Kill of The Night [Dorian Snape & Lu Pontmercy]

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Presuntamente, se podría decir que esto había sido mi culpa. Yo alegaría lo contrario, por supuesto. Muchos dirían que el estar perdida por el laberinto de calles que era la ciudad de Londres había sido consecuencia de creerme lo suficientemente capaz de navegar el imposible sistema de trenes subterráneos. Yo, en cambio, diría que el cielo estaba despierto, por lo tanto yo estaba despierta – y el estar en Londres sola mientras que el abuelo tenía mil y una juntas con el Wizengamot no era exactamente mi manera de pasar las últimas semanas de verano.
Al principio todo fue perfecto; adopte rápidamente las rutas de los turistas muggles, visitando la Torre donde la infame reina muggle Anne Boleyn había estado capturada, fui al Ojo de Londres, donde tome foto tras foto, incluso hasta camine por los jardines de Kensington, con esperanzas de ver a algún príncipe por ahí. No encontraba otra palabra más que fascinante para describir lo que sentía al visitar tanta historia; claro, era la historia de los muggles, pero no por eso quería decir que no me llamara la atención. Siempre había tenido curiosidad por ver lo que ellos veían cuando visitaban Londres; es decir, al no ser magos, me imaginaba que no tenían idea de que había prácticamente otro mundo escondido detrás de los altos edificios de la famosa ciudad. Pero por igual…el abuelo nunca me había dejado explorar su mundo, un lugar que vivía y respiraba paralelo a la comunidad mágica. No era mi culpa que el había tenido que ir a una cena oficial, y yo simplemente decidí no morir del aburrimiento encerrada en el Caldero Chorreante.
Observe por el espejo las luces brillantes de varios lugares, algunos familiares y otros para nada, pero decidí bajarme de nuevo. Después de caminar un par de cuadras, las manos dentro de mi abrigo y los tacones lastimándome los pies, me di cuenta que fue una pésima idea – pues llegue a la orilla de lo que parecía ser el comienzo de un bosque, o una pradera. De pronto el cielo se alumbro, el trueno de un rayo haciendo que diera un pequeño brinco. Mierde, lo que me faltaba.
No, tranquila, no pasa nada…solo es lluvia, nada más. Justo al final de la calle note un taxi, así que comencé a caminar en su dirección, cuando antes de cruzar la calle note un hombre detrás  – su mirada fija en mí.  Tome una bocanada de aire, y seguí mi caminata sin inmutarme, doblando a propósito en el primer corredor…y el hizo lo mismo. Okay, esto no era normal, no era normal para nada. Camine más rápido por la calle poco alumbrada, mirando a mis alrededores por posibles escapes o para ver si había alguien cerca – la varita estaba dentro de mi bota, la podía alcanzar, aun cuando hiciera magia fuera de la escuela. - Vamos nena, ¿a dónde vas tan deprisa? Solo quiero charlar contigo. –  un escalofrió corrió por mi piel escuchar su carcajada, el pulso de mi corazón prácticamente eran martillazos contra mi pecho.  Estuve a punto de doblar en otra esquina, cuando de pronto lo tuve de frente, tomándome del brazo para voltearme abruptamente. - Tu dinero, dámelo, todo lo que tengas preciosa. – lo mire estupefacta, jalando mi mano con fuerza mientras que trababa de empujarlo - ¡Suéltame! ¡No tengo nada! Suéltame o te juro que lo pagaras, imbécil. – al ver como una sonrisita se dibujaba en su labios, apretándome mas contra su cuerpo, me enfurecí. ¡¿Quién demonios se creía!? Sin pensarlo dos veces, torcí la mano con fuerza, tirando una patada justo donde sabía que más le iba a doler – y al verlo doblegar, corrí. Corri como si en eso dependiera mi vida (y de alguna manera así era), sin siquiera ver por donde iba, volteando sobre mi hombro para ver si me seguía – y por esto, termine tropezándome con algo, o alguien, callendo directo y tosco al suelo mojado.

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