[ # ] Regulus Black

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Joder.

En estos momentos me vendría realmente bien la capa de invisibilidad de papá. Desearía poder desaparecer de la faz de la tierra y no volver a salir a la superficie nunca jamás. No después de lo que sucedió anoche. No es que me sintiera avergonzada… bueno, en parte, pero el hecho de querer desaparecer era por el simple hecho de que la única persona con la que no quería encontrarme hubiera aparecido “irónicamente” como por “arte de magia” en el mismo lugar en el que yo estuve la noche anterior.

Si tenía que ser sincera, los eventos relacionados en la discoteca me parecían borrosos, y cada vez que trataba de esforzarme por recordar digamos que el dolor de cabeza solo empeoraba. Joder. Nunca había bebido tanto, y es que… bueno, supongo que siempre hay una primera vez para todo ¿no? O al menos, eso dicen.

Anoche no estaba precisamente en el mejor momento de mi vida, y lo primero que se me ocurrió después de la ruptura con Roger fue irme a una discoteca a disfrutar de mi soltería. Bueno, disfrutar entre comillas, claramente. Entre invitaciones de distintos chicos terminé bebiendo más de lo que acostumbro, y un muchacho muggle de lo más guapo se me acercó para bailar. Eso lo recordaba, porque se había puesto bastante pesado y lo único que se me ocurrió para el momento fue el hecho de besarlo. Aunque honestamente, no puedo saber con certeza cuál de los dos tenía más sabor a alcohol en los labios: si él o yo.

De la nada una mano me sujetó del brazo y literalmente me separó del chico guapo. No entendía absolutamente, hasta que vislumbré aquellos ojos azules que prácticamente podía reconocerlos en cualquier situación: Regulus. Como era de esperarse, desaté toda mi furia y toda mi ira contra su persona. Empecé a gritarle, a insultarle, y a decirle de que no tenía ningún derecho a meterse en mi vida: que solo era el hijo de un buen amigo de mi padre, y que ya era lo suficiente mayor para cuidarme por mí misma: pues por si no lo ha notado, ya tengo diecisiete años.

Después, lo último que recuerdo, fueron unos cálidos labios colocándose sobre los míos para después volverse todo en oscuridad. Creo que en ese momento fue cuando me desmayé, y no sé después de cuantas horas es que he vuelto a la cordura.

Cordura, a medias.

Joder. La cabeza va a estallarme y las ganas de vomitar… pues ni decirlo. Sé que estoy en un tremendo problema, porque como mis padres se enteren de la que me he montado anoche… no quiero ni saberlo. Con pesadez, abro los ojos y dificultad trato de enfocar el lugar donde estoy. Estoy confundida, porque claramente no es mi habitación (pues la mía está pintada con tonos lilas) y… solo conozco una habitación como esta. “Oh, no” pienso.

El reflujo vuelve a subirme y el sabor de la bilis aparece en el continuo de los flujos que pasan atravesando mi garganta y removiendo mí estomago. La voz de Regulus me quita de mi confusión y frunzo el ceño cuando me pregunta cómo estoy. – Es la mejor mañana de mi vida. ¿No se nota? – pregunto en un tono irónico, frustrada por la pregunta estúpida que Regulus me acaba de hacer. ¿Realmente hace falta preguntar cómo estoy con la cara que llevo? Merlín, ni siquiera estoy maquillada, ni me he cepillado los dientes. Eso solo hace que me sienta peor. Joder, encima con el dolor de cabeza que traigo… no es la mejor mañana para estar acompañada. Hago caso a los consejos de Regulus y cierro los ojos brevemente y trato de contar de diez a cero, sintiendo como su mano acaricia mi cabello, reconfortándome. – sí, sí hay necesidad de levantarme. Necesito lavarme los dientes, maquillarme, y ponerme ropa decente. Sin ánimos de ofender. – mascullo retractando el hecho de que sí es necesario levantarme. Claramente llevo puesta la ropa de Regulus, y su aroma es algo que curiosamente me calma en el reflujo.

Con desconfianza, bebo el contenido del vaso que me ofrece y hago una mueca de desagrado. – Puaj. Esto sabe peor que la poción de regenerar los huesos. – digo haciendo una mueca de disgusto. Estoy acostumbrada a beber pociones de sabor horrible, porque me la paso en la enfermería del colegio. Regulus quita lo que me queda de la poción con un pañuelo. - ¿Sabes? No tengo dos años de edad. Solo tengo un poco de resaca. – digo como si eso fuera algo divertido. En realidad, casi todo me parece divertido, exceptuando cosas puntuales de anoche. Cosas que tengo confundidas en mi mente y que no soy capaz de determinar si han sido de verdad o no. Pero claramente prefiero obviarlo. 

Pongo los ojos en blanco cuando dice que estoy en problemas. - ¿Tú vas a hablarme de estar en problemas? ¿En serio, Regulus? – digo en tono burlón mientras dejo que me acomode en la almohada. – Porque deja que te recuerde que cuando tenías mi edad, tuviste un coma etílico. ¿O ya te olvidaste, señor que quiere ser perfecto y que no le sale? – le recrimino por estar dándome sermones sobre “estás en problemas”. Además, siempre estaba en problemas ¿qué diferencia hay entre esta y todas las otras veces?

Respiro profundamente al sentir su mirada sobre la mía, aún así la contengo porque me cuesta desviarla. – No es un tema que quiera hablar contigo. Honestamente. – respondo mientras me muerdo el labio inferior. – Además. ¿Se supone que debo hablar este tipo de cosas justamente contigo? - pongo los ojos en blanco imaginándome hablar del tema Roger con papá: “Sí, papá, pasa que el imbécil de Roger estaba teniendo sexo con la persona que más odio en Hogwarts. Entonces tuve la brillante idea de ir a un bar muggle, tener borrachera y olvidarme de todo.” Es una preciosa charla para tener con papá. Ni hablar con los tíos. Ni hablar con James. Ni con Albus. Menos con él. Seguro que le rompen la cara. Además, prefiero solucionarlo al modo “Lily Potter” es decir: con ingenio.  Suspiro profundamente. - ¿Sabes? Hay mucho que no recuerdo de lo que pasó antes de desmayarme. Solo recuerdo cuando te insulté… y esa vez que te golpee... lo siento. – digo con sinceridad, lo cual es suficiente viniendo de mí. - Es decir, sé que te insulto casi todo el tiempo, pero... no es lo mismo hacerlo siendo yo que estando ebria... ¿se entiende? - digo encogiéndome de hombros.