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Mensaje  ιzzy нale Lun Ago 25, 2014 2:18 am


. Georg de Liechtenstein .
Su alteza real, el príncipe: Georg Antonius Constantin Heinrich de Liechtenstein y Baviera. Conde de Rietberg.
20 años - Quinto año Humanidades y Ciencias Sociales Fútbol (Capitán) y Esgrima The Charming Boys
✖ con: Yukki Khaudari en: Cubierta

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‘Maldición, ¿y ahora qué?’ pensé dejando escapar un gruñido de frustración, producto del incesante sonido del teléfono móvil que no ha parado de sonar en todo el día, y que a este paso lo único que me dejara será una fuerte migraña si no pienso en algo ‘creíble’ para desprenderme de los compromisos y vivir otro día. Esto era lo que me esperaba al asumir el lugar que alguna vez ocupó mi padre como presidente de las empresas Helström, un cúmulo de responsabilidades, y una larga lista de expectativas por cumplir. Francamente, no estaba de humor para frívolas veladas, asi que sin más… opté por arrojar el móvil desde la ventanilla del automóvil en movimiento, observando por el retrovisor los pedazos del aparato. Por unas cuantas horas, Alaric Helström desaparecería del mapa, solo es cuestión de decisión e iniciativa. Sea cual sea la urgencia o la invitación, esta tendrá que esperar hasta mañana, lo único que podría hacerme cambiar de opinión en un momento como este sería mi madre, pero por fortuna, ella estaba bien… dentro de lo que cabe. Físicamente gozaba de una muy buena salud, pero emocionalmente… las cosas eran muy diferentes. No soportaba ver a mi madre en ese estado, viviendo una realidad alterna producto del dolor, me partía el alma verla de esa forma. Acostumbraba visitarla dos, hasta tres veces por semana con la esperanza de una encontrarme con una mejoría en su salud emocional, pero nada… cada vez que la miraba a los ojos, pensaba ver un indicio, una esperanza de que tal vez, en futuro cercano, vuelva a ser la mujer que fue antes del fallecimiento de mi padre. Ella era feliz viviendo su realidad, una realidad en la que por lo menos se ahorraba el sufrimiento y la pena de recordar una verdad dolorosa. Suspiré profundamente, pasándome una mano por el rostro. Estaba cansado, demasiado cansado, pensar en la situación por la que estábamos atravesando mi madre y yo es bastante difícil, el vacío que dejó mi padre en nuestras vidas no ha sido fácil de superar. Hacia 20 minutos que había llegado al edificio, y aparcado el auto en la acera de enfrente, pero entre una cosa y otra, perdí la noción del tiempo pensando y revisando unos papeles pendiente para distraerme y no caer en el error de recordar ciertos aspectos que he querido olvidar. Fue entonces que la imagen de una Jane furiosa y molesta vino a mi mente. ‘¡Mierda! Jane va a matarme’ pensé entrando de prisa al edificio y saludando de paso al portero. Hoy precisamente me tocaba hacer la cena... y justamente se me fue a olvidar. ¿Cómo pude olvidarlo? Una mueca de horror se formó en mi rostro al imaginarme el rostro de Jane. Con suerte, solo me leerá la letanía, y quizás, después me perdone, pero lo dudo. De lo sumido que iba en mis pensamientos, casi ni preste atención a la música que provenía del sótano del edificio. Por un lado, deseaba quedarme atrapado dentro del elevador, de esa forma, me salvaría de la furia de la ‘reina de las nieves’, pero por otro lado, la parte que con frecuencia suelo ignorar, decía que me apresurara, seguramente Jane ha estado tratando de localizarme y para mi brillante genialidad me deshice del móvil. ¿Qué puede ser peor? Dudosamente introduje la llave en la cerradura y posé la mano en la perilla antes de girarla unos cuantos grados, asomándome con discreción solo para cerciorarme de no ser recibido a golpes con cuanta cosa Jane tuviera a la mano, pero para mi preocupación… solo alcance a escuchar el sonido de los platos chocando unos con otros, lo que significa que Jane se estaba desquitando con la pobre vajilla. Con sigilo, cerré la puerta a mis espaldas, para después dejar el portafolio encima del sofá, y con la misma discreción encaminarme a la cocina – no sin antes percatarme del sobre abierto que estaba en la mesa del comedor –, ya que realmente empezaba a preocuparme por nuestra vajilla. Jane estaba tan enfurruñada en sus cosas que ni cuenta se dio de que la observaba tranquilamente desde el umbral; por una extraña razón que desconozco, me gustaba verla con ese jodido carácter que se carga, me recuerda tanto a esa pequeña niña rubia de hermosos ojos que solía desquiciar con mis comentarios y mis bromas. Mis labios se curvaron discretamente en una sonrisa traviesa – la típica de cualquier niño a punto de llevar a cabo una inocente broma – en el momento en que mis manos la tomaron desprevenidamente de la cintura y moldearon su curvatura por encima de su blusa. – ¡Ya llegué, preciosa! ¿Me extrañaste? Por que yo si… – bromeé como de costumbre a su oído, depositando un cariñoso beso en su mejilla, con la intención de saludarla y a la vez ablandarla un poco para lo que seguramente me esperaba por faltar a mis obligaciones. Con sumo cuidado, hice que dejara los platos en el lava-vajillas y se olvidara de ellos, para de esa forma pedirle en silencio que se girara suavemente. – Sé que estas molesta, y no te culpo, pero prometo compensártelo… – busqué su mirada para pedirle perdón por faltar a lo que acordamos desde que acepté que viviéramos juntos. Sin embargo, al buscar su hermosa mirada, pude darme cuenta de que no estaba tan… ¿molesta? como yo pensé, sus ojos estaban hinchados, al parecer había estado llorando, y si hay algo que no soporto es verla bañada en un pequeño río de lágrimas. ¿Será que con Mina tuvo un altercado…? ¿O… acaso será que esta así por el imbécil de su ex marido? Delineé con mi pulgar su barbilla con preocupación al no saber con certeza el motivo de sus lágrimas. – Jane…  preciosa… ¿Qué tienes? ¿Paso algo malo en mi ausencia? ¿Quieres que hablemos sobre lo que pasa? – Su silencio me estaba inquietando, ahora mismo extrañaba sus llamados de atención, sus ataques de histeria. – Dime algo, Jane, si quieres grita, di que soy un maldito irresponsable… pero por favor, no te quedes callada… – le pedí, sin apartar la mirada de sus ojos.
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