mischief posteos,,*

¿En qué momento fue que me dejé convencer para venir a una discoteca? me pregunté irónicamente, mientras entrelazaba los dedos en el cabello haciendo un esfuerzo por acomodarlo un poco. Sabía que debía quedarme en un lugar donde Caden pudiera vigilarme toda la noche, pero si hay algo que detesto es quedarme quieta en un solo lugar sin hacer nada y todo por tener que complacer al idiota que tengo por hermano mayor. Bien, este tipo de lugares, ciertamente, no eran lo mío, entonces… ¿qué diablos estás haciendo aquí, Stephanie Hudson? Veamos… en primer lugar quería demostrarle al inútil de mi hermano que no soy una aguafiestas, ni una desabrida como “cariñosamente” me llamó esta mañana el muy idiota. Quizás no sea la persona más divertida del mundo, pero si se trata de competir le demostraría a Caden que sé divertirme, a mí manera, pero… ¡venga! que por algo se empieza. Es tu oportunidad, demuéstrale que tienes agallas para hacer las cosas si te lo propones. Miré mi reflejo por última vez, antes de salir del baño con la cabeza en alto y con el corazón latiéndome fuertemente a causa de los nervios. Si, tengo que reconocer que mis nervios se debían a la inseguridad que sentía al no encajar en este tipo de ambiente, pero en parte, es probable que Caden tenga razón. No necesariamente tienes que pasar la noche alcoholizándote hasta que el cuerpo aguante. Tan solo… disfruta de la buena música y de la compañía de tus amigos. Hice un pequeño gesto a modo de agradecimiento cuando el barman me finalmente trajo mi bebida: una deliciosa piña colada sin alcohol. Uno de los privilegios de tener a un vividor, en el buen sentido de la palabra, por hermano, es que me había enseñado a diferenciar y a catalogar toda clase de bebidas, sin siquiera probarlas. Agité la mano sonriendo amigablemente a unas compañeras de curso con las que, no tenía una estrecha amistad, pero si una muy buena relación. Me vi tentada a ir con ellas cuando me hicieron señas con la mano para que las acompañara a su mesa. Disfruta… me dije a mí misma, con una sonrisa en un intento por relajarme. A penas me estaba levantando del banquillo para alejarme de la barra, cuando una cabellera rubia se situó a mi lado. Di un sorbo a mi bebida antes de dejarla a un lado en la barra y mirarle con cara de pocos amigos. – Pero mira nada más a quien tenemos aquí… – dije en un tono que no auguraba nada bueno. – ¿Se puede saber donde demonios estabas? – exigí saber, con los brazos cruzados, para luego retractarme por que realmente no quería escucharlo hacerme gala de alguna chica plástica con la que estuviera bailando. – ¿Sabes qué...? mejor ahórrate las explicaciones – Lo corté y lo inspeccioné de arriba hacia abajo, para después acercarme y olfatearlo. Así como me acerqué, me alejé de él como si fuera a contraer la peste bubónica. – ¡Wuácala! ¡Estás hecho repleto un ASCO, Filiberto! –Torcí la boca con asco, mientras me tapaba la nariz y lo empujaba con la mano para que ni se me acercara por que estaba todo empapado en sudor.

He de reconocer que cuando Douglas y yo tomamos la decisión de divorciarnos, ni en mis sueños más… surrealistas imaginé lo complicado que sería aceptar que nuestro matrimonio había terminado y no de la mejor manera. En los últimos meses… había hecho todo lo posible por que este… caos emocional por el que estaba atravesando no me afectara en mi área laboral… mi trabajo era la única alternativa de escape que tenía para no adentrarme en la monótona tarea de pensar en los errores que pudieron haber sido enmendados, si no hubiera sido por mi principal defecto: el orgullo. Si, mi orgullo en más de una ocasión me ha traído graves problemas… ¿por qué…? por que ciertamente, ni Douglas y yo éramos capaces de perdonar los errores ajenos… conscientes de nuestra manera de pensar… sé que ni él ni yo tendríamos el… valor de admitir que nos equivocamos. Desde esa perspectiva sería como doblegar nuestro propio orgullo y ninguno de los dos estaba dispuesto admitir sus tribulaciones delante del otro. Lo que quiero decir es… ¿Cómo se retoma el hilo de toda una vida? ¿Cómo seguir adelante cuando en tu corazón empiezas a entender que no hay regreso posible, que hay cosas que el tiempo no puede enmendar, aquellas que hieren muy dentro, que dejan cicatriz…? “El tiempo todo lo cura”, pero en este caso hay heridas que son incapaces que curarse por sí solas… heridas que en vez de cerrarse echan raíces y se adhieren a ti. No puedo negar que aún me duele pensar en Douglas… después de todo… a su lado viví momentos que llenaron de alegría mi vida, pero ahora… esos momentos parecían tan lejanos… como si ahora pertenecieran a una realidad ficticia de la ya no era parte. Lo único real y maravilloso ha sido mi hija… la razón de mi existencia. Sophie… mi dulce, pequeña y adorada Sophie…. realmente no tenía palabras para expresar todo lo que mi hija significaba para mí… Sophie era lo más valioso que tenía en la vida… la amaba como a ninguna persona en el mundo… mi hija… es y siempre será mi mayor alegría… aquel rayito de luz que ilumina cada uno de mis días con una sola mirada… con una sola sonrisa… con el solo hecho de existir. Al ver mi rostro reflejado en el cristal del porta retratos que sostenía entre mis manos… pude percatarme de que mis ojos habían adquirido un brillo inusual que solo era provocado cuando pensaba en Sophie. Besé con inmenso cariño la fotografía de mi hija para después dejarla sobre mi escritorio.
Tras archivar los expedientes de dos pacientes que habían sido dados de alta desde temprano por daños provocados por hechizos... abandoné San Mungo. Luego de asegurarme de que ningún muggle estuviera transitando por aquella calle… cerré los ojos para aparecerme en un callejón adyacente al Caldero Chorreante. La lechuza que recibí a primera hora de la mañana indicaba que debía encontrarme con un mago que recién llegaba del extranjero y al cual debía acompañar al Ministerio. No comprendía el motivo ni la razón por la que había sido elegida para acompañar a esta persona… pero como mi padre era Jefe del Departamento de Seguridad Mágica… no me quedó más remedio que aceptar por obligación. En vista de que Douglas y yo trabajamos… mi madre era quien se encargada de cuidar de Sophie por las mañanas. Mis padres estaban más ilusionados que nunca con su nieta, además… Sophie adoraba pasar tiempo con sus abuelos, por lo que podía irme tranquila. Contuve momentáneamente la respiración al tiempo que abría la puerta del pub… y me dedicaba a recorrer con minuciosa curiosidad cada uno de los rostros que se encontraban en la taberna en un intento por hallar a la persona, pero nada. Sin embargo, justo cuando estaba a punto de preguntarle a Hannah sobre aquel mago proveniente del extranjero… por alguna extraña razón que, no supe describir… me vi acobijada por la sensación de ser observada... el peso de aquella hizo que involuntariamente volviera mi rostro para encontrarme con el azul de una mirada que a pesar de los años no dudé en reconocer. No sé en que momento mis pies cobraron vida propia… debido a que de un momento a otro lentamente me fui acercando a modo de reconocimiento. Era él… No… no… puede ser posible… – Jake… – musité su nombre de forma casi inaudible, apenas un ligero movimiento de labios que dejaba entrever el estado de aturdimiento en el que me encontraba. En aquel momento… mi mente se vio abrumada ante viejos recuerdos… algunos de ellos eran felices, mientras que otros eran tristes… pero este no era el momento ni el lugar para dejarme abrazar por la nostalgia. En cinco años no había tenido una sola noticia de suya… y verlo plantado como si el tiempo no hubiera pasado… me provocaba un ligero desasosiego… – Es cierto… ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos… – hablé quedamente, pero sin el más mínimo sentimiento… no entendía por qué, pero verlo después de tanto tiempo… remotamente me llenaba de una alegría que hacía mucho tiempo no sentía, pero que en estos momentos me era imposible demostrar. Era incapaz de olvidar el hecho de que se hubiera marchado a sin decir adiós a menos de 24 hrs de un momento especial en mí vida… sin dar un motivo, una explicación, un por qué… – Así que… eres tú… aquel mago que supuestamente llegó del extranjero…. – Lo que son las ironías de la vida… me dije mentalmente con la vaga intención de ver el lado positivo a la situación. – Supongo que si… pero si… no estás conforme con la idea de que sea yo quien te acompañe… podrías pedir un cambio de compañero… – le hice saber con claridad… si no estaba de acuerdo con la idea, lo mejor sería que me lo dijera de una buena vez para evitar malentendidos entre nosotros. Después de todo… ¿qué podría importarle? El que se haya marchado así sin más… me dejaba en claro lo poco que significaba para Jacob Herondale como amiga…

¿En qué momento fue que me dejé convencer para venir a una discoteca? me pregunté irónicamente, mientras entrelazaba los dedos en el cabello haciendo un esfuerzo por acomodarlo un poco. Sabía que debía quedarme en un lugar donde Caden pudiera vigilarme toda la noche, pero si hay algo que detesto es quedarme quieta en un solo lugar sin hacer nada y todo por tener que complacer al idiota que tengo por hermano mayor. Bien, este tipo de lugares, ciertamente, no eran lo mío, entonces… ¿qué diablos estás haciendo aquí, Stephanie Hudson? Veamos… en primer lugar quería demostrarle al inútil de mi hermano que no soy una aguafiestas, ni una desabrida como “cariñosamente” me llamó esta mañana el muy idiota. Quizás no sea la persona más divertida del mundo, pero si se trata de competir le demostraría a Caden que sé divertirme, a mí manera, pero… ¡venga! que por algo se empieza. Es tu oportunidad, demuéstrale que tienes agallas para hacer las cosas si te lo propones. Miré mi reflejo por última vez, antes de salir del baño con la cabeza en alto y con el corazón latiéndome fuertemente a causa de los nervios. Si, tengo que reconocer que mis nervios se debían a la inseguridad que sentía al no encajar en este tipo de ambiente, pero en parte, es probable que Caden tenga razón. No necesariamente tienes que pasar la noche alcoholizándote hasta que el cuerpo aguante. Tan solo… disfruta de la buena música y de la compañía de tus amigos. Hice un pequeño gesto a modo de agradecimiento cuando el barman me finalmente trajo mi bebida: una deliciosa piña colada sin alcohol. Uno de los privilegios de tener a un vividor, en el buen sentido de la palabra, por hermano, es que me había enseñado a diferenciar y a catalogar toda clase de bebidas, sin siquiera probarlas. Agité la mano sonriendo amigablemente a unas compañeras de curso con las que, no tenía una estrecha amistad, pero si una muy buena relación. Me vi tentada a ir con ellas cuando me hicieron señas con la mano para que las acompañara a su mesa. Disfruta… me dije a mí misma, con una sonrisa en un intento por relajarme. A penas me estaba levantando del banquillo para alejarme de la barra, cuando una cabellera rubia se situó a mi lado. Di un sorbo a mi bebida antes de dejarla a un lado en la barra y mirarle con cara de pocos amigos. – Pero mira nada más a quien tenemos aquí… – dije en un tono que no auguraba nada bueno. – ¿Se puede saber donde demonios estabas? – exigí saber, con los brazos cruzados, para luego retractarme por que realmente no quería escucharlo hacerme gala de alguna chica plástica con la que estuviera bailando. – ¿Sabes qué...? mejor ahórrate las explicaciones – Lo corté y lo inspeccioné de arriba hacia abajo, para después acercarme y olfatearlo. Así como me acerqué, me alejé de él como si fuera a contraer la peste bubónica. – ¡Wuácala! ¡Estás hecho repleto un ASCO, Filiberto! –Torcí la boca con asco, mientras me tapaba la nariz y lo empujaba con la mano para que ni se me acercara por que estaba todo empapado en sudor.

“No tiene sentido seguirle dando vueltas al asunto. Lo hecho, hecho está… y no hay nada que puedas hacer para evitarlo…” señaló una voz dentro de mis pensamientos. La contundencia de esas palabras me hizo recordar que estaba atado de manos y que… naturalmente no podía hacer nada para evitar esa unión que, según tengo entendido, se llevará acabo antes de que termine el año. La sola idea de que una persona se despose a los diecisiete años sonaba tan absurda que… me era difícil concebir lo poco que significaba la felicidad de Isaura para su propia familia. Bastaba con ver su mirada y la forma en que me abrazó aquella noche para darme cuenta de lo mal que lo estaba pasando. Isaura era como una hermana para mí y verla sufrir en silencio ante esa unión indeseada me superaba en todos los aspectos. Por esa razón, no estaba dispuesto a permitir que Dorian Holzmann se burlara de ella en su propia cara… por lo que el mensaje de aquella noche no pudo haber sido más claro. Si aquel canalla se atrevía a faltarle el respeto a Isaura siendo su esposa… me encargaría de hacer de su vida un infierno por el resto de sus días. Después de todo… era evidente que Holzmann no sentía ninguna clase de cariño hacia Isaura… un aspecto que me quedó lo suficientemente claro. Incluso, cuando Isaura anunció delante de su familia y de todos los invitados que sería el padrino de bodas… dicho anuncio me tomó desprevenido… ninguno de los presentes esperaba tal cosa… pero el lazo de amistad que me unía a Isaura desde hace seis años me hizo aceptar indudablemente. El compromiso de Isaura había salido anunciado en el Profeta hace unos días. Y según veo… todo parece indicar que su familia está dispuesta a que la comunidad sea testigo de la magnitud del compromiso.
Con una sacudida de mi varita… observé como los últimos libros se acomodaban uno tras otro en el baúl en estricto orden. A pesar de que solo eran dos semanas de campamento... la mayoría de los libros que llevaba conmigo eran de autores del mundo mágico, entre los que cabe mencionar a: Bathilda Bagshott, Libatius Borage, Arsenius Jigger, Argo Pyrites, Wilbert Slinkhard. Mientras que algunos otros eran de autores muggles, entre los que destacaban: Fitzgerald, Hemingway, Koestler, Zelazny, entre otros. Ciertamente, nunca he hecho distinción entre la literatura y el arte proveniente de ambos mundos… he de reconocer que en el mundo muggle figuran grandes novelistas, así como en el mundo mágico… y distar la visión de cada de todos aquellos que se dedican a plasmar sus ideas, sus pensamientos en una hoja de papel, no sería correcto. Desde mi punto de vista, el pensamiento y la filosofía de cada persona debe ser respetado. Una vez asegurado que todo estuviera en correcto orden... con una segunda sacudida de mi varita, el baúl mediano quedó reducido al tamaño exacto de una cartera muggle. Satisfecho con el tamaño que había adquirido… lo guardé en el bolsillo interno de mi pantalón y tras dedicarle una última mirada a mi habitación… cerré la puerta. Posteriormente, me hallé en el corredor en donde mis padres nos aguardaban a mi hermana y a mí con nuestros respectivos baúles. En cuanto Eileen hizo acto de presencia… me volví hacia mi madre y la abracé fuertemente… quizás no con la misma efusividad con la que ella nos abrazaba siempre, pero mi madre era una de las pocas personas que me conocía y sabía perfectamente que la efusividad no era precisamente lo mío. Con una mirada llena de nostalgia y una cálida sonrisa iluminando el rostro de mi madre… la besé en la mejilla antes de atravesar el umbral de la puerta para así reunirme con mi padre en el exterior mientras Eileen y mi madre se despedían. La expresión de mi padre se mostraba insondable… imperturbable… como siempre… pero con un halo de tranquilidad. Al situarme a su lado... intercambiamos una breve y silenciosa mirada en la que sin necesidad de emplear las palabras… mi padre me pedía que me cuidara y que cuidara de Eileen. Con una imperceptible cabeceada y sin romper el contacto visual... quedó claro que siempre estaría al pendiente de Eileen. No había necesidad de asegurárselo. Eileen siempre sería mi mayor responsabilidad y para mi padre con tener mi palabra era más que suficiente. En señal de afecto, mi padre me dio un ligero apretón de hombro. Según mi madre… guardaba un gran parecido no solo físico si no también psicológico con mi padre. Ninguno de los dos dejaba entrever sus sentimientos bajo ninguna circunstancia. El silencio que reinaba a nuestro alrededor se desquebrajó con las risas llenas de júbilo por parte de mi madre y de Eileen que, acudió al encuentro con mi padre para despedirse de él. El traslador se hallaba justo frente a nosotros. Por tanto una vez que Eileen su situó a mi lado... todo a nuestro alrededor empezó a dar vueltas.
En cuestión de segundos, el olor a salitre… el sonido de las olas a lo lejos… dejó en evidencia que nos encontrábamos a kilómetros de distancia de Durham. Sin perder el tiempo, acompañé a Eileen hasta la carpa que le habían asignado… conociéndola… probablemente estará deseando encontrarse con sus amistades. Después de ayudarla a poner algunas de sus posesiones personales en orden… me despedí de mi hermana y abandoné en silencio la carpa… para encaminarme a la que me habían asignado junto a Burton, Greyback, Blundt y Dolohov. En cuanto me instalé… inicié la tarea de buscar a Dorea, pero no había señal de ella por ningún lado. Desde el primer momento en que pisé este lugar… me dediqué a descubrir y recorrer cada rincón de la isla, así como en su tiempo había echo en Hogwarts. Fue así como descubrí aquel sitio al que ahora me dirigía. No por sed de aventura, debo decir… más bien por curiosidad. La intuición… en muchos casos… te lleva a hacer descubrimientos… y en este caso no fue la excepción. Mientras caminaba, las olas empezaron a levantarse y a estrellarse contra las rocas, el viento soplaba como si se tratara de un roce. Siguiendo el sendero… el viento fue ejerciendo más presión, de manera que al llegar aquel pequeño risco… el viento se transformó en un silbido… acoplándose a la belleza paradisiaca del lugar. Cautivado con la sincronía y la armonía del lugar… no me impidió reparar en el crujido de unas pisadas aproximándose. Lo curioso es que a medida que la persona se acercaba… un sutil aroma floral impregnó el ambiente dejando al descubierto su identidad. – Snow – correspondí a su saludo con genuina formalidad, mirándole brevemente de soslayo para percatarme que, su larga melena platinada caía sobre sus hombros… haciendo juego con el color de sus ojos… los cuales a la luz del sol adquirían un tono violeta. Sin olvidar que el hecho de que su fiel dragón Daedalus, la acompañaba. Conocía a Amaranth Snow desde hace seis años… aunque a diferencia de Isaura, entre nosotros nunca ha existido una amistad, no podía negar que me agradaba. La elocuencia y la fluidez con la que se desenvolvía al hablar llegaron a capturar mi atención. – Indudablemente, el esplendor te cautiva en todos los sentidos. – reconocí, en el momento que volvía la mirada para admirar cada detalle… como si se tratara de una obra de arte. Una débil y fugaz sonrisa se curvó en mis labios al seguir momentáneamente la trayectoria de su mirada… – La mayor debilidad de los hombres son las mujeres… eso es algo de lo que deberías saber... son consideradas la fuerza que impulsa a los hombres a hacer cosas inimaginables... como si se tratara del canto de una sirena… o el encanto de una veela… – repuse socarronamente haciendo referencia al tema sin llegar a profundizar. – Aunque… en cierto momento, la debilidad te haga ver vulnerable a los ojos codiciosos… por que en el fondo desean algo que tú tienes y ellos desean con desesperación… – puntualicé entornando la mirada hacia el horizonte. – Podría decirse que fue un verano tranquilo… – Si quitas un hecho desagradable. Habíamos estado ausentes de Londres durante dos semanas visitando las ciudades de Ginebra, Fráncfort y Viena. Realmente era… maravilloso ver como la mayor parte de las ciudades de Europa conservan su esencia… – Dime... ¿Qué hay de ti? ¿Tuviste un buen verano? – inquirí de manera educada, volviendo mi rostro para mirarle con cierto interés.

¿En qué momento fue que me dejé convencer para venir a una discoteca? me pregunté irónicamente, mientras entrelazaba los dedos en el cabello haciendo un esfuerzo por acomodarlo un poco. Sabía que debía quedarme en un lugar donde Caden pudiera vigilarme toda la noche, pero si hay algo que detesto es quedarme quieta en un solo lugar sin hacer nada y todo por tener que complacer al idiota que tengo por hermano mayor. Bien, este tipo de lugares, ciertamente, no eran lo mío, entonces… ¿qué diablos estás haciendo aquí, Stephanie Hudson? Veamos… en primer lugar quería demostrarle al inútil de mi hermano que no soy una aguafiestas, ni una desabrida como “cariñosamente” me llamó esta mañana el muy idiota. Quizás no sea la persona más divertida del mundo, pero si se trata de competir le demostraría a Caden que sé divertirme, a mí manera, pero… ¡venga! que por algo se empieza. Es tu oportunidad, demuéstrale que tienes agallas para hacer las cosas si te lo propones. Miré mi reflejo por última vez, antes de salir del baño con la cabeza en alto y con el corazón latiéndome fuertemente a causa de los nervios. Si, tengo que reconocer que mis nervios se debían a la inseguridad que sentía al no encajar en este tipo de ambiente, pero en parte, es probable que Caden tenga razón. No necesariamente tienes que pasar la noche alcoholizándote hasta que el cuerpo aguante. Tan solo… disfruta de la buena música y de la compañía de tus amigos. Hice un pequeño gesto a modo de agradecimiento cuando el barman me finalmente trajo mi bebida: una deliciosa piña colada sin alcohol. Uno de los privilegios de tener a un vividor, en el buen sentido de la palabra, por hermano, es que me había enseñado a diferenciar y a catalogar toda clase de bebidas, sin siquiera probarlas. Agité la mano sonriendo amigablemente a unas compañeras de curso con las que, no tenía una estrecha amistad, pero si una muy buena relación. Me vi tentada a ir con ellas cuando me hicieron señas con la mano para que las acompañara a su mesa. Disfruta… me dije a mí misma, con una sonrisa en un intento por relajarme. A penas me estaba levantando del banquillo para alejarme de la barra, cuando una cabellera rubia se situó a mi lado. Di un sorbo a mi bebida antes de dejarla a un lado en la barra y mirarle con cara de pocos amigos. – Pero mira nada más a quien tenemos aquí… – dije en un tono que no auguraba nada bueno. – ¿Se puede saber donde demonios estabas? – exigí saber, con los brazos cruzados, para luego retractarme por que realmente no quería escucharlo hacerme gala de alguna chica plástica con la que estuviera bailando. – ¿Sabes qué...? mejor ahórrate las explicaciones – Lo corté y lo inspeccioné de arriba hacia abajo, para después acercarme y olfatearlo. Así como me acerqué, me alejé de él como si fuera a contraer la peste bubónica. – ¡Wuácala! ¡Estás hecho repleto un ASCO, Filiberto! –Torcí la boca con asco, mientras me tapaba la nariz y lo empujaba con la mano para que ni se me acercara por que estaba todo empapado en sudor.

¿En qué momento fue que me dejé convencer para venir a una discoteca? me pregunté irónicamente, mientras entrelazaba los dedos en el cabello haciendo un esfuerzo por acomodarlo un poco. Sabía que debía quedarme en un lugar donde Caden pudiera vigilarme toda la noche, pero si hay algo que detesto es quedarme quieta en un solo lugar sin hacer nada y todo por tener que complacer al idiota que tengo por hermano mayor. Bien, este tipo de lugares, ciertamente, no eran lo mío, entonces… ¿qué diablos estás haciendo aquí, Stephanie Hudson? Veamos… en primer lugar quería demostrarle al inútil de mi hermano que no soy una aguafiestas, ni una desabrida como “cariñosamente” me llamó esta mañana el muy idiota. Quizás no sea la persona más divertida del mundo, pero si se trata de competir le demostraría a Caden que sé divertirme, a mí manera, pero… ¡venga! que por algo se empieza. Es tu oportunidad, demuéstrale que tienes agallas para hacer las cosas si te lo propones. Miré mi reflejo por última vez, antes de salir del baño con la cabeza en alto y con el corazón latiéndome fuertemente a causa de los nervios. Si, tengo que reconocer que mis nervios se debían a la inseguridad que sentía al no encajar en este tipo de ambiente, pero en parte, es probable que Caden tenga razón. No necesariamente tienes que pasar la noche alcoholizándote hasta que el cuerpo aguante. Tan solo… disfruta de la buena música y de la compañía de tus amigos. Hice un pequeño gesto a modo de agradecimiento cuando el barman me finalmente trajo mi bebida: una deliciosa piña colada sin alcohol. Uno de los privilegios de tener a un vividor, en el buen sentido de la palabra, por hermano, es que me había enseñado a diferenciar y a catalogar toda clase de bebidas, sin siquiera probarlas. Agité la mano sonriendo amigablemente a unas compañeras de curso con las que, no tenía una estrecha amistad, pero si una muy buena relación. Me vi tentada a ir con ellas cuando me hicieron señas con la mano para que las acompañara a su mesa. Disfruta… me dije a mí misma, con una sonrisa en un intento por relajarme. A penas me estaba levantando del banquillo para alejarme de la barra, cuando una cabellera rubia se situó a mi lado. Di un sorbo a mi bebida antes de dejarla a un lado en la barra y mirarle con cara de pocos amigos. – Pero mira nada más a quien tenemos aquí… – dije en un tono que no auguraba nada bueno. – ¿Se puede saber donde demonios estabas? – exigí saber, con los brazos cruzados, para luego retractarme por que realmente no quería escucharlo hacerme gala de alguna chica plástica con la que estuviera bailando. – ¿Sabes qué...? mejor ahórrate las explicaciones – Lo corté y lo inspeccioné de arriba hacia abajo, para después acercarme y olfatearlo. Así como me acerqué, me alejé de él como si fuera a contraer la peste bubónica. – ¡Wuácala! ¡Estás hecho repleto un ASCO, Filiberto! –Torcí la boca con asco, mientras me tapaba la nariz y lo empujaba con la mano para que ni se me acercara por que estaba todo empapado en sudor.

No tenía palabras para expresar lo entusiasmada que estaba con el campamento… a penas y había podido pegar el ojo en toda la noche, después de la larga conversación que había mantenido con las chicas hasta altas horas de la madrugada. Pero lo cierto es que, todas estábamos a la expectativa de las sorpresas que podrían depararnos en el campamento. Cada año es una nueva aventura y me mantenía fiel a la corazonada de que este año no sería la excepción. Por lo que esta mañana al despuntar el primer rayo de sol, lo primero que hice fue abrir la ventana de mi habitación y contemplar con gran ilusión el vasto panorama que nos rodeaba. Estaba tan acostumbrada al clima del océano que, lo más probable es que dentro de poco termine con una insolación permanente al más estilo caribeño. El vivir cerca del océano siempre fue la más grande ilusión de mamá que siempre soñó con llegar a establecerse a lado de la costa junto a su familia... además el clima del océano ayudaba mucho a la salud de papá debido a su condición y verlo gozar de muy buena salud nos llenaba de alegría a todos.
Un día antes me había dedicado a preparar el baúl… para evitar las carreras de último momento. Ya que curiosamente, siempre me olvidaba de algo… por esa razón, había decidido seguir el consejo de Vicky y hacer una lista con todo lo necesario, para así… a medida de ir empacando, tachar lo que ya tenía listo. Segura de tener todo listo por enésima vez, Teddy hizo el favor de bajar nuestros baúles mientras terminaba de alistarme. En ese momento, un sonoro estallido de carcajadas dejó en evidencia que Leo, Regulus y Drómeda habían llegado junto con mis tíos. Sus carcajadas eran inconfundibles, especialmente la de tío Sirius. En cuanto terminé, de ponerme las zapatillas salí presurosamente de mi habitación y al llegar al pie de la escalera fui directo a saludar a mis tíos, a quienes había echado de menos después de una semana de no verlos. Es así como, una vez que todos terminamos de desayunar… salimos hacia el exterior donde nos aguardaba el traslador. Consciente de que había llegado el momento de partir, me despedí de mis padres con gran efusividad… Si, nunca desaprovechaba la oportunidad de demostrarles a mis padres y a Teddy lo mucho que los quería. Según papá, mis abrazos eran capaces de enfriar y ablandar el corazón de cualquier persona. Con una última mirada y una sonrisa llena de emoción… mis primos, Elliott, y yo formamos un círculo alrededor de la desvencijada bota que se hallaba frente a nosotros. En cuestión de segundos, todo a nuestro alrededor comenzó a dar de vueltas… la sensación de vértigo, no desapareció hasta pasados unos segundos cuando pisamos tierra firme y el sonido de las olas llenaba nuestros oídos. Realmente era muy divertido viajar en traslador, sobre todo si Regulus y Leonis venían con nosotros… por que te morías momentáneamente de la risa con ver las piruetas que hacían ese par de payasos. Tanto Leo como Regulus se empeñaron en acompañarnos hasta nuestras carpas… Da la casualidad, Regulus era el más interesado, por alguna extraña razón… según él quería asegurarse de dejarme en mi carpa asignada… aunque a mí no me engañaba. ¡¡Por Merlín!! Como si no conociera a ese viejo lobo de mar… “disfrazando sus verdaderas intención” para deleitarse la mirada con todo el cuerpo femenino del Hogwarts. ¿Era mucho pedir que mi adorado primo sentara cabeza…? Parece ser que si…
Libre de ese par, me despedí de Elliott y de Drómeda para iniciar mi expedición e ir en busca de Lily, Lucy y Roxxy. Al llegar a la playa inmediatamente me saqué las sandalias para sentir la arena bajo mis pies… la sensación era maravillosa… por que te producía un ligero cosquilleo… el viento soplaba suavemente… el mar producía una tranquilidad incomparable. Tras varios minutos de caminar a la orilla del océano… me ubiqué cerca de roca enterrada en la arena… en la que me senté para poder contemplar maravillada el hermoso paisaje que yacía frente a mis ojos. En ese instante se me ocurrió retratar mentalmente aquella preciosa vista… cuando de pronto una voz muy familiar me hizo sonreír de forma inmediata al darme cuenta que se encontraba parado justo delante de mí. Dicha persona se trataba nada más y nada menos que de Albus Potter, el hermano de una de mis mejores amigas. – ¡Ey! ¿Qué hay, Al? – correspondí a su saludo con una enorme sonrisa que demostraba mi entusiasmo que también se dejó entrever en el sutil cambio del color de mi cabello, pasando momentáneamente del castaño al rosa. Al darme cuenta de aquel pequeño detalle, moví mi cabeza de un lado a otro con la intención de que mi cabello volviera a adoptar su color normal. Albus y yo nos conocíamos desde que éramos niños, literalmente crecimos juntos por lo mismo de que a mi padre, a tío Sirius y a tío James los unía una gran amistad que se ha fortalecido con el correr de los años. Realmente era muy lindo ver como todos formábamos una enorme y extensa familia. – Albus, Albus Albus… – negué al tiempo que decía su nombre tres veces y adoptaba una posición de aparente decepción. – ¿Cómo se te ocurre pensar semejante barbaridad de nosotras? – Ladeé suavemente la cabeza, para mirarle con incredulidad. – Debería ofenderme que pienses así ¿sabes? Pero lo cierto es que, nosotras nunca hemos buscado problemas… – Al menos no inconscientemente… – Además… ¿qué es la vida sin un poco de riesgo? – apunté de forma casual e inocente. Tío Sirius siempre decía eso… y desde mi punto de vista tenía mucha razón. – Nada en especial... es solo que recién acabo de llegar en compañía de Elliott, Drómeda y ese par de alborotadores… – Al decir par de alborotadores hacía una clara alusión a Leo y a Regulus… a quienes no se les podía llamar de otra forma. Sin embargo, al oírle decir que le gustaría acompañarme una sonrisa iluminó mi rostro por segunda vez. Por que, en lo personal, siempre me ha gustado pasar tiempo con Albus… no solo por el hecho de ser muy buenos amigos, si no más que nada por que realmente disfrutaba mucho de su compañía. – Sería estupendo, hace tiempo que no hablamos… – reconocí, en el instante que se sentaba a mi lado. – Cuéntame… ¿qué estás leyendo? – pregunté con un dejo de curiosidad al ver el libro que tenía justo a su lado.

¿En qué momento fue que me dejé convencer para venir a una discoteca? me pregunté irónicamente, mientras entrelazaba los dedos en el cabello haciendo un esfuerzo por acomodarlo un poco. Sabía que debía quedarme en un lugar donde Caden pudiera vigilarme toda la noche, pero si hay algo que detesto es quedarme quieta en un solo lugar sin hacer nada y todo por tener que complacer al idiota que tengo por hermano mayor. Bien, este tipo de lugares, ciertamente, no eran lo mío, entonces… ¿qué diablos estás haciendo aquí, Stephanie Hudson? Veamos… en primer lugar quería demostrarle al inútil de mi hermano que no soy una aguafiestas, ni una desabrida como “cariñosamente” me llamó esta mañana el muy idiota. Quizás no sea la persona más divertida del mundo, pero si se trata de competir le demostraría a Caden que sé divertirme, a mí manera, pero… ¡venga! que por algo se empieza. Es tu oportunidad, demuéstrale que tienes agallas para hacer las cosas si te lo propones. Miré mi reflejo por última vez, antes de salir del baño con la cabeza en alto y con el corazón latiéndome fuertemente a causa de los nervios. Si, tengo que reconocer que mis nervios se debían a la inseguridad que sentía al no encajar en este tipo de ambiente, pero en parte, es probable que Caden tenga razón. No necesariamente tienes que pasar la noche alcoholizándote hasta que el cuerpo aguante. Tan solo… disfruta de la buena música y de la compañía de tus amigos. Hice un pequeño gesto a modo de agradecimiento cuando el barman me finalmente trajo mi bebida: una deliciosa piña colada sin alcohol. Uno de los privilegios de tener a un vividor, en el buen sentido de la palabra, por hermano, es que me había enseñado a diferenciar y a catalogar toda clase de bebidas, sin siquiera probarlas. Agité la mano sonriendo amigablemente a unas compañeras de curso con las que, no tenía una estrecha amistad, pero si una muy buena relación. Me vi tentada a ir con ellas cuando me hicieron señas con la mano para que las acompañara a su mesa. Disfruta… me dije a mí misma, con una sonrisa en un intento por relajarme. A penas me estaba levantando del banquillo para alejarme de la barra, cuando una cabellera rubia se situó a mi lado. Di un sorbo a mi bebida antes de dejarla a un lado en la barra y mirarle con cara de pocos amigos. – Pero mira nada más a quien tenemos aquí… – dije en un tono que no auguraba nada bueno. – ¿Se puede saber donde demonios estabas? – exigí saber, con los brazos cruzados, para luego retractarme por que realmente no quería escucharlo hacerme gala de alguna chica plástica con la que estuviera bailando. – ¿Sabes qué...? mejor ahórrate las explicaciones – Lo corté y lo inspeccioné de arriba hacia abajo, para después acercarme y olfatearlo. Así como me acerqué, me alejé de él como si fuera a contraer la peste bubónica. – ¡Wuácala! ¡Estás hecho repleto un ASCO, Filiberto! –Torcí la boca con asco, mientras me tapaba la nariz y lo empujaba con la mano para que ni se me acercara por que estaba todo empapado en sudor.

Habían transcurrido ya varias horas desde que arribamos a la isla y… en lo que a mí respecta, no tenía nada que renegar del verano… al menos hasta ahora. La mayor parte del verano la vivimos en casa de mis tíos James y Lily y en casa de mis tíos Tonks y Remus. La llegada de un nuevo miembro a la familia era un claro motivo de alegría para todos… cabe mencionar que en esta ocasión Ted y Vicky me habían convertido en “tío” por segunda vez. Ted decía que era un “tío” demasiado consecuente y consentidor, especialmente con Minnie. Aún recordaba aquella tarde de verano en la que había persuadido a Harry para que le diera permiso a Lily de acompañarnos a Minnie y a mí a la heladería del viejo Florean Fortescue. Aunque… he de reconocer que la salida no salió tan… “de acuerdo al plan” por que Lily terminó enfadándose y quitándome a Minnie de los brazos cuando dos mujeres se acercaron a nosotros. Naturalmente, Lily me tachó de “irresponsable” por “utilizar” a Minnie como un “supuesto” imán para atraer mujeres, pero si algo le dejé en claro fue que yo no tenía la culpa de ser un “tío” extremadamente sexy, lo cual ocasionó que Lily la agarrara aún más conmigo. Últimamente, Lily andaba de un humor poco inusual en ella… era como si… de pronto hubiese perdido el sentido del humor.
Dejando de lado algunos detalles relevantes de lo que fue el verano, he de reconocer que vanagloriaba mi capacidad de autocontrol… aún cuando “autocontrol” no era precisamente la palabra que emplearía para definir el estado en el que me encontraba y que ni siquiera yo era capaz de darle o encontrarle algún sentido o significado. Lo cierto es que, de no haber sido por Rose que me pilló por sorpresa en aquel momento detrás de los matorrales, probablemente habría cometido alguna imprudencia de la que evidentemente no me hubiera arrepentido, pero de la que me habría jactado por el resto de mi vida. En sí… lo que quisiera comprender es… ¿por qué razón basto una imagen de Lily con Ian para ponerme de mal humor por el resto del día? ¿En qué momento fue que la dulce e inocente Lily comenzó a interesarse en un sinvergüenza como lo es Ian Knigthley…? Pero lo más desconcertante es… ¿Por qué maldita sea tengo la extraña sensación de que estoy pasando por alto algo de lo que debí darme cuenta antes…?. Nada de lo que pensaba tenía sentido… tener las variables sin la incógnita era una pérdida de tiempo. A fin de cuentas, Lily… es tan solo una “niña”… y si de algo estaba seguro es que no permitiría que el idiota de Ian se aprovechara sus sentimientos, al menos mientras yo estuviera cerca. No es que estuviera dando por hecho que entre Lily y ese canalla pudiera existir la posibilidad de que surgiera algo inesperado. En primer lugar, por que Knigthley no es el tipo de sujeto con el que Lily llegaría a liarse. La sola idea es tan absurda como la idea de que este año quedemos en cuartos durante el Torneo de Quidditch y como que aquel séquito de sanguijuelas estiradas se lleven la Copa de las Casas… un hecho prácticamente imposible. Por lo tanto… no debe haber motivos para preocuparme ni menos para adelantarme a hechos que nunca sucederán. Pero entonces… ¿por qué motivo Lily lucía tan contenta a su lado…? ¿Por qué me caló verla sonreír de aquella manera…? Siempre me ha enorgullecido y ha sido una satisfacción personal ser uno de los “privilegiados” dentro de nuestra numerosa familia capaz de hacerla reír y sonreír como nunca nadie lo ha hecho… y caer en la cuenta de que cualquier idiota es capaz de llegar como si nada y hacerla reír casi hasta el borde de las lágrimas me estaba carcomiendo las entrañas.
Luego de aquel desagradable encuentro que me dejó un amargo humor por el resto del día, me dediqué a vagar y a perderme por la isla… evitando así tener que contagiar a los demás con el mal genio que me traía encima. Tanto Andrómeda como Ara siempre han sido de la opinión de que mi mal carácter era como una especie de… gas tóxico, capaz de infiltrarse hasta por debajo de las puertas, evaporando el humor de los que se me acercaban. Lo que realmente necesitaba era… despejarme de la cabeza todas estas malditas dudas que me tenían intranquilo. Resoplé con cierta exasperación, en el momento que salía de entre los arbustos para encaminarme hacia las carpas. Hacía una noche bastante tranquila… ideal para sentarse alrededor de la fogata y escuchar aquellas viejas leyendas que generalmente mataban del susto a los más jóvenes. Por una parte no quería perderme la “bienvenida” por ser mi último año en el campamento… lo que me hacía pensar que, tal vez… estaba tomando demasiado aquella escena, pero nadie me quitaba de la cabeza que las intenciones de ese patán no eran las más apropiadas. Caminaba tan sumido en mis pensamientos que ni siquiera me di cuenta cuando choqué accidentalmente de frente con alguien aparentemente de menor estatura… por instinto mi mano derecha se posó en el hombro izquierdo de la persona que me había chocado propinándome un débil golpe en el pecho y que inmediatamente se separó para evocar sus disculpas. Sin embargo, las palabras de la persona quedaron a medias cuando reconocí su voz… Mi mirada fue bajando lentamente cuando reparé, gracias a la luz de la luna, en esa larga y flamante cabellera pelirroja… confundible para la mayoría, pero inconfundible para mí. – Vaya, vaya… parece ser que alguien se levanto del lado equivocado esta mañana… – arqueé una ceja con escepticismo, curiosamente me daba la impresión de que todos los que se encontraban en el campamento mi presencia era la menos… “grata” para ella y no comprendía por qué. – Podría… – especulé con un gesto insondable. – pero si opto a fijarme por donde camino cada que ando por ahí… sería… igual… al resto de las personas y, sabes bien que me gusta romper los estereotipos… – repuse con aire arrogante y gesticulando una imperceptible sonrisa de autosuficiencia. Según mi padre, todos los Black parecen haber nacido con la arrogancia en las venas… y por lo que empiezo a notar, no era la excepción. – ¿Perdido? Ya… – arguye jactándome del tono irónico que estaba empleando para conmigo. – Vamos Lily… ¿desde cuando te desagrada mi presencia…? – sopesé sin esperar realmente una respuesta a cambio. – Por el trato poco común que estoy recibiendo de ti… comenzaré a creer que lo que más deseas es que me desaparezca de tu vista para irte a encontrar con algún… prospecto, ¿tal vez? – cavilé, disfrazando la curiosidad que me mantenía intranquilo.