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Mensaje  ιzzy нale Sáb Dic 08, 2012 1:20 am

»Daisy Moran
daisy melody moran
[ septimo en hufflepuff, sangre pura, premio anual ]
» con Ichabod Collins en los pasillos

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El sonido de explosiones y nubes de humo de varios colores, entre una que otra leve risa, se esparcía por el pequeño y rectangular salón de Encantamientos. En realidad, era lo que se esperaba de una clase en donde uno de verdad podía perderse en su propia imaginación en respecto a los hechizos, buscando la mejor manera en la que se puede mover la varita, con un giro pequeño o dos rápidos golpecitos contra el viento; en fin, era de las mejores distracciones después del par de semanas por el que tuvimos que pasar. O al menos eso quería pensar – definitivamente muchos lo necesitaban, y aunque no me gustara admitirlo, yo entre ellos.

“Finite Incantamen”- murmure poco después de escuchar la calmada voz del Profesor Vaughan decir que la clase estaba por terminar, observando con cierta sensación de triunfo como mi frasco de vino regresaba a uno de vinagre. Al menos había logrado, por fin ya después de varios fallidos intentos y una que otra explosión, encantar el vinagre sin convertirlo a whiskey en vez de a un suave vino blanco.

Recogí en silencio mis pergaminos, guardándolos dentro de mi bolso, y con un simple movimiento de mi varita limpie la mesa en donde había esta trabajando, ocasionalmente levantando la mirada para dedicar una leve sonrisa en forma de despida a mis compañeros. De vez en cuando, sin embargo, no podía evitar seguirlos con la mirada por un corto momento – recordando como varios de ellos trataban de escapar del fuego dentro del Expreso, otros tantos regresando al punto de inicio en donde ocurrió el accidente, buscando frenéticamente como sacar a los mas jóvenes o heridos; o incluso gritando desesperadamente por ayuda, la que sea, por sacar a esos tres alumnos a quienes el peso del techo les callo encima, o las llamas consumió en un pestañeo de ojos. Muchos de ellos seguían con dolores de espalda, cuello (yo tenia un feo moretón escondido por mi cabello), piernas, quemaduras, heridas, pero lo peor estaba en las memorias...en el susto y la especulación. Me detuve en seco, sintiendo como tropezaba contra una de las sillas mal puestas, haciendo que esta callera ruidosamente al suelo.

- “!Perdón! Estas sillas…se mueven solas, lo podría jurar.” – comente con una risa ligera y distraída, haciendo un ademan con la mano como para minimizar el accidente sin siquiera saber que estaba diciendo. Eleve la silla con un ‘Accio’ y la puse en donde debería de ir con cautela. Okay—esto se estaba volviendo un poco fuera de control, pensé con cierta frustración al momento de que recogía de nuevo mis cosas y me disponía a salir del salón.

No debía dejar que me afectara tanto, al menos no al punto en donde estaba. Durante las rondas de la noche, o antes de poder conciliar el sueño, no podía evitar pensar que hubiera pasado si Anne fuera la que se encontrara atrapada por el fuego, o Paige, o Jocelyn, o Frank – la lista era infinita, y cada una de esas imágenes me hacia estremecer. Si, si, sabia que el hubiera no existe y que no me debería torturar con estas ideas – pero se me hacia casi imposible, lo cual me hacia sentir terriblemente molesta. Después de todo, era Premio Anual…debería dar el ejemplo. Pero con el accidente, los exámenes por venir, y las rondas por la noche; no se, parecía que nunca estaba lo suficientemente ocupada como para distraerme. Aunque de cierta manera, era comprensible. Nunca habíamos pasado por algo así - que va, han pasado décadas, quizás hasta cientos de años desde que algo parecido sucediera en Hogwarts. Quería pensar que en verdad todo era un accidente, pero, ¿y si no?

Solté un leve suspiro, pasando una mano por mi cabello para tratar de olvidar mis pensamientos, cuando de pronto recordé algo. Alce la mirada hacia el frente, buscándolo entre el mar de gente amontonándose a la salida, pero no—ya se había ido. ¡Demonios! Apresure el paso para por fin salir del apretado corredor del salón de Encantamientos y llegar a las escaleras movedizas, escabulléndome entre la gente que se acumulaba al pie de los escalones. ¡¿Que nadie se pensaba mover!? Alguien debería sugerir una clase para aprender a caminar entre los pasillos del castillo eficazmente, o dejar pasar a una chica en apuro.

Fue entonces que logre distinguir una cabellera profundamente oscura entre la multitud a tan solo un par de pasos enfrente de mi. Vaya que era rápido, pensé con cierta extrañes.

- “!Ichabod!” – Le llame, tratando de captar su atención y no sentirme completamente ridícula en el proceso. Aunque eso estaba siendo bastante difícil. – Oops, disculpa…con permiso… perdona…por Merlín, ¡déjenme pasar!”- masculle entre dientes, tratando con poco éxito de sacarle la vuelta a los estudiantes que se empeñaban en bloquear cada uno de las viejos y escandalosos escaleras movedizas.

- “Hey…hey, Ichabod.” – salude un tanto aliviada al llegar a su lado, tocándole levemente el hombro con la mano mientras una ligera sonrisa se dibujaba en mis labios. – “Lo siento, es que por poco se me olvida darte esto, y bueno, es terriblemente difícil encontrarte por la tarde, ¿sabes?”- dije tranquilamente, acomodando un rebelde mechón rojizo detrás de mi oreja mientras lograba balancear los libros que llevaba en mis brazos y sacaba un pedazo de pergamino, para entregárselo. – “Aquí tienes, es el horario pre-oficial de las rondas de los Prefectos, con nombres, lugares y demás, al igual que las de nosotros, que por lo que veo parece ser tradición que nos dejen las rondas de altas horas de la noche.” – comente haciendo una ligera mueca con los labios hacia al lado, pero lo deje pasar. A decir verdad, prefería eso a que algo pasara durante la noche y que los prefectos de quinto o sexto año no tengan idea que hacer. Regrese mi mirada de nuevo a él, - “Lo podemos revisar en caso de que necesite algún cambio con las rondas, durante la comida si quieres…y el director comento que normalmente se hacen en pareja, y es lo que prefiere, pero gracias a nuestra posición, espera que podamos lidiar con el Castillo sin necesitar de alguien mas – así que eso depende en nosotros.” – termine por fin, dándome cuenta que quizás había hablado un poco demás; pero que va, era necesario. No mentía cuando decía que raramente lo veía, lo cual en si ya es extraño pues se supone que somos un equipo o algo por el estilo. Y no era ingenua, sabía perfectamente que Ichabod solía pasarse el tiempo solo, o eso había notado desde hace ya bastante tiempo, por lo que tenia que aprovechar las pocas veces que no podía, por falta de una mejor palabra, escaparse de mi.
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Mensaje  ιzzy нale Sáb Dic 08, 2012 3:55 am




Ichabod Collins
as: Ichabod Barnabas Collins
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Desilusionada, era la palabra que mejor describía la manera en que me sentía. De haber sabido que Andrew Townsend se encontraba dando clases en la isla, probablemente me habría replanteado la idea de abandonar Oxford, ante su indiferencia. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que nos vimos que, absurdamente, soñaba con la idea de que cuando volviéramos a vernos… todo sería como antes: que Andrew me sonreiría de esa manera tan dulcemente encantadora - y tan propia de él - y me estrecharía fuertemente entre sus brazos. No había un solo día en el que no pensara en él, el anhelo de volver a verlo era tan grande que, durante una de las habituales salidas en el internado, creí verlo caminando por las calles de Londres. Recuerdo haber gritado su nombre y correr detrás de él para alcanzarlo, únicamente desilusionarme y sentirme gradualmente avergonzada ante el hecho de haberlo confundido por detrás con alguien más, pero tal parece que Regina tenía razón: “Él decidió continuar con su vida, querida, y tú deberías hacer lo mismo”. Tenía la plena seguridad de que, cuando volviera a ver a Andrew encontraría la respuesta al por qué no respondió ninguna de mis cartas en todos esos años, que me daría… por lo menos una explicación al por qué de su abandono. Pero ahora lo sé… y todo indica que se ha olvidado de mí… que todo lo que vivimos siendo unos niños, ahora no eran más que simples recuerdos que fueron quedando en el olvido y que carecían de significado para él. La indiferencia de Andrew, me dejaba en claro que Regina tenía razón, él había decidido seguir adelante y… yo no tenía cabida en su nueva vida. Él ahora profesor de física en el instituto y por tanto debía ocuparse de nuevas responsabilidades, lo cual entendía a la perfección. Andrew siempre fue muy maduro y responsable en todo sentido. Pero entonces… ¿por qué me sentía tan… decepcionada? ¿Cómo si algo no estuviera bien? Quizás, por que esperaba… un reencuentro más emotivo, no lo sé… ni siquiera yo misma estoy tan segura de saber que era lo que esperaba al volverlo, luego de seis largos años. Tenía la esperanza de que cuando Andrew y yo nos volviéramos a ver tendría… cientos de cosas por decirle: empezando por confesarle cuanto lo he extrañado y la falta que me ha hecho en todos estos años, que no hubo un solo día en el que no pensara en él y en el que deseara con todas mis fuerzas correr a su lado. En el fondo, lo que más me dolía - además de su indiferencia - era que apenas y fue capaz de reconocerme. ¿Tanto había cambiado como para llegar a ese punto? Por que aún después de todo este tiempo, al verlo justo frente a mí, no pude evitar dejar llevarme por la corazonada de que era él… lo cierto es que, no sabía si se trataba de un sueño o no… pero por su mirada… la forma y el color de sus ojos… me decían que era él… que era Andrew.

No me atrevía a cuestionar la indiferencia de Andrew, pero el que estuviera precisamente aquí era… abrumador que a la vez no podía evitar sentirme… feliz por el hecho de volver a verlo. Después de todo, Andrew siempre será una de las mayores alegrías que tenía y nada podrá cambiar lo que… por dentro siempre he sentido por él. Desde ese día, Andrew y yo no habíamos vuelto a cruzar palabra… el que nos quedáramos atrapados en el pueblo a causa de la tormenta impidió que él volviera al instituto y yo pudiera volver a la universidad. Al parecer no era la única que había recibido un llamado de atención por haber estado fuera de la universidad a horas inadecuadas, pero cuando les expliqué que era voluntaria en el hospital de Konstanz y que mi turno terminaba hasta las nueve de la noche, comprendieron la situación y todo por que extrañamente Andrew intercedió por mí diciendo que no era recomendable abandonar el hospital cuando la tormenta azotaba con más intensidad que nunca. El que me hubiera salvado de la “suspensión” al pueblo durante todo el mes de Octubre, no me hacía sentir mejor. Es por esa razón que, había hablado al hospital para avisar que me ausentaría durante todo el mes. Lo sentía mucho por mis niños, pero la promesa de que iría a verlos los el próximo mes pareció reconfortarlos y se sintieron mucho más tranquilos, ya que por un momento llegaron a creer que me olvidaría de ellos, pero les hice saber que eso jamás sucedería y que esperarían ansiosamente la llegada del mes de noviembre para volver a vernos. Es increíble como en tan poco tiempo una persona es capaz de cambiar tu vida, por lo que esos pequeños ya formaban parte de ella. El día de hoy, me había saltado la hora del almuerzo para ir al instituto y pedir autorización al director Harris y su esposa, la Sra. Harris que era la consejera escolar, para colgar en el tablón de anuncios un cartel para aquellos que estuvieran interesados en inscribirse en uno de los cursos que oficiaba la universidad como parte de la planificación de actividades. La idea surgió entre los miembros del consejo de estudiantes por el hecho de que deseamos incentivar cursos únicos y poco convencionales. En Oxford, había tenido la oportunidad de inscribirme y asistir a este curso llamado: Harry Potter y la Edad de la Ilusión. Y debo decir que quedé maravillada por los temas que se abordaron durante el curso. Entre todos los miembros, habíamos logrado ponernos en contacto con las personas encargadas y habían accedido a impartir el curso en la universidad. El curso se enfocaba más a los que son amantes de la literatura, por lo que ya me podía imaginar las reacciones de Paulina y de Helena en cuanto leyeran el cartel, un hecho que me hizo sonreír mientras caminaba con varios carteles en brazos y repartía algunos volantes a los estudiantes que me encontraba en el camino. En cuanto llegué al tablón de anuncios, me dispuse a colgar uno de los carteles… en ese momento, divisé cerca de mí una silueta que no dudé en reconocer, pero que si me tomó por sorpresa al darme cuenta de quien se trataba por que inmediatamente mi corazón empezó a latir de una manera nerviosa y desmesurada. – ¡Andrew! hola… – lo saludé, con grata sorpresa, pero a la vez tratando de no dejar en evidencia lo nerviosa que me sentía por volver a verlo tras varios días. – Tú… ¿Cómo estás? – fue lo único lógico que atiné a preguntarle, en un intento por disimular la mezcla de sentimientos que no podía evitar sentir desde aquel día. – Guau, ¿harán una recaudación para los animales del refugio? – pregunté, con notorio interés y a la vez sintiendo una gran alegría al leer el cartel que estaba colgando en tablón. Mis padres, aún a raíz de sus obligaciones, nunca dejaron de luchar por la conservación y recuperación del mundo natural. Ambos eran activistas ambientales y, al igual que ellos, me dedicaba apoyar incondicionalmente a Greenpeace, del cual era activista. A pesar de que Regina siempre ha estado en contra de ello, yo estaba decidida a continuar con la labor de mis padres. – Si en algo te puedo ayudar, no dudes en decirme, por favor… – le pedí, sinceramente esbozando una sonrisa. Quizás, la distancia había fracturado la amistad que alguna vez nos unió y… lo que realmente temía es que el daño fuera irremediable. ¿En verdad se había olvidado de mí?
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Mensaje  ιzzy нale Vie Ene 11, 2013 4:27 am




Ichabod Collins
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[ Está con Daisy Moran ;; En Hogsmeade ]

Azoté la puerta a mis espaldas, atravesando el oscuro y descuidado jardín con paso firme y decidido, deseando con todas mis fuerzas dejar atrás todo aquel torbellino de imágenes que se arremolinaban dentro de mi cabeza, y concentrándome en una sola cosa: perderme en la oscuridad de la noche. Apreté los ojos y una vez mas intenté hacer caso omiso a los gritos de aquel hombre que no paraba de repetir mi nombre una y otra vez hasta desgañotarse al exigirme que volviera, y que para mi infortunio debía llamar… padre. Una palabra que al pronunciarla produce una combinación extraña de razón y sentimientos para todo aquel que verdaderamente haya experimentado los sentimientos que produce dicha palabra ante su pronunciación. Un padre es el que sabe decir no cuando es justo y sabe decir sí cuando es conveniente. En cambio Wilhelm… ese hombre que dice llamarse mi padre podría considerarse cualquier clase aberración, las más miserable de las alimañas, pero menos considerarse un padre. ¿Cómo es que mi madre pudo fijarse en un hombre tan despreciable como Wilhelm Collins? Su sola presencia intoxicaba el aire a mí alrededor causándome cierta asfixia al tener que soportar una convivencia diaria. El repudio y el odio que siento hacia ese hombre me orillan a preguntarme constantemente si es verdad que ese mal nacido es mi padre. Naturalmente nunca me he atrevido a expresar dichos pensamientos en presencia de mi madre por el hecho de que conozco la respuesta aquella pregunta tan absurda, tal y como ella la llamaría. Inspire profundamente, con la vista fija en un punto inexistente en el frente, mientras caminaba por la solitaria acera de la calle donde he vivido encadenado amargamente diecisiete años.

Miré por encima del hombro, solo para cerciorar que mis suposiciones son ciertas. Sabía que Wilhelm no tendría el valor de seguirme… el miedo irracional que siente por los que son como yo, lo hace quedar como el peor de los cobardes. Suspire profundamente, y por un instante pude disfrutar plenamente de esta breve sensación de libertad que desde hace años anhelo en secreto. Eché un vistazo a mí alrededor asegurándome de que ningún muggle estuviera cerca, antes de adentrarme en un callejón oscuro. Cerré los ojos enfocando mi objetivo, y en menos de lo que me imagine… todo a mí alrededor comenzó a dar vueltas… como si me encontrara dentro de un torbellino. La sensación finalmente seso y me hizo sentir tierra firme bajo mis pies. Al abrir los ojos pude reconocer mi destino por el aroma que impregnaba el lugar. Dejé atrás el angosto callejón en el que me había aparecido y eché a andar tranquilamente por las calles del pueblo. Inconscientemente alcé la mirada y reparé en que como todos los años durante las vacaciones de verano, había velas colgando de los árboles, dándole un aspecto más… “pintoresco” por decirlo de alguna forma. Hundí las manos dentro de los bolsillos internos de la gabardina, sumergiéndome en mis monótonas cavilaciones, como si mi mente no pudiera hacer otra cosa que maquinar y rememorar sucesos que trato de dejar atrás, pero que siempre encuentran la forma de volver. De no ser por la promesa que le hice a mi madre tiempo atrás, me habría encargado de darle su merecido a ese mal nacido desde hace mucho tiempo. Pero mi madre… esa mujer que durante todos estos años ha sido mi única fortaleza… la única razón por la que he tenido que soportar las agresiones verbales, las humillaciones, los injustos maltratos de ese miserable para con ella… me han echo jurarle que nunca le haría daño. “Los sentimientos son tan humanamente complejos que no se necesitan entenderlos… solo sentirlos” dijo una voz dentro de mis pensamientos, haciéndome ver remotamente algo que estaba pasando por alto. “El amor que le tiene mi madre es demasiado fuerte que le impide verlo sufrir”.

La alegría que se respiraba y se sentía en el pueblo era capaz de contagiar a cualquiera. El aroma dulce que impregnaba el ambiente era capaz de hacerte sonreír al imaginarte los mil y un sabores que se estaban cocinando aquí y ahora en las tiendas y en los puestos ambulantes, como una combinación de perfecta exquisitez. Cualquier persona se sentiría feliz de estar aquí... por lo que no era nada extraño escuchar las risas de los niños mientras corretean alegremente con la intención de ser los primeros en llegar a su destino. Irónicamente… una pequeña curva se formo en mis labios al ver a unos niños maravillarse con el espectáculo de bengalas de un hombre y una mujer ataviados de una forma muy llamativa, como si fueran arlequines, y danzaban al ritmo de lo que, si no me equivoco se conoce como harlequinade.

Por alguna extraña razón, mis ojos parecían estar buscando algo, o mejor dicho alguien en particular. Al distinguir una cabellera notoriamente pelirroja sobresaliendo entre los que se encontraban paseando y disfrutando de la noche… una extraña y súbita oleada de calidez me recorrió de pies a cabeza con el simple hecho de poder verla aunque fuera solo por un momento. Jamás me he dejado llevar ni guiar por los impulsos, por lo que sin ser del todo consciente… me tomé la libertad de dejar que mis pasos me guiaran y siguieran el mismo camino que ella. Traté de abrirme paso entre las personas, pasando por alto las disculpas, e ignorando los quejidos y las débiles protestas de los que accidentalmente golpeaba con el hombro. Llegado al punto en el que la perdí de vista me sentí abrumado por una débil decepción que no quise detenerme a examinar. Así que continúe con mi camino tratando de no pensar en la cabellera que había vislumbrado hace pocos minutos. Aún recordaba aquella vez durante el año pasado cuando sin querer los había visto, a ella y a Kapranos, besándose en uno de los pasillos. La imagen era tan… desagradable que no tiene caso rememorarla. Lejos del bullicio y de la multitud… me detuve momentáneamente en un puente para observar la luna en todo su esplendor. Había llegado a un punto tranquilo casi a las fuera del pueblo, un lugar en el que se podía apreciar el extenso paisaje, como si se tratara de una pintura. Pero en ese instante… algo llamo nuevamente mi atención, una pequeña silueta bañada por la luz de la luna. Era ella. No había duda de eso. Lo intuía. Quise acercarme un poco más, pero algo me lo impidió. De manera que guarde mi distancia para no ser descubierto, dedicándome solamente a observarla en silencio, y a escuchar el canto del arroyo. Si solo pudiera acercarme y decirle algo… lo que fuera… todo seria diferente, pero no. Estaba aquí, observándola a poca distancia, sin atreverme a romper el silencio de este lugar. Cerré los ojos al darme cuenta de que la tentación era demasiado grande como para dejarla pasar. – ¿No es algo tarde para que aun estés aquí…? solté seriamente cuando estuve lo suficientemente cerca como para hacerme notar.
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