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Rockland, seasson 3,,*

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Mensaje  ιzzy нale Jue Ago 11, 2011 2:58 am

Henry Windsor
as: Henry Charles Albert David Mountbatten Windsor de Gales
Universitario - Segundo año (Ciencias Políticas) >> Balocesto (Capitán y Base) ;;
Artes ;; Natación
[ Con Bea de Bélgica // Muelle ]
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No era capaz de comprender en que punto mi vida se había convertido en un verdadero infierno, pero, más que un infierno, en un desierto de soledad en donde me encontraba vagando sin rumbo fijo, sin un lugar a donde ir. Las desgracias en nuestra familia tenían nombre propio: Camilla Parker, a quien siempre he considerado una desconocida que profanó el lugar de mi madre; pero el culpar a Camilla de todas y cada una de nuestras desgracias, no aliviaba el maldito dolor que me estaba consumiendo por dentro. ¿Qué sentido tenía seguir adelante, cuando las personas que más has amado te abandonan? ¿Qué sentido tenía la vida, cuando todo lo que has amado te lo arrebata sin ninguna consideración? De una forma o de otra había perdido mis únicas razones para mantenerme en pie... y ahora ya nada ni nadie tenía sentido para mí. Estaba HARTO de esta maldita situación, había momentos en los que me sentía al borde de un precipicio, en el que ganas no me faltaban de lanzarme a causa de la desesperación y el dolor que me estaba consumiendo hasta las entrañas. A veces me pregunto… ¿qué cabronadas habré echo en mi vida pasada, para venir a padecer sufrimientos y tristezas en esta mi nueva y descontrolada vida? ¿Habré sido tan hijo de puta como para tener la desdicha de renacer a una nueva vida y lavar de ese modo mis culpas? No entendía que era precisamente lo que la vida esperaba de mí… a cambio de… un miserable momento de paz… de estabilidad. Toda mi vida ha sido un maldito caos, de la misma manera que mi familia, que día con día se desmoronaba sin que ninguno de nosotros hiciera algo por evitarlo. ¿Qué más daba tener que soportar y vivir en una familia emocionalmente disfuncional, cuando todos actuábamos de distintas maneras menos como una familia? con un padre preocupado por guardar las apariencias y con Camilla queriendo interferir en nuestras vidas, como si ella tuviera algún derecho sobre nosotros. Ya nada ni nadie tenía sentido en este lugar… así que… ¿qué sentido tenía la vida cuando no tienes nada que te sostenga?, con William en el hospital, Diana en una clínica de rehabilitación, mi padre sumergido en sus obligaciones y los médicos con las típicas palabras vacías, la clásica ambigüedad: “Solo nos resta esperar un milagro”. Milagros, milagros… hablan de milagros y de tener fe cuando la ciencia muchas veces se ve aplastada y cegada por la razón. “Debe tener paciencia, hoy en día la medicina ha avanzado lo suficiente, y existen métodos falibles que ayudaran con el tiempo a la recuperación del paciente; tenga plena seguridad de que su hermano se encuentra en manos de los mejores expertos”. En lo personal yo ya no sabía en que creer, o mejor dicho en que aferrarme para lograr sobrellevar toda esta situación; poco a poco me estaba sumergiendo en un vacio sin límites, un vacio en el que estaba consiente que jamás tocaría fondo y me arrastraría sin ninguna consideración. Giré bruscamente el manillar derecho que indicaba el acelerador de la motocicleta; y sin soltar el embrague en ningún momento, empujé ligeramente con mi pantorrilla izquierda la palanca de velocidades hasta meter tercera, obligándola a dar la cuarta parte de su capacidad, lo que la hizo rugir entre mis piernas como un animal agresivo, dispuesto a atacar en cualquier momento. La adrenalina fluía por mi cuerpo, cosquilleándome las venas; tentándome a obligar a la motocicleta a explotar su máxima capacidad. ¿Qué demonios ganaba con poner mi propia vida en riesgo? Nada, pero el sentir la adrenalina recorriendo cada parte de mi cuerpo, era una sensación que me hacía divagar y olvidar por un breve instante el dolor que me estaba consumiendo, inundándome en un mar se sensaciones inexplicables. La velocidad y la adrenalina eran parte de mi vida… y eso era algo que mi padre nunca sería capaz de comprender. Apreté el embrague y el freno delantero suavemente, disminuyendo poco a poco la velocidad; apoyando mis pies en el suelo para de esa manera sostener la motocicleta y frenar sin brusquedad, aparcándola cerca del muelle. Después de varios minutos de caminar por la costera con una hielera bajo el brazo y una tabla de surfeo, me situé a orillas de la playa; cerré los ojos rindiéndome ante la brisa salina y el viento golpeando mi rostro. Respiré lenta y profundamente; la tranquilidad del océano era como una suave caricia que me reconfortaba en estos momentos de desesperación y soledad. Solté la hielera sobre la arena, al igual que la tabla; flexioné los brazos hasta sacarme la playera, haciéndola un bulto y arrojándola a un lado, para recoger la tabla de surfeo y zambullirme en el océano, sobre la tabla de surf, dando constantes braseadas hasta adentrarme en él. Surcar las olas, me embargaba de una sensación de libertad y júbilo que hacía olvidarme de todo… como el mar y yo fuéramos uno solo y nada, absolutamente nada existiera a nuestro alrededor. Después de varios minutos, nadé de regreso a la orilla. Inhalé y exhalé hondamente, bajo los tenues y apenas visibles rayos del sol que se asomaban entre la negrura del día. Dejé caer la tabla de surf a un lado, sentándome en la arena, tomé una botella de cerveza y con un simple movimiento del destapador la tapa salió disparada a un lado, emanando un sonido gaseoso. Bebí de un solo trago toda mi cerveza, regocijándome de la sensación de placer que me provocaba el disfrutar de una fresca y deliciosa cerveza. Inspiré profundamente, destapando otra cerveza y dándole un largo trago, limitándome a mirar de una manera ausente y distraída el horizonte, el sonido de las olas, el océano en su plenitud daba a mi alma la tranquilidad que tanto anhelaba. Ni siquiera fui capaz de forzar un lastimero intento de sonrisa, cuando escuché una voz que no me costó trabajo reconocer, a pesar de que no era una voz que solía escuchar frecuentemente, reconocería ese tono ciegamente. En vez de mostrar un rostro más amable, este se ensombreció en el momento que los tenues rayos del sol se vieron opacados por una nube pasajera que los cubrió en su totalidad. – Nada que no se haya sabido con anterioridad ¿no te parece? – abordé monótonamente, para después dar un largo trago a mi cerveza. Durante los últimos días, el único tema “controversial” para la prensa era el siguiente: “Henry Windsor: ¿en la depresión post-rompimiento?. El chico volvió a la soltería y no puede ocultar su tristeza ¡sniff!. Los rompimientos siempre son difíciles de superar y tal parece que el príncipe Henry está sumido en la depresión por que ahora tiene que olvidar a Irene Urdangarín, quien fue su novia por más de tres meses. Una fuente cercana a la ex pareja afirma que se dieron un break. Los horarios poco compatibles hicieron que el amor se apagara. Por otro lado, fuentes más rigurosas y confiables rumoran que la verdadera causa que marcó el fin de la relación de la joven pareja de enamorados se debió a que Irene Urdangarín mantenía un romance clandestino con su profesor de Cultura Clásica; sin duda, un golpe terrible para Henry. Con su hermano mayor, William, que fue trasladado a urgencias a causa de un accidente durante el mes de septiembre, y su hermana menor, Diana, en rehabilitación por la constante presión que ha vivido en los últimos meses la adolescente británica; la familia real se ha visto en una dura y difícil situación con sus herederos. La pregunta que muchos de ustedes se formulan, pero pocos se atreven a expresar es: Los hechos recientes ¿conllevaran a que el príncipe Henry vuelva a las andadas?. Eso es algo que está por verse, por lo que estaremos muy al pendiente de nuestro joven príncipe. Mientras tanto: Chicas, ¿quién se apunta a consolar a uno de los príncipes más apuestos de la monarquía europea? ¡Uff! Vaya pregunta ¿verdad?. A partir de hoy… ¡Guerra sin cuartel!”. – ¿Te parece extraño que algunos quieran desprenderse de la patética rutina? ó, no… mejor dicho que raro que algunos quieran desprenderse de la patética vida a la que fueron… ¿“condenados”? – mascullé con burda ironía, sin detenerme a pensar si era correcto o no expresarme de esa forma. Desde hace algún tiempo había dejado de ser esa persona que Bea describía... por diferentes razones que me obligaron a dejar de lado la vida empedernida que había adoptado en llevar. ¿De qué había servido intentar ser una mejor persona, cuando a nadie le interesaba en lo más mínimo?. De reojo noté y percibí la suavidad de uno de sus delicados dedos repasaba de arriba hacia abajo contorneando mi brazo y una de sus clásicas sonrisas dibujándose en su rostro. – Aunque, viéndolo de otro modo… podría preguntarte lo mismo. – añadí, mirándole con el ceño ligeramente fruncido, denotando curiosidad, antes de darle otro trago a mi cerveza. – ¿A quien has venido a romperle el corazón el día de hoy, dolce Bea? – pregunté casualmente, como si me limitara a preguntar la hora o a comentar el clima; dándole un acento italiano a las dos últimas palabras. Conocía a Bea desde hace algún tiempo… y su fama y reputación daba mucho que desear a los ojos de los demás, quiénes de la misma manera que a mí, tachaban su comportamiento como inapropiado. Pero, ¿quién era yo para juzgarla?, a diferencia de las personas, yo no me ocultaba detrás de una máscara de hipocresía.


Última edición por ιzzy нale el Miér Ago 24, 2011 11:58 pm, editado 2 veces
ιzzy нale
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Mensaje  ιzzy нale Jue Ago 11, 2011 3:10 am

Juan Urdangarín
as: Juan Valentín de Todos los Santos Urdangarín y Borbón
+ Universitario - Segundo año (Ciencias Políticas) >> Fútbol (Capitán y Arquero) ;; Rugby (Primer Centro) ;; Natación
[ Con Natalie Castle // Habitación - Hermandad ]
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Jamás en toda mí vida, he comprendido por qué mis padres tienden a la exageración. Entiendo a la perfección el hecho de que no debemos tomar como una casual coincidencia el incidente en la Feria de la Naciones… pero, plantarnos Guardias de Seguridad las 24 horas del día… era una rotunda estupidez que sobrepasaba los límites de cualquiera. Respiré lenta y profundamente, pasando una mano por mi rostro, remontando mis pensamientos al día del accidente. Jamás he creído en el destino, ni mucho menos en las casualidades… es por esa razón, que había momentos en los que me parecía… no sé… irreal, el toparme en este lugar a la chica que no había dejado de ver en ningún momento durante aquel partido del Real Madrid. Había algo en Natalie, que… simple y sencillamente no podía explicarme a mí mismo. Al verla… dentro de mí brotaba un sentimiento diferente al que alguna vez creí llegar a sentir por alguien. Hubo un tiempo en el que creí que Paris era mí chica ideal… ahora me doy cuenta de lo equivocado que estaba, Paris es sin duda alguna la chica ideal, pero predestinada a estar con mí hermano, y no conmigo. Solo espero que Pablo, sepa ver en sí mismo lo que realmente siente y de alguna manera… enmendar las cosas a tiempo, antes de que sea demasiado tarde. Por otro lado, cada vez que… extrañamente pienso en Natalie, no puedo evitar sonreír. A pesar de que… finalmente había reunido el valor suficiente para mantener una conversación e invitarla a salir, sin ninguna clase de formalidad, simplemente como dos personas que recién se conocen e intentan entablar una amistad. Las cosas no resultaron de la manera que esperaba… en mí intento por protegerla, un desconocido nos arrinconó, amenazándonos a punta de pistola. Durante el trayecto de la plaza al Hospital, Natalie no dejaba de regañarme una y otra vez por haber enfrentado a un sujeto con un arma. Sabía que entre la histeria y la molestia de Natalie, estaba mezclada su preocupación… teniendo en cuenta que en su mirada pude percibir lo que en ese momento atravesaba sus pensamientos y lo que menos deseaba era que se sintiera culpable por algo que sencillamente no era su culpa. Sé que no puedo negar quien soy… pero, juro que hay momentos en los que quisiera que no me trataran como a uno más de las preciadas joyas de la corona. Las personas a mí alrededor, creen que solo por el hecho de pertenecer a la realeza te hace especial, intocable e inalcanzable… juro que a veces quisiera… no sé… cambiar de identidad, vivir mí vida, sin ninguna clase de ataduras, ni protocolos, ni reglamentos que seguir al pie de la letra. Tener de alguna manera la oportunidad de tomar mis propias decisiones, sin la influencia de mis padres… quiénes a pesar de que se preocupan y velan por nuestro futuro, muchas veces no es lo que nosotros deseamos, y eso es algo que realmente deseaba cambiar. Pasé una mano por mi rostro, haciendo un esfuerzo por no pensar… y enfocar mis pensamientos en las hojas con los problemas de Física. Esbocé una mueca, al notar lo incómodo que era traer un cabestrillo colgando del cuello, inmovilizando mi brazo izquierdo. Resoplé con pesadez, al tiempo que abría la gaveta del escritorio, sacando la calculadora científica para confirmar los resultados de las operaciones. Justo en ese momento, unos golpes en la puerta llamaron mi atención. Alcé la vista inmediatamente, al escuchar una voz vagamente familiar, la cual me hizo sonreír inconscientemente. Por supuesto, adelantedije en un tono amable y bonachón, invitándola a pasar, incluso la pregunta ofendía. A pesar de que Natalie y yo teníamos relativamente muy poco tiempo de tratarnos… oficialmente ya la consideraba una amiga. Descuida, no tienes de qué preocuparte añadí en un tono tranquilo y despreocupado, al notar un note de vergüenza en el tono de su voz y en sus gestos. Solo a mí, se me ocurre adelantar tarea y precisamente en viernes bromeé, mientras me levantaba y jalaba una silla acercándosela y ofreciéndole amablemente con mi brazo sano asiento, en caso de que deseara sentarse un momento. Esbocé una débil y apenas visible sonrisa en mí rostro, al notar que miraba mi brazo enyesado a causa de la herida de bala. Negué por enésima vez restando importancia a sus palabras de agradecimiento. Ni lo menciones… dije simple y sencillamente, un poco… incómodo por sus palabras y por la situación, realmente no sabía qué decir… Le había pedido de favor a Natalie, que olvidáramos el incidente, dado a que no quería que… se atormentara con lo que sucedió y que dejara de lado esa culpa que podía leer en sus ojos. Ladeé suavemente la cabeza, mirándole con aire de curiosidad, tras escuchar sus palabras y ver como sacaba de su bolso un libro de Teorías Químicas. Vaya… yo… no sé que decirte… Alcé ambas cejas con ligera extrañeza y sorpresa, por su obsequio. La miré de manera jovial y entretenida. No era necesario que te tomaras esa clase de molestias expliqué, hablándole en un tono amable. Aparté la mirada de sus ojos, pasando una mano por la pasta del libro, observándole con suave alegría. Gracias, castaña Sonreí de manera sincera y realmente agradecida por su obsequio, al tiempo que me levantaba y le plantaba un suave, cálido y amistoso beso en la mejilla. Sin duda, llevo la palabra “nerd” grabada en la frente ¿no es verdad? bromeé, sintiéndome un poco… apenado, por haberla besado en la mejilla de manera desprevenida.


Última edición por ιzzy нale el Sáb Ago 13, 2011 12:44 am, editado 1 vez
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Mensaje  ιzzy нale Jue Ago 11, 2011 3:26 am

Izzie Bessette
as: Isobel Aurelle Bessette
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¿Por qué razón actuaba de aquel modo tan impulsivo, sin pensar en las consecuencias? Pero, sobre todo… ¿Por qué mi propia hermana, no me tuvo la suficiente confianza para contarme sus problemas? ¿En que momento me equivoqué? Me preguntaba una y otra vez, con la intención de averiguar una respuesta lógica y sensata. Hay momentos en los que sentía que mi propia hermana estaba tan inmersa en su mundo, en sus amigas, que, a veces me olvidaba que ya no éramos unas niñas, aquellas niñas, la cual su única preocupación era aguardar ansiosamente un nuevo día para echar a volar nuestra imaginación en todo lo que se nos ocurriera. Las dos habíamos cambiado… un hecho del cual no tenía ni la más mínima duda… pero, ¿por qué mi hermana actuaba de esa manera? Necesitaba sabernecesitaba comprender que es lo que estaba pasando con mi hermana. Comprendo que no soy lo suficientemente “madura” para darle consejos a mi propia hermana, ni mucho menos tenía “autoridad” para interceder en sus decisiones… lo que más me dolía era que no me tuviera confianza, a la hora de contarme sus problemas… hubiera dado lo que fuera por estar a su lado en ese momento… hacerla de alguna manera recapacitar y hacerla desistir de la decisión tan precipitada que estaba a punto de tomar. Se trata de mi hermana… y mi deber es protegerla y cuidar siempre de ella, hacer todo lo que esté a mi alcance para ayudarla, hacerle saber y sentir que no está sola y que por más terrible que sea el problema juntas encontraríamos la forma de salir del embrollo… pero, ¿Cómo hacerlo cuando tú hermana se aleja de ti? ¿Y se marcha sin darte una razón? Al menos un motivo o una explicación para no dejarte con esta incertidumbre. Debo confesar que al principio me sentí… molesta, ofendida, incluso abandonada y triste con la inesperada partida de Paris… sin embargo, lo que sucedió después, me devastó por completo. Según mis padres; quiénes al igual que yo, estaban al borde de una crisis nerviosa, por no tener ninguna noticia de mi hermana; me informaron que finalmente habían logrado dar con su paradero, y todo gracias a una llamada que habían recibido por parte de las autoridades de Konstanz comunicándoles que mi hermana había sido agredida por un hombre y que en ese instante se encontraba hospitalizada. Juro que en ese instante… sentí que el mundo se me venía encima… mi hermana, había sido agredida, y mis padres; con la única intención de no preocuparme y alterarme aún más de lo que me encontraba; decidieron guardarse la gravedad de la situación, diciéndome únicamente que mi hermana se encontraba estable, pero, que tomarían el primer vuelo con destino a la isla de Konstanz para estar más informados de la sucedido y de esa manera imponer una demanda en contra del agresor, una vez que las autoridades lograran atraparlo. El saber que mis padres venían en camino… me tenía de algún modo más tranquila, aunque no lo suficiente… me sentía una completa inútil, la peor hermana del mundo, por no haber estado a lado de Paris, en esos momentos. Lo peor de todo, es que le había echo la promesa a mis padres de quedarme en el Instituto… pero, esta incertidumbre, esta angustia por no saber de mi hermana, seguramente acabaría enfermándome. Necesitaba verla, saber como estaba, estar a su lado, ayudarla… se trataba de mi hermana, maldita sea... un… hijo de puta, la había agredido y aunque sabía que no podía hacer nada; dado a que todo estaba en manos de las autoridades; me sentía una inútil, incapaz de hacer algo. Mis padres me tenían atada de manos con la promesa que les había echo y ni siquiera era capaz de fugarme del Instituto, para ir a ver a mi hermana, conociendo a mis padres, habrán puesto al tanto de lo ocurrido a las autoridades escolares para que me mantuvieran monitoreada y no me dejaran salir bajo ninguna circunstancia. Ese… desgraciado, tenía que pagar con creces lo que le había echo a mi hermana. Alternaba la mirada de forma insistente, entre la ventana y el reloj, el cual, daba la impresión de haberse estancado; tamborileaba de forma nerviosa, la pluma contra la banca; un tic nervioso que solía hacer la mayoría de las veces de forma inconsciente cuando me ponía nerviosa por algo. De vez en cuando, giraba mi rostro, encontrándome con el semblante preocupado de Yukki, quien con su sola mirada, parecía de alguna forma leer mis pensamientos. Otra de las razones por la que me encontraba atada de manos, era por la promesa que le había echo a Yukki… el año pasado me había comportado como una tonta, al regocijarme y encerrarme en el dolor que aún tenía por la triste partida de mi abuela. Yukki, era mi más grande apoyo en estos momentos y no deseaba volverle a ocasionar ningún dolor por mi estúpido comportamiento. Le dediqué una sonrisa, volviendo mi mirada hacia el enfrente, con la única intención de retomar lo que el Profesor se encontraba hablando acerca de la filosofía de René Descartes, conocido como el “padre de la filosofía moderna”. Observé mi libreta de apuntes, cayendo en cuenta que no había tomado ninguna nota con respecto a la clase, lo único que había escrito era la fecha del día de hoy y a su vez inconscientemente había escrito el nombre de William, el cual me había dedicado a adornarlo con algunas flores y corazones. Cerré la libreta de apuntes, sintiendo una amarga sensación de vacio y desilusión en mi interior al leer su nombre, debido a que Will seguía sin dirigirme la palabra… y no lo culpaba, a pesar de que su indiferencia, era más dolorosa que saber nunca sintió nada por mí. La mano de Yukki, sobre mi hombro, me hizo volver a la realidad, dándome a entender que la clase había terminado; miré a mi alrededor un tanto distraída, observándola con una sonrisa, por lo que me limité a guardar mis cosas, para finalmente salir del aula de Filosofía. Me aferré al brazo de Yukki, sintiendo las miradas inquisitivas de algunos de mis compañeros… quiénes se limitaban a susurrar a nuestras espaldas. Un hecho que me molesto… en lugar de cohibirme, debido a que no tenían la más mínima idea, ni siquiera eran capaces de imaginarse el infierno por el que mi hermana estaba atravesando. ODIABA que la mayoría del tiempo, las personas se limitaran a juzgar sin saber lo que realmente sucedía… como si ellos tuvieran el derecho a opinar sobre la vida de las personas. Apreté suavemente la mano de Yukki, en señal de agradecimiento por no dejarme sola, cuando sentí su mano frotando parte del antebrazo que mantenía aferrado a su brazo. Desgraciadamente, Yukki y yo tuvimos que separarnos… la observé alejarse y perderse entre los estudiantes que circulaban por los pasillos en distintas direcciones. Comencé a caminar rumbo a la entrada del instituto… en vez de dirigirme hacia la cafetería, tenía ganas de tomar un poco de aire fresco, con la única intención de relajarme, y de no largarme a llorar, sin poder hacer nada útil para ayudar a mi hermana. Doblé en uno de los pasillos, notando lo poco que faltaba para la salida, cuando la presencia de una persona que no dudé en reconocer, cortó mi respiración, paralizándome de pies a cabeza. – Will… – murmuré silenciosamente, con un débil y apenas perceptible movimiento de labios. No estaba consciente de los minutos que llevaba en la misma posición, sin la más mínima intención de moverme… verlo, aunque sea de lejos y saber que de una u otra forma el continuaba con su vida, era un gran consuelo. Respiré lenta y profundamente… dispuesta a darme la media vuelta, para no estropearle el día con mi presencia. Sin embargo, lo que vi a continuación me dejó paralizada y sorprendida; lo miré sin dar crédito a sus acciones… Mis facciones se tensaron, de una manera que no era capaz de describir. Respiré profundamente, ignorando y dejando de lado la razón, encaminándome de manera decidida hasta él. – ¡¿Estás loco?! – fue lo primero que dije, con la voz al borde al ver que tenía un cigarro prendido en la mano. Tosí un poco, agitando ligeramente la mano, soplando el humo, sin evitar mirarle lo bastante molesta. – Dame eso… – ordené severamente, intentando mantener a flote y lo más apacible el tono de mi voz. Agaché la mirada, evitando encontrarme con sus ojos… esperando que me entregara la porquería que tenía en la mano, pero, al no haber respuesta de su parte, se lo arrebaté, para posteriormente tirarlo al suelo y pisarlo con la punta del pie. Si, era mucho más pequeña que él… pero, eso no me importaba… aunque a muchas personas, a la hora de tener que enfrentarse a alguien les cohibiera la estatura, ese no era mi caso. Observé que tenía la cajetilla de cigarros en la mano y aprovechando un momento de distracción, se los quité de la mano, sin mucho esfuerzo. – No vuelvas… a hacer eso… ¿me escuchaste? No quiero volver a encontrarte fumando esa porquería… – discrepé, mirándolo seriamente, sintiendo un nudo en la garganta a causa de las lágrimas que comenzaban a aglomerarse en mis ojos. Primero mi abuela, luego mi hermana… y ahora Will… ¿acaso intentaba matarse lentamente?


Última edición por ιzzy нale el Dom Ago 14, 2011 1:27 am, editado 2 veces
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Mensaje  ιzzy нale Jue Ago 11, 2011 3:31 am

Arwen Everglot
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Rehuí por todos los medios mirarla a los ojos, cerré mi mano en un puño, haciendo un esfuerzo por controlar estos malditos sentimientos de tristeza y remordimiento que me nublaban el pensamiento; el haberla mirado por un breve instante a los ojos, me hizo sentir un completo miserable, un patán por haberle hablado de esa forma… pero, me sentía… maldita sea… nunca en toda mi vida me había sentido de esta forma, estaba frustrado, ofendido, dolido con su actitud. Daría lo que fuera por comprender los motivos de su actitud distante y cortante, necesitaba que me dijera algo, cualquier palabra, cualquier razón, me bastaría para… “¿Alejarte de ella?” resonó absurdamente mi subconsciente, bloqueándome en todos los sentidos. “No, no podría…” La sola idea de saber que la estaba perdiendo –probablemente para siempre– me atemorizaba, por la simple y sencilla razón de que no sería capaz de verla con otra persona que no fuera yo, por más egoísta que esas palabras llegaran a sonar, no podría soportar que Yukki, mi ángel, estuviera en brazos de otro. No soportaría que sus abrazos, su cálida mirada, las hermosas sonrisas que solía dedicarme le pertenecieran a cualquiera. “¿No estás consiente de que si quieres a una persona de manera sincera debes dejarla ir por su felicidad?” resonó mi subconsciente en un tono severo, como si intentara reprenderme por mi manera tan egoísta de pensar. Los puños comenzaban a entumírseme de la presión que ejercía sobre ellos, y por primera vez en mucho tiempo, las lágrimas de tristeza se arremolinaron en mis ojos, al intentar contenerlas, empañándome la vista. Por un momento fui consiente de las palabras que acaban de brotar de sus labios, lo que me hizo volver el rostro ligeramente, pero sin tener el valor de mirarla nuevamente a los ojos, no había la menor duda, era un jodido miserable que no se atrevía a mirarla a los ojos y reafirmar por él mismo el daño que le había provocado al hablar de esa forma a la persona que tanto quería y que me dolía como a nada en el mundo. Tragué con dificultad, a causa del nudo en la garganta, cuando mi mente empezó a maquinar sus palabras. “¿A quién se refería al decir que era “culpa de ella”?” deseé saber con todas mis fuerzas, aligerando un poco la presión en mis puños. Escuchar sus disculpas, cuando en realidad el que tenía que pedirle perdón era yo, agudizó mi remordimiento y me hizo sentir más miserable de lo que ya era. – Yukki… – su nombre brotó de mis labios de manera inesperada, como un tenue pero audible susurro lastimero. “Admítelo… toda esta situación es aún más dolorosa por que la quieres, la quieres como nunca has querido a otra persona. El amor que dices haber sentido por Esmee era tan solo un capricho; en cambio Yukki… ha sido la única que ha logrado grabarse no solo en tus pensamientos, si no en tu corazón.” – Lo lamento… nunca fue mi intención hablarte y tratarte de esa forma… – musité en un tono de arrepentimiento. – Tú nunca… – respiré entrecortadamente, pasando ambas manos por mi rostro y cabeza, tratando de ordenar mis pensamientos. – serías capaz de molestarme… – confesé con un nudo en la garganta. ¿Cómo podría enfadarme con una de las pocas personas que ha traído alegría a mí vida? – Es solo que… quisiera comprender… ayúdame a entender en que me equivoqué contigo para que te hayas distanciado de esa forma… – empecé a decir sintiendo la necesidad de desahogarme, de no hacerlo… acabaría consumiéndome del dolor que me provocaba saber que por alguna extraña razón se estaba alejando de mí. – Si hice algo indebido, tan solo dímelo… si he de… perderte como… amiga, al menos dame una razón que me ayude a comprenderte. – supliqué casi dolorosamente; concientizando lo que acababa decir: “Perderte como amiga…” sin duda era lo mejor… por más que me niegue aceptar la realidad, no podía arriesgar el inmenso cariño que desde hace algún tiempo siento por ella.
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Mensaje  ιzzy нale Jue Ago 11, 2011 3:34 am

Georg de Liechtenstein
as: Georg Antonius Constantin Maria de Liechtenstein
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Rehuí por todos los medios mirarla a los ojos, cerré mi mano en un puño, haciendo un esfuerzo por controlar estos malditos sentimientos de tristeza y remordimiento que me nublaban el pensamiento; el haberla mirado por un breve instante a los ojos, me hizo sentir un completo miserable, un patán por haberle hablado de esa forma… pero, me sentía… maldita sea… nunca en toda mi vida me había sentido de esta forma, estaba frustrado, ofendido, dolido con su actitud. Daría lo que fuera por comprender los motivos de su actitud distante y cortante, necesitaba que me dijera algo, cualquier palabra, cualquier razón, me bastaría para… “¿Alejarte de ella?” resonó absurdamente mi subconsciente, bloqueándome en todos los sentidos. “No, no podría…” La sola idea de saber que la estaba perdiendo –probablemente para siempre– me atemorizaba, por la simple y sencilla razón de que no sería capaz de verla con otra persona que no fuera yo, por más egoísta que esas palabras llegaran a sonar, no podría soportar que Yukki, mi ángel, estuviera en brazos de otro. No soportaría que sus abrazos, su cálida mirada, las hermosas sonrisas que solía dedicarme le pertenecieran a cualquiera. “¿No estás consiente de que si quieres a una persona de manera sincera debes dejarla ir por su felicidad?” resonó mi subconsciente en un tono severo, como si intentara reprenderme por mi manera tan egoísta de pensar. Los puños comenzaban a entumírseme de la presión que ejercía sobre ellos, y por primera vez en mucho tiempo, las lágrimas de tristeza se arremolinaron en mis ojos, al intentar contenerlas, empañándome la vista. Por un momento fui consiente de las palabras que acaban de brotar de sus labios, lo que me hizo volver el rostro ligeramente, pero sin tener el valor de mirarla nuevamente a los ojos, no había la menor duda, era un jodido miserable que no se atrevía a mirarla a los ojos y reafirmar por él mismo el daño que le había provocado al hablar de esa forma a la persona que tanto quería y que me dolía como a nada en el mundo. Tragué con dificultad, a causa del nudo en la garganta, cuando mi mente empezó a maquinar sus palabras. “¿A quién se refería al decir que era “culpa de ella”?” deseé saber con todas mis fuerzas, aligerando un poco la presión en mis puños. Escuchar sus disculpas, cuando en realidad el que tenía que pedirle perdón era yo, agudizó mi remordimiento y me hizo sentir más miserable de lo que ya era. – Yukki… – su nombre brotó de mis labios de manera inesperada, como un tenue pero audible susurro lastimero. “Admítelo… toda esta situación es aún más dolorosa por que la quieres, la quieres como nunca has querido a otra persona. El amor que dices haber sentido por Esmee era tan solo un capricho; en cambio Yukki… ha sido la única que ha logrado grabarse no solo en tus pensamientos, si no en tu corazón.” – Lo lamento… nunca fue mi intención hablarte y tratarte de esa forma… – musité en un tono de arrepentimiento. – Tú nunca… – respiré entrecortadamente, pasando ambas manos por mi rostro y cabeza, tratando de ordenar mis pensamientos. – serías capaz de molestarme… – confesé con un nudo en la garganta. ¿Cómo podría enfadarme con una de las pocas personas que ha traído alegría a mí vida? – Es solo que… quisiera comprender… ayúdame a entender en que me equivoqué contigo para que te hayas distanciado de esa forma… – empecé a decir sintiendo la necesidad de desahogarme, de no hacerlo… acabaría consumiéndome del dolor que me provocaba saber que por alguna extraña razón se estaba alejando de mí. – Si hice algo indebido, tan solo dímelo… si he de… perderte como… amiga, al menos dame una razón que me ayude a comprenderte. – supliqué casi dolorosamente; concientizando lo que acababa decir: “Perderte como amiga…” sin duda era lo mejor… por más que me niegue aceptar la realidad, no podía arriesgar el inmenso cariño que desde hace algún tiempo siento por ella.
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Mensaje  ιzzy нale Jue Ago 11, 2011 11:47 pm

Samantha Van Comp
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[ Con Ludwig Bryce // Jardínes
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La mayor parte de las cosas habían cambiado a nuestro alrededor, aunque en apariencias todo seguía siendo igual; uno de los cambios que trajeron alegría a nuestras vidas fue sin duda el enterarnos de que la pequeña Charlie era hija de Alex… una noticia que a revolucionó a toda la familia ya que literalmente nos puso de cabeza – hablando en el buen sentido de la palabra –. Todos estábamos inmensamente felices con la llegada de Charlie a nuestras vidas, especialmente Alex que desbordaba alegría hasta por los poros con su pequeña, lo que me hacía inmensamente feliz por que era la primera en mucho tiempo que volvía a ver la ilusión en sus ojos y realmente no podía evitar compartir su alegría; personalmente yo estaba encantada y día con día me encariñaba enormemente de mi sobrina… era una bebé tan adorable que con esa mirada de angelito simplemente te robaba el corazón en un abrir y cerrar de ojos. Durante el trayecto a la isla de Konstanz me pasé en general gran parte del tiempo con Charlie, Catarina y con Alex. Sin embargo, luego de que el barco arribó a la isla me adelanté con unas amigas para bajar del barco y de ahí trasladarnos al Internado. Debo reconocer que al poner un pie en los pasillos, no pude evitar sentir una extraña sensación recorriéndome por todo el cuerpo… más que nada por las imágenes que vinieron a mi mente de los sucesos acontecidos hacía un año y medio. Luego de varios minutos, me despedí de mis amigas y me encaminé hacia los jardines para tomar un poco de aire fresco… aprovechando que el día se prestaba para ser ideal, y con lo mucho que amaba este tipo de días soleados, lo mejor era disfrutar el día al máximo antes de que las clases comenzaran. No pude evitar sonreír, cuando encontré una banca desocupada, por lo que no dudé en sacar del interior de mi bolso mi libro de Harry Potter y la Orden del Fénix – a simple vista era parecido al de Mary Poppins o a la barney bolsa por el montón de cosas que traía siempre conmigo –. Inmediatamente abrí mi libro y me dispuse a adentrarme en ese maravilloso mundo… que estoy segura que a Charlie le gustara en un futuro. Volví mi rostro mirando a mí alrededor con aire de curiosidad, averiguando de donde provenía aquel extraño sonido. No tardé en darme cuenta que el sonido era provocado por un chico que se acercaba con cautela como evitando perturbarme con su presencia. Lo cual fue un alivio, dado a que por un instante creía que papá había roto su promesa con respecto a “nada de guarda espaldas”, aunque conociéndolos se las habrán ingeniado para que no descubriera ese pequeño detalle. Debo admitir que por un momento dudé que se estuviera dirigiendo a mí, pero al echar un vistazo a mí alrededor pude percatarme de que no había nadie más a nuestro alrededor, al menos no lo suficiente cerca. Por lo que al ver sus intenciones y la sonrisa que me dedicaba que significaba que “venía en paz” me mantuve en la misma posición sin inmutarme, esperando tranquilamente. – Buenos días – respondí a su lado con una sonrisa amable en los labios, al tiempo que colocaba el separador en la hoja en donde me había quedado para continuar más tarde con mi lectura, para después cerrar el libro cuidadosamente. – Si, por supuesto – dije tranquilamente, quitando mi bolso para colocarlo del otro lado, de modo que pudiera sentarse cómodamente sin que le estorbara. – Un placer, Ludwig. – estreché su mano cordialmente, cuando se presentó. Lo que me hizo mirarle con cierto aire de curiosidad… “Bryce…” no entendía el por qué, pero su apellido me era vagamente familiar, en el sentido que recuerdo haberlo leído en algún lado, el problema es que no recordaba exactamente en donde. – Sam Van Comp – me presenté posteriormente, sin dejar de lado en ningún momento la amabilidad expresada en el tono de mi voz. – Si lo deseas puedes tutearme – le dejé entrever con confianza, para que no le resultara… “incómodo” tratarnos con tanta propiedad. – No en realidad – le hice saber tranquilamente con respecto a su comentario. – Te aseguro que si hubieras presenciado y vivido en carne propia los sucesos acontecidos el año anterior, no tendrías esa mentalidad. – le comuniqué, rompiendo con nuestro contacto visual, para desviar la mirada y posarla en mi regazo, precisamente en la tapa de mi libro de Harry Potter y la Orden del Fénix. Me dediqué a observar unos segundos el dibujo de Fawkes, antes de mirarle por segunda ocasión con una pequeña sonrisa en los labios. – Me refiero a que la mayoría de las personas aún están… conmocionadas, por decirlo de esa manera, por las circunstancias que de alguna forma los obligaron a cambiar en su manera de ser – Ladeé suavemente la cabeza mirándole. Lidiar con la prensa que día con día estaban más interesados por conocer la historia de los sobrevivientes… podría decirse que se tornaba en una tortura. – Pero, cuéntame, ¿Cuál fue el motivo o la razón por el que decidiste ingresar a Rockland? – pregunté con amable curiosidad. La historia de los sucesos que azotaron a la isla de Konstanz fue prácticamente una noticia que dio la vuelta al mundo, por lo que me imagino o mejor dicho supongo que debía estar al corriente de las circunstancias.


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Rehuí por todos los medios mirarla a los ojos, cerré mi mano en un puño, haciendo un esfuerzo por controlar estos malditos sentimientos de tristeza y remordimiento que me nublaban el pensamiento; el haberla mirado por un breve instante a los ojos, me hizo sentir un completo miserable, un patán por haberle hablado de esa forma… pero, me sentía… maldita sea… nunca en toda mi vida me había sentido de esta forma, estaba frustrado, ofendido, dolido con su actitud. Daría lo que fuera por comprender los motivos de su actitud distante y cortante, necesitaba que me dijera algo, cualquier palabra, cualquier razón, me bastaría para… “¿Alejarte de ella?” resonó absurdamente mi subconsciente, bloqueándome en todos los sentidos. “No, no podría…” La sola idea de saber que la estaba perdiendo –probablemente para siempre– me atemorizaba, por la simple y sencilla razón de que no sería capaz de verla con otra persona que no fuera yo, por más egoísta que esas palabras llegaran a sonar, no podría soportar que Yukki, mi ángel, estuviera en brazos de otro. No soportaría que sus abrazos, su cálida mirada, las hermosas sonrisas que solía dedicarme le pertenecieran a cualquiera. “¿No estás consiente de que si quieres a una persona de manera sincera debes dejarla ir por su felicidad?” resonó mi subconsciente en un tono severo, como si intentara reprenderme por mi manera tan egoísta de pensar. Los puños comenzaban a entumírseme de la presión que ejercía sobre ellos, y por primera vez en mucho tiempo, las lágrimas de tristeza se arremolinaron en mis ojos, al intentar contenerlas, empañándome la vista. Por un momento fui consiente de las palabras que acaban de brotar de sus labios, lo que me hizo volver el rostro ligeramente, pero sin tener el valor de mirarla nuevamente a los ojos, no había la menor duda, era un jodido miserable que no se atrevía a mirarla a los ojos y reafirmar por él mismo el daño que le había provocado al hablar de esa forma a la persona que tanto quería y que me dolía como a nada en el mundo. Tragué con dificultad, a causa del nudo en la garganta, cuando mi mente empezó a maquinar sus palabras. “¿A quién se refería al decir que era “culpa de ella”?” deseé saber con todas mis fuerzas, aligerando un poco la presión en mis puños. Escuchar sus disculpas, cuando en realidad el que tenía que pedirle perdón era yo, agudizó mi remordimiento y me hizo sentir más miserable de lo que ya era. – Yukki… – su nombre brotó de mis labios de manera inesperada, como un tenue pero audible susurro lastimero. “Admítelo… toda esta situación es aún más dolorosa por que la quieres, la quieres como nunca has querido a otra persona. El amor que dices haber sentido por Esmee era tan solo un capricho; en cambio Yukki… ha sido la única que ha logrado grabarse no solo en tus pensamientos, si no en tu corazón.” – Lo lamento… nunca fue mi intención hablarte y tratarte de esa forma… – musité en un tono de arrepentimiento. – Tú nunca… – respiré entrecortadamente, pasando ambas manos por mi rostro y cabeza, tratando de ordenar mis pensamientos. – serías capaz de molestarme… – confesé con un nudo en la garganta. ¿Cómo podría enfadarme con una de las pocas personas que ha traído alegría a mí vida? – Es solo que… quisiera comprender… ayúdame a entender en que me equivoqué contigo para que te hayas distanciado de esa forma… – empecé a decir sintiendo la necesidad de desahogarme, de no hacerlo… acabaría consumiéndome del dolor que me provocaba saber que por alguna extraña razón se estaba alejando de mí. – Si hice algo indebido, tan solo dímelo… si he de… perderte como… amiga, al menos dame una razón que me ayude a comprenderte. – supliqué casi dolorosamente; concientizando lo que acababa decir: “Perderte como amiga…” sin duda era lo mejor… por más que me niegue aceptar la realidad, no podía arriesgar el inmenso cariño que desde hace algún tiempo siento por ella.


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Mensaje  ιzzy нale Vie Ago 12, 2011 12:07 am

Zara Phillips
as: Zara Anne Elizabeth Phillips
Universitaria - Tercer año (Enfermería) >> Equitación ;; Teatro & Música ;; Natación
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Desde el momento que puse un pie en esta isla, las cosas no habían dado paso a mejorar entre la situación por la que estaban atravesando William y Diana, y lo que más me angustiaba era ver a Henry al borde de una crisis nerviosa, por no saber que hacer. Henry, era demasiado impulsivo y la mayoría de las veces actuaba sin pensar en las consecuencias... por otro lado, Diana parecía cada vez más ausente… lejos de la realidad, como si una barrera invisible nos separara de su realidad, y de una realidad que se negaba afrontar y a superar. La muerte de mi abuela, sin duda fue un golpe terrible para todos nosotros… su ausencia había dejado un vacio en cada uno de nosotros, una herida que no sabía si con el tiempo sanaría… aunque al final las heridas lo único que dejan a su paso son solo cicatrices. Han pasado meses, desde que mi abuela nos abandonó y aunque el tiempo lo cura todo, aún no he encontrado la resignación que toda persona necesita para afrontar un golpe tan duro, como el de perder a una de las personas que más has amado en la vida. Por lo que trato de enfocarme en mis estudios, como medio de distracción para no pensar y de alguna manera olvidar todo lo que viví durante el verano y retomar mi vida con la mayor normalidad del mundo… pero, no era nada sencillo. Con todo lo que he estado viviendo las últimas semanas, apenas había tenido tiempo de adaptarme y recorrer las instalaciones de la Universidad… Henry, me acompañaba a mis clases y siempre que podíamos desayunábamos o almorzábamos juntos, incluso me había dibujado un mapa de la Universidad, el cual me ha sido de gran ayuda ahorrándome la vergüenza de tener que preguntar donde quedaba cada lugar en la Universidad, más que nada por que lo que menos deseaba era recibir consideraciones especiales por parte de las personas, solo por ser… nieta de un monarca, aunque en realidad jamás me he considerado especial ni mucho menos diferente al resto de las demás personas… un aspecto que aprendí y sobre todo siempre he admirado en mis padres, quiénes a fin de cuentas decidieron hacer una vida normal sin ninguna clase de complicaciones emocionales, naturalmente la decisión de mamá de vivir una vida tranquila, no le impidió dejar de lado ni mucho menos cumplir con sus obligaciones… Lástima que la felicidad que alguna vez existió entre ellos no fue suficiente como para seguir juntos, sin embargo, viendo el lado positivo de la situación… me alegraba el saber que eran felices, aunque no estuvieran juntos, como a Peter y a mí nos hubiera gustado. Eché ligeramente la cabeza hacia atrás, sacándome el casco de la cabeza y agitando suavemente mi mata de cabello rubio, sintiendo una suave y fresca brisa golpeando mi rostro. Inhalé y exhalé profundamente aspirando el aire, sintiendo como este llenaba mis pulmones. En el pueblo, se respiraba un ambiente de alegría y de expectación por la noche de Halloween… especialmente entre los niños quiénes eran los más entusiasmados con la idea de disfrazarse y salir a pedir dulces. Esbocé una pequeña sonrisa en mi rostro, aparcando la motocicleta afuera de los portales ubicados en la plaza principal. No había tenido oportunidad de conocer el pueblo… por lo que decidí aprovechar la oportunidad de ir al pueblo a buscar un disfraz para la fiesta de disfraces que se llevaría a cabo por la noche. Tras el incidente en la feria de las naciones… tanto mis padres, como Tim, mi Tío Charles, mi Tío Andrew y mi Tío Edward habían tomado sus propias medidas de seguridad… a todos y cada uno de mis primos nos habían asignado un guarura que estuviera con nosotros las 24 hrs del día… y aunque la idea no me agradara, comprendía su preocupación. En fin, Henry, me había echo el favor de prestarme su motocicleta… y a pesar de su insistencia por acompañarme, lo convencí de quedarse en la Universidad, teniendo en cuenta que se había ofrecido para formar parte del Comité de Organización de Eventos no quería que por mi culpa lo regañaran por faltar a sus obligaciones. Suspiré pesadamente, al tiempo que guardaba el casco en el cubículo interno del asiento, donde Henry siempre tenía guardado un casco de repuesto para algún pasajero. Sinceramente, no imaginarme la cara que pondría mamá si supiera que sé conducía esas cosas, como ella las llamaba. Negué suavemente con una sonrisa en mi rostro, mientras guardaba las llaves en mi bolso, para posteriormente echarme a caminar tranquilamente por la acera. No sin antes asegurarme y echar un vistazo por encima de mi hombro, que Reed, mi guarura no me estuviera siguiendo. Respiré aliviada, siguiendo con mi camino, deteniéndome de vez en cuando a observar los escaparates de los almacenes. Justo en ese momento a través de una de las vitrinas, observé al otro lado de la calle la silueta de una persona que me llamó mi atención al resultarme muy familiar. Pardeé varias veces seguidas, asegurándome que mis ojos no me estuvieran jugando una mala jugarreta… ¿qué posibilidades habría de que…? Giré mi rostro con asombro… Si, si… era él… me reafirme dentro de mis pensamientos, sintiendo de pronto una peculiar alegría. Caminé lentamente hasta él, aprovechando que se había detenido a observar un escaparate de la tienda de enfrente. – ¿Zac… Santana? ¿Eres tú? – pregunté con extraña curiosidad, posiblemente lo estaba confundiendo… o quizás no, la curiosidad por saber si era o no el muchacho alegre que había conocido hace tres veranos exactamente durante un viaje a Miami en el cual había acompañado a Henry; era algo que me estaba matando de la curiosidad.


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ιzzy нale
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Mensaje  ιzzy нale Vie Ago 12, 2011 12:12 am

Laura d'Aviano
as: Maria Laura Beatrix Margherita d'Aviano de Austria-Este
+ Universitaria - Segundo año (Relaciones Internacionales) >> Artes ;; Teatro & Música
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Desde el momento que puse un pie en esta isla, las cosas no habían dado paso a mejorar entre la situación por la que estaban atravesando William y Diana, y lo que más me angustiaba era ver a Henry al borde de una crisis nerviosa, por no saber que hacer. Henry, era demasiado impulsivo y la mayoría de las veces actuaba sin pensar en las consecuencias... por otro lado, Diana parecía cada vez más ausente… lejos de la realidad, como si una barrera invisible nos separara de su realidad, y de una realidad que se negaba afrontar y a superar. La muerte de mi abuela, sin duda fue un golpe terrible para todos nosotros… su ausencia había dejado un vacio en cada uno de nosotros, una herida que no sabía si con el tiempo sanaría… aunque al final las heridas lo único que dejan a su paso son solo cicatrices. Han pasado meses, desde que mi abuela nos abandonó y aunque el tiempo lo cura todo, aún no he encontrado la resignación que toda persona necesita para afrontar un golpe tan duro, como el de perder a una de las personas que más has amado en la vida. Por lo que trato de enfocarme en mis estudios, como medio de distracción para no pensar y de alguna manera olvidar todo lo que viví durante el verano y retomar mi vida con la mayor normalidad del mundo… pero, no era nada sencillo. Con todo lo que he estado viviendo las últimas semanas, apenas había tenido tiempo de adaptarme y recorrer las instalaciones de la Universidad… Henry, me acompañaba a mis clases y siempre que podíamos desayunábamos o almorzábamos juntos, incluso me había dibujado un mapa de la Universidad, el cual me ha sido de gran ayuda ahorrándome la vergüenza de tener que preguntar donde quedaba cada lugar en la Universidad, más que nada por que lo que menos deseaba era recibir consideraciones especiales por parte de las personas, solo por ser… nieta de un monarca, aunque en realidad jamás me he considerado especial ni mucho menos diferente al resto de las demás personas… un aspecto que aprendí y sobre todo siempre he admirado en mis padres, quiénes a fin de cuentas decidieron hacer una vida normal sin ninguna clase de complicaciones emocionales, naturalmente la decisión de mamá de vivir una vida tranquila, no le impidió dejar de lado ni mucho menos cumplir con sus obligaciones… Lástima que la felicidad que alguna vez existió entre ellos no fue suficiente como para seguir juntos, sin embargo, viendo el lado positivo de la situación… me alegraba el saber que eran felices, aunque no estuvieran juntos, como a Peter y a mí nos hubiera gustado. Eché ligeramente la cabeza hacia atrás, sacándome el casco de la cabeza y agitando suavemente mi mata de cabello rubio, sintiendo una suave y fresca brisa golpeando mi rostro. Inhalé y exhalé profundamente aspirando el aire, sintiendo como este llenaba mis pulmones. En el pueblo, se respiraba un ambiente de alegría y de expectación por la noche de Halloween… especialmente entre los niños quiénes eran los más entusiasmados con la idea de disfrazarse y salir a pedir dulces. Esbocé una pequeña sonrisa en mi rostro, aparcando la motocicleta afuera de los portales ubicados en la plaza principal. No había tenido oportunidad de conocer el pueblo… por lo que decidí aprovechar la oportunidad de ir al pueblo a buscar un disfraz para la fiesta de disfraces que se llevaría a cabo por la noche. Tras el incidente en la feria de las naciones… tanto mis padres, como Tim, mi Tío Charles, mi Tío Andrew y mi Tío Edward habían tomado sus propias medidas de seguridad… a todos y cada uno de mis primos nos habían asignado un guarura que estuviera con nosotros las 24 hrs del día… y aunque la idea no me agradara, comprendía su preocupación. En fin, Henry, me había echo el favor de prestarme su motocicleta… y a pesar de su insistencia por acompañarme, lo convencí de quedarse en la Universidad, teniendo en cuenta que se había ofrecido para formar parte del Comité de Organización de Eventos no quería que por mi culpa lo regañaran por faltar a sus obligaciones. Suspiré pesadamente, al tiempo que guardaba el casco en el cubículo interno del asiento, donde Henry siempre tenía guardado un casco de repuesto para algún pasajero. Sinceramente, no imaginarme la cara que pondría mamá si supiera que sé conducía esas cosas, como ella las llamaba. Negué suavemente con una sonrisa en mi rostro, mientras guardaba las llaves en mi bolso, para posteriormente echarme a caminar tranquilamente por la acera. No sin antes asegurarme y echar un vistazo por encima de mi hombro, que Reed, mi guarura no me estuviera siguiendo. Respiré aliviada, siguiendo con mi camino, deteniéndome de vez en cuando a observar los escaparates de los almacenes. Justo en ese momento a través de una de las vitrinas, observé al otro lado de la calle la silueta de una persona que me llamó mi atención al resultarme muy familiar. Pardeé varias veces seguidas, asegurándome que mis ojos no me estuvieran jugando una mala jugarreta… ¿qué posibilidades habría de que…? Giré mi rostro con asombro… Si, si… era él… me reafirme dentro de mis pensamientos, sintiendo de pronto una peculiar alegría. Caminé lentamente hasta él, aprovechando que se había detenido a observar un escaparate de la tienda de enfrente. – ¿Zac… Santana? ¿Eres tú? – pregunté con extraña curiosidad, posiblemente lo estaba confundiendo… o quizás no, la curiosidad por saber si era o no el muchacho alegre que había conocido hace tres veranos exactamente durante un viaje a Miami en el cual había acompañado a Henry; era algo que me estaba matando de la curiosidad.
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Mensaje  ιzzy нale Vie Ago 12, 2011 12:17 am

Tammy Ainsworth
as: Tamara Caroline Ainsworth
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Desde el momento que puse un pie en esta isla, las cosas no habían dado paso a mejorar entre la situación por la que estaban atravesando William y Diana, y lo que más me angustiaba era ver a Henry al borde de una crisis nerviosa, por no saber que hacer. Henry, era demasiado impulsivo y la mayoría de las veces actuaba sin pensar en las consecuencias... por otro lado, Diana parecía cada vez más ausente… lejos de la realidad, como si una barrera invisible nos separara de su realidad, y de una realidad que se negaba afrontar y a superar. La muerte de mi abuela, sin duda fue un golpe terrible para todos nosotros… su ausencia había dejado un vacio en cada uno de nosotros, una herida que no sabía si con el tiempo sanaría… aunque al final las heridas lo único que dejan a su paso son solo cicatrices. Han pasado meses, desde que mi abuela nos abandonó y aunque el tiempo lo cura todo, aún no he encontrado la resignación que toda persona necesita para afrontar un golpe tan duro, como el de perder a una de las personas que más has amado en la vida. Por lo que trato de enfocarme en mis estudios, como medio de distracción para no pensar y de alguna manera olvidar todo lo que viví durante el verano y retomar mi vida con la mayor normalidad del mundo… pero, no era nada sencillo. Con todo lo que he estado viviendo las últimas semanas, apenas había tenido tiempo de adaptarme y recorrer las instalaciones de la Universidad… Henry, me acompañaba a mis clases y siempre que podíamos desayunábamos o almorzábamos juntos, incluso me había dibujado un mapa de la Universidad, el cual me ha sido de gran ayuda ahorrándome la vergüenza de tener que preguntar donde quedaba cada lugar en la Universidad, más que nada por que lo que menos deseaba era recibir consideraciones especiales por parte de las personas, solo por ser… nieta de un monarca, aunque en realidad jamás me he considerado especial ni mucho menos diferente al resto de las demás personas… un aspecto que aprendí y sobre todo siempre he admirado en mis padres, quiénes a fin de cuentas decidieron hacer una vida normal sin ninguna clase de complicaciones emocionales, naturalmente la decisión de mamá de vivir una vida tranquila, no le impidió dejar de lado ni mucho menos cumplir con sus obligaciones… Lástima que la felicidad que alguna vez existió entre ellos no fue suficiente como para seguir juntos, sin embargo, viendo el lado positivo de la situación… me alegraba el saber que eran felices, aunque no estuvieran juntos, como a Peter y a mí nos hubiera gustado. Eché ligeramente la cabeza hacia atrás, sacándome el casco de la cabeza y agitando suavemente mi mata de cabello rubio, sintiendo una suave y fresca brisa golpeando mi rostro. Inhalé y exhalé profundamente aspirando el aire, sintiendo como este llenaba mis pulmones. En el pueblo, se respiraba un ambiente de alegría y de expectación por la noche de Halloween… especialmente entre los niños quiénes eran los más entusiasmados con la idea de disfrazarse y salir a pedir dulces. Esbocé una pequeña sonrisa en mi rostro, aparcando la motocicleta afuera de los portales ubicados en la plaza principal. No había tenido oportunidad de conocer el pueblo… por lo que decidí aprovechar la oportunidad de ir al pueblo a buscar un disfraz para la fiesta de disfraces que se llevaría a cabo por la noche. Tras el incidente en la feria de las naciones… tanto mis padres, como Tim, mi Tío Charles, mi Tío Andrew y mi Tío Edward habían tomado sus propias medidas de seguridad… a todos y cada uno de mis primos nos habían asignado un guarura que estuviera con nosotros las 24 hrs del día… y aunque la idea no me agradara, comprendía su preocupación. En fin, Henry, me había echo el favor de prestarme su motocicleta… y a pesar de su insistencia por acompañarme, lo convencí de quedarse en la Universidad, teniendo en cuenta que se había ofrecido para formar parte del Comité de Organización de Eventos no quería que por mi culpa lo regañaran por faltar a sus obligaciones. Suspiré pesadamente, al tiempo que guardaba el casco en el cubículo interno del asiento, donde Henry siempre tenía guardado un casco de repuesto para algún pasajero. Sinceramente, no imaginarme la cara que pondría mamá si supiera que sé conducía esas cosas, como ella las llamaba. Negué suavemente con una sonrisa en mi rostro, mientras guardaba las llaves en mi bolso, para posteriormente echarme a caminar tranquilamente por la acera. No sin antes asegurarme y echar un vistazo por encima de mi hombro, que Reed, mi guarura no me estuviera siguiendo. Respiré aliviada, siguiendo con mi camino, deteniéndome de vez en cuando a observar los escaparates de los almacenes. Justo en ese momento a través de una de las vitrinas, observé al otro lado de la calle la silueta de una persona que me llamó mi atención al resultarme muy familiar. Pardeé varias veces seguidas, asegurándome que mis ojos no me estuvieran jugando una mala jugarreta… ¿qué posibilidades habría de que…? Giré mi rostro con asombro… Si, si… era él… me reafirme dentro de mis pensamientos, sintiendo de pronto una peculiar alegría. Caminé lentamente hasta él, aprovechando que se había detenido a observar un escaparate de la tienda de enfrente. – ¿Zac… Santana? ¿Eres tú? – pregunté con extraña curiosidad, posiblemente lo estaba confundiendo… o quizás no, la curiosidad por saber si era o no el muchacho alegre que había conocido hace tres veranos exactamente durante un viaje a Miami en el cual había acompañado a Henry; era algo que me estaba matando de la curiosidad.
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Mensaje  ιzzy нale Vie Ago 12, 2011 12:30 am

Joachim d'Aviano
as: Joachim Karl-Maria Nikolaus Marcus d'Aviano de Austria-Este
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No era capaz de comprender en que punto mi vida se había convertido en un verdadero infierno, pero, más que un infierno, en un desierto de soledad en donde me encontraba vagando sin rumbo fijo, sin un lugar a donde ir. Las desgracias en nuestra familia tenían nombre propio: Camilla Parker, a quien siempre he considerado una desconocida que profanó el lugar de mi madre; pero el culpar a Camilla de todas y cada una de nuestras desgracias, no aliviaba el maldito dolor que me estaba consumiendo por dentro. ¿Qué sentido tenía seguir adelante, cuando las personas que más has amado te abandonan? ¿Qué sentido tenía la vida, cuando todo lo que has amado te lo arrebata sin ninguna consideración? De una forma o de otra había perdido mis únicas razones para mantenerme en pie... y ahora ya nada ni nadie tenía sentido para mí. Estaba HARTO de esta maldita situación, había momentos en los que me sentía al borde de un precipicio, en el que ganas no me faltaban de lanzarme a causa de la desesperación y el dolor que me estaba consumiendo hasta las entrañas. A veces me pregunto… ¿qué cabronadas habré echo en mi vida pasada, para venir a padecer sufrimientos y tristezas en esta mi nueva y descontrolada vida? ¿Habré sido tan hijo de puta como para tener la desdicha de renacer a una nueva vida y lavar de ese modo mis culpas? No entendía que era precisamente lo que la vida esperaba de mí… a cambio de… un miserable momento de paz… de estabilidad. Toda mi vida ha sido un maldito caos, de la misma manera que mi familia, que día con día se desmoronaba sin que ninguno de nosotros hiciera algo por evitarlo. ¿Qué más daba tener que soportar y vivir en una familia emocionalmente disfuncional, cuando todos actuábamos de distintas maneras menos como una familia? con un padre preocupado por guardar las apariencias y con Camilla queriendo interferir en nuestras vidas, como si ella tuviera algún derecho sobre nosotros. Ya nada ni nadie tenía sentido en este lugar… así que… ¿qué sentido tenía la vida cuando no tienes nada que te sostenga?, con William en el hospital, Diana en una clínica de rehabilitación, mi padre sumergido en sus obligaciones y los médicos con las típicas palabras vacías, la clásica ambigüedad: “Solo nos resta esperar un milagro”. Milagros, milagros… hablan de milagros y de tener fe cuando la ciencia muchas veces se ve aplastada y cegada por la razón. “Debe tener paciencia, hoy en día la medicina ha avanzado lo suficiente, y existen métodos falibles que ayudaran con el tiempo a la recuperación del paciente; tenga plena seguridad de que su hermano se encuentra en manos de los mejores expertos”. En lo personal yo ya no sabía en que creer, o mejor dicho en que aferrarme para lograr sobrellevar toda esta situación; poco a poco me estaba sumergiendo en un vacio sin límites, un vacio en el que estaba consiente que jamás tocaría fondo y me arrastraría sin ninguna consideración. Giré bruscamente el manillar derecho que indicaba el acelerador de la motocicleta; y sin soltar el embrague en ningún momento, empujé ligeramente con mi pantorrilla izquierda la palanca de velocidades hasta meter tercera, obligándola a dar la cuarta parte de su capacidad, lo que la hizo rugir entre mis piernas como un animal agresivo, dispuesto a atacar en cualquier momento. La adrenalina fluía por mi cuerpo, cosquilleándome las venas; tentándome a obligar a la motocicleta a explotar su máxima capacidad. ¿Qué demonios ganaba con poner mi propia vida en riesgo? Nada, pero el sentir la adrenalina recorriendo cada parte de mi cuerpo, era una sensación que me hacía divagar y olvidar por un breve instante el dolor que me estaba consumiendo, inundándome en un mar se sensaciones inexplicables. La velocidad y la adrenalina eran parte de mi vida… y eso era algo que mi padre nunca sería capaz de comprender. Apreté el embrague y el freno delantero suavemente, disminuyendo poco a poco la velocidad; apoyando mis pies en el suelo para de esa manera sostener la motocicleta y frenar sin brusquedad, aparcándola cerca del muelle. Después de varios minutos de caminar por la costera con una hielera bajo el brazo y una tabla de surfeo, me situé a orillas de la playa; cerré los ojos rindiéndome ante la brisa salina y el viento golpeando mi rostro. Respiré lenta y profundamente; la tranquilidad del océano era como una suave caricia que me reconfortaba en estos momentos de desesperación y soledad. Solté la hielera sobre la arena, al igual que la tabla; flexioné los brazos hasta sacarme la playera, haciéndola un bulto y arrojándola a un lado, para recoger la tabla de surfeo y zambullirme en el océano, sobre la tabla de surf, dando constantes braseadas hasta adentrarme en él. Surcar las olas, me embargaba de una sensación de libertad y júbilo que hacía olvidarme de todo… como el mar y yo fuéramos uno solo y nada, absolutamente nada existiera a nuestro alrededor. Después de varios minutos, nadé de regreso a la orilla. Inhalé y exhalé hondamente, bajo los tenues y apenas visibles rayos del sol que se asomaban entre la negrura del día. Dejé caer la tabla de surf a un lado, sentándome en la arena, tomé una botella de cerveza y con un simple movimiento del destapador la tapa salió disparada a un lado, emanando un sonido gaseoso. Bebí de un solo trago toda mi cerveza, regocijándome de la sensación de placer que me provocaba el disfrutar de una fresca y deliciosa cerveza. Inspiré profundamente, destapando otra cerveza y dándole un largo trago, limitándome a mirar de una manera ausente y distraída el horizonte, el sonido de las olas, el océano en su plenitud daba a mi alma la tranquilidad que tanto anhelaba. Ni siquiera fui capaz de forzar un lastimero intento de sonrisa, cuando escuché una voz que no me costó trabajo reconocer, a pesar de que no era una voz que solía escuchar frecuentemente, reconocería ese tono ciegamente. En vez de mostrar un rostro más amable, este se ensombreció en el momento que los tenues rayos del sol se vieron opacados por una nube pasajera que los cubrió en su totalidad. – Nada que no se haya sabido con anterioridad ¿no te parece? – abordé monótonamente, para después dar un largo trago a mi cerveza. Durante los últimos días, el único tema “controversial” para la prensa era el siguiente: “Henry Windsor: ¿en la depresión post-rompimiento?. El chico volvió a la soltería y no puede ocultar su tristeza ¡sniff!. Los rompimientos siempre son difíciles de superar y tal parece que el príncipe Henry está sumido en la depresión por que ahora tiene que olvidar a Irene Urdangarín, quien fue su novia por más de tres meses. Una fuente cercana a la ex pareja afirma que se dieron un break. Los horarios poco compatibles hicieron que el amor se apagara. Por otro lado, fuentes más rigurosas y confiables rumoran que la verdadera causa que marcó el fin de la relación de la joven pareja de enamorados se debió a que Irene Urdangarín mantenía un romance clandestino con su profesor de Cultura Clásica; sin duda, un golpe terrible para Henry. Con su hermano mayor, William, que fue trasladado a urgencias a causa de un accidente durante el mes de septiembre, y su hermana menor, Diana, en rehabilitación por la constante presión que ha vivido en los últimos meses la adolescente británica; la familia real se ha visto en una dura y difícil situación con sus herederos. La pregunta que muchos de ustedes se formulan, pero pocos se atreven a expresar es: Los hechos recientes ¿conllevaran a que el príncipe Henry vuelva a las andadas?. Eso es algo que está por verse, por lo que estaremos muy al pendiente de nuestro joven príncipe. Mientras tanto: Chicas, ¿quién se apunta a consolar a uno de los príncipes más apuestos de la monarquía europea? ¡Uff! Vaya pregunta ¿verdad?. A partir de hoy… ¡Guerra sin cuartel!”. – ¿Te parece extraño que algunos quieran desprenderse de la patética rutina? ó, no… mejor dicho que raro que algunos quieran desprenderse de la patética vida a la que fueron… ¿“condenados”? – mascullé con burda ironía, sin detenerme a pensar si era correcto o no expresarme de esa forma. Desde hace algún tiempo había dejado de ser esa persona que Bea describía... por diferentes razones que me obligaron a dejar de lado la vida empedernida que había adoptado en llevar. ¿De qué había servido intentar ser una mejor persona, cuando a nadie le interesaba en lo más mínimo?. De reojo noté y percibí la suavidad de uno de sus delicados dedos repasaba de arriba hacia abajo contorneando mi brazo y una de sus clásicas sonrisas dibujándose en su rostro. – Aunque, viéndolo de otro modo… podría preguntarte lo mismo. – añadí, mirándole con el ceño ligeramente fruncido, denotando curiosidad, antes de darle otro trago a mi cerveza. – ¿A quien has venido a romperle el corazón el día de hoy, dolce Bea? – pregunté casualmente, como si me limitara a preguntar la hora o a comentar el clima; dándole un acento italiano a las dos últimas palabras. Conocía a Bea desde hace algún tiempo… y su fama y reputación daba mucho que desear a los ojos de los demás, quiénes de la misma manera que a mí, tachaban su comportamiento como inapropiado. Pero, ¿quién era yo para juzgarla?, a diferencia de las personas, yo no me ocultaba detrás de una máscara de hipocresía.
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Mensaje  ιzzy нale Vie Ago 12, 2011 12:36 am

Garrett Cornwell
as: Garrett Donnovan Cornwell
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No era capaz de comprender en que punto mi vida se había convertido en un verdadero infierno, pero, más que un infierno, en un desierto de soledad en donde me encontraba vagando sin rumbo fijo, sin un lugar a donde ir. Las desgracias en nuestra familia tenían nombre propio: Camilla Parker, a quien siempre he considerado una desconocida que profanó el lugar de mi madre; pero el culpar a Camilla de todas y cada una de nuestras desgracias, no aliviaba el maldito dolor que me estaba consumiendo por dentro. ¿Qué sentido tenía seguir adelante, cuando las personas que más has amado te abandonan? ¿Qué sentido tenía la vida, cuando todo lo que has amado te lo arrebata sin ninguna consideración? De una forma o de otra había perdido mis únicas razones para mantenerme en pie... y ahora ya nada ni nadie tenía sentido para mí. Estaba HARTO de esta maldita situación, había momentos en los que me sentía al borde de un precipicio, en el que ganas no me faltaban de lanzarme a causa de la desesperación y el dolor que me estaba consumiendo hasta las entrañas. A veces me pregunto… ¿qué cabronadas habré echo en mi vida pasada, para venir a padecer sufrimientos y tristezas en esta mi nueva y descontrolada vida? ¿Habré sido tan hijo de puta como para tener la desdicha de renacer a una nueva vida y lavar de ese modo mis culpas? No entendía que era precisamente lo que la vida esperaba de mí… a cambio de… un miserable momento de paz… de estabilidad. Toda mi vida ha sido un maldito caos, de la misma manera que mi familia, que día con día se desmoronaba sin que ninguno de nosotros hiciera algo por evitarlo. ¿Qué más daba tener que soportar y vivir en una familia emocionalmente disfuncional, cuando todos actuábamos de distintas maneras menos como una familia? con un padre preocupado por guardar las apariencias y con Camilla queriendo interferir en nuestras vidas, como si ella tuviera algún derecho sobre nosotros. Ya nada ni nadie tenía sentido en este lugar… así que… ¿qué sentido tenía la vida cuando no tienes nada que te sostenga?, con William en el hospital, Diana en una clínica de rehabilitación, mi padre sumergido en sus obligaciones y los médicos con las típicas palabras vacías, la clásica ambigüedad: “Solo nos resta esperar un milagro”. Milagros, milagros… hablan de milagros y de tener fe cuando la ciencia muchas veces se ve aplastada y cegada por la razón. “Debe tener paciencia, hoy en día la medicina ha avanzado lo suficiente, y existen métodos falibles que ayudaran con el tiempo a la recuperación del paciente; tenga plena seguridad de que su hermano se encuentra en manos de los mejores expertos”. En lo personal yo ya no sabía en que creer, o mejor dicho en que aferrarme para lograr sobrellevar toda esta situación; poco a poco me estaba sumergiendo en un vacio sin límites, un vacio en el que estaba consiente que jamás tocaría fondo y me arrastraría sin ninguna consideración. Giré bruscamente el manillar derecho que indicaba el acelerador de la motocicleta; y sin soltar el embrague en ningún momento, empujé ligeramente con mi pantorrilla izquierda la palanca de velocidades hasta meter tercera, obligándola a dar la cuarta parte de su capacidad, lo que la hizo rugir entre mis piernas como un animal agresivo, dispuesto a atacar en cualquier momento. La adrenalina fluía por mi cuerpo, cosquilleándome las venas; tentándome a obligar a la motocicleta a explotar su máxima capacidad. ¿Qué demonios ganaba con poner mi propia vida en riesgo? Nada, pero el sentir la adrenalina recorriendo cada parte de mi cuerpo, era una sensación que me hacía divagar y olvidar por un breve instante el dolor que me estaba consumiendo, inundándome en un mar se sensaciones inexplicables. La velocidad y la adrenalina eran parte de mi vida… y eso era algo que mi padre nunca sería capaz de comprender. Apreté el embrague y el freno delantero suavemente, disminuyendo poco a poco la velocidad; apoyando mis pies en el suelo para de esa manera sostener la motocicleta y frenar sin brusquedad, aparcándola cerca del muelle. Después de varios minutos de caminar por la costera con una hielera bajo el brazo y una tabla de surfeo, me situé a orillas de la playa; cerré los ojos rindiéndome ante la brisa salina y el viento golpeando mi rostro. Respiré lenta y profundamente; la tranquilidad del océano era como una suave caricia que me reconfortaba en estos momentos de desesperación y soledad. Solté la hielera sobre la arena, al igual que la tabla; flexioné los brazos hasta sacarme la playera, haciéndola un bulto y arrojándola a un lado, para recoger la tabla de surfeo y zambullirme en el océano, sobre la tabla de surf, dando constantes braseadas hasta adentrarme en él. Surcar las olas, me embargaba de una sensación de libertad y júbilo que hacía olvidarme de todo… como el mar y yo fuéramos uno solo y nada, absolutamente nada existiera a nuestro alrededor. Después de varios minutos, nadé de regreso a la orilla. Inhalé y exhalé hondamente, bajo los tenues y apenas visibles rayos del sol que se asomaban entre la negrura del día. Dejé caer la tabla de surf a un lado, sentándome en la arena, tomé una botella de cerveza y con un simple movimiento del destapador la tapa salió disparada a un lado, emanando un sonido gaseoso. Bebí de un solo trago toda mi cerveza, regocijándome de la sensación de placer que me provocaba el disfrutar de una fresca y deliciosa cerveza. Inspiré profundamente, destapando otra cerveza y dándole un largo trago, limitándome a mirar de una manera ausente y distraída el horizonte, el sonido de las olas, el océano en su plenitud daba a mi alma la tranquilidad que tanto anhelaba. Ni siquiera fui capaz de forzar un lastimero intento de sonrisa, cuando escuché una voz que no me costó trabajo reconocer, a pesar de que no era una voz que solía escuchar frecuentemente, reconocería ese tono ciegamente. En vez de mostrar un rostro más amable, este se ensombreció en el momento que los tenues rayos del sol se vieron opacados por una nube pasajera que los cubrió en su totalidad. – Nada que no se haya sabido con anterioridad ¿no te parece? – abordé monótonamente, para después dar un largo trago a mi cerveza. Durante los últimos días, el único tema “controversial” para la prensa era el siguiente: “Henry Windsor: ¿en la depresión post-rompimiento?. El chico volvió a la soltería y no puede ocultar su tristeza ¡sniff!. Los rompimientos siempre son difíciles de superar y tal parece que el príncipe Henry está sumido en la depresión por que ahora tiene que olvidar a Irene Urdangarín, quien fue su novia por más de tres meses. Una fuente cercana a la ex pareja afirma que se dieron un break. Los horarios poco compatibles hicieron que el amor se apagara. Por otro lado, fuentes más rigurosas y confiables rumoran que la verdadera causa que marcó el fin de la relación de la joven pareja de enamorados se debió a que Irene Urdangarín mantenía un romance clandestino con su profesor de Cultura Clásica; sin duda, un golpe terrible para Henry. Con su hermano mayor, William, que fue trasladado a urgencias a causa de un accidente durante el mes de septiembre, y su hermana menor, Diana, en rehabilitación por la constante presión que ha vivido en los últimos meses la adolescente británica; la familia real se ha visto en una dura y difícil situación con sus herederos. La pregunta que muchos de ustedes se formulan, pero pocos se atreven a expresar es: Los hechos recientes ¿conllevaran a que el príncipe Henry vuelva a las andadas?. Eso es algo que está por verse, por lo que estaremos muy al pendiente de nuestro joven príncipe. Mientras tanto: Chicas, ¿quién se apunta a consolar a uno de los príncipes más apuestos de la monarquía europea? ¡Uff! Vaya pregunta ¿verdad?. A partir de hoy… ¡Guerra sin cuartel!”. – ¿Te parece extraño que algunos quieran desprenderse de la patética rutina? ó, no… mejor dicho que raro que algunos quieran desprenderse de la patética vida a la que fueron… ¿“condenados”? – mascullé con burda ironía, sin detenerme a pensar si era correcto o no expresarme de esa forma. Desde hace algún tiempo había dejado de ser esa persona que Bea describía... por diferentes razones que me obligaron a dejar de lado la vida empedernida que había adoptado en llevar. ¿De qué había servido intentar ser una mejor persona, cuando a nadie le interesaba en lo más mínimo?. De reojo noté y percibí la suavidad de uno de sus delicados dedos repasaba de arriba hacia abajo contorneando mi brazo y una de sus clásicas sonrisas dibujándose en su rostro. – Aunque, viéndolo de otro modo… podría preguntarte lo mismo. – añadí, mirándole con el ceño ligeramente fruncido, denotando curiosidad, antes de darle otro trago a mi cerveza. – ¿A quien has venido a romperle el corazón el día de hoy, dolce Bea? – pregunté casualmente, como si me limitara a preguntar la hora o a comentar el clima; dándole un acento italiano a las dos últimas palabras. Conocía a Bea desde hace algún tiempo… y su fama y reputación daba mucho que desear a los ojos de los demás, quiénes de la misma manera que a mí, tachaban su comportamiento como inapropiado. Pero, ¿quién era yo para juzgarla?, a diferencia de las personas, yo no me ocultaba detrás de una máscara de hipocresía.
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Mensaje  ιzzy нale Vie Ago 12, 2011 12:41 am

Patrizia Mastrianni
as: Patrizia Leonora Lamoretti - Mastrianni
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No era capaz de comprender en que punto mi vida se había convertido en un verdadero infierno, pero, más que un infierno, en un desierto de soledad en donde me encontraba vagando sin rumbo fijo, sin un lugar a donde ir. Las desgracias en nuestra familia tenían nombre propio: Camilla Parker, a quien siempre he considerado una desconocida que profanó el lugar de mi madre; pero el culpar a Camilla de todas y cada una de nuestras desgracias, no aliviaba el maldito dolor que me estaba consumiendo por dentro. ¿Qué sentido tenía seguir adelante, cuando las personas que más has amado te abandonan? ¿Qué sentido tenía la vida, cuando todo lo que has amado te lo arrebata sin ninguna consideración? De una forma o de otra había perdido mis únicas razones para mantenerme en pie... y ahora ya nada ni nadie tenía sentido para mí. Estaba HARTO de esta maldita situación, había momentos en los que me sentía al borde de un precipicio, en el que ganas no me faltaban de lanzarme a causa de la desesperación y el dolor que me estaba consumiendo hasta las entrañas. A veces me pregunto… ¿qué cabronadas habré echo en mi vida pasada, para venir a padecer sufrimientos y tristezas en esta mi nueva y descontrolada vida? ¿Habré sido tan hijo de puta como para tener la desdicha de renacer a una nueva vida y lavar de ese modo mis culpas? No entendía que era precisamente lo que la vida esperaba de mí… a cambio de… un miserable momento de paz… de estabilidad. Toda mi vida ha sido un maldito caos, de la misma manera que mi familia, que día con día se desmoronaba sin que ninguno de nosotros hiciera algo por evitarlo. ¿Qué más daba tener que soportar y vivir en una familia emocionalmente disfuncional, cuando todos actuábamos de distintas maneras menos como una familia? con un padre preocupado por guardar las apariencias y con Camilla queriendo interferir en nuestras vidas, como si ella tuviera algún derecho sobre nosotros. Ya nada ni nadie tenía sentido en este lugar… así que… ¿qué sentido tenía la vida cuando no tienes nada que te sostenga?, con William en el hospital, Diana en una clínica de rehabilitación, mi padre sumergido en sus obligaciones y los médicos con las típicas palabras vacías, la clásica ambigüedad: “Solo nos resta esperar un milagro”. Milagros, milagros… hablan de milagros y de tener fe cuando la ciencia muchas veces se ve aplastada y cegada por la razón. “Debe tener paciencia, hoy en día la medicina ha avanzado lo suficiente, y existen métodos falibles que ayudaran con el tiempo a la recuperación del paciente; tenga plena seguridad de que su hermano se encuentra en manos de los mejores expertos”. En lo personal yo ya no sabía en que creer, o mejor dicho en que aferrarme para lograr sobrellevar toda esta situación; poco a poco me estaba sumergiendo en un vacio sin límites, un vacio en el que estaba consiente que jamás tocaría fondo y me arrastraría sin ninguna consideración. Giré bruscamente el manillar derecho que indicaba el acelerador de la motocicleta; y sin soltar el embrague en ningún momento, empujé ligeramente con mi pantorrilla izquierda la palanca de velocidades hasta meter tercera, obligándola a dar la cuarta parte de su capacidad, lo que la hizo rugir entre mis piernas como un animal agresivo, dispuesto a atacar en cualquier momento. La adrenalina fluía por mi cuerpo, cosquilleándome las venas; tentándome a obligar a la motocicleta a explotar su máxima capacidad. ¿Qué demonios ganaba con poner mi propia vida en riesgo? Nada, pero el sentir la adrenalina recorriendo cada parte de mi cuerpo, era una sensación que me hacía divagar y olvidar por un breve instante el dolor que me estaba consumiendo, inundándome en un mar se sensaciones inexplicables. La velocidad y la adrenalina eran parte de mi vida… y eso era algo que mi padre nunca sería capaz de comprender. Apreté el embrague y el freno delantero suavemente, disminuyendo poco a poco la velocidad; apoyando mis pies en el suelo para de esa manera sostener la motocicleta y frenar sin brusquedad, aparcándola cerca del muelle. Después de varios minutos de caminar por la costera con una hielera bajo el brazo y una tabla de surfeo, me situé a orillas de la playa; cerré los ojos rindiéndome ante la brisa salina y el viento golpeando mi rostro. Respiré lenta y profundamente; la tranquilidad del océano era como una suave caricia que me reconfortaba en estos momentos de desesperación y soledad. Solté la hielera sobre la arena, al igual que la tabla; flexioné los brazos hasta sacarme la playera, haciéndola un bulto y arrojándola a un lado, para recoger la tabla de surfeo y zambullirme en el océano, sobre la tabla de surf, dando constantes braseadas hasta adentrarme en él. Surcar las olas, me embargaba de una sensación de libertad y júbilo que hacía olvidarme de todo… como el mar y yo fuéramos uno solo y nada, absolutamente nada existiera a nuestro alrededor. Después de varios minutos, nadé de regreso a la orilla. Inhalé y exhalé hondamente, bajo los tenues y apenas visibles rayos del sol que se asomaban entre la negrura del día. Dejé caer la tabla de surf a un lado, sentándome en la arena, tomé una botella de cerveza y con un simple movimiento del destapador la tapa salió disparada a un lado, emanando un sonido gaseoso. Bebí de un solo trago toda mi cerveza, regocijándome de la sensación de placer que me provocaba el disfrutar de una fresca y deliciosa cerveza. Inspiré profundamente, destapando otra cerveza y dándole un largo trago, limitándome a mirar de una manera ausente y distraída el horizonte, el sonido de las olas, el océano en su plenitud daba a mi alma la tranquilidad que tanto anhelaba. Ni siquiera fui capaz de forzar un lastimero intento de sonrisa, cuando escuché una voz que no me costó trabajo reconocer, a pesar de que no era una voz que solía escuchar frecuentemente, reconocería ese tono ciegamente. En vez de mostrar un rostro más amable, este se ensombreció en el momento que los tenues rayos del sol se vieron opacados por una nube pasajera que los cubrió en su totalidad. – Nada que no se haya sabido con anterioridad ¿no te parece? – abordé monótonamente, para después dar un largo trago a mi cerveza. Durante los últimos días, el único tema “controversial” para la prensa era el siguiente: “Henry Windsor: ¿en la depresión post-rompimiento?. El chico volvió a la soltería y no puede ocultar su tristeza ¡sniff!. Los rompimientos siempre son difíciles de superar y tal parece que el príncipe Henry está sumido en la depresión por que ahora tiene que olvidar a Irene Urdangarín, quien fue su novia por más de tres meses. Una fuente cercana a la ex pareja afirma que se dieron un break. Los horarios poco compatibles hicieron que el amor se apagara. Por otro lado, fuentes más rigurosas y confiables rumoran que la verdadera causa que marcó el fin de la relación de la joven pareja de enamorados se debió a que Irene Urdangarín mantenía un romance clandestino con su profesor de Cultura Clásica; sin duda, un golpe terrible para Henry. Con su hermano mayor, William, que fue trasladado a urgencias a causa de un accidente durante el mes de septiembre, y su hermana menor, Diana, en rehabilitación por la constante presión que ha vivido en los últimos meses la adolescente británica; la familia real se ha visto en una dura y difícil situación con sus herederos. La pregunta que muchos de ustedes se formulan, pero pocos se atreven a expresar es: Los hechos recientes ¿conllevaran a que el príncipe Henry vuelva a las andadas?. Eso es algo que está por verse, por lo que estaremos muy al pendiente de nuestro joven príncipe. Mientras tanto: Chicas, ¿quién se apunta a consolar a uno de los príncipes más apuestos de la monarquía europea? ¡Uff! Vaya pregunta ¿verdad?. A partir de hoy… ¡Guerra sin cuartel!”. – ¿Te parece extraño que algunos quieran desprenderse de la patética rutina? ó, no… mejor dicho que raro que algunos quieran desprenderse de la patética vida a la que fueron… ¿“condenados”? – mascullé con burda ironía, sin detenerme a pensar si era correcto o no expresarme de esa forma. Desde hace algún tiempo había dejado de ser esa persona que Bea describía... por diferentes razones que me obligaron a dejar de lado la vida empedernida que había adoptado en llevar. ¿De qué había servido intentar ser una mejor persona, cuando a nadie le interesaba en lo más mínimo?. De reojo noté y percibí la suavidad de uno de sus delicados dedos repasaba de arriba hacia abajo contorneando mi brazo y una de sus clásicas sonrisas dibujándose en su rostro. – Aunque, viéndolo de otro modo… podría preguntarte lo mismo. – añadí, mirándole con el ceño ligeramente fruncido, denotando curiosidad, antes de darle otro trago a mi cerveza. – ¿A quien has venido a romperle el corazón el día de hoy, dolce Bea? – pregunté casualmente, como si me limitara a preguntar la hora o a comentar el clima; dándole un acento italiano a las dos últimas palabras. Conocía a Bea desde hace algún tiempo… y su fama y reputación daba mucho que desear a los ojos de los demás, quiénes de la misma manera que a mí, tachaban su comportamiento como inapropiado. Pero, ¿quién era yo para juzgarla?, a diferencia de las personas, yo no me ocultaba detrás de una máscara de hipocresía.
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Mensaje  ιzzy нale Vie Ago 12, 2011 12:46 am

Georgiana Brandon
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No era capaz de comprender en que punto mi vida se había convertido en un verdadero infierno, pero, más que un infierno, en un desierto de soledad en donde me encontraba vagando sin rumbo fijo, sin un lugar a donde ir. Las desgracias en nuestra familia tenían nombre propio: Camilla Parker, a quien siempre he considerado una desconocida que profanó el lugar de mi madre; pero el culpar a Camilla de todas y cada una de nuestras desgracias, no aliviaba el maldito dolor que me estaba consumiendo por dentro. ¿Qué sentido tenía seguir adelante, cuando las personas que más has amado te abandonan? ¿Qué sentido tenía la vida, cuando todo lo que has amado te lo arrebata sin ninguna consideración? De una forma o de otra había perdido mis únicas razones para mantenerme en pie... y ahora ya nada ni nadie tenía sentido para mí. Estaba HARTO de esta maldita situación, había momentos en los que me sentía al borde de un precipicio, en el que ganas no me faltaban de lanzarme a causa de la desesperación y el dolor que me estaba consumiendo hasta las entrañas. A veces me pregunto… ¿qué cabronadas habré echo en mi vida pasada, para venir a padecer sufrimientos y tristezas en esta mi nueva y descontrolada vida? ¿Habré sido tan hijo de puta como para tener la desdicha de renacer a una nueva vida y lavar de ese modo mis culpas? No entendía que era precisamente lo que la vida esperaba de mí… a cambio de… un miserable momento de paz… de estabilidad. Toda mi vida ha sido un maldito caos, de la misma manera que mi familia, que día con día se desmoronaba sin que ninguno de nosotros hiciera algo por evitarlo. ¿Qué más daba tener que soportar y vivir en una familia emocionalmente disfuncional, cuando todos actuábamos de distintas maneras menos como una familia? con un padre preocupado por guardar las apariencias y con Camilla queriendo interferir en nuestras vidas, como si ella tuviera algún derecho sobre nosotros. Ya nada ni nadie tenía sentido en este lugar… así que… ¿qué sentido tenía la vida cuando no tienes nada que te sostenga?, con William en el hospital, Diana en una clínica de rehabilitación, mi padre sumergido en sus obligaciones y los médicos con las típicas palabras vacías, la clásica ambigüedad: “Solo nos resta esperar un milagro”. Milagros, milagros… hablan de milagros y de tener fe cuando la ciencia muchas veces se ve aplastada y cegada por la razón. “Debe tener paciencia, hoy en día la medicina ha avanzado lo suficiente, y existen métodos falibles que ayudaran con el tiempo a la recuperación del paciente; tenga plena seguridad de que su hermano se encuentra en manos de los mejores expertos”. En lo personal yo ya no sabía en que creer, o mejor dicho en que aferrarme para lograr sobrellevar toda esta situación; poco a poco me estaba sumergiendo en un vacio sin límites, un vacio en el que estaba consiente que jamás tocaría fondo y me arrastraría sin ninguna consideración. Giré bruscamente el manillar derecho que indicaba el acelerador de la motocicleta; y sin soltar el embrague en ningún momento, empujé ligeramente con mi pantorrilla izquierda la palanca de velocidades hasta meter tercera, obligándola a dar la cuarta parte de su capacidad, lo que la hizo rugir entre mis piernas como un animal agresivo, dispuesto a atacar en cualquier momento. La adrenalina fluía por mi cuerpo, cosquilleándome las venas; tentándome a obligar a la motocicleta a explotar su máxima capacidad. ¿Qué demonios ganaba con poner mi propia vida en riesgo? Nada, pero el sentir la adrenalina recorriendo cada parte de mi cuerpo, era una sensación que me hacía divagar y olvidar por un breve instante el dolor que me estaba consumiendo, inundándome en un mar se sensaciones inexplicables. La velocidad y la adrenalina eran parte de mi vida… y eso era algo que mi padre nunca sería capaz de comprender. Apreté el embrague y el freno delantero suavemente, disminuyendo poco a poco la velocidad; apoyando mis pies en el suelo para de esa manera sostener la motocicleta y frenar sin brusquedad, aparcándola cerca del muelle. Después de varios minutos de caminar por la costera con una hielera bajo el brazo y una tabla de surfeo, me situé a orillas de la playa; cerré los ojos rindiéndome ante la brisa salina y el viento golpeando mi rostro. Respiré lenta y profundamente; la tranquilidad del océano era como una suave caricia que me reconfortaba en estos momentos de desesperación y soledad. Solté la hielera sobre la arena, al igual que la tabla; flexioné los brazos hasta sacarme la playera, haciéndola un bulto y arrojándola a un lado, para recoger la tabla de surfeo y zambullirme en el océano, sobre la tabla de surf, dando constantes braseadas hasta adentrarme en él. Surcar las olas, me embargaba de una sensación de libertad y júbilo que hacía olvidarme de todo… como el mar y yo fuéramos uno solo y nada, absolutamente nada existiera a nuestro alrededor. Después de varios minutos, nadé de regreso a la orilla. Inhalé y exhalé hondamente, bajo los tenues y apenas visibles rayos del sol que se asomaban entre la negrura del día. Dejé caer la tabla de surf a un lado, sentándome en la arena, tomé una botella de cerveza y con un simple movimiento del destapador la tapa salió disparada a un lado, emanando un sonido gaseoso. Bebí de un solo trago toda mi cerveza, regocijándome de la sensación de placer que me provocaba el disfrutar de una fresca y deliciosa cerveza. Inspiré profundamente, destapando otra cerveza y dándole un largo trago, limitándome a mirar de una manera ausente y distraída el horizonte, el sonido de las olas, el océano en su plenitud daba a mi alma la tranquilidad que tanto anhelaba. Ni siquiera fui capaz de forzar un lastimero intento de sonrisa, cuando escuché una voz que no me costó trabajo reconocer, a pesar de que no era una voz que solía escuchar frecuentemente, reconocería ese tono ciegamente. En vez de mostrar un rostro más amable, este se ensombreció en el momento que los tenues rayos del sol se vieron opacados por una nube pasajera que los cubrió en su totalidad. – Nada que no se haya sabido con anterioridad ¿no te parece? – abordé monótonamente, para después dar un largo trago a mi cerveza. Durante los últimos días, el único tema “controversial” para la prensa era el siguiente: “Henry Windsor: ¿en la depresión post-rompimiento?. El chico volvió a la soltería y no puede ocultar su tristeza ¡sniff!. Los rompimientos siempre son difíciles de superar y tal parece que el príncipe Henry está sumido en la depresión por que ahora tiene que olvidar a Irene Urdangarín, quien fue su novia por más de tres meses. Una fuente cercana a la ex pareja afirma que se dieron un break. Los horarios poco compatibles hicieron que el amor se apagara. Por otro lado, fuentes más rigurosas y confiables rumoran que la verdadera causa que marcó el fin de la relación de la joven pareja de enamorados se debió a que Irene Urdangarín mantenía un romance clandestino con su profesor de Cultura Clásica; sin duda, un golpe terrible para Henry. Con su hermano mayor, William, que fue trasladado a urgencias a causa de un accidente durante el mes de septiembre, y su hermana menor, Diana, en rehabilitación por la constante presión que ha vivido en los últimos meses la adolescente británica; la familia real se ha visto en una dura y difícil situación con sus herederos. La pregunta que muchos de ustedes se formulan, pero pocos se atreven a expresar es: Los hechos recientes ¿conllevaran a que el príncipe Henry vuelva a las andadas?. Eso es algo que está por verse, por lo que estaremos muy al pendiente de nuestro joven príncipe. Mientras tanto: Chicas, ¿quién se apunta a consolar a uno de los príncipes más apuestos de la monarquía europea? ¡Uff! Vaya pregunta ¿verdad?. A partir de hoy… ¡Guerra sin cuartel!”. – ¿Te parece extraño que algunos quieran desprenderse de la patética rutina? ó, no… mejor dicho que raro que algunos quieran desprenderse de la patética vida a la que fueron… ¿“condenados”? – mascullé con burda ironía, sin detenerme a pensar si era correcto o no expresarme de esa forma. Desde hace algún tiempo había dejado de ser esa persona que Bea describía... por diferentes razones que me obligaron a dejar de lado la vida empedernida que había adoptado en llevar. ¿De qué había servido intentar ser una mejor persona, cuando a nadie le interesaba en lo más mínimo?. De reojo noté y percibí la suavidad de uno de sus delicados dedos repasaba de arriba hacia abajo contorneando mi brazo y una de sus clásicas sonrisas dibujándose en su rostro. – Aunque, viéndolo de otro modo… podría preguntarte lo mismo. – añadí, mirándole con el ceño ligeramente fruncido, denotando curiosidad, antes de darle otro trago a mi cerveza. – ¿A quien has venido a romperle el corazón el día de hoy, dolce Bea? – pregunté casualmente, como si me limitara a preguntar la hora o a comentar el clima; dándole un acento italiano a las dos últimas palabras. Conocía a Bea desde hace algún tiempo… y su fama y reputación daba mucho que desear a los ojos de los demás, quiénes de la misma manera que a mí, tachaban su comportamiento como inapropiado. Pero, ¿quién era yo para juzgarla?, a diferencia de las personas, yo no me ocultaba detrás de una máscara de hipocresía.
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Mensaje  ιzzy нale Vie Ago 12, 2011 12:52 am

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No era capaz de comprender en que punto mi vida se había convertido en un verdadero infierno, pero, más que un infierno, en un desierto de soledad en donde me encontraba vagando sin rumbo fijo, sin un lugar a donde ir. Las desgracias en nuestra familia tenían nombre propio: Camilla Parker, a quien siempre he considerado una desconocida que profanó el lugar de mi madre; pero el culpar a Camilla de todas y cada una de nuestras desgracias, no aliviaba el maldito dolor que me estaba consumiendo por dentro. ¿Qué sentido tenía seguir adelante, cuando las personas que más has amado te abandonan? ¿Qué sentido tenía la vida, cuando todo lo que has amado te lo arrebata sin ninguna consideración? De una forma o de otra había perdido mis únicas razones para mantenerme en pie... y ahora ya nada ni nadie tenía sentido para mí. Estaba HARTO de esta maldita situación, había momentos en los que me sentía al borde de un precipicio, en el que ganas no me faltaban de lanzarme a causa de la desesperación y el dolor que me estaba consumiendo hasta las entrañas. A veces me pregunto… ¿qué cabronadas habré echo en mi vida pasada, para venir a padecer sufrimientos y tristezas en esta mi nueva y descontrolada vida? ¿Habré sido tan hijo de puta como para tener la desdicha de renacer a una nueva vida y lavar de ese modo mis culpas? No entendía que era precisamente lo que la vida esperaba de mí… a cambio de… un miserable momento de paz… de estabilidad. Toda mi vida ha sido un maldito caos, de la misma manera que mi familia, que día con día se desmoronaba sin que ninguno de nosotros hiciera algo por evitarlo. ¿Qué más daba tener que soportar y vivir en una familia emocionalmente disfuncional, cuando todos actuábamos de distintas maneras menos como una familia? con un padre preocupado por guardar las apariencias y con Camilla queriendo interferir en nuestras vidas, como si ella tuviera algún derecho sobre nosotros. Ya nada ni nadie tenía sentido en este lugar… así que… ¿qué sentido tenía la vida cuando no tienes nada que te sostenga?, con William en el hospital, Diana en una clínica de rehabilitación, mi padre sumergido en sus obligaciones y los médicos con las típicas palabras vacías, la clásica ambigüedad: “Solo nos resta esperar un milagro”. Milagros, milagros… hablan de milagros y de tener fe cuando la ciencia muchas veces se ve aplastada y cegada por la razón. “Debe tener paciencia, hoy en día la medicina ha avanzado lo suficiente, y existen métodos falibles que ayudaran con el tiempo a la recuperación del paciente; tenga plena seguridad de que su hermano se encuentra en manos de los mejores expertos”. En lo personal yo ya no sabía en que creer, o mejor dicho en que aferrarme para lograr sobrellevar toda esta situación; poco a poco me estaba sumergiendo en un vacio sin límites, un vacio en el que estaba consiente que jamás tocaría fondo y me arrastraría sin ninguna consideración. Giré bruscamente el manillar derecho que indicaba el acelerador de la motocicleta; y sin soltar el embrague en ningún momento, empujé ligeramente con mi pantorrilla izquierda la palanca de velocidades hasta meter tercera, obligándola a dar la cuarta parte de su capacidad, lo que la hizo rugir entre mis piernas como un animal agresivo, dispuesto a atacar en cualquier momento. La adrenalina fluía por mi cuerpo, cosquilleándome las venas; tentándome a obligar a la motocicleta a explotar su máxima capacidad. ¿Qué demonios ganaba con poner mi propia vida en riesgo? Nada, pero el sentir la adrenalina recorriendo cada parte de mi cuerpo, era una sensación que me hacía divagar y olvidar por un breve instante el dolor que me estaba consumiendo, inundándome en un mar se sensaciones inexplicables. La velocidad y la adrenalina eran parte de mi vida… y eso era algo que mi padre nunca sería capaz de comprender. Apreté el embrague y el freno delantero suavemente, disminuyendo poco a poco la velocidad; apoyando mis pies en el suelo para de esa manera sostener la motocicleta y frenar sin brusquedad, aparcándola cerca del muelle. Después de varios minutos de caminar por la costera con una hielera bajo el brazo y una tabla de surfeo, me situé a orillas de la playa; cerré los ojos rindiéndome ante la brisa salina y el viento golpeando mi rostro. Respiré lenta y profundamente; la tranquilidad del océano era como una suave caricia que me reconfortaba en estos momentos de desesperación y soledad. Solté la hielera sobre la arena, al igual que la tabla; flexioné los brazos hasta sacarme la playera, haciéndola un bulto y arrojándola a un lado, para recoger la tabla de surfeo y zambullirme en el océano, sobre la tabla de surf, dando constantes braseadas hasta adentrarme en él. Surcar las olas, me embargaba de una sensación de libertad y júbilo que hacía olvidarme de todo… como el mar y yo fuéramos uno solo y nada, absolutamente nada existiera a nuestro alrededor. Después de varios minutos, nadé de regreso a la orilla. Inhalé y exhalé hondamente, bajo los tenues y apenas visibles rayos del sol que se asomaban entre la negrura del día. Dejé caer la tabla de surf a un lado, sentándome en la arena, tomé una botella de cerveza y con un simple movimiento del destapador la tapa salió disparada a un lado, emanando un sonido gaseoso. Bebí de un solo trago toda mi cerveza, regocijándome de la sensación de placer que me provocaba el disfrutar de una fresca y deliciosa cerveza. Inspiré profundamente, destapando otra cerveza y dándole un largo trago, limitándome a mirar de una manera ausente y distraída el horizonte, el sonido de las olas, el océano en su plenitud daba a mi alma la tranquilidad que tanto anhelaba. Ni siquiera fui capaz de forzar un lastimero intento de sonrisa, cuando escuché una voz que no me costó trabajo reconocer, a pesar de que no era una voz que solía escuchar frecuentemente, reconocería ese tono ciegamente. En vez de mostrar un rostro más amable, este se ensombreció en el momento que los tenues rayos del sol se vieron opacados por una nube pasajera que los cubrió en su totalidad. – Nada que no se haya sabido con anterioridad ¿no te parece? – abordé monótonamente, para después dar un largo trago a mi cerveza. Durante los últimos días, el único tema “controversial” para la prensa era el siguiente: “Henry Windsor: ¿en la depresión post-rompimiento?. El chico volvió a la soltería y no puede ocultar su tristeza ¡sniff!. Los rompimientos siempre son difíciles de superar y tal parece que el príncipe Henry está sumido en la depresión por que ahora tiene que olvidar a Irene Urdangarín, quien fue su novia por más de tres meses. Una fuente cercana a la ex pareja afirma que se dieron un break. Los horarios poco compatibles hicieron que el amor se apagara. Por otro lado, fuentes más rigurosas y confiables rumoran que la verdadera causa que marcó el fin de la relación de la joven pareja de enamorados se debió a que Irene Urdangarín mantenía un romance clandestino con su profesor de Cultura Clásica; sin duda, un golpe terrible para Henry. Con su hermano mayor, William, que fue trasladado a urgencias a causa de un accidente durante el mes de septiembre, y su hermana menor, Diana, en rehabilitación por la constante presión que ha vivido en los últimos meses la adolescente británica; la familia real se ha visto en una dura y difícil situación con sus herederos. La pregunta que muchos de ustedes se formulan, pero pocos se atreven a expresar es: Los hechos recientes ¿conllevaran a que el príncipe Henry vuelva a las andadas?. Eso es algo que está por verse, por lo que estaremos muy al pendiente de nuestro joven príncipe. Mientras tanto: Chicas, ¿quién se apunta a consolar a uno de los príncipes más apuestos de la monarquía europea? ¡Uff! Vaya pregunta ¿verdad?. A partir de hoy… ¡Guerra sin cuartel!”. – ¿Te parece extraño que algunos quieran desprenderse de la patética rutina? ó, no… mejor dicho que raro que algunos quieran desprenderse de la patética vida a la que fueron… ¿“condenados”? – mascullé con burda ironía, sin detenerme a pensar si era correcto o no expresarme de esa forma. Desde hace algún tiempo había dejado de ser esa persona que Bea describía... por diferentes razones que me obligaron a dejar de lado la vida empedernida que había adoptado en llevar. ¿De qué había servido intentar ser una mejor persona, cuando a nadie le interesaba en lo más mínimo?. De reojo noté y percibí la suavidad de uno de sus delicados dedos repasaba de arriba hacia abajo contorneando mi brazo y una de sus clásicas sonrisas dibujándose en su rostro. – Aunque, viéndolo de otro modo… podría preguntarte lo mismo. – añadí, mirándole con el ceño ligeramente fruncido, denotando curiosidad, antes de darle otro trago a mi cerveza. – ¿A quien has venido a romperle el corazón el día de hoy, dolce Bea? – pregunté casualmente, como si me limitara a preguntar la hora o a comentar el clima; dándole un acento italiano a las dos últimas palabras. Conocía a Bea desde hace algún tiempo… y su fama y reputación daba mucho que desear a los ojos de los demás, quiénes de la misma manera que a mí, tachaban su comportamiento como inapropiado. Pero, ¿quién era yo para juzgarla?, a diferencia de las personas, yo no me ocultaba detrás de una máscara de hipocresía.
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Mensaje  ιzzy нale Vie Ago 12, 2011 12:57 am

Tim Riggins
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No era capaz de comprender en que punto mi vida se había convertido en un verdadero infierno, pero, más que un infierno, en un desierto de soledad en donde me encontraba vagando sin rumbo fijo, sin un lugar a donde ir. Las desgracias en nuestra familia tenían nombre propio: Camilla Parker, a quien siempre he considerado una desconocida que profanó el lugar de mi madre; pero el culpar a Camilla de todas y cada una de nuestras desgracias, no aliviaba el maldito dolor que me estaba consumiendo por dentro. ¿Qué sentido tenía seguir adelante, cuando las personas que más has amado te abandonan? ¿Qué sentido tenía la vida, cuando todo lo que has amado te lo arrebata sin ninguna consideración? De una forma o de otra había perdido mis únicas razones para mantenerme en pie... y ahora ya nada ni nadie tenía sentido para mí. Estaba HARTO de esta maldita situación, había momentos en los que me sentía al borde de un precipicio, en el que ganas no me faltaban de lanzarme a causa de la desesperación y el dolor que me estaba consumiendo hasta las entrañas. A veces me pregunto… ¿qué cabronadas habré echo en mi vida pasada, para venir a padecer sufrimientos y tristezas en esta mi nueva y descontrolada vida? ¿Habré sido tan hijo de puta como para tener la desdicha de renacer a una nueva vida y lavar de ese modo mis culpas? No entendía que era precisamente lo que la vida esperaba de mí… a cambio de… un miserable momento de paz… de estabilidad. Toda mi vida ha sido un maldito caos, de la misma manera que mi familia, que día con día se desmoronaba sin que ninguno de nosotros hiciera algo por evitarlo. ¿Qué más daba tener que soportar y vivir en una familia emocionalmente disfuncional, cuando todos actuábamos de distintas maneras menos como una familia? con un padre preocupado por guardar las apariencias y con Camilla queriendo interferir en nuestras vidas, como si ella tuviera algún derecho sobre nosotros. Ya nada ni nadie tenía sentido en este lugar… así que… ¿qué sentido tenía la vida cuando no tienes nada que te sostenga?, con William en el hospital, Diana en una clínica de rehabilitación, mi padre sumergido en sus obligaciones y los médicos con las típicas palabras vacías, la clásica ambigüedad: “Solo nos resta esperar un milagro”. Milagros, milagros… hablan de milagros y de tener fe cuando la ciencia muchas veces se ve aplastada y cegada por la razón. “Debe tener paciencia, hoy en día la medicina ha avanzado lo suficiente, y existen métodos falibles que ayudaran con el tiempo a la recuperación del paciente; tenga plena seguridad de que su hermano se encuentra en manos de los mejores expertos”. En lo personal yo ya no sabía en que creer, o mejor dicho en que aferrarme para lograr sobrellevar toda esta situación; poco a poco me estaba sumergiendo en un vacio sin límites, un vacio en el que estaba consiente que jamás tocaría fondo y me arrastraría sin ninguna consideración. Giré bruscamente el manillar derecho que indicaba el acelerador de la motocicleta; y sin soltar el embrague en ningún momento, empujé ligeramente con mi pantorrilla izquierda la palanca de velocidades hasta meter tercera, obligándola a dar la cuarta parte de su capacidad, lo que la hizo rugir entre mis piernas como un animal agresivo, dispuesto a atacar en cualquier momento. La adrenalina fluía por mi cuerpo, cosquilleándome las venas; tentándome a obligar a la motocicleta a explotar su máxima capacidad. ¿Qué demonios ganaba con poner mi propia vida en riesgo? Nada, pero el sentir la adrenalina recorriendo cada parte de mi cuerpo, era una sensación que me hacía divagar y olvidar por un breve instante el dolor que me estaba consumiendo, inundándome en un mar se sensaciones inexplicables. La velocidad y la adrenalina eran parte de mi vida… y eso era algo que mi padre nunca sería capaz de comprender. Apreté el embrague y el freno delantero suavemente, disminuyendo poco a poco la velocidad; apoyando mis pies en el suelo para de esa manera sostener la motocicleta y frenar sin brusquedad, aparcándola cerca del muelle. Después de varios minutos de caminar por la costera con una hielera bajo el brazo y una tabla de surfeo, me situé a orillas de la playa; cerré los ojos rindiéndome ante la brisa salina y el viento golpeando mi rostro. Respiré lenta y profundamente; la tranquilidad del océano era como una suave caricia que me reconfortaba en estos momentos de desesperación y soledad. Solté la hielera sobre la arena, al igual que la tabla; flexioné los brazos hasta sacarme la playera, haciéndola un bulto y arrojándola a un lado, para recoger la tabla de surfeo y zambullirme en el océano, sobre la tabla de surf, dando constantes braseadas hasta adentrarme en él. Surcar las olas, me embargaba de una sensación de libertad y júbilo que hacía olvidarme de todo… como el mar y yo fuéramos uno solo y nada, absolutamente nada existiera a nuestro alrededor. Después de varios minutos, nadé de regreso a la orilla. Inhalé y exhalé hondamente, bajo los tenues y apenas visibles rayos del sol que se asomaban entre la negrura del día. Dejé caer la tabla de surf a un lado, sentándome en la arena, tomé una botella de cerveza y con un simple movimiento del destapador la tapa salió disparada a un lado, emanando un sonido gaseoso. Bebí de un solo trago toda mi cerveza, regocijándome de la sensación de placer que me provocaba el disfrutar de una fresca y deliciosa cerveza. Inspiré profundamente, destapando otra cerveza y dándole un largo trago, limitándome a mirar de una manera ausente y distraída el horizonte, el sonido de las olas, el océano en su plenitud daba a mi alma la tranquilidad que tanto anhelaba. Ni siquiera fui capaz de forzar un lastimero intento de sonrisa, cuando escuché una voz que no me costó trabajo reconocer, a pesar de que no era una voz que solía escuchar frecuentemente, reconocería ese tono ciegamente. En vez de mostrar un rostro más amable, este se ensombreció en el momento que los tenues rayos del sol se vieron opacados por una nube pasajera que los cubrió en su totalidad. – Nada que no se haya sabido con anterioridad ¿no te parece? – abordé monótonamente, para después dar un largo trago a mi cerveza. Durante los últimos días, el único tema “controversial” para la prensa era el siguiente: “Henry Windsor: ¿en la depresión post-rompimiento?. El chico volvió a la soltería y no puede ocultar su tristeza ¡sniff!. Los rompimientos siempre son difíciles de superar y tal parece que el príncipe Henry está sumido en la depresión por que ahora tiene que olvidar a Irene Urdangarín, quien fue su novia por más de tres meses. Una fuente cercana a la ex pareja afirma que se dieron un break. Los horarios poco compatibles hicieron que el amor se apagara. Por otro lado, fuentes más rigurosas y confiables rumoran que la verdadera causa que marcó el fin de la relación de la joven pareja de enamorados se debió a que Irene Urdangarín mantenía un romance clandestino con su profesor de Cultura Clásica; sin duda, un golpe terrible para Henry. Con su hermano mayor, William, que fue trasladado a urgencias a causa de un accidente durante el mes de septiembre, y su hermana menor, Diana, en rehabilitación por la constante presión que ha vivido en los últimos meses la adolescente británica; la familia real se ha visto en una dura y difícil situación con sus herederos. La pregunta que muchos de ustedes se formulan, pero pocos se atreven a expresar es: Los hechos recientes ¿conllevaran a que el príncipe Henry vuelva a las andadas?. Eso es algo que está por verse, por lo que estaremos muy al pendiente de nuestro joven príncipe. Mientras tanto: Chicas, ¿quién se apunta a consolar a uno de los príncipes más apuestos de la monarquía europea? ¡Uff! Vaya pregunta ¿verdad?. A partir de hoy… ¡Guerra sin cuartel!”. – ¿Te parece extraño que algunos quieran desprenderse de la patética rutina? ó, no… mejor dicho que raro que algunos quieran desprenderse de la patética vida a la que fueron… ¿“condenados”? – mascullé con burda ironía, sin detenerme a pensar si era correcto o no expresarme de esa forma. Desde hace algún tiempo había dejado de ser esa persona que Bea describía... por diferentes razones que me obligaron a dejar de lado la vida empedernida que había adoptado en llevar. ¿De qué había servido intentar ser una mejor persona, cuando a nadie le interesaba en lo más mínimo?. De reojo noté y percibí la suavidad de uno de sus delicados dedos repasaba de arriba hacia abajo contorneando mi brazo y una de sus clásicas sonrisas dibujándose en su rostro. – Aunque, viéndolo de otro modo… podría preguntarte lo mismo. – añadí, mirándole con el ceño ligeramente fruncido, denotando curiosidad, antes de darle otro trago a mi cerveza. – ¿A quien has venido a romperle el corazón el día de hoy, dolce Bea? – pregunté casualmente, como si me limitara a preguntar la hora o a comentar el clima; dándole un acento italiano a las dos últimas palabras. Conocía a Bea desde hace algún tiempo… y su fama y reputación daba mucho que desear a los ojos de los demás, quiénes de la misma manera que a mí, tachaban su comportamiento como inapropiado. Pero, ¿quién era yo para juzgarla?, a diferencia de las personas, yo no me ocultaba detrás de una máscara de hipocresía.
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Mensaje  ιzzy нale Dom Ago 14, 2011 11:19 pm

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Rehuí por todos los medios mirarla a los ojos, cerré mi mano en un puño, haciendo un esfuerzo por controlar estos malditos sentimientos de tristeza y remordimiento que me nublaban el pensamiento; el haberla mirado por un breve instante a los ojos, me hizo sentir un completo miserable, un patán por haberle hablado de esa forma… pero, me sentía… maldita sea… nunca en toda mi vida me había sentido de esta forma, estaba frustrado, ofendido, dolido con su actitud. Daría lo que fuera por comprender los motivos de su actitud distante y cortante, necesitaba que me dijera algo, cualquier palabra, cualquier razón, me bastaría para… “¿Alejarte de ella?” resonó absurdamente mi subconsciente, bloqueándome en todos los sentidos. “No, no podría…” La sola idea de saber que la estaba perdiendo –probablemente para siempre– me atemorizaba, por la simple y sencilla razón de que no sería capaz de verla con otra persona que no fuera yo, por más egoísta que esas palabras llegaran a sonar, no podría soportar que Yukki, mi ángel, estuviera en brazos de otro. No soportaría que sus abrazos, su cálida mirada, las hermosas sonrisas que solía dedicarme le pertenecieran a cualquiera. “¿No estás consiente de que si quieres a una persona de manera sincera debes dejarla ir por su felicidad?” resonó mi subconsciente en un tono severo, como si intentara reprenderme por mi manera tan egoísta de pensar. Los puños comenzaban a entumírseme de la presión que ejercía sobre ellos, y por primera vez en mucho tiempo, las lágrimas de tristeza se arremolinaron en mis ojos, al intentar contenerlas, empañándome la vista. Por un momento fui consiente de las palabras que acaban de brotar de sus labios, lo que me hizo volver el rostro ligeramente, pero sin tener el valor de mirarla nuevamente a los ojos, no había la menor duda, era un jodido miserable que no se atrevía a mirarla a los ojos y reafirmar por él mismo el daño que le había provocado al hablar de esa forma a la persona que tanto quería y que me dolía como a nada en el mundo. Tragué con dificultad, a causa del nudo en la garganta, cuando mi mente empezó a maquinar sus palabras. “¿A quién se refería al decir que era “culpa de ella”?” deseé saber con todas mis fuerzas, aligerando un poco la presión en mis puños. Escuchar sus disculpas, cuando en realidad el que tenía que pedirle perdón era yo, agudizó mi remordimiento y me hizo sentir más miserable de lo que ya era. – Yukki… – su nombre brotó de mis labios de manera inesperada, como un tenue pero audible susurro lastimero. “Admítelo… toda esta situación es aún más dolorosa por que la quieres, la quieres como nunca has querido a otra persona. El amor que dices haber sentido por Esmee era tan solo un capricho; en cambio Yukki… ha sido la única que ha logrado grabarse no solo en tus pensamientos, si no en tu corazón.” – Lo lamento… nunca fue mi intención hablarte y tratarte de esa forma… – musité en un tono de arrepentimiento. – Tú nunca… – respiré entrecortadamente, pasando ambas manos por mi rostro y cabeza, tratando de ordenar mis pensamientos. – serías capaz de molestarme… – confesé con un nudo en la garganta. ¿Cómo podría enfadarme con una de las pocas personas que ha traído alegría a mí vida? – Es solo que… quisiera comprender… ayúdame a entender en que me equivoqué contigo para que te hayas distanciado de esa forma… – empecé a decir sintiendo la necesidad de desahogarme, de no hacerlo… acabaría consumiéndome del dolor que me provocaba saber que por alguna extraña razón se estaba alejando de mí. – Si hice algo indebido, tan solo dímelo… si he de… perderte como… amiga, al menos dame una razón que me ayude a comprenderte. – supliqué casi dolorosamente; concientizando lo que acababa decir: “Perderte como amiga…” sin duda era lo mejor… por más que me niegue aceptar la realidad, no podía arriesgar el inmenso cariño que desde hace algún tiempo siento por ella.


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Mensaje  ιzzy нale Dom Ago 14, 2011 11:23 pm

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A veces me sorprendía la manera en que trabaja la vida cambiando y transformando las vidas en tan poco tiempo. La muestra más clara a lo que me refiero eran los cambios a los que la mayoría de las personas a mí alrededor habían sido sometidas, incluyéndome. Algunos cambios para bien, unos para mal y otros en el sentido de que no fueron ni bien ni para mal, cambios que a fin de cuentas te hacen… cambiar la perspectiva que tenías sobre las personas y sobre la vida. No sé si algún día las cosas volverían a hacer como eran anteriormente… por un lado tenía la esperanza de que así fuera, pero nada era seguro dadas las circunstancias a las que te ves obligado afrontar, por lo que acabas resignándote y aprendiendo a vivir con ellas. Por un lado, era capaz de comprender la situación por la que estaba atravesando Liam… y hacía todo lo que estaba a mí alcance para ayudarlo tanto. No era capaz de justificar lo que había sucedido entre él y Marileene, ni tampoco podría catalogarlo como un error de una noche en el sentido que el bebé que venía en camino no era culpable ni mucho menos responsable de los actos de sus padres. La vida de un inocente iba más allá y en ese aspecto me tranquilizó saber que los dos estaban dispuestos a asumir la responsabilidad de su hijo. Luego que el barco arribó a la isla había acompañado a Liam y a Marileene al pueblo, donde tenía entendido que viviría. A simple vista parecía ser una mujer bastante liberal… sin embargo, había algo en ella que no me terminaba de cuadrar. Exhalé profundamente, pasándome una mano por la cabeza y echando un vistazo a mí alrededor como si eso me ayudara a tener una idea por donde comenzar a desempacar. Opté por empezar a desempacar el contenido de las cajas que tenía amontonadas una tras otra, y que en su mayoría eran libros que había tomado temporalmente prestados de la biblioteca de mi abuelo; algunos libros de mi interés y que a mi criterio personal consideraba interesantes, variando en las opiniones de mi padre y de mi abuelo, confiando en sus criterios y en sus recomendaciones. ¿Qué puedo decir? Discrepo de mi padre y mi abuelo en ciertos aspectos, cada quien posee una mentalidad muy distinta a la otra, pero en general compartíamos los mismos intereses y gustos añejos, lo cual era hasta cierto punto gracioso y de alguna manera extraño para alguien de mi edad. Abrí una de las cajas sacando del interior uno por uno los libros mientras examinaba distraídamente los títulos de cada uno, hasta que casualmente me topé con un libro de poemas de Gustavo Adolfo Bécquer, quien a su vez era uno de mis poetas predilectos. “Si deseas conquistar el corazón de una mujer, regálale poesía, hijo, nunca falla” Entorné los ojos divagando con respecto a si debía hacer caso al consejo de mi abuelo, dedicándome a hojear el libro distraídamente hasta detenerme en uno de mis poemas favoritos: “Amor eterno”. Desde hace un tiempo que estaba consciente de sus sentimientos, un hecho que a veces me costaba de cierta manera creer por la sencilla manera que al estar a su lado era como viajar a una realidad de la que no quisiera salir jamás. El amor y el cariño que sentía por Yukki, día con día crecía de una manera que… cursi y estúpidamente a veces me pregunto si se es posible morir de amor y felicidad. El problema es que no sé de que manera expresarle mis sentimientos, lo peor de todo es que cuando estoy a punto de decírselo sucede o se atraviesa algo que me impide decírselo, una situación que por un tiempo me mantuvo frustrado. Durante el tiempo que estudiamos en Julliard estuve a punto de confesarle mis sentimientos, de no ser por ese tipo que en más de una ocasión nos interrumpía con la excusa de que debía llevarse a Yukki a sus clases de canto le habría confesado que estaba enamorado de ella. Aún cuando jamás se dio cuenta – por que prefería evitar tocar ese tema cuando estábamos juntos y por que a su vez no iba a dejar que la mención de su nombre agriara uno de nuestros momentos –, era obvio que el tipo también había comenzado a desarrollar un sentimiento “especial” hacia Yukki. Nunca en toda mi vida me había sentido celoso, lo reconozco… y el hecho de que ese sujeto también se estuviera posiblemente enamorando de Yukki sobrepasaba mis límites. Cerré el libro de sopetón, volviendo mi rostro en un acto de reflejo cuando unos golpes en la puerta me hicieron reaccionar trayéndome de nuevo a la realidad, pero a la vez logrando que por un breve segundo me olvidara de mi entorno al verla en el marco de la puerta. No tiempo tuve de reaccionar, por que de un momento a otro me vi envuelto la familiar calidez de sus brazos, una sensación que había extrañado de una manera inimaginable. Correspondí a su brazo estrechándola con la misma intensidad, mientras mi mano subía y baja frotando suavemente su espalda para después subir hasta su cabello y besarla cariñosamente en la parte de atrás de su cabeza. – Hola – la saludé dejando en evidencia una enorme sonrisa de felicidad en mi rostro. – Mucho mejor ahora que estás aquí – reconocí, sin borrar la sonrisa de felicidad que tenía en el rostro y perdiéndome en la profundidad y en el hermoso brillo que emanaba de sus ojos. – Te extrañe demasiado, pequeña Lottie – le hice saber quedamente al oído, en el instante que en su mirada pude leer gracias a ese precioso brillo que poseía aquel “Te extrañé muchísimo”. – Se puede decir que si – admití, ahogando gesto como si fuera de dolor, luego de que nos separamos, echando un rápido vistazo a mi alrededor. – ¿Te parece? – Me volví para mirarla de forma divertida cuando comentó que creía que me había traído entera la biblioteca de mi abuelo. – Supongo que si exageré un poco… – me alcé ligeramente de hombros, cuando en eso noté que todavía llevaba el libro de poemas en la mano, lo que me hizo hacer un movimiento involuntario para ocultarlo discretamente en el cajón de la mesita de noche. – Por que prácticamente me pase una semana repleta catalogando y cambiando de opinión con respecto a que libros debía traerme, por lo que podrás darte una idea – La miré entre cohibido y a su vez intentando bromear. Aún cuando me gustaba aprender de las personas, me gustaba aprender de los libros. – No es necesario que te molestes… – añadí precipitadamente, pero al darme cuenta de lo decidida que estaba a ayudarme por el tono de su voz, no pude evitar sonreír suavemente mientras negaba de manera imperceptible, por que nada que le dijera la haría cambiar de opinión seguramente. Aún cuando amaba pasar tiempo a su lado, había momentos en los que no podía evitar sentirme como un completo idiota, lo que prácticamente me había dejado en una mala postura cuando ella había tenido el valor de decirme a la cara que sentía algo por mí. Había dejado pasar demasiado tiempo… y por un lado me abrumaba el pensamiento de que sus sentimientos llegasen a cambiar, lo que podía suceder por mi estupidez. Suspiré silenciosamente. Tomé su mano entrelazándola con la mía, mirándola de forma especial… – ¿Qué te parece si mejor en vez de quedarnos aquí vamos a dar una vuelta por la isla? Podríamos… ir al muelle o a caminar por la playa y aprovechar el día. ¿Qué dices? – le propuse, jugueteando y disfrutando de del contacto y la suavidad de su mano, para luego besarla cariñosamente. De esa manera podríamos conversar con más tranquilidad y así no lo aburriría ni la cansaría con la monótona tarea de ayudarme a desempacar.



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Rehuí por todos los medios mirarla a los ojos, cerré mi mano en un puño, haciendo un esfuerzo por controlar estos malditos sentimientos de tristeza y remordimiento que me nublaban el pensamiento; el haberla mirado por un breve instante a los ojos, me hizo sentir un completo miserable, un patán por haberle hablado de esa forma… pero, me sentía… maldita sea… nunca en toda mi vida me había sentido de esta forma, estaba frustrado, ofendido, dolido con su actitud. Daría lo que fuera por comprender los motivos de su actitud distante y cortante, necesitaba que me dijera algo, cualquier palabra, cualquier razón, me bastaría para… “¿Alejarte de ella?” resonó absurdamente mi subconsciente, bloqueándome en todos los sentidos. “No, no podría…” La sola idea de saber que la estaba perdiendo –probablemente para siempre– me atemorizaba, por la simple y sencilla razón de que no sería capaz de verla con otra persona que no fuera yo, por más egoísta que esas palabras llegaran a sonar, no podría soportar que Yukki, mi ángel, estuviera en brazos de otro. No soportaría que sus abrazos, su cálida mirada, las hermosas sonrisas que solía dedicarme le pertenecieran a cualquiera. “¿No estás consiente de que si quieres a una persona de manera sincera debes dejarla ir por su felicidad?” resonó mi subconsciente en un tono severo, como si intentara reprenderme por mi manera tan egoísta de pensar. Los puños comenzaban a entumírseme de la presión que ejercía sobre ellos, y por primera vez en mucho tiempo, las lágrimas de tristeza se arremolinaron en mis ojos, al intentar contenerlas, empañándome la vista. Por un momento fui consiente de las palabras que acaban de brotar de sus labios, lo que me hizo volver el rostro ligeramente, pero sin tener el valor de mirarla nuevamente a los ojos, no había la menor duda, era un jodido miserable que no se atrevía a mirarla a los ojos y reafirmar por él mismo el daño que le había provocado al hablar de esa forma a la persona que tanto quería y que me dolía como a nada en el mundo. Tragué con dificultad, a causa del nudo en la garganta, cuando mi mente empezó a maquinar sus palabras. “¿A quién se refería al decir que era “culpa de ella”?” deseé saber con todas mis fuerzas, aligerando un poco la presión en mis puños. Escuchar sus disculpas, cuando en realidad el que tenía que pedirle perdón era yo, agudizó mi remordimiento y me hizo sentir más miserable de lo que ya era. – Yukki… – su nombre brotó de mis labios de manera inesperada, como un tenue pero audible susurro lastimero. “Admítelo… toda esta situación es aún más dolorosa por que la quieres, la quieres como nunca has querido a otra persona. El amor que dices haber sentido por Esmee era tan solo un capricho; en cambio Yukki… ha sido la única que ha logrado grabarse no solo en tus pensamientos, si no en tu corazón.” – Lo lamento… nunca fue mi intención hablarte y tratarte de esa forma… – musité en un tono de arrepentimiento. – Tú nunca… – respiré entrecortadamente, pasando ambas manos por mi rostro y cabeza, tratando de ordenar mis pensamientos. – serías capaz de molestarme… – confesé con un nudo en la garganta. ¿Cómo podría enfadarme con una de las pocas personas que ha traído alegría a mí vida? – Es solo que… quisiera comprender… ayúdame a entender en que me equivoqué contigo para que te hayas distanciado de esa forma… – empecé a decir sintiendo la necesidad de desahogarme, de no hacerlo… acabaría consumiéndome del dolor que me provocaba saber que por alguna extraña razón se estaba alejando de mí. – Si hice algo indebido, tan solo dímelo… si he de… perderte como… amiga, al menos dame una razón que me ayude a comprenderte. – supliqué casi dolorosamente; concientizando lo que acababa decir: “Perderte como amiga…” sin duda era lo mejor… por más que me niegue aceptar la realidad, no podía arriesgar el inmenso cariño que desde hace algún tiempo siento por ella.
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Mensaje  ιzzy нale Miér Ago 17, 2011 12:10 am

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No era capaz de justificar lo que había sucedido entre él y Marileene, ni tampoco podría catalogarlo como un error de una noche en el sentido que el bebé que venía en camino no era culpable ni mucho menos responsable de los actos de sus padres. La vida de un inocente iba más allá y en ese aspecto me tranquilizó saber que los dos estaban dispuestos a asumir la responsabilidad de su hijo. Luego que el barco arribó a la isla había acompañado a Liam y a Marileene al pueblo, donde tenía entendido que viviría. A simple vista parecía ser una mujer bastante liberal… sin embargo, había algo en ella que no me terminaba de cuadrar. Exhalé profundamente, pasándome una mano por la cabeza y echando un vistazo a mí alrededor como si eso me ayudara a tener una idea por donde comenzar a desempacar. Opté por empezar a desempacar el contenido de las cajas que tenía amontonadas una tras otra, y que en su mayoría eran libros que había tomado temporalmente prestados de la biblioteca de mi abuelo; algunos libros de mi interés y que a mi criterio personal consideraba interesantes, variando en las opiniones de mi padre y de mi abuelo, confiando en sus criterios y en sus recomendaciones. ¿Qué puedo decir? Discrepo de mi padre y mi abuelo en ciertos aspectos, cada quien posee una mentalidad muy distinta a la otra, pero en general compartíamos los mismos intereses y gustos añejos, lo cual era hasta cierto punto gracioso y de alguna manera extraño para alguien de mi edad. Abrí una de las cajas sacando del interior uno por uno los libros mientras examinaba distraídamente los títulos de cada uno, hasta que casualmente me topé con un libro de poemas de Gustavo Adolfo Bécquer, quien a su vez era uno de mis poetas predilectos. “Si deseas conquistar el corazón de una mujer, regálale poesía, hijo, nunca falla” Entorné los ojos divagando con respecto a si debía hacer caso al consejo de mi abuelo, dedicándome a hojear el libro distraídamente hasta detenerme en uno de mis poemas favoritos: “Amor eterno”. Desde hace un tiempo que estaba consciente de sus sentimientos, un hecho que a veces me costaba de cierta manera creer por la sencilla manera que al estar a su lado era como viajar a una realidad de la que no quisiera salir jamás. El amor y el cariño que sentía por Yukki, día con día crecía de una manera que… cursi y estúpidamente a veces me pregunto si se es posible morir de amor y felicidad. El problema es que no sé de que manera expresarle mis sentimientos, lo peor de todo es que cuando estoy a punto de decírselo sucede o se atraviesa algo que me impide decírselo, una situación que por un tiempo me mantuvo frustrado. Durante el tiempo que estudiamos en Julliard estuve a punto de confesarle mis sentimientos, de no ser por ese tipo que en más de una ocasión nos interrumpía con la excusa de que debía llevarse a Yukki a sus clases de canto le habría confesado que estaba enamorado de ella. Aún cuando jamás se dio cuenta – por que prefería evitar tocar ese tema cuando estábamos juntos y por que a su vez no iba a dejar que la mención de su nombre agriara uno de nuestros momentos –, era obvio que el tipo también había comenzado a desarrollar un sentimiento “especial” hacia Yukki. Nunca en toda mi vida me había sentido celoso, lo reconozco… y el hecho de que ese sujeto también se estuviera posiblemente enamorando de Yukki sobrepasaba mis límites. Cerré el libro de sopetón, volviendo mi rostro en un acto de reflejo cuando unos golpes en la puerta me hicieron reaccionar trayéndome de nuevo a la realidad, pero a la vez logrando que por un breve segundo me olvidara de mi entorno al verla en el marco de la puerta. No tiempo tuve de reaccionar, por que de un momento a otro me vi envuelto la familiar calidez de sus brazos, una sensación que había extrañado de una manera inimaginable. Correspondí a su brazo estrechándola con la misma intensidad, mientras mi mano subía y baja frotando suavemente su espalda para después subir hasta su cabello y besarla cariñosamente en la parte de atrás de su cabeza. – Hola – la saludé dejando en evidencia una enorme sonrisa de felicidad en mi rostro. – Mucho mejor ahora que estás aquí – reconocí, sin borrar la sonrisa de felicidad que tenía en el rostro y perdiéndome en la profundidad y en el hermoso brillo que emanaba de sus ojos. – Te extrañe demasiado, pequeña Lottie – le hice saber quedamente al oído, en el instante que en su mirada pude leer gracias a ese precioso brillo que poseía aquel “Te extrañé muchísimo”. – Se puede decir que si – admití, ahogando gesto como si fuera de dolor, luego de que nos separamos, echando un rápido vistazo a mi alrededor. – ¿Te parece? – Me volví para mirarla de forma divertida cuando comentó que creía que me había traído entera la biblioteca de mi abuelo. – Supongo que si exageré un poco… – me alcé ligeramente de hombros, cuando en eso noté que todavía llevaba el libro de poemas en la mano, lo que me hizo hacer un movimiento involuntario para ocultarlo discretamente en el cajón de la mesita de noche. – Por que prácticamente me pase una semana repleta catalogando y cambiando de opinión con respecto a que libros debía traerme, por lo que podrás darte una idea – La miré entre cohibido y a su vez intentando bromear. Aún cuando me gustaba aprender de las personas, me gustaba aprender de los libros. – No es necesario que te molestes… – añadí precipitadamente, pero al darme cuenta de lo decidida que estaba a ayudarme por el tono de su voz, no pude evitar sonreír suavemente mientras negaba de manera imperceptible, por que nada que le dijera la haría cambiar de opinión seguramente. Aún cuando amaba pasar tiempo a su lado, había momentos en los que no podía evitar sentirme como un completo idiota, lo que prácticamente me había dejado en una mala postura cuando ella había tenido el valor de decirme a la cara que sentía algo por mí. Había dejado pasar demasiado tiempo… y por un lado me abrumaba el pensamiento de que sus sentimientos llegasen a cambiar, lo que podía suceder por mi estupidez. Suspiré silenciosamente. Tomé su mano entrelazándola con la mía, mirándola de forma especial… – ¿Qué te parece si mejor en vez de quedarnos aquí vamos a dar una vuelta por la isla? Podríamos… ir al muelle o a caminar por la playa y aprovechar el día. ¿Qué dices? – le propuse, jugueteando y disfrutando de del contacto y la suavidad de su mano, para luego besarla cariñosamente. De esa manera podríamos conversar con más tranquilidad y así no lo aburriría ni la cansaría con la monótona tarea de ayudarme a desempacar.


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Mensaje  ιzzy нale Jue Ago 25, 2011 1:20 am

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as: Georg Antonius Constantin Maria de Liechtenstein
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[ Con Yukki Khaudari // Habitación - Fraternidad
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Me dediqué a observarla en silencio, hasta que me vi en la obligación de apartar discretamente la mirada de sus ojos, un efecto que desde hace algún tiempo producía extrañamente en mí y al que me había acostumbrado… cada vez que la miraba a los ojos no podía evitar perderme en su mirada o en el suave y dulce sonido de su voz. Simplemente era capaz de quedarme en silencio con la única intención de escucharla… lo que me hizo recordar una noche en la que nos quedamos platicando hasta entrada la madrugada y lo peor era que al otro día teníamos clases en Julliard, lo que naturalmente no me salvó de un regaño por parte de Izzie por desvelar a su hermana. Una vez que tomó la cajita entre sus manos para observarla mejor… apenas tuve tiempo de reaccionar y por segunda en vez en varios minutos me vi envuelto en la calidez de sus brazos, lo que me tomó desprevenido por la efusividad con la que manifestaba sus sentimientos, por lo que solo atiné a sonreír tranquilamente al sentir su aliento en mi oído. A veces quisiera ser capaz de demostrarle la misma efusividad en cada una de mis palabras y en cada una de mis acciones… lo que me facilitaría el poder expresar lo que siento. – No tienes nada que agradecer… – le deje entrever sonriendo de forma extrañada por sus palabras de agradecimiento. Después de todo lo que ha hecho por mí, dudo encontrar la manera de devolverle cada uno de esos detalles que de alguna manera me han cambiado. – Me alegro que te guste – Para mí siempre sería mi ángel… y la persona que de alguna forma me hizo volver a sonreír y que llenó mi mundo de color con su dulzura. Negué suavemente, sonriendo de manera divertida, para posteriormente mirarle con una ternura que me era imposible de contener con la mirada. Creo nunca voy a terminar de acostumbrarme a estas facetas que ha despertado dentro de mí. – Sería cuestión de probar ¿no crees…? aún así, nunca olvides que siempre que me necesites voy a estar a tu lado dispuesto a protegerte y a cuidar de ti – le hice saber de manera que nunca lo olvidara… aunque mis palabras sonaban más a una promesa que a una afirmación. La noté agitar el cascabel y en efecto, un sutil tintineo se escuchó claramente del interior… lo que me hizo recordar algo más. – Y para que lo lleves siempre contigo… – empecé a decir a medias al tiempo que sacaba del bolsillo interno de mi pantalón una cadenita de plata que hacía juego con la esfera y la extendía extremo a extremo sosteniéndola entre mis dedos para mostrársela; para posteriormente colocarme detrás suyo y apartar suavemente su melena castaña dejando al descubierto su cuello, el cual rodeé con la cadenita hasta abrocharlo. – puedes ponértelo como si fuera una especie de dije ó pulsera… por que la cadenita tiene su truco: un día puede ser cadena y al otro puede ser una pulsera, tan solo es cuestión de ajustarla dependiendo tu gusto – le hice saber con una sonrisa en los labios, mientras mis manos devolvía cuidadosamente su melena castaña a su postura inicial: cayendo sobre sus hombros, dejando a su paso un sutil rastro de aroma floral-

*Si, se suponía que dentro de la cajita (no de la esfera) había una cadenita (: pero, ¿que le parece si mejor hacemos de cuenta que no estaba? xD por que al final me arrepentí y mejor le modifiqué jeje ^^


Última edición por ιzzy нale el Dom Oct 16, 2011 2:47 am, editado 2 veces
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