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Mensaje  ιzzy нale Miér Jul 09, 2014 1:33 am

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Cleo Reinfield

24 años □ Actriz
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En:Saks Con: Rescatable por WIll Daugherty

Si había un lugar en el mundo para mi, ese era precisamente Saks. Si, Saks, con sus montañas de ropa de diseñador, maquillajes exclusivos y unos zapatos que te quitaban la respiración. Era un poco bastante materialista y me gustaba la buena vida, pero para eso había trabajado tan duro! Justamente para poder darme todos los lujos del mundo. Y ahora no solo eso, ahora tenía alguien a quien comprarle:Al pequeño Kinney. Si bien al principio había estado medio recelosa con la situación y el nombre no me gustaba del todo, había aprendido a ganarse un lugar en mi corazón a base de monerías y situaciones adorables. Quien hubiera imaginado que yo terminaría comprando ropa para niños en la quinta avenida, indecisa entre un montgomery miniatura gris y uno azul. Si hasta tenía pequeños pasadores de madera. Si, por más que el clima estuviera de locos y hoy la calle pareciera el mismísimo infierno, estaba segura de que mi hijo necesitaría abrigo cuando volviera el frío y me iba a encargar de que fuera el niño más IT del jardín.
De repente una madre con su hija se acercó a saludarme. Me saqué unas fotos con ellas y tras firmar unos autógrafos las despedí. La historia se repitió 3 minutos después con un par de adolescentes. Levanté la vista y observé como las vendedoras casi que se mordían las uñas de perfecta manicuría con tal de no decirme nada. Este era el lado agridulce de la fama. Por un lado adoraba la atención que la gente me daba la gente al reconocerme y por otro me fastidiaba un poco no poder ni siquiera ir a comprar los víveres sin tener una fila de gente esperando algo de ti.
Les sonreí a ambas y acepté tomarme una selfie cuando me entregaron la bolsa con el regalo para mi hijo y una vez hecha la compra salí del local para encontrarme con una parva de gente esperando. No los culpaba, hacía un mes que mi cara estaba plantada en cada avenida promocionando la última película que había protagonizado antes de... bueno antes de que mi manager me encontrara aspirando la vida en LA y me mandara en el primer avión para NY con la idea de desintoxicarme.
Planté mi mejor sonrisa y posé como era requerido para los flashes, las revistas, TMZ y demás paparazzis. Las personas se acercaron a saludar y a pedir autógrafos y yo se los concedí grácilmente, era increíble como de ser la tragalibros oficial que no asomaba nunca la nariz había pasado a ser casi una experta en agradar a las personas, en satisfacer sus deseos. Y me dediqué a ser encantadora con los fans, después de todo eran ellos los que compraban cada ticket para mis películas y me mantenían en el negocio.
Podría haber caratulado el momento de perfecto de no ser por que uno de los periodistas se acercó a mi y a puro grito empezó a pregunta- Señorita Reinfield, ¿Son ciertos los rumores de que ha decidido alejarse del medio por un problema con las drogas?- Okey, una cabeza iba a rodar hoy mismo y no iba a ser la mía ¿Con quién demonios había hablado Drew? Lo iba a agarrar de las pelotas al muy idiota... muy difícil se le iba a hacer volver a tener hijos, mejor que se contentara con los dos actuales-Oh.. ¿Pero quién te ha dicho eso?-le pregunté con una sonrisa y largué una risita-Entonces ¿su estancia indefinida en el hotel St. Regis no tiene nada que ver con eso?- Y ahora hasta sabía el hotel donde me hospedaba...vaya fraude esto de la confidencialidad-Tan solo estoy tomandome un descanso. Puede ser bastante agotador ¿Sabes?-le dije aún manteniendo  la sonrisa afable, aunque por dentro me lo quería comer-Y si me disculpas, me encantaría seguir con mis compras-dije alzando la bolsa que tenía en la mano- ¿Y eso para quién es? Es ropa de niño-me preguntó el audaz reportero y con él se sumaron otros dos que había estado prestando atención a la situación ya que al parecer no estaban tan informados como el primero.
Miré algo preocupada a los costados. Estaba rodeada ¿Y ahora que hacía? No podía dejar de contestar por que lo tomarían como una afirmación y para el mediodía estaría en todos los noticieros de chimentos del país y si llegaba a soltarles tan solo una palabra fuera de lugar... bueno podía significar mi fin como actriz... Lo mismo ¿Y ahora qué hacía?
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Mensaje  ιzzy нale Miér Jul 09, 2014 11:22 pm

Liam Daugherty
William Arthur Daugherty Carpenter
30 años Licenciado en Derecho Penal y Criminología Departamento de Policía de NY
✖ con: Cleo Renfield en: Saks

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‘Maldición, ¿y ahora qué?’ pensé dejando escapar un gruñido de frustración, producto del incesante sonido del teléfono móvil que no ha parado de sonar en todo el día, y que a este paso lo único que me dejara será una fuerte migraña si no pienso en algo ‘creíble’ para desprenderme de los compromisos y vivir otro día. Esto era lo que me esperaba al asumir el lugar que alguna vez ocupó mi padre como presidente de las empresas Helström, un cúmulo de responsabilidades, y una larga lista de expectativas por cumplir. Francamente, no estaba de humor para frívolas veladas, asi que sin más… opté por arrojar el móvil desde la ventanilla del automóvil en movimiento, observando por el retrovisor los pedazos del aparato. Por unas cuantas horas, Alaric Helström desaparecería del mapa, solo es cuestión de decisión e iniciativa. Sea cual sea la urgencia o la invitación, esta tendrá que esperar hasta mañana, lo único que podría hacerme cambiar de opinión en un momento como este sería mi madre, pero por fortuna, ella estaba bien… dentro de lo que cabe. Físicamente gozaba de una muy buena salud, pero emocionalmente… las cosas eran muy diferentes. No soportaba ver a mi madre en ese estado, viviendo una realidad alterna producto del dolor, me partía el alma verla de esa forma. Acostumbraba visitarla dos, hasta tres veces por semana con la esperanza de una encontrarme con una mejoría en su salud emocional, pero nada… cada vez que la miraba a los ojos, pensaba ver un indicio, una esperanza de que tal vez, en futuro cercano, vuelva a ser la mujer que fue antes del fallecimiento de mi padre. Ella era feliz viviendo su realidad, una realidad en la que por lo menos se ahorraba el sufrimiento y la pena de recordar una verdad dolorosa. Suspiré profundamente, pasándome una mano por el rostro. Estaba cansado, demasiado cansado, pensar en la situación por la que estábamos atravesando mi madre y yo es bastante difícil, el vacío que dejó mi padre en nuestras vidas no ha sido fácil de superar. Hacia 20 minutos que había llegado al edificio, y aparcado el auto en la acera de enfrente, pero entre una cosa y otra, perdí la noción del tiempo pensando y revisando unos papeles pendiente para distraerme y no caer en el error de recordar ciertos aspectos que he querido olvidar. Fue entonces que la imagen de una Jane furiosa y molesta vino a mi mente. ‘¡Mierda! Jane va a matarme’ pensé entrando de prisa al edificio y saludando de paso al portero. Hoy precisamente me tocaba hacer la cena... y justamente se me fue a olvidar. ¿Cómo pude olvidarlo? Una mueca de horror se formó en mi rostro al imaginarme el rostro de Jane. Con suerte, solo me leerá la letanía, y quizás, después me perdone, pero lo dudo. De lo sumido que iba en mis pensamientos, casi ni preste atención a la música que provenía del sótano del edificio. Por un lado, deseaba quedarme atrapado dentro del elevador, de esa forma, me salvaría de la furia de la ‘reina de las nieves’, pero por otro lado, la parte que con frecuencia suelo ignorar, decía que me apresurara, seguramente Jane ha estado tratando de localizarme y para mi brillante genialidad me deshice del móvil. ¿Qué puede ser peor? Dudosamente introduje la llave en la cerradura y posé la mano en la perilla antes de girarla unos cuantos grados, asomándome con discreción solo para cerciorarme de no ser recibido a golpes con cuanta cosa Jane tuviera a la mano, pero para mi preocupación… solo alcance a escuchar el sonido de los platos chocando unos con otros, lo que significa que Jane se estaba desquitando con la pobre vajilla. Con sigilo, cerré la puerta a mis espaldas, para después dejar el portafolio encima del sofá, y con la misma discreción encaminarme a la cocina – no sin antes percatarme del sobre abierto que estaba en la mesa del comedor –, ya que realmente empezaba a preocuparme por nuestra vajilla. Jane estaba tan enfurruñada en sus cosas que ni cuenta se dio de que la observaba tranquilamente desde el umbral; por una extraña razón que desconozco, me gustaba verla con ese jodido carácter que se carga, me recuerda tanto a esa pequeña niña rubia de hermosos ojos que solía desquiciar con mis comentarios y mis bromas. Mis labios se curvaron discretamente en una sonrisa traviesa – la típica de cualquier niño a punto de llevar a cabo una inocente broma – en el momento en que mis manos la tomaron desprevenidamente de la cintura y moldearon su curvatura por encima de su blusa. – ¡Ya llegué, preciosa! ¿Me extrañaste? Por que yo si… – bromeé como de costumbre a su oído, depositando un cariñoso beso en su mejilla, con la intención de saludarla y a la vez ablandarla un poco para lo que seguramente me esperaba por faltar a mis obligaciones. Con sumo cuidado, hice que dejara los platos en el lava-vajillas y se olvidara de ellos, para de esa forma pedirle en silencio que se girara suavemente. – Sé que estas molesta, y no te culpo, pero prometo compensártelo… – busqué su mirada para pedirle perdón por faltar a lo que acordamos desde que acepté que viviéramos juntos. Sin embargo, al buscar su hermosa mirada, pude darme cuenta de que no estaba tan… ¿molesta? como yo pensé, sus ojos estaban hinchados, al parecer había estado llorando, y si hay algo que no soporto es verla bañada en un pequeño río de lágrimas. ¿Será que con Mina tuvo un altercado…? ¿O… acaso será que esta así por el imbécil de su ex marido? Delineé con mi pulgar su barbilla con preocupación al no saber con certeza el motivo de sus lágrimas. – Jane…  preciosa… ¿Qué tienes? ¿Paso algo malo en mi ausencia? ¿Quieres que hablemos sobre lo que pasa? – Su silencio me estaba inquietando, ahora mismo extrañaba sus llamados de atención, sus ataques de histeria. – Dime algo, Jane, si quieres grita, di que soy un maldito irresponsable… pero por favor, no te quedes callada… – le pedí, sin apartar la mirada de sus ojos.
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