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Mensaje  ιzzy нale Vie Nov 04, 2011 12:55 am

Joachim d'Aviano
as: Joachim Karl-Maria Nikolaus Marcus d'Aviano de Austria-Este
Cuarto año >> Yoga ;; Equitación ;; Rugby (Talonador), Equipo #3
[ Con Alice Bennett // Cubierta - Barco ]
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Tras varios minutos de recorrer la cubierta, acabé por irme al sitio más apartado y en “apariencia” más tranquilo en la parte de atrás de la cubierta y que podría considerarse cerca popa. Lejos de todo el barullo que se respiraba alrededor. Inhalé y exhalé profundamente, sentándome en una de las bancas de madera. Sin embargo, la tranquilidad del sitio fue perturbada en cuestión segundos al darme cuenta de la presencia de una chica que no solo llamaba la atención por su físico, si no por su voz. Y que bien… no sabía si ya estaba ahí desde antes que yo llegara o si simplemente ella también buscaba “alejarse” de todo ese ajetreo. – ¿Te importa...? – pregunté cortésmente, mostrándole el libro de bolsillo que tenía en las manos dándole a entender lo que era un poco obvio y evitando sacar a relucir el carácter amargo que amenazaba con aflorar en cualquier momento. Aprovechando que la chica se había quitado lo audífonos y había dejado de danzar de un lado a otro. – Si es no mucha molestia, por supuesto. No voy a negar que tienes una “voz privilegiada” y que cantas de maravilla – reconocí, ¿qué sentido tenía negarlo? No tenía ni la más mínima idea de quien era la chica, así que no me costaba en nada… ¿halagarla? Dije dentro de mis pensamientos, dándole una última calada al cigarrillo antes de apagarlo y mirarle con aire de aburrimiento. Nunca antes había probado el cigarro hasta hace unos meses, lo que no quiere decir que sea un fumador compulsivo... por que hasta cierto punto sé controlar el vicio y más que nada era por mi madre y por Laura que, no toleraban el humo del cigarro. ¿Quién lo diría? nunca me imaginé heredar ese viejo vicio de mi padre.– Pero por lo menos te aconsejaría que intentes bajarle un poco el volumen a tu aparato o te quedarás sorda… – le hice saber, señalando con desdén el reproductor que sostenía entre sus manos, para posteriormente apartar la mirada y volver a retomar la lectura del libro. Enarqué una ceja con aire divertido, pero sin molestarme en sonreír y mucho menos en mirarla, dedicándome a mantener la concentración en lo que leía. Sabía que a la mayoría de las personas les molestaba el humo del cigarro… y que a ese tipo de personas se les consideraba fumadores pasivos por diversas causas y la principal era que el daño que les provocaba al estar cerca de aquellos que se consideraban fumadores activos. – Vaya, por lo que veo tenemos una activista con aires de moralista a bordo… – refuté, en un tono de ironía al tiempo que cambiaba la página. Por favor, que una desconocida me venga con palabrerías como esas me resultaba absurdo… ¿acaso se creía mi madre…? Vaya estupidez, pensé. – Para serte sincero, no me consta que hayas llegado aquí primero… – contradije su brillante explicación, con una mueca burlona que quedó oculta por el libro que sostenía en las manos, pero que sin lugar a dudas se veía reflejada en la forma en que me dedicaba a mirarla a través del libro. Genial, lo que me faltaba… miss simpatía además de ganarse ese título por unanimidad era obstinada y cabezona, musité para mis adentros al notar por el rabillo del ojo que acababa por sentarse a mí lado. Hice un esfuerzo por evitar que un suspiro escapara de mis labios, por lo que no m quedó más remedio que cerrar el libro y mirarle con un gesto de absoluta incredulidad. – ¿Siempre eres así de simpática…? – pregunté, sin ninguna clase tapujos, pero sin esperar respuesta alguna en realidad. Para ser unos desconocidos ninguno de los dos estaba siendo lo bastante simpático y tenía la certeza de que este “ameno” encuentro acabaría de mala manera. – Como sea… si tanto te molesta que fume en un área en la que no le hago “daño” a nadie. No lo volveré a hacer si eso impide que, miss simpatía me imponga una demanda por quebrantar la ley… – le hice saber, con un dejo de burla.
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Mensaje  ιzzy нale Dom Nov 13, 2011 2:09 am

Yukki Khaudari
__________
____________________
Se llama Yukki Khaudari
Nacio en Corea del Sur || Esta en su cuarto curso
Forma parte de las animadoras, yoga y teatro y musica.
Esta con Georg de Liechtenstein;; en el barco


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Yukki no pudo evitar pero sonreír a su comentario y mirarlo como toda enamorada – si realmente quiero verlos a todos y darles miles de besos... especialmente a los pequenos del hogar- dijo la pequeña mientras aun sentí su miedo latir en su corazón. Y sentir que el hecho de que Georg estuviera en la universidad los haría separarse y la idea hacía temblar a Yukki- si lo sé- trato de borrar el pensamiento y lo miro a los ojos y le dio una pequeña sonrisa, aun sintiendo la cercanía de sus cuerpos, aun sosteniendo sus manos entrelazadas, es que adoraba tenerlo cerca, sentir su fragancia. Yukki termino por sonreírle, no podía negarle eso a su Georg, el era la persona que la hacía feliz y no había nada que lo haría cambiar. La chica negó con la cabeza a su príncipe- no, es un día muy hermoso y tú necesitas sol, estas muy pálido y eso no es tan bueno, señorito- le dijo mirándolo a los ojos con una pequeña sonrisa- quieres ir por un helado? Un pajarito me dijo que hay helados muy ricos en el área de la piscina… que dices?- le pregunto Yukki abriendo sus ojos al recuerdo de algo muy importante. Antes de despedirse de sus padres en el puerto, su padre le había dicho que invitara a Georg a pasar unos días en casa cuando tuviéramos vacaciones de invierno. La chica se tenso nuevamente, sintiéndose nerviosa ahora, al hecho de querer preguntarle algo tan importante a Georg. – tengo que preguntarte algo… pero puedes decir que no, y quiero que lo sepas- le advirtió la chica mirándolo a los ojos. No quería que Georg se sintiera en la obligación de ir, porque no lo era, el tenia cosas que hacer en su país, y Yukki sabia eso muy bien por lo que no le molestaría si él le decía que no- mis padres, me han dicho que te invite a casa durante las vacaciones de navidad a pasar unos días , mi padre está algo curioso en saber con quién hablo todos los días- esta hizo un gesto gracioso y luego sonrio- pero si no quieres o puedes no tienes porque hacerlo, no quiero que te sientas en la obligación ni nada por el estilo. Y no creas que no quiero que vayas, porque si quiero, pero no quiero que sientas obligación alguna. Y si se que a lo mejor va ser medio extraño, mi padre te hablara de tecnología y ese tipo de cosas, y entonces mis hermanas se enamoraran mucho mas de ti, y mi hermano te dará una mirada de peligro y mi mama lo más seguro es que te quiera adoptar por lo lindo y buena gente que eres… pero no quiero que sientas presión de verdad!- la chica había hablado rápidamente y pronto se quedo sin aire- hable mucho verdad?- dijo la chica dándose cuenta de la cara que Georg estaba poniendo. Eso le solía suceder cuando estaba nerviosa y no paraba de hablar hasta que el aire se agotaba en sus pulmones.


Última edición por ιzzy нale el Vie Nov 18, 2011 1:58 am, editado 1 vez
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Mensaje  ιzzy нale Lun Nov 14, 2011 12:08 am

Isobel Bessette
as: Isobel Aurelle Bessette
+ Cuarto año >> Taller de Guión & Literatura ;; Ballet ;; Voley (Capitana y Delantera)
[ Con William Burke // Barco ]
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No estaba segura por cuanto tiempo más se prolongaría esta despedida… y realmente empezaba a dudar de toda mi fuerza de voluntad para no derrumbarme. Tenía la esperanza de que todo terminara en cuestión de minutos, pero no era así. Hacerme a la idea de perderlo para siempre me estaba consumiendo lentamente… el dolor que sentía era un dolor que solo comparaba con el vacío que había dejado a su paso la muerte de mi abuela, a quien todavía añoraba. Ojalá hubiera un modo de olvidar, dije dentro de mis pensamientos sintiendo como mi corazón se arrugaba de tal manera que un vil pedazo de papel. De forma inconsciente no pude evitar mezclar la tristeza que se reflejaba en mi mirada con un extraño sentimiento de ternura que me provocó cuando se expresó de su pequeño. Negué suavemente al oírle hablar de aquella forma.– No digas eso… – le pedí, de una forma apacible. – Es normal tener miedo y no sentirse preparado, pero confío en que darás todo de ti… –dije en un intento por infundirle confianza y que sintiera seguridad en sí mismo. Fruncí ligeramente los labios, a causa de la sensación de inseguridad mezclada con la opresión que sentía en el pecho que me provocaba hablar de aquel tema tan delicado con William; sobre todo por que era la persona menos indicada para darle este tipo de consejos. – Eres un buen hombre, lo digo enserio, y sé que lo lograrás... – confesé, de la manera más sincera. Tenía la certeza de que una vez que tuviera a su hijo entre sus brazos la perspectiva que tenía entorno a su vida cambiaría por que de ahora en adelante viviría para su pequeño. Lo miré con abatimiento, mientras me frotaba los brazos suavemente de arriba hacia debajo con cierta incomodidad que no pude evitar sentir con sus palabras, pero más que incomodidad, era vacio, un vacio que cada vez se hacía más profundo. Desde el fondo de mi corazón, hubiera querido decirle que deseaba que las cosas hubiesen sido de forma distinta… que él siempre sería mi mayor ilusión, mi primer amor y que nada cambiaría el amor que siento por él, así lo amara en silencio... aunque ciertamente sentía que no tenía sentido decírselo, ni mucho menos tenía el valor de confesárselo directamente… el solo hecho de hacerlo sería como echarle más leña al fuego, una manera ingenua de aferrarse a un imposible… y lo que menos deseaba era convertirme en una fuente de culpa y angustia en su vida. Él tenía que ser feliz y no me importaba el precio que debiera pagar yo. Desvié la mirada, evitando que notara el daño que me hacían sus palabras y que a la vez notara que lo vidrioso de mis ojos a causa de las lágrimas que trataba de reprimir... una cosa era muy diferente desearle que la mayor felicidad del mundo, lo cual realmente deseaba, pero otra era muy diferente ser testigo de esa felicidad... una felicidad que no sabría de que manera soportar sin derrumbarme. Traté de mantenerme firme en mi posición, sin atreverme a alzar la mirada. Sentía que sus palabras eran sinceras, pero aún así eran demasiado dolorosas y de seguir así no podría resistirlo por más tiempo. – Gra-gracias… e-es… muy lindo viniendo de ti… – musité débilmente, con la voz ligeramente entrecortada, por causa del nudo que sentía en mi garganta y que me impedía expresarme con claridad. Meses atrás mi corazón habría saltado de la emoción y me habría sonrojado por sus palabras, en cambio ahora… lo único que sentía era tristeza y pena, pues a diferencia de William, yo ya no tenía ilusiones, ni motivos para volver a sonreír. – Y-yo… pienso que es todo lo teníamos que decir ¿no es así…? – formulé, de forma insegura, mirándole brevemente, mientras me abrazaba a mí misma. Creía que la sensación de mareo había sido momentánea, por lo que en vez de desaparecer parecía intensificarse. Seguramente, el mareo se debía a que no había probado bocado desde la hora del desayuno… y eso que, había sido obligada a comer por lo menos unas rebanadas de pan tostado para no quedarme con el estómago vacio. Últimamente casi no tenía hambre y no sabía por qué o a qué se debía. – Lo que sucede es que, acabo de recordar que tengo algo importante que hacer… – dije, como quien no quiere la cosa, mientras me frotaba el cuello de manera distraída. – Ya has perdido mucho tiempo hablando conmigo y… quizás te estén esperando… – mascullé. En realidad, no tenía ni la más mínima idea si Marileene estaba o no con William en su camarote… lo que significaría que dormirían juntos de ahora en adelante… algo que realmente no quería averiguar. Inspiré profundamente, controlando la sensación que sentía como si la sangre se me hubiese bajado de golpe hasta los pies, y así, haciendo un segundo esfuerzo por sonreír de forma imperceptible... acorté la estrecha distancia que me separaba de él y acaricié su rostro suavemente y con ternura, dibujando líneas imaginarias con los dedos, mientras mis ojos vidriosos y llenos abatimiento iban y venían memorizando sus facciones. – Adiós, Will… – logré articular con un hilo de voz. Eran palabras muy difíciles de pronunciar, y decirlas en voz alta no era nada fácil… sobre todo cuando te estás despidiendo de la persona que amas, sientes que estás dejando atrás gran parte de lo que alguna vez fue tu corazón. Rocé y besé su mejilla dulcemente, dedicándole una última mirada, antes de darme la media vuelta y volver en la misma dirección en la que venía, solo que en sentido contrario para regresar al camarote.
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Mensaje  ιzzy нale Miér Nov 16, 2011 2:33 am

Georg de Liechtenstein
as: Su alteza real, el príncipe Georg Antonius Constantin Maria de Liechtenstein
+ Primer año de Derecho y Ciencias Políticas ~ Equitación ;; Teatro y Música ~ Alpha Tau Kappa
[ Con Yukki Khaudari // Cubierta - Barco ]
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En aquel momento, me hubiera gustado responder a su pregunta de la manera adecuada, diciéndole que no me extrañaría encontrar una larga fila de “aspirantes” dispuestos a pasar el día a su lado. El único problema es que nadie es lo suficientemente bueno y adecuado como para merecerla, ni siquiera yo, aunque se tratara de mi felicidad. No, en ese sentido mi ángel era como la princesa cautiva de los cuentos de hadas en la espera de que el audaz y noble príncipe aparezca tras librarse de las adversidades que se le presenten en el camino, haciendo gala de su valentía para ser digno de la hermosa princesa, hasta finalmente tener el coraje suficiente para rescatarla de la torre, sellar sus destinos con un beso de amor y vivir siempre felices por el resto de sus vidas. Y aunque día con día este sentimiento crecía de una manera que nunca antes había imaginado, en ocasiones me costaba creer que todos y cada uno de los momentos que he vivido a su lado han sido reales, así como me costaba dar por hecho que… sintiera algo más que solo amistad por mí. Es por esa razón que a veces me pregunto… ¿Seré realmente la persona indicada para hacerla feliz…?. Ciertamente, no supe de que manera agradecer sus palabras… saber que de una u otra forma confiaba en mí a la hora de cumplir mis metas y el hecho de que le brindara ayuda a mi hermano en caso de que la necesitara, me hizo darme cuenta por enésima vez de lo maravillosa que es y de lo afortunado que era al contar con su amistad y con su cariño. Ahora sé que haberla conocido no fue una simple casualidad... que quizás estaba pre-meditado que cambiara mi vida de la forma que lo ha ido haciendo. Disfruté de cada segundo que transcurrió desde que mis labios hicieron contacto con la suavidad y la calidez de su mejilla. Los párpados se me cerraron instantáneamente, en el instante en que su aroma… aquel aroma tan dulce y floral invadió mis fosas nasales, abrumándome ante la cercanía de nuestros rostros. Lamentablemente, luego de haber cumplido la petición de darle un beso en cuanto tuviera oportunidad de verla, no tuve más remedio que separarme de su rostro hasta establecer la misma distancia que teníamos al principio. Fue en ese instante que me dediqué a observarla como todo enamorado y con una suave sonrisa en el rostro… expresándole silenciosamente con la mirada lo que no me atrevía a confesarle con palabras. Por más que no me sintiera lo bastante digno de merecerla… nada cambiaría el amor que siento por ella. En momentos así, me sentía como un completo imbécil al no tener el valor de no decirle lo que siento. Hice tenue, pero visible movimiento, a modo de aprobación, justo cuando mis labios se entreabrieron con la intención de responder... sin embargo, lo que sucedió terminó por aplastar el poco raciocinio que quedaba dentro de mí en cuestión de segundos, al sentir su beso en mi mejilla, lo que me dio una nueva oportunidad de envolverme en la calidez de su cercanía. Aunque era una costumbre besarnos amistosamente en la mejilla cada vez que nos saludábamos… tenía la certeza de que este beso era diferente. La calidez de su suspiro rozó mi mejilla, transmitiéndome diversas emociones que solo ella era capaz de provocar. Por lo que mi mente terminó por sucumbir a la necesidad de besarla, pero así como mi mente pedía a gritos terminar con esta agonía que se estaba prolongando. La inseguridad no tardó en hacer acto de presencia. – Por supuesto, sabes que por ti haría cualquier cosa… – le hice saber, sintiendo que en esta ocasión mi corazón era quien hablaba por mí. – Pero pienso que lo correcto sería que fueras tú quien les devolviera el beso, especialmente a Peter – concienticé, sin poder evitar sonreír discretamente. Todos en Liechtenstein la extrañaban, a pesar de que la vista de Yukki fue relativamente corta, de una u otra forma se había ganado el corazón de todos, sobre todo el corazón y el cariño de los pequeños de la casa hogar. Esta vez fue mi turno en suspirar de manera profunda, al reparar imperceptiblemente en su nerviosismo y en su inseguridad. La forma en que intentaba ocultar lo que sentía no me engañó, en ese sentido me atrevía a decir que la conocía lo suficiente como para darme cuenta cuando algo la inquieta. – Todo está bien… no tengas miedo… – le pedí, en tono reconfortante, tratando de infundirle confianza. – ¿Quieres que volvamos adentro? – pregunté, quedamente, sin intención alguna de separarme de su lado…
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Mensaje  ιzzy нale Sáb Nov 19, 2011 8:36 pm

Henry Windsor
as: Henry Charles Albert David Mountbatten Windsor de Gales
+ Segundo año de Ciencias Políticas >> Balocesto (Capitán y Base) ;; Artes ;; Natación ~ Alpha Tau Kappa
[ Con Lizzie Stronghold // Barco ]
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No era capaz de comprender en que punto mi vida se había convertido en un verdadero infierno, pero, más que un infierno, en un desierto de soledad en donde me encontraba vagando sin rumbo fijo, sin un lugar a donde ir. Las desgracias en nuestra familia tenían nombre propio: Camilla Parker, a quien siempre he considerado una desconocida que profanó el lugar de mi madre; pero el culpar a Camilla de todas y cada una de nuestras desgracias, no aliviaba el maldito dolor que me estaba consumiendo por dentro. ¿Qué sentido tenía seguir adelante, cuando las personas que más has amado te abandonan? ¿Qué sentido tenía la vida, cuando todo lo que has amado te lo arrebata sin ninguna consideración? De una forma o de otra había perdido mis únicas razones para mantenerme en pie... y ahora ya nada ni nadie tenía sentido para mí. Estaba HARTO de esta maldita situación, había momentos en los que me sentía al borde de un precipicio, en el que ganas no me faltaban de lanzarme a causa de la desesperación y el dolor que me estaba consumiendo hasta las entrañas. A veces me pregunto… ¿qué cabronadas habré echo en mi vida pasada, para venir a padecer sufrimientos y tristezas en esta mi nueva y descontrolada vida? ¿Habré sido tan hijo de puta como para tener la desdicha de renacer a una nueva vida y lavar de ese modo mis culpas? No entendía que era precisamente lo que la vida esperaba de mí… a cambio de… un miserable momento de paz… de estabilidad. Toda mi vida ha sido un maldito caos, de la misma manera que mi familia, que día con día se desmoronaba sin que ninguno de nosotros hiciera algo por evitarlo. ¿Qué más daba tener que soportar y vivir en una familia emocionalmente disfuncional, cuando todos actuábamos de distintas maneras menos como una familia? con un padre preocupado por guardar las apariencias y con Camilla queriendo interferir en nuestras vidas, como si ella tuviera algún derecho sobre nosotros. Ya nada ni nadie tenía sentido en este lugar… así que… ¿qué sentido tenía la vida cuando no tienes nada que te sostenga?, con William en el hospital, Diana en una clínica de rehabilitación, mi padre sumergido en sus obligaciones y los médicos con las típicas palabras vacías, la clásica ambigüedad: “Solo nos resta esperar un milagro”. Milagros, milagros… hablan de milagros y de tener fe cuando la ciencia muchas veces se ve aplastada y cegada por la razón. “Debe tener paciencia, hoy en día la medicina ha avanzado lo suficiente, y existen métodos falibles que ayudaran con el tiempo a la recuperación del paciente; tenga plena seguridad de que su hermano se encuentra en manos de los mejores expertos”. En lo personal yo ya no sabía en que creer, o mejor dicho en que aferrarme para lograr sobrellevar toda esta situación; poco a poco me estaba sumergiendo en un vacio sin límites, un vacio en el que estaba consiente que jamás tocaría fondo y me arrastraría sin ninguna consideración. Giré bruscamente el manillar derecho que indicaba el acelerador de la motocicleta; y sin soltar el embrague en ningún momento, empujé ligeramente con mi pantorrilla izquierda la palanca de velocidades hasta meter tercera, obligándola a dar la cuarta parte de su capacidad, lo que la hizo rugir entre mis piernas como un animal agresivo, dispuesto a atacar en cualquier momento. La adrenalina fluía por mi cuerpo, cosquilleándome las venas; tentándome a obligar a la motocicleta a explotar su máxima capacidad. ¿Qué demonios ganaba con poner mi propia vida en riesgo? Nada, pero el sentir la adrenalina recorriendo cada parte de mi cuerpo, era una sensación que me hacía divagar y olvidar por un breve instante el dolor que me estaba consumiendo, inundándome en un mar se sensaciones inexplicables. La velocidad y la adrenalina eran parte de mi vida… y eso era algo que mi padre nunca sería capaz de comprender. Apreté el embrague y el freno delantero suavemente, disminuyendo poco a poco la velocidad; apoyando mis pies en el suelo para de esa manera sostener la motocicleta y frenar sin brusquedad, aparcándola cerca del muelle. Después de varios minutos de caminar por la costera con una hielera bajo el brazo y una tabla de surfeo, me situé a orillas de la playa; cerré los ojos rindiéndome ante la brisa salina y el viento golpeando mi rostro. Respiré lenta y profundamente; la tranquilidad del océano era como una suave caricia que me reconfortaba en estos momentos de desesperación y soledad. Solté la hielera sobre la arena, al igual que la tabla; flexioné los brazos hasta sacarme la playera, haciéndola un bulto y arrojándola a un lado, para recoger la tabla de surfeo y zambullirme en el océano, sobre la tabla de surf, dando constantes braseadas hasta adentrarme en él. Surcar las olas, me embargaba de una sensación de libertad y júbilo que hacía olvidarme de todo… como el mar y yo fuéramos uno solo y nada, absolutamente nada existiera a nuestro alrededor. Después de varios minutos, nadé de regreso a la orilla. Inhalé y exhalé hondamente, bajo los tenues y apenas visibles rayos del sol que se asomaban entre la negrura del día. Dejé caer la tabla de surf a un lado, sentándome en la arena, tomé una botella de cerveza y con un simple movimiento del destapador la tapa salió disparada a un lado, emanando un sonido gaseoso. Bebí de un solo trago toda mi cerveza, regocijándome de la sensación de placer que me provocaba el disfrutar de una fresca y deliciosa cerveza. Inspiré profundamente, destapando otra cerveza y dándole un largo trago, limitándome a mirar de una manera ausente y distraída el horizonte, el sonido de las olas, el océano en su plenitud daba a mi alma la tranquilidad que tanto anhelaba. Ni siquiera fui capaz de forzar un lastimero intento de sonrisa, cuando escuché una voz que no me costó trabajo reconocer, a pesar de que no era una voz que solía escuchar frecuentemente, reconocería ese tono ciegamente. En vez de mostrar un rostro más amable, este se ensombreció en el momento que los tenues rayos del sol se vieron opacados por una nube pasajera que los cubrió en su totalidad. – Nada que no se haya sabido con anterioridad ¿no te parece? – abordé monótonamente, para después dar un largo trago a mi cerveza. Durante los últimos días, el único tema “controversial” para la prensa era el siguiente: “Henry Windsor: ¿en la depresión post-rompimiento?. El chico volvió a la soltería y no puede ocultar su tristeza ¡sniff!. Los rompimientos siempre son difíciles de superar y tal parece que el príncipe Henry está sumido en la depresión por que ahora tiene que olvidar a Irene Urdangarín, quien fue su novia por más de tres meses. Una fuente cercana a la ex pareja afirma que se dieron un break. Los horarios poco compatibles hicieron que el amor se apagara. Por otro lado, fuentes más rigurosas y confiables rumoran que la verdadera causa que marcó el fin de la relación de la joven pareja de enamorados se debió a que Irene Urdangarín mantenía un romance clandestino con su profesor de Cultura Clásica; sin duda, un golpe terrible para Henry. Con su hermano mayor, William, que fue trasladado a urgencias a causa de un accidente durante el mes de septiembre, y su hermana menor, Diana, en rehabilitación por la constante presión que ha vivido en los últimos meses la adolescente británica; la familia real se ha visto en una dura y difícil situación con sus herederos. La pregunta que muchos de ustedes se formulan, pero pocos se atreven a expresar es: Los hechos recientes ¿conllevaran a que el príncipe Henry vuelva a las andadas?. Eso es algo que está por verse, por lo que estaremos muy al pendiente de nuestro joven príncipe. Mientras tanto: Chicas, ¿quién se apunta a consolar a uno de los príncipes más apuestos de la monarquía europea? ¡Uff! Vaya pregunta ¿verdad?. A partir de hoy… ¡Guerra sin cuartel!”. – ¿Te parece extraño que algunos quieran desprenderse de la patética rutina? ó, no… mejor dicho que raro que algunos quieran desprenderse de la patética vida a la que fueron… ¿“condenados”? – mascullé con burda ironía, sin detenerme a pensar si era correcto o no expresarme de esa forma. Desde hace algún tiempo había dejado de ser esa persona que Bea describía... por diferentes razones que me obligaron a dejar de lado la vida empedernida que había adoptado en llevar. ¿De qué había servido intentar ser una mejor persona, cuando a nadie le interesaba en lo más mínimo?. De reojo noté y percibí la suavidad de uno de sus delicados dedos repasaba de arriba hacia abajo contorneando mi brazo y una de sus clásicas sonrisas dibujándose en su rostro. – Aunque, viéndolo de otro modo… podría preguntarte lo mismo. – añadí, mirándole con el ceño ligeramente fruncido, denotando curiosidad, antes de darle otro trago a mi cerveza. – ¿A quien has venido a romperle el corazón el día de hoy, dolce Bea? – pregunté casualmente, como si me limitara a preguntar la hora o a comentar el clima; dándole un acento italiano a las dos últimas palabras. Conocía a Bea desde hace algún tiempo… y su fama y reputación daba mucho que desear a los ojos de los demás, quiénes de la misma manera que a mí, tachaban su comportamiento como inapropiado. Pero, ¿quién era yo para juzgarla?, a diferencia de las personas, yo no me ocultaba detrás de una máscara de hipocresía.
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Mensaje  ιzzy нale Sáb Nov 19, 2011 8:50 pm

Zara Phillips
as: Zara Anne Elizabeth Phillips
+ Universitaria - Tercer año (Enfermería) >> Equitación ;; Teatro & Música ;; Natación
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Desde el momento que puse un pie en esta isla, las cosas no habían dado paso a mejorar entre la situación por la que estaban atravesando William y Diana, y lo que más me angustiaba era ver a Henry al borde de una crisis nerviosa, por no saber que hacer. Henry, era demasiado impulsivo y la mayoría de las veces actuaba sin pensar en las consecuencias... por otro lado, Diana parecía cada vez más ausente… lejos de la realidad, como si una barrera invisible nos separara de su realidad, y de una realidad que se negaba afrontar y a superar. La muerte de mi abuela, sin duda fue un golpe terrible para todos nosotros… su ausencia había dejado un vacio en cada uno de nosotros, una herida que no sabía si con el tiempo sanaría… aunque al final las heridas lo único que dejan a su paso son solo cicatrices. Han pasado meses, desde que mi abuela nos abandonó y aunque el tiempo lo cura todo, aún no he encontrado la resignación que toda persona necesita para afrontar un golpe tan duro, como el de perder a una de las personas que más has amado en la vida. Por lo que trato de enfocarme en mis estudios, como medio de distracción para no pensar y de alguna manera olvidar todo lo que viví durante el verano y retomar mi vida con la mayor normalidad del mundo… pero, no era nada sencillo. Con todo lo que he estado viviendo las últimas semanas, apenas había tenido tiempo de adaptarme y recorrer las instalaciones de la Universidad… Henry, me acompañaba a mis clases y siempre que podíamos desayunábamos o almorzábamos juntos, incluso me había dibujado un mapa de la Universidad, el cual me ha sido de gran ayuda ahorrándome la vergüenza de tener que preguntar donde quedaba cada lugar en la Universidad, más que nada por que lo que menos deseaba era recibir consideraciones especiales por parte de las personas, solo por ser… nieta de un monarca, aunque en realidad jamás me he considerado especial ni mucho menos diferente al resto de las demás personas… un aspecto que aprendí y sobre todo siempre he admirado en mis padres, quiénes a fin de cuentas decidieron hacer una vida normal sin ninguna clase de complicaciones emocionales, naturalmente la decisión de mamá de vivir una vida tranquila, no le impidió dejar de lado ni mucho menos cumplir con sus obligaciones… Lástima que la felicidad que alguna vez existió entre ellos no fue suficiente como para seguir juntos, sin embargo, viendo el lado positivo de la situación… me alegraba el saber que eran felices, aunque no estuvieran juntos, como a Peter y a mí nos hubiera gustado. Eché ligeramente la cabeza hacia atrás, sacándome el casco de la cabeza y agitando suavemente mi mata de cabello rubio, sintiendo una suave y fresca brisa golpeando mi rostro. Inhalé y exhalé profundamente aspirando el aire, sintiendo como este llenaba mis pulmones. En el pueblo, se respiraba un ambiente de alegría y de expectación por la noche de Halloween… especialmente entre los niños quiénes eran los más entusiasmados con la idea de disfrazarse y salir a pedir dulces. Esbocé una pequeña sonrisa en mi rostro, aparcando la motocicleta afuera de los portales ubicados en la plaza principal. No había tenido oportunidad de conocer el pueblo… por lo que decidí aprovechar la oportunidad de ir al pueblo a buscar un disfraz para la fiesta de disfraces que se llevaría a cabo por la noche. Tras el incidente en la feria de las naciones… tanto mis padres, como Tim, mi Tío Charles, mi Tío Andrew y mi Tío Edward habían tomado sus propias medidas de seguridad… a todos y cada uno de mis primos nos habían asignado un guarura que estuviera con nosotros las 24 hrs del día… y aunque la idea no me agradara, comprendía su preocupación. En fin, Henry, me había echo el favor de prestarme su motocicleta… y a pesar de su insistencia por acompañarme, lo convencí de quedarse en la Universidad, teniendo en cuenta que se había ofrecido para formar parte del Comité de Organización de Eventos no quería que por mi culpa lo regañaran por faltar a sus obligaciones. Suspiré pesadamente, al tiempo que guardaba el casco en el cubículo interno del asiento, donde Henry siempre tenía guardado un casco de repuesto para algún pasajero. Sinceramente, no imaginarme la cara que pondría mamá si supiera que sé conducía esas cosas, como ella las llamaba. Negué suavemente con una sonrisa en mi rostro, mientras guardaba las llaves en mi bolso, para posteriormente echarme a caminar tranquilamente por la acera. No sin antes asegurarme y echar un vistazo por encima de mi hombro, que Reed, mi guarura no me estuviera siguiendo. Respiré aliviada, siguiendo con mi camino, deteniéndome de vez en cuando a observar los escaparates de los almacenes. Justo en ese momento a través de una de las vitrinas, observé al otro lado de la calle la silueta de una persona que me llamó mi atención al resultarme muy familiar. Pardeé varias veces seguidas, asegurándome que mis ojos no me estuvieran jugando una mala jugarreta… ¿qué posibilidades habría de que…? Giré mi rostro con asombro… Si, si… era él… me reafirme dentro de mis pensamientos, sintiendo de pronto una peculiar alegría. Caminé lentamente hasta él, aprovechando que se había detenido a observar un escaparate de la tienda de enfrente. – ¿Zac… Santana? ¿Eres tú? – pregunté con extraña curiosidad, posiblemente lo estaba confundiendo… o quizás no, la curiosidad por saber si era o no el muchacho alegre que había conocido hace tres veranos exactamente durante un viaje a Miami en el cual había acompañado a Henry; era algo que me estaba matando de la curiosidad.
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Mensaje  ιzzy нale Dom Nov 20, 2011 12:54 am


<font style="font-size: 31pt; font-family: mekanik let; letter-spacing: -3px; text-shadow: #000000 1px 1px 0px;"><font color="#64462c">{ Henry Windsor }</font> </font>

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No era capaz de comprender en que punto mi vida se había convertido en un verdadero infierno, pero, más que un infierno, en un desierto de soledad en donde me encontraba vagando sin rumbo fijo, sin un lugar a donde ir. Las desgracias en nuestra familia tenían nombre propio: Camilla Parker, a quien siempre he considerado una desconocida que profanó el lugar de mi madre; pero el culpar a Camilla de todas y cada una de nuestras desgracias, no aliviaba el maldito dolor que me estaba consumiendo por dentro. ¿Qué sentido tenía seguir adelante, cuando las personas que más has amado te abandonan? ¿Qué sentido tenía la vida, cuando todo lo que has amado te lo arrebata sin ninguna consideración? De una forma o de otra había perdido mis únicas razones para mantenerme en pie... y ahora ya nada ni nadie tenía sentido para mí. Estaba HARTO de esta maldita situación, había momentos en los que me sentía al borde de un precipicio, en el que ganas no me faltaban de lanzarme a causa de la desesperación y el dolor que me estaba consumiendo hasta las entrañas. A veces me pregunto… ¿qué cabronadas habré echo en mi vida pasada, para venir a padecer sufrimientos y tristezas en esta mi nueva y descontrolada vida? ¿Habré sido tan hijo de puta como para tener la desdicha de renacer a una nueva vida y lavar de ese modo mis culpas? No entendía que era precisamente lo que la vida esperaba de mí… a cambio de… un miserable momento de paz… de estabilidad. Toda mi vida ha sido un maldito caos, de la misma manera que mi familia, que día con día se desmoronaba sin que ninguno de nosotros hiciera algo por evitarlo. ¿Qué más daba tener que soportar y vivir en una familia emocionalmente disfuncional, cuando todos actuábamos de distintas maneras menos como una familia? con un padre preocupado por guardar las apariencias y con Camilla queriendo interferir en nuestras vidas, como si ella tuviera algún derecho sobre nosotros. Ya nada ni nadie tenía sentido en este lugar… así que… ¿qué sentido tenía la vida cuando no tienes nada que te sostenga?, con William en el hospital, Diana en una clínica de rehabilitación, mi padre sumergido en sus obligaciones y los médicos con las típicas palabras vacías, la clásica ambigüedad: “Solo nos resta esperar un milagro”. Milagros, milagros… hablan de milagros y de tener fe cuando la ciencia muchas veces se ve aplastada y cegada por la razón. “Debe tener paciencia, hoy en día la medicina ha avanzado lo suficiente, y existen métodos falibles que ayudaran con el tiempo a la recuperación del paciente; tenga plena seguridad de que su hermano se encuentra en manos de los mejores expertos”. En lo personal yo ya no sabía en que creer, o mejor dicho en que aferrarme para lograr sobrellevar toda esta situación; poco a poco me estaba sumergiendo en un vacio sin límites, un vacio en el que estaba consiente que jamás tocaría fondo y me arrastraría sin ninguna consideración. Giré bruscamente el manillar derecho que indicaba el acelerador de la motocicleta; y sin soltar el embrague en ningún momento, empujé ligeramente con mi pantorrilla izquierda la palanca de velocidades hasta meter tercera, obligándola a dar la cuarta parte de su capacidad, lo que la hizo rugir entre mis piernas como un animal agresivo, dispuesto a atacar en cualquier momento. La adrenalina fluía por mi cuerpo, cosquilleándome las venas; tentándome a obligar a la motocicleta a explotar su máxima capacidad. ¿Qué demonios ganaba con poner mi propia vida en riesgo? Nada, pero el sentir la adrenalina recorriendo cada parte de mi cuerpo, era una sensación que me hacía divagar y olvidar por un breve instante el dolor que me estaba consumiendo, inundándome en un mar se sensaciones inexplicables. La velocidad y la adrenalina eran parte de mi vida… y eso era algo que mi padre nunca sería capaz de comprender. Apreté el embrague y el freno delantero suavemente, disminuyendo poco a poco la velocidad; apoyando mis pies en el suelo para de esa manera sostener la motocicleta y frenar sin brusquedad, aparcándola cerca del muelle. Después de varios minutos de caminar por la costera con una hielera bajo el brazo y una tabla de surfeo, me situé a orillas de la playa; cerré los ojos rindiéndome ante la brisa salina y el viento golpeando mi rostro. Respiré lenta y profundamente; la tranquilidad del océano era como una suave caricia que me reconfortaba en estos momentos de desesperación y soledad. Solté la hielera sobre la arena, al igual que la tabla; flexioné los brazos hasta sacarme la playera, haciéndola un bulto y arrojándola a un lado, para recoger la tabla de surfeo y zambullirme en el océano, sobre la tabla de surf, dando constantes braseadas hasta adentrarme en él. Surcar las olas, me embargaba de una sensación de libertad y júbilo que hacía olvidarme de todo… como el mar y yo fuéramos uno solo y nada, absolutamente nada existiera a nuestro alrededor. Después de varios minutos, nadé de regreso a la orilla. Inhalé y exhalé hondamente, bajo los tenues y apenas visibles rayos del sol que se asomaban entre la negrura del día. Dejé caer la tabla de surf a un lado, sentándome en la arena, tomé una botella de cerveza y con un simple movimiento del destapador la tapa salió disparada a un lado, emanando un sonido gaseoso. Bebí de un solo trago toda mi cerveza, regocijándome de la sensación de placer que me provocaba el disfrutar de una fresca y deliciosa cerveza. Inspiré profundamente, destapando otra cerveza y dándole un largo trago, limitándome a mirar de una manera ausente y distraída el horizonte, el sonido de las olas, el océano en su plenitud daba a mi alma la tranquilidad que tanto anhelaba. Ni siquiera fui capaz de forzar un lastimero intento de sonrisa, cuando escuché una voz que no me costó trabajo reconocer, a pesar de que no era una voz que solía escuchar frecuentemente, reconocería ese tono ciegamente. En vez de mostrar un rostro más amable, este se ensombreció en el momento que los tenues rayos del sol se vieron opacados por una nube pasajera que los cubrió en su totalidad. – Nada que no se haya sabido con anterioridad ¿no te parece? – abordé monótonamente, para después dar un largo trago a mi cerveza. Durante los últimos días, el único tema “controversial” para la prensa era el siguiente: “Henry Windsor: ¿en la depresión post-rompimiento?. El chico volvió a la soltería y no puede ocultar su tristeza ¡sniff!. Los rompimientos siempre son difíciles de superar y tal parece que el príncipe Henry está sumido en la depresión por que ahora tiene que olvidar a Irene Urdangarín, quien fue su novia por más de tres meses. Una fuente cercana a la ex pareja afirma que se dieron un break. Los horarios poco compatibles hicieron que el amor se apagara. Por otro lado, fuentes más rigurosas y confiables rumoran que la verdadera causa que marcó el fin de la relación de la joven pareja de enamorados se debió a que Irene Urdangarín mantenía un romance clandestino con su profesor de Cultura Clásica; sin duda, un golpe terrible para Henry. Con su hermano mayor, William, que fue trasladado a urgencias a causa de un accidente durante el mes de septiembre, y su hermana menor, Diana, en rehabilitación por la constante presión que ha vivido en los últimos meses la adolescente británica; la familia real se ha visto en una dura y difícil situación con sus herederos. La pregunta que muchos de ustedes se formulan, pero pocos se atreven a expresar es: Los hechos recientes ¿conllevaran a que el príncipe Henry vuelva a las andadas?. Eso es algo que está por verse, por lo que estaremos muy al pendiente de nuestro joven príncipe. Mientras tanto: Chicas, ¿quién se apunta a consolar a uno de los príncipes más apuestos de la monarquía europea? ¡Uff! Vaya pregunta ¿verdad?. A partir de hoy… ¡Guerra sin cuartel!”. – ¿Te parece extraño que algunos quieran desprenderse de la patética rutina? ó, no… mejor dicho que raro que algunos quieran desprenderse de la patética vida a la que fueron… ¿“condenados”? – mascullé con burda ironía, sin detenerme a pensar si era correcto o no expresarme de esa forma. Desde hace algún tiempo había dejado de ser esa persona que Bea describía... por diferentes razones que me obligaron a dejar de lado la vida empedernida que había adoptado en llevar. ¿De qué había servido intentar ser una mejor persona, cuando a nadie le interesaba en lo más mínimo?. De reojo noté y percibí la suavidad de uno de sus delicados dedos repasaba de arriba hacia abajo contorneando mi brazo y una de sus clásicas sonrisas dibujándose en su rostro. – Aunque, viéndolo de otro modo… podría preguntarte lo mismo. – añadí, mirándole con el ceño ligeramente fruncido, denotando curiosidad, antes de darle otro trago a mi cerveza. – ¿A quien has venido a romperle el corazón el día de hoy, dolce Bea? – pregunté casualmente, como si me limitara a preguntar la hora o a comentar el clima; dándole un acento italiano a las dos últimas palabras. Conocía a Bea desde hace algún tiempo… y su fama y reputación daba mucho que desear a los ojos de los demás, quiénes de la misma manera que a mí, tachaban su comportamiento como inapropiado. Pero, ¿quién era yo para juzgarla?, a diferencia de las personas, yo no me ocultaba detrás de una máscara de hipocresía.


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Mensaje  ιzzy нale Dom Nov 20, 2011 1:23 am

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Mensaje  ιzzy нale Dom Nov 20, 2011 1:27 am


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No era capaz de comprender en que punto mi vida se había convertido en un verdadero infierno, pero, más que un infierno, en un desierto de soledad en donde me encontraba vagando sin rumbo fijo, sin un lugar a donde ir. Las desgracias en nuestra familia tenían nombre propio: Camilla Parker, a quien siempre he considerado una desconocida que profanó el lugar de mi madre; pero el culpar a Camilla de todas y cada una de nuestras desgracias, no aliviaba el maldito dolor que me estaba consumiendo por dentro. ¿Qué sentido tenía seguir adelante, cuando las personas que más has amado te abandonan? ¿Qué sentido tenía la vida, cuando todo lo que has amado te lo arrebata sin ninguna consideración? De una forma o de otra había perdido mis únicas razones para mantenerme en pie... y ahora ya nada ni nadie tenía sentido para mí. Estaba HARTO de esta maldita situación, había momentos en los que me sentía al borde de un precipicio, en el que ganas no me faltaban de lanzarme a causa de la desesperación y el dolor que me estaba consumiendo hasta las entrañas. A veces me pregunto… ¿qué cabronadas habré echo en mi vida pasada, para venir a padecer sufrimientos y tristezas en esta mi nueva y descontrolada vida? ¿Habré sido tan hijo de puta como para tener la desdicha de renacer a una nueva vida y lavar de ese modo mis culpas? No entendía que era precisamente lo que la vida esperaba de mí… a cambio de… un miserable momento de paz… de estabilidad. Toda mi vida ha sido un maldito caos, de la misma manera que mi familia, que día con día se desmoronaba sin que ninguno de nosotros hiciera algo por evitarlo. ¿Qué más daba tener que soportar y vivir en una familia emocionalmente disfuncional, cuando todos actuábamos de distintas maneras menos como una familia? con un padre preocupado por guardar las apariencias y con Camilla queriendo interferir en nuestras vidas, como si ella tuviera algún derecho sobre nosotros. Ya nada ni nadie tenía sentido en este lugar… así que… ¿qué sentido tenía la vida cuando no tienes nada que te sostenga?, con William en el hospital, Diana en una clínica de rehabilitación, mi padre sumergido en sus obligaciones y los médicos con las típicas palabras vacías, la clásica ambigüedad: “Solo nos resta esperar un milagro”. Milagros, milagros… hablan de milagros y de tener fe cuando la ciencia muchas veces se ve aplastada y cegada por la razón. “Debe tener paciencia, hoy en día la medicina ha avanzado lo suficiente, y existen métodos falibles que ayudaran con el tiempo a la recuperación del paciente; tenga plena seguridad de que su hermano se encuentra en manos de los mejores expertos”. En lo personal yo ya no sabía en que creer, o mejor dicho en que aferrarme para lograr sobrellevar toda esta situación; poco a poco me estaba sumergiendo en un vacio sin límites, un vacio en el que estaba consiente que jamás tocaría fondo y me arrastraría sin ninguna consideración. Giré bruscamente el manillar derecho que indicaba el acelerador de la motocicleta; y sin soltar el embrague en ningún momento, empujé ligeramente con mi pantorrilla izquierda la palanca de velocidades hasta meter tercera, obligándola a dar la cuarta parte de su capacidad, lo que la hizo rugir entre mis piernas como un animal agresivo, dispuesto a atacar en cualquier momento. La adrenalina fluía por mi cuerpo, cosquilleándome las venas; tentándome a obligar a la motocicleta a explotar su máxima capacidad. ¿Qué demonios ganaba con poner mi propia vida en riesgo? Nada, pero el sentir la adrenalina recorriendo cada parte de mi cuerpo, era una sensación que me hacía divagar y olvidar por un breve instante el dolor que me estaba consumiendo, inundándome en un mar se sensaciones inexplicables. La velocidad y la adrenalina eran parte de mi vida… y eso era algo que mi padre nunca sería capaz de comprender. Apreté el embrague y el freno delantero suavemente, disminuyendo poco a poco la velocidad; apoyando mis pies en el suelo para de esa manera sostener la motocicleta y frenar sin brusquedad, aparcándola cerca del muelle. Después de varios minutos de caminar por la costera con una hielera bajo el brazo y una tabla de surfeo, me situé a orillas de la playa; cerré los ojos rindiéndome ante la brisa salina y el viento golpeando mi rostro. Respiré lenta y profundamente; la tranquilidad del océano era como una suave caricia que me reconfortaba en estos momentos de desesperación y soledad. Solté la hielera sobre la arena, al igual que la tabla; flexioné los brazos hasta sacarme la playera, haciéndola un bulto y arrojándola a un lado, para recoger la tabla de surfeo y zambullirme en el océano, sobre la tabla de surf, dando constantes braseadas hasta adentrarme en él. Surcar las olas, me embargaba de una sensación de libertad y júbilo que hacía olvidarme de todo… como el mar y yo fuéramos uno solo y nada, absolutamente nada existiera a nuestro alrededor. Después de varios minutos, nadé de regreso a la orilla. Inhalé y exhalé hondamente, bajo los tenues y apenas visibles rayos del sol que se asomaban entre la negrura del día. Dejé caer la tabla de surf a un lado, sentándome en la arena, tomé una botella de cerveza y con un simple movimiento del destapador la tapa salió disparada a un lado, emanando un sonido gaseoso. Bebí de un solo trago toda mi cerveza, regocijándome de la sensación de placer que me provocaba el disfrutar de una fresca y deliciosa cerveza. Inspiré profundamente, destapando otra cerveza y dándole un largo trago, limitándome a mirar de una manera ausente y distraída el horizonte, el sonido de las olas, el océano en su plenitud daba a mi alma la tranquilidad que tanto anhelaba. Ni siquiera fui capaz de forzar un lastimero intento de sonrisa, cuando escuché una voz que no me costó trabajo reconocer, a pesar de que no era una voz que solía escuchar frecuentemente, reconocería ese tono ciegamente. En vez de mostrar un rostro más amable, este se ensombreció en el momento que los tenues rayos del sol se vieron opacados por una nube pasajera que los cubrió en su totalidad. – Nada que no se haya sabido con anterioridad ¿no te parece? – abordé monótonamente, para después dar un largo trago a mi cerveza. Durante los últimos días, el único tema “controversial” para la prensa era el siguiente: “Henry Windsor: ¿en la depresión post-rompimiento?. El chico volvió a la soltería y no puede ocultar su tristeza ¡sniff!. Los rompimientos siempre son difíciles de superar y tal parece que el príncipe Henry está sumido en la depresión por que ahora tiene que olvidar a Irene Urdangarín, quien fue su novia por más de tres meses. Una fuente cercana a la ex pareja afirma que se dieron un break. Los horarios poco compatibles hicieron que el amor se apagara. Por otro lado, fuentes más rigurosas y confiables rumoran que la verdadera causa que marcó el fin de la relación de la joven pareja de enamorados se debió a que Irene Urdangarín mantenía un romance clandestino con su profesor de Cultura Clásica; sin duda, un golpe terrible para Henry. Con su hermano mayor, William, que fue trasladado a urgencias a causa de un accidente durante el mes de septiembre, y su hermana menor, Diana, en rehabilitación por la constante presión que ha vivido en los últimos meses la adolescente británica; la familia real se ha visto en una dura y difícil situación con sus herederos. La pregunta que muchos de ustedes se formulan, pero pocos se atreven a expresar es: Los hechos recientes ¿conllevaran a que el príncipe Henry vuelva a las andadas?. Eso es algo que está por verse, por lo que estaremos muy al pendiente de nuestro joven príncipe. Mientras tanto: Chicas, ¿quién se apunta a consolar a uno de los príncipes más apuestos de la monarquía europea? ¡Uff! Vaya pregunta ¿verdad?. A partir de hoy… ¡Guerra sin cuartel!”. – ¿Te parece extraño que algunos quieran desprenderse de la patética rutina? ó, no… mejor dicho que raro que algunos quieran desprenderse de la patética vida a la que fueron… ¿“condenados”? – mascullé con burda ironía, sin detenerme a pensar si era correcto o no expresarme de esa forma. Desde hace algún tiempo había dejado de ser esa persona que Bea describía... por diferentes razones que me obligaron a dejar de lado la vida empedernida que había adoptado en llevar. ¿De qué había servido intentar ser una mejor persona, cuando a nadie le interesaba en lo más mínimo?. De reojo noté y percibí la suavidad de uno de sus delicados dedos repasaba de arriba hacia abajo contorneando mi brazo y una de sus clásicas sonrisas dibujándose en su rostro. – Aunque, viéndolo de otro modo… podría preguntarte lo mismo. – añadí, mirándole con el ceño ligeramente fruncido, denotando curiosidad, antes de darle otro trago a mi cerveza. – ¿A quien has venido a romperle el corazón el día de hoy, dolce Bea? – pregunté casualmente, como si me limitara a preguntar la hora o a comentar el clima; dándole un acento italiano a las dos últimas palabras. Conocía a Bea desde hace algún tiempo… y su fama y reputación daba mucho que desear a los ojos de los demás, quiénes de la misma manera que a mí, tachaban su comportamiento como inapropiado. Pero, ¿quién era yo para juzgarla?, a diferencia de las personas, yo no me ocultaba detrás de una máscara de hipocresía.
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Mensaje  ιzzy нale Dom Nov 20, 2011 1:40 am


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No era capaz de comprender en que punto mi vida se había convertido en un verdadero infierno, pero, más que un infierno, en un desierto de soledad en donde me encontraba vagando sin rumbo fijo, sin un lugar a donde ir. Las desgracias en nuestra familia tenían nombre propio: Camilla Parker, a quien siempre he considerado una desconocida que profanó el lugar de mi madre; pero el culpar a Camilla de todas y cada una de nuestras desgracias, no aliviaba el maldito dolor que me estaba consumiendo por dentro. ¿Qué sentido tenía seguir adelante, cuando las personas que más has amado te abandonan? ¿Qué sentido tenía la vida, cuando todo lo que has amado te lo arrebata sin ninguna consideración? De una forma o de otra había perdido mis únicas razones para mantenerme en pie... y ahora ya nada ni nadie tenía sentido para mí. Estaba HARTO de esta maldita situación, había momentos en los que me sentía al borde de un precipicio, en el que ganas no me faltaban de lanzarme a causa de la desesperación y el dolor que me estaba consumiendo hasta las entrañas. A veces me pregunto… ¿qué cabronadas habré echo en mi vida pasada, para venir a padecer sufrimientos y tristezas en esta mi nueva y descontrolada vida? ¿Habré sido tan hijo de puta como para tener la desdicha de renacer a una nueva vida y lavar de ese modo mis culpas? No entendía que era precisamente lo que la vida esperaba de mí… a cambio de… un miserable momento de paz… de estabilidad. Toda mi vida ha sido un maldito caos, de la misma manera que mi familia, que día con día se desmoronaba sin que ninguno de nosotros hiciera algo por evitarlo. ¿Qué más daba tener que soportar y vivir en una familia emocionalmente disfuncional, cuando todos actuábamos de distintas maneras menos como una familia? con un padre preocupado por guardar las apariencias y con Camilla queriendo interferir en nuestras vidas, como si ella tuviera algún derecho sobre nosotros. Ya nada ni nadie tenía sentido en este lugar… así que… ¿qué sentido tenía la vida cuando no tienes nada que te sostenga?, con William en el hospital, Diana en una clínica de rehabilitación, mi padre sumergido en sus obligaciones y los médicos con las típicas palabras vacías, la clásica ambigüedad: “Solo nos resta esperar un milagro”. Milagros, milagros… hablan de milagros y de tener fe cuando la ciencia muchas veces se ve aplastada y cegada por la razón. “Debe tener paciencia, hoy en día la medicina ha avanzado lo suficiente, y existen métodos falibles que ayudaran con el tiempo a la recuperación del paciente; tenga plena seguridad de que su hermano se encuentra en manos de los mejores expertos”. En lo personal yo ya no sabía en que creer, o mejor dicho en que aferrarme para lograr sobrellevar toda esta situación; poco a poco me estaba sumergiendo en un vacio sin límites, un vacio en el que estaba consiente que jamás tocaría fondo y me arrastraría sin ninguna consideración. Giré bruscamente el manillar derecho que indicaba el acelerador de la motocicleta; y sin soltar el embrague en ningún momento, empujé ligeramente con mi pantorrilla izquierda la palanca de velocidades hasta meter tercera, obligándola a dar la cuarta parte de su capacidad, lo que la hizo rugir entre mis piernas como un animal agresivo, dispuesto a atacar en cualquier momento. La adrenalina fluía por mi cuerpo, cosquilleándome las venas; tentándome a obligar a la motocicleta a explotar su máxima capacidad. ¿Qué demonios ganaba con poner mi propia vida en riesgo? Nada, pero el sentir la adrenalina recorriendo cada parte de mi cuerpo, era una sensación que me hacía divagar y olvidar por un breve instante el dolor que me estaba consumiendo, inundándome en un mar se sensaciones inexplicables. La velocidad y la adrenalina eran parte de mi vida… y eso era algo que mi padre nunca sería capaz de comprender. Apreté el embrague y el freno delantero suavemente, disminuyendo poco a poco la velocidad; apoyando mis pies en el suelo para de esa manera sostener la motocicleta y frenar sin brusquedad, aparcándola cerca del muelle. Después de varios minutos de caminar por la costera con una hielera bajo el brazo y una tabla de surfeo, me situé a orillas de la playa; cerré los ojos rindiéndome ante la brisa salina y el viento golpeando mi rostro. Respiré lenta y profundamente; la tranquilidad del océano era como una suave caricia que me reconfortaba en estos momentos de desesperación y soledad. Solté la hielera sobre la arena, al igual que la tabla; flexioné los brazos hasta sacarme la playera, haciéndola un bulto y arrojándola a un lado, para recoger la tabla de surfeo y zambullirme en el océano, sobre la tabla de surf, dando constantes braseadas hasta adentrarme en él. Surcar las olas, me embargaba de una sensación de libertad y júbilo que hacía olvidarme de todo… como el mar y yo fuéramos uno solo y nada, absolutamente nada existiera a nuestro alrededor. Después de varios minutos, nadé de regreso a la orilla. Inhalé y exhalé hondamente, bajo los tenues y apenas visibles rayos del sol que se asomaban entre la negrura del día. Dejé caer la tabla de surf a un lado, sentándome en la arena, tomé una botella de cerveza y con un simple movimiento del destapador la tapa salió disparada a un lado, emanando un sonido gaseoso. Bebí de un solo trago toda mi cerveza, regocijándome de la sensación de placer que me provocaba el disfrutar de una fresca y deliciosa cerveza. Inspiré profundamente, destapando otra cerveza y dándole un largo trago, limitándome a mirar de una manera ausente y distraída el horizonte, el sonido de las olas, el océano en su plenitud daba a mi alma la tranquilidad que tanto anhelaba. Ni siquiera fui capaz de forzar un lastimero intento de sonrisa, cuando escuché una voz que no me costó trabajo reconocer, a pesar de que no era una voz que solía escuchar frecuentemente, reconocería ese tono ciegamente. En vez de mostrar un rostro más amable, este se ensombreció en el momento que los tenues rayos del sol se vieron opacados por una nube pasajera que los cubrió en su totalidad. – Nada que no se haya sabido con anterioridad ¿no te parece? – abordé monótonamente, para después dar un largo trago a mi cerveza. Durante los últimos días, el único tema “controversial” para la prensa era el siguiente: “Henry Windsor: ¿en la depresión post-rompimiento?. El chico volvió a la soltería y no puede ocultar su tristeza ¡sniff!. Los rompimientos siempre son difíciles de superar y tal parece que el príncipe Henry está sumido en la depresión por que ahora tiene que olvidar a Irene Urdangarín, quien fue su novia por más de tres meses. Una fuente cercana a la ex pareja afirma que se dieron un break. Los horarios poco compatibles hicieron que el amor se apagara. Por otro lado, fuentes más rigurosas y confiables rumoran que la verdadera causa que marcó el fin de la relación de la joven pareja de enamorados se debió a que Irene Urdangarín mantenía un romance clandestino con su profesor de Cultura Clásica; sin duda, un golpe terrible para Henry. Con su hermano mayor, William, que fue trasladado a urgencias a causa de un accidente durante el mes de septiembre, y su hermana menor, Diana, en rehabilitación por la constante presión que ha vivido en los últimos meses la adolescente británica; la familia real se ha visto en una dura y difícil situación con sus herederos. La pregunta que muchos de ustedes se formulan, pero pocos se atreven a expresar es: Los hechos recientes ¿conllevaran a que el príncipe Henry vuelva a las andadas?. Eso es algo que está por verse, por lo que estaremos muy al pendiente de nuestro joven príncipe. Mientras tanto: Chicas, ¿quién se apunta a consolar a uno de los príncipes más apuestos de la monarquía europea? ¡Uff! Vaya pregunta ¿verdad?. A partir de hoy… ¡Guerra sin cuartel!”. – ¿Te parece extraño que algunos quieran desprenderse de la patética rutina? ó, no… mejor dicho que raro que algunos quieran desprenderse de la patética vida a la que fueron… ¿“condenados”? – mascullé con burda ironía, sin detenerme a pensar si era correcto o no expresarme de esa forma. Desde hace algún tiempo había dejado de ser esa persona que Bea describía... por diferentes razones que me obligaron a dejar de lado la vida empedernida que había adoptado en llevar. ¿De qué había servido intentar ser una mejor persona, cuando a nadie le interesaba en lo más mínimo?. De reojo noté y percibí la suavidad de uno de sus delicados dedos repasaba de arriba hacia abajo contorneando mi brazo y una de sus clásicas sonrisas dibujándose en su rostro. – Aunque, viéndolo de otro modo… podría preguntarte lo mismo. – añadí, mirándole con el ceño ligeramente fruncido, denotando curiosidad, antes de darle otro trago a mi cerveza. – ¿A quien has venido a romperle el corazón el día de hoy, dolce Bea? – pregunté casualmente, como si me limitara a preguntar la hora o a comentar el clima; dándole un acento italiano a las dos últimas palabras. Conocía a Bea desde hace algún tiempo… y su fama y reputación daba mucho que desear a los ojos de los demás, quiénes de la misma manera que a mí, tachaban su comportamiento como inapropiado. Pero, ¿quién era yo para juzgarla?, a diferencia de las personas, yo no me ocultaba detrás de una máscara de hipocresía.
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Mensaje  ιzzy нale Dom Nov 20, 2011 4:26 am


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No era capaz de comprender en que punto mi vida se había convertido en un verdadero infierno, pero, más que un infierno, en un desierto de soledad en donde me encontraba vagando sin rumbo fijo, sin un lugar a donde ir. Las desgracias en nuestra familia tenían nombre propio: Camilla Parker, a quien siempre he considerado una desconocida que profanó el lugar de mi madre; pero el culpar a Camilla de todas y cada una de nuestras desgracias, no aliviaba el maldito dolor que me estaba consumiendo por dentro. ¿Qué sentido tenía seguir adelante, cuando las personas que más has amado te abandonan? ¿Qué sentido tenía la vida, cuando todo lo que has amado te lo arrebata sin ninguna consideración? De una forma o de otra había perdido mis únicas razones para mantenerme en pie... y ahora ya nada ni nadie tenía sentido para mí. Estaba HARTO de esta maldita situación, había momentos en los que me sentía al borde de un precipicio, en el que ganas no me faltaban de lanzarme a causa de la desesperación y el dolor que me estaba consumiendo hasta las entrañas. A veces me pregunto… ¿qué cabronadas habré echo en mi vida pasada, para venir a padecer sufrimientos y tristezas en esta mi nueva y descontrolada vida? ¿Habré sido tan hijo de puta como para tener la desdicha de renacer a una nueva vida y lavar de ese modo mis culpas? No entendía que era precisamente lo que la vida esperaba de mí… a cambio de… un miserable momento de paz… de estabilidad. Toda mi vida ha sido un maldito caos, de la misma manera que mi familia, que día con día se desmoronaba sin que ninguno de nosotros hiciera algo por evitarlo. ¿Qué más daba tener que soportar y vivir en una familia emocionalmente disfuncional, cuando todos actuábamos de distintas maneras menos como una familia? con un padre preocupado por guardar las apariencias y con Camilla queriendo interferir en nuestras vidas, como si ella tuviera algún derecho sobre nosotros. Ya nada ni nadie tenía sentido en este lugar… así que… ¿qué sentido tenía la vida cuando no tienes nada que te sostenga?, con William en el hospital, Diana en una clínica de rehabilitación, mi padre sumergido en sus obligaciones y los médicos con las típicas palabras vacías, la clásica ambigüedad: “Solo nos resta esperar un milagro”. Milagros, milagros… hablan de milagros y de tener fe cuando la ciencia muchas veces se ve aplastada y cegada por la razón. “Debe tener paciencia, hoy en día la medicina ha avanzado lo suficiente, y existen métodos falibles que ayudaran con el tiempo a la recuperación del paciente; tenga plena seguridad de que su hermano se encuentra en manos de los mejores expertos”. En lo personal yo ya no sabía en que creer, o mejor dicho en que aferrarme para lograr sobrellevar toda esta situación; poco a poco me estaba sumergiendo en un vacio sin límites, un vacio en el que estaba consiente que jamás tocaría fondo y me arrastraría sin ninguna consideración. Giré bruscamente el manillar derecho que indicaba el acelerador de la motocicleta; y sin soltar el embrague en ningún momento, empujé ligeramente con mi pantorrilla izquierda la palanca de velocidades hasta meter tercera, obligándola a dar la cuarta parte de su capacidad, lo que la hizo rugir entre mis piernas como un animal agresivo, dispuesto a atacar en cualquier momento. La adrenalina fluía por mi cuerpo, cosquilleándome las venas; tentándome a obligar a la motocicleta a explotar su máxima capacidad. ¿Qué demonios ganaba con poner mi propia vida en riesgo? Nada, pero el sentir la adrenalina recorriendo cada parte de mi cuerpo, era una sensación que me hacía divagar y olvidar por un breve instante el dolor que me estaba consumiendo, inundándome en un mar se sensaciones inexplicables. La velocidad y la adrenalina eran parte de mi vida… y eso era algo que mi padre nunca sería capaz de comprender. Apreté el embrague y el freno delantero suavemente, disminuyendo poco a poco la velocidad; apoyando mis pies en el suelo para de esa manera sostener la motocicleta y frenar sin brusquedad, aparcándola cerca del muelle. Después de varios minutos de caminar por la costera con una hielera bajo el brazo y una tabla de surfeo, me situé a orillas de la playa; cerré los ojos rindiéndome ante la brisa salina y el viento golpeando mi rostro. Respiré lenta y profundamente; la tranquilidad del océano era como una suave caricia que me reconfortaba en estos momentos de desesperación y soledad. Solté la hielera sobre la arena, al igual que la tabla; flexioné los brazos hasta sacarme la playera, haciéndola un bulto y arrojándola a un lado, para recoger la tabla de surfeo y zambullirme en el océano, sobre la tabla de surf, dando constantes braseadas hasta adentrarme en él. Surcar las olas, me embargaba de una sensación de libertad y júbilo que hacía olvidarme de todo… como el mar y yo fuéramos uno solo y nada, absolutamente nada existiera a nuestro alrededor. Después de varios minutos, nadé de regreso a la orilla. Inhalé y exhalé hondamente, bajo los tenues y apenas visibles rayos del sol que se asomaban entre la negrura del día. Dejé caer la tabla de surf a un lado, sentándome en la arena, tomé una botella de cerveza y con un simple movimiento del destapador la tapa salió disparada a un lado, emanando un sonido gaseoso. Bebí de un solo trago toda mi cerveza, regocijándome de la sensación de placer que me provocaba el disfrutar de una fresca y deliciosa cerveza. Inspiré profundamente, destapando otra cerveza y dándole un largo trago, limitándome a mirar de una manera ausente y distraída el horizonte, el sonido de las olas, el océano en su plenitud daba a mi alma la tranquilidad que tanto anhelaba. Ni siquiera fui capaz de forzar un lastimero intento de sonrisa, cuando escuché una voz que no me costó trabajo reconocer, a pesar de que no era una voz que solía escuchar frecuentemente, reconocería ese tono ciegamente. En vez de mostrar un rostro más amable, este se ensombreció en el momento que los tenues rayos del sol se vieron opacados por una nube pasajera que los cubrió en su totalidad. – Nada que no se haya sabido con anterioridad ¿no te parece? – abordé monótonamente, para después dar un largo trago a mi cerveza. Durante los últimos días, el único tema “controversial” para la prensa era el siguiente: “Henry Windsor: ¿en la depresión post-rompimiento?. El chico volvió a la soltería y no puede ocultar su tristeza ¡sniff!. Los rompimientos siempre son difíciles de superar y tal parece que el príncipe Henry está sumido en la depresión por que ahora tiene que olvidar a Irene Urdangarín, quien fue su novia por más de tres meses. Una fuente cercana a la ex pareja afirma que se dieron un break. Los horarios poco compatibles hicieron que el amor se apagara. Por otro lado, fuentes más rigurosas y confiables rumoran que la verdadera causa que marcó el fin de la relación de la joven pareja de enamorados se debió a que Irene Urdangarín mantenía un romance clandestino con su profesor de Cultura Clásica; sin duda, un golpe terrible para Henry. Con su hermano mayor, William, que fue trasladado a urgencias a causa de un accidente durante el mes de septiembre, y su hermana menor, Diana, en rehabilitación por la constante presión que ha vivido en los últimos meses la adolescente británica; la familia real se ha visto en una dura y difícil situación con sus herederos. La pregunta que muchos de ustedes se formulan, pero pocos se atreven a expresar es: Los hechos recientes ¿conllevaran a que el príncipe Henry vuelva a las andadas?. Eso es algo que está por verse, por lo que estaremos muy al pendiente de nuestro joven príncipe. Mientras tanto: Chicas, ¿quién se apunta a consolar a uno de los príncipes más apuestos de la monarquía europea? ¡Uff! Vaya pregunta ¿verdad?. A partir de hoy… ¡Guerra sin cuartel!”. – ¿Te parece extraño que algunos quieran desprenderse de la patética rutina? ó, no… mejor dicho que raro que algunos quieran desprenderse de la patética vida a la que fueron… ¿“condenados”? – mascullé con burda ironía, sin detenerme a pensar si era correcto o no expresarme de esa forma. Desde hace algún tiempo había dejado de ser esa persona que Bea describía... por diferentes razones que me obligaron a dejar de lado la vida empedernida que había adoptado en llevar. ¿De qué había servido intentar ser una mejor persona, cuando a nadie le interesaba en lo más mínimo?. De reojo noté y percibí la suavidad de uno de sus delicados dedos repasaba de arriba hacia abajo contorneando mi brazo y una de sus clásicas sonrisas dibujándose en su rostro. – Aunque, viéndolo de otro modo… podría preguntarte lo mismo. – añadí, mirándole con el ceño ligeramente fruncido, denotando curiosidad, antes de darle otro trago a mi cerveza. – ¿A quien has venido a romperle el corazón el día de hoy, dolce Bea? – pregunté casualmente, como si me limitara a preguntar la hora o a comentar el clima; dándole un acento italiano a las dos últimas palabras. Conocía a Bea desde hace algún tiempo… y su fama y reputación daba mucho que desear a los ojos de los demás, quiénes de la misma manera que a mí, tachaban su comportamiento como inapropiado. Pero, ¿quién era yo para juzgarla?, a diferencia de las personas, yo no me ocultaba detrás de una máscara de hipocresía.
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No era capaz de comprender en que punto mi vida se había convertido en un verdadero infierno, pero, más que un infierno, en un desierto de soledad en donde me encontraba vagando sin rumbo fijo, sin un lugar a donde ir. Las desgracias en nuestra familia tenían nombre propio: Camilla Parker, a quien siempre he considerado una desconocida que profanó el lugar de mi madre; pero el culpar a Camilla de todas y cada una de nuestras desgracias, no aliviaba el maldito dolor que me estaba consumiendo por dentro. ¿Qué sentido tenía seguir adelante, cuando las personas que más has amado te abandonan? ¿Qué sentido tenía la vida, cuando todo lo que has amado te lo arrebata sin ninguna consideración? De una forma o de otra había perdido mis únicas razones para mantenerme en pie... y ahora ya nada ni nadie tenía sentido para mí. Estaba HARTO de esta maldita situación, había momentos en los que me sentía al borde de un precipicio, en el que ganas no me faltaban de lanzarme a causa de la desesperación y el dolor que me estaba consumiendo hasta las entrañas. A veces me pregunto… ¿qué cabronadas habré echo en mi vida pasada, para venir a padecer sufrimientos y tristezas en esta mi nueva y descontrolada vida? ¿Habré sido tan hijo de puta como para tener la desdicha de renacer a una nueva vida y lavar de ese modo mis culpas? No entendía que era precisamente lo que la vida esperaba de mí… a cambio de… un miserable momento de paz… de estabilidad. Toda mi vida ha sido un maldito caos, de la misma manera que mi familia, que día con día se desmoronaba sin que ninguno de nosotros hiciera algo por evitarlo. ¿Qué más daba tener que soportar y vivir en una familia emocionalmente disfuncional, cuando todos actuábamos de distintas maneras menos como una familia? con un padre preocupado por guardar las apariencias y con Camilla queriendo interferir en nuestras vidas, como si ella tuviera algún derecho sobre nosotros. Ya nada ni nadie tenía sentido en este lugar… así que… ¿qué sentido tenía la vida cuando no tienes nada que te sostenga?, con William en el hospital, Diana en una clínica de rehabilitación, mi padre sumergido en sus obligaciones y los médicos con las típicas palabras vacías, la clásica ambigüedad: “Solo nos resta esperar un milagro”. Milagros, milagros… hablan de milagros y de tener fe cuando la ciencia muchas veces se ve aplastada y cegada por la razón. “Debe tener paciencia, hoy en día la medicina ha avanzado lo suficiente, y existen métodos falibles que ayudaran con el tiempo a la recuperación del paciente; tenga plena seguridad de que su hermano se encuentra en manos de los mejores expertos”. En lo personal yo ya no sabía en que creer, o mejor dicho en que aferrarme para lograr sobrellevar toda esta situación; poco a poco me estaba sumergiendo en un vacio sin límites, un vacio en el que estaba consiente que jamás tocaría fondo y me arrastraría sin ninguna consideración. Giré bruscamente el manillar derecho que indicaba el acelerador de la motocicleta; y sin soltar el embrague en ningún momento, empujé ligeramente con mi pantorrilla izquierda la palanca de velocidades hasta meter tercera, obligándola a dar la cuarta parte de su capacidad, lo que la hizo rugir entre mis piernas como un animal agresivo, dispuesto a atacar en cualquier momento. La adrenalina fluía por mi cuerpo, cosquilleándome las venas; tentándome a obligar a la motocicleta a explotar su máxima capacidad. ¿Qué demonios ganaba con poner mi propia vida en riesgo? Nada, pero el sentir la adrenalina recorriendo cada parte de mi cuerpo, era una sensación que me hacía divagar y olvidar por un breve instante el dolor que me estaba consumiendo, inundándome en un mar se sensaciones inexplicables. La velocidad y la adrenalina eran parte de mi vida… y eso era algo que mi padre nunca sería capaz de comprender. Apreté el embrague y el freno delantero suavemente, disminuyendo poco a poco la velocidad; apoyando mis pies en el suelo para de esa manera sostener la motocicleta y frenar sin brusquedad, aparcándola cerca del muelle. Después de varios minutos de caminar por la costera con una hielera bajo el brazo y una tabla de surfeo, me situé a orillas de la playa; cerré los ojos rindiéndome ante la brisa salina y el viento golpeando mi rostro. Respiré lenta y profundamente; la tranquilidad del océano era como una suave caricia que me reconfortaba en estos momentos de desesperación y soledad. Solté la hielera sobre la arena, al igual que la tabla; flexioné los brazos hasta sacarme la playera, haciéndola un bulto y arrojándola a un lado, para recoger la tabla de surfeo y zambullirme en el océano, sobre la tabla de surf, dando constantes braseadas hasta adentrarme en él. Surcar las olas, me embargaba de una sensación de libertad y júbilo que hacía olvidarme de todo… como el mar y yo fuéramos uno solo y nada, absolutamente nada existiera a nuestro alrededor. Después de varios minutos, nadé de regreso a la orilla. Inhalé y exhalé hondamente, bajo los tenues y apenas visibles rayos del sol que se asomaban entre la negrura del día. Dejé caer la tabla de surf a un lado, sentándome en la arena, tomé una botella de cerveza y con un simple movimiento del destapador la tapa salió disparada a un lado, emanando un sonido gaseoso. Bebí de un solo trago toda mi cerveza, regocijándome de la sensación de placer que me provocaba el disfrutar de una fresca y deliciosa cerveza. Inspiré profundamente, destapando otra cerveza y dándole un largo trago, limitándome a mirar de una manera ausente y distraída el horizonte, el sonido de las olas, el océano en su plenitud daba a mi alma la tranquilidad que tanto anhelaba. Ni siquiera fui capaz de forzar un lastimero intento de sonrisa, cuando escuché una voz que no me costó trabajo reconocer, a pesar de que no era una voz que solía escuchar frecuentemente, reconocería ese tono ciegamente. En vez de mostrar un rostro más amable, este se ensombreció en el momento que los tenues rayos del sol se vieron opacados por una nube pasajera que los cubrió en su totalidad. – Nada que no se haya sabido con anterioridad ¿no te parece? – abordé monótonamente, para después dar un largo trago a mi cerveza. Durante los últimos días, el único tema “controversial” para la prensa era el siguiente: “Henry Windsor: ¿en la depresión post-rompimiento?. El chico volvió a la soltería y no puede ocultar su tristeza ¡sniff!. Los rompimientos siempre son difíciles de superar y tal parece que el príncipe Henry está sumido en la depresión por que ahora tiene que olvidar a Irene Urdangarín, quien fue su novia por más de tres meses. Una fuente cercana a la ex pareja afirma que se dieron un break. Los horarios poco compatibles hicieron que el amor se apagara. Por otro lado, fuentes más rigurosas y confiables rumoran que la verdadera causa que marcó el fin de la relación de la joven pareja de enamorados se debió a que Irene Urdangarín mantenía un romance clandestino con su profesor de Cultura Clásica; sin duda, un golpe terrible para Henry. Con su hermano mayor, William, que fue trasladado a urgencias a causa de un accidente durante el mes de septiembre, y su hermana menor, Diana, en rehabilitación por la constante presión que ha vivido en los últimos meses la adolescente británica; la familia real se ha visto en una dura y difícil situación con sus herederos. La pregunta que muchos de ustedes se formulan, pero pocos se atreven a expresar es: Los hechos recientes ¿conllevaran a que el príncipe Henry vuelva a las andadas?. Eso es algo que está por verse, por lo que estaremos muy al pendiente de nuestro joven príncipe. Mientras tanto: Chicas, ¿quién se apunta a consolar a uno de los príncipes más apuestos de la monarquía europea? ¡Uff! Vaya pregunta ¿verdad?. A partir de hoy… ¡Guerra sin cuartel!”. – ¿Te parece extraño que algunos quieran desprenderse de la patética rutina? ó, no… mejor dicho que raro que algunos quieran desprenderse de la patética vida a la que fueron… ¿“condenados”? – mascullé con burda ironía, sin detenerme a pensar si era correcto o no expresarme de esa forma. Desde hace algún tiempo había dejado de ser esa persona que Bea describía... por diferentes razones que me obligaron a dejar de lado la vida empedernida que había adoptado en llevar. ¿De qué había servido intentar ser una mejor persona, cuando a nadie le interesaba en lo más mínimo?. De reojo noté y percibí la suavidad de uno de sus delicados dedos repasaba de arriba hacia abajo contorneando mi brazo y una de sus clásicas sonrisas dibujándose en su rostro. – Aunque, viéndolo de otro modo… podría preguntarte lo mismo. – añadí, mirándole con el ceño ligeramente fruncido, denotando curiosidad, antes de darle otro trago a mi cerveza. – ¿A quien has venido a romperle el corazón el día de hoy, dolce Bea? – pregunté casualmente, como si me limitara a preguntar la hora o a comentar el clima; dándole un acento italiano a las dos últimas palabras. Conocía a Bea desde hace algún tiempo… y su fama y reputación daba mucho que desear a los ojos de los demás, quiénes de la misma manera que a mí, tachaban su comportamiento como inapropiado. Pero, ¿quién era yo para juzgarla?, a diferencia de las personas, yo no me ocultaba detrás de una máscara de hipocresía.
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No era capaz de comprender en que punto mi vida se había convertido en un verdadero infierno, pero, más que un infierno, en un desierto de soledad en donde me encontraba vagando sin rumbo fijo, sin un lugar a donde ir. Las desgracias en nuestra familia tenían nombre propio: Camilla Parker, a quien siempre he considerado una desconocida que profanó el lugar de mi madre; pero el culpar a Camilla de todas y cada una de nuestras desgracias, no aliviaba el maldito dolor que me estaba consumiendo por dentro. ¿Qué sentido tenía seguir adelante, cuando las personas que más has amado te abandonan? ¿Qué sentido tenía la vida, cuando todo lo que has amado te lo arrebata sin ninguna consideración? De una forma o de otra había perdido mis únicas razones para mantenerme en pie... y ahora ya nada ni nadie tenía sentido para mí. Estaba HARTO de esta maldita situación, había momentos en los que me sentía al borde de un precipicio, en el que ganas no me faltaban de lanzarme a causa de la desesperación y el dolor que me estaba consumiendo hasta las entrañas. A veces me pregunto… ¿qué cabronadas habré echo en mi vida pasada, para venir a padecer sufrimientos y tristezas en esta mi nueva y descontrolada vida? ¿Habré sido tan hijo de puta como para tener la desdicha de renacer a una nueva vida y lavar de ese modo mis culpas? No entendía que era precisamente lo que la vida esperaba de mí… a cambio de… un miserable momento de paz… de estabilidad. Toda mi vida ha sido un maldito caos, de la misma manera que mi familia, que día con día se desmoronaba sin que ninguno de nosotros hiciera algo por evitarlo. ¿Qué más daba tener que soportar y vivir en una familia emocionalmente disfuncional, cuando todos actuábamos de distintas maneras menos como una familia? con un padre preocupado por guardar las apariencias y con Camilla queriendo interferir en nuestras vidas, como si ella tuviera algún derecho sobre nosotros. Ya nada ni nadie tenía sentido en este lugar… así que… ¿qué sentido tenía la vida cuando no tienes nada que te sostenga?, con William en el hospital, Diana en una clínica de rehabilitación, mi padre sumergido en sus obligaciones y los médicos con las típicas palabras vacías, la clásica ambigüedad: “Solo nos resta esperar un milagro”. Milagros, milagros… hablan de milagros y de tener fe cuando la ciencia muchas veces se ve aplastada y cegada por la razón. “Debe tener paciencia, hoy en día la medicina ha avanzado lo suficiente, y existen métodos falibles que ayudaran con el tiempo a la recuperación del paciente; tenga plena seguridad de que su hermano se encuentra en manos de los mejores expertos”. En lo personal yo ya no sabía en que creer, o mejor dicho en que aferrarme para lograr sobrellevar toda esta situación; poco a poco me estaba sumergiendo en un vacio sin límites, un vacio en el que estaba consiente que jamás tocaría fondo y me arrastraría sin ninguna consideración. Giré bruscamente el manillar derecho que indicaba el acelerador de la motocicleta; y sin soltar el embrague en ningún momento, empujé ligeramente con mi pantorrilla izquierda la palanca de velocidades hasta meter tercera, obligándola a dar la cuarta parte de su capacidad, lo que la hizo rugir entre mis piernas como un animal agresivo, dispuesto a atacar en cualquier momento. La adrenalina fluía por mi cuerpo, cosquilleándome las venas; tentándome a obligar a la motocicleta a explotar su máxima capacidad. ¿Qué demonios ganaba con poner mi propia vida en riesgo? Nada, pero el sentir la adrenalina recorriendo cada parte de mi cuerpo, era una sensación que me hacía divagar y olvidar por un breve instante el dolor que me estaba consumiendo, inundándome en un mar se sensaciones inexplicables. La velocidad y la adrenalina eran parte de mi vida… y eso era algo que mi padre nunca sería capaz de comprender. Apreté el embrague y el freno delantero suavemente, disminuyendo poco a poco la velocidad; apoyando mis pies en el suelo para de esa manera sostener la motocicleta y frenar sin brusquedad, aparcándola cerca del muelle. Después de varios minutos de caminar por la costera con una hielera bajo el brazo y una tabla de surfeo, me situé a orillas de la playa; cerré los ojos rindiéndome ante la brisa salina y el viento golpeando mi rostro. Respiré lenta y profundamente; la tranquilidad del océano era como una suave caricia que me reconfortaba en estos momentos de desesperación y soledad. Solté la hielera sobre la arena, al igual que la tabla; flexioné los brazos hasta sacarme la playera, haciéndola un bulto y arrojándola a un lado, para recoger la tabla de surfeo y zambullirme en el océano, sobre la tabla de surf, dando constantes braseadas hasta adentrarme en él. Surcar las olas, me embargaba de una sensación de libertad y júbilo que hacía olvidarme de todo… como el mar y yo fuéramos uno solo y nada, absolutamente nada existiera a nuestro alrededor. Después de varios minutos, nadé de regreso a la orilla. Inhalé y exhalé hondamente, bajo los tenues y apenas visibles rayos del sol que se asomaban entre la negrura del día. Dejé caer la tabla de surf a un lado, sentándome en la arena, tomé una botella de cerveza y con un simple movimiento del destapador la tapa salió disparada a un lado, emanando un sonido gaseoso. Bebí de un solo trago toda mi cerveza, regocijándome de la sensación de placer que me provocaba el disfrutar de una fresca y deliciosa cerveza. Inspiré profundamente, destapando otra cerveza y dándole un largo trago, limitándome a mirar de una manera ausente y distraída el horizonte, el sonido de las olas, el océano en su plenitud daba a mi alma la tranquilidad que tanto anhelaba. Ni siquiera fui capaz de forzar un lastimero intento de sonrisa, cuando escuché una voz que no me costó trabajo reconocer, a pesar de que no era una voz que solía escuchar frecuentemente, reconocería ese tono ciegamente. En vez de mostrar un rostro más amable, este se ensombreció en el momento que los tenues rayos del sol se vieron opacados por una nube pasajera que los cubrió en su totalidad. – Nada que no se haya sabido con anterioridad ¿no te parece? – abordé monótonamente, para después dar un largo trago a mi cerveza. Durante los últimos días, el único tema “controversial” para la prensa era el siguiente: “Henry Windsor: ¿en la depresión post-rompimiento?. El chico volvió a la soltería y no puede ocultar su tristeza ¡sniff!. Los rompimientos siempre son difíciles de superar y tal parece que el príncipe Henry está sumido en la depresión por que ahora tiene que olvidar a Irene Urdangarín, quien fue su novia por más de tres meses. Una fuente cercana a la ex pareja afirma que se dieron un break. Los horarios poco compatibles hicieron que el amor se apagara. Por otro lado, fuentes más rigurosas y confiables rumoran que la verdadera causa que marcó el fin de la relación de la joven pareja de enamorados se debió a que Irene Urdangarín mantenía un romance clandestino con su profesor de Cultura Clásica; sin duda, un golpe terrible para Henry. Con su hermano mayor, William, que fue trasladado a urgencias a causa de un accidente durante el mes de septiembre, y su hermana menor, Diana, en rehabilitación por la constante presión que ha vivido en los últimos meses la adolescente británica; la familia real se ha visto en una dura y difícil situación con sus herederos. La pregunta que muchos de ustedes se formulan, pero pocos se atreven a expresar es: Los hechos recientes ¿conllevaran a que el príncipe Henry vuelva a las andadas?. Eso es algo que está por verse, por lo que estaremos muy al pendiente de nuestro joven príncipe. Mientras tanto: Chicas, ¿quién se apunta a consolar a uno de los príncipes más apuestos de la monarquía europea? ¡Uff! Vaya pregunta ¿verdad?. A partir de hoy… ¡Guerra sin cuartel!”. – ¿Te parece extraño que algunos quieran desprenderse de la patética rutina? ó, no… mejor dicho que raro que algunos quieran desprenderse de la patética vida a la que fueron… ¿“condenados”? – mascullé con burda ironía, sin detenerme a pensar si era correcto o no expresarme de esa forma. Desde hace algún tiempo había dejado de ser esa persona que Bea describía... por diferentes razones que me obligaron a dejar de lado la vida empedernida que había adoptado en llevar. ¿De qué había servido intentar ser una mejor persona, cuando a nadie le interesaba en lo más mínimo?. De reojo noté y percibí la suavidad de uno de sus delicados dedos repasaba de arriba hacia abajo contorneando mi brazo y una de sus clásicas sonrisas dibujándose en su rostro. – Aunque, viéndolo de otro modo… podría preguntarte lo mismo. – añadí, mirándole con el ceño ligeramente fruncido, denotando curiosidad, antes de darle otro trago a mi cerveza. – ¿A quien has venido a romperle el corazón el día de hoy, dolce Bea? – pregunté casualmente, como si me limitara a preguntar la hora o a comentar el clima; dándole un acento italiano a las dos últimas palabras. Conocía a Bea desde hace algún tiempo… y su fama y reputación daba mucho que desear a los ojos de los demás, quiénes de la misma manera que a mí, tachaban su comportamiento como inapropiado. Pero, ¿quién era yo para juzgarla?, a diferencia de las personas, yo no me ocultaba detrás de una máscara de hipocresía.


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Desde el momento que puse un pie en esta isla, las cosas no habían dado paso a mejorar entre la situación por la que estaban atravesando William y Diana, y lo que más me angustiaba era ver a Henry al borde de una crisis nerviosa, por no saber que hacer. Henry, era demasiado impulsivo y la mayoría de las veces actuaba sin pensar en las consecuencias... por otro lado, Diana parecía cada vez más ausente… lejos de la realidad, como si una barrera invisible nos separara de su realidad, y de una realidad que se negaba afrontar y a superar. La muerte de mi abuela, sin duda fue un golpe terrible para todos nosotros… su ausencia había dejado un vacio en cada uno de nosotros, una herida que no sabía si con el tiempo sanaría… aunque al final las heridas lo único que dejan a su paso son solo cicatrices. Han pasado meses, desde que mi abuela nos abandonó y aunque el tiempo lo cura todo, aún no he encontrado la resignación que toda persona necesita para afrontar un golpe tan duro, como el de perder a una de las personas que más has amado en la vida. Por lo que trato de enfocarme en mis estudios, como medio de distracción para no pensar y de alguna manera olvidar todo lo que viví durante el verano y retomar mi vida con la mayor normalidad del mundo… pero, no era nada sencillo. Con todo lo que he estado viviendo las últimas semanas, apenas había tenido tiempo de adaptarme y recorrer las instalaciones de la Universidad… Henry, me acompañaba a mis clases y siempre que podíamos desayunábamos o almorzábamos juntos, incluso me había dibujado un mapa de la Universidad, el cual me ha sido de gran ayuda ahorrándome la vergüenza de tener que preguntar donde quedaba cada lugar en la Universidad, más que nada por que lo que menos deseaba era recibir consideraciones especiales por parte de las personas, solo por ser… nieta de un monarca, aunque en realidad jamás me he considerado especial ni mucho menos diferente al resto de las demás personas… un aspecto que aprendí y sobre todo siempre he admirado en mis padres, quiénes a fin de cuentas decidieron hacer una vida normal sin ninguna clase de complicaciones emocionales, naturalmente la decisión de mamá de vivir una vida tranquila, no le impidió dejar de lado ni mucho menos cumplir con sus obligaciones… Lástima que la felicidad que alguna vez existió entre ellos no fue suficiente como para seguir juntos, sin embargo, viendo el lado positivo de la situación… me alegraba el saber que eran felices, aunque no estuvieran juntos, como a Peter y a mí nos hubiera gustado. Eché ligeramente la cabeza hacia atrás, sacándome el casco de la cabeza y agitando suavemente mi mata de cabello rubio, sintiendo una suave y fresca brisa golpeando mi rostro. Inhalé y exhalé profundamente aspirando el aire, sintiendo como este llenaba mis pulmones. En el pueblo, se respiraba un ambiente de alegría y de expectación por la noche de Halloween… especialmente entre los niños quiénes eran los más entusiasmados con la idea de disfrazarse y salir a pedir dulces. Esbocé una pequeña sonrisa en mi rostro, aparcando la motocicleta afuera de los portales ubicados en la plaza principal. No había tenido oportunidad de conocer el pueblo… por lo que decidí aprovechar la oportunidad de ir al pueblo a buscar un disfraz para la fiesta de disfraces que se llevaría a cabo por la noche. Tras el incidente en la feria de las naciones… tanto mis padres, como Tim, mi Tío Charles, mi Tío Andrew y mi Tío Edward habían tomado sus propias medidas de seguridad… a todos y cada uno de mis primos nos habían asignado un guarura que estuviera con nosotros las 24 hrs del día… y aunque la idea no me agradara, comprendía su preocupación. En fin, Henry, me había echo el favor de prestarme su motocicleta… y a pesar de su insistencia por acompañarme, lo convencí de quedarse en la Universidad, teniendo en cuenta que se había ofrecido para formar parte del Comité de Organización de Eventos no quería que por mi culpa lo regañaran por faltar a sus obligaciones. Suspiré pesadamente, al tiempo que guardaba el casco en el cubículo interno del asiento, donde Henry siempre tenía guardado un casco de repuesto para algún pasajero. Sinceramente, no imaginarme la cara que pondría mamá si supiera que sé conducía esas cosas, como ella las llamaba. Negué suavemente con una sonrisa en mi rostro, mientras guardaba las llaves en mi bolso, para posteriormente echarme a caminar tranquilamente por la acera. No sin antes asegurarme y echar un vistazo por encima de mi hombro, que Reed, mi guarura no me estuviera siguiendo. Respiré aliviada, siguiendo con mi camino, deteniéndome de vez en cuando a observar los escaparates de los almacenes. Justo en ese momento a través de una de las vitrinas, observé al otro lado de la calle la silueta de una persona que me llamó mi atención al resultarme muy familiar. Pardeé varias veces seguidas, asegurándome que mis ojos no me estuvieran jugando una mala jugarreta… ¿qué posibilidades habría de que…? Giré mi rostro con asombro… Si, si… era él… me reafirme dentro de mis pensamientos, sintiendo de pronto una peculiar alegría. Caminé lentamente hasta él, aprovechando que se había detenido a observar un escaparate de la tienda de enfrente. – ¿Zac… Santana? ¿Eres tú? – pregunté con extraña curiosidad, posiblemente lo estaba confundiendo… o quizás no, la curiosidad por saber si era o no el muchacho alegre que había conocido hace tres veranos exactamente durante un viaje a Miami en el cual había acompañado a Henry; era algo que me estaba matando de la curiosidad.
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Mensaje  ιzzy нale Lun Nov 21, 2011 12:53 am


<br><br><div style="font-family: georgia; letter-spacing: -3px; font-size: 48px; line-height: 0%;font-face: bold; color: #097275; text-shadow: #000 1px 1px 1px;">Henry Windsor </div>
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No era capaz de comprender en que punto mi vida se había convertido en un verdadero infierno, pero, más que un infierno, en un desierto de soledad en donde me encontraba vagando sin rumbo fijo, sin un lugar a donde ir. Las desgracias en nuestra familia tenían nombre propio: Camilla Parker, a quien siempre he considerado una desconocida que profanó el lugar de mi madre; pero el culpar a Camilla de todas y cada una de nuestras desgracias, no aliviaba el maldito dolor que me estaba consumiendo por dentro. ¿Qué sentido tenía seguir adelante, cuando las personas que más has amado te abandonan? ¿Qué sentido tenía la vida, cuando todo lo que has amado te lo arrebata sin ninguna consideración? De una forma o de otra había perdido mis únicas razones para mantenerme en pie... y ahora ya nada ni nadie tenía sentido para mí. Estaba HARTO de esta maldita situación, había momentos en los que me sentía al borde de un precipicio, en el que ganas no me faltaban de lanzarme a causa de la desesperación y el dolor que me estaba consumiendo hasta las entrañas. A veces me pregunto… ¿qué cabronadas habré echo en mi vida pasada, para venir a padecer sufrimientos y tristezas en esta mi nueva y descontrolada vida? ¿Habré sido tan hijo de puta como para tener la desdicha de renacer a una nueva vida y lavar de ese modo mis culpas? No entendía que era precisamente lo que la vida esperaba de mí… a cambio de… un miserable momento de paz… de estabilidad. Toda mi vida ha sido un maldito caos, de la misma manera que mi familia, que día con día se desmoronaba sin que ninguno de nosotros hiciera algo por evitarlo. ¿Qué más daba tener que soportar y vivir en una familia emocionalmente disfuncional, cuando todos actuábamos de distintas maneras menos como una familia? con un padre preocupado por guardar las apariencias y con Camilla queriendo interferir en nuestras vidas, como si ella tuviera algún derecho sobre nosotros. Ya nada ni nadie tenía sentido en este lugar… así que… ¿qué sentido tenía la vida cuando no tienes nada que te sostenga?, con William en el hospital, Diana en una clínica de rehabilitación, mi padre sumergido en sus obligaciones y los médicos con las típicas palabras vacías, la clásica ambigüedad: “Solo nos resta esperar un milagro”. Milagros, milagros… hablan de milagros y de tener fe cuando la ciencia muchas veces se ve aplastada y cegada por la razón. “Debe tener paciencia, hoy en día la medicina ha avanzado lo suficiente, y existen métodos falibles que ayudaran con el tiempo a la recuperación del paciente; tenga plena seguridad de que su hermano se encuentra en manos de los mejores expertos”. En lo personal yo ya no sabía en que creer, o mejor dicho en que aferrarme para lograr sobrellevar toda esta situación; poco a poco me estaba sumergiendo en un vacio sin límites, un vacio en el que estaba consiente que jamás tocaría fondo y me arrastraría sin ninguna consideración. Giré bruscamente el manillar derecho que indicaba el acelerador de la motocicleta; y sin soltar el embrague en ningún momento, empujé ligeramente con mi pantorrilla izquierda la palanca de velocidades hasta meter tercera, obligándola a dar la cuarta parte de su capacidad, lo que la hizo rugir entre mis piernas como un animal agresivo, dispuesto a atacar en cualquier momento. La adrenalina fluía por mi cuerpo, cosquilleándome las venas; tentándome a obligar a la motocicleta a explotar su máxima capacidad. ¿Qué demonios ganaba con poner mi propia vida en riesgo? Nada, pero el sentir la adrenalina recorriendo cada parte de mi cuerpo, era una sensación que me hacía divagar y olvidar por un breve instante el dolor que me estaba consumiendo, inundándome en un mar se sensaciones inexplicables. La velocidad y la adrenalina eran parte de mi vida… y eso era algo que mi padre nunca sería capaz de comprender. Apreté el embrague y el freno delantero suavemente, disminuyendo poco a poco la velocidad; apoyando mis pies en el suelo para de esa manera sostener la motocicleta y frenar sin brusquedad, aparcándola cerca del muelle. Después de varios minutos de caminar por la costera con una hielera bajo el brazo y una tabla de surfeo, me situé a orillas de la playa; cerré los ojos rindiéndome ante la brisa salina y el viento golpeando mi rostro. Respiré lenta y profundamente; la tranquilidad del océano era como una suave caricia que me reconfortaba en estos momentos de desesperación y soledad. Solté la hielera sobre la arena, al igual que la tabla; flexioné los brazos hasta sacarme la playera, haciéndola un bulto y arrojándola a un lado, para recoger la tabla de surfeo y zambullirme en el océano, sobre la tabla de surf, dando constantes braseadas hasta adentrarme en él. Surcar las olas, me embargaba de una sensación de libertad y júbilo que hacía olvidarme de todo… como el mar y yo fuéramos uno solo y nada, absolutamente nada existiera a nuestro alrededor. Después de varios minutos, nadé de regreso a la orilla. Inhalé y exhalé hondamente, bajo los tenues y apenas visibles rayos del sol que se asomaban entre la negrura del día. Dejé caer la tabla de surf a un lado, sentándome en la arena, tomé una botella de cerveza y con un simple movimiento del destapador la tapa salió disparada a un lado, emanando un sonido gaseoso. Bebí de un solo trago toda mi cerveza, regocijándome de la sensación de placer que me provocaba el disfrutar de una fresca y deliciosa cerveza. Inspiré profundamente, destapando otra cerveza y dándole un largo trago, limitándome a mirar de una manera ausente y distraída el horizonte, el sonido de las olas, el océano en su plenitud daba a mi alma la tranquilidad que tanto anhelaba. Ni siquiera fui capaz de forzar un lastimero intento de sonrisa, cuando escuché una voz que no me costó trabajo reconocer, a pesar de que no era una voz que solía escuchar frecuentemente, reconocería ese tono ciegamente. En vez de mostrar un rostro más amable, este se ensombreció en el momento que los tenues rayos del sol se vieron opacados por una nube pasajera que los cubrió en su totalidad. – Nada que no se haya sabido con anterioridad ¿no te parece? – abordé monótonamente, para después dar un largo trago a mi cerveza. Durante los últimos días, el único tema “controversial” para la prensa era el siguiente: “Henry Windsor: ¿en la depresión post-rompimiento?. El chico volvió a la soltería y no puede ocultar su tristeza ¡sniff!. Los rompimientos siempre son difíciles de superar y tal parece que el príncipe Henry está sumido en la depresión por que ahora tiene que olvidar a Irene Urdangarín, quien fue su novia por más de tres meses. Una fuente cercana a la ex pareja afirma que se dieron un break. Los horarios poco compatibles hicieron que el amor se apagara. Por otro lado, fuentes más rigurosas y confiables rumoran que la verdadera causa que marcó el fin de la relación de la joven pareja de enamorados se debió a que Irene Urdangarín mantenía un romance clandestino con su profesor de Cultura Clásica; sin duda, un golpe terrible para Henry. Con su hermano mayor, William, que fue trasladado a urgencias a causa de un accidente durante el mes de septiembre, y su hermana menor, Diana, en rehabilitación por la constante presión que ha vivido en los últimos meses la adolescente británica; la familia real se ha visto en una dura y difícil situación con sus herederos. La pregunta que muchos de ustedes se formulan, pero pocos se atreven a expresar es: Los hechos recientes ¿conllevaran a que el príncipe Henry vuelva a las andadas?. Eso es algo que está por verse, por lo que estaremos muy al pendiente de nuestro joven príncipe. Mientras tanto: Chicas, ¿quién se apunta a consolar a uno de los príncipes más apuestos de la monarquía europea? ¡Uff! Vaya pregunta ¿verdad?. A partir de hoy… ¡Guerra sin cuartel!”. – ¿Te parece extraño que algunos quieran desprenderse de la patética rutina? ó, no… mejor dicho que raro que algunos quieran desprenderse de la patética vida a la que fueron… ¿“condenados”? – mascullé con burda ironía, sin detenerme a pensar si era correcto o no expresarme de esa forma. Desde hace algún tiempo había dejado de ser esa persona que Bea describía... por diferentes razones que me obligaron a dejar de lado la vida empedernida que había adoptado en llevar. ¿De qué había servido intentar ser una mejor persona, cuando a nadie le interesaba en lo más mínimo?. De reojo noté y percibí la suavidad de uno de sus delicados dedos repasaba de arriba hacia abajo contorneando mi brazo y una de sus clásicas sonrisas dibujándose en su rostro. – Aunque, viéndolo de otro modo… podría preguntarte lo mismo. – añadí, mirándole con el ceño ligeramente fruncido, denotando curiosidad, antes de darle otro trago a mi cerveza. – ¿A quien has venido a romperle el corazón el día de hoy, dolce Bea? – pregunté casualmente, como si me limitara a preguntar la hora o a comentar el clima; dándole un acento italiano a las dos últimas palabras. Conocía a Bea desde hace algún tiempo… y su fama y reputación daba mucho que desear a los ojos de los demás, quiénes de la misma manera que a mí, tachaban su comportamiento como inapropiado. Pero, ¿quién era yo para juzgarla?, a diferencia de las personas, yo no me ocultaba detrás de una máscara de hipocresía.


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Mensaje  ιzzy нale Lun Nov 21, 2011 2:13 am

<br><br><div style="font-family: georgia; letter-spacing: -3px; font-size: 48px; line-height: 0%;font-face: bold; color: #64462c; text-shadow: #000 1px 1px 1px;">~ Georg de Liechtenstein ~ </div>
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En aquel momento, me hubiera gustado responder a su pregunta de la manera adecuada, diciéndole que no me extrañaría encontrar una larga fila de “aspirantes” dispuestos a pasar el día a su lado. El único problema es que nadie es lo suficientemente bueno y adecuado como para merecerla, ni siquiera yo, aunque se tratara de mi felicidad. No, en ese sentido mi ángel era como la princesa cautiva de los cuentos de hadas en la espera de que el audaz y noble príncipe aparezca tras librarse de las adversidades que se le presenten en el camino, haciendo gala de su valentía para ser digno de la hermosa princesa, hasta finalmente tener el coraje suficiente para rescatarla de la torre, sellar sus destinos con un beso de amor y vivir siempre felices por el resto de sus vidas. Y aunque día con día este sentimiento crecía de una manera que nunca antes había imaginado, en ocasiones me costaba creer que todos y cada uno de los momentos que he vivido a su lado han sido reales, así como me costaba dar por hecho que… sintiera algo más que solo amistad por mí. Es por esa razón que a veces me pregunto… ¿Seré realmente la persona indicada para hacerla feliz…?. Ciertamente, no supe de que manera agradecer sus palabras… saber que de una u otra forma confiaba en mí a la hora de cumplir mis metas y el hecho de que le brindara ayuda a mi hermano en caso de que la necesitara, me hizo darme cuenta por enésima vez de lo maravillosa que es y de lo afortunado que era al contar con su amistad y con su cariño. Ahora sé que haberla conocido no fue una simple casualidad... que quizás estaba pre-meditado que cambiara mi vida de la forma que lo ha ido haciendo. Disfruté de cada segundo que transcurrió desde que mis labios hicieron contacto con la suavidad y la calidez de su mejilla. Los párpados se me cerraron instantáneamente, en el instante en que su aroma… aquel aroma tan dulce y floral invadió mis fosas nasales, abrumándome ante la cercanía de nuestros rostros. Lamentablemente, luego de haber cumplido la petición de darle un beso en cuanto tuviera oportunidad de verla, no tuve más remedio que separarme de su rostro hasta establecer la misma distancia que teníamos al principio. Fue en ese instante que me dediqué a observarla como todo enamorado y con una suave sonrisa en el rostro… expresándole silenciosamente con la mirada lo que no me atrevía a confesarle con palabras. Por más que no me sintiera lo bastante digno de merecerla… nada cambiaría el amor que siento por ella. En momentos así, me sentía como un completo imbécil al no tener el valor de no decirle lo que siento. Hice tenue, pero visible movimiento, a modo de aprobación, justo cuando mis labios se entreabrieron con la intención de responder... sin embargo, lo que sucedió terminó por aplastar el poco raciocinio que quedaba dentro de mí en cuestión de segundos, al sentir su beso en mi mejilla, lo que me dio una nueva oportunidad de envolverme en la calidez de su cercanía. Aunque era una costumbre besarnos amistosamente en la mejilla cada vez que nos saludábamos… tenía la certeza de que este beso era diferente. La calidez de su suspiro rozó mi mejilla, transmitiéndome diversas emociones que solo ella era capaz de provocar. Por lo que mi mente terminó por sucumbir a la necesidad de besarla, pero así como mi mente pedía a gritos terminar con esta agonía que se estaba prolongando. La inseguridad no tardó en hacer acto de presencia. – Por supuesto, sabes que por ti haría cualquier cosa… – le hice saber, sintiendo que en esta ocasión mi corazón era quien hablaba por mí. – Pero pienso que lo correcto sería que fueras tú quien les devolviera el beso, especialmente a Peter – concienticé, sin poder evitar sonreír discretamente. Todos en Liechtenstein la extrañaban, a pesar de que la vista de Yukki fue relativamente corta, de una u otra forma se había ganado el corazón de todos, sobre todo el corazón y el cariño de los pequeños de la casa hogar. Esta vez fue mi turno en suspirar de manera profunda, al reparar imperceptiblemente en su nerviosismo y en su inseguridad. La forma en que intentaba ocultar lo que sentía no me engañó, en ese sentido me atrevía a decir que la conocía lo suficiente como para darme cuenta cuando algo la inquieta. – Todo está bien… no tengas miedo… – le pedí, en tono reconfortante, tratando de infundirle confianza. – ¿Quieres que volvamos adentro? – pregunté, quedamente, sin intención alguna de separarme de su lado…
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Mensaje  ιzzy нale Lun Nov 21, 2011 9:45 pm

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Mensaje  ιzzy нale Mar Nov 22, 2011 4:08 am

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Mensaje  ιzzy нale Mar Nov 22, 2011 4:09 am

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Mensaje  ιzzy нale Mar Nov 22, 2011 4:13 am


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No era capaz de comprender en que punto mi vida se había convertido en un verdadero infierno, pero, más que un infierno, en un desierto de soledad en donde me encontraba vagando sin rumbo fijo, sin un lugar a donde ir. Las desgracias en nuestra familia tenían nombre propio: Camilla Parker, a quien siempre he considerado una desconocida que profanó el lugar de mi madre; pero el culpar a Camilla de todas y cada una de nuestras desgracias, no aliviaba el maldito dolor que me estaba consumiendo por dentro. ¿Qué sentido tenía seguir adelante, cuando las personas que más has amado te abandonan? ¿Qué sentido tenía la vida, cuando todo lo que has amado te lo arrebata sin ninguna consideración? De una forma o de otra había perdido mis únicas razones para mantenerme en pie... y ahora ya nada ni nadie tenía sentido para mí. Estaba HARTO de esta maldita situación, había momentos en los que me sentía al borde de un precipicio, en el que ganas no me faltaban de lanzarme a causa de la desesperación y el dolor que me estaba consumiendo hasta las entrañas. A veces me pregunto… ¿qué cabronadas habré echo en mi vida pasada, para venir a padecer sufrimientos y tristezas en esta mi nueva y descontrolada vida? ¿Habré sido tan hijo de puta como para tener la desdicha de renacer a una nueva vida y lavar de ese modo mis culpas? No entendía que era precisamente lo que la vida esperaba de mí… a cambio de… un miserable momento de paz… de estabilidad. Toda mi vida ha sido un maldito caos, de la misma manera que mi familia, que día con día se desmoronaba sin que ninguno de nosotros hiciera algo por evitarlo. ¿Qué más daba tener que soportar y vivir en una familia emocionalmente disfuncional, cuando todos actuábamos de distintas maneras menos como una familia? con un padre preocupado por guardar las apariencias y con Camilla queriendo interferir en nuestras vidas, como si ella tuviera algún derecho sobre nosotros. Ya nada ni nadie tenía sentido en este lugar… así que… ¿qué sentido tenía la vida cuando no tienes nada que te sostenga?, con William en el hospital, Diana en una clínica de rehabilitación, mi padre sumergido en sus obligaciones y los médicos con las típicas palabras vacías, la clásica ambigüedad: “Solo nos resta esperar un milagro”. Milagros, milagros… hablan de milagros y de tener fe cuando la ciencia muchas veces se ve aplastada y cegada por la razón. “Debe tener paciencia, hoy en día la medicina ha avanzado lo suficiente, y existen métodos falibles que ayudaran con el tiempo a la recuperación del paciente; tenga plena seguridad de que su hermano se encuentra en manos de los mejores expertos”. En lo personal yo ya no sabía en que creer, o mejor dicho en que aferrarme para lograr sobrellevar toda esta situación; poco a poco me estaba sumergiendo en un vacio sin límites, un vacio en el que estaba consiente que jamás tocaría fondo y me arrastraría sin ninguna consideración. Giré bruscamente el manillar derecho que indicaba el acelerador de la motocicleta; y sin soltar el embrague en ningún momento, empujé ligeramente con mi pantorrilla izquierda la palanca de velocidades hasta meter tercera, obligándola a dar la cuarta parte de su capacidad, lo que la hizo rugir entre mis piernas como un animal agresivo, dispuesto a atacar en cualquier momento. La adrenalina fluía por mi cuerpo, cosquilleándome las venas; tentándome a obligar a la motocicleta a explotar su máxima capacidad. ¿Qué demonios ganaba con poner mi propia vida en riesgo? Nada, pero el sentir la adrenalina recorriendo cada parte de mi cuerpo, era una sensación que me hacía divagar y olvidar por un breve instante el dolor que me estaba consumiendo, inundándome en un mar se sensaciones inexplicables. La velocidad y la adrenalina eran parte de mi vida… y eso era algo que mi padre nunca sería capaz de comprender. Apreté el embrague y el freno delantero suavemente, disminuyendo poco a poco la velocidad; apoyando mis pies en el suelo para de esa manera sostener la motocicleta y frenar sin brusquedad, aparcándola cerca del muelle. Después de varios minutos de caminar por la costera con una hielera bajo el brazo y una tabla de surfeo, me situé a orillas de la playa; cerré los ojos rindiéndome ante la brisa salina y el viento golpeando mi rostro. Respiré lenta y profundamente; la tranquilidad del océano era como una suave caricia que me reconfortaba en estos momentos de desesperación y soledad. Solté la hielera sobre la arena, al igual que la tabla; flexioné los brazos hasta sacarme la playera, haciéndola un bulto y arrojándola a un lado, para recoger la tabla de surfeo y zambullirme en el océano, sobre la tabla de surf, dando constantes braseadas hasta adentrarme en él. Surcar las olas, me embargaba de una sensación de libertad y júbilo que hacía olvidarme de todo… como el mar y yo fuéramos uno solo y nada, absolutamente nada existiera a nuestro alrededor. Después de varios minutos, nadé de regreso a la orilla. Inhalé y exhalé hondamente, bajo los tenues y apenas visibles rayos del sol que se asomaban entre la negrura del día. Dejé caer la tabla de surf a un lado, sentándome en la arena, tomé una botella de cerveza y con un simple movimiento del destapador la tapa salió disparada a un lado, emanando un sonido gaseoso. Bebí de un solo trago toda mi cerveza, regocijándome de la sensación de placer que me provocaba el disfrutar de una fresca y deliciosa cerveza. Inspiré profundamente, destapando otra cerveza y dándole un largo trago, limitándome a mirar de una manera ausente y distraída el horizonte, el sonido de las olas, el océano en su plenitud daba a mi alma la tranquilidad que tanto anhelaba. Ni siquiera fui capaz de forzar un lastimero intento de sonrisa, cuando escuché una voz que no me costó trabajo reconocer, a pesar de que no era una voz que solía escuchar frecuentemente, reconocería ese tono ciegamente. En vez de mostrar un rostro más amable, este se ensombreció en el momento que los tenues rayos del sol se vieron opacados por una nube pasajera que los cubrió en su totalidad. – Nada que no se haya sabido con anterioridad ¿no te parece? – abordé monótonamente, para después dar un largo trago a mi cerveza. Durante los últimos días, el único tema “controversial” para la prensa era el siguiente: “Henry Windsor: ¿en la depresión post-rompimiento?. El chico volvió a la soltería y no puede ocultar su tristeza ¡sniff!. Los rompimientos siempre son difíciles de superar y tal parece que el príncipe Henry está sumido en la depresión por que ahora tiene que olvidar a Irene Urdangarín, quien fue su novia por más de tres meses. Una fuente cercana a la ex pareja afirma que se dieron un break. Los horarios poco compatibles hicieron que el amor se apagara. Por otro lado, fuentes más rigurosas y confiables rumoran que la verdadera causa que marcó el fin de la relación de la joven pareja de enamorados se debió a que Irene Urdangarín mantenía un romance clandestino con su profesor de Cultura Clásica; sin duda, un golpe terrible para Henry. Con su hermano mayor, William, que fue trasladado a urgencias a causa de un accidente durante el mes de septiembre, y su hermana menor, Diana, en rehabilitación por la constante presión que ha vivido en los últimos meses la adolescente británica; la familia real se ha visto en una dura y difícil situación con sus herederos. La pregunta que muchos de ustedes se formulan, pero pocos se atreven a expresar es: Los hechos recientes ¿conllevaran a que el príncipe Henry vuelva a las andadas?. Eso es algo que está por verse, por lo que estaremos muy al pendiente de nuestro joven príncipe. Mientras tanto: Chicas, ¿quién se apunta a consolar a uno de los príncipes más apuestos de la monarquía europea? ¡Uff! Vaya pregunta ¿verdad?. A partir de hoy… ¡Guerra sin cuartel!”. – ¿Te parece extraño que algunos quieran desprenderse de la patética rutina? ó, no… mejor dicho que raro que algunos quieran desprenderse de la patética vida a la que fueron… ¿“condenados”? – mascullé con burda ironía, sin detenerme a pensar si era correcto o no expresarme de esa forma. Desde hace algún tiempo había dejado de ser esa persona que Bea describía... por diferentes razones que me obligaron a dejar de lado la vida empedernida que había adoptado en llevar. ¿De qué había servido intentar ser una mejor persona, cuando a nadie le interesaba en lo más mínimo?. De reojo noté y percibí la suavidad de uno de sus delicados dedos repasaba de arriba hacia abajo contorneando mi brazo y una de sus clásicas sonrisas dibujándose en su rostro. – Aunque, viéndolo de otro modo… podría preguntarte lo mismo. – añadí, mirándole con el ceño ligeramente fruncido, denotando curiosidad, antes de darle otro trago a mi cerveza. – ¿A quien has venido a romperle el corazón el día de hoy, dolce Bea? – pregunté casualmente, como si me limitara a preguntar la hora o a comentar el clima; dándole un acento italiano a las dos últimas palabras. Conocía a Bea desde hace algún tiempo… y su fama y reputación daba mucho que desear a los ojos de los demás, quiénes de la misma manera que a mí, tachaban su comportamiento como inapropiado. Pero, ¿quién era yo para juzgarla?, a diferencia de las personas, yo no me ocultaba detrás de una máscara de hipocresía.
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Mensaje  ιzzy нale Miér Nov 23, 2011 12:06 am


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No era capaz de comprender en que punto mi vida se había convertido en un verdadero infierno, pero, más que un infierno, en un desierto de soledad en donde me encontraba vagando sin rumbo fijo, sin un lugar a donde ir. Las desgracias en nuestra familia tenían nombre propio: Camilla Parker, a quien siempre he considerado una desconocida que profanó el lugar de mi madre; pero el culpar a Camilla de todas y cada una de nuestras desgracias, no aliviaba el maldito dolor que me estaba consumiendo por dentro. ¿Qué sentido tenía seguir adelante, cuando las personas que más has amado te abandonan? ¿Qué sentido tenía la vida, cuando todo lo que has amado te lo arrebata sin ninguna consideración? De una forma o de otra había perdido mis únicas razones para mantenerme en pie... y ahora ya nada ni nadie tenía sentido para mí. Estaba HARTO de esta maldita situación, había momentos en los que me sentía al borde de un precipicio, en el que ganas no me faltaban de lanzarme a causa de la desesperación y el dolor que me estaba consumiendo hasta las entrañas. A veces me pregunto… ¿qué cabronadas habré echo en mi vida pasada, para venir a padecer sufrimientos y tristezas en esta mi nueva y descontrolada vida? ¿Habré sido tan hijo de puta como para tener la desdicha de renacer a una nueva vida y lavar de ese modo mis culpas? No entendía que era precisamente lo que la vida esperaba de mí… a cambio de… un miserable momento de paz… de estabilidad. Toda mi vida ha sido un maldito caos, de la misma manera que mi familia, que día con día se desmoronaba sin que ninguno de nosotros hiciera algo por evitarlo. ¿Qué más daba tener que soportar y vivir en una familia emocionalmente disfuncional, cuando todos actuábamos de distintas maneras menos como una familia? con un padre preocupado por guardar las apariencias y con Camilla queriendo interferir en nuestras vidas, como si ella tuviera algún derecho sobre nosotros. Ya nada ni nadie tenía sentido en este lugar… así que… ¿qué sentido tenía la vida cuando no tienes nada que te sostenga?, con William en el hospital, Diana en una clínica de rehabilitación, mi padre sumergido en sus obligaciones y los médicos con las típicas palabras vacías, la clásica ambigüedad: “Solo nos resta esperar un milagro”. Milagros, milagros… hablan de milagros y de tener fe cuando la ciencia muchas veces se ve aplastada y cegada por la razón. “Debe tener paciencia, hoy en día la medicina ha avanzado lo suficiente, y existen métodos falibles que ayudaran con el tiempo a la recuperación del paciente; tenga plena seguridad de que su hermano se encuentra en manos de los mejores expertos”. En lo personal yo ya no sabía en que creer, o mejor dicho en que aferrarme para lograr sobrellevar toda esta situación; poco a poco me estaba sumergiendo en un vacio sin límites, un vacio en el que estaba consiente que jamás tocaría fondo y me arrastraría sin ninguna consideración. Giré bruscamente el manillar derecho que indicaba el acelerador de la motocicleta; y sin soltar el embrague en ningún momento, empujé ligeramente con mi pantorrilla izquierda la palanca de velocidades hasta meter tercera, obligándola a dar la cuarta parte de su capacidad, lo que la hizo rugir entre mis piernas como un animal agresivo, dispuesto a atacar en cualquier momento. La adrenalina fluía por mi cuerpo, cosquilleándome las venas; tentándome a obligar a la motocicleta a explotar su máxima capacidad. ¿Qué demonios ganaba con poner mi propia vida en riesgo? Nada, pero el sentir la adrenalina recorriendo cada parte de mi cuerpo, era una sensación que me hacía divagar y olvidar por un breve instante el dolor que me estaba consumiendo, inundándome en un mar se sensaciones inexplicables. La velocidad y la adrenalina eran parte de mi vida… y eso era algo que mi padre nunca sería capaz de comprender. Apreté el embrague y el freno delantero suavemente, disminuyendo poco a poco la velocidad; apoyando mis pies en el suelo para de esa manera sostener la motocicleta y frenar sin brusquedad, aparcándola cerca del muelle. Después de varios minutos de caminar por la costera con una hielera bajo el brazo y una tabla de surfeo, me situé a orillas de la playa; cerré los ojos rindiéndome ante la brisa salina y el viento golpeando mi rostro. Respiré lenta y profundamente; la tranquilidad del océano era como una suave caricia que me reconfortaba en estos momentos de desesperación y soledad. Solté la hielera sobre la arena, al igual que la tabla; flexioné los brazos hasta sacarme la playera, haciéndola un bulto y arrojándola a un lado, para recoger la tabla de surfeo y zambullirme en el océano, sobre la tabla de surf, dando constantes braseadas hasta adentrarme en él. Surcar las olas, me embargaba de una sensación de libertad y júbilo que hacía olvidarme de todo… como el mar y yo fuéramos uno solo y nada, absolutamente nada existiera a nuestro alrededor. Después de varios minutos, nadé de regreso a la orilla. Inhalé y exhalé hondamente, bajo los tenues y apenas visibles rayos del sol que se asomaban entre la negrura del día. Dejé caer la tabla de surf a un lado, sentándome en la arena, tomé una botella de cerveza y con un simple movimiento del destapador la tapa salió disparada a un lado, emanando un sonido gaseoso. Bebí de un solo trago toda mi cerveza, regocijándome de la sensación de placer que me provocaba el disfrutar de una fresca y deliciosa cerveza. Inspiré profundamente, destapando otra cerveza y dándole un largo trago, limitándome a mirar de una manera ausente y distraída el horizonte, el sonido de las olas, el océano en su plenitud daba a mi alma la tranquilidad que tanto anhelaba. Ni siquiera fui capaz de forzar un lastimero intento de sonrisa, cuando escuché una voz que no me costó trabajo reconocer, a pesar de que no era una voz que solía escuchar frecuentemente, reconocería ese tono ciegamente. En vez de mostrar un rostro más amable, este se ensombreció en el momento que los tenues rayos del sol se vieron opacados por una nube pasajera que los cubrió en su totalidad. – Nada que no se haya sabido con anterioridad ¿no te parece? – abordé monótonamente, para después dar un largo trago a mi cerveza. Durante los últimos días, el único tema “controversial” para la prensa era el siguiente: “Henry Windsor: ¿en la depresión post-rompimiento?. El chico volvió a la soltería y no puede ocultar su tristeza ¡sniff!. Los rompimientos siempre son difíciles de superar y tal parece que el príncipe Henry está sumido en la depresión por que ahora tiene que olvidar a Irene Urdangarín, quien fue su novia por más de tres meses. Una fuente cercana a la ex pareja afirma que se dieron un break. Los horarios poco compatibles hicieron que el amor se apagara. Por otro lado, fuentes más rigurosas y confiables rumoran que la verdadera causa que marcó el fin de la relación de la joven pareja de enamorados se debió a que Irene Urdangarín mantenía un romance clandestino con su profesor de Cultura Clásica; sin duda, un golpe terrible para Henry. Con su hermano mayor, William, que fue trasladado a urgencias a causa de un accidente durante el mes de septiembre, y su hermana menor, Diana, en rehabilitación por la constante presión que ha vivido en los últimos meses la adolescente británica; la familia real se ha visto en una dura y difícil situación con sus herederos. La pregunta que muchos de ustedes se formulan, pero pocos se atreven a expresar es: Los hechos recientes ¿conllevaran a que el príncipe Henry vuelva a las andadas?. Eso es algo que está por verse, por lo que estaremos muy al pendiente de nuestro joven príncipe. Mientras tanto: Chicas, ¿quién se apunta a consolar a uno de los príncipes más apuestos de la monarquía europea? ¡Uff! Vaya pregunta ¿verdad?. A partir de hoy… ¡Guerra sin cuartel!”. – ¿Te parece extraño que algunos quieran desprenderse de la patética rutina? ó, no… mejor dicho que raro que algunos quieran desprenderse de la patética vida a la que fueron… ¿“condenados”? – mascullé con burda ironía, sin detenerme a pensar si era correcto o no expresarme de esa forma. Desde hace algún tiempo había dejado de ser esa persona que Bea describía... por diferentes razones que me obligaron a dejar de lado la vida empedernida que había adoptado en llevar. ¿De qué había servido intentar ser una mejor persona, cuando a nadie le interesaba en lo más mínimo?. De reojo noté y percibí la suavidad de uno de sus delicados dedos repasaba de arriba hacia abajo contorneando mi brazo y una de sus clásicas sonrisas dibujándose en su rostro. – Aunque, viéndolo de otro modo… podría preguntarte lo mismo. – añadí, mirándole con el ceño ligeramente fruncido, denotando curiosidad, antes de darle otro trago a mi cerveza. – ¿A quien has venido a romperle el corazón el día de hoy, dolce Bea? – pregunté casualmente, como si me limitara a preguntar la hora o a comentar el clima; dándole un acento italiano a las dos últimas palabras. Conocía a Bea desde hace algún tiempo… y su fama y reputación daba mucho que desear a los ojos de los demás, quiénes de la misma manera que a mí, tachaban su comportamiento como inapropiado. Pero, ¿quién era yo para juzgarla?, a diferencia de las personas, yo no me ocultaba detrás de una máscara de hipocresía.
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Mensaje  ιzzy нale Miér Nov 23, 2011 12:46 am

Joe Campbell



DARREN LYNN





CIANNAIT FYLAN

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Mensaje  ιzzy нale Jue Dic 01, 2011 4:28 am

Natalie Castle
Natalie Raine Castle
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Con: Juan Urdangarin || En: Barco

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Había pasado gran parte de mi tarde junto a Juan y en realidad era como si nada hubiese cambiado como si todo lo que paso durante el verano no hubiese pasado y claramente lo único que me importaba ahora mismo es que estaba con el y el hecho de saber que eso no cambiaría porque el me lo había prometido porque yo se lo había prometido. Después de un rato de pasear por el barco juntos ambos nos despedimos y acordamos de vernos en la fiesta que tomaría lugar en la cubierta por lo que yo me refugie en mi habitación por lo que restaba de la tarde incluso llegue a quedarme dormida por un buen rato aunque raramente tuve una pesadilla, mas bien eran recuerdos del verano pasado y de todo aquello que los padres de Juan me dijeron mas que nada lo que hable con su madre. "Mi hijo y tu son de mundos diferentes, mundos que no deben mezclarse no te lo digo por ser dura o porque tenga algo encontra de ti es solamente la realidad pequeña. Las cosas entre mi hijo y tu jamas funcionarían y francamente le darás mas complicaciones de las que ya tiene, y por lo que se de ti no quieres ocasionar problemas cierto? Regresa a casa, aléjate de el, si tanto lo quieres piensa en lo que estar contigo podrá ocasionarle." Aquellas palabras por poco me habian convencido por poco lograban hacer que me alejase de el pero mi opinión y voluntad se venia abajo cada que lo tenia de frente cada vez que lograba ver esa sonrisa tan cálida que me transmitía un sentimiento de profunda alegría. Como iba a alejar de la persona que mas quería en el mundo? No entendía como es que todos los adultos no se daban cuenta de como es que las cosas que ellos hacen nos están afectando a nosotros, que mi padre no se diera cuenta de lo mucho que me dolía saber que el jamas aceptaría a Juan y que en turno sus padres nunca nos dejen estar juntos. Me levante con el rostro empapado y supuse que había llorado mientras estaba dormida cosa que no me pasaba desde que era una cría y tenia algún sueno en donde perdía a mi muñeca pero ahora era todo tan real ahora no solo corría el riesgo de perder algo material si no que a una persona, a la persona mas maravillosa que conocí nunca a aquel joven que poco a poco me había enamorado con su ternura y con aquel corazón noble y sencillo que lograba ver cada día mas y mas. Pero por mas determinada que estuviese a luchar por el y por mas que se me grabara en el pensamiento de que podíamos por esto se hacia lugar para la duda, para el miedo y para todos aquellos sentimientos obscuros que nublaban por completo cualquier esperanza. Me senté en la cama aun un poco adormilada pero llevando una mano a mis mejillas las cual talle de forma inquieta para después mirar al reloj y suspirar ya debería estar en la fiesta pero todas las ganas de ir se habían desvanecido ahora simplemente tenia las palabras de la Sra, Urdangarin rondando por mi cabeza y sinceramente quería llorar toda la noche por aquello sabia que me estaba comportando como una cría chiflada pero raramente esas palabras fueron lo mas doloroso que alguien pudo haberme dicho nunca. Suspire mientras me estiraba un poco para tomar el móvil que estaba en mi mesita de noche y rápidamente busque el numero de Juan. Podía darle una excusa para no ir pero a la misma vez me sentía tan cobarde que simplemente lo guarde en mi bolsillo y tome una sudadera blanca y me puse unas zapatillas para salir de mi habitación, no me dirige a la fiesta si no que al lado contrario donde no había nadie tal vez estando sola podía pensar? Ordenar mi cabeza ademas que siempre me dio vergüenza llorar enfrente de alguien y mucho menos me gustaba preocupar a la gente. No estaba segura de cuanto tiempo estuve sentada mirando al mar el cual ya era obscuro cuando escuche unos pasos ligeros cerca de mi, mi vista aun seguía pegada al mar cuando sentir a alguien sentarse a mi lado y en segundos pude reconocer su aroma por lo que suspire un poco intentando mantenerme tranquila y volviendo a tallar mis mejillas las cuales estaban un poco hinchadas por tanto lloriqueo. "Hola.." le dije en un susurro algo apagado aun evitando mirarle a los ojos lo mas posible por alguna razón en estos momentos tenia miedo de encontrarme con su mirada. "Siento no haberte avisado que no llegaría a la fiesta en realidad me sentía un poco mal" comente una vez mas en un susurro poco posible de oír por lo menos con la música que sonaba por todos los rincones del barco, mis ojos se enfocaron en mis zapatillas por unos instantes para después cerrarlos. "Te eh causado muchos problemas en casa verdad?" le pregunte de pronto y en realidad sabia que el no se estaba esperando aquella pregunta o esta reacción de mi parte. Pero no podía evitarlo tenia que preguntárselo aunque sabia que la respuesta seria un si, que el jamas me daría o por lo menos lo haría en alguna forma para que no me sintiese culpable o mal pero creo que a estas alturas eso era algo imposible?. "Se sincero conmigo por favor" volví a pedirle, aunque esto me salio a modo de suplica si algo sabia de Juan es que el era honesto y que siempre podíamos hablar claramente y eso es lo que esperaba ahora mismo de el. Había evitado mirarle a los ojos hasta este momento y creo que fue lo peor que pude haber echo porque al hacerlo muchas cosas pasaron por mi cabeza pero lo mas importante es que yo jamas podría alejarme de el por mas culpa que sintiera, lo que sentía por el era mas fuerte por lo menos lo sentía así en estos momentos cosa que no entendía porque al estar sola me contradecía completamente y realmente me mantenía inquieta por aquello. "Aunque no sea fácil, prefiero que me hables con la verdad tal y como siempre lo hemos echo" volví a decirle para después guardar silencio y una vez mas desviar mi mirada hacia el mar.
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Mensaje  ιzzy нale Sáb Dic 03, 2011 11:59 pm


<br><br><div style="font-family: georgia; letter-spacing: -3px; font-size: 48px; line-height: 0%;font-face: bold; color: #205867; text-shadow: #000 1px 1px 1px;">Juan Urdangarín</div>
as: Juan Valentín de Todos los Santos Urdangarín y Borbón
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No era capaz de comprender en que punto mi vida se había convertido en un verdadero infierno, pero, más que un infierno, en un desierto de soledad en donde me encontraba vagando sin rumbo fijo, sin un lugar a donde ir. Las desgracias en nuestra familia tenían nombre propio: Camilla Parker, a quien siempre he considerado una desconocida que profanó el lugar de mi madre; pero el culpar a Camilla de todas y cada una de nuestras desgracias, no aliviaba el maldito dolor que me estaba consumiendo por dentro. ¿Qué sentido tenía seguir adelante, cuando las personas que más has amado te abandonan? ¿Qué sentido tenía la vida, cuando todo lo que has amado te lo arrebata sin ninguna consideración? De una forma o de otra había perdido mis únicas razones para mantenerme en pie... y ahora ya nada ni nadie tenía sentido para mí. Estaba HARTO de esta maldita situación, había momentos en los que me sentía al borde de un precipicio, en el que ganas no me faltaban de lanzarme a causa de la desesperación y el dolor que me estaba consumiendo hasta las entrañas. A veces me pregunto… ¿qué cabronadas habré echo en mi vida pasada, para venir a padecer sufrimientos y tristezas en esta mi nueva y descontrolada vida? ¿Habré sido tan hijo de puta como para tener la desdicha de renacer a una nueva vida y lavar de ese modo mis culpas? No entendía que era precisamente lo que la vida esperaba de mí… a cambio de… un miserable momento de paz… de estabilidad. Toda mi vida ha sido un maldito caos, de la misma manera que mi familia, que día con día se desmoronaba sin que ninguno de nosotros hiciera algo por evitarlo. ¿Qué más daba tener que soportar y vivir en una familia emocionalmente disfuncional, cuando todos actuábamos de distintas maneras menos como una familia? con un padre preocupado por guardar las apariencias y con Camilla queriendo interferir en nuestras vidas, como si ella tuviera algún derecho sobre nosotros. Ya nada ni nadie tenía sentido en este lugar… así que… ¿qué sentido tenía la vida cuando no tienes nada que te sostenga?, con William en el hospital, Diana en una clínica de rehabilitación, mi padre sumergido en sus obligaciones y los médicos con las típicas palabras vacías, la clásica ambigüedad: “Solo nos resta esperar un milagro”. Milagros, milagros… hablan de milagros y de tener fe cuando la ciencia muchas veces se ve aplastada y cegada por la razón. “Debe tener paciencia, hoy en día la medicina ha avanzado lo suficiente, y existen métodos falibles que ayudaran con el tiempo a la recuperación del paciente; tenga plena seguridad de que su hermano se encuentra en manos de los mejores expertos”. En lo personal yo ya no sabía en que creer, o mejor dicho en que aferrarme para lograr sobrellevar toda esta situación; poco a poco me estaba sumergiendo en un vacio sin límites, un vacio en el que estaba consiente que jamás tocaría fondo y me arrastraría sin ninguna consideración. Giré bruscamente el manillar derecho que indicaba el acelerador de la motocicleta; y sin soltar el embrague en ningún momento, empujé ligeramente con mi pantorrilla izquierda la palanca de velocidades hasta meter tercera, obligándola a dar la cuarta parte de su capacidad, lo que la hizo rugir entre mis piernas como un animal agresivo, dispuesto a atacar en cualquier momento. La adrenalina fluía por mi cuerpo, cosquilleándome las venas; tentándome a obligar a la motocicleta a explotar su máxima capacidad. ¿Qué demonios ganaba con poner mi propia vida en riesgo? Nada, pero el sentir la adrenalina recorriendo cada parte de mi cuerpo, era una sensación que me hacía divagar y olvidar por un breve instante el dolor que me estaba consumiendo, inundándome en un mar se sensaciones inexplicables. La velocidad y la adrenalina eran parte de mi vida… y eso era algo que mi padre nunca sería capaz de comprender. Apreté el embrague y el freno delantero suavemente, disminuyendo poco a poco la velocidad; apoyando mis pies en el suelo para de esa manera sostener la motocicleta y frenar sin brusquedad, aparcándola cerca del muelle. Después de varios minutos de caminar por la costera con una hielera bajo el brazo y una tabla de surfeo, me situé a orillas de la playa; cerré los ojos rindiéndome ante la brisa salina y el viento golpeando mi rostro. Respiré lenta y profundamente; la tranquilidad del océano era como una suave caricia que me reconfortaba en estos momentos de desesperación y soledad. Solté la hielera sobre la arena, al igual que la tabla; flexioné los brazos hasta sacarme la playera, haciéndola un bulto y arrojándola a un lado, para recoger la tabla de surfeo y zambullirme en el océano, sobre la tabla de surf, dando constantes braseadas hasta adentrarme en él. Surcar las olas, me embargaba de una sensación de libertad y júbilo que hacía olvidarme de todo… como el mar y yo fuéramos uno solo y nada, absolutamente nada existiera a nuestro alrededor. Después de varios minutos, nadé de regreso a la orilla. Inhalé y exhalé hondamente, bajo los tenues y apenas visibles rayos del sol que se asomaban entre la negrura del día. Dejé caer la tabla de surf a un lado, sentándome en la arena, tomé una botella de cerveza y con un simple movimiento del destapador la tapa salió disparada a un lado, emanando un sonido gaseoso. Bebí de un solo trago toda mi cerveza, regocijándome de la sensación de placer que me provocaba el disfrutar de una fresca y deliciosa cerveza. Inspiré profundamente, destapando otra cerveza y dándole un largo trago, limitándome a mirar de una manera ausente y distraída el horizonte, el sonido de las olas, el océano en su plenitud daba a mi alma la tranquilidad que tanto anhelaba. Ni siquiera fui capaz de forzar un lastimero intento de sonrisa, cuando escuché una voz que no me costó trabajo reconocer, a pesar de que no era una voz que solía escuchar frecuentemente, reconocería ese tono ciegamente. En vez de mostrar un rostro más amable, este se ensombreció en el momento que los tenues rayos del sol se vieron opacados por una nube pasajera que los cubrió en su totalidad. – Nada que no se haya sabido con anterioridad ¿no te parece? – abordé monótonamente, para después dar un largo trago a mi cerveza. Durante los últimos días, el único tema “controversial” para la prensa era el siguiente: “Henry Windsor: ¿en la depresión post-rompimiento?. El chico volvió a la soltería y no puede ocultar su tristeza ¡sniff!. Los rompimientos siempre son difíciles de superar y tal parece que el príncipe Henry está sumido en la depresión por que ahora tiene que olvidar a Irene Urdangarín, quien fue su novia por más de tres meses. Una fuente cercana a la ex pareja afirma que se dieron un break. Los horarios poco compatibles hicieron que el amor se apagara. Por otro lado, fuentes más rigurosas y confiables rumoran que la verdadera causa que marcó el fin de la relación de la joven pareja de enamorados se debió a que Irene Urdangarín mantenía un romance clandestino con su profesor de Cultura Clásica; sin duda, un golpe terrible para Henry. Con su hermano mayor, William, que fue trasladado a urgencias a causa de un accidente durante el mes de septiembre, y su hermana menor, Diana, en rehabilitación por la constante presión que ha vivido en los últimos meses la adolescente británica; la familia real se ha visto en una dura y difícil situación con sus herederos. La pregunta que muchos de ustedes se formulan, pero pocos se atreven a expresar es: Los hechos recientes ¿conllevaran a que el príncipe Henry vuelva a las andadas?. Eso es algo que está por verse, por lo que estaremos muy al pendiente de nuestro joven príncipe. Mientras tanto: Chicas, ¿quién se apunta a consolar a uno de los príncipes más apuestos de la monarquía europea? ¡Uff! Vaya pregunta ¿verdad?. A partir de hoy… ¡Guerra sin cuartel!”. – ¿Te parece extraño que algunos quieran desprenderse de la patética rutina? ó, no… mejor dicho que raro que algunos quieran desprenderse de la patética vida a la que fueron… ¿“condenados”? – mascullé con burda ironía, sin detenerme a pensar si era correcto o no expresarme de esa forma. Desde hace algún tiempo había dejado de ser esa persona que Bea describía... por diferentes razones que me obligaron a dejar de lado la vida empedernida que había adoptado en llevar. ¿De qué había servido intentar ser una mejor persona, cuando a nadie le interesaba en lo más mínimo?. De reojo noté y percibí la suavidad de uno de sus delicados dedos repasaba de arriba hacia abajo contorneando mi brazo y una de sus clásicas sonrisas dibujándose en su rostro. – Aunque, viéndolo de otro modo… podría preguntarte lo mismo. – añadí, mirándole con el ceño ligeramente fruncido, denotando curiosidad, antes de darle otro trago a mi cerveza. – ¿A quien has venido a romperle el corazón el día de hoy, dolce Bea? – pregunté casualmente, como si me limitara a preguntar la hora o a comentar el clima; dándole un acento italiano a las dos últimas palabras. Conocía a Bea desde hace algún tiempo… y su fama y reputación daba mucho que desear a los ojos de los demás, quiénes de la misma manera que a mí, tachaban su comportamiento como inapropiado. Pero, ¿quién era yo para juzgarla?, a diferencia de las personas, yo no me ocultaba detrás de una máscara de hipocresía.
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Mensaje  ιzzy нale Dom Dic 11, 2011 4:21 am


<br><br><div style="font-family: georgia; letter-spacing: -3px; font-size: 48px; line-height: 0%;font-face: bold; color: #795c70; text-shadow: #000 1px 1px 1px;">Arwen Everglot</div>
as: Arwen Eileen Everglot
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[ Con Andrew Burton ;; En la playa
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Desde el momento que puse un pie en esta isla, las cosas no habían dado paso a mejorar entre la situación por la que estaban atravesando William y Diana, y lo que más me angustiaba era ver a Henry al borde de una crisis nerviosa, por no saber que hacer. Henry, era demasiado impulsivo y la mayoría de las veces actuaba sin pensar en las consecuencias... por otro lado, Diana parecía cada vez más ausente… lejos de la realidad, como si una barrera invisible nos separara de su realidad, y de una realidad que se negaba afrontar y a superar. La muerte de mi abuela, sin duda fue un golpe terrible para todos nosotros… su ausencia había dejado un vacio en cada uno de nosotros, una herida que no sabía si con el tiempo sanaría… aunque al final las heridas lo único que dejan a su paso son solo cicatrices. Han pasado meses, desde que mi abuela nos abandonó y aunque el tiempo lo cura todo, aún no he encontrado la resignación que toda persona necesita para afrontar un golpe tan duro, como el de perder a una de las personas que más has amado en la vida. Por lo que trato de enfocarme en mis estudios, como medio de distracción para no pensar y de alguna manera olvidar todo lo que viví durante el verano y retomar mi vida con la mayor normalidad del mundo… pero, no era nada sencillo. Con todo lo que he estado viviendo las últimas semanas, apenas había tenido tiempo de adaptarme y recorrer las instalaciones de la Universidad… Henry, me acompañaba a mis clases y siempre que podíamos desayunábamos o almorzábamos juntos, incluso me había dibujado un mapa de la Universidad, el cual me ha sido de gran ayuda ahorrándome la vergüenza de tener que preguntar donde quedaba cada lugar en la Universidad, más que nada por que lo que menos deseaba era recibir consideraciones especiales por parte de las personas, solo por ser… nieta de un monarca, aunque en realidad jamás me he considerado especial ni mucho menos diferente al resto de las demás personas… un aspecto que aprendí y sobre todo siempre he admirado en mis padres, quiénes a fin de cuentas decidieron hacer una vida normal sin ninguna clase de complicaciones emocionales, naturalmente la decisión de mamá de vivir una vida tranquila, no le impidió dejar de lado ni mucho menos cumplir con sus obligaciones… Lástima que la felicidad que alguna vez existió entre ellos no fue suficiente como para seguir juntos, sin embargo, viendo el lado positivo de la situación… me alegraba el saber que eran felices, aunque no estuvieran juntos, como a Peter y a mí nos hubiera gustado. Eché ligeramente la cabeza hacia atrás, sacándome el casco de la cabeza y agitando suavemente mi mata de cabello rubio, sintiendo una suave y fresca brisa golpeando mi rostro. Inhalé y exhalé profundamente aspirando el aire, sintiendo como este llenaba mis pulmones. En el pueblo, se respiraba un ambiente de alegría y de expectación por la noche de Halloween… especialmente entre los niños quiénes eran los más entusiasmados con la idea de disfrazarse y salir a pedir dulces. Esbocé una pequeña sonrisa en mi rostro, aparcando la motocicleta afuera de los portales ubicados en la plaza principal. No había tenido oportunidad de conocer el pueblo… por lo que decidí aprovechar la oportunidad de ir al pueblo a buscar un disfraz para la fiesta de disfraces que se llevaría a cabo por la noche. Tras el incidente en la feria de las naciones… tanto mis padres, como Tim, mi Tío Charles, mi Tío Andrew y mi Tío Edward habían tomado sus propias medidas de seguridad… a todos y cada uno de mis primos nos habían asignado un guarura que estuviera con nosotros las 24 hrs del día… y aunque la idea no me agradara, comprendía su preocupación. En fin, Henry, me había echo el favor de prestarme su motocicleta… y a pesar de su insistencia por acompañarme, lo convencí de quedarse en la Universidad, teniendo en cuenta que se había ofrecido para formar parte del Comité de Organización de Eventos no quería que por mi culpa lo regañaran por faltar a sus obligaciones. Suspiré pesadamente, al tiempo que guardaba el casco en el cubículo interno del asiento, donde Henry siempre tenía guardado un casco de repuesto para algún pasajero. Sinceramente, no imaginarme la cara que pondría mamá si supiera que sé conducía esas cosas, como ella las llamaba. Negué suavemente con una sonrisa en mi rostro, mientras guardaba las llaves en mi bolso, para posteriormente echarme a caminar tranquilamente por la acera. No sin antes asegurarme y echar un vistazo por encima de mi hombro, que Reed, mi guarura no me estuviera siguiendo. Respiré aliviada, siguiendo con mi camino, deteniéndome de vez en cuando a observar los escaparates de los almacenes. Justo en ese momento a través de una de las vitrinas, observé al otro lado de la calle la silueta de una persona que me llamó mi atención al resultarme muy familiar. Pardeé varias veces seguidas, asegurándome que mis ojos no me estuvieran jugando una mala jugarreta… ¿qué posibilidades habría de que…? Giré mi rostro con asombro… Si, si… era él… me reafirme dentro de mis pensamientos, sintiendo de pronto una peculiar alegría. Caminé lentamente hasta él, aprovechando que se había detenido a observar un escaparate de la tienda de enfrente. – ¿Zac… Santana? ¿Eres tú? – pregunté con extraña curiosidad, posiblemente lo estaba confundiendo… o quizás no, la curiosidad por saber si era o no el muchacho alegre que había conocido hace tres veranos exactamente durante un viaje a Miami en el cual había acompañado a Henry; era algo que me estaba matando de la curiosidad.


Última edición por ιzzy нale el Lun Dic 12, 2011 12:47 am, editado 2 veces
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