[ # ] Dorian Dagworth

"- No quiero ir.-" le dije a mi padre furiosa mientras negaba rotundamente la idea de tener que pasar el verano en casa de la familia Dagworth. Mi padre consideraba que pasar más tiempo en casa de mi "futuro esposo" permitiría que la relación entre él y yo cambiara para mejor. Por el contrario, yo aseguraba que era una total pérdida de tiempo y de mi precioso verano realizar esa acción porque no había forma en la que Dorian y yo nos lleváramos bien. Entre nosotros solo existía hostilidad, un desprecio mutuo que la gente era capaz de notar por la forma en la que nos tratábamos al hablar con una carga innecesaria de sarcasmo e ironías. Pero es que... Dorian Dagworth era la persona más insufrible de todo el planeta tierra y si solo me casaba con él, era simplemente por el beneficio hacia mi familia… no porque realmente lo quisiera. Pero tener que pasar el verano con él… era demasiado: acabaríamos ambos muertos en medio día. – Cece, cariño. Es importante que tú y Dorian pasen la mayor parte del tiempo juntos. Cada vez falta menos para su compromiso y esto es lo que puede decirse “la prueba de fuego”. Desde que tu hermano nos traicionó, tú eres la única esperanza para mantener la pureza en nuestra familia. Es realmente grave la situación. Dependemos de ti para que nuestro legado no desaparezca. – me dijo mi padre mientras me miraba fijamente a los ojos. Suspiré profundamente, tratando de contar hasta diez para tranquilizarme internamente.

Le lancé una mirada a mi padre cuando salió de la habitación. "Yo no tengo ningún hermano." Pensé molesta mientras cerraba la puerta de un portazo y me tiraba en la cama con frustración. El idiota de Alec nos había traicionado por una chica muggle que conoció en un viaje que hizo a Francia en el último año. Se enamoró de ella y fue en contra de nuestros ideales y de nuestras creencias. A mi padre casi le da un ataque en corazón ante la situación traumática de perder al heredero de la familia Hawthorne, y ahora yo pasé a ser la única capaz de seguir con el tema de l a pureza de sangre en nuestra familia, casándome con el idiota de Dorian Dagworth en un compromiso que estaba planificado desde que prácticamente nací.

Hice una mueca de desagrado y me levanté de la cama mientras agarraba mi baúl. Con un movimiento de varita, empaqué las cosas que necesitaba llevarme para sobrevivir al infierno de los tres meses con Dorian. No me quedaba otra opción que seguir con lo que mi padre me pedía. No había otra cosa que hacer. En fin. Suspiré profundamente y una vez que terminé de acomodar el equipaje lo arrastré hacia el comedor donde estaba mi padre leyendo "El Profeta." - Ya estoy lista. Supongo que es lo único que puedo hacer para que la familia no caiga en desgracia ¿no? Total me tienes tan poca confianza como para pensar que si elijo yo misma lo haré mal...- dije con fastidio y cierto tono irónico casi sin poder evitarlo. Él me sonrió y se levantó del sofá para abrazarme cariñosamente. - Estás haciendo lo correcto. Y no es que no te tenga confianza, cariño. Pero los Dagworth son la mejor opción que tenemos para seguir en la cima.- me dijo. Suspiré y me encogí de hombros. - Sí, como sea. - dije haciendo una mueca. Mi papá encantó la botella de Whisky para convertirlo en un Translador.

Unos segundos después, mi padre y yo aparecimos en la puerta de la mansión Dagworth. Respiré profundamente en cuanto él anunciaba nuestra llegada. Un elfo doméstico nos abrió la puerta haciendo una reverencia al vernos e inmediatamente hizo desaparecer mi equipaje para seguramente aparecerlo en el cuarto donde iba a dormir. Entramos en la casa y saludé cordialmente a los señores Dagworth. Evidentemente, apoyado contra la pared, se encontraba Dorian. Crucé una rápida mirada con él y luego desvié mi vista. Segundos después, cuando nuestros padres comenzaron a hablar sobre negocios le hice un gesto con la cabeza pasa que fuéramos a otra habitación así no tendríamos que soportarlos. - Ey. No me mires así. Sabes que a mí me hace tanta gracia como a ti que tengamos que pasar el verano juntos. Pero no tengo la culpa de ello. - le dije mientras respiraba profundamente y me apoyaba en la pared para estar más cómoda. - Supongo que no les es suficiente que estemos durante todo el año escolar juntos sino que también quieren planificar nuestras vacaciones. Honestamente, esto es una mierda. - solté casi sin poder evitarlo. Hice una mueca de desagrado y negué suavemente. - Por favor, dime que al menos no tendremos que compartir la misma alcoba, porque de ya te estoy diciendo que dormirás en el suelo. - acaté mientras sonreía medio en broma y hacía un gesto con la cabeza. -

Dorian Dagworth

as: Dorian Eldred Dagworth Holzmann
17 años ● Miembro de la Casa de Slytherin ● Séptimo año
● Metamorfomago ● Golpeador del Equipo de Quidditch ● Prefecto ● Sangre Pura
[ Está con: Cece Hawthorne ;; casa de los Dagworth ]

– Siento mucho que hayas tenido que pasar ese mal momento por culpa de mi madre, Cissy… creí que hacia lo correcto al mantenerme alejado por un tiempo de aquí, pero veo que me equivoque… – reconocí, tras un profundo suspiro.

Dorian Dagworth

as: Dorian Eldred Dagworth Holzmann
17 años ● Miembro de la Casa de Slytherin ● Séptimo año
● Metamorfomago ● Golpeador del Equipo de Quidditch ● Prefecto ● Sangre Pura
[ Está con: Cece Hawthorne ;; casa de los Dagworth ]

En silencio, observé desde el ventanal de mi habitación, con el rostro contrariado. La idea de comprometerme para toda la vida con una mujer que me desprecia y por la que no siento absolutamente nada es lo peor que me han podido hacer. ¿Por qué mis padres no esperaron hasta que cumpliera la mayoría de edad para que eligiera una esposa? Si tanta era su urgencia de un compromiso y todo lo que implica la dichosa palabra. ¿Por qué demonios no me dieron la oportunidad de elegir con quien pasar el resto de mi vida? Idea que de todas formas me sigue desagradando, y que no tengo más remedio que aceptar al no tener ninguna otra alternativa. De habérseme presentado la oportunidad desde un principio, probablemente, habría elegido a Katrina Rosenstein, antes que a Cécelia Hawthorne. Pero ni aunque yo lo hubiera querido… nada podría cambiar lo que ya esta pre-dicho para nosotros. El compromiso fue acordado desde antes que ella o yo naciéramos, y no hay nada que se pueda hacer al respecto. Los Dagworth y los Hawthorne han sido amigos desde hace muchos años; según mi padre, por años… la ilusión de ambas familias fue fortalecer esta estrecha amistad con el matrimonio de dos de sus hijos, la cual, no se había podido lograr, hasta ahora.

“Tú abuelo estaría muy orgulloso al ver el hombre en el que te has convertido y que no lo estas decepcionando al cumplir con tú deber, Dorian”. Recuerdo que me dijo mi padre después de notificarme que Cécelia pasaría el verano en la mansión, y que me hizo recordar una vieja filosofía que me servirá de aquí en adelante para soportar día y noche esta absurda convivencia: “A mal tiempo, buena cara”. Delante de mis padres y de los señores Hawthorne tendría que fingir lo mucho que me satisface la idea de un compromiso impuesto a la fuerza, cuando en realidad no concibo la idea de tener que compartir toda una vida ella.    

“Familia, deber y honor”. Ese siempre ha sido el lema de los Dagworth. El deber y la obligación  para con mi familia son conceptos morales que me han inculcado desde que era un niño al igual que nuestros ideales, los cuales son tan firmes como el suelo. Toda mi vida he antepuesto el deber por encima de los sentimentalismos. Jamás he cuestionado las decisiones de mi padre, pero este circo era demasiado, incluso para mí. Por lo menos, Katrina se esforzaba en complacerme, era atractiva y provocativa a la vista de todos los hombres, toda una belleza de mujer, en cambio, Cécelia, a pesar de que era mucho más hermosa que Katrina Rosenstein, era desesperante, una insoportable.  

Ligeramente, eché la cabeza hacia atrás, al escuchar unos  suaves, pero audibles golpes en la puerta de madera, lo que solo podía significar una cosa: era hora de recibir personalmente a nuestra ‘invitada de honor’. – ¿Si, Gerion? ¿Qué es que lo que pasa? – inquirí, monótonamente, desde la ventana, sin intenciones de moverme. – Siento mucho importunarlo, joven amo, pero sus padres me mandan a avisarle que se reúna con ellos en el vestíbulo para recibir a su prometida, la señorita Hawthorne, y a sus señores padres. – ‘Mi prometida’ la sola mención produjo un irónico eco en mis pensamientos. Masajeé mis parpados, antes de responderle. – Muy bien, Gerion. Diles a mis padres que en un momento bajo. – le indiqué para que se retirara. Acto seguido, nuestro elfo desapareció tras una pequeña reverencia. ‘Hora de la farsa’ me dije amargamente poco antes de salir de la habitación.

Pasados unos minutos, los Hawthorne arribaron a la mansión, y de un momento a otro el silencio se rompió con los saludos cordiales y afectuosos entre nuestras familias. No era de extrañarse que el menos interesado en mostrarse hospitalario fuera yo. Mis padres estaban encantados con la idea de que Cécelia pasara el verano en la mansión, especialmente mi madre, quien no paraba de hacer comentarios llenos de ilusión sobre sus futuros nietos y lo hermosos que estos serian. Una cosa es que el compromiso ya sea un hecho, pero aun era demasiado pronto para tocar el tema. Con formales movimientos de cabeza, mostré el debido respeto a los señores Hawthorne, antes que la mirada de Cécelia y la mía, se encontraran instintivamente. Sonreí suavemente, observándola desde mi posición. Tal vez… si no fuera tan odiosa y petulante, la idea no me desagradaría y hasta cambiaría de opinión. Seria estúpido de mi parte no reconocer la belleza de Cécelia, tenía unos ojos preciosos, unos labios tentadores, un rostro adorable, solo que eso no le quita lo insoportable.

En silencio, la seguí hasta la biblioteca, y en ese trayecto, a pesar de estar de espaldas, no pude evitar darme cuenta de la mirada de mi madre clavada en mi nuca, incluso me atrevería a decir que la sentí sonreír. ‘Es una jovencita encantadora, Dorian. No sabes lo feliz que me hace saber que dentro de uno o dos años será mí nuera’. Suspiré profundamente al recordar las palabras de mi madre, y con un movimiento cerré la puerta para no ser molestados. Me tomé unos segundos antes de darme la media vuelta y encarar a Cécelia, con el rostro ligeramente contrariado. Afortunadamente, estando en privado, podríamos dejar de fingir para no dar una mala impresión delante de nuestros padres. – Que pena, Hawthorne. Y yo que pensé que esta brillante convivencia había sido idea tuya al darte cuenta de que no podías estar tres meses sin mí. – alardeé rodeando los ojos con ironía. – No. Supongo que no. Pero yo en tu lugar, me iría resignando. No es algo que podemos evitar y lo sabes. – pronuncié amargamente las palabras. La mayor parte de nuestras vidas ha sido planificada por nuestros padres, y este maldito compromiso formaba parte de lo que nos deparaba en el futuro. – De hecho, la parte de dormir juntos es lo que más me tiene entusiasmado. Siempre he tenido curiosidad de verte en camisón. – Arqueé una ceja, sonriendo con sutil interés al acariciar mi mentón distraídamente. – Incluso… si tu quieres… – susurré con cierta picardía a su oído, una vez que estuve lo suficientemente cerca de ella, hasta el punto de invadir su espacio personal desvergonzadamente. – Hasta podríamos… ducharnos juntos para no desperdiciar litros y litros de agua, y ser lo que se dice: marido y mujer en la práctica. – En lo personal, la idea no me desagradaba, a pesar de que solo estaba jugando con la idea para molestarla. Lentamente, me separé de ella para mirarla a los ojos y negar suavemente con una sonrisa burlona. – Para tu tranquilidad, nada de eso va a pasar, a menos que tú lo desees, pero lo dudo. – repuse, sin darle la menor importancia al breve acercamiento de hace unos segundos. – Aclaremos ciertos puntos para que después no haya malentendidos, ¿te parece? – Busqué apoyo en el borde delantero del escritorio para tener una mejor visualización de Cécelia. – Su supone que esta convivencia tiene como objetivo… jodernos el verano. Así que… en lo que a mi respecta, puedes hacer lo que quieras. Si quieres salir con tus amigas de compras al callejón Diagon, salir a caminar por la campiña, montar a caballo, o lo que sea… puedes hacerlo. Tú y yo sabes que esto es solo un capricho impuesto por nuestros padres, no necesariamente hay que estar… siempre juntos, ¿me entiendes? – torcí el gesto, al tiempo que enarcaba ligeramente una ceja. ¿Qué caso tenia fingir que somos felices con este maldito compromiso, cuando ni siquiera nos soportamos el uno al otro?