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Mensaje  ιzzy нale Lun Jun 03, 2013 2:17 am



Ginny Weasley
as: Ginevra Alice Weasley Spinnet
● 15 años # Quinto año # Miembro de la Casa de Gryffindor » Sangre Mestiza
[ Está con Jack Coleman ;; Por las calles de Hogsmeade ]

‘Llegó la hora, Ginny. Es ahora o nunca…’ inhalé y exhalé profundamente, tratando de normalizar los acelerados latidos de mi corazón, el cual no ha parado de latir frenéticamente ni un solo segundo, por la proximidad del momento. La inseguridad, entremezclándose con los nervios, y la adrenalinica emoción fluyendo y tocando cada fibra sensible de mi cuerpo, avivaba ese torbellino en mi interior. Quizás estaba yendo demasiado lejos, pero confiaba plenamente en que todo saldría bien, y mientras me aferrara a ese pensamiento, nada tendría por que salir mal. O eso esperaba. El día de hoy, era motivo de alegría y de celebración al ser cumpleaños de Lú. ¡Cumplía diecisiete años! Estaba tan, pero tan feliz por Lú que no podía contener la emoción, pues apenas la vi poner un pie en el Gran Comedor, me levanté de la mesa de Gryffindor, con su enorme tarjeta de cumpleaños bajo el brazo y con un muffin en mano, y fui corriendo a abrazarla fuertemente, posteriormente le pedí que cerrara lo ojos, pidiera un deseo y soplara la velita del muffin, la cual al apagarse, mágicamente el humo que desprendía la velita, se transformo en polvo de estrellas. Y si bien, estaba actuando por cuenta propia, mi genialidad consistía en proveerne de unas cuantas proviciones del sótano de Honeydukes para la fiesta de esta noche y buscarle un regalo muy especial a Lú por motivo de su cumpleaños, para después volverme al Colegio sigilosamente por el mismo camino. Regulus me había dado varias indicaciones para que tuviera cuidado, mentalmente repasaba cada una de ellas para no olvidarlas. El plan era simple, debía actuar de la manera más natural para no levantar sospechas, de otra forma, cualquiera sospecharía y darían parte al director, hazaña que valdría mi expulsión del Colegio. ‘Piensa positivamente, Ginny…’ me recordé, e hice un esfuerzo por relajarme, estaba tan tensa que la espalda y los hombros estaban empezando a dolerme. Mi mano se aferró instintivamente a mi varita, por seguridad y confianza, aguardando pacientemente el momento oportuno para actuar. Había un par de prefectos merodeando por el pasillo, por lo que debía de ser cautelosa. Al cabo de cinco minutos, murmuré quedamente el hechizo ‘Incendio’ para encender la mecha que encaminaba a las cajas de bengalas del Dr. Filibuster, ubicadas justamente al final del corredor, y solté el ‘polvo de peruano de oscuridad instantánea’, cortesía nada menos que de ‘Sortilegios Weasley’, de tal manera que la maniobra de distracción me proporciono el tiempo suficiente para salir de mi escondite y correr y esconderme detrás de la estatua de la bruja tuerta. Los gritos y las maldiciones de desconcierto por parte de los Prefectos, y la inesperada, pero muy oportuna llegada de Peeves fue una gran ayuda.

Me volví discretamente, propinándole unos suaves golpecitos a la estatua de la bruja con la punta de mi varita, al tiempo que susurraba queda y claramente el siguiente hechizo: ‘Dissendium’, lo que provocó que la joroba de la estatua se entreabiera lo suficiente para que pudiera pasar por ella una persona delgada. Parpadeé ligeramente ante el asombro de lo que veían mis ojos, el cual trate de disipar y dejarlo para otro momento. Inhalé hondamente, y tras una breve ojeada al alboroto que se traían los Prefectos con Peeves, situación que me hizo reír graciosamente, introducí la cabeza por el agujero y con cuidado me impulse hacia adelante, con ayuda de los brazos. Cerré fuertemente los ojos y sentí como me deslizaba por un largo trecho de lo que parecía un tobogán, hasta aterrizar en una tierra fría y húmeda. Poco a poco aligeré la presión que ejercía en mis ojos al mantenerlos fuertemente cerrados, por lo que al abrirlos caí en la cuenta de que todo a mi alrededor estaba totalmente oscuro.

Cautelosamente levanté la varita, murmurando el hechizo ‘Lumus’ para poder alumbrar mi camino, la destellante luz proveniente de la punta de mi varita, hizo que me diera cuenta de que me encontraba en un pasadizo muy estrecho y cubierto de barro. La zuela de mis botines esta cubierta de barro, al igual que el dobladillo de mi vestido y de la capa de color caoba que llevaba puesta, pero eran solo detalles irrelevantes, nada que un poco de agua y jabón no puedan quitar. El corazón me latía con tanta fuerza, que la emoción y el pánico que sentía en mi interior fueron el impulso que me motivaron a ponerme en marcha. El pasadizo se dobalaba y retorcía, como si me moviera a través de la madriguera de un conejo gigante. Conforme avanzaba, tropezaba de vez en cuando a causa del terreno terroso, inestable e irregular. El camino era tan largo que no parecía tener fin, pero admitió que me alivio y me tranquilizo ver un camino de huellas frescas que probablemente pertenecían a James y Regulus. Un escalofrió recorrió mi cuerpo como una corriente eléctrica. En aquel sitio se sentía un inusual frío, el cual era sin duda, provocado por la tierra húmeda, no hay otra explicación. El viaje hasta Hogsmeade, valdría la pena, pues la oportunidad de aventurarme y recorrer un pasaje que muy pocos conocen, era una experiencia excitante. Me daba mucha curisiosidad saber con que objeto fueron construidos estos pasadizos subterráneos, no creo que los fundadores los hayan construido solo al azar, quizás, en el Medievo, estos pasadizos fueron una ruta de escape, en caso de que hubiera que evacuar a los estudiantes. Arrugue pensativamente el ceño ante el hilo de ideas y teorías formándose en mi mente. El trayecto era tan largo que parecía no tener fin, lo que por un instante me inquietó, esperaba ver una luz al final aquel sinuoso y oscuro túnel, pero a medida que caminaba me tranquilizó ver un camino de huellas frescas, que seguramente debían pertenecer a James y Regulus.

Después de una hora más o menos, el camino comenzó a ascender. A pesar de que me sentía cansada, exhausta, y con mucha sed, el presentimiento de que faltaba muy poco para llegar a mi destino, me hizo seguir adelante. Diez minutos mas tarde, vislumbre una palpitante luz al final del largo camino - eran varias antorchas estratégicamente colocadas a ambos lados del pasaje - lo que incrementó mi esperanza y aquel presentimiento revoloteando en mi pecho, llegando así, al pie de una escalera que se perdía en las alturas. Procurando no hacer ningún ruido, comencé a subir. 100 escalones… 150 escalones… 200 escalones… con mi último aliento, llegué a contabilizar 225 escalones, cuando de forma casi improvista, alcé la mirada encontrándome con una especie de trampilla. Inhalé y exhalé profundamente, tenia la boca reseca, y en este momento solo pedía con desesperación un vaso de agua para calmar mi sed. Sin embargo, mi determinación por seguir pudo más... agucé el oído, tratando de escuchar cualquier sonido que me indicara que había personas rondando, pero no extrañamente no oía nada. ‘Por la barba de Merlín, ¿me abre perdido? No, no… imposible, atrás no había ninguna vifurcacion, por lo tanto no puede ser. Tienes que calmarte, Ginny.’ me tranquilicé, llevando una mano hasta mi corazón que latía aceleradamente.

Muy despacio, levanté ligeramente la trampilla y miré por la rendija. Me hallaba en lo que parecía ser un sótano poco iluminado, lleno de cajas y cajones de madera. Con cuidado subí el último escalón para poder salir, para después bajar con suma delicadeza la trampilla, asegurándome de no hacer ninguna clase de ruido que delatara mí presencia. El piso estaba cubierto de polvo y la poca luminosidad, indicada que solo utilizaban el sótano para almacenar y no para darle de vez en cuando una limpiada y una sacudida. Sigilosamente anduve hasta la escalera de madera, aun cuando la puerta estaba cerrado, la débil luz proveniente del siguiente piso, además de las voces, el tañido de una campana y el chirriar de una puerta al abrirse y cerrarse, era una reafirmación más a lo que Regulus me contó. Esto era nada menos que el sótano de Honeydules. Era… increíblemente sorprendete que Hogwarts y Hogsmeade estuvieran conectados por medio de pasadizos secretos. Sin dejar pasar la oportunidad, abrí con cuidado mi bolso, el cual gracias a un encantamiento de extensión indetectable, que Rose le hizo a mi bolso, aumentaba su capacidad de almacenamiento. En cuanto terminé de proveerme de los más cremosos y deliciosos dulces de Honeydukes. Con un golpecito de mi varita, mi bolso se volvió manuable y transportable, debido a que adquirió un tamaño pequeño, que facilitó el poder colgármelo alrededor del cuello. Con mucho sigilo subí las escaleras, para poder abrir la puerta cuidadosamente y cerciorarme de que no hubiera moros en la costa. Pero los dueños, estaban justo en el mostrador, por lo que no podría ocultarme, sin que ellos se percataran de que estaba ahí. ‘Piensa, Ginny, piensa’ me dije frunciendo los labios, formando una línea recta con ellos, hasta que la idea vino a mi mente. Todavía me quedaba polvo peruano de oscuridad instantánea, lo suficiente como para maniobras de distracción, en caso de que las cosas no salieran de acuerdo al plan. ‘De veras lo siento…’ pensé, con una mirada que reflejaba cuanto lamentaba los inconvenientes, para posteriormente arrojar el polvo al suelo junto con uno de los ‘detonadores’, también cortesía de ‘Sortilegios Weasley’. De un momento a otro una nube azulada cubrió el lugar, y el detonador graciosamente empezó a sonar fuertemente en toda la tienda, lo que como era de esperarse, ocasionó una reacción rápida por parte de los dueños, quienes abandonaron el mostrador, y con voces de desconcierto se preguntaban que era lo que estaba pasando. La distracción resulto un éxito, pues el alboroto causado me proporciono el tiempo para salir del sótano, cerrar la puerta, y esconderme abajo del mostrador, para después abrir la puerta con un suave movimiento al girar la perilla, lo que hizo que la campanilla sonara, así que me movilicé rápidamente para cerrarla con cuidado, sintiendo la ventisca en mi rostro. Por la ventana observé el alboroto que causé, por un lado me sentía… contenta, complacida de que todo hasta ahora, haya salido bien, pero aún me quedaba algo por hacer. La misión no estaría completa hasta no buscar un regalo para Lú. Era una suerte que la calle en donde se encontraba Honeydukes, estuviera bastante tranquila, la gente transitaba de manera muy normal. ‘Recuerda lo que dijo Regulus. Actúa normal y no dejes que los nervios y el miedo se apoderen de ti’ me recordé, mientras caminaba tranquilamente por las calles de Hogsmeade, aquel pueblito tan pintoresco que todos ansiábamos y deseábamos visitar los fines de semana.

Suavemente cubrí mi rostro con la capa para protegerme del viento frío, mientras caminaba. Brevemente me detuve para observar los aparadores de una tienda. Quería que el obsequio de Lú fuera especial, a pesar de que en mi mente tenia un par de ideas, aun no me terminaba por convencer ni de decidir. ‘Sigue buscando, ya encontrarás algo…’ pensé esbozando una triste y desanimada sonrisa, dejando que un pequeño suspiro escapara de entre mis labios. Estaba a punto de retomar mi camino cuando en la esquina, a muy pocos metros de distancia, alcancé a ver dos hombres de altura prominente que me dejaron paralizada: uno de ellos tenía el cabello oscuro, con algunos reflejos castaños a la luz del día, y la barba de candado. Su porte señorial y su expresión tosca y severa, me indicaba que no es alguien precisamente sencillo y fácil de tratar. Por otro lado, su acompañente, era varios años menor él. Tenía el cabello castaño oscuro y sus ojos eran… de un bello perlado gris, con matices azules. Su expresión era adusta, dominante, al igual que su mirada. Y acompañando a su lustroso pelo, iba una ligera barba incipiente que reflejaba indicios de madurez temprana. Sin duda se trataba de… un joven muy apuesto, su rostro fino y hermoso contrastaba con la seriedad que reflejaba. Una voz en mi interior me decía a gritos que debía salir de allí cuanto antes, la opresión en mi pecho era una advertencia, mi corazón parecía una bomba a punto de explotar, pero mis piernas no me respondían, al contrario me temblaban. El aspecto de esos dos hombres me dejaba en claro que, quizás, estaba frente a dos Aurores del Ministerio de Magia. Y, si me descubrían… tendría problemas, darían parte al Director y… y… hasta aquí llegaría. Lentamente me di la vuelta, tratando que cada uno de mis movimientos, se vieran de forma natural. Asegurándome de que la capa cubriera mi rostro de las ventiscas, emprendí el camino en la dirección contraria a la que iba, buscando pasar desapercibida y rogando a todos los dioses que esos dos hombres no me hubiesen notado.
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Mensaje  ιzzy нale Mar Jun 11, 2013 10:44 pm

»jack coleman
jackson elliot coleman
[ De Sangre Pura, tiene 19 años, es ex-Slytherin, Vidente y Auror ; Nightcrawler.]
» con Ginny Weasley II en Hogsmead.


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Doce días, y un año. El exacto tiempo desde que comenzó con esta carrera – con este camino el cual lo regreso exactamente a donde comenzó. Debería de encontrar diversión en tal ironía, excepto que el pueblo pintoresco de Hogsmead nunca le había agradado. Con sus caminos de piedra quebrada, con casas de madera siempre húmeda y manchada, sus calles llenas de estudiantes que ignoraban la realidad fuera de su bola de cristal. Aunque eso no era su culpa, no por completo. Jack los observaba desde que llego a ser asignado en tal lugar por el famoso Auror Potter, su primera asignatura – nada mal para un recién graduado de la academia. En ocasiones, le llamaba la atención la vida dentro de tales magos y brujas, si evitar preguntarse cuantas de esas llamas se apagarían en cuanto comenzara el viento de la tormenta. Aun así, una parte de el añoraba por esos años; aunque el solo pensarlo hacia que se sintiera mucho más mayor de lo que en realidad era, algo que muchos de sus compañeros tomaron la libertad de hacerle saber.

Por supuesto, sus comentarios habían provocado el más sutil gesto en sus facciones, acompañado de algún ingenioso comentario que causaba risa y aplausos en los demás. No paso mucho antes de que la gente comenzara a apreciarlo por su profesionalismo y actitud centrada; en muy poco tiempo llego a sobresalir entre los demás magos y brujas que entrenaban para la profesión de auror, haciendo que se graduara con honores semestres antes que los demás. Un joven prodigio; la promesa de la nueva generación; la juventud tomando el lugar de lo tradicional. Siempre como acompañante, por supuesto, hasta ahora. Tal decisión de subir su rango y permitir que se desempeñara con casi total independencia y sin supervisión fue algo que varios opusieron – poniendo su edad como excusa. Una estupidez, en realidad. Mientras nadie decía nada a voces altas, Jack sabía que su madurez nunca hubiera sido cuestionada si no se supiera de quien era hijo. Claro, ¿cómo dejar al hijo de Yaxley a cargo de vigilar a los estudiantes de Hogwarts? Jack presentía que había algo más detrás de tal típica y ordinaria tarea; después de todo el que los aurores rondaran por Hogsmead siempre había sido una medida de seguridad rutinaria, especialmente desde la Segunda Guerra Mágica. Sin embargo, ¿porque tanto problema en dejarlo venir? Pero como siempre, logro su objetivo con palabras y acciones matizadas con nobleza y valor, algo que ni siquiera la persona más poderosa dentro del Departamento pudo ignorar. Sin mencionar que los honorables aurores asumieron inmediatamente que su cambio de apellido era una señal de hostilidad hacia su padre y sus creencias – algo que Jack estaba poco dispuesto a aclarar. Que la gente sea contenta en su ignorancia, por ahora eso era lo más conveniente.

Regresemos a la calle principal, – dijo de pronto Edmund Hastings, un hombre de actitud severa y aires de grandeza aun cuando tenía una carrera que no era precisamente reluciente, pero después de un par de días y más de una discusión, habían aprendido a convivir uno con el otro sin matarse…por ahora. Pero Jack represento todo lo que era esperado de un entusiasta novato, y creía haber conseguido su confianza al punto en el que no lo esté observando constantemente. Tú sigues hasta los límites de Hogwarts, y yo me iré a los lados – si algo ocurre, no llames mucho la atención. Avísame y yo me hare cargo, ¿entendido? – Jack asintió con la cabeza. Entendido. – comenzó a caminar en seguida en dirección hacia la calle que partía por la mitad al pueblo, volteando a tras casualmente con una falsa naturalidad perfeccionada. Hastings seguía repitiendo lo mismo por los últimos doce días, volviendo su esfuerzo por no rodear los ojos o maldecirlo un testamento a su paciencia.

Solo podía esperar que no estuviera perdiendo el tiempo, mas todos sus instintos le hacían pensar lo contrario. No era solo su nítida y casi siempre acertada intuición, ni su habilidad de observar hasta el más mínimo detalle; eran sus sueños, también, que le alarmaban que algo extraño estaba ocurriendo a los alrededores del castillo. No entendía exactamente el tiempo o lugar – las imágenes siempre eran fogosas y demasiado vagas para comprender – pero se habían vuelto cada vez más constantes, mientras los dolores de cabeza más potentes. Esa tarde, precisamente, había tenido una nueva visión – lo cual le causaba curiosidad, ya que usualmente solo veía tales imágenes en sus sueños. Corría por lo que, gracias al sonido de pisadas sobre hojas, podía asumir que era un bosque, un espacio abierto pero que a la vez se sentía limitado, como si tuviera una domo invisible a su alrededor. Todo fue muy rápido, un flashazo de tal imagen junto con el grito de una voz que no pudo reconocer; las garras de alguna bestia alzadas en la penetrante oscuridad, y despertó. Aun podía sentir las gotas de sudor corriendo por su espalda durante tal episodio, solo podía agradecer que Edmund estuviera fuera de vista o que se hubiera desmayado como tantas veces antes. No necesitaba tener que dar explicaciones a nadie, mucho menos cuando el mismo aun no podía encontrarlas.

Fue entonces que en su pequeño trance, despertó captar ondas de carmesí bailar en la fuerte brisa soplando por el lugar. La figura era de una estatura pequeña y grácil, bastante delicada a pesar de la capa que protegía su cuerpo y ocultaba su rostro. Tenía que ser estudiante, dudaba que vivieran familias con hijos menores de edad alrededor, y mucho menos que no asistieran a Hogwarts. Casualmente, voltio sobre su hombro – Edmund no había notado nada, seguía caminando tranquilamente al lado contrario. Prosiguió a paso tranquilo, imitando su tranquilidad al colocar las manos en los bolsos de su pantalón, con la mirada pasando por los demás visitantes antes de fijarse por cortos segundos en la joven frente a ella. Sin embargo, poco a poco se acercaba más. Sus pasos eran más largos, y su andar en si imperceptiblemente más rápido. No entendía completamente porque se acercaba, aunque una parte de si le recordó que como auror protegiendo el colegio, también era su deber ver que los estudiantes estuvieran a salvo – y a tal excusa se aferró mientras doblaba por un callejón, sabiendo perfectamente a donde lo llevaría. En un par de segundos, salió detrás de los últimos locales, encontrándose de frente a la joven bruja.

No deberías de estar aquí. – pregunto en voz tranquila pero profunda, notando rápidamente su apariencia. En realidad era delicada en todo el sentido de la palabra: de tez pálida y fina como la porcelana, cabello brillante que le recordaba a la granada, pequeña estatura como había notado, pero unos ojos que aun a distancia denotaban pureza e intranquilidad – su imagen en si era completamente etérea, prácticamente perteneciente a otra época. Las visitas no están programadas hasta el fin de semana, y las clases acaban de finalizar, según tengo entendido. – continuo, tomando calmados pasos hacia a ella, aun con las manos ocultas en los bolsillos con sutil cautela – no quería asustarla, todavía no. Más nunca alejo la mirada de ella. Y aunque esa no es la razón por la que no deberías de salir del castillo, especialmente este día, aun fuiste contra las reglas. – pausó por un momento su acechamiento, parándose en un lugar estratégico para no invadir su espacio personal, pero tampoco dejarle espacio para escapar, si es lo que planeaba. Sea lo que sea que esta muchachita estuviera haciendo, tenía que regresarla al castillo antes del toque de queda. Pero algo en ella – no estaba seguro que, aunque el porte lleno de inocencia de la joven bien podría ser una indicación – llamaba mucho su atención. ¿Cómo se llama, señorita, y cómo llego aquí? – de pronto, esa tenue chispa carismática que atraía y calmaba a la gente envolvió el gesto de su rostro y su habla. Como dije, no quería asustarla, pero quería saber cómo una chica de apariencia tan frágil como brote de una rosa había llegado hasta Hogsmead sin ser atrapada por las abundantes ‘medidas de seguridad’ protegiendo y vigilando los terrenos.

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Mensaje  ιzzy нale Miér Jun 19, 2013 1:51 am



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Mi corazón no dejaba de latir frenéticamente, y la razón de aquel apremiante ajetreo no era para menos, estaba asustada, demasiado diría yo… y lo peor es que, internamente temía que se hiciera realidad lo que no me atrevía a expresar en voz alta. ¿Qué dirían en el Ministerio de Magia cuando descubrieran que la hija menor de Fred Weasley, y por tanto, una de las sobrinas del famoso Harry Potter, fue vista en Hogsmeade violando las reglas? Mis pasos eran cada vez más presurosos, de manera que el sonido de mis botines al pisar los charcos de agua producía un ligero chapoteo, al caminar bajo la brisa y la ventisca. Si decidí correr el riesgo fue consciente de las consecuencias y de lo que podría suceder si me atrapaban… y lo único que me quedaba era tratar de encontrar la manera para poder abandonar el pueblo sin ser descubierta. Volví ligeramente el rostro, cuidando que la capa me cubriera con la mayor discreción, al doblar en un callejón, para así poder aspirar una honda bocanada de aire que pudiera llenar de oxígeno mis pulmones; suavemente eché la cabeza hacia atrás, dejando caer mi espalda sobre la pared de ladrillo, con la esperanza de poder tranquilizarme.

Por el rabillo del ojo, pude observar que los Aurores ya no estaban… lo que debo admitir que fue un alivio, pero una voz en el interior me advirtió que no debía de bajar la guardia. Si los Aurores andaban patrullando por las calles de Hogsmeade, debía de ser por alguna razón, lo que extrañamente me llevó a pensar en eso que tenían escondido en el sexto piso. No niego que como muchos de mis compañeros tenía cierta curiosidad por saber que era aquello tan importante que custodiaban en Hogwarts, pero no era si no hasta ahora que mi curiosidad dio rienda suelta al terreno de las conjeturas y me hizo pensar que sea lo que fuera, quizás era de vital importancia. Negué suavemente para disipar el hilo de ideas que se estaba formando en mi mente, no había tiempo para pensar en lo que aguardaba en el Colegio, cuando los Aurores rondan el pueblo con extrema seguridad. Otra de las razones que probablemente justificaba la aparición de los Aurores en el pueblo, era nada menos que por los estragos ocasionados en Rumania, y que habían salido publicados en la edición matutina del Profeta.

Pensar que todavía hay quienes que se dedican a hacer el mal a los muggles y a los que son nacidos de ellos, es una situación tristemente lamentable que te pone a pensar y a cuestionar los motivos de los que consideran que es justo tratar de esa forma a las nacidos muggles. ¿Por qué es que hacen eso? ¿Qué tienen en contra de las personas no mágicas y de sus hijos? ¿Es que acaso solo por ser quienes son, no tienen derecho a los mismos derechos que tienen los magos? Suspiré profundamente, para no divagar con las preguntas sin respuesta que se formaban en mis pensamientos. Tenía que salir de aquel callejón y del pueblo cuanto antes… pero primero, ¿donde es que se encuentra la tienda de antigüedades que mencionaron Rose y Albus? Discretamente observé primero hacia un lado de la calle y luego para el otro. Fruncí  los labios pensativamente, entrecerrando ligeramente los ojos, con la esperanza de poder recordar en que dirección se encontraba la tienda de antigüedades ‘Britannia Antiqua’.

Si mi memoria no me falla… la tienda debe estar sobre la calle que va hacia ‘Dervish y Banges’ recordé vagamente, no muy segura de estar en lo correcto, pero tenía que intentarlo, de otra forma, el venir hasta aquí resultaría en vano, y no podía irme del pueblo con las manos vacías, no sin cumplir lo que me he propuesto. Lentamente, con mucho sigilo, fui dándome la vuelta para encaminarme hacia el otro extremo del callejón para poder salir de allí a la brevedad, en este momento, suplicaba por un vaso de agua para calmar mi sed, pero ya no podía arriesgarme tanto… y el ir a las Tres Escobas por algo de beber significa dejarme en evidencia. Inhalé profundamente, tratando de relajarme, pero difícilmente era capaz de lograrlo pensando que en cualquier momento podrían reaparecer los Aurores. Con la mirada fija en el suelo, me encaminé decididamente hasta el final del callejón, pero antes de que siquiera pudiera salir de allí invicta y a salvo, una figura, mucho más alta que yo, me cerró el paso a mitad del camino, y toda posibilidad de bordearlo y adelantarlo para poder correr. Alcé la mirada, temerosa, asustada, encontrándome instintivamente con el rostro impregnado de seriedad del hombre que, por un momento, creí haber dejado atrás. A pesar de la tenue oscuridad que cernía al callejón, no pude evitar nuevamente notar que las facciones del hombre que yace frente a mí, eran… verdaderamente cautivadoras y hermosas, su mirada perlada era envuelta por un alo de misterio y madurez que también se reflejaba en su rostro. Realmente era un hombre bastante apuesto, su figura fuerte y musculosa, me era algo intimidante, además de su estatura.

La profundidad y la calma que transmitía su voz, solo acentuó el miedo que con cada segundo incrementaba estratosfericamente, la opresión en mi pecho, me impedía respirar bien, el aire trabajosamente era capaz de llegar hasta mis pulmones, lo cual era la causa de mi respiración entrecortada. Tenía tanto miedo que… fue una sorpresa que de la resequedad de mis labios y de mi boca fuese capaz de articular unas simples palabras en mi defensa. – Lo-lo sé, señor, estoy consciente de ello. – Contrario a como me sentía internamente, hice un gran esfuerzo por que mi voz sonara calmada y segura. No podía permitir que el miedo y la inseguridad me delataran, al menos… debía de hacer un último esfuerzo para tratar de salir de esta, aunque todo parezca inútil, no podía darme por vencida, no ahora que he llegado tan lejos. Mantuve fijamente la mirada en los ojos de aquel apuesto extraño, tratando de aparentar una falsa seguridad de la que carecía, pero que precisaba con desesperación en ese momento para poder salvarme. ¿Debía mentir para librarme de esta? ¿Y si las mentiras no son suficientes, y solo empeoran la situación? La cercanía de aquel joven extraño, me hizo retroceder cautelosamente un paso mientras escuchaba cuidadosamente sus palabras, las que considere como un llamado de atención por mi falta; una voz en mi interior me advertía sobre actuar con precaución, después de todo, estaba delante de un Auror, y cualquier movimiento en falso, podría ser perjudicial, echarme la soga al cuello. – Ginevra, señor. Me llamo Ginevra. – hasta a mi me sorprendió la facilidad con la que le dije mi nombre cuando me lo preguntó, pero lo cierto es que, en ese detalle no tenía por que mentir precisamente. – Yo… vivo aquí, señor, en Hogsmeade. – mentí con ligero nerviosismo, mientras cavilaba las posibilidades de escapar, pero desgraciadamente, el extraño joven me tenia acorralada contra la pared del callejón, sin ninguna salida, a excepción de una que yacía en el bolsillo de mi túnica. – Verá, recientemente me mudé al pueblo, señor, trabajo como ayudante en la pastelería, por que… yo… bueno… soy una squib. En realidad, yo no… asisto a Hogwarts por esa razón. – Era horrible tener que mentir, horrible, pero ¿que otra opción tenia? Nada me quita de la cabeza que terminaré pagando un precio por esto, y eso solamente sera con mi expulsión del Colegio y siendo castigada hasta el final de mis días por mi madre y temo que también por mi padre. – Le juro, señor, que lo que menos quiero es causar problemas, no es mi intención. Si me deja ir… le prometo que no volverá a ver mi cara, se lo puedo asegurar. Solo… le pido que me deje ir. – pedí débilmente, cayendo en la cuenta de que mi pecho subía y bajaba violentamente a causa de mi agitada y entrecortada respiración, pero a su vez agachando la mirada para evitar hacer contacto con su perlada mirada, con la esperanza de que me dejara ir sin levantar sospechas de que todo lo que le dije anteriormente no es mas que una mentira. Solo esperaba que no me reconociera, por que si no… estaría perdida y todo lo que le dije se vendría abajo, como una cortina de humo.
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