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Mensaje  ιzzy нale Lun Sep 10, 2012 4:05 am

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ιzzy нale
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Mensaje  ιzzy нale Vie Sep 21, 2012 3:07 am


Isobel McGonagall
as: Isobel Hazelle McGonagall Grey
● 17 años # Séptimo año # Miembro de la Casa de Gryffindor # Prefecta » Sangre Mestiza
[ Está con Ben Kline ;; Expreso de Hogwarts, Pasillos ]

Nunca en toda mi vida me había sentido tan avergonzada y, el hecho de que Alexander se hubiese comportado como un… “caballero” aquella noche no me hacía sentir mejor. Lo que quiero decir es que… no cualquier persona encontraría hilarante la situación de haber sido golpeado por una bolsa llena de libros… ¿Acaso el golpe fue demasiado fuerte como para que terminara encontrando divertida la situación? La verdad es que mi preocupación por haberle causado una lesión en la cabeza a ese pobre chico me tenía muy inquieta… y, es que cuando mis padres llamaron para asegurarse de que Ted y yo estuviéramos bien, no pude evitar preguntarle “hipotéticamente” a papá que tan graves podrían ser las consecuencias al ser golpeado por una bolsa llena de libros en la cabeza. Era lógico que a papá le extrañara mi pregunta, pero cuando se percató de lo preocupada que sonaba, me pidió que tranquilizara para poder explicarme mejor; debido a que papá siempre ha tenido como una especie de sexto sentido para saber cuando algo nos pasa. Al final terminé contándole a papá lo que había sucedido aquella noche y, debo confesar que por un momento pensé que me llamaría la atención, pero en vez de eso se soltó a reír para aliviar la situación, diciéndome que no me preocupara y que lo más seguro es que aquel chico únicamente tendría un moretón o un chichón, lo cual no era nada serio y que en cuestión de semanas sanaría. Sin duda, las palabras de papá lograron tranquilizarme, pero la vergüenza que sentía iba de la mano con la preocupación al creer que el daño podría ser bastante grave. Por lo tanto, era una situación que no podía pasar por alto. Incluso cuando le conté a Teddy lo que había sucedido, a penas paró de reír, me abrazó para reconfortarme y no dudó en decirme que de seguir así me convertiría en un “peligro andante”, pero que le enorgullecía que hubiera sido capaz de darle su “merecido”.

Desde aquella noche no había vuelto a ver a Alexander, por el simple hecho que evitaba lo menos posible pasearme por las instalaciones de la universidad. Además de la vergüenza que sentía, no quería poner a prueba su “paciencia” y terminara reportándome por haber estado en la universidad a horas inadecuadas. En mi opinión, Alexander era un chico… muy peculiar. Por alguna extraña razón, deseaba saber más de él… pero en cuanto les pregunté a Ted y Alphonse lo que pensaban acerca de Chandler van Comp, ambos coincidieron al decir que era arrogante miembro de la realeza y que por mi seguridad era preferible que me mantuviera alejada de personas así. Admito que su opinión no difería de la que yo tenía, pero sus “gestos” de amabilidad generalmente me desconcertaban, aunque siendo quien es… supongo que era algo normal. Tanto papá como mi tío Georg eran unos caballeros en todo el sentido de la palabra, pero eso era por que ellos eran personas maravillosas. En cambio, Alexander… era todo un caso.

En fin, dejando el tema de Alexander, otra de las cosas que me tenía inquieta era el que Ted hubiese sido castigado durante todo el mes por haber estado fuera de la universidad. Ya que a la mañana siguiente, por poco y estrangulo a mi hermano en cuanto corrí abrazarlo tras no tener noticias suyas en toda la noche. Me había puesto tan histérica que estallé en llanto por no saber nada de él; y es que no pude evitar pensar lo peor al haber estado toda la noche afuera con esa tormenta. La promesa de Ted al decirme que no volvería a pasar, apenas y logró tranquilizarme, por que prácticamente terminé obligándolo a que me lo jurara con el corazón. El pensar que algo malo pudiera pasarle a mi hermano era una sensación que me aterraba y el recordar la noche en que Paulina se despertó entre lágrimas luego de haber tenido una horrible pesadilla me tenía ciscada. De la misma manera que Paulina se preocupaba por Iker, yo me preocupaba por Ted. Sin embargo, había algo en la mirada de mi hermano que lo tenía… cambiado, molesto, como si se hubiera enterado de noticia muy desagradable. Tenía la sospecha de que sus cambios de humor eran en base a Claire y, eso lo sabía por que desde que los vi llegar juntos a la mañana siguiente me dio a suponer que había estado con ella, aún cuando apenas y se dirigieron la palabra. Muy en el fondo, era consciente de lo afectado que estaba mi hermano por haber terminado con Claire y, eso que aún seguía sin comprender los motivos por los que Ted hizo lo que hizo, cuando realmente, llegué a creer que Claire Burton lo haría sentar cabeza. Sea lo que sea, esperaba que Ted no cometiera ninguna tontería de la cual pudiera arrepentirse; por que el que aún conservara una fotografía de Claire en su cartera significa que todavía siente algo por ella. A mí no me engaña… y por más que dijera que mamá, Cissy y yo siempre seríamos sus únicas chicas, quería que Teddy encontrara una chica que lo hiciera feliz.

Corría apresuradamente por los pasillos en dirección a la cafetería con varios libros en brazos, llevaba casi quince minutos de retraso, pero había ido a encontrarme un rato con Giselle en el aula de música para asegurarme de que Alphonse le hubiera entregado su nuevo equipo junto con los dulces que le había enviado. A diferencia de mamá y tía Yukki… Giselle y yo no éramos tan cercanas como ellas, teníamos una bonita amistad al conocernos de toda la vida, pero hasta cierto punto éramos muy diferentes, aunque como dije… eso no impide que nos llevemos bien y que le tenga un gran cariño, dado que siempre la he visto y considerado como a mi prima y que sin importar la manera de pensar de cada una, contaría siempre conmigo. En el camino, me había detenido a tomar un par de volantes que llamaron inmediatamente mi atención, en cuanto los leí. Una sonrisa curvó mis labios a causa de la ilusión que me provocaba lo que decía el volante, por lo que me apresuré en llegar a la cafetería para buscar a Paulina y darle la noticia. Una vez ahí… rápidamente ubiqué a Paulina y fui hasta ella con el corazón latiéndome aceleradamente. Inhalé y exhalé profundamente tratando de serenarme, en cuanto me situé a su lado… pero Paulina estaba tan enfrascada en sus pensamientos que tardó en darse cuenta de mi presencia… por lo que simplemente reí y negué suavemente al momento que dejaba los libros que llevaba sobre la mesa y corría un poco la silla para poder sentarme. Conocía esa mirada… y me atrevía a decir que mi mejor amiga se encontraba muy lejos de la realidad, probablemente se hallaba en Storybrooke, en el país de las maravillas, en Narnia, en el mundo mágico, en la tierra media, o en el país de nunca jamás. – Lo siento mucho de verdad, no quería hacerte esperar – me apresuré a pedirle disculpas, llevándome una mano al corazón para normalizar mi respiración que se encontraba bastante sofocada. La miré con una amplia sonrisa para después sacarle la taza de café que tenía en las manos y darle un pequeño sorbo, para aliviar la resequedad que tenía en la boca y si a eso le sumamos que me moría de hambre… digamos estaba a un palmo de desplomarme. – Claro, ahora resulta que soy yo la que se ha estado escondiendo ¿no? – cuestioné al tiempo que me reía y negaba de forma divertida por sus palabras. – Tú y tus chistes… sigue así y te juro que comenzaré a creer que la que ya se cansó de mí eres tú… – le dije entre seria y bromista, al tiempo que le daba otro sorbo a su taza de café. No era un hecho que Paulina nos tenía muy abandonados a Fred y a mí, probablemente Fred no lo entendería, pero… me tenía la sensación de saber “quien” era la razón por la que Paulina me tenía tan abandonada. Conocía perfectamente a mí mejor amiga, por que aún cuando a veces no habláramos las cosas directamente, teníamos ese lazo de saber cuando algo le pasa cada a una y en esta ocasión no era la excepción, debido a que Paulina tenía… un brillo especial en su mirada. – ¿Me creerás si te digo que he estado viviendo todo este tiempo en Narnia? – pregunté, con una sonrisa llena de ilusión, para luego agregar. – Vale, no… pero todavía me mantengo aferrada a la esperanza de que algún día Narnia nos pueda necesitar y hagamos gala de nuestra valentía para luchar por Narnia y por Aslan – afirmé con determinación, mientras la miraba con una amplia sonrisa. Y es que aunque los libros fueran solo historias sacadas de las mentes brillantes e imaginativas de todos esos autores, nada nos causaba más ilusión a Paulina y a mí creer firmemente que pudieran ser ciertas y que todos esos mundos tan maravillosos pudieran existir. – Me alegra que les hayan gustado los dulces a los chaparros – comenté cariñosamente con una sonrisa, para después pasarle su taza de café y mirarle a modo de disculpa por apropiarme de su taza. – Bueno… dile al Sr. Juan que no se preocupe por la cuenta del dentista, por que el plan es que nos hagan descuento por partida triple – dije bromeando, mientras reía un poco y cruzaba los brazos apoyándome sobre la pequeña pila de libros que traía. – Aunque habrá que enfrentarnos a los chaparros por que ten por seguro que no será nada fácil de convencerlos para ir con el malvado doctor tocino – repuse, con una cautela optimista y como diciéndole “mejor ni intentarlo” por que ya me podía imaginar a nuestros hermanitos escondidos atrás de nosotros. – Por cierto, tengo algo que te va a gustar mucho – dije al tiempo que descolgaba mi bolso de la silla y me lo colocaba encima de las piernas para sacar los volantes que traía. – ¡TADÁA! – dije con una sonrisa de oreja a oreja mostrándole el volante para que lo tomara y pudiera leerlo por su cuenta y a la vez esperando ansiosamente por ver su reacción, pues la ilusión y la emoción que sentía seguramente se notaba en mi expresión.


Última edición por ιzzy нale el Sáb Dic 08, 2012 4:53 am, editado 1 vez
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Mensaje  ιzzy нale Vie Sep 21, 2012 3:17 am




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Desilusionada, era la palabra que mejor describía la manera en que me sentía. De haber sabido que Andrew Townsend se encontraba dando clases en la isla, probablemente me habría replanteado la idea de abandonar Oxford, ante su indiferencia. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que nos vimos que, absurdamente, soñaba con la idea de que cuando volviéramos a vernos… todo sería como antes: que Andrew me sonreiría de esa manera tan dulcemente encantadora - y tan propia de él - y me estrecharía fuertemente entre sus brazos. No había un solo día en el que no pensara en él, el anhelo de volver a verlo era tan grande que, durante una de las habituales salidas en el internado, creí verlo caminando por las calles de Londres. Recuerdo haber gritado su nombre y correr detrás de él para alcanzarlo, únicamente desilusionarme y sentirme gradualmente avergonzada ante el hecho de haberlo confundido por detrás con alguien más, pero tal parece que Regina tenía razón: “Él decidió continuar con su vida, querida, y tú deberías hacer lo mismo”. Tenía la plena seguridad de que, cuando volviera a ver a Andrew encontraría la respuesta al por qué no respondió ninguna de mis cartas en todos esos años, que me daría… por lo menos una explicación al por qué de su abandono. Pero ahora lo sé… y todo indica que se ha olvidado de mí… que todo lo que vivimos siendo unos niños, ahora no eran más que simples recuerdos que fueron quedando en el olvido y que carecían de significado para él. La indiferencia de Andrew, me dejaba en claro que Regina tenía razón, él había decidido seguir adelante y… yo no tenía cabida en su nueva vida. Él ahora profesor de física en el instituto y por tanto debía ocuparse de nuevas responsabilidades, lo cual entendía a la perfección. Andrew siempre fue muy maduro y responsable en todo sentido. Pero entonces… ¿por qué me sentía tan… decepcionada? ¿Cómo si algo no estuviera bien? Quizás, por que esperaba… un reencuentro más emotivo, no lo sé… ni siquiera yo misma estoy tan segura de saber que era lo que esperaba al volverlo, luego de seis largos años. Tenía la esperanza de que cuando Andrew y yo nos volviéramos a ver tendría… cientos de cosas por decirle: empezando por confesarle cuanto lo he extrañado y la falta que me ha hecho en todos estos años, que no hubo un solo día en el que no pensara en él y en el que deseara con todas mis fuerzas correr a su lado. En el fondo, lo que más me dolía - además de su indiferencia - era que apenas y fue capaz de reconocerme. ¿Tanto había cambiado como para llegar a ese punto? Por que aún después de todo este tiempo, al verlo justo frente a mí, no pude evitar dejar llevarme por la corazonada de que era él… lo cierto es que, no sabía si se trataba de un sueño o no… pero por su mirada… la forma y el color de sus ojos… me decían que era él… que era Andrew.

No me atrevía a cuestionar la indiferencia de Andrew, pero el que estuviera precisamente aquí era… abrumador que a la vez no podía evitar sentirme… feliz por el hecho de volver a verlo. Después de todo, Andrew siempre será una de las mayores alegrías que tenía y nada podrá cambiar lo que… por dentro siempre he sentido por él. Desde ese día, Andrew y yo no habíamos vuelto a cruzar palabra… el que nos quedáramos atrapados en el pueblo a causa de la tormenta impidió que él volviera al instituto y yo pudiera volver a la universidad. Al parecer no era la única que había recibido un llamado de atención por haber estado fuera de la universidad a horas inadecuadas, pero cuando les expliqué que era voluntaria en el hospital de Konstanz y que mi turno terminaba hasta las nueve de la noche, comprendieron la situación y todo por que extrañamente Andrew intercedió por mí diciendo que no era recomendable abandonar el hospital cuando la tormenta azotaba con más intensidad que nunca. El que me hubiera salvado de la “suspensión” al pueblo durante todo el mes de Octubre, no me hacía sentir mejor. Es por esa razón que, había hablado al hospital para avisar que me ausentaría durante todo el mes. Lo sentía mucho por mis niños, pero la promesa de que iría a verlos los el próximo mes pareció reconfortarlos y se sintieron mucho más tranquilos, ya que por un momento llegaron a creer que me olvidaría de ellos, pero les hice saber que eso jamás sucedería y que esperarían ansiosamente la llegada del mes de noviembre para volver a vernos. Es increíble como en tan poco tiempo una persona es capaz de cambiar tu vida, por lo que esos pequeños ya formaban parte de ella. El día de hoy, me había saltado la hora del almuerzo para ir al instituto y pedir autorización al director Harris y su esposa, la Sra. Harris que era la consejera escolar, para colgar en el tablón de anuncios un cartel para aquellos que estuvieran interesados en inscribirse en uno de los cursos que oficiaba la universidad como parte de la planificación de actividades. La idea surgió entre los miembros del consejo de estudiantes por el hecho de que deseamos incentivar cursos únicos y poco convencionales. En Oxford, había tenido la oportunidad de inscribirme y asistir a este curso llamado: Harry Potter y la Edad de la Ilusión. Y debo decir que quedé maravillada por los temas que se abordaron durante el curso. Entre todos los miembros, habíamos logrado ponernos en contacto con las personas encargadas y habían accedido a impartir el curso en la universidad. El curso se enfocaba más a los que son amantes de la literatura, por lo que ya me podía imaginar las reacciones de Paulina y de Helena en cuanto leyeran el cartel, un hecho que me hizo sonreír mientras caminaba con varios carteles en brazos y repartía algunos volantes a los estudiantes que me encontraba en el camino. En cuanto llegué al tablón de anuncios, me dispuse a colgar uno de los carteles… en ese momento, divisé cerca de mí una silueta que no dudé en reconocer, pero que si me tomó por sorpresa al darme cuenta de quien se trataba por que inmediatamente mi corazón empezó a latir de una manera nerviosa y desmesurada. – ¡Andrew! hola… – lo saludé, con grata sorpresa, pero a la vez tratando de no dejar en evidencia lo nerviosa que me sentía por volver a verlo tras varios días. – Tú… ¿Cómo estás? – fue lo único lógico que atiné a preguntarle, en un intento por disimular la mezcla de sentimientos que no podía evitar sentir desde aquel día. – Guau, ¿harán una recaudación para los animales del refugio? – pregunté, con notorio interés y a la vez sintiendo una gran alegría al leer el cartel que estaba colgando en tablón. Mis padres, aún a raíz de sus obligaciones, nunca dejaron de luchar por la conservación y recuperación del mundo natural. Ambos eran activistas ambientales y, al igual que ellos, me dedicaba apoyar incondicionalmente a Greenpeace, del cual era activista. A pesar de que Regina siempre ha estado en contra de ello, yo estaba decidida a continuar con la labor de mis padres. – Si en algo te puedo ayudar, no dudes en decirme, por favor… – le pedí, sinceramente esbozando una sonrisa. Quizás, la distancia había fracturado la amistad que alguna vez nos unió y… lo que realmente temía es que el daño fuera irremediable. ¿En verdad se había olvidado de mí?
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