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Mensaje  ιzzy нale Dom Jun 05, 2011 11:59 pm

<BLOCKQUOTE>Yukki Khaudari
________________________________________
~Yukki Khaudari
3cer curso~ South Korea
feat. Georg Liechtenstein||text.xxx||place.salon de musica

</BLOCKQUOTE>


Posteos chap #7,,* Normal_hwang_mi_hee_022
Este me volteo hasta quedar frente a el, me sentia realmente como si estuviera a punto de caer del punto mas alto de un edificio. Habia arruinado nuestra amistad por mi confecion. Eso era algo que nunca me lo iba a perdonar. Pero entonces lo mire a los ojos, y el sentir su dedo en mi menton me hizo sentir como relampago en tod mi cuerpo. Era interesante lo que un pulgar podia hacerme. Sus ojos mostraban algo, algo que no sabia que era, y me consumia no poder decodificarlo. Sus palabras llegaron a mi cerebro y trataron de ser respondidas "No te arrepientas de lo que dices" dijo una voz muy parecida a la de mi madre. No podia moverme, o nisiquiera pronunciar alguna palabra, mi cuerpo no respondia a lo que mi cerebro trataba de decirle. Lo unico que sabia es que estaba asustada, asustada de que el se alejara por lo que habia dicho; sus manos acariciaron mi rostro, y crearon una sensacion muy bonita dentro de mi, sus ojos me hacian sentir como si el quisiera saber la verdad, como si de verdad queria oir lo que tenia que decirle. "Te quiero, te quiero, Georg, estoy perdidamente enamorada de ti" mis pensamientros trataban de ser pasado a traves de mi mirada, pero era algo imposible verdad?. Se lo habia dicho, habia confesado mis sentimientos y debia mantener mi palabra eso era lo que valia, tenia que ser sincera con el, asi me costara todo.Una confesion que.. que?.. me quede en la espectativa, seria que habia hecho algo en el? Seria que podia ser lo que yo queria? Tal vez pudo gustarle... Tal vez no. Pero lo que dijo, me hizo sentir como si la respiracion me faltara, y sabia que habia hecho que mi corazon comenzara a latir como si fuera corrido miles y miles de metros. Yo no queria que las olvidara, si no me costaba mi amistad con el, si no me costaba estar con el siempre. "El quiere saberlo, por que eres tan cobarde?" me reprocho mi conciencia, parecia un pepito grillo en mi cabeza, diciendome que era lo correcto y sabia que era que supiera que sentia por el. Pero no sabia como comenzar.Que sucederia si el me queria?, su pregunta me dejo sin aliento, como si el edificio del que estuve a punto de caer hacia unos momentos, me habia regalado un paracaidas. Si el me queria, mis suenos se harian realidad, sabia que tendria mi principe azul. Debia hacer que mi corazon parara o me desmayaria, y no creia que seria muy bonito para el. Tome aire e infle mis cachetes por un segundo. Sabia que estaba sonrojada, pero en este momento ya ni me importaba. - Si tu dices eso... muchas cosas cambiarian..eso tu lo sabes...-me anime a decir, un poco mas seguro de mis palabras. "Se fuerte, Yukki, tienes que decirselo". Me anime a acariciar su rostro y sentir su piel en mis dedos, y me deje llevar por primera vez por lo que sentia-si tu dices eso...no puedes volver atras por que...-Mi mirada se centro en sus ojos sin poder parar, como si estuviera hechizada por esos ojos hermosos, quienes me hacian sentir muchisimas cosas.- si dices eso, yo no te dejeria ir nunca...y eso significa mucho tiempo-le deje saber mirandola a los ojos con seriedad, como si de eso dependiera mi vida y la de el. No podia creer que esto estaba sucediendo, y que yo le estaba diciendo eso y parecia ser algo correspondido; o eso esparaba. No queria asustarlo, pero tenia que saber la verdad, si el me decia que me queria, nunca lo dejaria ir, nunca; lo queria y eso no estaba a dudar, y haria todo en mis manos para mantenerlo a mi lado-por eso tienes que estar seguro- le dije mirandolo y sonrei un poco. Mire su rasgos, su facciones perfectas, hechas por el escultor mas talentoso del todo el mundo. Mi Georg, mi querido Georg, no tenia idea cuanto habia sonado yo diciendole estas palabras, diciendole que lo queria, que no lo dejaria ir nunca. No habia sucedido de la manera que queria ...pero habia sucedido.- estoy perdidamente enamorada de ti, Georg... y por eso te pido que no digas nada si no estas seguro- le pedi con mi corazon abierto, ya habia salido, y ahora era cuando me daba contra la pared, o entraba a un nuevo lugar.


Última edición por ιzzy нale el Miér Jun 29, 2011 6:27 pm, editado 5 veces
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Mensaje  ιzzy нale Lun Jun 06, 2011 3:02 am

Patrizia Lamoretti
as: Patrizia Leonora Lamoretti
>> Psicóloga (Rockland)
[ Con Jared Mastrianni // Habitación de Jared ]
Posteos chap #7,,* 154x
Posteos chap #7,,* 155du_
Los acontecimientos de las últimas dos semanas, habían dejado en mí un amargo sabor en la boca… Por una parte, me resultaba… horrible el hecho de que un grupo de terroristas atacaran de esa manera a personas inocentes, especialmente a jóvenes y niños, quiénes siempre terminan por pagar los platos rotos, por decirlo de esa manera. Lo peor de todo, era que a pesar de que las autoridades habían abierto una investigación… aún no se daba una clara y concisa explicación, sobre quién o quiénes pudieron ser los responsables. Tras lo acontecido aquella noche en la feria de las naciones, había estado recibiendo la visita de varios estudiantes, quiénes se mostraban en un estado de shock, por haber presenciado el tiroteo. Es por esa razón que me esforzaba y hacía todo lo posible, por ayudar a los jóvenes y que de esa manera superen, los acontecimientos vividos… Daría lo que fuera por que los estudiantes, no se vieran involucrados en acontecimientos que pudieran alterar su estado emocional… teniendo en cuenta que son demasiado jóvenes, y tienen toda una vida por delante. Por otro lado, a pesar de mi preocupación por los jóvenes del Internado… una de mis mayores preocupaciones, era Jared… Había momentos en los que me preguntaba, si realmente habré echo lo correcto al aceptar trabajar en este sitio, a pesar de que mis afectos y sentimientos hacia Jared eran realmente sinceros… lo amaba, pero, temía arriesgar mi corazón y mis sentimientos. Jared… era mi mejor amigo, pero, también… era la persona con la que… soñaba algún día llegar a formar una familia… aunque quizás ese sueño sea más lejano que remoto. Sabía lo mucho que Jared había sufrido al terminar su relación con… Irene Urdangarín. Y, de algún modo… deseaba ser yo quien cure y sane las heridas de su corazón… algo que no sabía si lograría, pero al menos haría mi mejor esfuerzo por hacerlo feliz. Pasé una mano por mí rostro, intentando borrar todo rastro de sueño en mis ojos, los últimos tres días no he logrado conciliar el sueño correctamente y temía que esto afectara mi área laboral. Salí de la cafetería, con una taza de café y cargada con no una, si no varias carpeta con los expedientes de mis pacientes. Di un sorbo a mí taza de café, justo en el momento que doblaba en un pasillo, cuando accidentalmente me choqué de frente con un estudiante, lo que provocó que ambas cayéramos de bruses contra el suelo; al mismo tiempo las carpetas volaran por los aires, y que mi café cayera al suelo derramando el líquido en el suelo. Llevé una mano a mí cabeza, sintiéndome abrumada y atolondrada a causa del golpe… cuando escuché las disculpas de una joven. Alcé la mirada y pude darme cuenta que las disculpas provenían de… Irene Urdangarín. Mi rostro se mantuvo inexpresivo por varios segundos… al ver que… era demasiado joven, incluso viéndola de esa manera… tendría… unos… ¿17 años…? Del poco tiempo que llevaba trabajando en el Colegio, jamás… creí el llegar a topármela cara a cara… Y la situación, no podía ser más incómoda… teniendo en cuenta que ambas, sabíamos perfectamente quiénes éramos. No fui capaz de responder enseguida… por lo que simplemente me limité a prolongar el silencio entre nosotras, mientras recogía varias hojas que se habían desprendido de algunas carpetas. Entre abrí la boca, formando una pequeña “O” con los labios al ver que se disculpaba por segunda vez y se arrodillaba a ayudarme a recoger las carpetas. Suspiré pesadamente. – Descuide, no tiene de qué disculparse… la culpa también ha sido mía al caminar distraída… – expresé de una manera breve y concisa, tomando suavemente su muñeca y con amabilidad, impidiendo que se molestara en ayudarme. – Por favor, señorita… levántese, no es necesario que se tome esa clase de molestias… – mi voz de la misma manera que mi semblante se mantuvo impertérrito, solté suavemente su muñeca, agitando varias hojas que se habían echado a perder, a causa de que el café les había caído encima. Esparcí las hojas manchadas, en el suelo limpiando el líquido, para posteriormente arrojarlos en el contenedor. Terminé de archivar rápidamente las hojas que había logrado salvar en las carpetas, y me levanté al tiempo que extendía amablemente una mano hacia ella, ayudándola a levantarse del suelo. – ¿Se encuentra bien? – pregunté tranquilamente, asegurándome de que no se hubiera echo daño… o algo por el estilo. Hasta el momento no había tenido oportunidad de conocerla… es por esa razón que a pesar de lo que Jared me contó sobre ella… era incapaz de juzgarla, no sin antes tener la oportunidad de conocerla.
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Mensaje  ιzzy нale Lun Jun 06, 2011 3:08 am

Georg de Liechtenstein
as: Georg Antonius Constantin Maria de Liechtenstein
+ Cuarto año >> Taller de Guión & Literatura ;; Equitación ;; Futbol (Defensor)
[ Con Yukki Khaudari // Aula de música
]

Posteos chap #7,,* 2qjc6u0_
Cerré la puerta la habitación de un solo golpe… como si eso de alguna manera me ayudara a desahogar la frustración y la exasperación que tenía por dentro. Ya tenía encima demasiadas obligaciones para que me cargaran una más ¿Por qué maldita sea?… Siempre he respetado y acatado las decisiones de mi padre y de mi abuelo, siempre me he visto en la obligación de hacer lo correcto, teniendo en cuenta que es lo que esperan de mí… siempre he tenido que anteponer mis obligaciones, antes que mis emociones, pero, lo que acababa de escuchar hace unos minutos por teléfono… era… ERA COMPLETA UNA LOCURA. Lo que mi padre acababa comunicarme sobrepasaba mis límites… Sabía que no podía interferir en las decisiones de mi abuelo, ni en las de mi padre… pero, si piensan que voy a aceptar tal responsabilidad como lo es dirigir una nación, están muy equivocados. Por la simple y sencilla razón de que no era el indicado… ni mucho menos estaba lo suficientemente preparado para cargar con el peso que conlleva ser el siguiente gobernante de nuestra nación. Esta decisión… lo cambiaba todo… aún era demasiado pronto para tener un proyecto de vida… pero, la idealización de lo que sería de mi vida en algunos años, se había desmoronado. A causa de la decisión de Joseph de abdicar su derecho al trono, para casarse, formar una familia y tener una vida normal y sin ninguna complicación, mi abuelo había tenido un infarto y en este instante se encontraba internado, aunque según mi padre, su estado de salud se reportaba como estable. Pasé ambas manos por mi rostro, haciendo un esfuerzo por tranquilizarme… pensar con claridad, pero, la frustración por no saber como cargar con la responsabilidad y la preocupación de saber que mi abuelo se encontraba hospitalizado, me tenía con la cabeza echa un lío. ¿Qué demonios podría hacer? Huir no era la solución a mis problemas… aunque sea la salida fácil. La inseguridad… siempre ha sido uno de mis mayores defectos. He ahí el problema… la razón por la que no me sentía apto para cargar con esta responsabilidad. Eché a andar con paso lento y seguro hasta el teatro, donde había quedado de verme con ese pequeño ángel… que dio paso a convertirse en la dueña de mi corazón y de mis pensamientos… mi pequeña Lottie. Yukki, que con su dulzura y su ternura, de alguna manera logró abrir nuevamente las puertas de mi corazón, brindándome una esperanza… una ilusión para volver a creer en el amor. Palabras cursis, lo sé… pero ella… y solo ella era la única que me hacía sentir de esta manera. El Teatro y el Aula de Música, se habían convertido en nuestros lugares secretos, lugares en los cuales podíamos charlar tranquilamente durante el tiempo que quisiéramos. Una vez que me aseguré que el Teatro estuviera desocupado, caminé hasta el escenario, para finalmente atravesar el telón, donde se ubicaba un viejo piano que por lo general la Profesora Pierce y los estudiantes del Taller de Música y Teatro utilizaban para ensayar los musicales y las obras de teatro. Saqué algunas partituras de mi mochila, para posteriormente colocarlas en su lugar, al tiempo que me sentaba en el banquillo y dejaba que mis dedos se deslizaran suavemente por las teclas del piano, al ritmo de una delicada melodía que había compuesto desde hace algún tiempo y que aún me faltaba por hacerle unos arreglos… una melodía que había compuesto para mi pequeño ángel de la música. Dejé de tocar un instante, tomando el lápiz que se encontraba detrás de mi oreja, para hacerle un arreglo a la partitura y que no me favorecía para la melodía, cambiando una nota por otra. Dejé caer el lápiz con nerviosismo cuando escuché su voz… alcé inmediatamente, encontrándome con su mirada, esa hermosa mirada, que de alguna manera me tenía… hechizado… pues estaba más enamorado que nunca, esos ojos hermosos ojos que por un momento hicieron que olvidara mis preocupaciones y la responsabilidad que tarde o temprano tendría que asumir. Respondí a su saludo con una simple y sencilla sonrisa en mi rostro. A pesar de que entre nosotros había nacido una amistad única… había momentos en los que me sentía como un completo imbécil… por no saber que decir… o como expresarme, sin ser demasiado obvio con lo que ella brotaba en mí interior. Asentí tranquilamente, dibujando una suave sonrisa cuando me pidió que tocara algo para ella. Según Yukki, era mil veces mejor tocando el piano que ella… pero lo que no sabe es que desde el momento que llegó a mí vida, se convirtió en mi musa… en mi inspiración, en mi ángel de la música. – Con gusto… pero ¿sabes algo? nada me complacería más que uno de estos días aceptaras tocar un dueto conmigo. – Su voz era tan dulce… que no me extrañaría que en un futuro se convirtiera en una famosa cantante. Ahora que lo pienso… extrañamente ninguno de los dos nos hemos detenido a pensar que camino tomaríamos al graduarnos. En el fondo… temía que esta decisión la aleje de mi lado, para siempre. Teniendo en cuenta que este era mi último año en el Internado… ¿tendría que hacerme a la idea de que tomaríamos caminos diferentes? ¿Tendría que sacrificar lo que siento por ella para convertirme en el soberano que mi padre y mi abuelo desean que sea? Bajé la mirada… esta responsabilidad demandaba sacrificar mi corazón… ¿tendría el valor de hacerlo? Fruncí los labios, al tiempo que colocaba el lápiz detrás de mi oreja, aprovechando un momento de distracción por parte de Yukki… para colocar hasta el final de las demás partituras, la partitura con su melodía. Arrugué ligeramente el entrecejo, meditando en silencio sus palabras… palabras que no dudé en comprender, sin tener la necesidad de que se explicara más a fondo. La situación entre nuestros dos mejores amigos no daba paso a mejorar y debo confesar que temía que uno de estos días Liam cometiera una locura… alguna imprudencia por creer que se había equivocado al enamorarse de la chica equivocada. Nunca lo había visto así… y el hecho de que hubiese vuelto a retomar ese maldito vicio me preocupaba seriamente. – Lottie, mírame… – le pedí tranquilamente, tomando delicadamente su mentón entre mi mano, para que me mirara a los ojos. Aunque lo ocultara, en su mirada era evidente la tristeza y el verla de esa manera… jodía rotundamente. Jamás me ha gustado ver sufrir a las personas que quiero… y mucho menos tratándose de la chica que quería con todo mi corazón. – Entiendo como te sientes… pero, no por el hecho de que nuestros amigos no puedan estar juntos… eso no te impide que disfrutes y te emociones por algo que a ti te hace feliz… – le hice saber, en un tono tranquilo, haciendo un esfuerzo por reconfortarla. – Créeme, nada me gustaría más ver a mi mejor amigo con la chica de sus sueños. – De la misma manera, que deseaba con la misma intensidad confesarle a Yukki lo que sentía por ella. Suspiré. – Pero… a fin de cuentas me parece que ambos sabemos que solo una personita en especial lo hará cambiar. – Ambos se querían… y aunque había estado a punto de romper la promesa que le había echo a Izzie y decirle de una vez por todas a la verdad a Liam… en el fondo sabía que aunque se lo dijera… la única que realmente podría hacerlo cambiar era Izzie y no nosotros.
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Mensaje  ιzzy нale Lun Jun 06, 2011 3:12 am

Georg de Liechtenstein
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Posteos chap #7,,* 012cn_
No era capaz de comprender hasta que punto había sido tan imbécil, como para no darme cuenta y dejar que nuestra amistad se fuera desmoronando lentamente. ¿Habré echo algo que la ofendiera? O peor aún… ¿en qué sentido pude haberla decepcionado? Respiré lenta y profundamente, revolviendo mi cabeza, con gesto de frustración, odiaba sentirme embargado por esta maldita incertidumbre que desde hacía dos meses no me dejaba en paz. Los días se habían convertido en semanas y las semanas en meses, lo que me había orillado a sumergirme en monotonía que me estaba resultando difícil sobrellevar. La estaba perdiendo… y lo peor de todo es que no comprendía la razón, ni el por qué de su comportamiento tan distante. “Quizás… se dio cuenta de que le mentías respecto a tus obligaciones y eso la asustó. Ten en cuenta que a ninguna mujer le gustan las mentiras, eso es algo que deberías saber…” resonó mordazmente una vocecilla dentro de mis pensamientos, una voz demasiado parecida a la de Alistair, para mi gusto. “No es la mejor opción para ti, y lo sabes… es decir, mírala… ni siquiera muestra el más mínimo interés en ti. ¿Crees realmente que si sintiera algo sincero por ti, sería tan… insensible como para ignorarte? ¡Abre los ojos, Georg! En vez de estar preocupándote por alguien como ella, deberías estar interesado en buscarte alguien que realmente esté dispuesta a estar contigo en las buenas y en las malas, sin importar los obstáculos… tan solo mira a tu alrededor y es probable que encuentres a esa persona especial” resonó lacónicamente una segunda voz dentro de mi cabeza, una voz que extrañamente desde hace algún tiempo formaba parte de mis pensamientos. Pasé ambas manos por mi rostro, intentando borrar de mis pensamientos el rostro de Giovanna, a pesar de que sus palabras habían logrado plantearme seriamente esa posibilidad. ¿Sería posible que todo este tiempo hubiera confundido nuestra amistad? ¿Y si Giovanna tenía razón? ¿Se puede ser lo suficientemente estúpido como para tener la desgracia de tropezar con la misma piedra dos veces? Esmee formaba parte de mi pasado… un pasado que desde hacía mucho tiempo había superado y dejado atrás. En cambio, Yukki… lo era todo para mí, hablando cursimente ella era todo mi mundo, lo que sentía por ella era un sentimiento completa y totalmente diferente al que alguna vez llegué a sentir por Esmee. Giré mi rostro lentamente, tomando de la mesita de noche, el único retrato que tenía de ese pequeño ángel… de mi pequeña Lottie. Su rostro… su sonrisa… hizo que lentamente la expresión hosca en mi rostro se desvaneciera momentáneamente, al punto que no pude evitar sonreír con ternura, al recordar aquella noche en la víspera de Navidad; Georgina y Sophia habían sido las causantes de desencadenar la tercera guerra mundial de bolas de nieve; Carol, Yukki y el resto de mis primas al final habían terminado por unirse al bando ganador y de esa manera acabaron por darnos una paliza a Nikolaus, Alfons, Moritz, Benedikt, Lukas, incluyéndome entre los caídos. Las vacaciones de Navidad habían sido sin duda alguna inolvidables, todos y cada uno de los miembros de mi familia estaban felices (en especial mamá, la abuela, Carol y mis primas) que estaban más que encantadas con la presencia y la compañía de Yukki, teniendo en cuenta que era la primera vez que invitaba formalmente a una amiga a pasar las vacaciones con mi familia. Tres de las mujeres más importantes en mí vida, de la misma manera que toda la familia, queríamos y deseábamos plenamente que la estancia de Yukki, fuera especial e inolvidable. Los días que viví a su lado fueron maravillosos… no solo mi dulce ángel había traído alegría a mi vida, si no también había llevado alegría a los pequeños del orfanato. Reí silenciosamente, al recordar las palabras de los pequeños, preguntándome de la manera más inocente si Yukki era mi princesa. Por suerte, la respuesta a esa pregunta solo la conocíamos los pequeños y yo, lo que lo había convertido en nuestro mayor secreto. Acaricié su retrato, contorneando delicadamente todas y cada una de sus facciones, sintiendo una amarga sensación de vacio en mí interior… ¿Por qué tenía que pasar todo esto justo cuando creía que había encontrado a la chica de mis sueños? me cuestioné dentro de mis pensamientos, como si aquello de alguna manera me ayudara a encontrar la respuesta a todas las preguntas que rondaban mi cabeza y me tenían vuelto un lío. Dejé su retrato en la mesita de noche, al tiempo que tomaba mi mochila de un tirón y salía precipitadamente del dormitorio, azotando la puerta a mis espaldas. Evitando por todos los medios abrumarme ahora con la situación por la que atravesaban muchos de los estudiantes, respecto a un virus que se había esparcido en el Internado. Necesitaba de alguna forma desahogar esta maldita frustración que me estaba consumiendo, salir de esta absurda monotonía en la que me estaba sumergiendo, pero lo que más necesitaba era arrancarme este sentimiento que me provocaba el saber que la estaba perdiendo. Giré la perilla de la puerta del aula de música, para posteriormente cerrar suavemente la puerta a mis espaldas. Inhalé y exhalé profundamente, dejándome embargar por la sensación de tranquilidad que evocaba este lugar… aquella aula que había testigo de nuestras largas conversaciones, de nuestras risas, de todos y cada uno de esos momentos felices que viví a su lado. Saqué algunas partituras de mi mochila, para posteriormente sentarme en el banquillo y de ese modo darles una hojeada tras otra, antes de colocarlas en su respectivo lugar; troné mis nudillos y dejé que mis dedos se deslizaran suavemente por las teclas del piano, al ritmo de la melodía, de su melodía… la cual arruiné en cuestión de segundos, equivocándome en las teclas; la música siempre ha sido la mayor forma de expresar los sentimientos, de echo era la única manera en que era capaz de expresarme sin la necesidad de emplear las palabras. Un error tras otro, tras otro y tras otro. Pasé una mano por mi rostro, comenzaba a frustrarme el echo de que no era capaz de concentrarme… ¿Qué demonios es lo que me estaba pasando? Pegué un puñetazo a las teclas del piano descargando toda esta maldita frustración. Era como si hubiera… perdido toda sensibilidad, toda inspiración a la hora tocar. Cerré de golpe la tapa del piano, hundiendo la cabeza entre mis manos. Escuché claramente el sonido de la puerta al abrirse; sin siquiera moverme supe que trataba de ella… reconocería su presencia incluso con los ojos cerrados… cerré los ojos lentamente, deleitándome del cálido y dulce sonido de su voz, el cual me transmitía una tranquilidad, una felicidad que poco a poco se iba evaporando, por que desde hacía semanas se limitaba a ignorarme. Lentamente fui abriendo los ojos, me moría de ansias por mirarla a los ojos, por perderme en su mirada. Alcé la cabeza de golpe, al darme cuenta de que sus intenciones de irse iban enserio. – ¿Te vas? – mascullé con voz inexpresiva y monótona. – ¿Es que acaso la señorita Khaudari ya encuentra “intolerable” mi presencia que no es capaz de soportar que coincidamos en el mismo sitio? – farfullé con amarga ironía. – Por que si es así, déjame ahorrarte la molestia, por que el que se larga de aquí soy yo… – sentencié con un nudo en la garganta, antes de levantarme de golpe del banquillo.


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Mensaje  ιzzy нale Lun Jun 06, 2011 3:28 am

Arwen Everglot
as: Arwen Eileen Everglot
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Posteos chap #7,,* 1728d
Posteos chap #7,,* 1729_
Tras varios meses de investigación, finalmente había logrado infiltrarme a los archivos ocultos por parte del gobierno australiano, quiénes, pese a la insistencia de Max, se negaban en proporcionarnos la información requerida acerca del paradero de nuestros hermanos. Había logrado ingresar al sistema, pese a las redes de seguridad, y recuperar los archivos confidenciales acerca del paradero de mis hermanos. Sin embargo, al intentar abrir los archivos, estos casualmente se encontraban protegidos con una contraseña… había pasado horas intentando descifrar la contraseña y de esa manera abrir los archivos, pero, los documentos se encontraban altamente protegidos… Por un momento, fui capaz de creer, de tener la esperanza de que lo lograría… pero, todo fue inútil… la necesidad y la preocupación por encontrar a mis hermanos, eran dos sentimientos que cada vez iban en aumento… me desesperaba no poder hacer nada útil por ayudarlos, necesitaba saber que había sido de sus vidas, saber si en realidad eran felices con su nueva familia. Respiré lenta y profundamente, sintiendo dentro de mí esa sensación de vacio y desilusión… dentro de mis pensamientos, aún tenía grabados con exactitud sus rostros de pequeños, de igual manera que todos y cada uno de nuestros recuerdos, algunos vagos y difíciles de recordar. Con el correr del tiempo, temía despertarme una mañana y encontrarme con la decepción de haber olvidado sus rostros… ¿qué sucedería si un día caminando casualmente por las calles me encontraba con alguno de ellos? ¿Y no sea capaz de reconocer a alguno de ellos?. Debo confesar que ese era uno de mis mayores miedos… pero, también… ¿qué sucedería si nuestros hermanos tampoco eran capaces de reconocernos? Cerré fuertemente los ojos, haciendo un esfuerzo por dejar de pensar en todas aquellas preguntas sin respuesta. No, eso no pasará… me dije dentro de mis pensamientos, con la intención de reconfortarme. No me daría tan fácilmente por vencida… encontraría a mis hermanos, aunque me llevara toda una vida hacerlo… Ahogué un débil suspiro, cuando me subí con cuidado a una de las escaleras y me dedicaba a colgar algunos adornos que hacían falta en el Salón. Estaba a punto de bajar de las escaleras, cuando justo en ese momento uno de mis compañeros apareció, me sostuvo con suavidad, ayudándome a bajar. Coloqué distraídamente un mechón de cabello detrás de mi oreja, sonriéndole con amabilidad. Extrañamente… la sensación de ser observada, me hizo girar mi rostro instantáneamente ubicando la mirada en el extremo del Salón, donde casualmente Andrew se encontraba dando las últimas indicaciones a los estudiantes que se habían ofrecido a formar parte del Comité de Organización de Eventos. Esbocé una débil y apenas visible mueva en mi rostro… sintiendo una extraña sensación de mariposeo en mí interior, una sensación que nunca antes había sentido. No seas absurda, Arwen… me dije recriminé, la sola idea de pensar que aquella mirada hubiera podido tratarse de la mirada de Andrew… resulta tan… inverosímil… que ni yo misma era capaz de creerlo, aunque la idea hubiera atravesado mis pensamientos. Hice un esfuerzo por concentrarme en lo que Darien intentaba decirme… las únicas palabras que fui capaz de captar eran baile y gustaría… pero, curiosamente no era capaz de hilarlas. Mordí mi labio inferior con nerviosismo. – Creo… estoy segura de que a… Kelly le encantaría ir contigo… – desvarié con una sonrisa distraída en mi rostro, sin estar muy segura de mis palabras… nuevamente la sensación de que alguien me miraba, me distrajo, pero a pesar de todo, intenté no prestarle la más mínima atención. – Deberías invitarla… anímate tigre. – bromeé, dándole un suave y amistoso golpe en el hombro. No sé por qué… pero, por el rostro de Darien, me daba la ligera impresión de divisar una chispa de decepción y desilusión en su mirada. Abrí los labios, sintiéndome culpable… por no haberle prestado la suficiente atención. Tal vez eso no era precisamente lo que quería decirme. Quise enmendar mi error, pero, en ese instante una extraña corazonada… una emoción… que cortó mi respiración, me invadió de pies a cabeza. Mi corazón empezó a latir de una manera desmesurada… a tal grado que era capaz de escuchar los propios latidos de mi corazón. – Ahora vuelvo, Darien. – le prometí, cuando pasé por su lado, abriéndome paso entre los estudiantes que se encontraban en el Salón. ¿Qué era está sensación? Este sentimiento… era como si… si se tratara del canto de una sirena… necesitaba saberlo… Aproveché colarme cuando la puerta del salón se abrió de par en par y un grupo de chicos entraban cargados con los aparatos de sonido, los cuales faltaban por instalar. Me detuve a escasos metros, en uno de los corredores contiguos, al ver la silueta de aquel chico de cabello azabache, quien se encontraba de espaldas, timando los últimos detalles de al parecer unos adornos. Lentamente fui acercándome, dejándome guiar por este sentimiento difícil de explicar con palabras… esta sensación… que me tenía tan inquieta. Intenté decir algo… cualquier cosa, cualquier frase… pero, tenía la boca reseca… y todo parecía indicar que las palabras se negaban a brotar de mis labios. Lentamente estiré mi mano, para llamar su atención, sintiendo como mi mano temblaba débilmente a causa de los nervios que me invadieron, hasta que finalmente toqué su hombro con suavidad. – Disculpa… yo... solo quería preguntarte si has term… – ahogué las últimas palabras, cuando aquel chico se dio la media vuelta, de modo que quedamos frente a frente. Esos ojos… ese rostro… De un momento a otro, las lágrimas empañaron mis ojos… por lo que tuve que hacer un esfuerzo descomunal por que impedir que brotaran. Esto… esto es imposible… me dije a mí misma, como si todo esto se tratara de un sueño, de una fantasía. – ¿R-Ron? – aquel nombre brotó de mis labios de una manera inesperada… al mismo tiempo que no una, si no miles de emociones brotaron en mí interior.
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Cerré la puerta la habitación de un solo golpe… como si eso de alguna manera me ayudara a desahogar la frustración y la exasperación que tenía por dentro. Ya tenía encima demasiadas obligaciones para que me cargaran una más ¿Por qué maldita sea?… Siempre he respetado y acatado las decisiones de mi padre y de mi abuelo, siempre me he visto en la obligación de hacer lo correcto, teniendo en cuenta que es lo que esperan de mí… siempre he tenido que anteponer mis obligaciones, antes que mis emociones, pero, lo que acababa de escuchar hace unos minutos por teléfono… era… ERA COMPLETA UNA LOCURA. Lo que mi padre acababa comunicarme sobrepasaba mis límites… Sabía que no podía interferir en las decisiones de mi abuelo, ni en las de mi padre… pero, si piensan que voy a aceptar tal responsabilidad como lo es dirigir una nación, están muy equivocados. Por la simple y sencilla razón de que no era el indicado… ni mucho menos estaba lo suficientemente preparado para cargar con el peso que conlleva ser el siguiente gobernante de nuestra nación. Esta decisión… lo cambiaba todo… aún era demasiado pronto para tener un proyecto de vida… pero, la idealización de lo que sería de mi vida en algunos años, se había desmoronado. A causa de la decisión de Joseph de abdicar su derecho al trono, para casarse, formar una familia y tener una vida normal y sin ninguna complicación, mi abuelo había tenido un infarto y en este instante se encontraba internado, aunque según mi padre, su estado de salud se reportaba como estable. Pasé ambas manos por mi rostro, haciendo un esfuerzo por tranquilizarme… pensar con claridad, pero, la frustración por no saber como cargar con la responsabilidad y la preocupación de saber que mi abuelo se encontraba hospitalizado, me tenía con la cabeza echa un lío. ¿Qué demonios podría hacer? Huir no era la solución a mis problemas… aunque sea la salida fácil. La inseguridad… siempre ha sido uno de mis mayores defectos. He ahí el problema… la razón por la que no me sentía apto para cargar con esta responsabilidad. Eché a andar con paso lento y seguro hasta el teatro, donde había quedado de verme con ese pequeño ángel… que dio paso a convertirse en la dueña de mi corazón y de mis pensamientos… mi pequeña Lottie. Yukki, que con su dulzura y su ternura, de alguna manera logró abrir nuevamente las puertas de mi corazón, brindándome una esperanza… una ilusión para volver a creer en el amor. Palabras cursis, lo sé… pero ella… y solo ella era la única que me hacía sentir de esta manera. El Teatro y el Aula de Música, se habían convertido en nuestros lugares secretos, lugares en los cuales podíamos charlar tranquilamente durante el tiempo que quisiéramos. Una vez que me aseguré que el Teatro estuviera desocupado, caminé hasta el escenario, para finalmente atravesar el telón, donde se ubicaba un viejo piano que por lo general la Profesora Pierce y los estudiantes del Taller de Música y Teatro utilizaban para ensayar los musicales y las obras de teatro. Saqué algunas partituras de mi mochila, para posteriormente colocarlas en su lugar, al tiempo que me sentaba en el banquillo y dejaba que mis dedos se deslizaran suavemente por las teclas del piano, al ritmo de una delicada melodía que había compuesto desde hace algún tiempo y que aún me faltaba por hacerle unos arreglos… una melodía que había compuesto para mi pequeño ángel de la música. Dejé de tocar un instante, tomando el lápiz que se encontraba detrás de mi oreja, para hacerle un arreglo a la partitura y que no me favorecía para la melodía, cambiando una nota por otra. Dejé caer el lápiz con nerviosismo cuando escuché su voz… alcé inmediatamente, encontrándome con su mirada, esa hermosa mirada, que de alguna manera me tenía… hechizado… pues estaba más enamorado que nunca, esos ojos hermosos ojos que por un momento hicieron que olvidara mis preocupaciones y la responsabilidad que tarde o temprano tendría que asumir. Respondí a su saludo con una simple y sencilla sonrisa en mi rostro. A pesar de que entre nosotros había nacido una amistad única… había momentos en los que me sentía como un completo imbécil… por no saber que decir… o como expresarme, sin ser demasiado obvio con lo que ella brotaba en mí interior. Asentí tranquilamente, dibujando una suave sonrisa cuando me pidió que tocara algo para ella. Según Yukki, era mil veces mejor tocando el piano que ella… pero lo que no sabe es que desde el momento que llegó a mí vida, se convirtió en mi musa… en mi inspiración, en mi ángel de la música. – Con gusto… pero ¿sabes algo? nada me complacería más que uno de estos días aceptaras tocar un dueto conmigo. – Su voz era tan dulce… que no me extrañaría que en un futuro se convirtiera en una famosa cantante. Ahora que lo pienso… extrañamente ninguno de los dos nos hemos detenido a pensar que camino tomaríamos al graduarnos. En el fondo… temía que esta decisión la aleje de mi lado, para siempre. Teniendo en cuenta que este era mi último año en el Internado… ¿tendría que hacerme a la idea de que tomaríamos caminos diferentes? ¿Tendría que sacrificar lo que siento por ella para convertirme en el soberano que mi padre y mi abuelo desean que sea? Bajé la mirada… esta responsabilidad demandaba sacrificar mi corazón… ¿tendría el valor de hacerlo? Fruncí los labios, al tiempo que colocaba el lápiz detrás de mi oreja, aprovechando un momento de distracción por parte de Yukki… para colocar hasta el final de las demás partituras, la partitura con su melodía. Arrugué ligeramente el entrecejo, meditando en silencio sus palabras… palabras que no dudé en comprender, sin tener la necesidad de que se explicara más a fondo. La situación entre nuestros dos mejores amigos no daba paso a mejorar y debo confesar que temía que uno de estos días Liam cometiera una locura… alguna imprudencia por creer que se había equivocado al enamorarse de la chica equivocada. Nunca lo había visto así… y el hecho de que hubiese vuelto a retomar ese maldito vicio me preocupaba seriamente. – Lottie, mírame… – le pedí tranquilamente, tomando delicadamente su mentón entre mi mano, para que me mirara a los ojos. Aunque lo ocultara, en su mirada era evidente la tristeza y el verla de esa manera… jodía rotundamente. Jamás me ha gustado ver sufrir a las personas que quiero… y mucho menos tratándose de la chica que quería con todo mi corazón. – Entiendo como te sientes… pero, no por el hecho de que nuestros amigos no puedan estar juntos… eso no te impide que disfrutes y te emociones por algo que a ti te hace feliz… – le hice saber, en un tono tranquilo, haciendo un esfuerzo por reconfortarla. – Créeme, nada me gustaría más ver a mi mejor amigo con la chica de sus sueños. – De la misma manera, que deseaba con la misma intensidad confesarle a Yukki lo que sentía por ella. Suspiré. – Pero… a fin de cuentas me parece que ambos sabemos que solo una personita en especial lo hará cambiar. – Ambos se querían… y aunque había estado a punto de romper la promesa que le había echo a Izzie y decirle de una vez por todas a la verdad a Liam… en el fondo sabía que aunque se lo dijera… la única que realmente podría hacerlo cambiar era Izzie y no nosotros.
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Por la simple y sencilla razón de que no era el indicado… ni mucho menos estaba lo suficientemente preparado para cargar con el peso que conlleva ser el siguiente gobernante de nuestra nación. Esta decisión… lo cambiaba todo… aún era demasiado pronto para tener un proyecto de vida… pero, la idealización de lo que sería de mi vida en algunos años, se había desmoronado. A causa de la decisión de Joseph de abdicar su derecho al trono, para casarse, formar una familia y tener una vida normal y sin ninguna complicación, mi abuelo había tenido un infarto y en este instante se encontraba internado, aunque según mi padre, su estado de salud se reportaba como estable. Pasé ambas manos por mi rostro, haciendo un esfuerzo por tranquilizarme… pensar con claridad, pero, la frustración por no saber como cargar con la responsabilidad y la preocupación de saber que mi abuelo se encontraba hospitalizado, me tenía con la cabeza echa un lío. ¿Qué demonios podría hacer? Huir no era la solución a mis problemas… aunque sea la salida fácil. La inseguridad… siempre ha sido uno de mis mayores defectos. He ahí el problema… la razón por la que no me sentía apto para cargar con esta responsabilidad. Eché a andar con paso lento y seguro hasta el teatro, donde había quedado de verme con ese pequeño ángel… que dio paso a convertirse en la dueña de mi corazón y de mis pensamientos… mi pequeña Lottie. Yukki, que con su dulzura y su ternura, de alguna manera logró abrir nuevamente las puertas de mi corazón, brindándome una esperanza… una ilusión para volver a creer en el amor. Palabras cursis, lo sé… pero ella… y solo ella era la única que me hacía sentir de esta manera. El Teatro y el Aula de Música, se habían convertido en nuestros lugares secretos, lugares en los cuales podíamos charlar tranquilamente durante el tiempo que quisiéramos. Una vez que me aseguré que el Teatro estuviera desocupado, caminé hasta el escenario, para finalmente atravesar el telón, donde se ubicaba un viejo piano que por lo general la Profesora Pierce y los estudiantes del Taller de Música y Teatro utilizaban para ensayar los musicales y las obras de teatro. Saqué algunas partituras de mi mochila, para posteriormente colocarlas en su lugar, al tiempo que me sentaba en el banquillo y dejaba que mis dedos se deslizaran suavemente por las teclas del piano, al ritmo de una delicada melodía que había compuesto desde hace algún tiempo y que aún me faltaba por hacerle unos arreglos… una melodía que había compuesto para mi pequeño ángel de la música. Dejé de tocar un instante, tomando el lápiz que se encontraba detrás de mi oreja, para hacerle un arreglo a la partitura y que no me favorecía para la melodía, cambiando una nota por otra. Dejé caer el lápiz con nerviosismo cuando escuché su voz… alcé inmediatamente, encontrándome con su mirada, esa hermosa mirada, que de alguna manera me tenía… hechizado… pues estaba más enamorado que nunca, esos ojos hermosos ojos que por un momento hicieron que olvidara mis preocupaciones y la responsabilidad que tarde o temprano tendría que asumir. Respondí a su saludo con una simple y sencilla sonrisa en mi rostro. A pesar de que entre nosotros había nacido una amistad única… había momentos en los que me sentía como un completo imbécil… por no saber que decir… o como expresarme, sin ser demasiado obvio con lo que ella brotaba en mí interior. Asentí tranquilamente, dibujando una suave sonrisa cuando me pidió que tocara algo para ella. Según Yukki, era mil veces mejor tocando el piano que ella… pero lo que no sabe es que desde el momento que llegó a mí vida, se convirtió en mi musa… en mi inspiración, en mi ángel de la música. – Con gusto… pero ¿sabes algo? nada me complacería más que uno de estos días aceptaras tocar un dueto conmigo. – Su voz era tan dulce… que no me extrañaría que en un futuro se convirtiera en una famosa cantante. Ahora que lo pienso… extrañamente ninguno de los dos nos hemos detenido a pensar que camino tomaríamos al graduarnos. En el fondo… temía que esta decisión la aleje de mi lado, para siempre. Teniendo en cuenta que este era mi último año en el Internado… ¿tendría que hacerme a la idea de que tomaríamos caminos diferentes? ¿Tendría que sacrificar lo que siento por ella para convertirme en el soberano que mi padre y mi abuelo desean que sea? Bajé la mirada… esta responsabilidad demandaba sacrificar mi corazón… ¿tendría el valor de hacerlo? Fruncí los labios, al tiempo que colocaba el lápiz detrás de mi oreja, aprovechando un momento de distracción por parte de Yukki… para colocar hasta el final de las demás partituras, la partitura con su melodía. Arrugué ligeramente el entrecejo, meditando en silencio sus palabras… palabras que no dudé en comprender, sin tener la necesidad de que se explicara más a fondo. La situación entre nuestros dos mejores amigos no daba paso a mejorar y debo confesar que temía que uno de estos días Liam cometiera una locura… alguna imprudencia por creer que se había equivocado al enamorarse de la chica equivocada. Nunca lo había visto así… y el hecho de que hubiese vuelto a retomar ese maldito vicio me preocupaba seriamente. – Lottie, mírame… – le pedí tranquilamente, tomando delicadamente su mentón entre mi mano, para que me mirara a los ojos. Aunque lo ocultara, en su mirada era evidente la tristeza y el verla de esa manera… jodía rotundamente. Jamás me ha gustado ver sufrir a las personas que quiero… y mucho menos tratándose de la chica que quería con todo mi corazón. – Entiendo como te sientes… pero, no por el hecho de que nuestros amigos no puedan estar juntos… eso no te impide que disfrutes y te emociones por algo que a ti te hace feliz… – le hice saber, en un tono tranquilo, haciendo un esfuerzo por reconfortarla. – Créeme, nada me gustaría más ver a mi mejor amigo con la chica de sus sueños. – De la misma manera, que deseaba con la misma intensidad confesarle a Yukki lo que sentía por ella. Suspiré. – Pero… a fin de cuentas me parece que ambos sabemos que solo una personita en especial lo hará cambiar. – Ambos se querían… y aunque había estado a punto de romper la promesa que le había echo a Izzie y decirle de una vez por todas a la verdad a Liam… en el fondo sabía que aunque se lo dijera… la única que realmente podría hacerlo cambiar era Izzie y no nosotros.
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Cerré la puerta la habitación de un solo golpe… como si eso de alguna manera me ayudara a desahogar la frustración y la exasperación que tenía por dentro. Ya tenía encima demasiadas obligaciones para que me cargaran una más ¿Por qué maldita sea?… Siempre he respetado y acatado las decisiones de mi padre y de mi abuelo, siempre me he visto en la obligación de hacer lo correcto, teniendo en cuenta que es lo que esperan de mí… siempre he tenido que anteponer mis obligaciones, antes que mis emociones, pero, lo que acababa de escuchar hace unos minutos por teléfono… era… ERA COMPLETA UNA LOCURA. Lo que mi padre acababa comunicarme sobrepasaba mis límites… Sabía que no podía interferir en las decisiones de mi abuelo, ni en las de mi padre… pero, si piensan que voy a aceptar tal responsabilidad como lo es dirigir una nación, están muy equivocados. Por la simple y sencilla razón de que no era el indicado… ni mucho menos estaba lo suficientemente preparado para cargar con el peso que conlleva ser el siguiente gobernante de nuestra nación. Esta decisión… lo cambiaba todo… aún era demasiado pronto para tener un proyecto de vida… pero, la idealización de lo que sería de mi vida en algunos años, se había desmoronado. A causa de la decisión de Joseph de abdicar su derecho al trono, para casarse, formar una familia y tener una vida normal y sin ninguna complicación, mi abuelo había tenido un infarto y en este instante se encontraba internado, aunque según mi padre, su estado de salud se reportaba como estable. Pasé ambas manos por mi rostro, haciendo un esfuerzo por tranquilizarme… pensar con claridad, pero, la frustración por no saber como cargar con la responsabilidad y la preocupación de saber que mi abuelo se encontraba hospitalizado, me tenía con la cabeza echa un lío. ¿Qué demonios podría hacer? Huir no era la solución a mis problemas… aunque sea la salida fácil. La inseguridad… siempre ha sido uno de mis mayores defectos. He ahí el problema… la razón por la que no me sentía apto para cargar con esta responsabilidad. Eché a andar con paso lento y seguro hasta el teatro, donde había quedado de verme con ese pequeño ángel… que dio paso a convertirse en la dueña de mi corazón y de mis pensamientos… mi pequeña Lottie. Yukki, que con su dulzura y su ternura, de alguna manera logró abrir nuevamente las puertas de mi corazón, brindándome una esperanza… una ilusión para volver a creer en el amor. Palabras cursis, lo sé… pero ella… y solo ella era la única que me hacía sentir de esta manera. El Teatro y el Aula de Música, se habían convertido en nuestros lugares secretos, lugares en los cuales podíamos charlar tranquilamente durante el tiempo que quisiéramos. Una vez que me aseguré que el Teatro estuviera desocupado, caminé hasta el escenario, para finalmente atravesar el telón, donde se ubicaba un viejo piano que por lo general la Profesora Pierce y los estudiantes del Taller de Música y Teatro utilizaban para ensayar los musicales y las obras de teatro. Saqué algunas partituras de mi mochila, para posteriormente colocarlas en su lugar, al tiempo que me sentaba en el banquillo y dejaba que mis dedos se deslizaran suavemente por las teclas del piano, al ritmo de una delicada melodía que había compuesto desde hace algún tiempo y que aún me faltaba por hacerle unos arreglos… una melodía que había compuesto para mi pequeño ángel de la música. Dejé de tocar un instante, tomando el lápiz que se encontraba detrás de mi oreja, para hacerle un arreglo a la partitura y que no me favorecía para la melodía, cambiando una nota por otra. Dejé caer el lápiz con nerviosismo cuando escuché su voz… alcé inmediatamente, encontrándome con su mirada, esa hermosa mirada, que de alguna manera me tenía… hechizado… pues estaba más enamorado que nunca, esos ojos hermosos ojos que por un momento hicieron que olvidara mis preocupaciones y la responsabilidad que tarde o temprano tendría que asumir. Respondí a su saludo con una simple y sencilla sonrisa en mi rostro. A pesar de que entre nosotros había nacido una amistad única… había momentos en los que me sentía como un completo imbécil… por no saber que decir… o como expresarme, sin ser demasiado obvio con lo que ella brotaba en mí interior. Asentí tranquilamente, dibujando una suave sonrisa cuando me pidió que tocara algo para ella. Según Yukki, era mil veces mejor tocando el piano que ella… pero lo que no sabe es que desde el momento que llegó a mí vida, se convirtió en mi musa… en mi inspiración, en mi ángel de la música. – Con gusto… pero ¿sabes algo? nada me complacería más que uno de estos días aceptaras tocar un dueto conmigo. – Su voz era tan dulce… que no me extrañaría que en un futuro se convirtiera en una famosa cantante. Ahora que lo pienso… extrañamente ninguno de los dos nos hemos detenido a pensar que camino tomaríamos al graduarnos. En el fondo… temía que esta decisión la aleje de mi lado, para siempre. Teniendo en cuenta que este era mi último año en el Internado… ¿tendría que hacerme a la idea de que tomaríamos caminos diferentes? ¿Tendría que sacrificar lo que siento por ella para convertirme en el soberano que mi padre y mi abuelo desean que sea? Bajé la mirada… esta responsabilidad demandaba sacrificar mi corazón… ¿tendría el valor de hacerlo? Fruncí los labios, al tiempo que colocaba el lápiz detrás de mi oreja, aprovechando un momento de distracción por parte de Yukki… para colocar hasta el final de las demás partituras, la partitura con su melodía. Arrugué ligeramente el entrecejo, meditando en silencio sus palabras… palabras que no dudé en comprender, sin tener la necesidad de que se explicara más a fondo. La situación entre nuestros dos mejores amigos no daba paso a mejorar y debo confesar que temía que uno de estos días Liam cometiera una locura… alguna imprudencia por creer que se había equivocado al enamorarse de la chica equivocada. Nunca lo había visto así… y el hecho de que hubiese vuelto a retomar ese maldito vicio me preocupaba seriamente. – Lottie, mírame… – le pedí tranquilamente, tomando delicadamente su mentón entre mi mano, para que me mirara a los ojos. Aunque lo ocultara, en su mirada era evidente la tristeza y el verla de esa manera… jodía rotundamente. Jamás me ha gustado ver sufrir a las personas que quiero… y mucho menos tratándose de la chica que quería con todo mi corazón. – Entiendo como te sientes… pero, no por el hecho de que nuestros amigos no puedan estar juntos… eso no te impide que disfrutes y te emociones por algo que a ti te hace feliz… – le hice saber, en un tono tranquilo, haciendo un esfuerzo por reconfortarla. – Créeme, nada me gustaría más ver a mi mejor amigo con la chica de sus sueños. – De la misma manera, que deseaba con la misma intensidad confesarle a Yukki lo que sentía por ella. Suspiré. – Pero… a fin de cuentas me parece que ambos sabemos que solo una personita en especial lo hará cambiar. – Ambos se querían… y aunque había estado a punto de romper la promesa que le había echo a Izzie y decirle de una vez por todas a la verdad a Liam… en el fondo sabía que aunque se lo dijera… la única que realmente podría hacerlo cambiar era Izzie y no nosotros.
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Por la simple y sencilla razón de que no era el indicado… ni mucho menos estaba lo suficientemente preparado para cargar con el peso que conlleva ser el siguiente gobernante de nuestra nación. Esta decisión… lo cambiaba todo… aún era demasiado pronto para tener un proyecto de vida… pero, la idealización de lo que sería de mi vida en algunos años, se había desmoronado. A causa de la decisión de Joseph de abdicar su derecho al trono, para casarse, formar una familia y tener una vida normal y sin ninguna complicación, mi abuelo había tenido un infarto y en este instante se encontraba internado, aunque según mi padre, su estado de salud se reportaba como estable. Pasé ambas manos por mi rostro, haciendo un esfuerzo por tranquilizarme… pensar con claridad, pero, la frustración por no saber como cargar con la responsabilidad y la preocupación de saber que mi abuelo se encontraba hospitalizado, me tenía con la cabeza echa un lío. ¿Qué demonios podría hacer? Huir no era la solución a mis problemas… aunque sea la salida fácil. La inseguridad… siempre ha sido uno de mis mayores defectos. He ahí el problema… la razón por la que no me sentía apto para cargar con esta responsabilidad. Eché a andar con paso lento y seguro hasta el teatro, donde había quedado de verme con ese pequeño ángel… que dio paso a convertirse en la dueña de mi corazón y de mis pensamientos… mi pequeña Lottie. Yukki, que con su dulzura y su ternura, de alguna manera logró abrir nuevamente las puertas de mi corazón, brindándome una esperanza… una ilusión para volver a creer en el amor. Palabras cursis, lo sé… pero ella… y solo ella era la única que me hacía sentir de esta manera. El Teatro y el Aula de Música, se habían convertido en nuestros lugares secretos, lugares en los cuales podíamos charlar tranquilamente durante el tiempo que quisiéramos. Una vez que me aseguré que el Teatro estuviera desocupado, caminé hasta el escenario, para finalmente atravesar el telón, donde se ubicaba un viejo piano que por lo general la Profesora Pierce y los estudiantes del Taller de Música y Teatro utilizaban para ensayar los musicales y las obras de teatro. Saqué algunas partituras de mi mochila, para posteriormente colocarlas en su lugar, al tiempo que me sentaba en el banquillo y dejaba que mis dedos se deslizaran suavemente por las teclas del piano, al ritmo de una delicada melodía que había compuesto desde hace algún tiempo y que aún me faltaba por hacerle unos arreglos… una melodía que había compuesto para mi pequeño ángel de la música. Dejé de tocar un instante, tomando el lápiz que se encontraba detrás de mi oreja, para hacerle un arreglo a la partitura y que no me favorecía para la melodía, cambiando una nota por otra. Dejé caer el lápiz con nerviosismo cuando escuché su voz… alcé inmediatamente, encontrándome con su mirada, esa hermosa mirada, que de alguna manera me tenía… hechizado… pues estaba más enamorado que nunca, esos ojos hermosos ojos que por un momento hicieron que olvidara mis preocupaciones y la responsabilidad que tarde o temprano tendría que asumir. Respondí a su saludo con una simple y sencilla sonrisa en mi rostro. A pesar de que entre nosotros había nacido una amistad única… había momentos en los que me sentía como un completo imbécil… por no saber que decir… o como expresarme, sin ser demasiado obvio con lo que ella brotaba en mí interior. Asentí tranquilamente, dibujando una suave sonrisa cuando me pidió que tocara algo para ella. 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Jamás me ha gustado ver sufrir a las personas que quiero… y mucho menos tratándose de la chica que quería con todo mi corazón. – Entiendo como te sientes… pero, no por el hecho de que nuestros amigos no puedan estar juntos… eso no te impide que disfrutes y te emociones por algo que a ti te hace feliz… – le hice saber, en un tono tranquilo, haciendo un esfuerzo por reconfortarla. – Créeme, nada me gustaría más ver a mi mejor amigo con la chica de sus sueños. – De la misma manera, que deseaba con la misma intensidad confesarle a Yukki lo que sentía por ella. Suspiré. – Pero… a fin de cuentas me parece que ambos sabemos que solo una personita en especial lo hará cambiar. – Ambos se querían… y aunque había estado a punto de romper la promesa que le había echo a Izzie y decirle de una vez por todas a la verdad a Liam… en el fondo sabía que aunque se lo dijera… la única que realmente podría hacerlo cambiar era Izzie y no nosotros.
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Por la simple y sencilla razón de que no era el indicado… ni mucho menos estaba lo suficientemente preparado para cargar con el peso que conlleva ser el siguiente gobernante de nuestra nación. Esta decisión… lo cambiaba todo… aún era demasiado pronto para tener un proyecto de vida… pero, la idealización de lo que sería de mi vida en algunos años, se había desmoronado. A causa de la decisión de Joseph de abdicar su derecho al trono, para casarse, formar una familia y tener una vida normal y sin ninguna complicación, mi abuelo había tenido un infarto y en este instante se encontraba internado, aunque según mi padre, su estado de salud se reportaba como estable. Pasé ambas manos por mi rostro, haciendo un esfuerzo por tranquilizarme… pensar con claridad, pero, la frustración por no saber como cargar con la responsabilidad y la preocupación de saber que mi abuelo se encontraba hospitalizado, me tenía con la cabeza echa un lío. ¿Qué demonios podría hacer? Huir no era la solución a mis problemas… aunque sea la salida fácil. La inseguridad… siempre ha sido uno de mis mayores defectos. He ahí el problema… la razón por la que no me sentía apto para cargar con esta responsabilidad. Eché a andar con paso lento y seguro hasta el teatro, donde había quedado de verme con ese pequeño ángel… que dio paso a convertirse en la dueña de mi corazón y de mis pensamientos… mi pequeña Lottie. Yukki, que con su dulzura y su ternura, de alguna manera logró abrir nuevamente las puertas de mi corazón, brindándome una esperanza… una ilusión para volver a creer en el amor. Palabras cursis, lo sé… pero ella… y solo ella era la única que me hacía sentir de esta manera. El Teatro y el Aula de Música, se habían convertido en nuestros lugares secretos, lugares en los cuales podíamos charlar tranquilamente durante el tiempo que quisiéramos. Una vez que me aseguré que el Teatro estuviera desocupado, caminé hasta el escenario, para finalmente atravesar el telón, donde se ubicaba un viejo piano que por lo general la Profesora Pierce y los estudiantes del Taller de Música y Teatro utilizaban para ensayar los musicales y las obras de teatro. Saqué algunas partituras de mi mochila, para posteriormente colocarlas en su lugar, al tiempo que me sentaba en el banquillo y dejaba que mis dedos se deslizaran suavemente por las teclas del piano, al ritmo de una delicada melodía que había compuesto desde hace algún tiempo y que aún me faltaba por hacerle unos arreglos… una melodía que había compuesto para mi pequeño ángel de la música. Dejé de tocar un instante, tomando el lápiz que se encontraba detrás de mi oreja, para hacerle un arreglo a la partitura y que no me favorecía para la melodía, cambiando una nota por otra. Dejé caer el lápiz con nerviosismo cuando escuché su voz… alcé inmediatamente, encontrándome con su mirada, esa hermosa mirada, que de alguna manera me tenía… hechizado… pues estaba más enamorado que nunca, esos ojos hermosos ojos que por un momento hicieron que olvidara mis preocupaciones y la responsabilidad que tarde o temprano tendría que asumir. Respondí a su saludo con una simple y sencilla sonrisa en mi rostro. A pesar de que entre nosotros había nacido una amistad única… había momentos en los que me sentía como un completo imbécil… por no saber que decir… o como expresarme, sin ser demasiado obvio con lo que ella brotaba en mí interior. Asentí tranquilamente, dibujando una suave sonrisa cuando me pidió que tocara algo para ella. Según Yukki, era mil veces mejor tocando el piano que ella… pero lo que no sabe es que desde el momento que llegó a mí vida, se convirtió en mi musa… en mi inspiración, en mi ángel de la música. – Con gusto… pero ¿sabes algo? nada me complacería más que uno de estos días aceptaras tocar un dueto conmigo. – Su voz era tan dulce… que no me extrañaría que en un futuro se convirtiera en una famosa cantante. Ahora que lo pienso… extrañamente ninguno de los dos nos hemos detenido a pensar que camino tomaríamos al graduarnos. En el fondo… temía que esta decisión la aleje de mi lado, para siempre. Teniendo en cuenta que este era mi último año en el Internado… ¿tendría que hacerme a la idea de que tomaríamos caminos diferentes? ¿Tendría que sacrificar lo que siento por ella para convertirme en el soberano que mi padre y mi abuelo desean que sea? Bajé la mirada… esta responsabilidad demandaba sacrificar mi corazón… ¿tendría el valor de hacerlo? Fruncí los labios, al tiempo que colocaba el lápiz detrás de mi oreja, aprovechando un momento de distracción por parte de Yukki… para colocar hasta el final de las demás partituras, la partitura con su melodía. Arrugué ligeramente el entrecejo, meditando en silencio sus palabras… palabras que no dudé en comprender, sin tener la necesidad de que se explicara más a fondo. La situación entre nuestros dos mejores amigos no daba paso a mejorar y debo confesar que temía que uno de estos días Liam cometiera una locura… alguna imprudencia por creer que se había equivocado al enamorarse de la chica equivocada. Nunca lo había visto así… y el hecho de que hubiese vuelto a retomar ese maldito vicio me preocupaba seriamente. – Lottie, mírame… – le pedí tranquilamente, tomando delicadamente su mentón entre mi mano, para que me mirara a los ojos. Aunque lo ocultara, en su mirada era evidente la tristeza y el verla de esa manera… jodía rotundamente. Jamás me ha gustado ver sufrir a las personas que quiero… y mucho menos tratándose de la chica que quería con todo mi corazón. – Entiendo como te sientes… pero, no por el hecho de que nuestros amigos no puedan estar juntos… eso no te impide que disfrutes y te emociones por algo que a ti te hace feliz… – le hice saber, en un tono tranquilo, haciendo un esfuerzo por reconfortarla. – Créeme, nada me gustaría más ver a mi mejor amigo con la chica de sus sueños. – De la misma manera, que deseaba con la misma intensidad confesarle a Yukki lo que sentía por ella. Suspiré. – Pero… a fin de cuentas me parece que ambos sabemos que solo una personita en especial lo hará cambiar. – Ambos se querían… y aunque había estado a punto de romper la promesa que le había echo a Izzie y decirle de una vez por todas a la verdad a Liam… en el fondo sabía que aunque se lo dijera… la única que realmente podría hacerlo cambiar era Izzie y no nosotros.
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Mensaje  ιzzy нale Miér Jun 08, 2011 11:51 pm

Juan Urdangarín
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Jamás en toda mí vida, he comprendido por qué mis padres tienden a la exageración. Entiendo a la perfección el hecho de que no debemos tomar como una casual coincidencia el incidente en la Feria de la Naciones… pero, plantarnos Guardias de Seguridad las 24 horas del día… era una rotunda estupidez que sobrepasaba los límites de cualquiera. Respiré lenta y profundamente, pasando una mano por mi rostro, remontando mis pensamientos al día del accidente. Jamás he creído en el destino, ni mucho menos en las casualidades… es por esa razón, que había momentos en los que me parecía… no sé… irreal, el toparme en este lugar a la chica que no había dejado de ver en ningún momento durante aquel partido del Real Madrid. Había algo en Natalie, que… simple y sencillamente no podía explicarme a mí mismo. Al verla… dentro de mí brotaba un sentimiento diferente al que alguna vez creí llegar a sentir por alguien. Hubo un tiempo en el que creí que Paris era mí chica ideal… ahora me doy cuenta de lo equivocado que estaba, Paris es sin duda alguna la chica ideal, pero predestinada a estar con mí hermano, y no conmigo. Solo espero que Pablo, sepa ver en sí mismo lo que realmente siente y de alguna manera… enmendar las cosas a tiempo, antes de que sea demasiado tarde. Por otro lado, cada vez que… extrañamente pienso en Natalie, no puedo evitar sonreír. A pesar de que… finalmente había reunido el valor suficiente para mantener una conversación e invitarla a salir, sin ninguna clase de formalidad, simplemente como dos personas que recién se conocen e intentan entablar una amistad. Las cosas no resultaron de la manera que esperaba… en mí intento por protegerla, un desconocido nos arrinconó, amenazándonos a punta de pistola. Durante el trayecto de la plaza al Hospital, Natalie no dejaba de regañarme una y otra vez por haber enfrentado a un sujeto con un arma. Sabía que entre la histeria y la molestia de Natalie, estaba mezclada su preocupación… teniendo en cuenta que en su mirada pude percibir lo que en ese momento atravesaba sus pensamientos y lo que menos deseaba era que se sintiera culpable por algo que sencillamente no era su culpa. Sé que no puedo negar quien soy… pero, juro que hay momentos en los que quisiera que no me trataran como a uno más de las preciadas joyas de la corona. Las personas a mí alrededor, creen que solo por el hecho de pertenecer a la realeza te hace especial, intocable e inalcanzable… juro que a veces quisiera… no sé… cambiar de identidad, vivir mí vida, sin ninguna clase de ataduras, ni protocolos, ni reglamentos que seguir al pie de la letra. Tener de alguna manera la oportunidad de tomar mis propias decisiones, sin la influencia de mis padres… quiénes a pesar de que se preocupan y velan por nuestro futuro, muchas veces no es lo que nosotros deseamos, y eso es algo que realmente deseaba cambiar. Pasé una mano por mi rostro, haciendo un esfuerzo por no pensar… y enfocar mis pensamientos en las hojas con los problemas de Física. Esbocé una mueca, al notar lo incómodo que era traer un cabestrillo colgando del cuello, inmovilizando mi brazo izquierdo. Resoplé con pesadez, al tiempo que abría la gaveta del escritorio, sacando la calculadora científica para confirmar los resultados de las operaciones. Justo en ese momento, unos golpes en la puerta llamaron mi atención. Alcé la vista inmediatamente, al escuchar una voz vagamente familiar, la cual me hizo sonreír inconscientemente. Por supuesto, adelantedije en un tono amable y bonachón, invitándola a pasar, incluso la pregunta ofendía. A pesar de que Natalie y yo teníamos relativamente muy poco tiempo de tratarnos… oficialmente ya la consideraba una amiga. Descuida, no tienes de qué preocuparte añadí en un tono tranquilo y despreocupado, al notar un note de vergüenza en el tono de su voz y en sus gestos. Solo a mí, se me ocurre adelantar tarea y precisamente en viernes bromeé, mientras me levantaba y jalaba una silla acercándosela y ofreciéndole amablemente con mi brazo sano asiento, en caso de que deseara sentarse un momento. Esbocé una débil y apenas visible sonrisa en mí rostro, al notar que miraba mi brazo enyesado a causa de la herida de bala. Negué por enésima vez restando importancia a sus palabras de agradecimiento. Ni lo menciones… dije simple y sencillamente, un poco… incómodo por sus palabras y por la situación, realmente no sabía qué decir… Le había pedido de favor a Natalie, que olvidáramos el incidente, dado a que no quería que… se atormentara con lo que sucedió y que dejara de lado esa culpa que podía leer en sus ojos. Ladeé suavemente la cabeza, mirándole con aire de curiosidad, tras escuchar sus palabras y ver como sacaba de su bolso un libro de Teorías Químicas. Vaya… yo… no sé que decirte… Alcé ambas cejas con ligera extrañeza y sorpresa, por su obsequio. La miré de manera jovial y entretenida. No era necesario que te tomaras esa clase de molestias expliqué, hablándole en un tono amable. Aparté la mirada de sus ojos, pasando una mano por la pasta del libro, observándole con suave alegría. Gracias, castaña Sonreí de manera sincera y realmente agradecida por su obsequio, al tiempo que me levantaba y le plantaba un suave, cálido y amistoso beso en la mejilla. Sin duda, llevo la palabra “nerd” grabada en la frente ¿no es verdad? bromeé, sintiéndome un poco… apenado, por haberla besado en la mejilla de manera desprevenida.
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Mensaje  ιzzy нale Vie Jun 10, 2011 2:08 am

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Rehuí por todos los medios mirarla a los ojos, cerré mi mano en un puño, haciendo un esfuerzo por controlar estos malditos sentimientos de tristeza y remordimiento que me nublaban el pensamiento; el haberla mirado por un breve instante a los ojos, me hizo sentir un completo miserable, un patán por haberle hablado de esa forma… pero, me sentía… maldita sea… nunca en toda mi vida me había sentido de esta forma, estaba frustrado, ofendido, dolido con su actitud. Daría lo que fuera por comprender los motivos de su actitud distante y cortante, necesitaba que me dijera algo, cualquier palabra, cualquier razón, me bastaría para… “¿Alejarte de ella?” resonó absurdamente mi subconsciente, bloqueándome en todos los sentidos. “No, no podría…” La sola idea de saber que la estaba perdiendo –probablemente para siempre– me atemorizaba, por la simple y sencilla razón de que no sería capaz de verla con otra persona que no fuera yo, por más egoísta que esas palabras llegaran a sonar, no podría soportar que Yukki, mi ángel, estuviera en brazos de otro. No soportaría que sus abrazos, su cálida mirada, las hermosas sonrisas que solía dedicarme le pertenecieran a cualquiera. “¿No estás consiente de que si quieres a una persona de manera sincera debes dejarla ir por su felicidad?” resonó mi subconsciente en un tono severo, como si intentara reprenderme por mi manera tan egoísta de pensar. Los puños comenzaban a entumírseme de la presión que ejercía sobre ellos, y por primera vez en mucho tiempo, las lágrimas de tristeza se arremolinaron en mis ojos, al intentar contenerlas, empañándome la vista. Por un momento fui consiente de las palabras que acaban de brotar de sus labios, lo que me hizo volver el rostro ligeramente, pero sin tener el valor de mirarla nuevamente a los ojos, no había la menor duda, era un jodido miserable que no se atrevía a mirarla a los ojos y reafirmar por él mismo el daño que le había provocado al hablar de esa forma a la persona que tanto quería y que me dolía como a nada en el mundo. Tragué con dificultad, a causa del nudo en la garganta, cuando mi mente empezó a maquinar sus palabras. “¿A quién se refería al decir que era “culpa de ella”?” deseé saber con todas mis fuerzas, aligerando un poco la presión en mis puños. Escuchar sus disculpas, cuando en realidad el que tenía que pedirle perdón era yo, agudizó mi remordimiento y me hizo sentir más miserable de lo que ya era. – Yukki… – su nombre brotó de mis labios de manera inesperada, como un tenue pero audible susurro lastimero. “Admítelo… toda esta situación es aún más dolorosa por que la quieres, la quieres como nunca has querido a otra persona. El amor que dices haber sentido por Esmee era tan solo un capricho; en cambio Yukki… ha sido la única que ha logrado grabarse no solo en tus pensamientos, si no en tu corazón.” – Lo lamento… nunca fue mi intención hablarte y tratarte de esa forma… – musité en un tono de arrepentimiento. – Tú nunca… – respiré entrecortadamente, pasando ambas manos por mi rostro y cabeza, tratando de ordenar mis pensamientos. – serías capaz de molestarme… – confesé con un nudo en la garganta. ¿Cómo podría enfadarme con una de las pocas personas que ha traído alegría a mí vida? – Es solo que… quisiera comprender… ayúdame a entender en que me equivoqué contigo para que te hayas distanciado de esa forma… – empecé a decir sintiendo la necesidad de desahogarme, de no hacerlo… acabaría consumiéndome del dolor que me provocaba saber que por alguna extraña razón se estaba alejando de mí. – Si hice algo indebido, tan solo dímelo… si he de… perderte como… amiga, al menos dame una razón que me ayude a comprenderte. – supliqué casi dolorosamente; concientizando lo que acababa decir: “Perderte como amiga…” sin duda era lo mejor… por más que me niegue aceptar la realidad, no podía arriesgar el inmenso cariño que desde hace algún tiempo siento por ella.
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Mensaje  ιzzy нale Sáb Jun 11, 2011 2:12 am

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Una sensación calidez me recorrió de pies a cabeza al tenerla tan cerca de mí. Los latidos de mi corazón cada vez eran más fuertes, y temía que el silencio que reinaba a nuestro alrededor delatara las palpitaciones de mi corazón. Después de todo… ella siempre sería la única por la que mi corazón latiría de esa forma. Tal vez… eran alucinaciones mías, pero podía sentir su corazón… nuestros corazones latiendo como uno solo., por extraño que suene eso, era una sensación que nunca antes había experimentado. Aspiré profundamente, dejando que mis ojos se cerraran lentamente, rindiéndome ante la calidez y la tranquilidad que me provocaba el sostenerla entre mis brazos, y rindiéndome ante aquel sutil y embriagante aroma floral que emanaba de su cabellera… Este al igual que todos los recuerdos que tenía de los agradables y felices momentos que viví a su lado, quedaría grabado por siempre en mis pensamientos. Abrí los ojos lentamente, cuando la sentí moverse entre mis brazos. Nada me hubiera gustado que retener este momento por más tiempo, pero necesitaba conocer su respuesta… saber lo pensaba al respecto. La miré fijamente y en silencio. “No me quería alejar de ti, Georg… pero creí que era lo mejor… ella… es complicado… pero tu tienes razón, no soy quien para decidir por ti” Ella… ella… no entendía exactamente que demonios era lo que estaba ocurriendo con Giovanna, aunque en el fondo presentía conocer la respuesta… no precisamente la respuesta, pero comenzaba atar cabos de lo que realmente estaba sucediendo. ¿Sería posible que…? Volví la mirada hacia un lado, sintiéndome aún más confundido que antes. No sé que es lo que pretendía, pero después de aclarar nuestra situación, mi situación con Yukki, tendrá que darme no una, si no varias explicaciones. “Y así como tu tienes el derecho de decidir a quien tener cerca, yo decido quien merece mis lágrimas” La miré con los labios levemente entreabiertos, negándome a dar por hecho lo que acababa de decir. ¿Cómo es posible que fuera capaz de decir tal cosa? Nadie… absolutamente nadie merecía una gota de sus lágrimas, mucho menos alguien como yo. Por favor, ¿quién era? un sujeto que muchas veces actuaba y se dejaba impulsar por su egoísmo, tal y como la mayoría de los miembros de la realeza y yo no era la excepción a dicha regla. Si hubiera conocido lo que pensaba hace unos minutos, probablemente su opinión sobre mí se habría ido por los suelos. Era un egoísta al pedirle que no se apartara de mí lado, ¿por qué no podía aceptar de la manera más tranquila que se alejara si esa era su decisión?, ¿porqué? cuando ni siquiera era capaz de decirle a la cara lo mucho que la quiero. No hay la menor duda, día con día en vez de mejorar vas de mal en peor, me recriminé duramente.Ladeé un poco la cabeza, disfrutando del cálido contacto de su mano sobre mi rostro, como una suave y delicada caricia. “Soy gentil, pero también soy honesta, no podría mentirte así quisiera, y si te digo algo es por que realmente pienso eso” Suspiré silenciosamente, negando de manera imperceptible… dijera lo que dijera, sabía que nada la haría cambiar de parecer, a veces era demasiado obstinada… en cambio yo, era demasiado orgulloso como para admitir que me equivoqué, y sinceramente lo que menos quería era dar un motivo para iniciar una discusión que probablemente no tendría fin. Aunque ninguno de los dos diera su brazo a torcer, al final uno de nosotros tendrá que ceder… y en este caso estaba dispuesto a hacerlo con tal de no perderla, con tal de que no se apartara de mí lado. Me dediqué a contemplarla, sin decir una sola palabra… notando como mi corazón se estremecía por sus suaves caricias. Nunca sería capaz de expresarle con palabras lo mucho que la quería… no podía evitar perderme en su mirada y adentrarme en un mundo en el que solamente existíamos nosotros, sin nada ni nadie a nuestro alrededor, un mundo ilógicamente lleno de felicidad. Ahogué un suspiro, apartando la mirada de sus ojos, cavilando una por una sus palabras: “sentí que era lo correcto” Lo correcto… ¿lo correcto para quién?, pregunté absurdamente dentro de mis pensamientos. “Note que hay algo entre ella y tu… sonríes mucho cuando estas con ella…” ¿Acaso estaba celosa?, me aventuré dentro de mis pensamientos, sin atreverme a formular la pregunta delante de ella. Giovanna era la nieta de nuestro primer ministro y el trato que existía entre nosotros había empezado desde que éramos niños. Siempre que su abuelo iba a visitar a mi abuelo por cuestiones políticas, solía llevarla con él y… confieso que de un modo u otro me… simpatizaba, aunque fuera demasiado superficial, lo único que teníamos en común era el gusto por la música y la pintura, nada más que eso. – No tengo nada que disculparte… – me aventuré a decir, de manera que por primera vez en los últimos meses mis labios se curvaron hasta formar una taciturna y sincera sonrisa en mi rostro. Rocé su frente con los labios, hasta besarla cariñosamente. Que me doliera su actitud era punto y aparte. En realidad, nunca podría molestarme con ella… aún si se hubiera aferrado a mantenerme en esta incertidumbre, tarde o temprano habría tenido que resignarme a su distanciamiento, aunque me partiera el corazón. – Comprendo tu posición, pero… ¿enserio estabas dispuesta a arriesgar nuestra amistad por algo así? – La miré con incredulidad. Suspiré levemente, intentando poner en orden mis ideas. Todo esta situación, era demasiado para mí… y realmente no sabía como expresarme sin dejarle entrever el amor que siento por ella. – Es solo que… no tienes idea de la falta que me has hecho estos últimos meses… no sé, creerás que soy un idiota, y no te culpo por pensarlo, pero llegue a creer que estabas interesada en alguien más – confesé, con un mirándola profundamente a los ojos. Las navidades que pasé a su lado habían sido inolvidables, incluso me había estado planteando seriamente el confesarle que estaba enamorado de ella – en la mínima oportunidad se lo diría, el único problema es que antes necesitaba estar seguro – pero después tuvo que atravesarse esta situación y sentí que todo mi mundo se desmoronaba. De todas las razones que podían existir jamás me imagine que se alejaría de mí por algo así. – Entre Giovanna y yo no existe nada más que una amistad – le aclaré tranquilamente, dedicándome a perderme en el tenue brillo de sus ojos. Tenía la necesidad de sacarle esa idea de sus pensamientos. Que fuera un imbécil y me dejara llevar por… ¿mis emociones? en ese momento, también era punto y aparte. No sé que es lo que habrá visto, pero comenzaba a creer o mejor dicho a intuir que me había visto en más de una ocasión abrazándola, por error. – No solía sonreír muy a menudo y la única que fue capaz de volver a hacerme sonreír hasta que las mejillas se me entumieran, la única que fue capaz de volver a hacerme reír hasta que me doliera el estómago ¿tienes alguna idea de quien fue esa persona?, fuiste tú, Yukki…. – confesé, doblegando mi mirada, hasta mirarla con una ternura que me era imposible de contener cuando me encontraba a su lado. Si soy una persona diferente a la que era antes, era gracias a ella… a mi pequeño ángel. – No voy a negarte que Giovanna me agrada, pero solo como una amiga, solo eso. Entre ella y yo jamás va existir algo más que no sea un simple trato amistoso… – le hice saber, esbozando una pequeña mueca en mi rostro. De hecho cuando mi padre me comunicó que Giovanna entraría como estudiante de nuevo ingreso al Internado, me sorprendió, realmente no me esperaba el tenerla aquí. Y como soy el “único amigo/conocido” que tiene en este lugar, por amabilidad debía mostrarme hospitalario con ella. – Además… desde hace algún tiempo que yo ya encontré a esa persona especial que tanto quiero… – empecé a decir tranquilamente con una pequeña sonrisa en los labios, mirándola a la expectativa, por su reacción. ¿Por qué le decía esto? No lo sé, pero necesitaba estar seguro de que no le era del todo indiferente. Era mi amiga, mi gran amiga… una de las personas que más quería y no quería arruinarlo. Además tenía la sensación de que había algo más… algo que Yukki seguía sin decirle, lo podía leer en sus ojos. Pero sabía que no ganaba nada con insistirle, no tenía más remedio que hablar con Giovanna y pedirle una explicación. Prefería cortar mi amistad con Giovanna, antes que perder a Yukki, en caso de que haya sido la que armó todo este lío.


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Mensaje  ιzzy нale Dom Jun 19, 2011 12:02 am

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De cierto modo me alegraba que ni Adam ni Christina estuvieran aquí, sino más bien que estuvieran alejados de todo este caos. Por primera vez, no debía preocuparme por si algo les podía suceder a quienes quería, hasta me sentía bien estando sola. Pero igualmente, la situación de ahora no era una de las mejores. Como hace ya tres meses, un virus empezó a circular en Rockland y muchos chicos del internado y de la universidad (y hasta algunos profesores) cayeron enfermos. Poco después, hace un par de semanas, el Ejercito nos denominó en Cuaretena al empezar a circularse por aire el virus, encerrándonos en el internado, desconectándonos del resto del mundo. Ahora, un poco preocupada estaba más que nada después de recibir la última carta de Adam que venía con una gran sorpresa: después de varios intentos de quedar embarazada, hacía unos pocos días, a Christina le había dado positivo el test de embarazo (el vigésimo que se había hecho) ¡Estaban contentísimos, iban a ser papás! Vas a tener un hermanito o hermanita, Marley, fue lo que escribieron, podía notar lo emocionados que estaban. Yo también lo estaba, se me iba a cumplir el sueño ¡sería hermana mayor! Eso era una buena noticia entre tantas malas, algo era algo ¿no? Aunque también lograba que empezara a querer volver a Londres, para poder ayudar a Christina en las cosas de la casa. Decidí esperar hasta que las cosas mejoraran, ya que de ninguna manera podíamos salir del perímetro que había impuesto el Ejército. Deseaba que todo esto acabara ya, que el destino diera un giro y encontraran una cura, para volver a la normalidad y que todo esté bien nuevamente.
Me encontraba en la biblioteca desde la mañana, me había puesto a estudiar, ya que según mis profesores, no me vendría mal repasar un poco para cuando volvieramos a clases. No sé a quién se le ocurre que en estos momentos se pueda estudiar, digo ¿no han visto todos los problemas que hay? Supongo que hay personas que si a ellos no les pasa nada, no les importa que les suceda a los demás y siguen con la vida tal y como si no pasara nada. Bufé, cerrando con fuerza el libro que como reacción, por tan viejo que es, me tiró todo el polvillo en la cara, y empecé a toser. - Argg.. Malditas matemáticas.. – gruñí, a una profesora le llamó la atención y me dijo que sino me callaba me tendría que retirar del lugar. Levanté la vista al reloj de pared: cuatro y media de la tarde ¿Qué hacía yo en la biblioteca la tarde del domingo? ¿Dónde se había visto eso? Le sonreí a la profesora y salí de allí lo más rapido que mis pies me dejaron, agarrando mis cosas de la mesa con el apuro. Dios, necesitaba despejar un poco mi mente.
No podía evitar mirar por los pasillos a los chicos abatidos, algunos hasta parecían tener los ojos hichados, mientras que otros intentaban parar las lagrimas. Suponía lo que sentían, yo había pasado por algo parecido; sentís que no podes ayudarlos, los extrañás y lo único que podes hacer es esperar por una cura, una cura que quien sabe cuando llegara. Seguí caminando, esto me hacía recordar viejos momentos que no eran necesarios recordar. Después de unos minutos, mientras pasaba en frente a una aula, pude ver a alguien recostado en uno de los tableros de adelante. Me sorprendió ver a alguien en un salón un domingo, ni siquiera los de mejor promedio pasarían el fin de semana estudiando, mucho menos los chicos como yo que aprobaban raspando. Me acerqué y miré por la ventanilla de la puerta: no se movía, en lo absoluto. Tomé del picaporte y abrí lentamente la puerta, sin hacer mucho ruido. - Oye.. ¿te encuentras bien? – le pregunté, acercándome despacio. Él (supe que era él por la ropa y bueno, lo aparentaba muy bien) no contestó. Alcé una ceja ¿acaso era sordo? Le toqué el cachete, le pellizqué suavemente, pero nada. En ese momento, mi lado dramatico salió al flote (a veces podía llegar a ser muy dramatica..) - En serio, empiezas a asustarme.. ¿acaso estás..? – levanté la capucha de su buzo y di un brinco al escuchar un sonoro ronquido. - ¡Ah! ¡Pero si no estás muerto! ¡Sí estás roncando como tronco! – exclamé como loca, una tremenda y verdadera loca. Él levantó la cabeza finjiendo que recien se despertaba y empezó a reírse. Alcé ambas cejas, me crucé de brazos y lo miré con cara de "esto no me causa ninguna gracia ¿sabes?" - Ah, y además, ni siquiera estabas durmiendo.. ¿Qué clase de idiota eres? – le pregunté con sarcasmo, mirandolo con enfado, a unos metros de distancia suya. Acepto que había sido un poco chistoso (sino hubiera sido yo la victima, habría empezado a reirme a carcajadas), me había dado un susto enorme, pero.. no se lo haría tan fácil, claro que no.
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Mensaje  ιzzy нale Dom Jun 19, 2011 12:41 am

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Rehuí por todos los medios mirarla a los ojos, cerré mi mano en un puño, haciendo un esfuerzo por controlar estos malditos sentimientos de tristeza y remordimiento que me nublaban el pensamiento; el haberla mirado por un breve instante a los ojos, me hizo sentir un completo miserable, un patán por haberle hablado de esa forma… pero, me sentía… maldita sea… nunca en toda mi vida me había sentido de esta forma, estaba frustrado, ofendido, dolido con su actitud. Daría lo que fuera por comprender los motivos de su actitud distante y cortante, necesitaba que me dijera algo, cualquier palabra, cualquier razón, me bastaría para… “¿Alejarte de ella?” resonó absurdamente mi subconsciente, bloqueándome en todos los sentidos. “No, no podría…” La sola idea de saber que la estaba perdiendo –probablemente para siempre– me atemorizaba, por la simple y sencilla razón de que no sería capaz de verla con otra persona que no fuera yo, por más egoísta que esas palabras llegaran a sonar, no podría soportar que Yukki, mi ángel, estuviera en brazos de otro. No soportaría que sus abrazos, su cálida mirada, las hermosas sonrisas que solía dedicarme le pertenecieran a cualquiera. “¿No estás consiente de que si quieres a una persona de manera sincera debes dejarla ir por su felicidad?” resonó mi subconsciente en un tono severo, como si intentara reprenderme por mi manera tan egoísta de pensar. Los puños comenzaban a entumírseme de la presión que ejercía sobre ellos, y por primera vez en mucho tiempo, las lágrimas de tristeza se arremolinaron en mis ojos, al intentar contenerlas, empañándome la vista. Por un momento fui consiente de las palabras que acaban de brotar de sus labios, lo que me hizo volver el rostro ligeramente, pero sin tener el valor de mirarla nuevamente a los ojos, no había la menor duda, era un jodido miserable que no se atrevía a mirarla a los ojos y reafirmar por él mismo el daño que le había provocado al hablar de esa forma a la persona que tanto quería y que me dolía como a nada en el mundo. Tragué con dificultad, a causa del nudo en la garganta, cuando mi mente empezó a maquinar sus palabras. “¿A quién se refería al decir que era “culpa de ella”?” deseé saber con todas mis fuerzas, aligerando un poco la presión en mis puños. Escuchar sus disculpas, cuando en realidad el que tenía que pedirle perdón era yo, agudizó mi remordimiento y me hizo sentir más miserable de lo que ya era. – Yukki…su nombre brotó de mis labios de manera inesperada, como un tenue pero audible susurro lastimero. “Admítelo… toda esta situación es aún más dolorosa por que la quieres, la quieres como nunca has querido a otra persona. El amor que dices haber sentido por Esmee era tan solo un capricho; en cambio Yukki… ha sido la única que ha logrado grabarse no solo en tus pensamientos, si no en tu corazón.” – Lo lamento… nunca fue mi intención hablarte y tratarte de esa forma… – musité en un tono de arrepentimiento. – Tú nunca… – respiré entrecortadamente, pasando ambas manos por mi rostro y cabeza, tratando de ordenar mis pensamientos. – serías capaz de molestarme… – confesé con un nudo en la garganta. ¿Cómo podría enfadarme con una de las pocas personas que ha traído alegría a mí vida? – Es solo que… quisiera comprender… ayúdame a entender en que me equivoqué contigo para que te hayas distanciado de esa forma… – empecé a decir sintiendo la necesidad de desahogarme, de no hacerlo… acabaría consumiéndome del dolor que me provocaba saber que por alguna extraña razón se estaba alejando de mí. – Si hice algo indebido, tan solo dímelo… si he de… perderte como… amiga, al menos dame una razón que me ayude a comprenderte. – supliqué casi dolorosamente; concientizando lo que acababa decir: “Perderte como amiga…” sin duda era lo mejor… por más que me niegue aceptar la realidad, no podía arriesgar el inmenso cariño que desde hace algún tiempo siento por ella.
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Mensaje  ιzzy нale Dom Jun 19, 2011 12:57 am

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Rehuí por todos los medios mirarla a los ojos, cerré mi mano en un puño, haciendo un esfuerzo por controlar estos malditos sentimientos de tristeza y remordimiento que me nublaban el pensamiento; el haberla mirado por un breve instante a los ojos, me hizo sentir un completo miserable, un patán por haberle hablado de esa forma… pero, me sentía… maldita sea… nunca en toda mi vida me había sentido de esta forma, estaba frustrado, ofendido, dolido con su actitud. Daría lo que fuera por comprender los motivos de su actitud distante y cortante, necesitaba que me dijera algo, cualquier palabra, cualquier razón, me bastaría para… “¿Alejarte de ella?” resonó absurdamente mi subconsciente, bloqueándome en todos los sentidos. “No, no podría…” La sola idea de saber que la estaba perdiendo –probablemente para siempre– me atemorizaba, por la simple y sencilla razón de que no sería capaz de verla con otra persona que no fuera yo, por más egoísta que esas palabras llegaran a sonar, no podría soportar que Yukki, mi ángel, estuviera en brazos de otro. No soportaría que sus abrazos, su cálida mirada, las hermosas sonrisas que solía dedicarme le pertenecieran a cualquiera. “¿No estás consiente de que si quieres a una persona de manera sincera debes dejarla ir por su felicidad?” resonó mi subconsciente en un tono severo, como si intentara reprenderme por mi manera tan egoísta de pensar. Los puños comenzaban a entumírseme de la presión que ejercía sobre ellos, y por primera vez en mucho tiempo, las lágrimas de tristeza se arremolinaron en mis ojos, al intentar contenerlas, empañándome la vista. Por un momento fui consiente de las palabras que acaban de brotar de sus labios, lo que me hizo volver el rostro ligeramente, pero sin tener el valor de mirarla nuevamente a los ojos, no había la menor duda, era un jodido miserable que no se atrevía a mirarla a los ojos y reafirmar por él mismo el daño que le había provocado al hablar de esa forma a la persona que tanto quería y que me dolía como a nada en el mundo. Tragué con dificultad, a causa del nudo en la garganta, cuando mi mente empezó a maquinar sus palabras. “¿A quién se refería al decir que era “culpa de ella”?” deseé saber con todas mis fuerzas, aligerando un poco la presión en mis puños. Escuchar sus disculpas, cuando en realidad el que tenía que pedirle perdón era yo, agudizó mi remordimiento y me hizo sentir más miserable de lo que ya era.
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Mensaje  ιzzy нale Mar Jun 21, 2011 12:44 am

Georg de Liechtenstein
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“No has hecho nada malo…” negué de manera molesta al escucharla decir esas palabras, había sido el culpable de sus lágrimas “¿acaso eso no era suficiente?” me cuestioné con dolorosa incredulidad, aún sin atreverme a mirarla a los ojos, me quebraba verla de esa forma y con mayor razón al saber que era el responsable de su tristeza y de sus lágrimas. Resoplé burdamente, al escucharla decir que “no tenía de que preocuparme por que era perfecto” la sola palabra era tan… absurda, que incluso me causaba cierta repulsión escucharla. La perfección es una palabra que nunca ha existido en mi vocabulario, nada ni nadie en esta… vida es perfecto; probablemente para la mayoría de las personas la vida que llegamos las personas como nosotros es “perfecta”, de “ensueño” en todos los sentidos, como suele suceder en los cuentos de hadas y que terminan con un “feliz para siempre” pero en realidad era mucho más difícil de lo que cualquiera se imaginaria, hay momentos en los que me sentía al borde de un precipicio, atrapado en cuatro paredes sin tener alguna posibilidad de escapar. Lo que daría por tener una vida normal, una vida como la que Joseph eligió al fugarse con Vera. Yukki, era la persona más increíble y maravillosa que he conocido en toda mi vida… ella era… tan diferente a las chicas que he conocido, era dulce, graciosa, tierna, hermosa, inteligente, pero sobre todo era gentil, de manera que desde la primera vez que nos conocimos, o mejor dicho, la primera vez que comenzamos a tratarnos durante el viaje a Paris, debió haberse dado cuenta –o quizás con el tiempo– que estaba lleno de defectos. En cambio ella, siempre sería mi princesa, mi ángel, la chica de mis sueños y la única dueña de mis pensamientos y de mi corazón. Reparé en el nudo que se estaba formando en mi estómago al escucharla hablar de esa forma y llamándose una tonta. Intenté decirle que no era nada de eso, por el contrario… el único “imbécil” en toda esta situación era yo, pero necesitaba respuestas, necesitaba saber el por qué la estaba perdiendo. Las palabras que escuché a continuación, nublaron aún más mis pensamientos, y a su vez provocaron que tuviera el valor –por primera vez en varios minutos– de mirarla a los ojos, deleitarme con esos hermosos ojos que brillaban como dos luceros, esos ojos que desde hace mucho tiempo están en mis sueños; pero el hacerlo me di cuenta que la tristeza se veía reflejada en sus ojos y que el brillo que despedía de ellos se había visto opacado por las lágrimas que surcaban sus rostro, provocando que estos se tornaran cristalinos. El dolor que sentí al verla de esa manera, fue más fuerte que cualquier otro dolor que haya sentido antes; poco a poco fue aligerando la presión en mis puños hasta que mis manos volvieron a la normalidad; hubiera dado lo que fuera por no escucharla pronunciar aquellas palabras, el echo de de que considerara tan… poca cosa, me hizo sentir más miserable. “Yo solo soy una tonta niña… tú necesitas una persona como esa chica con la que sales” La miré sin dar crédito a sus últimas palabras, “¿a qué venía todo esto?” deseé saber sintiéndome aún más confundido y mirándola directamente a los ojos, como si la respuesta a todas mis preguntas estuviera en su mirada; sin embargo, todo este tiempo la respuesta estuvo frente a mí. Desvié la mirada de su rostro, cuando súbitamente el rostro de Giovanna vino a mis pensamientos. “Todo este tiempo se había tratado de ella… de Giovanna… ¿por qué no me di cuenta antes?” me recriminé durante, pasando una mano por mi rostro. “Eres un imbécil, Georg” señaló mi subconsciente. Tomé una honda y prolongada bocanada de aire, acercándome lentamente hasta quedar frente a ella; aprovechando un momento de distracción, cerré suavemente la puerta del aula a sus espaldas, evitando que se le ocurriera escapar. Tomé su mano entre la mía, apartándola de la puerta hasta acorralarla suavemente contra la pared, para mirarla fija e intensamente a los ojos. Hice un esfuerzo por no prestarle la más mínima atención a los latidos de mi corazón; nunca antes había estado tan cerca de ella, de su rostro, incluso de sus la… “No es el momento ni el lugar” me dije haciendo caso omiso a pensamientos. – ¿Así que todo esto se trata de Giovanna, no es así? – apunté tranquilamente. Su silencio fue más que suficiente para reafirmar mis suposiciones. Aparté brevemente la mirada de sus ojos, apoyando uno de mis brazos contra la pared, controlando mis impulsos y mi manera de modular mis palabras. – Dime… ¿qué te hizo pensar que estoy interesado en ella? – inquirí curiosamente; deseando escuchar la respuesta a esa pregunta. Di un ligero puñetazo contra la pared. – Dices que merezco a una persona que esté a mí altura, pero antes respóndeme una cosa: ¿No crees que a mí me corresponde elegir a la persona con la que realmente deseo estar? – volví a inquirir, estaba vez en un suave y débil murmullo. Estaba harto que las personas a mí alrededor se sintieran con el derecho y el privilegio de tomar decisiones en mi nombre, era mí vida… y nadie tenía ninguna obligación de mandarme o decirme que es y lo que no debo hacer. – Dices que soy “perfecto”, pero por si no te has dado cuenta estoy lleno de defectos… el único problema es que eres demasiado dulce y gentil como para decírmelo a la cara y lo sabes perfectamente – confesé, desviando un momento la mirada. – He aquí la prueba más clara nunca creí que… me sentiría la persona más miserable del mundo al ser el responsable de tus lágrimas. Pero ¿sabes que es lo peor? que tus lágrimas sean por alguien que no merece ni una sola gota de tus lágrimas. – mascullé dolorosamente, volviéndome ligeramente para tomar dulcemente su rostro entre mis manos, limpiando con mis pulgares todo rastro de sus lágrimas. – Si tu decisión de alejarte de mí, se debe a que no te sientes lo suficientemente adecuada para alguien como yo; siento decepcionarte por que no pienso permitirte que te apartes de mí lado por una razón absurda… – sentencié con firmeza, antes acortar la distancia entre nosotros y estrecharla fuertemente entre mis brazos. ¿Acaso no se daba cuenta que la necesitaba conmigo? ¿Qué la necesitaba como a ninguna otra persona en el mundo?
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Mensaje  ιzzy нale Mar Jun 28, 2011 12:23 am

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Rehuí por todos los medios mirarla a los ojos, cerré mi mano en un puño, haciendo un esfuerzo por controlar estos malditos sentimientos de tristeza y remordimiento que me nublaban el pensamiento; el haberla mirado por un breve instante a los ojos, me hizo sentir un completo miserable, un patán por haberle hablado de esa forma… pero, me sentía… maldita sea… nunca en toda mi vida me había sentido de esta forma, estaba frustrado, ofendido, dolido con su actitud. Daría lo que fuera por comprender los motivos de su actitud distante y cortante, necesitaba que me dijera algo, cualquier palabra, cualquier razón, me bastaría para… “¿Alejarte de ella?” resonó absurdamente mi subconsciente, bloqueándome en todos los sentidos. “No, no podría…” La sola idea de saber que la estaba perdiendo –probablemente para siempre– me atemorizaba, por la simple y sencilla razón de que no sería capaz de verla con otra persona que no fuera yo, por más egoísta que esas palabras llegaran a sonar, no podría soportar que Yukki, mi ángel, estuviera en brazos de otro. No soportaría que sus abrazos, su cálida mirada, las hermosas sonrisas que solía dedicarme le pertenecieran a cualquiera. “¿No estás consiente de que si quieres a una persona de manera sincera debes dejarla ir por su felicidad?” resonó mi subconsciente en un tono severo, como si intentara reprenderme por mi manera tan egoísta de pensar. Los puños comenzaban a entumírseme de la presión que ejercía sobre ellos, y por primera vez en mucho tiempo, las lágrimas de tristeza se arremolinaron en mis ojos, al intentar contenerlas, empañándome la vista. Por un momento fui consiente de las palabras que acaban de brotar de sus labios, lo que me hizo volver el rostro ligeramente, pero sin tener el valor de mirarla nuevamente a los ojos, no había la menor duda, era un jodido miserable que no se atrevía a mirarla a los ojos y reafirmar por él mismo el daño que le había provocado al hablar de esa forma a la persona que tanto quería y que me dolía como a nada en el mundo. Tragué con dificultad, a causa del nudo en la garganta, cuando mi mente empezó a maquinar sus palabras. “¿A quién se refería al decir que era “culpa de ella”?” deseé saber con todas mis fuerzas, aligerando un poco la presión en mis puños. Escuchar sus disculpas, cuando en realidad el que tenía que pedirle perdón era yo, agudizó mi remordimiento y me hizo sentir más miserable de lo que ya era.


Última edición por ιzzy нale el Mar Jun 28, 2011 12:31 am, editado 1 vez
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Mensaje  ιzzy нale Mar Jun 28, 2011 12:29 am

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Sabía que el abuso de los medicamentos para poder conciliar el sueño son dañinos para la salud, pero a mí no me importaba en lo absoluto. La necesidad de mezclar narcóticos con bebidas alcohólicas, se había vuelto una maña que diariamente calmaba la ansiedad, los sentimientos de desesperanza y pesimismo, culpa e inutilidad que albergaba en mi interior y que día con día me iban consumiendo hasta sumirme en un estado de depresión, lo que – según la psicóloga – afectaba ocasionalmente mis emociones, hasta al punto de llevarme a esos ataques de depresión o de ira, explotando con la más mínima provocación, me hacía estallar hasta arrasar y destrozar todo lo que se encontraba a mí alrededor en ese momento; aún recordaba aquella maldita noche del treinta y uno de diciembre en Montreal. Por obvias razones, había prescindido de pasar las vacaciones de navidad y fin de año en Londres; Zara – que días antes me había platicado sobre la posibilidad de ir a Montreal a pasar las fiestas con la familia Kelly; me convenció de no quedarme encerrado en ese ambiente asfixiante, que últimamente se vivía tanto en el Internado como en la Universidad; asegurándome que lo que necesitaba era cambio de aire. La mirada de Zara me fue más que suficiente para aceptar, tratándose de Zara no podía negarme; todo parecía indicar que este año ningún “milagro de navidad” – si es que verdaderamente existen ya que empiezo a dudar de su existencia; aún cuando Charles Dickens era uno de mis autores predilectos con su maravillosa novela: Cuento de Navidad, al cual siempre le he tenido un cariño inigualable al ser la novela que mi madre solía leerme en la víspera de Navidad, a causa de la expectación, la ilusión que suelen tener todas las personas a esa edad, a la espera de Papá Noel –, nada haría que nuestra familia se uniera como antes. A la muerte de mi madre, la magia que alguna vez mantuvo en unión y armonía a nuestra familia, se evaporó de la noche a la mañana, desde entonces nada volvió a hacer como antes. Incluso Peter y Autumn – la novia de mi primo, a quien había tenido oportunidad de tratar en el verano –, se habían tomado la molestia de llamarme y convencerme de viajar a Montreal. Garrett, que había aceptado quedarse en el campus, tras haber tomado la decisión de no pasar las vacaciones con su familia, para que no se me ocurriera cometer ninguna estupidez, como la de irme al pueblo y embriagarme en algún bar hasta el amanecer; al final, Zara y yo nos encargamos de convencerlo de que viajara con nosotros. Garrett era prácticamente como un segundo hermano y estaba consciente de la situación que estaba atravesando en su relación con Nikki. Lamentablemente había sido de testigo de sus constantes discusiones por teléfono y temía que su relación se fuera por la borda en cualquier momento; le había tomado un cariño sumamente especial a Nikki, se había convertido en una gran amiga y me divertía el picarla, como amigo y como buen cuñado. El problema es que no quería tomar partido por ninguno de los dos, ambos eran mis amigos y me gustaba mucho verlos juntos y felices. En más de una ocasión le había echo ver a Garrett lo absurda que era su actitud para con Nikki, pero preferimos no tocar el tema y dejarlo de lado, para salir cuanto antes de aquel ambiente, que nos sumía en una monotonía. El viaje de algún modo me había ayudado a poner en orden mis pensamientos y aclarar mis ideas. Con tanta tensión, sentía que acabaría por perder el poco autocontrol que tengo sobre mí. Había tomado la decisión de no pensar más en Vicky… el solo hacerlo, no seguiría martirizándome, estaba determinado a no luchar más por ella… ni mucho menos lucharía para ganarme su cariño, ni su perdón. Nunca olvidaría aquella imagen… intercambiando miradas de júbilo, miradas llenas de complicidad, jactándose de sus comentarios y los de Rasmussen. Conllevó a que me hiciera inapelablemente a la idea de que ya no formaba parte de su vida, tal vez como un… recuerdo de los momentos que vivimos juntos, pero nada más. Nada volvería a hacer igual entre nosotros… teniendo en cuenta que nuestro mayor defecto era el orgullo, ninguno de los dos podría olvidar ni reparar el daño que nos hicimos. A lo hecho, pecho. Y, sinceramente creo que era lo mejor… para ella y para mí. La noche buena y la navidad transcurrieron con una tranquilidad y una escasa alegría que hacía largo tiempo no sentía. La navidad siempre me traía tristes recuerdos a la mente, desde el año en que mi madre murió, de una u otra forma la navidad había perdido cierto sentido en mí vida. Una semana después de haber celebrado la navidad, llegó el treinta y uno de diciembre, la noche vieja. Sin duda, el peor día para uno de esos ataques de depresión o de ira. Quince minutos después de despedir el año, me había salido de la casa de los Kelly y había comenzado a deambular por las calles de Montreal. Momentos antes de despedir como se merece a la noche vieja, había mantenido una fuerte discusión con mi padre. Ni siquiera era capaz de recordar con claridad el motivo que nos hizo estallar y gritarnos cosas que más tarde nos llenarían de culpa y arrepentimiento. El punto es que había perdido los estribos, el poco autocontrol de mi temperamento y comencé a caminar sin rumbo fijo por las calles de la ciudad, con la excusa de ir a la tienda por otro paquete de cervezas. Entraba a cada bar que me encontraba en cada calle o avenida, y dejé que mi mente empezara a divagar, un efecto que me provocaba el alcohol, cuando abusaba de él en fuertes cantidades. Finalmente, me adentré en un bar en la avenida principal hasta altas horas de la madrugada. Confieso que mi única intención en ese preciso momento era… desahogar de algún modo el maldito dolor que día con día me consumía. Lo que sucedió después aún es un recuerdo confuso que prefería mantener en el olvido. Según la psicóloga, mi propia mente había bloqueado aquel recuerdo, por lo que viví esa noche, siempre sería como un recuerdo vago y difuso. Lo único que escasamente era capaz de recordar, eran los sollozos de Zara y las miradas de horror de Garrett, Autumn y Peter. Después de eso todo se oscureció y no supe que fue de mí. A la mañana siguiente, desperté en la cama de un hospital con un dolor agonizante que recorrió cada parte de mi cuerpo, que me impedía moverme. No recordaba que era exactamente lo que había sucedido. Poco a poco fui recuperando el conocimiento, hasta que Zara me explicó que había provocado a unos tipos en el bar, una cosa llevo a la otra y de pronto me vi envuelto en una pelea de bar. Zara no paraba de reprenderme – una clara muestra de su preocupación – una y otra vez el comportamiento que por poco me cuesta la vida, a consecuencia de dos apuñaladas, varias costillas rotas y golpes por todo el cuerpo; de no ser por que había sido trasladado de urgencia al hospital. Le había pedido a Zara, Garrett, Autumn y Peter que no le comentaran nada del percance a mi padre. No quería acarrearle más problemas, ni darle la molestia de obligarlo a cancelar sus compromisos, para hacerlo viajar solo por que… “su hijo” se vio vuelto en una pelea de bar. Sin embargo, los propios médicos del hospital habían sido los encargados de informarle sobre el estado de salud por el que estaba atravesando en ese momento. En cuestión de horas, mi padre arribó a Montreal con Camilla; pues cuando abrí los ojos me encontré con una de sus habituales miradas que denotaba decepción, enfado y arrepentimiento. Desgraciadamente mi padre y yo nos hemos gritado tantas veces a lo largo de los años, que aun cuando nos arrepintiéramos de habernos herido con palabras, éramos inmunes a las disculpas. Si mi propio padre no era capaz de pedirle perdón a su hijo… ¿por qué debía tener la maldita decencia de hacerlo yo…? Estaba harto… cansado de esta maldita vida, que ya no podría considerarse como una vida, si no más bien un averno. Tal vez hubiera sido mejor que los médicos hubiesen dejado morirme de una buena vez, para quitarle un peso de encima a mi padre. De esa manera todo sería más sencillo para él. Dos días después, fui dado de alta; dado a que había llegado la hora de volver a Konstanz. No sé realmente… en que punto las cosas comenzaron a salirse de control, al punto de sumergirme en esa maldita monotonía, en esa asfixiante tortura de sentirme encerrado entre cuatro paredes, sin tener oportunidad de desprenderme de mis malditas emociones, de todo lo que me rodea. Tenía la vaga esperanza de que hubiese algún rayo de luz al final del túnel. El enterarme que Diana, estaba infectada por un virus que se contagiaba de dos maneras. La primera: por medio de la sangre y la segunda: por medio del aire. Y, El saber que William no avanzara en su recuperación. Desencadenó una serie de trastornos que me habían obligado a hacerle una visita a la psicóloga. Hasta el punto de declararme emocionalmente inestable. Zara y Garrett me habían descubierto en más de una ocasión abusando de los narcóticos a la hora de conciliar el sueño y mezclándolos con sustancias alcohólicas para calmar la ansiedad, provocada por mis ataques de depresión y también por el abuso del cigarro. Patrizia –la psicóloga– me aconsejaba que hablara con mi padre, que me acercara a él. Nuestra falta de comunicación, de una u otra manera me afectaba y eso era uno de los factores de mi trastorno. Verdaderamente, no sabía que estaba haciendo con mi vida… pero al menos en mis momentos de lucidez, era capaz de sentirme… tranquilo. Colgué el teléfono apenas terminé de hablar con mi padre, dedicándome únicamente a hablarle sin el más mínimo sentimiento, para posteriormente guardarlo en el bolsillo trasero de mi pantalón. Tomé la sudadera del perchero y salí de la habitación, cerrando suavemente la puerta a mis espaldas. Diana, mi hermana, había vuelto y mi padre me había puesto al tanto de su estado de salud. Los médicos habían tomado la decisión de darla de alta y enviarla de nueva cuenta al Internado, dada la falta de medicamentos, para controlar la enfermedad. No era fácil vivir día a día con la maldita incertidumbre de que en cualquier momento mi hermana podría morir si no tomaba el medicamento, hasta que hubiera una cura lo suficientemente fuerte para administrárselas a las personas infectadas e impedir que el virus continuara ocasionando estragos en su sistema inmunológico. De un momento a otro, me encontraba caminando por los pasillos del Internado; hasta que al doblar en una esquina me encontré con Tammy Ainsworth, una de las mejores amigas de mi hermana. Le había tomado por sorpresa el saber que Diana había vuelto, su expresión no cabía de la felicidad. Compartí su alegría, correspondiendo fuertemente a su abrazo, al tiempo que hacía un gesto restándole importancia a sus palabras de preocupación, por mi mal semblante. Me despedí, alborotando graciosamente su cabello y depositando un beso en su mejilla, antes de darme la media vuelta y emprender el camino de regreso a la Universidad. No sabía donde se encontraba Diana. Quizá… hubiera sido mejor hablarle antes al Doctor Luzzatto, para que me diera alguna idea de donde podría encontrarla. Aspiré profundamente, dejando que el aire inundara mis pulmones, en el instante en que atravesé la puerta principal; cuando de pronto me choqué con alguien que venía en sentido contrario. Inmediatamente reconocí su presencia, aún cuando hacía casi cuatro meses que no cruzábamos palabra. Encontrándome al instante con su mirada anegada en lágrimas. Segundos después la calidez de sus brazos me rodeó, al pronunciar mi nombre. Al principio no supe como reaccionar. Sin embargo, después de varios segundos que fueron eternos, mis brazos se flexionaron hasta abrazarla fuertemente, correspondiendo de esa manera a la misma intensidad con la que me abrazaba. Froté su espalda, en un intento por reconfortarla, cuando la escuché sollozar. Una de mis manos subió hasta su nuca, acariciándola con suave y delicada ternura. Sin necesidad de preguntar conocía el motivo de sus lágrimas, como a su vez estaba consciente de su sufrimiento. – Todo estará bien – musité. Jamás he sido bueno expresando mis sentimientos. En ese sentido mi abuela siempre nos educó manteniendo como nuestra prioridad primordial el deber antes que nosotros y nuestros sentimientos. – Si te hace sentir mejor, llora… llora todo lo quieras. A veces es el único medio de liberar lo que sientes. – Nunca mi voz había sonado tan vulnerable, en ese sentido. Y, por otro lado no sabía como expresarme. Mi abuela solía decir que la única manera de desahogar lo que nos mata silenciosamente por dentro era llorando.
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Mensaje  ιzzy нale Mar Jun 28, 2011 1:58 am

NOMBRE DEL PERSONAJE
Imágen [400px,200px]
Banda Sonora.
DATOS PERSONALES
NOMBRE COMPLETO: Hazel
APELLIDO PATERNO: el apellido de su padre
APELLIDO MATERNO: el apellido de su madre
APODOS: ¿Cómo le llaman?
FECHA DE NACIMIENTO: su fecha de nacimiento
SANGRE: Sangre pura, Sangre Impura, Sangre Mestiza.

DESCRIPCIÓN PSICOLÓGICA:
(Mínimo de 10 líneas, describe aqui el caracter de tu personaje)

HISTORIA:
Infancia
(mínimo 10 líneas)
Vida en Hogwarts:
(mínimo 10 líneas)
Vida adulta
(minimo 10 líneas, en caso de ser estudiante, dejar libre)
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Mensaje  ιzzy нale Miér Jun 29, 2011 12:24 am

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En un acto de reflejo entrecerré levemente los ojos, ahogando un gesto. “No debiste decirle nada…” fue mi único pensamiento en ese momento, sintiendo ese dejo de remordimiento, al notar que sus mejillas se cubrían de un perceptible tono rosa, sus facciones que hasta hace un instante se habían suavizado, dejando de lado toda esa tristeza reflejada en sus hermosos ojos y en su rostro. De un momento a otro sus facciones se volvieron tensas, transformando radicalmente su semblante, lo que solo significaba dos cosas. La primera: estaba celosa –sin razón aparente y lo que para ser francos es poco remoto; no quería hacerme esperanzas–, o dos: inconscientemente había tocado algún punto marcando el límite. Sentía su mirada clavada sobre la mía… por un momento quise apartar la mirada de esos ojos, pero no me atreví a desviar la mirada en ningún momento. Era ahora o nunca… de algún modo sabía a lo que me atenía cuando me atreví a decirle que había encontrado a esa persona que tanto quería. Necesitaba de una vez por todas sacarme esa espina, sea cual sea su reacción. Necesitaba saberlo. Sin siquiera proponérmelo había terminado enamorándome como tonto de ella… por otro lado, no quería comprometerla a nada, aún cuando estuviera perdidamente enamorado de ella, prefería conservar su amistad a echarlo todo por la borda. La necesitaba como ninguna otra persona a mí lado… tal vez sea… demasiado… pero no podría vivir sin ella, aún si no sintiera nada hacia mí, me haría a la idea, por más que me doliera. De ser así, nunca lo sabría. No permitiría que nadie volviera a restaurar las piezas de un corazón roto por segunda vez. Aspiré profundamente, sin atreverme a responder a su pregunta… simplemente me dediqué a mirarla, a perderme en su mirada como si eso me ayudara a encontrar la respuesta que tanto necesito. “No se da cuenta…” pensé notando esa sensación de tristeza y decepción en mi interior. “¿Debo tomar sus palabras como un rotundo… lo lamento, pero no siento nada por ti?”. Fruncí los labios, formando una línea recta con ellos. “¿Qué debo hacer…?” deseé saber, para enfocar mis pensamientos en otra cosa, opacando de esa forma los latidos de mi corazón. Negué levemente, ahogando un suspiro, restándole importancia a sus disculpas. – Esta bien – “Me lo merezco, por ser tan imbécil” a completé la frase dentro de mis pensamientos. – Desde hace algún tiempo… – “No sé en que momento comencé a enamorarme de ti… lo único que estoy seguro es que llegaste a mí vida cuando más te necesitaba…” A simple vista, parecía tan simple… pero, no lo era… no era nada fácil de confesarle que ella era la persona de la que estaba locamente enamorado. – Lo sé… es solo que… – “¿Por qué no tengo el valor de decírselo, maldita sea?” desvié la mirada de sus ojos, comenzando a frustrarme por no tener el valor de decirle cuanto la quería. “Existen demasiadas cosas que me impiden el decírselo. Tantas cosas que de seguramente pronunciarlas, sonarían… absurdas o incluso hasta tontas…”. Sin embargo, las palabras que escuché a continuación brotar de sus labios, me llenaron de ilusión, de esperanza, de una alegría que… no me era capaz de exteriorizar. Mi corazón empezó a latir de una manera que… de seguir así… acabaría por darme un paro. “Me quiere…” sus palabras, su confesión me había dejado aturdido… o mejor dicho sin palabras, pues a pesar de la alegría, de la ilusión, no podía creerlo. Intenté retenerla entre mis brazos, pero no tuve la fuerza para hacerlo. “¿Qué tan ciertas eran sus palabras?” me cuestioné esperanzado, notando lo agitada que se encontraba mi respiración. La cabeza me daba vueltas, pero aún así me mantuve lo más tranquilo posible. Mi pecho subía y bajaba al compás de mi respiración, en el instante que sus palabras de arrepentimiento llegaron a mis oídos, pero más aún a lo más interno de mi corazón. “¿Se arrepiente?” pensé mirándole con profundo dolor. Naturalmente ella no era capaz de ver mi expresión… de haberla visto… seguramente le habría causado más remordimiento y no quería que se sintiera de esa manera. Respiré profundamente, volviendo violentamente mi rostro, haciendo un esfuerzo por controlar mis sentimientos, mis emociones. Intenté relajarme, para poner en orden mis ideas… pero, me era demasiado difícil después de escuchar su confesión, y después sus palabras de arrepentimiento. Di un paso hacia ella, tomándola suavemente por los hombros, y hacerla darse la vuelta para que quedáramos frente a frente. Acaricié su mentón con mi pulgar, mirándola con una suave sonrisa en los labios. – ¿En verdad te arrepientes de lo que dices? – la cuestioné, recorriéndola intensamente con la mirada, como si tocara su rostro con mis manos, llenándolo de suaves y tiernas caricias. Aún cuando quisiera, nunca sería capaz de leer lo que esconde detrás de esos hermosos ojos. – Hace un momento… dijiste que me querías… – musité, subiendo mis manos hasta su rostro, para acariciarlo. Reprimiendo esas ansias, esa necesidad de estrecharla entre mis brazos y besarla hasta el cansancio y susurrarle una y otra vez cuanto la quería. – ¿Por qué intentas reparar una confesión que...? – “me ha llenado de tanta ilusión” ahogué esas últimas palabras, sintiéndome lo bastante idiota por no tener el valor de confesárselo; sin embargo, antes de que me respondiera, decidí agregar. – No quieras borrar esas palabras, por que aún si quisieras no vas a lograr que me olvide de ellas… – “Me quería…” aún cuando solo fueran palabras, sentía que habían salido del fondo de su corazón. Tenía la certeza de que me quería más que yo a ella. “¿Es posible eso…?” vaya pregunta de tonto enamorado, me dije regodeándome interiormente de la felicidad de sus palabras. – ¿Qué sucedería… si te dijera que yo también te quiero…? – repuse, modulando el tono de mi voz, de mis palabras, para expresarle mi ilusión. ¿Me creería…? ¿O será posible que haya malinterpretado su confesión…? Sentía como si mi alma, mi vida, mi corazón, dependieran de un hilo. Pero, era mejor saber de una vez por todas en que sentido me quería si como amigo ó como algo más; aún cuando sus palabras me llenaron de una inmensa alegría… sé que no debo ilusionarme ciegamente. No volvería a cometer el mismo error de entregarle mi corazón a ninguna otra persona, hasta no estar seguro de sus sentimientos.
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Mensaje  ιzzy нale Miér Jun 29, 2011 3:22 am

Juan Urdangarín
as: Juan Valentín de Todos los Santos Urdangarín y Borbón
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Jamás en toda mí vida, he comprendido por qué mis padres tienden a la exageración. Entiendo a la perfección el hecho de que no debemos tomar como una casual coincidencia el incidente en la Feria de la Naciones… pero, plantarnos Guardias de Seguridad las 24 horas del día… era una rotunda estupidez que sobrepasaba los límites de cualquiera. Respiré lenta y profundamente, pasando una mano por mi rostro, remontando mis pensamientos al día del accidente. Jamás he creído en el destino, ni mucho menos en las casualidades… es por esa razón, que había momentos en los que me parecía… no sé… irreal, el toparme en este lugar a la chica que no había dejado de ver en ningún momento durante aquel partido del Real Madrid. Había algo en Natalie, que… simple y sencillamente no podía explicarme a mí mismo. Al verla… dentro de mí brotaba un sentimiento diferente al que alguna vez creí llegar a sentir por alguien. Hubo un tiempo en el que creí que Paris era mí chica ideal… ahora me doy cuenta de lo equivocado que estaba, Paris es sin duda alguna la chica ideal, pero predestinada a estar con mí hermano, y no conmigo. Solo espero que Pablo, sepa ver en sí mismo lo que realmente siente y de alguna manera… enmendar las cosas a tiempo, antes de que sea demasiado tarde. Por otro lado, cada vez que… extrañamente pienso en Natalie, no puedo evitar sonreír. A pesar de que… finalmente había reunido el valor suficiente para mantener una conversación e invitarla a salir, sin ninguna clase de formalidad, simplemente como dos personas que recién se conocen e intentan entablar una amistad. Las cosas no resultaron de la manera que esperaba… en mí intento por protegerla, un desconocido nos arrinconó, amenazándonos a punta de pistola. Durante el trayecto de la plaza al Hospital, Natalie no dejaba de regañarme una y otra vez por haber enfrentado a un sujeto con un arma. Sabía que entre la histeria y la molestia de Natalie, estaba mezclada su preocupación… teniendo en cuenta que en su mirada pude percibir lo que en ese momento atravesaba sus pensamientos y lo que menos deseaba era que se sintiera culpable por algo que sencillamente no era su culpa. Sé que no puedo negar quien soy… pero, juro que hay momentos en los que quisiera que no me trataran como a uno más de las preciadas joyas de la corona. Las personas a mí alrededor, creen que solo por el hecho de pertenecer a la realeza te hace especial, intocable e inalcanzable… juro que a veces quisiera… no sé… cambiar de identidad, vivir mí vida, sin ninguna clase de ataduras, ni protocolos, ni reglamentos que seguir al pie de la letra. Tener de alguna manera la oportunidad de tomar mis propias decisiones, sin la influencia de mis padres… quiénes a pesar de que se preocupan y velan por nuestro futuro, muchas veces no es lo que nosotros deseamos, y eso es algo que realmente deseaba cambiar. Pasé una mano por mi rostro, haciendo un esfuerzo por no pensar… y enfocar mis pensamientos en las hojas con los problemas de Física. Esbocé una mueca, al notar lo incómodo que era traer un cabestrillo colgando del cuello, inmovilizando mi brazo izquierdo. Resoplé con pesadez, al tiempo que abría la gaveta del escritorio, sacando la calculadora científica para confirmar los resultados de las operaciones. Justo en ese momento, unos golpes en la puerta llamaron mi atención. Alcé la vista inmediatamente, al escuchar una voz vagamente familiar, la cual me hizo sonreír inconscientemente. Por supuesto, adelantedije en un tono amable y bonachón, invitándola a pasar, incluso la pregunta ofendía. A pesar de que Natalie y yo teníamos relativamente muy poco tiempo de tratarnos… oficialmente ya la consideraba una amiga. Descuida, no tienes de qué preocuparte añadí en un tono tranquilo y despreocupado, al notar un note de vergüenza en el tono de su voz y en sus gestos. Solo a mí, se me ocurre adelantar tarea y precisamente en viernes bromeé, mientras me levantaba y jalaba una silla acercándosela y ofreciéndole amablemente con mi brazo sano asiento, en caso de que deseara sentarse un momento. Esbocé una débil y apenas visible sonrisa en mí rostro, al notar que miraba mi brazo enyesado a causa de la herida de bala. Negué por enésima vez restando importancia a sus palabras de agradecimiento. Ni lo menciones… dije simple y sencillamente, un poco… incómodo por sus palabras y por la situación, realmente no sabía qué decir… Le había pedido de favor a Natalie, que olvidáramos el incidente, dado a que no quería que… se atormentara con lo que sucedió y que dejara de lado esa culpa que podía leer en sus ojos. Ladeé suavemente la cabeza, mirándole con aire de curiosidad, tras escuchar sus palabras y ver como sacaba de su bolso un libro de Teorías Químicas. Vaya… yo… no sé que decirte… Alcé ambas cejas con ligera extrañeza y sorpresa, por su obsequio. La miré de manera jovial y entretenida. No era necesario que te tomaras esa clase de molestias expliqué, hablándole en un tono amable. Aparté la mirada de sus ojos, pasando una mano por la pasta del libro, observándole con suave alegría. Gracias, castaña Sonreí de manera sincera y realmente agradecida por su obsequio, al tiempo que me levantaba y le plantaba un suave, cálido y amistoso beso en la mejilla. Sin duda, llevo la palabra “nerd” grabada en la frente ¿no es verdad? bromeé, sintiéndome un poco… apenado, por haberla besado en la mejilla de manera desprevenida.
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