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Mensaje  ιzzy нale Sáb Ene 12, 2013 12:15 am




Elizabeth von Lattorf
as: Lady Mary Elizabeth Catherine Anne von Lattorf, Princesa de Liechtenstein, Duquesa de Troppau y Jägerndorf
● 22 años # Campus # The Newbies # Facultad de Medicina # Cuarto año de Pediatría # Consejo de Estudiantes » Esgrima
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Día tras día el mundo mágico parecía sumirse en una especie de cataclismo y en momentos así, es inevitable pensar en lo que más quieres y valoras en la vida: tus seres queridos. Desde hace algún tiempo los veo en sueños y lo peor de todo es que al despertar es imposible que la opresión en el pecho desaparezca. Sé que vivir con miedo no es la solución y, si hay algo que he aprendido en este tiempo es a encarar frente a frente mis temores, pero no podía evitar preocuparme por mi familia y por mis amigos… pensar que uno de ellos podría ser el siguiente en la lista de desaparecidos o en la lista de víctimas sobrepasaba los límites de mi fortaleza.

Realmente era triste ver como la fuerza de un ideal es capaz de cegar a las personas, impidiendo que se den cuenta de la crueldad de sus acciones. Suspiré profundamente, mientras doblaba el “Profeta” por la mitad, dejándolo a un lado para recibir amablemente la taza de café que Tom había echo el favor de traerme. – Gracias, Tom – repuse con una sonrisa agradecida, mientras le ponía tres cucharadas de azúcar y con un movimiento de mi dedo hacia girar mágicamente la cuchara disolviendo el azúcar, para finalmente tomar la taza entre mis manos y darle un largo sorbo. El día de hoy estaba marcado como mi día libre en San Mungo, lo cual fue una suerte, a decir verdad, por que hoy justamente era 1º de septiembre y eso significaba que los estudiantes volverían a Hogwarts como año tras año. Había ido a despedir a mi prima Isobel al andén 9¾ y… por alguna extraña razón cada vez que veía el Expreso ante mis ojos, no podía evitar inundarme una sensación de nostalgia por todos los recuerdos que me traía ese tren escarlata. Echaba tanto de menos mi época en el colegio que… Drómeda y yo no podíamos dejar de rememorar los momentos y jactarnos de todas las aventuras que vivimos mientras estudiábamos. En todos estos años, mi amistad con Andrómeda no había cambiado, en el fondo seguíamos conservando el mismo espíritu y nuestra amistad se había fortalecido. El ver a mi mejor amiga felizmente casada con Ted me llenaba de una gran alegría que solo podía compararse con la inmensa alegría que sentí el día en que Dora nació y me pidieron ser su madrina. De hecho, Drómeda y yo éramos compañeras de trabajo en San Mungo y podría decirse que nos veíamos todos los días en nuestros periodos libres y todos los viernes solía ir a visitar la pequeña Dora, que ya formaba parte de mi vida. Quería y adoraba a mi ahijada como a nada en el mundo y el que Drómeda y Ted me hayan permitido ser parte de su vida como su madrina, me hacía muy feliz. Y es que la pequeña Dora, así como mis niños del hospital y del orfanato, han llenado ese vacio en mi interior…

Tal vez resulte extraño que a mi edad no haya contraído matrimonio y, aunque Edward – un buen amigo y compañero de trabajo en San Mungo – me ha pedido que me case con él, me he negado a aceptar por varias razones que no tienen sentido mencionar. Negué suavemente cuando la imagen de Derek McKinnon vino a mis pensamientos, volviendo a concentrarme en la lectura del libro que sostenía entre mis manos. Empezaba adentrarme en la Tierra Media, el mundo creado por J. R. R. Tolkien, cuando entonces me percaté de que estaba siendo observada, por lo que instintivamente alcé la mirada de mi libro, encontrándome con una cara de lo más familiar, la cual me hizo sonreír. – ¡Liam, que gusto verte! – lo saludé al tiempo que bajaba un poco mi libro dejando al descubierto una enorme sonrisa. Liam era un viejo amigo del colegio y aunque era un año menor hicimos amistad un día en el que trataba de esconderse de Peeves y las pullas que este le lanzaba. – No esperaba verte por aquí tan temprano – comenté de forma agradable mientras colocaba mi libro sobre la mesa y le ponía un separador para indicar la página en donde me había quedado. – Oh, por favor, siéntate. ¿No te gustaría acompañarme a desayunar? – pregunté amablemente con una sonrisa, mientras apartaba algunos libros de la silla de a lado para que pudiera sentarse cómodamente, por si gustaba.
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Mensaje  ιzzy нale Sáb Ene 12, 2013 4:14 am




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Desilusionada, era la palabra que mejor describía la manera en que me sentía. De haber sabido que Andrew Townsend se encontraba dando clases en la isla, probablemente me habría replanteado la idea de abandonar Oxford, ante su indiferencia. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que nos vimos que, absurdamente, soñaba con la idea de que cuando volviéramos a vernos… todo sería como antes: que Andrew me sonreiría de esa manera tan dulcemente encantadora - y tan propia de él - y me estrecharía fuertemente entre sus brazos. No había un solo día en el que no pensara en él, el anhelo de volver a verlo era tan grande que, durante una de las habituales salidas en el internado, creí verlo caminando por las calles de Londres. Recuerdo haber gritado su nombre y correr detrás de él para alcanzarlo, únicamente desilusionarme y sentirme gradualmente avergonzada ante el hecho de haberlo confundido por detrás con alguien más, pero tal parece que Regina tenía razón: “Él decidió continuar con su vida, querida, y tú deberías hacer lo mismo”. Tenía la plena seguridad de que, cuando volviera a ver a Andrew encontraría la respuesta al por qué no respondió ninguna de mis cartas en todos esos años, que me daría… por lo menos una explicación al por qué de su abandono. Pero ahora lo sé… y todo indica que se ha olvidado de mí… que todo lo que vivimos siendo unos niños, ahora no eran más que simples recuerdos que fueron quedando en el olvido y que carecían de significado para él. La indiferencia de Andrew, me dejaba en claro que Regina tenía razón, él había decidido seguir adelante y… yo no tenía cabida en su nueva vida. Él ahora profesor de física en el instituto y por tanto debía ocuparse de nuevas responsabilidades, lo cual entendía a la perfección. Andrew siempre fue muy maduro y responsable en todo sentido. Pero entonces… ¿por qué me sentía tan… decepcionada? ¿Cómo si algo no estuviera bien? Quizás, por que esperaba… un reencuentro más emotivo, no lo sé… ni siquiera yo misma estoy tan segura de saber que era lo que esperaba al volverlo, luego de seis largos años. Tenía la esperanza de que cuando Andrew y yo nos volviéramos a ver tendría… cientos de cosas por decirle: empezando por confesarle cuanto lo he extrañado y la falta que me ha hecho en todos estos años, que no hubo un solo día en el que no pensara en él y en el que deseara con todas mis fuerzas correr a su lado. En el fondo, lo que más me dolía - además de su indiferencia - era que apenas y fue capaz de reconocerme. ¿Tanto había cambiado como para llegar a ese punto? Por que aún después de todo este tiempo, al verlo justo frente a mí, no pude evitar dejar llevarme por la corazonada de que era él… lo cierto es que, no sabía si se trataba de un sueño o no… pero por su mirada… la forma y el color de sus ojos… me decían que era él… que era Andrew.

No me atrevía a cuestionar la indiferencia de Andrew, pero el que estuviera precisamente aquí era… abrumador que a la vez no podía evitar sentirme… feliz por el hecho de volver a verlo. Después de todo, Andrew siempre será una de las mayores alegrías que tenía y nada podrá cambiar lo que… por dentro siempre he sentido por él. Desde ese día, Andrew y yo no habíamos vuelto a cruzar palabra… el que nos quedáramos atrapados en el pueblo a causa de la tormenta impidió que él volviera al instituto y yo pudiera volver a la universidad. Al parecer no era la única que había recibido un llamado de atención por haber estado fuera de la universidad a horas inadecuadas, pero cuando les expliqué que era voluntaria en el hospital de Konstanz y que mi turno terminaba hasta las nueve de la noche, comprendieron la situación y todo por que extrañamente Andrew intercedió por mí diciendo que no era recomendable abandonar el hospital cuando la tormenta azotaba con más intensidad que nunca. El que me hubiera salvado de la “suspensión” al pueblo durante todo el mes de Octubre, no me hacía sentir mejor. Es por esa razón que, había hablado al hospital para avisar que me ausentaría durante todo el mes. Lo sentía mucho por mis niños, pero la promesa de que iría a verlos los el próximo mes pareció reconfortarlos y se sintieron mucho más tranquilos, ya que por un momento llegaron a creer que me olvidaría de ellos, pero les hice saber que eso jamás sucedería y que esperarían ansiosamente la llegada del mes de noviembre para volver a vernos. Es increíble como en tan poco tiempo una persona es capaz de cambiar tu vida, por lo que esos pequeños ya formaban parte de ella. El día de hoy, me había saltado la hora del almuerzo para ir al instituto y pedir autorización al director Harris y su esposa, la Sra. Harris que era la consejera escolar, para colgar en el tablón de anuncios un cartel para aquellos que estuvieran interesados en inscribirse en uno de los cursos que oficiaba la universidad como parte de la planificación de actividades. La idea surgió entre los miembros del consejo de estudiantes por el hecho de que deseamos incentivar cursos únicos y poco convencionales. En Oxford, había tenido la oportunidad de inscribirme y asistir a este curso llamado: Harry Potter y la Edad de la Ilusión. Y debo decir que quedé maravillada por los temas que se abordaron durante el curso. Entre todos los miembros, habíamos logrado ponernos en contacto con las personas encargadas y habían accedido a impartir el curso en la universidad. El curso se enfocaba más a los que son amantes de la literatura, por lo que ya me podía imaginar las reacciones de Paulina y de Helena en cuanto leyeran el cartel, un hecho que me hizo sonreír mientras caminaba con varios carteles en brazos y repartía algunos volantes a los estudiantes que me encontraba en el camino. En cuanto llegué al tablón de anuncios, me dispuse a colgar uno de los carteles… en ese momento, divisé cerca de mí una silueta que no dudé en reconocer, pero que si me tomó por sorpresa al darme cuenta de quien se trataba por que inmediatamente mi corazón empezó a latir de una manera nerviosa y desmesurada. – ¡Andrew! hola… – lo saludé, con grata sorpresa, pero a la vez tratando de no dejar en evidencia lo nerviosa que me sentía por volver a verlo tras varios días. – Tú… ¿Cómo estás? – fue lo único lógico que atiné a preguntarle, en un intento por disimular la mezcla de sentimientos que no podía evitar sentir desde aquel día. – Guau, ¿harán una recaudación para los animales del refugio? – pregunté, con notorio interés y a la vez sintiendo una gran alegría al leer el cartel que estaba colgando en tablón. Mis padres, aún a raíz de sus obligaciones, nunca dejaron de luchar por la conservación y recuperación del mundo natural. Ambos eran activistas ambientales y, al igual que ellos, me dedicaba apoyar incondicionalmente a Greenpeace, del cual era activista. A pesar de que Regina siempre ha estado en contra de ello, yo estaba decidida a continuar con la labor de mis padres. – Si en algo te puedo ayudar, no dudes en decirme, por favor… – le pedí, sinceramente esbozando una sonrisa. Quizás, la distancia había fracturado la amistad que alguna vez nos unió y… lo que realmente temía es que el daño fuera irremediable. ¿En verdad se había olvidado de mí?
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Mensaje  ιzzy нale Sáb Ene 12, 2013 4:17 am




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– Estoy bien, tía Yukki. Te lo aseguro, no tienes nada de que preocuparte… – Era increíble que aún con el paso de los años mi tía me siga tratando igual que a esa pequeña niña que solía correr hacia ella para poder abrazarla fuertemente. No había duda de que mi tia Yukki era la persona más dulce y gentil sobre la faz de la tierra... el que se preocupara de esa forma por mí era un bien innecesario que, francamente nunca sabré como agradecerle. Es decir… ella y el tío Georg han hecho tanto por mí que, a veces pienso que el inmenso cariño que les tengo no era suficiente. Ser testigo de ese gran amor que se tienen el uno al otro, y que los ha unido por muchos años me ha hecho soñar con la idea de poder vivir, algún día, mi propia historia de amor. Mi madre solía decirme que los sueños alimentan nuestros corazones llenándolos de esperanza… y la ilusión de soñar es lo más maravilloso que puede sucederle a las personas. – Yo también los quiero mucho, tía. Oh, y por favor no te olvides darles un beso y un abrazo enorme a Sophie, Alois y a tío Georg, y decirles que los extraño mucho – Una de mis mayores ilusiones siempre fue tener hermanos pequeños con los cuales jugar y compartir, pero lamentablemente eso nunca fue posible. Por esa razón, veía y consideraba a mis primos como mis hermanos… Alphonse, Giselle, Alois y la pequeña Sophie llenaban ese hueco en mi corazón, ya que los quería más que a nada en el mundo. – Por supuesto que si, tía Yukki, se los diré… y por favor no te preocupes – Hablar con mi tía Yukki siempre me alegraba y me reconfortaba, pues es capaz de hacerte sonreír con sus palabras llenas de cariño y ternura…

Sentía que había llegado al punto en que mi vida finalmente tocó fondo. La salud de mi padre se había complicado hasta el grado en que, como última esperanza, Regina y yo, nos vimos en la desesperada necesidad de recurrir a una riesgosa operación que podría salvarle la vida a mí padre, pero que a la vez era lo bastante riesgosa, incluso para los mismos médicos. Sin embargo, el corazón de mi padre no logró resistir la operación, a pesar de que los médicos hicieron todo lo que estuvo en sus manos para salvarle la vida durante la operación… al final no pudieron hacer nada para que pudiera vivir. El tumor que oprimía su corazón agravio su salud, dado a que día con día, mi padre, mostraba mayor dificultad para respirar, ocasionando que se desvaneciera con frecuencia. Incluso antes de tomar una decisión, los médicos habían hablado con mi tío Georg y con Regina para comunicarles que como pronóstico mi padre viviría solo un año. Esa noticia hizo que me sumiera en una profunda depresión de la que no sabía si lograría reponerme algún día. Las palabras de Regina quedaron tan grabadas en mi mente y en lo más profundo de mí ser que ahora sé que, de no haber sido por mi tío Georg y por mi tía Yukki… no habría podido lidiar con todo este peso que me estaba consumiendo. Mi padre… una de las personas que más he amado en la vida, se había ido para siempre y lo que más me dolía era saber que nunca más volveré a oír su voz otra vez. Sus palabras llenas de afecto, amor y ternura, ahora son solo recuerdos en mi mente. Desde entonces, mi vida se derrumbo como si se tratara de un castillo de arena... por que cuando pierdes a una persona debes aprender a vivir con el dolor de su pérdida. El que la vida me arrebatara primero a mi madre y ahora a mi padre, me llevaba a preguntarme si habré echo algo malo en otra vida como para pagarlo con lágrimas. Mi tío Georg decía que no debía pensar de esa manera, que no debía ser tan dura conmigo misma… que en ocasiones nos es imposible comprender y aceptar los designios de la vida al tratarse de pruebas que debemos afrontar y superar con la mayor fortaleza. Pero que sin importar las pruebas que esta nos depare, debemos estar preparados para superarlas. Cerré los ojos tratando de contener las lágrimas... si solo hubiera un modo para dejar de llorar y no sentir dolor ni tristeza, todo sería más fácil.

Consciente de que no podía quedarme encerrada para siempre, y que debía empezar a cumplir con la promesa que le había echo a mi tía Yukki… sequé mis lágrimas y finalmente me animé a salir de la cabaña con la esperanza de despejarme, y no abrumarme con el peso del silencio. Llevaba tan poco tiempo en este lugar que no había tenido oportunidad de conocerlo ni de recorrerlo... y mi curiosidad por aventurarme a ir más allá de las inmediaciones del campamento pudo más que las pocas ganas de interactuar con personas de mi edad. Por alguna extraña razón, una parte de mí pedía a gritos cambiar de aires… y esa es precisamente la razón por la que había decidido venir a Konstanz, a pesar de que la mitad de mi vida estaba en Inglaterra, necesitaba estar cerca de las personas que amaba. Suspiré profundamente, disfrutando del sonido de las olas a lo lejos y de la tranquilidad de la noche mientras caminaba, esperando encontrarme con Giselle y Alphonse por algún lado, o quizás con un poco más de suerte ver a Lena y Paulina, pero desgraciadamente no parecían estar cerca de donde me hallaba. Al pasar cerca de un grupo de chicos, sonreí con cierta timidez cuando uno de ellos me tendió la mano invitándome a bailar con él, invitación que rechacé con un pequeño movimiento de la cabeza y con una sonrisa amable para continuar con mi camino, pero algo me impidió seguir avanzando. Probablemente la figura que acabo de ver no más que una alucinación, una mala pasada de mi mente por causa del calor, pero por un momento creí que… se trataba de él. Me quedé observando tontamente el lugar donde creí haberlo visto con una amarga sensación revoloteando en mi interior, al recordar el incidente en Londres. – Bastian – solté de pronto, cayendo en la cuenta de que se encontraba a una estrecha distancia de donde me encontraba parada, una situación que me hizo sentir extrañamente incomoda y apenada al mismo tiempo, pero que me hizo sonreír abiertamente. Bastian era una de las pocas personas con las que había echo amistad al llegar al campamento, y el solo hecho de recordar la forma en que nos conocimos era penosamente divertida. – ¿Te molestaría un poco de compañía? – le pregunté en un intento por disfrazar mi vergüenza para no verme demasiado obvia con el recuerdo de nuestro primer encuentro. Creo que nunca podré superar la torpeza de haberme equivocado de cabaña y accidentalmente toparme con él en ropa interior. – Perdóname si me demore más de lo previsto en aceptar tu invitación. Espero que no sea demasiado tarde para intentar remediarlo – le dije sonriendo a manera de disculpa. Fue tan amable en invitarme acompañarlo a la fogata que realmente no quería desairarlo de esa forma. Y es que extrañamente, a pesar de lo sucedido, Bastian me inspiraba una sincera confianza…


Última edición por ιzzy нale el Mar Ene 15, 2013 1:07 am, editado 1 vez
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Mensaje  ιzzy нale Mar Ene 15, 2013 12:52 am


Bastian Colton

Sebastian Adam Colton Fox
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“Mis días de vacaciones han terminado” eso era lo que escuchaba a menudo cada vez que pasaba junto algún chico de este campamento. Ya me había acostumbrado a aquello, ya que simplemente sabia donde me había metido. Yo no contaba con el lujo de tener vacaciones. Todas el verano había estado trabajando, en las mañanas en el supermercado y en las noches en un bar de la isla. A veces me preguntaba qué haría cuando tuviera toda la cantidad de dinero que la mayoría de las personas tenían en ese lugar, realmente era algo estrafalario ante mis oídos todo lo que hacían. No podía esperar por graduarme y poder trabajar y tener un sueldo que realmente me alcanzara para algo y poder así tener aunque sea tomarme algún día libre y poder llevar a Bryna a algún lugar. Eso sería genial. Sonreí ante la idea.
Era mi último curso como universitario y no podía creerlo, realmente lo deseaba desde hacía bastante tiempo, y la verdad ya me sentía preparado para lo que el mundo me podía ofrecer. Era difícil imaginarme sin tener que estar estudiando para algún examen aun así, era lo que mas deseaba. Sabía que era ambicioso, pero creo que cualquier persona que fuera pasado por algo como lo que Bryna y yo pasamos fuera sido así. Por un segundo recordé a Bryna de 4 pasando hambre una noche cuando la encontró retorciéndose, esa fue la noche cuando había decidido que este tenía que irse a trabajar, y eso era solo cuando tenía 7 años. Sacudí la cabeza al recuerdo y trate de no pensar en eso, ya que ahora estábamos mucho mejor, siempre teníamos algo que comer, estábamos en una de las mejores universidades, becados y ambos estábamos vivos. Y eso para mi era lo mas grato en el mundo. No podía estar más orgulloso de Bryna, ella simplemente era super inteligente y había aprendido a ser toda una mujer. Aun asi era necesario apartarla de algunos idiotas.
Saque mi cigarrillo y comencé a fumar mientras veía a las personas bailar y tomar desde lo lejos, no era de los que eran el alma de la fiesta y mucho menos me emborrachaba. Yo simplemente observaba ya que realmente no tenía más que hacer que eso. Este tipo de cosas demostraba cuantos idiotas habían en lugar, había tenido que separar a un chico que quería aprovecharse de una chica que ni idea de quien era, pero nunca iba permitir que trataran a una mujer asi en mi presencia. De pronto me vinieron a la mente dos mejillas sonrojadas en la puerta de mi cabaña el dia de hoy. No pude evitar reír un poco para mi. Una chica se había equivocado de cabaña y justamente entro mientras me cambiaba de ropa, la chica se puso de todos colores. Debía decir que note desde el momento que entro que poseía una hermosa cara y su piel era tan delicada como la nieve. La chica se había disculpado mil veces y sentí algo de pena, ya que era nueva y para que no se sintiera mal le dije que fuera conmigo a la fogata. Algo que realmente me reproche después, ya que no era una persona súper sociable y de las que invitaba asi por así, aun así Elizabeth, ese era su nombre, me había caído bien si haberla conocido antes. De pronto llamaron mi nombre y voltee rápidamente y como si fuera magia, Elizabeth estaba muy cerca de donde estaba. Sonreí amigablemente, mientras la veía acercarse un poco más a donde estaba- Elizabeth- dije de forma de saludo mientras la miraba. Sonreí un poco a su pregunta y luego a su comentario- Nunca es tarde, por supuesto toma asiento conmigo- le dije mientras le hacía espacio en donde estaba sentado- Al final resolviste venir- comente de forma natural mientras terminaba mi cigarro y lo dejaba en la cenicero que estaba al lado mío. Habían personas que les molestaba el cigarro y por alguna razón sentía que Elizabeth era una de ellas- ¿Qué te parece nuestras fiestas?- dije en forma burlona mientras indicaba a la gente que tomaba y bailaba ebriamente por todos lados. Luego rei de forma natural ya que la verdad era gracioso ver a estas personas.- dicen que tenemos las mejores fiestas del verano, aunque ypc creo estar muy viejo para ellas- bromee una vez más, realmente lo hacía para romper el hielo, ya que no era bueno en esto. Bryan era buena en conocer personas, pero yo no tanto.



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Mensaje  ιzzy нale Dom Ene 20, 2013 3:04 am




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“Recuerda tu promesa” dijo una voz en mis pensamientos, dándome el valor que necesitaba para no cambiar de opinión, y excusarme con lo primero que se me viniese a la mente. Pero el que se hubiera comportado de una forma tan amable, aún después de golpearlo con una secadora, creyendo que era un loco pervertido, me hizo sentir muy mal puesto que él no se lo merecía. Para ser honesta, se me caía la cara de vergüenza por haberlo tratado de esa manera… y creo que las palabras de disculpa nunca bastaran para expresarle cuanto lo siento, y lo apenada que estoy por haber creído algo que no era. No es que fuera por la vida golpeando a las personas con una secadora y con todo lo que estuviera a mi alcance, pero el susto que lleve al verlo en ropa interior me hizo actuar como una chiflada al creer que un loco se había metido a la cabaña. Le dediqué una sonrisa llena de agradecimiento cuando dijo que nunca es demasiado tarde y me ofreció un asiento junto a él, y que no dudé en aceptar. – Si, y en verdad lamento mucho si te hice esperar – Una vez más le expresé mis disculpas por la demora. – No es algo que me sucede muy a menudo – le dije en un intento por encontrarle el lado cómico a la situación, pero luego me arrepentí por que seguramente creerá que lo había echo esperar a propósito. Inspiré hondamente, tratando de controlar mis nervios, pero no era nada fácil lograrlo. Confieso que, desde me senté me percate del olor a cigarrillo… por lo que no me extraño verlo fumando. Mi padre alguna vez fumó, y aunque mi tío Georg nunca fumaba, a veces solía hacerlo para calmar los nervios, y siempre que mi tía Yukki y yo lo encontrábamos fumando por accidente en el despacho, le tendíamos el cenicero para que lo apagara sin excusa ni pretexto. Y lo cierto es que, Alphonse tampoco se salvaba de la purga que llevaba a cabo durante las vacaciones. Ya me conocía y solía decir que era un peligro. Personalmente nunca me ha gustado ver una persona fumar, y menos si es alguien a quien quiero. Y el que Bastian se tomara la molestia de apagarlo me hizo sentir aún mas apenada por los inconvenientes que le estaba causando. Realmente me hubiera gustado decirle que no era necesario que lo hiciera, pero cuando me di cuenta ya era demasiado tarde.

Al preguntarme que me parecían sus fiestas, no supe que decir... puesto que su pregunta me tomo por sorpresa, y creo que la expresión en mi rostro me delataba, por lo que no habría forma de zafarme de una respuesta aunque lo quisiera. – No quiero que lo tomes a mal, pero… esta es la primera vez que asisto a este tipo de fiestas – Confesé sinceramente, esperando no verme como una tonta por revelarle algo así. Mi vida era muy diferente y no podría compararse a la de nadie. No por que me considerara diferente al resto de las personas, no, nada de eso. Si no que… por el hecho de ser quien soy, tenía ciertas restricciones, debido a que Regina era muy estricta en ese sentido. Las únicas fiestas a las que he asistido a lo largo de mi vida son solo a las que organizaban y se llevaban a cabo dentro de la realeza. Como fiestas de recaudación, en fin… todo tipo de eventos reales. – Me imagino lo que estarás pensando. Que para la edad que tengo es raro que no haya disfrutado de todo esto anteriormente – intuí con una pequeña sonrisa, mientras observaba distraídamente mis manos. Si no le he dicho quien soy en realidad es por temor a ser tratada diferente… en Oxford, siempre me dieron mi lugar por ser hija de los duques Troppau y Jägerndorf, y también por ser sobrina de los reyes de Liechtenstein. Lo cual realmente no era necesario, pero no puedo hacer nada para cambiarlo. Y esa es precisamente la razón por la que no le he dicho quien soy en realidad, por temor a que me tratara diferente. Busqué su mirada cuando dijo que tenían las mejores fiestas del verano, pero que creía que ya estar muy viejo para ellas. – ¿No hablas enserio, verdad? – dije en un intento por tomar a broma sus palabras, y no dar crédito a la parte de considerarse demasiado viejo para ellas. – ¿Tu viejo para esto? Por favor, no digas eso... es solo que a veces siento que llegamos al punto en el que no encajamos, es todo… – Le hice ver con una sonrisa para tratar de animarlo, y que no lo viera de esa forma. Ya que nunca se es demasiado viejo para esto, o eso es lo que quiero creer. – Es decir, mírame, tengo veintidós años y en mi vida he disfrutado de este tipo de fiestas. Eso si que es raro… – agregué mofándome de mi misma. – Así que no digas que eres muy viejo para ellas… ¿esta bien? No olvides que todo llega a su tiempo – le recordé tranquilamente con una pequeña sonrisa. Bastian no era ningún viejo, al menos no para mí, y realmente quería que se diera cuenta de ello. – ¡Oh, cierto! Ahora que lo recuerdo… ¿te gustan los malvaviscos? – me atreví a preguntar tímidamente con una sonrisa. Como bien dije no estoy acostumbrada a este tipo de fiestas… y cuando Bastian me dijo sobre una fogata, lo primero que se me vino a la mente fue sentarnos alrededor de una fogata para azar malvaviscos; aunque no se si sea lo correcto en estos casos.
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