. ¿No crees que es un poco excesivo? - pregunté refiriéndome a la "broma" que planeabamos hacer para dar la "bienvenida" al nuevo año. En mi opinión era demasiado, pero James y Sirius insistían en que era "demasiado poco" que considerando que era nuestro último año debía ser algo de una magnitud extrema. - Sí, sí... ya sé que es nuestro último año... me lo han dicho mil veces... pero de todas formas sigo pensando que nos meteremos en un buen problema... - comenté alzando una ceja.
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Mensaje  ιzzy нale Sáb Sep 08, 2012 4:12 am



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– ¿Enserio? – cuestioné, en un tono muy divertido, cuando mencionó que durante su ronda todo estuvo tranquilo, con la excepción de un par de chicos que parecían haber causado revuelo. Por lo que de la misma manera que Remus no pude evitar reír ante el comentario de que este año James y yo tendremos competencia. – ¿Competencia? ¡Que va! Ya sabes lo que dicen: “Cuando el alumno está listo el maestro aparece”, por lo tanto habrá que seguir de cerca las hazañas de ese par… – repuse con una sonrisa enigmática. Estoy seguro que James encontrará divertida la idea de poner a prueba a esos enanos y ver que tan buenos son en realidad. – Este año tendremos la difícil tarea de encontrar a nuestros dignos sucesores para entregarles la corona y encomendarles que sigan haciendo de Hogwarts un mejor lugar, si señor. – apunté, llevándome una mano al corazón, ahogando un suspiro y con una mirada impregnada de orgullo. No por nada James y yo nos habíamos ganado a pulso el título de “Los más grandes alborotadores que ha tenido Hogwarts en toda su historia” y para nosotros era un honor que nos honraran de aquella forma.

Negué riéndome discretamente de su burla al no creer que pudiera ser una persona “seria”. – Oh, vamos, Remus… por lo menos hay que tomar en cuenta la cara de seriedad que pongo cuando nos llamas la atención a James y a mí – concienticé alzándome de hombros con una expresión despreocupada. ¿Por lo menos eso debía valer algo no? Digo en mi vida podré llegar a hacer el “amo y señor de la seriedad”, pero Remus era el único que lograba que James y yo nos avergonzáramos de nuestras acciones y eso ya era algo… – ¿Sabes algo? no me extrañaría… – corroboré a la broma de Remus con una sonrisa de lo más divertida. En mi mente ya podía imaginarme a nuestro amigo arrodillado delante de la señora del carrito y con una sortija en mano. – Al menos tendremos la certeza de que si se le declara, ya sabremos que darles de regalo de boda… – comenté, sin borrar en ningún momento la sonrisa de mi rostro. – Aunque te confieso que este año uno de mis tantos propósitos es conseguirle una novia a Gus… – Había observado a mi amigo en más de una ocasión y cabe decir que era un completo caos con las mujeres debido a su timidez… por lo que este año estaba dispuesto a conseguirle una novia y hacerla de Cupido. Unos cuantos consejos sobre como tratar a las mujeres y haría de Peter Pettigrew un chico seguro de sí mismo, capaz de enfrentarse a lo que sea y con la confianza suficiente para vencer sus propios miedos. Aunque, según Gus prefería mil veces enfrentarse a un boggart antes que a una chica. – Tú relájate, Lunático. Si una de esas sanguijuelas de Slytherin se atreve a ponerle una mano encima a nuestro Peter no llegará vivo al banquete de bienvenida, eso te lo puedo asegurar… – repuse, en nuevo intento por que no se preocupara, entornando la mirada seriamente, mientras me tronaba los dedos de las manos.

Dijo que la próxima vez que fuéramos a Honeydukes le enviaría a Dora la caja de ranas de chocolate que le prometió, ante lo cual sonreí abiertamente como diciendo “más te vale, viejo, por que no respondo a la furia de mi sobrina”. Asentí dándole la razón cuando dijo que lo mejor era deshacernos de los calderos de chocolate antes de que llegara Gus y se comiera uno por accidente, por lo que le pasé la caja, convencido de que mi sentido del olfato no me engañaba. – Ni me lo recuerdes – dije sin poder evitar soltarme a reír, al recordar una de las tantas noches en que a James, Remus y a mí se nos paso dejar las cajas con calderos de chocolates a la vista de Peter. La primera vez por poco muero de un ataque de risa, pero es que el ver a nuestro amigo cometiendo locuras por una chica fue un show digno de recordar, por que Remus no paraba de decirnos que nos calláramos o terminaríamos despertando a todos con nuestras carcajadas. Aunque he de admitir que la primera vez nos la vimos difícil y no nos quedó más opción que escondernos los cuatro bajo la capa de invisibilidad de James e ir al armario de pociones por los ingredientes necesarios para preparar el antídoto a media noche. Claro que después los tuvimos que reponer para que Slughorn no se diera cuenta, pero desde entonces acordamos que lo mejor era tener a la mano los frascos con los ingredientes para “Casos de Emergencia”. Dijo que no me culpaba por ser un tío celoso, puesto que él también lo sería si tuviera una sobrina tan encantadora como Dora, pero que se conformaba con malcriarla un poco. La verdad es que mi sobrina era un ángel… decir que la adoraba y la quería tanto como a su deschavetada madre, es decir poco… – ¿Sinceramente? con lo menos que tendrás que lidiar será con los reclamos de Andrómeda. Créeme, Lunático, te lo digo por experiencia – afirmé con diversión y dándole unas palmadas en el hombro. – Por Ted no me preocuparía, ya sabes que es muy bonachón y toma las cosas con comicidad, pero con Drómeda en una ocasión tuve que hacerme el dormido para que no me regañara por el desorden que hicimos Dora y yo – Reí y sonreí con un dejo de nostalgia al recordar todo ese desorden en la cocina y en la sala. – Aún así me parece que es muy pronto para sacar a relucir el tío celoso que hay en mí. No quiero pensar cuando mi sobrina crezca, se convierta en una adolescente y pierda el tiempo con zoquetes, para que un día llegue y me diga: “tío Sirius, ¿me prestas tú moto para ir a dar la vuelta con x persona?”, por que entonces ahí si me convertiré en un ogro de verdad – sentencié con gravedad. Aunque para que Dora creciera aún faltaba mucho tiempo, por lo que no me preocupaba.

A penas quedó todo listo, Remus se encargó de esconder las cosas en suelo justo debajo del asiento para que no quedaran a la vista de los que pasaban. Pasé un brazo por atrás de la cabeza, adoptando una posición cómoda y despreocupada al tiempo que estiraba los pies ocupando así, parte del asiente de enfrente. Por alguna extraña razón, sentía curiosidad por saber que estaban haciendo McKinnon y Evans en este preciso momento. Y la verdad es que ganas no me faltaban de ir a saludarlas como es debido, en especial a McKinnon por que disfrutaba ver su expresión al saber cuanto me había echado de menos. Pero el preguntarle a Remus por McKinnon era como admitir que tenía ganas de verla. – ¿Poco excesivo? – pregunté, antes de soltar un pequeño bufido, sin poder dar crédito a sus palabras. Así como yo era un eterno despreocupado, creo que nunca habrá manera de lograr que Remus se preocupe. – Creo que el término se queda corto, ¿no lo crees? – comenté sonriendo con la mayor naturalidad y tranquilidad. – Venga, Remus… ¿desde cuando dejamos que los problemas que ocasionamos se conviertan en nuestra mayor preocupación? – inquirí con la mayor sinceridad que me fue capaz de expresar. Es verdad que James y yo pasábamos la mayor parte del año escolar castigados, mucho más que Remus y Peter he de admitir, pero podría decirse que estábamos acostumbrados, aunque en ocasiones los castigos eran tediosos y excesivamente aburridos, y más aún cuando nos tocaban por separado, James y yo recurríamos a los espejos comunicadores para no perder la cabeza del aburrimiento. Después de todo no era la primera vez que nos castigaban y, si… era claro que con lo que teníamos planeado nos meteríamos en un terrible aprieto, pero la intención es lo que cuenta ¿no? y nuestra única intención era propiciar un momento divertido durante el banquete de bienvenida.
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Mensaje  ιzzy нale Lun Sep 10, 2012 2:59 am

Remus Lupin
Remus John Lupin
17 años # Séptimo año # Gryffindor # Prefecto # Hombre Lobo # Sangre Mestiza
está con: Sirius Black ; en: Expreso, compartimiento

Reí ligeramente ante su comentario y asentí con la cabeza confirmando aquello que había apreciado con mi vista de explorador. Esos dos pequeños de primer año básicamente habían hecho saltar medio vagón cuando encendieron un articulo de los que venden en Zonko, en dicho momento tuve que actuar de forma rápida ya que una nube de humo rojo invadió el lugar haciendo que varias de las niñas que se encontraban allí se pusieran a chillar histéricamente; odié tener que regañar a ese par, pues honestamente no era la persona más indicada para hacerlo cuando con mis amigos nos metíamos en problemas cada dos por tres, pero era mi deber como prefecto. - No creo que tengan problemas al momento de encontrar sucesores...- aseguré mientras alzaba una ceja. Luego me puse pensativo, observando fijamente la forma en la que cambiaba el paisaje a medida que el tren avanzaba. - Quizás yo debería buscar a alguien con algo de conciencia de forma que pueda mantener a ese par a raya ¿verdad? .- pregunté con un deje de inquietud en la voz, aunque luego sonreí. - Después de todo... no vivirán mucho tiempo sin una persona con los pies en la tierra que les jale de las orejas para ponerse al día en vez de estar metiéndose en problemas durante todo el año... Admítelo, Sirius... ustedes no hubiesen llegado a séptimo de no ser por mí- Solté una risa sin poder evitarlo. Claramente estaba bromeando, a mí no se me daba eso de creerme más importante que tal persona, pero de vez en cuando me salían este tipo de comentarios "y eso es porque te juntas mucho con ellos" dijo una voz muy parecida a la de Lily Evans.

Negué con la cabeza mientras me cruzaba de brazos.- A lo que tú llamas cara de seriedad es más bien un "¿De qué me estás hablando, Remus?" y yo diría más bien que es cara de "yo no fui" que de hecho esa expresión ya nadie te la cree... - me burlé mientras me encogía de hombros. Llamar la atención de Sirius y James era bastante complicado... gracias a Merlín que Gus no se me hacía difícil de tratar ya que al menos él apreciaba realmente mi ayuda en cuanto a clases hace referencia. De hecho, siempre había pensado en que me gustaría ser profesor... eso de enseñar era algo que se me daba bastante bien. - Estaría bien ayudarle a conseguir una novia, quizás empiece a tener más confianza en sí mismo y así se anime a declarle su amor a la señora del carrito.- bromeé sin poder evitarlo. Luego me puse un poco serio, para diferenciar de lo que había dicho a lo que iba a decir.- No, en serio... me parece perfecta la idea de buscarle novia.- aseguré dando mi aprobación. Yo ya había decidido no volver a salir "seriamente" con ninguna mujer. Tampoco es que pensaba usarlas como trapo de piso, porque eso no iba conmigo... pero no quería obligar a nadie a atarse a una vida conmigo en la que no podía ofrecerle nada. Y de nuevo, aquí aparecía mi preocupación de la mañana. - Ya sabes que la preocupación es algo que no me puedo sacar de encima tan fácil, Canuto.- respondí encogiéndome de hombros. Para mí Peter, James y Sirius eran como mis hermanos... y si algo llegase a pasarles... "Pero no va a suceder nada, Remus" me dijo mi propia mente intentando quitar esas ideas de mi cabeza... aunque con todo lo que estaba pasando: "Basta" punto final de la discusión conmigo mismo.


Puse cara de horror cuando dijo que iba a tener que lidiar con Andrómeda más que con Ted Tonks. La prima de Sirius era una mujer que me caía bastante bien, aunque siempre me ponía mala cara cada vez que iba a visitar a Dora y le llevaba dulces: según Andrómeda, estaba malcriando a la pequeña, pero siendo tan pequeña como ella era... simplemente no podía evitarlo y verla sonreír me hacía sonreír a mí también; así que valía la pena el regaño por parte de Andrómeda Tonks. - Te creo, Canuto. Andrómeda se pone hecha fiera cada vez que le llevo dulces a Dora y siento que me va a saltar encima. Pero ¿Quién en su sano juicio no quiere consentir a Dora?.- pregunté como si la respuesta fuese más que obvia. Reí sin poder evitarlo cuando se hizo toda la escena mental de cómo sería cuando Dora fuese grande y le pidiese prestada su moto voladora para ir con X persona a Y lugar. - Tranquilo... todavía falta mucho para eso, y créeme que me parece que no serás el único celoso que intente proteger a la pequeña.- me refería también a Ted Tonks, por supuesto. Aunque creo que yo también podía considerarme como un "tío postizo" de Dora y protegerla en caso de que sea necesario. Me preguntaba qué reacción tendrían Andrómeda y Ted si supieran que yo era un licántropo... ¿dejarían que siguiera juntándome con la pequeña Dora? ¿O pedirían una autorización al Ministerio de Magia para prohibirme acercarme a ellos? Sacudí la cabeza inmediatamente.

Puse los ojos en blanco mientras terminaba de esconder las cosas debajo del asiento y me dejé caer totalmente rendido. Sí, sabía que era quedarme corto con "excesivo" porque estaba seguro que Minerva iba a castigarnos de acá a Navidad... eso siendo la mejor persona del mundo, porque si fuese cualquier otro nos castigarían hasta terminar el año escolar. - sí, tienes razón esta vez... "excesivo" es poco para decir lo que pienso al respecto.- admití haciendo una mueca con mis labios. Estaba un poco preocupado del resultado de esta broma, por más que yo mismo me hubiese encargado de los detalles para que las cosas salieran con la mejor precisión posible... pero conociendo a este par (es decir: James y Sirius) creo que iba a ser imposible que esto no se descontrole. - ¿Ustedes? Nunca.- respondí con sinceridad cuando preguntó desde qué momento dejaba que los problemas que causábamos se volviesen nuestra mayor preocupación. - Pero en mi caso generalmente suelo preocuparme por los efectos secundarios que puedan llegar a tener.- y eso no era nada nuevo. Sí, es verdad: yo también me pasaba el tiempo estando castigado pero mi caso no era tan extremo como el de James y Sirius porque digamos que era más aplicado... y Peter siempre quedaba pegado a ellos. - Pero bueno... supongo que tienen razón al decir que es nuestro último año... así que: que sea lo que Merlín quiera... .- dije poniendo los ojos en blanco mientras recargaba mi brazo en el apoya-brazos.
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Mensaje  ιzzy нale Lun Sep 10, 2012 3:00 am

Marlene McKinnon
Marlene Elladora McKinnon Jenkins
17 años # Séptimo año # Ravenclaw # Prefecta # Sangre Mestiza
está con: Sirius Black ; en: Expreso, compartimiento

Era inevitable que lloviese: por alguna razón para esta fecha siempre había lluvia… aunque científicamente se resumía al hecho de que los vientos cambiaban por la llegada de una nueva época y por eso se generaban las lluvias y este tipo de clima. Personalmente, a mí me encantaba la lluvia: solía aprovechar esos días para internarme en la biblioteca, adelantar tareas o simplemente leer un poco… aunque bueno, técnicamente cuando había sol hacía lo mismo, salvo que solía hacer mis cosas en el lago en compañía de la naturaleza, pero daba igual.

Lily y yo nos habíamos separado en la tarde, cuando el sol comenzó a caer de forma que ambas tomamos dos caminos diferentes para hacer nuestras últimas rondas. Sinceramente poco había cambiado desde la última que había hecho antes de la hora de almorzar: los de primer año eran incontrolables… se la pasaban corriendo de un lado a otro con las nuevas amistades que habían hecho en los compartimientos durante estas horas, se reían y susurraban cosas apenas audibles que parecían ser planes para cuando sus pequeños pies estuviesen dentro del castillo; había también quienes eran muy tranquilos y se pasaban el viaje mirando por la ventanilla con aire soñador, mientras que otros iban de vagón en vagón buscando a su mascota perdida. Los de segundo año preparaban novatadas para los de primero y tuve que recordarles que no fuesen muy crueles con ellos porque eran pequeños e indefensos: “¿Pequeños e indefensos?” me preguntó uno consternado “¿Te has enterado de lo que hicieron dos niños de primer año? Casi hacen volar un compartimiento con un artículo de Zonko” me contó con admiración en el tono de voz. Me quedé claramente pasmada, sin saber qué decirles, y entonces recordé a dos personas que habían hecho casi lo mismo… y sin poder evitarlo solté una risa. “James y Sirius” pensé inmediatamente mientras negaba con la cabeza, a ellos me habían recordado esos chicos con el comentario de hacía unos segundos. Bueno, al parecer ese par no iba a tener problema en encontrar sucesores de su estúpida "corona", aunque me daba la sensación de que este año iba a ser bastante... movidito: tener a esos dos pequeños además de soportar a James y Sirius... Merlín: iba a ser la muerte.

Hablando de James y Sirius ¿Dónde demonios se habían metido esos dos? Al único que había logrado ver era a Peter cuando me lo encontré comprando dulces a la señora del carrito; él me saludó con las manos casi llenas, y le devolví el saludo con una sonrisa. Le pregunté si James se había acordado que hoy era primero de septiembre y que tenía que venir al expreso, y cuando me respondió que si vino aquí me tranquilicé porque eso significaba que Black también estaba con él. "¿Qué... qué?" pensé aturdida mientras con la cabeza. Sí... me había quedado tranquila de que al menos Black estaba vivo, porque me había enterado de que había dejado a su familia en el verano: era inevitable que eso sucediera en algún momento, pero sabiendo cómo eran los Black me preocupaba que le hubiese sucedido algo... después de todo, por más imbécil que fuera seguía siendo una persona y estaba en contra del maltrato. "Sí... como si Sirius fuese alguien indefenso y se preocupase además por ti. Deja de soñar, Marlene" me ordenó mi propia conciencia. No entendía porque siempre terminaba preocupándome por una persona como Sirius Black… realmente él no se merecía que anduviese pensando en él porque simplemente eso significaba que me preocupaba más de la cuenta, y que al fin de cuenta James tenía razón al respecto: “Te preocupas por él, por eso tu cabeza no deja de darle vuelta al tema…” me dijo una voz socarrona parecida a la de James. Me mordí el labio inferior y suspiré con profundidad. Odiaba pensar en todo lo relacionado a Black, porque me enfermaba… me hacía poner de mal humor e incluso llegaba a irritarme. Era fastidioso en todo sentido. Pero lo que más me molestaba era sin duda cuando él presumía abrazando a ese grupo de zorras que estaba a su alrededor todo el tiempo: “eso, mi querida Marlene, se llaman celos… los celos aparecen cuando deseas estar en el lugar de otra persona” me respondió con burla mi mente. ¿Qué yo quería ocupar el lugar de su ridículo club de fans? Por favor, no me hagan reír… era absurdo, imposible y totalmente carente de sentido. Realmente necesitaba que mi cerebro dejase de pensar o terminaría por volverme loca. Más de lo que ya estaba.

Al paso de las horas la lluvia comenzó a ser más aguda y persistente, de forma tal que el vidrio había quedado empapado por fuera e impedía ver hacia el exterior; aunque tampoco era que hubiese mucho para ver, pues a estas horas el sol había caído y se había oculto en el oeste. Eso significaba que ya faltaba poco para llegar al castillo, así que me puse a caminar de nuevo anunciando a los estudiantes que fuesen colocándose sus túnicas para después no hacer todo a último momento; en mi caso llevaba con el uniforme desde que me subí al tren luciendo mi corbata perteneciente a la casa Ravenclaw y acompañada por mi placa que indicaba que era Prefecta. Me sentía orgullosa de mi “título” y me gustaba lucirlo… sí, vale, era bastante orgullosa de mí misma, y básicamente desde quinto año no podía dejar de dar saltos cuando me llegó la notificación anunciándome el logro… pero tenía ciertas aspiraciones respecto a mi vida y una de ellas era convertirme en una auror destacada. Vale, era una fantasía… pero soñar nunca estaba de más: siempre habría otros aurores mejores que yo y a los que seguramente no les llegaría ni a los talones; de todas formas, para ser una gran auror debía estudiar mucho, ser aplicada y hacer las cosas correctamente, porque sino ¿quién me tomaría en serio?

El tren frenó de golpe haciendo que me fuese hacia delante chocando contra el cuerpo de una persona que justo iba en sentido opuesto al mío. - Lo siento...- Susurré apenas audible totalmente aturdida por lo que estaba sucediendo. Varias puertas de los compartimientos se abrieron y unas cabezas asomaron sus cabezas hacia el pasillo.- Tranquilos, chicos... posiblemente el tren se descompuso...- anuncié con tranquilidad mientras posteriormente levantaba mi cabeza para ver con quien había chocado... - Black...- empecé a decir. Pero las palabras se me quedaron estancadas en la mitad de mis cuerdas vocales cuando una voz resonó por todo el tren. Me puse un poco tensa, y sin poder evitarlo me aferré un poco del brazo del muchacho de ojos color gris. La respiración se me entrecortó al escuchar aquella voz, y tardé unos segundos en reaccionar.

Por suerte, esta vez reaccioné antes de lo que había hecho hacía un tiempo atrás y saqué mi varita echando a nuestro alrededor un escudo protector en caso de ser necesario. Evidentemente una explosión se escuchó fuertemente, pero no fue en nuestro compartimiento sino en unos más adelante. De todas formas, la nube de humo llegó hasta donde estebamos y tardo varios minutos en dispersarse dado a los efectos del viento. - ¿Están todos bien? - pregunté a los pequeños que se encontraban allí. Ellos comenzaron a llorar y a pedir por sus mamás, a lo que me giré para ver a Sirius.- ¿Estás bien? - pregunté mirándolo fijamente sintiendo como la respiración se me entrecortaba debido a la situación que estábamos atravesando.

Estaba aterrada... tenía pánico y necesitaba asegurarme que Lily, Dora, Ethan y mi hermano estaban bien... Podría llegar a morir si algo les pasaba a ellos, porque eran mi familia y sin duda a quienes más apreciaba. Sin poder evitarlo dejé escapar una lágrima que salió repentinamente a causa de los nervios, y me la quité con rapidez, tratando de impedir que él la viese. Tenía que ir al compartimiento de la explosión pero... miré a mi alrededor: no podía dejar a los niños solos porque si llegaba a pasar algo no tendrían quien los defendiera. Eran demasiado pequeños y no sabían demasiado de autodefensa. Entonces recordé lo que habíamos hablado con Lily, Dora, Ethan y Rick una vez: en caso de emergencia debíamos lanzar chispas rojas y para asegurarnos que el otro estaba bien debían responder con chispas verdes. Inmediatamente saqué mi varita y lancé las dichosas chispas, esperando con ansiedad una respuesta proveniente de ellos.- Lily, Dora, Ethan, mi hermano y yo... acordamos que si llegase a haber un caso de emergencia debíamos tirar chispas rojas... y el siguiente que responda debía tirar otras de color verde para asegurarnos que estaban bien... - le expliqué a Sirius hablando rápidamente. Estaba poniéndome un poco histérica y mi tono de voz era sumamente agudo, como si de pronto se me hubiese desvanecido. Tenían que estar bien... tenían que estarlo... porque sino... "No... ellos van a estar bien". Mantuve mi expresión seria, intentando que las emociones no se reflejasen en mi rostro, poeque de lo contrario los pequeños podrían asustarse más de lo que estaban.- Todo está bien... no va a pasar nada... no voy a dejar que les pase nada...- les aseguré mientras sentía como una niña de primero se acercaba a mí a abrazarme fuertemente. La abracé cuidadosamente dándole apoyo moral mientras acariciaba suavemente su cabello rubio. - Tenemos que hacer algo, Sirius - le dije mirandolo seriamente. Como se le ocurriese bromear ahora, juro por Merlín que le golpeaba.
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Mensaje  ιzzy нale Lun Sep 10, 2012 3:01 am



Sirius Black
as: Sirius Orión Black III
● 17 años # Séptimo año # Miembro de la Casa Gryffindor # Golpeador del Equipo de Quidditch de Gryffindor # Animago Ilegal » Sangre Pura
[ Está con Marlene McKinnon ;; Expreso de Hogwarts, Pasillos ]

El que lloviera cada primero de septiembre ya era como una tradición y eso me llevaba a la creencia de pensar que la lluvia era más bien una especie de “bienvenida natural”. Si hay algo que disfrutaba plenamente de las noches lluviosas era sucumbir a la tentación de pasear por los extensos terrenos del colegio bajo mi enorme disfraz. Pero era muy raro que lloviera durante las noches de luna llena y las únicas veces que hemos terminado bañados de barro y lodo, han sido durante los entrenamientos o después de los partidos de Quidditch al iniciar la temporada. Y no voy a mentir, cada vez que eso sucedía… James y yo iniciábamos el desorden que terminaba en una batalla campal a mitad del campo de Quidditch. Por alguna extraña razón, disfrutaba plenamente de los temporales de lluvia y la verdad es que, dormir oyendo el sonido de la lluvia era algo vigorizante.

Al caer la noche, la lluvia se fue intensificando de tal manera que la visibilidad fue un hecho imposible para los que estuvieran interesados en observar el paisaje. Sin embargo, hubo un momento en que al alzar la vista al cielo me percaté de una inusual y extraña malformación de nubes negras en el horizonte… a las cuales no traté de prestar demasiada atención puesto que era normal que lloviera en estas fechas por diversos factores. Cabe decir que una de las cosas que internamente me preocupaba y desaprobaba era la postura que Remus decididamente había tomado acerca de no involucrarse “seriamente” con ninguna mujer debido a su “pequeño problema peludo”. Que Remus se obstinara y se cerrara de aquella forma era una completa y rotunda estupidez, como más de una vez se lo he dicho y no tenía problema en recordárselo cada vez que el tema salía a relucir por casualidad y en su expresión era imposible no adivinar lo que estaba pensando. A lo largo de estos años hemos sido conscientes de lo difícil que ha sido para Remus aceptarse así mismo y por sobre todo, hacerle saber lo valioso y grandioso que es como ser humano y como amigo. Pero el que mi mejor amigo tuviera ese tipo de pensamientos tan errados no ayudaba para nada. “Y luego dicen que el obstinado y terco que no entiende razón soy yo” me dije mentalmente con un dejo de ironía, lo que puso punto final para no ahondar más en el tema durante la tarde.

El tiempo se nos fue volando, entre risas, planes y conversando acerca de todo lo que teníamos en mente para el inicio de este nuevo año… todo parecía indicar que Remus tenía absoluta razón cuando me dijo que los dos mocosos de primero estaban más implacables que nunca, un hecho que confirme cuando los oí y posteriormente los vi pasar corriendo frente a nuestro compartimiento, al que posteriormente ingresaron en un intento desesperado por esconderse de uno de los Prefectos. “Novatos, tienen tanto que aprender…” negué dentro de mis pensamientos al ver como confabulaban entre ellos con esa expresión de euforia brillando en sus ojos. Así que me acerque a ellos asegurándome de no hacer ningún ruido que me delatara y de esa forma pillarlos desprevenidos por la solapa de sus túnicas mientras una sonrisa burlona enmarcaba mi rostro. Al darse cuenta de que los había descubierto trataron de huir, pero al llevarme un dedo a los labios en señal de que guardaran silencio cuando los obligué a agacharse, ambos se mostraron más tranquilos cuando comprendieron que mi intención no era delatarlos, así que dejaron de forcejear. – Quieto, tigre, no hagas nada – advertí, en voz baja a uno de ellos, que trató de incorporarse para cerciorarse de que no hubiera moros en la costa. De pronto el sonido de unos pasos aproximándose fue haciéndose cada vez más audible; por un instante tuve la impresión de que alguien se detenía frente a la puerta del compartimiento, pero inmediatamente la persona retomo su camino hasta que el sonido se hizo lejano y se perdió. Entonces esta vez fui yo el que se aseguró de que no hubiera nadie en mitad del corredor, para después hacerles la señal de que todo estaba despejado. Aquel par suspiró de alivio y me agradecieron que los haya ayudado a salir del apuro mientras intentaban escapar de uno de los Prefectos… les dije que no tenían nada que agradecer, pero que si querían salir bien librados de los problemas en el futuro, aún tenían mucho que aprender. La expresión en el rostro de los mocosos me hizo sonreír con diversión cuando me preguntaron emocionados si podía ayudarlos, así que los invité a tomarse un respiro y a que me contaran su gran hazaña del día… cuando ese par me contó que por poco hacen volar un compartimiento con un artículo de Zonko, no pude evitar soltar la carcajada por la genuina puntada de esos chiquillos. Luego de darles algunos de consejos y de presentarnos, ambos me aseguraron que su mayor deseo era pertenecer a Gryffindor y que no veían la hora para llegar al colegio. Reí gravemente y tras prometerles que si eran seleccionados en Gryffindor nos veríamos las caras con frecuencia, se entusiasmaron y me juraron que en la primera oportunidad me buscarían para que les presentara al amigo del que tanto les había hablado. Revolví su pelo de forma amistosa y luego de lanzarles una caja de bengalas del Dr. Filibuster para que la atraparan, me dieron las gracias una vez más y se marcharon muy contentos.

Hacía ya un largo rato que James y Remus se habían marchado para hacer su última ronda en los corredores. De mi boca escapó un profundo bostezo y cuando volví la mirada hacia Gus que dormía profundamente en el asiento de enfrente, me levanté tranquilamente, estiré los brazos en un intento por quitarme la pereza de encima y cerré la puerta con cuidado para no despertarlo. Me apetecía estirar las piernas… y en vista de que todo estaba listo, necesitaba salir a tomar un poco de aire… no había visto a Marlene en todo el viaje y aunque me era imposible reconocerlo abiertamente tenía ganas de verla, por lo menos de lejos para burlarme de su sincronía y su manera tan perfeccionista de hacer las cosas. Disfrutaba de poner a prueba la paciencia de Marlene McKinnon al grado de desesperarla y hacerla enfadar siempre que me encontraba rodeado de hermosas mujeres… algo que sencillamente no podía evitar y es que sacarlas de quicio tanto a McKinnon como a Evans era mi “especialidad”, o eso lo que ellas decían, ya que en mi defensa no he hecho nada de lo que tenga que arrepentirme. Por otro lado… no podría dejar de darle vueltas a lo que había pasado con Charlotte durante el verano… una cosa era dejarse llevar por los excesos del alcohol, pero otra era que mi descaro hubiera excedido sus propios limites. Por la forma en que nos besamos esa noche, empecé a cuestionarme acerca de que era lo que verdaderamente sentía por Charlotte Kendrick. Ella no solo era mi mejor amiga, era como mi hermana, por lo tanto no debía verla con otros ojos… cualquier deseo ilícito era prácticamente una prohibición y no podía… no, más bien, NO debía… maldita sea, solo sé que nunca debí haberla besado esa noche, por que ahora siento que, gracias a esa estupidez, la estoy perdiendo… y aunque me he visto tentado de hablarlo con Andrómeda, si no lo he hecho es por que puedo asegurar que le va a encantar la idea de que Charlotte y yo terminemos enamorados… ya la sola idea es una completa locura y lo que menos quiero escuchar es que mi cariño hacia ella ha cambiado.

Luego de hablar con el maquinista, que me dijo que no faltaba mucho para llegar a la estación de Hogsmeade, opté por ir de regreso al compartimiento para cambiarme e ir despertando a Peter. De pronto se escuchó un fuerte chirrido metálico y el tren frenó de golpe, lo que en un acto de reflejo me hizo extender un brazo en un intento por mantener el equilibrio para no caer de bruces contra el suelo y sostener con el otro a la persona que me había chocado impidiendo así que también cayera. Las puertas de los compartimientos se abrieron de par en par y la mayoría de sus ocupantes se asomaron para saber que estaba ocurriendo… no fue hasta entonces que reparé en la voz de Marlene transmitiendo tranquilidad al decir que lo más probable es que el tren se descompuso, la observé sin decir ni una sola palabra, hasta que finalmente nuestras miradas hicieron contacto. Hice el amago de sonreír, pero el intento quedó hasta ahí cuando una voz fría y carente de cualquier sentimiento se escuchó en todo el tren… aquellas palabras me dejaron paralizado y lo único que fui capaz de experimentar en instante fue un sentimiento de ira mezclándose con el miedo que avivaba los latidos de mi corazón volviendo mi respiración pausada y difícil, por la forma en que Marlene se aferro a mi brazo comprendí que su tensión había aumentado… Inconscientemente deslicé mi mano hasta el bolsillo de mi chaqueta y me aferré a mi varita con expresión cautelosa ante cualquier movimiento en falso por parte de esos malditos. Posteriormente se escuchó una fuerte explosión en los vagones que había más adelante, provocando que el tren se sacudiera peligrosamente… Marlene actuó rápidamente e invocó un escudo protector a nuestro alrededor, protegiéndonos de la nube de humo y polvo que se cernía sobre nosotros. Esto no estaba bien… la angustia y la consternación lentamente empezaban a apoderarse de cada músculo de mi cuerpo paralizándome por lo que acababa de pasar… – Estoy bien, no te preocupes… – le aseguré con firmeza, tratando de infundirle seguridad mientras que en mi mente buscaba alternativas. En mi pecho sentía una fuerte opresión al pensar en James, Remus, Peter, Charlotte, Lily, incluso el imbécil mi hermano… necesitaba saber que todos ellos estaban bien, tenía que ir a buscarlos y cerciorarme por mi propia cuenta que no les había pasado nada. – ¿Tú como te encuentras? – pregunté girando la cabeza para observarla con una nota de preocupación en mi mirada. Traté de tragar con dificultad, pero en este momento tenía la boca demasiado reseca y el nudo que se había formado dentro de mi garganta impedía toda clase de intento. Necesitaba ir al lugar donde se había producido la explosión, pero no podía dejar sola a Marlene con todos los niños… lo primero que había que hacer era sacarlos a como de lugar, ponerlos a salvo antes que cualquier otra cosa. – Bien, eso será de mucha ayuda, sin duda – afirmé, tratando de conservar la calma, cuando me explicó que con Lily, Dora, Ethan y su hermano habían acordado en lanzar chispas rojas en caso de emergencia y que el siguiente que respondiera debía hacerlo tirando chispas verdes para confirmar que estaban bien. Con un movimiento de mi varita traté de disipar el humo, pero el viento proveniente del exterior dificultaba la visibilidad. Mientras Marlene trataba de calmar a los niños, a tientas busqué la puerta del vagón, la cual traté de abrir, pero todo parecía indicar que estaba trabada. – Lo sé, lo sé, estoy en eso… – repuse con una nota de impaciencia, esforzándome por abrir la maldita puerta, desistí mi intento con la puerta y fui hasta una de las ventanillas, la cual abrí de golpe para poder ver hacia el exterior. Mi respiración con cada segundo se volvía cada vez más agitada, el viento me zumbaba en los oídos y este junto con la lluvia golpeaban mi rostro… entorné la mirada con dificultad y a lo lejos pude ver las luces de la estación de Hogsmeade, aún faltaba un largo tramo para llegar, pero confiaba en que Hagrid estuviera al final del camino esperándonos como cada año. Sonreí internamente ante ese pensamiento y metí la cabeza para volverme hacia Marlene… – Marlene, Marlene, mírame… – le pedí, de la manera más tranquila que me fue capaz de expresar en ese momento, para obligarla a mirarme a los ojos. – Escúchame… no falta mucho para llegar a la estación de Hogsmeade, podemos sacar a los niños en orden y con calma y llevarlos con Hagrid. Con él estarán seguros y a salvo, confíen en mí… – dije esto último dirigiéndome con la plena seguridad a los niños que estaban alrededor de nosotros abrazándonos en busca de protección, para que se sintieran seguros. – Todo va a estar bien, linda, no te preocupes… – le aseguré a una pequeña de cabello castaño y rizado que me abrazaba fuertemente y me miraba con ojos llorosos. – Sé que podemos hacer esto, pero te necesito conmigo, Marlene… necesito que confíes en que lo lograremos… – repuse mirándola fijamente a los ojos… pidiéndole en silencio que confiara que nuestros amigos iban a estar bien, pero que a la vez comprendiera que no podía dejarla sola y menos en este momento. Confiar y creer era lo que más necesitábamos para no perder la cabeza. – Tengo un plan, pero necesito que todos se hagan para atrás… – dije sin apartar la mirada de Marlene a la espera de que me ayudara y me dejara actuar.
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Mensaje  ιzzy нale Sáb Sep 15, 2012 3:39 am

Marlene McKinnon
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está con: Sirius Black ; en: Expreso, compartimiento

Respiré con la mayor profundidad que pude, llenando de esa forma los pulmones de oxígeno. Estaba nerviosa, casi rozando la histeria, pero sabía que debía mantenerme en calma porque de lo contrario iba a ser peor para los pequeños… y además, era prefecta, debía dar el ejemplo y mantener la serenidad para brindarle la contención necesaria a los demás estudiantes que se encontraban encerrados conmigo y con Sirius Black. Pero ¿quién me contenía a mí en estos momentos? Cerré los ojos durante unos segundos, y respiré. “Tranquila, Marlene”. Intenté controlar mis impulsos y entonces fijé mi mirada en Sirius, y por alguna razón, en ese mismo momento, me sentí tranquila… “No estás sola” me recordó la parte racional de mi cabeza; tragué saliva, y presioné mis labios recuperando la compostura. Entonces, sentí como aquella pequeña niña seguía sujetándome con fuerza como si su vida dependiese de ello; me agaché para llegar a su altura y le moví un mechón de su cabello con cuidado y gesto maternal – Está bien, pequeña… no pasa nada… vas a estar bien, llegarás a Hogwarts y te seleccionarán en una de las casas… y luego esto quedará como un lejano recuerdo – le dije con la voz más segura que pude poner para calmarla.

¿A quien quería engañar? Nadie era capaz de olvidar su primer viaje en el Expreso de Hogwarts: era algo que te quedaba en la cabeza por el resto de tu vida y que al recordarlo no podías hacer más que sonreír ante la nostalgia… y esta pequeña, así como los demás de primer año, iban a tener este recuerdo… no era justo. Sentí un nudo en la garganta, y levanté la cabeza observando más detalladamente a Sirius: ¿cómo lo hacía? Incluso en esta situación él seguía viéndose guapo, con esa túnica y su brillante insignia que indicaba el ser miembro de Gryffindor. Suspiré. “Marlene” me advirtió mi mente. Sí… ya lo sabía, no debía caer bajo su telaraña, y de hecho me sentía orgullosa de ser la única mujer de Hogwarts que no se le había tirado descaradamente encima pese a llevar ese físico, y prefería seguir así… porque me negaba rotundamente a que él jugara conmigo de la forma que había hecho con varias más. “No es momento para pensar en eso” me reprendió mi mente con fastidio. – Estoy bien – respondí finalmente con toda la seguridad con la que fui capaz de hablar. No quería mostrarme débil delante de él, además, si iba a ser auror cuando saliese de Hogwarts, mejor debía empezar a acostumbrarme a que este tipo de situaciones iban a pasar a menudo mientras él estuviese deambulando por aquí. Odiaba esta situación, pero creo que era mejor serle frente que huir de ellos. – No te preocupes por mí –¡Ja! Como si realmente se preocupase por ti, Marlene” me dijo de forma socarrona mi mente y puse los ojos en blanco sin poder evitarlo. No, de hecho… lo único con lo que Sirius Black podría llegar a preocuparse por mí era en el sentido de cómo hacer mi vida miserable en ocasiones, y de hecho muchas veces lo lograba porque fácilmente era capaz de sacarme de quicio cuando se ponía en sus estúpidas poses de imbécil supremo. Pero ahora se estaba comportando, y por alguna rara razón, me sentía segura estando con él, y justamente, era esa sensación la que me hacía sentir escalofríos por todo mi cuerpo.

Sin poder evitarlo, sonreí de forma orgullosa cuando dijo que la idea que había tenido con Rick, Lily, Dora y Ethan era buena para saber si estábamos bien, y honestamente aquello era lo primero que me había enseñado Rick cuando cumplí once años: “En caso de emergencia, lanza chispas al cielo… alguien acudirá a tu ayuda inmediatamente”, me había dicho bueno, no exactamente… con los años se deformaban las palabras. – Mi hermano fue quién me lo enseñó cuando era pequeña… luego he obligado a Lily, Dora y Ethan a que hagan lo mismo en caso de emergencia… podría haber algún método más rápido, pero me conformo con esto mientras averiguo otro… además de que tampoco es que esté usándolo continuamente.- okey, Marlene… cállate. Obligarme a callar cuando estaba nerviosa era algo complicado, pero complací a mi mente quedándome en silencio durante varios segundos en lo que volteaba a ver para asegurarme que los pequeños estaban bien. Algunos lloraban y otros se mostraban inquietos pero intentaban hacerse los valientes. Suspiré nuevamente, e hice un gesto con mis labios mientras intentaba pensar en algo para poder sacarnos a todos de este lugar. Estábamos encerrados debido a la explosión y el paso estaba totalmente obstruido.

“¿Qué hago? ¿Qué hago? Joder, que soy prefecta” me dije frustrada mientras estaba comenzando a sentir la sensación de pánico recorrer mi cuerpo. Entonces, escucho la voz de Sirius desde la lejanía; mi cuerpo hacía esfuerzos para evitar mirarlo fijamente, aunque finamente terminé haciendo caso a su voz y haciéndole caso para observarle. Tragué saliva fuertemente y sentí como me tensaba. “Mañana voy a arrepentir sentirme de esta forma estando Sirius Black a mi lado” me dije a mí misma, pero ahora era la única persona en la que podía confiar en este lugar. – Deja de repetir mi nombre, que no estoy sorda – le advertí intentando sonar más como solía hacerlo cuando me frustraba con él, y creo que lo había conseguido. Tragué saliva y asentí con la cabeza observando a la dirección. – Es peligroso sacarlos por las ventanas, Sirius… - advertí inquieta mientras observaba a mi alrededor, intentando pensar en cómo demonios sacarnos de aquí. – Se podría hacer un translador… pero… No hay nada lo suficiente grande como para que todos puedan tocarlo y salir al mismo tiempo… - digo mientras me quedo pensativa durante varios minutos. “Quizás si uso un hechizo para agrandar…” empiezo a pensar mientras trato de recordar algún hechizo que pueda sernos útil y que no nos haga meter a todos en peligro.

¿Era capaz de confiar por un momento en Sirius Black? Me sentía segura estando con él en estos momentos, por el simple hecho de que si estuviese sola con todos estos niños posiblemente estuviese desquiciada sin saber qué hacer. Me lo pensé durante unos momentos, y me mordí ligeramente el labio inferior sin poder evitarlo. “Marlene…” me advirtió mi mente, aunque ahora mi nombre sonaba con la voz de Sirius Black llamándome de aquella forma. Sacudí la cabeza impaciente. Sí, definitivamente estaba volviéndome loca, no había otra forma de explicar porque estaba pensando en este tipo de cosas sin sentido alguno. – Supongo que puedo intentarlo – respondí al hecho de que me pedía que confiara en él. Aunque honestamente, me daba miedo con que locura podría llegar a salir.

No… por Merlín… no me diga que… ¿en serio va a intentar usar un bombarda? Se me cortó la respiración cuando escuché aquellas palabras. ¿Qué otra cosa podría ser para que necesitara que nos echáramos para atrás? Y sin poder evitarlo me acerqué a él y lo cogí del brazo. – Dime que estás bromeando y no estarás pensando en hacer lo que pienso que vas a hacer.- advertí sobre su oído en un susurro, tratando de evitar que los pequeños me escuchasen. –Dime que no estarás pensando en utilizar un Bombarda, por amor a Merlín… - le pedí sin poder ocultar el nerviosismo. Sin soltarle el brazo. El maldito compartimiento podía caerse encima de nosotros si llegaba a usar ese hechizo.
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Mensaje  ιzzy нale Lun Sep 17, 2012 11:27 pm



Sirius Black
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[ Está con Marlene McKinnon ;; Expreso de Hogwarts, Pasillos ]

Por el rabillo del ojo me percaté de cómo Marlene hacía su mejor esfuerzo por tranquilizar a una pequeña niña que se aferraba a ella como si su vida dependiera de ello. Hasta este momento nunca había sido testigo de aquella faceta suya y debo decir que me sorprendía al darme cuenta de lo… agradable que podía ser si se lo proponía, siempre y cuando dejara de lado esa maldita manía querer controlarlo absolutamente todo. La expresión de miedo y horror en el rostro de todos esos niños hacía latir mi corazón de una manera desmesurada a causa de la angustia que me estaba oprimiendo el pecho. El nudo que se me formaba en la garganta al pensar en mis amigos, me estaba llevando a la desesperación… pero el saber que Marlene estaba a salvo, me infundía cierta tranquilidad que no podía explicar. Que me odie y quiera matarme todo el tiempo no significa que no… me preocupe por lo que le pueda pasar. Aunque sinceramente, prefería que siguiera creyendo que era un maldito insensible cuyo único objeto es desquiciarla siempre que puede antes que admitir que me importa. – Estaremos bien… – logré decir en un nuevo intento por infundirles seguridad a todos los que nos encontrábamos en el compartimiento. Mantuve la mirada clavada un poco más en Marlene, sin que cayera en la cuenta de la observaba, hasta que finalmente la desvié hacia otro lado…

Cuando dijo que su hermano le había enseñado aquel método tan práctico… no la volví a mirar, si no que únicamente me dediqué a escucharla, mientras reanudaba la tarea que intentar desbloquear la maldita puerta del compartimiento. Pero cuando dijo que había obligado a los demás a que hicieran lo mismo, me eché a reír con discreción para no hacerla enfadar y creyera que me estaba burlando de ella. – ¿Por qué no me sorprende? – dije como si se tratara de una pregunta lanzada al azar, para después no volver a hacer ningún otro comentario. Naturalmente, existían otros métodos de comunicación igual de eficaces que el de Marlene y en este preciso momento sabía de la existencia de uno al que maldecía por no traerlo conmigo. “Imbécil y mil veces imbécil” me dije más encabronado y frustrado que nunca antes.

Fruncí los labios gesticulando una mueca que bien podía entenderse como un: “Está bien, ya entendí”, cuando me advirtió que dejara de repetir su nombre, que no estaba sorda. Sé que este era el momento menos oportuno para bromear, pero el que volviera a emplear aquel tono frustrado al cual estaba tan acostumbrado, me calmó por que eso quiere decir que ha vuelto a hacer la Marlene McKinnon que conozco. Siempre le he dicho a James que McKinnon sufre de trastornos de pre-menopausia y lo cierto es que… aún sigue un completo misterio el como hace para llevarse relativamente bien con ella… por que la única verdad aquí es que Marlene y yo no podemos estar un mismo lugar por más de cinco segundos sin pelear, o sin que me eche las cosas en cara y se ponga a despotricar en mi contra como si de verdad fuera un sinvergüenza irremediable. “Es por que eres un sinvergüenza irremediable, Sirius” afirmó mi subconsciente. “Bueno, si tal vez… pero debería agradecerme que jamás he intentado nada con ella. No por que no la encuentre atractiva… si no más bien por que McKinnon era un hueso duro de roer”. Más de una vez su actitud me ha desconcertado y me ha dejado pensativo, pero los años me han hecho aprender a darle por su lado… sea cual sea la opinión que McKinnon tenga sobre mí, no es algo que me preocupe. No es la primera ni la última persona que me juzga sin conocerme. “¿Estás seguro?” inquirió una vocecilla burlona dentro de mis pensamientos. “A mí me parece que en el fondo si te preocupa la opinión que tiene sobre ti. Solo que tu orgullo te impide reconocerlo y no has hecho nada para remediarlo” reparó la misma voz burlona dentro de mi cabeza. “¿Yo? ¿Preocuparme por su opinión? Si, claro…” refuté ignorando y descartando inmediatamente esa genuina idiotez.

– Ya lo sé, Marlene, no tienes que decírmelo… – repuse un tanto irritado mientras me pasaba una mano por la cabeza con desesperación al tratar de pensar en una maldita solución que no pusiera en riesgo a Marlene y a los niños. Inhalé y exhalé profundamente tratando de calmarme para no caer en el maldito error de discutir con ella justo ahora. No podía darme el lujo de que mis putos nervios me controlaran y menos en este momento. ¿Un traslador? Me detuve al meditar lo que estaba sugiriendo, arrugando con expresión pensativa el espació entre mis cejas. – Yo no me preocuparía tanto por eso… – razoné, al hecho de que se preocupara más por encontrar un objeto grande y adecuado que un detalle que estaba pasando por alto. El objeto no era tan crucial… por que bien podría quitarme los malditos zapatos y asunto arreglado. – El problema aquí es que necesitamos una autorización por parte del Ministerio para montar un traslador. Si me dices que en el bolsillo de la túnica traes la dichosa autorización… – “juro que te besaré, Marlene McKinnon” terminé la frase en silencio, consciente de que revelarle mi intención estaba fuera de lugar, por que conociendo a McKinnon capaz que pierde los estribos. – Como sea… el punto es que no creo que sea lo más conveniente… – aseguré, desviando la mirada con seriedad. A estas alturas empezaba a dudar de la fiabilidad y credibilidad del Ministerio de Magia… la muerte del Ministro era una evidente señal de que las cosas se estaban saliendo de control. Y el que esas sabandijas atentaran contra la vida de personas inocentes confirma que no tienen escrúpulos y que les importa un maldito carajo si en su camino arrasan incluso con los niños.

Realmente necesitaba que Marlene confiara en mí para poder actuar, pero mientras no me lo dijera no era capaz de continuar con el plan que tenía en mente, ya que era el único medio para tratar de desbloquear la maldita puerta y salir. Es normal que dude de mí y no la culpo por ello… pero teníamos que actuar ya, mientras más tiempo nos quedáramos aquí… más me entraba la maldita desesperación. Al decirme que podía intentarlo... lo interpreté como un “no sé si pueda hacerlo” no del todo convincente… Suspiré profundamente, convencido de que era la única solución, antes de darme la media vuelta con toda la intención de hacerlo, cuando entonces, se percató de mis intenciones y me tomó del brazo impidiéndome que llevara a cabo lo que estaba a punto de hacer. Volví el rostro ligeramente al escuchar sus palabras en mi oído y me dediqué a observar por varios segundos su rostro crispado por la preocupación. Sus ojos me miraban de una manera que claramente indicaban que lo que estaba a punto de hacer era una reverenda locura… – Te tardaste… – afirmé, en voz baja, enarbolando mi varita, con decisión. – Supuse que en cuanto lo averiguaras pegarías el grito en el cielo – corroboré, con suspicacia evitando que un hondo y prolongando suspiro escapara de mi boca. – ¿Para qué quieres que te lo diga yo si ya los has expresado tú con la mayor claridad? – reparé, desviando la mirada de su rostro para fijarla en la puerta que hallaba frente a nosotros. La voz de Marlene denotaba nerviosismo y su tono no hacía más que trasmitirme que lo que estaba a punto de hacer era una imprudencia que podía ponerlos a todos en riesgo, incluyéndola a ella… “No lo hagas, Sirius, por favor…” me dijo una voz… una voz angustiada muy parecida a la de Marlene. Tomé una honda y profunda bocanada de aire, cerrando mis ojos por un breve instante y visualizando ante mí el rostro de Marlene… lentamente fui notando de que el brazo que sostenía fue bajando desistiendo a toda intención. Acto seguido abrí mis ojos, escuchando a lo lejanía gritos de ayuda, de miedo… sentía la mirada de Marlene clavada en mi rostro… pero yo solo mantenía la mirada fija en un punto inexistente, pensando en una solución más acorde que no los pusiera en riesgo. – Lo tengo… – dije súbitamente, cerrando mi mano alrededor de la de Marlene sin ser consciente de lo que estaba haciendo. – Podríamos probar con una aparición conjunta. La estación no está muy lejos; además para eso no necesitamos el permiso de nadie… – Busqué su mirada, notando una reconfortante calidez al contacto de su mano entre la mía. Un contacto que por extraño que resulte me infundía seguridad. – Podemos hacerlo, pero es tu decisión… – Ella era la prefecta y yo no podía tomar las decisiones en su nombre aún si lo quisiera, debía respetar eso, por lo menos en esta situación.
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Mensaje  ιzzy нale Miér Sep 19, 2012 11:42 pm

Marlene McKinnon
Marlene Elladora McKinnon Jenkins
17 años # Séptimo año # Ravenclaw # Prefecta # Sangre Mestiza
está con: Sirius Black ; en: Expreso, compartimiento

Cerré mis ojos momentáneamente y traté de controlarme: necesitaba tener control sobre mí misma para poder tener el control sobre los demás, porque si yo perdía la razón en un momento como este, sinceramente no estaba del todo segura qué locura podría llegar a hacer. Tenía miedo, pero por nada del mundo iba a admitir aquel sentimiento, ni mucho menos delante de Sirius Black... porque él no había llegado a conocerme asustada e indefensa hasta este momento, y si podía evitar que me viese de esa forma iba a hacer todo lo que pudiese para evitarlo: de lo contrario estaba segura que mañana, o cuando se pase todo este desastre, iba a burlarse de mí hasta que terminásemos como de costumbre a los gritos. Me mordí el labio inferior y suspiré con profundidad: bien, creo que lo tenía... creo que estaba bajo control: al menos esta vez no me había puesto histérica como cuando James me encontró hace un año en medio de un ataque en Hogsmeade, supongo que de ahí la experiencia.

Abrí los ojos, y observé levemente de reojo a Sirius. ¿Estará bien? ¿Estará asustado? No... la idea de que Sirius Black estuviese asustado por algo me causaba incluso gracia: Sirius Black jamás se asustaba por nada, y si sentía miedo por dentro jamás dejaría que me diese cuenta de aquello. Tragué saliva. Y entonces, se echó a reír. Me quedé perpleja mirándolo entre asombrada y ofendida por el hecho de que estuviese burlándose de mí, y entrecerré los ojos observándolo con el ceño fruncido. – ¿Porqué lo dices? – mascullé entre dientes. Vale, lo sabía: era totalmente controladora de todo lo que pasaba a mi alrededor, un defecto que tengo desde siempre y que no creo que vaya a irse muy pronto… pero ¿tan evidente era? Además, él no sabía nada… absolutamente nada de cómo me siento cada vez que alguien a quien aprecio está en peligro y yo sin saber dónde está… me pasa constantemente con mis padres y mis hermanos, y que me pase incluso ahora con mis amigos es algo sofocante que me impide respirar. – Tú no sabes lo que se siente estar horas sin tener noticias de tu familia en una situación como esta… y mientras haya alguna forma para poder saber si al menos siguen con vida obligaré a todo aquel que me importe para que me prometa que lo hará en caso de emergencia…- dije desviando la mirada. Y el hecho de que aún no me hayan respondido, me aterraba… ¿estarán bien? Dios mío, que no les haya pasado nada: Lily, Dora, Ethan, Rick… por favor que estén bien.

Demonios. Estaba perdiendo el control de mí misma de nuevo, y no podía permitírmelo. Respiré con profundidad y me aferré a uno de los barrotes que tenía a mi lado sujetándome con cierta fuerza. “Tranquila, Marlene” me dije a mí misma cerrando los ojos momentáneamente mientras respiraba con lentitud, no podía permitirme que Sirius Black me sacara de las casillas con una simple frase… “Pero se ha reído de ti… de nuevo” dijo con frustración mi mente, como si aún no pudiese creer que él se haya atrevido a hacerlo: ¡Se había reído a mi costa!

Maldito, estúpido e imbécil Sirius Black.

Esta vez la que soltó una risa fui yo. ¿En serio? ¿Me hablaba realmente en serio cuando decía que necesitaba autorización del Ministerio de Magia incluso para salir de una situación como esta? – Claro, cómo olvidarme que a ti te importa tener una autorización del Ministerio de Magia para sacar a estos niños que están asustados después de un ataque – dije con cierto sarcasmo mientras me cruzaba de brazos. Sirius era la persona menos indicada del mundo para haber dicho lo que dijo referente a la "autorización" sobretodo cuando él mismo pasa continuamente de las normas más básicas de Hogwarts. Sinceramente no podía creer que me haya dicho eso... – en una situación de emergencia me importa una mierda el Ministerio de Magia… lo único que me importa es sacar a todos de aquí… - añadí tercamente mientras ponía los ojos en blanco. Sí, también quería sacar a Sirius Black a salvo de este lugar, porque aunque no quiera admitirlo en voz alta… él me preocupa. Lo cierto era que nunca había realizado un Translador… es decir: sabía de memoria la teoría, pero jamás la había puesto en práctica porque en Hogwarts no estaban permitidos, no obstante ¿Y si terminábamos en cualquier otro lugar y nos metía aún más en problemas? Demonios.- Vale, pensemos otro plan… - accedí mientras alzaba una ceja.

Mi corazón palpitaba frenéticamente debido a la situación: no podía pensar con claridad, me costaba tragar y estaba haciendo esfuerzos sobrehumanos para seguir con el control de mí misma. Jamás me aferrado a Sirius Black de la forma que lo estaba haciendo ahora mismo, pese que el contacto que estaba teniendo era para impedir que hiciera una locura de la que todos saldríamos mal parados si le permitiese hacerlo: "un bombarda... ¿en qué mierda está pensando?" pensé frustrada; "está pensando en lo mismo que tú: en sacarnos a todos a salvo... pero él es más drástico, si no fuese así no sería Sirius Black" me respondió mi propia mente. No obstante, el tener mi brazo aferrado al de Sirius me produjo una sensación extraña, y aún más cuando lentamente él comenzó a bajarlo desistiendo de llevar a cabo su “brillante” plan. Suspiré un poco aliviada, y tragué saliva. – Es obvio que no iba a permitir que hicieras esa locura… ¿por quién me tomas? si llevabas a cabo tu brillante plan, acabaríamos todos bajo escombros y no está en mis planes permitir que alguien de este compartimiento salga herido… - dije en un susurro aún hablando cerca de su oreja. Claramente tenía que ponerme de puntillas para llegar a esa altura, ya que Sirius era un par de centímetros más alto que yo. Ellos eran mi responsabilidad al igual que él, y no iba a dejar que se expusiera a ninguna clase de peligro.

Los gritos de ayuda, los llantos y el miedo que infundía el compartimiento siguiente me aterraba incluso a mí misma, quería ponerme a llorar aquí en este mismo lugar: me sentía impotente y una inútil sin saber qué hacer para ayudar a todos quienes lo necesitaban. “No pierdas el control… no lo pierdas” me pidió mi mente; temblé ligeramente y tragué saliva dificultosamente. Fue entonces que sentí como la mano de Sirius sujetaba la mía: su mano era cálida, transmitía un leve calor que recorría mi cuerpo... una sensación que jamás había sentido en mi vida. Me aturdía. Respiré profundamente y por alguna razón me sentí incapaz de soltar su mano, puesto que por el contrario la sujeté con fuerza... estaba a punto de desbordar y aquello lograba contenerme. Me mordí ligeramente el labio inferior "¿pero qué haces?" me preguntó mi mente mientras me obligaba a desviar mi mirada de aquellos ojos grises. - Sirius, creéme cuando digo que no me importa quebrantar todas las reglas del Ministerio de Magia para sacar a estos niños y a ti de este lugar: ustedes son mi responsabilidad, por muy mayorcito que seas... así que deja de meter al Ministerio en el tema: si he de romper alguna norma, lo haré. - sentencié con convencimiento. Miré a mi alrededor y conté rápidamente cuántos niños había en el compartimiento: éramos un total de quince personas, y había un par que se habían lastimado el tobillo cuando el tren frenó de golpe, por lo que necesitaban atención más de lo que ya había podido hacer para evitar que sangraran... pero evidentemente jamás sería como Madam Pomfrey y no podía regenerar los huesos rotos a no ser que tuviese la poción correspondiente. - Jamás he hecho una aparición conjunta con tanta gente... y tenemos niños lesionados... ¿crees que sea seguro? - le pregunté pidiendo su opinión. Un momento ¿estaba realmente pidiendo la opinión de Sirius Black? Demonios, el mundo iba a acabarse en un abrir y cerrar de ojos. Me mordí el labio nuevamente. - No quiero ponerlos en peligro... - añadí rápidamente mientras desviaba la mirada y empezaba a hacer el amago para soltar su mano: en realidad no quería soltarlo, pero tampoco quería permitirme sujetarlo demasiado tiempo. Suspiré profundamente, mientras volvía a mirarlo a los ojos: jamás había visto a Sirius en este tipo de situación... parecía incluso mucho más maduro de lo que es cuando está en Hogwarts donde se lo ve tan relajado, bromista y ligón... podría llegar a gustarme este Sirius si solo se quedara un poco más de tiempo; ¿qué... qué? pensé parpadeando repentinamente ¿podría llegar a gustarme? ¿en serio yo había pensado aquello? No... no podía gustarme, maldita sea... ¿porqué tengo que pensar en eso en una situación como esta? debo estar loca, sí... mañana esto ya no tendrá sentido y volverá todo a la normalidad.

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Mensaje  ιzzy нale Jue Sep 20, 2012 12:08 am



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Por el rabillo del ojo me percaté de cómo Marlene hacía su mejor esfuerzo por tranquilizar a una pequeña niña que se aferraba a ella como si su vida dependiera de ello. Hasta este momento nunca había sido testigo de aquella faceta suya y debo decir que me sorprendía al darme cuenta de lo… agradable que podía ser si se lo proponía, siempre y cuando dejara de lado esa maldita manía querer controlarlo absolutamente todo. La expresión de miedo y horror en el rostro de todos esos niños hacía latir mi corazón de una manera desmesurada a causa de la angustia que me estaba oprimiendo el pecho. El nudo que se me formaba en la garganta al pensar en mis amigos, me estaba llevando a la desesperación… pero el saber que Marlene estaba a salvo, me infundía cierta tranquilidad que no podía explicar. Que me odie y quiera matarme todo el tiempo no significa que no… me preocupe por lo que le pueda pasar. Aunque sinceramente, prefería que siguiera creyendo que era un maldito insensible cuyo único objeto es desquiciarla siempre que puede antes que admitir que me importa. – Estaremos bien… – logré decir en un nuevo intento por infundirles seguridad a todos los que nos encontrábamos en el compartimiento. Mantuve la mirada clavada un poco más en Marlene, sin que cayera en la cuenta de la observaba, hasta que finalmente la desvié hacia otro lado…

Cuando dijo que su hermano le había enseñado aquel método tan práctico… no la volví a mirar, si no que únicamente me dediqué a escucharla, mientras reanudaba la tarea que intentar desbloquear la maldita puerta del compartimiento. Pero cuando dijo que había obligado a los demás a que hicieran lo mismo, me eché a reír con discreción para no hacerla enfadar y creyera que me estaba burlando de ella. – ¿Por qué no me sorprende? – dije como si se tratara de una pregunta lanzada al azar, para después no volver a hacer ningún otro comentario. Naturalmente, existían otros métodos de comunicación igual de eficaces que el de Marlene y en este preciso momento sabía de la existencia de uno al que maldecía por no traerlo conmigo. “Imbécil y mil veces imbécil” me dije más encabronado y frustrado que nunca antes.

Fruncí los labios gesticulando una mueca que bien podía entenderse como un: “Está bien, ya entendí”, cuando me advirtió que dejara de repetir su nombre, que no estaba sorda. Sé que este era el momento menos oportuno para bromear, pero el que volviera a emplear aquel tono frustrado al cual estaba tan acostumbrado, me calmó por que eso quiere decir que ha vuelto a hacer la Marlene McKinnon que conozco. Siempre le he dicho a James que McKinnon sufre de trastornos de pre-menopausia y lo cierto es que… aún sigue un completo misterio el como hace para llevarse relativamente bien con ella… por que la única verdad aquí es que Marlene y yo no podemos estar un mismo lugar por más de cinco segundos sin pelear, o sin que me eche las cosas en cara y se ponga a despotricar en mi contra como si de verdad fuera un sinvergüenza irremediable. “Es por que eres un sinvergüenza irremediable, Sirius” afirmó mi subconsciente. “Bueno, si tal vez… pero debería agradecerme que jamás he intentado nada con ella. No por que no la encuentre atractiva… si no más bien por que McKinnon era un hueso duro de roer”. Más de una vez su actitud me ha desconcertado y me ha dejado pensativo, pero los años me han hecho aprender a darle por su lado… sea cual sea la opinión que McKinnon tenga sobre mí, no es algo que me preocupe. No es la primera ni la última persona que me juzga sin conocerme. “¿Estás seguro?” inquirió una vocecilla burlona dentro de mis pensamientos. “A mí me parece que en el fondo si te preocupa la opinión que tiene sobre ti. Solo que tu orgullo te impide reconocerlo y no has hecho nada para remediarlo” reparó la misma voz burlona dentro de mi cabeza. “¿Yo? ¿Preocuparme por su opinión? Si, claro…” refuté ignorando y descartando inmediatamente esa genuina idiotez.

– Ya lo sé, Marlene, no tienes que decírmelo… – repuse un tanto irritado mientras me pasaba una mano por la cabeza con desesperación al tratar de pensar en una maldita solución que no pusiera en riesgo a Marlene y a los niños. Inhalé y exhalé profundamente tratando de calmarme para no caer en el maldito error de discutir con ella justo ahora. No podía darme el lujo de que mis putos nervios me controlaran y menos en este momento. ¿Un traslador? Me detuve al meditar lo que estaba sugiriendo, arrugando con expresión pensativa el espació entre mis cejas. – Yo no me preocuparía tanto por eso… – razoné, al hecho de que se preocupara más por encontrar un objeto grande y adecuado que un detalle que estaba pasando por alto. El objeto no era tan crucial… por que bien podría quitarme los malditos zapatos y asunto arreglado. – El problema aquí es que necesitamos una autorización por parte del Ministerio para montar un traslador. Si me dices que en el bolsillo de la túnica traes la dichosa autorización… – “juro que te besaré, Marlene McKinnon” terminé la frase en silencio, consciente de que revelarle mi intención estaba fuera de lugar, por que conociendo a McKinnon capaz que pierde los estribos. – Como sea… el punto es que no creo que sea lo más conveniente… – aseguré, desviando la mirada con seriedad. A estas alturas empezaba a dudar de la fiabilidad y credibilidad del Ministerio de Magia… la muerte del Ministro era una evidente señal de que las cosas se estaban saliendo de control. Y el que esas sabandijas atentaran contra la vida de personas inocentes confirma que no tienen escrúpulos y que les importa un maldito carajo si en su camino arrasan incluso con los niños.

Realmente necesitaba que Marlene confiara en mí para poder actuar, pero mientras no me lo dijera no era capaz de continuar con el plan que tenía en mente, ya que era el único medio para tratar de desbloquear la maldita puerta y salir. Es normal que dude de mí y no la culpo por ello… pero teníamos que actuar ya, mientras más tiempo nos quedáramos aquí… más me entraba la maldita desesperación. Al decirme que podía intentarlo... lo interpreté como un “no sé si pueda hacerlo” no del todo convincente… Suspiré profundamente, convencido de que era la única solución, antes de darme la media vuelta con toda la intención de hacerlo, cuando entonces, se percató de mis intenciones y me tomó del brazo impidiéndome que llevara a cabo lo que estaba a punto de hacer. Volví el rostro ligeramente al escuchar sus palabras en mi oído y me dediqué a observar por varios segundos su rostro crispado por la preocupación. Sus ojos me miraban de una manera que claramente indicaban que lo que estaba a punto de hacer era una reverenda locura… – Te tardaste… – afirmé, en voz baja, enarbolando mi varita, con decisión. – Supuse que en cuanto lo averiguaras pegarías el grito en el cielo – corroboré, con suspicacia evitando que un hondo y prolongando suspiro escapara de mi boca. – ¿Para qué quieres que te lo diga yo si ya los has expresado tú con la mayor claridad? – reparé, desviando la mirada de su rostro para fijarla en la puerta que hallaba frente a nosotros. La voz de Marlene denotaba nerviosismo y su tono no hacía más que trasmitirme que lo que estaba a punto de hacer era una imprudencia que podía ponerlos a todos en riesgo, incluyéndola a ella… “No lo hagas, Sirius, por favor…” me dijo una voz… una voz angustiada muy parecida a la de Marlene. Tomé una honda y profunda bocanada de aire, cerrando mis ojos por un breve instante y visualizando ante mí el rostro de Marlene… lentamente fui notando de que el brazo que sostenía fue bajando desistiendo a toda intención. Acto seguido abrí mis ojos, escuchando a lo lejanía gritos de ayuda, de miedo… sentía la mirada de Marlene clavada en mi rostro… pero yo solo mantenía la mirada fija en un punto inexistente, pensando en una solución más acorde que no los pusiera en riesgo. – Lo tengo… – dije súbitamente, cerrando mi mano alrededor de la de Marlene sin ser consciente de lo que estaba haciendo. – Podríamos probar con una aparición conjunta. La estación no está muy lejos; además para eso no necesitamos el permiso de nadie… – Busqué su mirada, notando una reconfortante calidez al contacto de su mano entre la mía. Un contacto que por extraño que resulte me infundía seguridad. – Podemos hacerlo, pero es tu decisión… – Ella era la prefecta y yo no podía tomar las decisiones en su nombre aún si lo quisiera, debía respetar eso, por lo menos en esta situación.
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Mensaje  ιzzy нale Jue Sep 20, 2012 2:19 am



Sirius Black
as: Sirius Orión Black III
● 17 años # Séptimo año # Miembro de la Casa Gryffindor # Golpeador del Equipo de Quidditch de Gryffindor # Animago Ilegal » Sangre Pura
[ Está con Marlene McKinnon ;; Expreso de Hogwarts, Pasillos ]

“Aquí vamos…” repuso mi mente con esa nota de ironía palpable que, me hizo llevarme una mano a mi frente para masajearla con la yema de mis dedos, cuando detecte que arrugaba el ceño y me miraba con aire de ofendida, lo cual comprueba solo una cosa: Que Marlene McKinnon es una amargada que no sabe apreciar la comicidad de ningún comentario sin sentirse indignada u ofendida, ni tampoco valora el lado hilarante de la vida. “Bravo, Sirius… solo a ti se te ocurre reírte en cara de una maniática, compulsiva y obsesiva como McKinnon en un momento de crisis…” alabó mi mente, con escepticismo. – Por nada, Marlene… – dije con una expresión socarrona, al responder a su pregunta, como si no le estuviera dando la menor importancia, solamente para no ahondar en ella y evitar que terminemos discutiendo como de costumbre. Carajo, ¿Cómo puede vivir así? por que lo cierto es que si fuera yo, ya me habría lanzado de la torre de Astronomía en la primera oportunidad, si tuviera esa maldita manía de querer controlarlo todo, desquiciándome si las cosas no salen precisamente como lo has planeado. ¿Tanto le costaba no tomar las bromas o los comentarios tan apecho? me pregunté internamente, sin apartar la mirada del rostro de Marlene, mientras inhalaba y exhalaba profundamente, negando de manera imperceptible, antes de darme la media vuelta. Pero entonces sus palabras me hicieron reaccionar, de una forma inesperada ya que jamás había visto a Marlene en esta situación.

Todos, incluyéndome, estábamos al borde de la puta desesperación por estar atrapados en el compartimiento sin forma de salir y sin otra cosa más que escuchar los gritos de terror y desesperación de aquellos que se encuentran afuera, mientras ese maldito sentimiento de impotencia al no poder hacer nada te consume lentamente, llenándote de coraje, por que mientras tú estás bien, otros suplican por ayuda. – ¿Crees que no sé que lo que siente, Marlene? – espeté, sin detenerme a pensar en la dureza de mis palabras. ¿Cómo podía venirme ahora con algo así, cuando es ella la que en realidad no comprende, ni tiene idea de lo que estoy sintiendo? El que hablara de esa forma como si no tuviera idea de lo que se siente estar encerrado en este lugar sin poder hacer nada, mientras mis amigos y el idiota de mi hermano están allá afuera, yo estoy aquí… con ella… ¿se atreve a decirme que no sé como se siente? – ¡Claro...! por poco olvido que tú eres la única aquí que se siente con la capacidad de preocuparse por los que realmente le importan… ¿cómo pude ser tan estúpido? – dije con una nota de sarcasmo y a la vez tratando de controlarme para no dejarme llevar por el enfado que me habían provocado sus palabras. En este momento estaba haciendo un esfuerzo descomunal para no perder los estribos y decirle cosas que puedan herirla, por que aunque no lo parezca… sé que mañana me arrepentiré de haberlo hecho y lo que menos deseo… es lastimarla, por culpa de la situación que nos encontramos atravesando. Quizás yo ya no tenía familia, pero así como Evans, Dora, Ethan y su hermano, significan mucho para ella… James, Remus, Peter y Charlotte, son lo más cercano que tengo a una familia y por ellos soy capaz de poner mi propia vida en riesgo con tal de salvarlos y acudir en su ayuda sin importarme la gravedad de las consecuencias. “Trata de entenderla…” pidió la parte racional de mi mente… “Está angustiada y no sabe lo que dice…” me dijo una vez más esa voz dentro de mis pensamientos, esforzándose por serenarme. Lo cierto es que, no era yo, si no maldito temor el que estaba hablando por mí.

Me recargué contra la puerta que se encontraba bloqueada a mis espaldas, para observarla desde mi posición, echando ligeramente la cabeza atrás, con una expresión aparentemente relajada que no dejara entrever lo que interiormente me estaba consumiendo. El sarcasmo en sus palabras no me molestaba, si no al contrario, me lo estaba tomando con la mayor tranquilidad, a diferencia de ella. ¿Sinceramente? tenía mis dudas acerca de que a Marlene McKinnon le importe una mierda quebrantar las reglas del Ministerio de Magia. A menos... que se trate de una situación de emergencia, entonces ahí si creeré que McKinnon es capaz de ir en contra de su buen juicio y de su voluntad para pasarse por alto las normas y quebrantarlas por una vez en su vida. De otra forma jamás lo creería. La sola idea resulta tan bizarra que es imposible no jactarse de ello. – Creo que no me has entendido… – repuse mirando fijante sus ojos castaños, con toda la intención de aclarar el malentendido. Es cierto… de todos los que estábamos aquí, yo era la persona menos indicada para recordarle la dichosa autorización y toda esa sarta de estupideces impuestas por el Ministerio, pero esa no era la verdadera razón por la que se lo había dicho. – si es cierto que el Ministerio de Magia ha agachado la cabeza y se ha dejado doblegar. Significa que esos canallas no descansarán hasta ver alcanzado su objetivo… – elegí con cuidado lo que quería darle a entender, asegurándome de que ella fuera la única capaz de captar el significado oculto en mis palabras. Las palabras de ese miserable fueron claras… por lo tanto no iba a permitir que Marlene corriera un riesgo que pusiera en peligro su propia vida. Tomé una honda bocanada de aire, antes de acercarme a ella y tomarla suavemente del brazo, obligándola a mirarme directamente a los ojos, para dejarle en claro lo que estaba a punto de confesarle… de manera que nuestros rostros quedaron lo suficientemente cerca como para sentir su agitada respiración. – Escúchame bien, si algo pasa no me pidas que me quede en la retaguardia, por que no voy a permitir que te hagan daño… ¿me has entendido? – murmuré, sin apartar en ningún momento la mirada de esos ojos castaños que me miraban con una extraña mezcla sentimientos que no sabía como interpretar. “Primero tendrán que pasar sobre mi cadáver hasta de dejar que te lleven con ellos” sentencié dentro de mi mente. La convicción y la determinación inyectada en cada palabra me impedían apartar la mirada de su rostro, pero más que nada de sus ojos. Una sensación cálida que nunca antes había experimentado recorría cada parte de mi cuerpo como una descarga eléctrica que aceleró los latidos de mi corazón. ¿Qué diablos era esto? me pregunté con un dejo de desconcierto, cuando deslicé una mano para llevarla su pecho para tratar de calmar su respiración, seguido hasta su corazón y sentir bajo la palma de mi mano como latía frenéticamente. Hasta este momento… ninguno de los dos había hecho nada para alejarse y ponerle fin a este contacto… así que rompí el contacto de su mirada con la mía, tragando con cierta dificultad, para después apartarme y tratar de pensar que podíamos hacer al respecto.

Cuando dijo que no iba a permitir que hiciera la locura de emplear un bombarda para volar la puerta del compartimiento, no pude evitar sonreír de una manera extraña. – ¿Yo? Por nadie en particular… – aclaré, con ese aire de inocencia que ni yo mismo me creía y a su vez dejando en claro que no pondría objeción alguna a sus palabras. Reconozco que utilizar un bombarda no fue la idea más brillante que se me pudo haber ocurrido, aunque nada le costaba con dejarme intentarlo… pero pedirle algo así, ya era casi tan arriesgado como el pedirle que confiara en mi. “Era un plan demasiado arriesgado y lo sabes perfectamente” dictaminó mi mente, confirmando lo que había sentido hace unos momentos al hacerme ver que mi plan podría haberlos puesto en riesgo. – Lo sé… si no me lo hubieras impedido no serias Marlene McKinnon… – bromeé, con ligereza al tiempo que giraba los ojos como resignándome a la idea de que así era ella y era normal que actuara de esa manera. Después de todo, era Prefecta y tenía autoridad para hacer y deshacer lo que cree conveniente.

Al darme cuenta de cómo su mano se aferraba a la mía con fuerza… observé con discreción nuestras manos enlazadas por unos breves segundos, tratando de prolongarlo el mayor tiempo posible el contacto, para infundirle confianza y seguridad. Como pidiéndole que conservara la calma y se quedara conmigo para que juntos saliéramos de esto y una vez que todo esto pase volvamos a hacer los mismos de siempre, al menos en parte. Realmente no quería detenerme a examinar con detenimiento que era esta sensación, pero por alguna extraña razón, el tenerla cerca de mí lograba hacerme pensar con mejor claridad las cosas. Si trabajamos en equipo por una sola vez… confío en que lo lograremos. Pero para eso necesitaba que confiara en mí y por sobretodo se aferrara a la corazonada de que podemos hacerlo. En ese instante… las palabras de Marlene diciendo que no le importaba quebrantar todas las reglas del Ministerio de Magia para poder sacar a los niños, incluyéndome, me hizo sonreír por que en el fondo… eso era justo lo que deseaba escuchar de sus labios, aunque no lo reconociera. Sin embargo… hubo algo que llamó mi atención y que me hizo mirarle con una expresión ceñuda que ocultaba mi incredulidad cuando reconoció en mi cara que yo también era su responsabilidad. ¿Acaso he oído bien? ¿De verdad Marlene McKinnon me considera parte de su responsabilidad? Vaya… esto si que es nuevo… Negué suavemente, pensándolo bien. “Apenas se tranquilice, olvidará lo que ha dicho y mañana a esta hora no tendrá importancia” me convencí con la intención de olvidarlo. – Está bien, hagamos esto… – concreté, esbozando una pequeña sonrisa y volviendo el rostro hacia ella para mirarla fijamente a los ojos, tratando de no tomarme seriamente sus palabras. Sea cierto o no… creo que me tomaré la libertad de creer remotamente que en el fondo no le soy indiferente y que muy en el fondo se preocupa por mí. Me dije para así movilizarme y llevar a cabo un plan que, esta vez si podía funcionar, si trabajamos juntos. – Siempre hay una primera vez para todo y me parece que es tiempo de poner en práctica los conocimientos que hemos adquirido en estos años… – aseguré, con una sonrisa que hiciera mi mejor esfuerzo por convencerla y orillarla a tomar este riesgo entre los dos. – Además, ¿qué es la vida sin algo de riesgo? – repuse casualmente manteniendo a flote mi sonrisa, mientras sostenía su mano entre la mía. Vale… una cosa era poner mí vida en riesgo y otra era arriesgarlos a tomar esta decisión y lo cierto es que… mientras los dos estuviéramos en desacuerdo no podríamos llevarlo a cabo. – Tenemos que intentarlo, si no nunca lo sabremos, Marlene – le dije con sinceridad respondiendo a su pregunta con respecto a si creía que era seguro llevar a cabo una aparición conjunta. – Olvidemos todo… ¿de acuerdo? lo que vamos a hacer es lo siguiente: montaremos si es necesario uno o dos trasladores sin importar la estupidez impuesta por el Ministerio de Magia. Tú te iras con los chicos que necesitan ser atendidos y cuando hayas llegado a la estación con ellos lanzaras las chispas para confirmarme que llegaron a salvo y sin ningún problema. – hice una breve pausa, con la mirada clavada en esos ojos castaños. Respiré profundamente antes de continuar. – Seguido enviaré en el segundo traslador a la otra mitad y yo me quedaré hasta el final para aparecerme con los queden – determiné a la espera de que no pusiera objeciones al respecto y se convenciera de que la única solución que teníamos a la mano era juntar su idea y la mía en una sola. – Sé que no quieres ponerlos en peligro… – dije quedamente solo para que ella me escuchara, impidiendo que se soltara de mí, cuando noté que tenía la intención de alejarse, al no estar segura. – Pero mientras no lo intentemos no podemos saber si resultara o no… tienes que confiar en que todo saldrá bien y que ellos también lo estarán… – le pedí en silencio, llevando una mano hasta su mentón para obligarla a mirarme a los ojos una vez más. Al decir que “ellos estarán bien” no solo me refería a los niños, si no también a sus seres queridos.
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Mensaje  ιzzy нale Dom Sep 23, 2012 12:22 am

Marlene McKinnon
Marlene Elladora McKinnon Jenkins
17 años # Séptimo año # Ravenclaw # Prefecta # Sangre Mestiza
está con: Sirius Black ; en: Expreso, compartimiento

Respiré con profundidad, sintiéndome cada vez más molesta: ¿por qué siempre tenía que enfadarme con él? ¿por qué nunca podíamos estar más de cinco minutos sin mandarnos a la mierda, sin querer tener ganas de tirarle hechizos como el mocomurciélago o parecido? ¿A caso Sirius Black no podía por una vez en su puta vida tomarse una situación en serio? Esto no era un maldito juego o una broma: la gente moría en situaciones como esta, la familia, los amigos... el amor... podía perderse todo en un abrir y cerrar de ojos en un momento como este y era desquiciante estar sin poder hacer nada para ayudar al otro. Deseaba con todas mis fuerzas poder ayudar a quienes se encontraban allí, deseaba poder multiplicarme, ser más rápida, más hábil, tener el conocimiento suficiente para poder... hacer algo; pero no era lo suficientemente buena, debía esforzarme más... Puede que él no entienda esta necesidad mía de ser así, y tampoco iba a gastarme en explicarle a un imbécil fanfarrón.

Estaba nerviosa, casi histérica... pero realmente necesitaba sentir el control sobre mi misma, saber que era yo quien podía guiar a los demás y asegurarme que ninguno iba a salir más herido de lo que ya estaba, ni siquiera él. No es que realmente me preocupase, no obstante, Sirius Black era mi responsabilidad: era prefecta, y si algo les sucedía a quienes estaban conmigo sería culpa mía por no saber manejar la situación. - ¿Lo sabes? - espeté al mismo tiempo que él mientras lo miraba fijamente a los ojos enfurecidamente. - ¿Sabes lo que es pasarse veinticuatro horas sin poder pegar el ojo cuando no sabes si tu familia volverá después de haberse ido a una misión quién sabe qué lugar del mundo? ¿cuantas veces has estado en una situación como esta? ¿Cuántas veces has sentido esta opresión en el pecho que no te deja respirar? Porque si sabes lo que eso se siente, quizás podamos hacer terapia grupal para compartir consejos de como sobrellevar la desesperación de no tener noticias, de no saber si volverás a verlos al día siguiente, si no volverás a verlos sonreír, a escucharlos hablar... a nada... - dije sintiendo como mis ojos comenzaban a llenarse de lágrimas. Este sentimiento era una mierda, una porquería... y odiaba por sobretodo que Sirius Black estuviese presente en estos momentos. Desvié bruscamente mi mirada de la suya mientras cerraba nuevamente los ojos intentando concentrarme. Vale, quizás no estaba siendo justa con él estos momentos, pero él tampoco había sido agradable conmigo... - No digo que tu seas un insensible... por más que a veces parezca que eres así... lo que quiero decir es que yo no puedo...- mi voz se perdió quedando inconclusa mientras negaba suavemente con la cabeza, sin terminar de decir la frase que quería decir: no podía quedarme tan tranquila como él lo estaba aparentando en estos mismos momentos, por más que él se preocupe por sus amigos y demás.

Respiré nuevamente y alcé una ceja - Entonces explícate mejor - le pedí con algo de impaciencia. Me ponía nerviosa estar en este lugar sin poder hacer nada útil, y necesitaba realmente encontrar una forma de sacarlos a todos de este lugar para luego volver a ayudar a quienes estaban en el compartimiento contiguo, después de todo era una persona mayor de edad y nadie podía prohibírmelo. Era cierto: mis padres desconfiaban del Ministerio de Magia desde hacía bastante tiempo, según ellos ya desde hacía algunos meses había funcionarios que actuaban de forma sospechosa, y por eso siempre me prohibían que escribiera cosas de "importancia" en las lechuzas, dado que el Ministerio podría estar interceptando todas las correspondencias. - Sí... sé a lo que te refieres... - coincidí mientras me mordía ligeramente el labio inferior un poco fastidiada, claro que no podía decirle lo que mis padres pensaban al respecto justamente en este lugar. Luego, me cogió del brazo con suavidad y no tuve más opción que volver a verle a los ojos: aquellos ojos grises que podía llegar a hacer que más de una se quedase sin respiración. Merlín... estaba tan cerca de él, tan pero tan cerca que estaba aturdida: era capaz de sentir su aroma embriagador, su respiración... Oh, por Dios... creo que jamás habíamos estado tan cerca como ahora, y me sentía tan... estúpida. Me quedé media perpleja al escuchar sus palabras y sin poder evitarlo sonreí "se preocupa por ti, Marlene" me dijo mi mente casi bailando la macarena como si no pudiese creérselo. - No va a pasarme nada... pero supongo que pedirte que te mantengas fuera de los peligros va a resultar un poco imposible ¿verdad? - le pregunté suavizando mis palabras. Sonreí nuevamente de costado, sintiendo como mi corazón palpitaba con fuerza, la respiración se percibía de forma entrecortada y sentía una sensación rara recorrer por mi cuerpo. Me quedé mirándolo a los ojos durante unos cuantos segundos, sintiendo que de esa forma lograba tranquilizarme; luego, sentí como su mano se deslizaba por mi cuerpo hasta que llegó a mi pecho haciendo que sin poder evitarlo un rubor subiera a mis mejillas debido a la vergüenza: en realidad ningún chico que no fuesen mis hermanos me había... "Demonios" pensé sintiendo como de pronto mi corazón latía con más fuerza en vez de tranquilizarse. Luego entendí lo que pretendía hacer, que era... contenerme de alguna forma y hacer que mi respiración volviese a la normalidad, así que cerré momentáneamente. ¿Por qué no me molestaba el hecho de que estuviese invadiendo mi espacio personal? ¿Por qué me sentía tan avergonzada? Y de pronto me sentí un poco incómoda. No mucho después, él rompió el contacto visual y se apartó de mí dejándome una sensación extraña. "Wow" pensé sin aliento. "Seguramente debo estar volviéndome loca... esto no es más que un momento de debilidad en donde Sirius Black es la única persona adulta con la que puedo contar para sacarlos a todos a salvo... eso podría explicar porqué me siento de esta forma estando con él en estos momentos, porque de lo contrario ¿me sentiría de esta misma forma?" pensé intentando ser razonable y quitar esta rara sensación que había aparecido en mi pecho cuando colocó su mano para calmar los latidos de mi corazón. "Genial... ahora me va a costar volver a verlo a los ojos... seguro que ni siquiera sabe que es el primer hombre que te pone una mano encima..." me dije un poco incómoda mientras me rascaba suavemente la mejilla... "O quizás si lo sabe" aventuró mi mente respecto a que si sabía o no que en realidad nadie me... bueno, ya... . "Pero él no lo hizo con esas intenciones, quería ser amable..." reprendió otra vocecilla que quizás tenía razón. Decidí que no era momento de pensar al respecto, y que ya luego tendría tiempo de razonarlo con tranquilidad, quizás estaba haciendo demasiado escándalo por nada.

Puse los ojos en blanco y después negué con la cabeza como diciendo " olvídalo y ya, pasemos a otro plan". Realmente eso de tirar una bombarda era el peor plan de la historia dadas las condiciones del compartimiento en cuestión, y lo que menos necesitábamos eran más heridos. - Exactamente - respondí con cierto orgullo cuando dijo que si no se lo hubiese impedido no sería yo misma. No iba a permitir que se pusiera en peligro ni él mismo ni a los demás.

Me aferré a su mano en el intento de conservar la calma, porque con todo esto que teníamos encima creo que iba a perder el uso de la razón en cualquier momento y quien terminaría utilizando un bombarda o algo parecido sería yo y en ese entonces pasaría a parecerme como Sirius Black, y honestamente no era la idea que tenía en mente. Tenía que actuar con calma, serenidad y por sobretodo con la mente en frío: actuando precipitadamente no iba a llegar a ningún lado e incluso podría ser peor para todos. Tragué saliva y suspiré con profundidad, ¿cómo podía sentirme aliviada y fastidiada al mismo tiempo por el hecho de que Sirius Black estuviese a mi lado en este momento? Lo cierto era que a veces Sirius era desesperante y me daban ganas de matarlo, pero otras veces... cuando se preocupaba por mí... era tan... Merlín realmente estaba por decir "dulce" pero creo que "diferente" es la palabra correcta. - Te escucho... - susurré finalmente cuando al parecer se le ocurrió un plan. Bueno... tenía que reconocer que el plan de Sirius no estaba tan mal que digamos, aunque me preocupaba el hecho que a él pudiese pasarle algo, no podía ser tan insensible de no preocuparme por él, y sí... en el fondo quería que estuviese a salvo de esta situación. - tu siempre te arriesgas demasiado... - dije poniendo los ojos en blanco aunque bromeando un poco. Un momento ¿estaba bromeando? ¿Realmente estaba bromeando? Giré los ojos sin poder evitarlo. Intenté creer en sus palabras cuando dijo que debía creer que todo iba a salir bien, y asentí con la cabeza sabiendo que solo estaba diciéndolo para "incitarme" en llevar a cabo el plan "al demonio... no podremos sacarlos de aquí de otra forma que no sea por lo que él mismo ha dicho... así que..." pesé soltando un suspiro. - Creo que puedo intentar hacer los transladores... no estoy segura si funcionarán: como sabes en Hogwarts no se pueden utilizar y fuera de Hogwarts debemos pedir permiso así que en práctica jamás he tenido la oportunidad de hacerlo... pero... podría funcionar - me mordí el labio nerviosamente y pasé una mano por mi cabello acomodando un mechón nerviosamente. No estaba muy segura de poder conseguirlo... pero con intentarlo no perdía nada... si no lo lograba pensaríamos en otro plan. Además, tanto su idea de aparecerse como la mía de hacer el translador eran los únicos métodos con los cuales podíamos asegurarnos que ellos no iban a lastimarse más de la cuenta. Gracias al cielo solo un pequeño grupo tenían cortaduras en los pies y en algunas partes del rostro que había intentado sanar uno por uno, pero sabía que de todas formas no era suficiente y prefería asegurarme sacarlos por un medio que no hiciera que sus heridas volviesen a abrirse o que por lo peor: se hicieran otras nuevas. No me quedaba otra que aceptar su plan. - ¿Me prometes que si hacemos esto no intentarás hacer ninguna locura, por favor? - le pedí mirándolo intensamente a los ojos. - Sé que estás bastante grandecito y que puedes cuidarte... pero necesito saber que realmente puedo confiar en ti... - porque si algo llegara a pasarte... Merlín... ¿por qué ni siquiera era capaz de digerir la idea de que algo pudiera pasarle a Sirius? Él estaba en igual o peor condición que yo, dado que abiertamente había renunciado a su familia y era considerado un "traidor", también podían ir tanto por él como a por mí... y no soportaba esa sensación. "Genial, alguien más por quién preocuparse" pensé soltando un profundo suspiro, no obstante... supongo que después de hoy podré fingir que realmente no me importa, cuando en realidad... bueno, tú y yo sabemos que sí.

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Mensaje  ιzzy нale Dom Sep 23, 2012 10:36 pm



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“Aquí vamos…” repuso mi mente con esa nota de ironía palpable que, me hizo llevarme una mano a mi frente para masajearla con la yema de mis dedos, cuando detecte que arrugaba el ceño y me miraba con aire de ofendida, lo cual comprueba solo una cosa: Que Marlene McKinnon es una amargada que no sabe apreciar la comicidad de ningún comentario sin sentirse indignada u ofendida, ni tampoco valora el lado hilarante de la vida. “Bravo, Sirius… solo a ti se te ocurre reírte en cara de una maniática, compulsiva y obsesiva como McKinnon en un momento de crisis…” alabó mi mente, con escepticismo. – Por nada, Marlene… – dije con una expresión socarrona, al responder a su pregunta, como si no le estuviera dando la menor importancia, solamente para no ahondar en ella y evitar que terminemos discutiendo como de costumbre. Carajo, ¿Cómo puede vivir así? por que lo cierto es que si fuera yo, ya me habría lanzado de la torre de Astronomía en la primera oportunidad, si tuviera esa maldita manía de querer controlarlo todo, desquiciándome si las cosas no salen precisamente como lo has planeado. ¿Tanto le costaba no tomar las bromas o los comentarios tan apecho? me pregunté internamente, sin apartar la mirada del rostro de Marlene, mientras inhalaba y exhalaba profundamente, negando de manera imperceptible, antes de darme la media vuelta. Pero entonces sus palabras me hicieron reaccionar, de una forma inesperada ya que jamás había visto a Marlene en esta situación.

Todos, incluyéndome, estábamos al borde de la puta desesperación por estar atrapados en el compartimiento sin forma de salir y sin otra cosa más que escuchar los gritos de terror y desesperación de aquellos que se encuentran afuera, mientras ese maldito sentimiento de impotencia al no poder hacer nada te consume lentamente, llenándote de coraje, por que mientras tú estás bien, otros suplican por ayuda. – ¿Crees que no sé que lo que siente, Marlene? – espeté, sin detenerme a pensar en la dureza de mis palabras. ¿Cómo podía venirme ahora con algo así, cuando es ella la que en realidad no comprende, ni tiene idea de lo que estoy sintiendo? El que hablara de esa forma como si no tuviera idea de lo que se siente estar encerrado en este lugar sin poder hacer nada, mientras mis amigos y el idiota de mi hermano están allá afuera, yo estoy aquí… con ella… ¿se atreve a decirme que no sé como se siente? – ¡Claro...! por poco olvido que tú eres la única aquí que se siente con la capacidad de preocuparse por los que realmente le importan… ¿cómo pude ser tan estúpido? – dije con una nota de sarcasmo y a la vez tratando de controlarme para no dejarme llevar por el enfado que me habían provocado sus palabras. En este momento estaba haciendo un esfuerzo descomunal para no perder los estribos y decirle cosas que puedan herirla, por que aunque no lo parezca… sé que mañana me arrepentiré de haberlo hecho y lo que menos deseo… es lastimarla, por culpa de la situación que nos encontramos atravesando. Quizás yo ya no tenía familia, pero así como Evans, Dora, Ethan y su hermano, significan mucho para ella… James, Remus, Peter y Charlotte, son lo más cercano que tengo a una familia y por ellos soy capaz de poner mi propia vida en riesgo con tal de salvarlos y acudir en su ayuda sin importarme la gravedad de las consecuencias. “Trata de entenderla…” pidió la parte racional de mi mente… “Está angustiada y no sabe lo que dice…” me dijo una vez más esa voz dentro de mis pensamientos, esforzándose por serenarme. Lo cierto es que, no era yo, si no maldito temor el que estaba hablando por mí.

Me recargué contra la puerta que se encontraba bloqueada a mis espaldas, para observarla desde mi posición, echando ligeramente la cabeza atrás, con una expresión aparentemente relajada que no dejara entrever lo que interiormente me estaba consumiendo. El sarcasmo en sus palabras no me molestaba, si no al contrario, me lo estaba tomando con la mayor tranquilidad, a diferencia de ella. ¿Sinceramente? tenía mis dudas acerca de que a Marlene McKinnon le importe una mierda quebrantar las reglas del Ministerio de Magia. A menos... que se trate de una situación de emergencia, entonces ahí si creeré que McKinnon es capaz de ir en contra de su buen juicio y de su voluntad para pasarse por alto las normas y quebrantarlas por una vez en su vida. De otra forma jamás lo creería. La sola idea resulta tan bizarra que es imposible no jactarse de ello. – Creo que no me has entendido… – repuse mirando fijante sus ojos castaños, con toda la intención de aclarar el malentendido. Es cierto… de todos los que estábamos aquí, yo era la persona menos indicada para recordarle la dichosa autorización y toda esa sarta de estupideces impuestas por el Ministerio, pero esa no era la verdadera razón por la que se lo había dicho. – si es cierto que el Ministerio de Magia ha agachado la cabeza y se ha dejado doblegar. Significa que esos canallas no descansarán hasta ver alcanzado su objetivo… – elegí con cuidado lo que quería darle a entender, asegurándome de que ella fuera la única capaz de captar el significado oculto en mis palabras. Las palabras de ese miserable fueron claras… por lo tanto no iba a permitir que Marlene corriera un riesgo que pusiera en peligro su propia vida. Tomé una honda bocanada de aire, antes de acercarme a ella y tomarla suavemente del brazo, obligándola a mirarme directamente a los ojos, para dejarle en claro lo que estaba a punto de confesarle… de manera que nuestros rostros quedaron lo suficientemente cerca como para sentir su agitada respiración. – Escúchame bien, si algo pasa no me pidas que me quede en la retaguardia, por que no voy a permitir que te hagan daño… ¿me has entendido? – murmuré, sin apartar en ningún momento la mirada de esos ojos castaños que me miraban con una extraña mezcla sentimientos que no sabía como interpretar. “Primero tendrán que pasar sobre mi cadáver hasta de dejar que te lleven con ellos” sentencié dentro de mi mente. La convicción y la determinación inyectada en cada palabra me impedían apartar la mirada de su rostro, pero más que nada de sus ojos. Una sensación cálida que nunca antes había experimentado recorría cada parte de mi cuerpo como una descarga eléctrica que aceleró los latidos de mi corazón. ¿Qué diablos era esto? me pregunté con un dejo de desconcierto, cuando deslicé una mano para llevarla su pecho para tratar de calmar su respiración, seguido hasta su corazón y sentir bajo la palma de mi mano como latía frenéticamente. Hasta este momento… ninguno de los dos había hecho nada para alejarse y ponerle fin a este contacto… así que rompí el contacto de su mirada con la mía, tragando con cierta dificultad, para después apartarme y tratar de pensar que podíamos hacer al respecto.

Cuando dijo que no iba a permitir que hiciera la locura de emplear un bombarda para volar la puerta del compartimiento, no pude evitar sonreír de una manera extraña. – ¿Yo? Por nadie en particular… – aclaré, con ese aire de inocencia que ni yo mismo me creía y a su vez dejando en claro que no pondría objeción alguna a sus palabras. Reconozco que utilizar un bombarda no fue la idea más brillante que se me pudo haber ocurrido, aunque nada le costaba con dejarme intentarlo… pero pedirle algo así, ya era casi tan arriesgado como el pedirle que confiara en mi. “Era un plan demasiado arriesgado y lo sabes perfectamente” dictaminó mi mente, confirmando lo que había sentido hace unos momentos al hacerme ver que mi plan podría haberlos puesto en riesgo. – Lo sé… si no me lo hubieras impedido no serias Marlene McKinnon… – bromeé, con ligereza al tiempo que giraba los ojos como resignándome a la idea de que así era ella y era normal que actuara de esa manera. Después de todo, era Prefecta y tenía autoridad para hacer y deshacer lo que cree conveniente.

Al darme cuenta de cómo su mano se aferraba a la mía con fuerza… observé con discreción nuestras manos enlazadas por unos breves segundos, tratando de prolongarlo el mayor tiempo posible el contacto, para infundirle confianza y seguridad. Como pidiéndole que conservara la calma y se quedara conmigo para que juntos saliéramos de esto y una vez que todo esto pase volvamos a hacer los mismos de siempre, al menos en parte. Realmente no quería detenerme a examinar con detenimiento que era esta sensación, pero por alguna extraña razón, el tenerla cerca de mí lograba hacerme pensar con mejor claridad las cosas. Si trabajamos en equipo por una sola vez… confío en que lo lograremos. Pero para eso necesitaba que confiara en mí y por sobretodo se aferrara a la corazonada de que podemos hacerlo. En ese instante… las palabras de Marlene diciendo que no le importaba quebrantar todas las reglas del Ministerio de Magia para poder sacar a los niños, incluyéndome, me hizo sonreír por que en el fondo… eso era justo lo que deseaba escuchar de sus labios, aunque no lo reconociera. Sin embargo… hubo algo que llamó mi atención y que me hizo mirarle con una expresión ceñuda que ocultaba mi incredulidad cuando reconoció en mi cara que yo también era su responsabilidad. ¿Acaso he oído bien? ¿De verdad Marlene McKinnon me considera parte de su responsabilidad? Vaya… esto si que es nuevo… Negué suavemente, pensándolo bien. “Apenas se tranquilice, olvidará lo que ha dicho y mañana a esta hora no tendrá importancia” me convencí con la intención de olvidarlo. – Está bien, hagamos esto… – concreté, esbozando una pequeña sonrisa y volviendo el rostro hacia ella para mirarla fijamente a los ojos, tratando de no tomarme seriamente sus palabras. Sea cierto o no… creo que me tomaré la libertad de creer remotamente que en el fondo no le soy indiferente y que muy en el fondo se preocupa por mí. Me dije para así movilizarme y llevar a cabo un plan que, esta vez si podía funcionar, si trabajamos juntos. – Siempre hay una primera vez para todo y me parece que es tiempo de poner en práctica los conocimientos que hemos adquirido en estos años… – aseguré, con una sonrisa que hiciera mi mejor esfuerzo por convencerla y orillarla a tomar este riesgo entre los dos. – Además, ¿qué es la vida sin algo de riesgo? – repuse casualmente manteniendo a flote mi sonrisa, mientras sostenía su mano entre la mía. Vale… una cosa era poner mí vida en riesgo y otra era arriesgarlos a tomar esta decisión y lo cierto es que… mientras los dos estuviéramos en desacuerdo no podríamos llevarlo a cabo. – Tenemos que intentarlo, si no nunca lo sabremos, Marlene – le dije con sinceridad respondiendo a su pregunta con respecto a si creía que era seguro llevar a cabo una aparición conjunta. – Olvidemos todo… ¿de acuerdo? lo que vamos a hacer es lo siguiente: montaremos si es necesario uno o dos trasladores sin importar la estupidez impuesta por el Ministerio de Magia. Tú te iras con los chicos que necesitan ser atendidos y cuando hayas llegado a la estación con ellos lanzaras las chispas para confirmarme que llegaron a salvo y sin ningún problema. – hice una breve pausa, con la mirada clavada en esos ojos castaños. Respiré profundamente antes de continuar. – Seguido enviaré en el segundo traslador a la otra mitad y yo me quedaré hasta el final para aparecerme con los queden – determiné a la espera de que no pusiera objeciones al respecto y se convenciera de que la única solución que teníamos a la mano era juntar su idea y la mía en una sola. – Sé que no quieres ponerlos en peligro… – dije quedamente solo para que ella me escuchara, impidiendo que se soltara de mí, cuando noté que tenía la intención de alejarse, al no estar segura. – Pero mientras no lo intentemos no podemos saber si resultara o no… tienes que confiar en que todo saldrá bien y que ellos también lo estarán… – le pedí en silencio, llevando una mano hasta su mentón para obligarla a mirarme a los ojos una vez más. Al decir que “ellos estarán bien” no solo me refería a los niños, si no también a sus seres queridos.
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Mensaje  ιzzy нale Lun Oct 01, 2012 11:39 pm



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“Aquí vamos…” repuso mi mente con esa nota de ironía palpable que, me hizo llevarme una mano a mi frente para masajearla con la yema de mis dedos, cuando detecte que arrugaba el ceño y me miraba con aire de ofendida, lo cual comprueba solo una cosa: Que Marlene McKinnon es una amargada que no sabe apreciar la comicidad de ningún comentario sin sentirse indignada u ofendida, ni tampoco valora el lado hilarante de la vida. “Bravo, Sirius… solo a ti se te ocurre reírte en cara de una maniática, compulsiva y obsesiva como McKinnon en un momento de crisis…” alabó mi mente, con escepticismo. – Por nada, Marlene… – dije con una expresión socarrona, al responder a su pregunta, como si no le estuviera dando la menor importancia, solamente para no ahondar en ella y evitar que terminemos discutiendo como de costumbre. Carajo, ¿Cómo puede vivir así? por que lo cierto es que si fuera yo, ya me habría lanzado de la torre de Astronomía en la primera oportunidad, si tuviera esa maldita manía de querer controlarlo todo, desquiciándome si las cosas no salen precisamente como lo has planeado. ¿Tanto le costaba no tomar las bromas o los comentarios tan apecho? me pregunté internamente, sin apartar la mirada del rostro de Marlene, mientras inhalaba y exhalaba profundamente, negando de manera imperceptible, antes de darme la media vuelta. Pero entonces sus palabras me hicieron reaccionar, de una forma inesperada ya que jamás había visto a Marlene en esta situación.

Todos, incluyéndome, estábamos al borde de la puta desesperación por estar atrapados en el compartimiento sin forma de salir y sin otra cosa más que escuchar los gritos de terror y desesperación de aquellos que se encuentran afuera, mientras ese maldito sentimiento de impotencia al no poder hacer nada te consume lentamente, llenándote de coraje, por que mientras tú estás bien, otros suplican por ayuda. – ¿Crees que no sé que lo que siente, Marlene? – espeté, sin detenerme a pensar en la dureza de mis palabras. ¿Cómo podía venirme ahora con algo así, cuando es ella la que en realidad no comprende, ni tiene idea de lo que estoy sintiendo? El que hablara de esa forma como si no tuviera idea de lo que se siente estar encerrado en este lugar sin poder hacer nada, mientras mis amigos y el idiota de mi hermano están allá afuera, yo estoy aquí… con ella… ¿se atreve a decirme que no sé como se siente? – ¡Claro...! por poco olvido que tú eres la única aquí que se siente con la capacidad de preocuparse por los que realmente le importan… ¿cómo pude ser tan estúpido? – dije con una nota de sarcasmo y a la vez tratando de controlarme para no dejarme llevar por el enfado que me habían provocado sus palabras. En este momento estaba haciendo un esfuerzo descomunal para no perder los estribos y decirle cosas que puedan herirla, por que aunque no lo parezca… sé que mañana me arrepentiré de haberlo hecho y lo que menos deseo… es lastimarla, por culpa de la situación que nos encontramos atravesando. Quizás yo ya no tenía familia, pero así como Evans, Dora, Ethan y su hermano, significan mucho para ella… James, Remus, Peter y Charlotte, son lo más cercano que tengo a una familia y por ellos soy capaz de poner mi propia vida en riesgo con tal de salvarlos y acudir en su ayuda sin importarme la gravedad de las consecuencias. “Trata de entenderla…” pidió la parte racional de mi mente… “Está angustiada y no sabe lo que dice…” me dijo una vez más esa voz dentro de mis pensamientos, esforzándose por serenarme. Lo cierto es que, no era yo, si no maldito temor el que estaba hablando por mí.

Me recargué contra la puerta que se encontraba bloqueada a mis espaldas, para observarla desde mi posición, echando ligeramente la cabeza atrás, con una expresión aparentemente relajada que no dejara entrever lo que interiormente me estaba consumiendo. El sarcasmo en sus palabras no me molestaba, si no al contrario, me lo estaba tomando con la mayor tranquilidad, a diferencia de ella. ¿Sinceramente? tenía mis dudas acerca de que a Marlene McKinnon le importe una mierda quebrantar las reglas del Ministerio de Magia. A menos... que se trate de una situación de emergencia, entonces ahí si creeré que McKinnon es capaz de ir en contra de su buen juicio y de su voluntad para pasarse por alto las normas y quebrantarlas por una vez en su vida. De otra forma jamás lo creería. La sola idea resulta tan bizarra que es imposible no jactarse de ello. – Creo que no me has entendido… – repuse mirando fijante sus ojos castaños, con toda la intención de aclarar el malentendido. Es cierto… de todos los que estábamos aquí, yo era la persona menos indicada para recordarle la dichosa autorización y toda esa sarta de estupideces impuestas por el Ministerio, pero esa no era la verdadera razón por la que se lo había dicho. – si es cierto que el Ministerio de Magia ha agachado la cabeza y se ha dejado doblegar. Significa que esos canallas no descansarán hasta ver alcanzado su objetivo… – elegí con cuidado lo que quería darle a entender, asegurándome de que ella fuera la única capaz de captar el significado oculto en mis palabras. Las palabras de ese miserable fueron claras… por lo tanto no iba a permitir que Marlene corriera un riesgo que pusiera en peligro su propia vida. Tomé una honda bocanada de aire, antes de acercarme a ella y tomarla suavemente del brazo, obligándola a mirarme directamente a los ojos, para dejarle en claro lo que estaba a punto de confesarle… de manera que nuestros rostros quedaron lo suficientemente cerca como para sentir su agitada respiración. – Escúchame bien, si algo pasa no me pidas que me quede en la retaguardia, por que no voy a permitir que te hagan daño… ¿me has entendido? – murmuré, sin apartar en ningún momento la mirada de esos ojos castaños que me miraban con una extraña mezcla sentimientos que no sabía como interpretar. “Primero tendrán que pasar sobre mi cadáver hasta de dejar que te lleven con ellos” sentencié dentro de mi mente. La convicción y la determinación inyectada en cada palabra me impedían apartar la mirada de su rostro, pero más que nada de sus ojos. Una sensación cálida que nunca antes había experimentado recorría cada parte de mi cuerpo como una descarga eléctrica que aceleró los latidos de mi corazón. ¿Qué diablos era esto? me pregunté con un dejo de desconcierto, cuando deslicé una mano para llevarla su pecho para tratar de calmar su respiración, seguido hasta su corazón y sentir bajo la palma de mi mano como latía frenéticamente. Hasta este momento… ninguno de los dos había hecho nada para alejarse y ponerle fin a este contacto… así que rompí el contacto de su mirada con la mía, tragando con cierta dificultad, para después apartarme y tratar de pensar que podíamos hacer al respecto.

Cuando dijo que no iba a permitir que hiciera la locura de emplear un bombarda para volar la puerta del compartimiento, no pude evitar sonreír de una manera extraña. – ¿Yo? Por nadie en particular… – aclaré, con ese aire de inocencia que ni yo mismo me creía y a su vez dejando en claro que no pondría objeción alguna a sus palabras. Reconozco que utilizar un bombarda no fue la idea más brillante que se me pudo haber ocurrido, aunque nada le costaba con dejarme intentarlo… pero pedirle algo así, ya era casi tan arriesgado como el pedirle que confiara en mi. “Era un plan demasiado arriesgado y lo sabes perfectamente” dictaminó mi mente, confirmando lo que había sentido hace unos momentos al hacerme ver que mi plan podría haberlos puesto en riesgo. – Lo sé… si no me lo hubieras impedido no serias Marlene McKinnon… – bromeé, con ligereza al tiempo que giraba los ojos como resignándome a la idea de que así era ella y era normal que actuara de esa manera. Después de todo, era Prefecta y tenía autoridad para hacer y deshacer lo que cree conveniente.

Al darme cuenta de cómo su mano se aferraba a la mía con fuerza… observé con discreción nuestras manos enlazadas por unos breves segundos, tratando de prolongarlo el mayor tiempo posible el contacto, para infundirle confianza y seguridad. Como pidiéndole que conservara la calma y se quedara conmigo para que juntos saliéramos de esto y una vez que todo esto pase volvamos a hacer los mismos de siempre, al menos en parte. Realmente no quería detenerme a examinar con detenimiento que era esta sensación, pero por alguna extraña razón, el tenerla cerca de mí lograba hacerme pensar con mejor claridad las cosas. Si trabajamos en equipo por una sola vez… confío en que lo lograremos. Pero para eso necesitaba que confiara en mí y por sobretodo se aferrara a la corazonada de que podemos hacerlo. En ese instante… las palabras de Marlene diciendo que no le importaba quebrantar todas las reglas del Ministerio de Magia para poder sacar a los niños, incluyéndome, me hizo sonreír por que en el fondo… eso era justo lo que deseaba escuchar de sus labios, aunque no lo reconociera. Sin embargo… hubo algo que llamó mi atención y que me hizo mirarle con una expresión ceñuda que ocultaba mi incredulidad cuando reconoció en mi cara que yo también era su responsabilidad. ¿Acaso he oído bien? ¿De verdad Marlene McKinnon me considera parte de su responsabilidad? Vaya… esto si que es nuevo… Negué suavemente, pensándolo bien. “Apenas se tranquilice, olvidará lo que ha dicho y mañana a esta hora no tendrá importancia” me convencí con la intención de olvidarlo. – Está bien, hagamos esto… – concreté, esbozando una pequeña sonrisa y volviendo el rostro hacia ella para mirarla fijamente a los ojos, tratando de no tomarme seriamente sus palabras. Sea cierto o no… creo que me tomaré la libertad de creer remotamente que en el fondo no le soy indiferente y que muy en el fondo se preocupa por mí. Me dije para así movilizarme y llevar a cabo un plan que, esta vez si podía funcionar, si trabajamos juntos. – Siempre hay una primera vez para todo y me parece que es tiempo de poner en práctica los conocimientos que hemos adquirido en estos años… – aseguré, con una sonrisa que hiciera mi mejor esfuerzo por convencerla y orillarla a tomar este riesgo entre los dos. – Además, ¿qué es la vida sin algo de riesgo? – repuse casualmente manteniendo a flote mi sonrisa, mientras sostenía su mano entre la mía. Vale… una cosa era poner mí vida en riesgo y otra era arriesgarlos a tomar esta decisión y lo cierto es que… mientras los dos estuviéramos en desacuerdo no podríamos llevarlo a cabo. – Tenemos que intentarlo, si no nunca lo sabremos, Marlene – le dije con sinceridad respondiendo a su pregunta con respecto a si creía que era seguro llevar a cabo una aparición conjunta. – Olvidemos todo… ¿de acuerdo? lo que vamos a hacer es lo siguiente: montaremos si es necesario uno o dos trasladores sin importar la estupidez impuesta por el Ministerio de Magia. Tú te iras con los chicos que necesitan ser atendidos y cuando hayas llegado a la estación con ellos lanzaras las chispas para confirmarme que llegaron a salvo y sin ningún problema. – hice una breve pausa, con la mirada clavada en esos ojos castaños. Respiré profundamente antes de continuar. – Seguido enviaré en el segundo traslador a la otra mitad y yo me quedaré hasta el final para aparecerme con los queden – determiné a la espera de que no pusiera objeciones al respecto y se convenciera de que la única solución que teníamos a la mano era juntar su idea y la mía en una sola. – Sé que no quieres ponerlos en peligro… – dije quedamente solo para que ella me escuchara, impidiendo que se soltara de mí, cuando noté que tenía la intención de alejarse, al no estar segura. – Pero mientras no lo intentemos no podemos saber si resultara o no… tienes que confiar en que todo saldrá bien y que ellos también lo estarán… – le pedí en silencio, llevando una mano hasta su mentón para obligarla a mirarme a los ojos una vez más. Al decir que “ellos estarán bien” no solo me refería a los niños, si no también a sus seres queridos.
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